¿QUÉ ES LA FE? LA FE ABARCA LA VERDAD, EL CORAJE, LA SABIDURÍA Y LA BUENA FORTUNA. INCLUYE LA COMPASIÓN Y LA HUMANIDAD, ASÍ COMO LA PAZ, LA CULTURA Y LA FELICIDAD. LA FE ES ESPERANZA ETERNA; ES EL SECRETO PARA EL AUTO-DESARROLLO SIN LÍMITES. LA FE ES EL PRINCIPIO BÁSICO DE CRECIMIENTO. (LAS DISCUSIONES SOBRE LA JUVENTUD, VOLUMEN 2, PÁGINAS 163/64).

¿QUÉ ES EL BUDISMO? ES EL NOMBRE DADO A LAS ENSEÑANZAS DE UN BUDA. "BUDA" SIGNIFICA "EL ILUMINADO”; ALGUIEN QUE PERCIBE LA ESENCIA O REALIDAD DE LA VIDA EN SU INTERIOR, ES UN SER ILUMINADO A LA VERDAD DE LA VIDA Y DEL UNIVERSO. A DIFERENCIA DE OTRAS RELIGIONES, EL BUDISMO NO ALEGA UNA REVELACIÓN DIVINA. COMIENZA CON UN HOMBRE, QUE A TRAVÉS DE SUS PROPIOS ESFUERZOS Y PERSEVERANCIA, DESCUBRIÓ LA REALIDAD DENTRO DE SÍ Y ENSEÑÓ QUE TODOS PODÍAN HACER LO MISMO. EL BUDA NO PUEDE SER DEFINIDO, COMO UN SER TRASCENDENTAL O SUPREMO. EN ESTE SENTIDO, EL BUDISMO, NO SOLO ES LA ENSEÑANZA DE UN BUDA, SINO LA ENSEÑANZA QUE POSIBILITA A TODAS LAS PERSONAS REVELAR SU NATURALEZA DE BUDA. EL BUDISMO ES UN SISTEMA PRÁCTICO DE ENSEÑANZA QUE NOS PERMITE CONCRETAR EL ESTADO IDEAL DE LA BUDEIDAD… LA PROPIA PERFECCIÓN.

¿QUE ES EL KOSEN-RUFU? “ES LA LUCHA PARA TRANSFORMAR LA VIDA DE LOS SERES HUMANOS, REVIRTIENDO LA OSCURIDAD QUE RESIDE EN EL INTERIOR DE SU VIDA, HACIENDOLO TOMAR CONCIENCIA DE SU NATURALEZA DE BUDA INHERENTE". LA ESENCIA DE “ESTABLECER LA ENSEÑANZA CORRECTA PARA ASEGURAR LA PAZ EN LA TIERRA” ESCRITO POR NICHIREN DAISHONIN, RADICA EN CONSTRUIR UNA RED DE PERSONAS DEDICADAS AL BIEN. PERO COMO ESTA CONTIENDA IMPLICA TRANSFORMAR DE RAÍZ LA VIDA DE LAS PERSONAS PROVOCARA RESISTENCIA EN CIERTOS SECTORES… ESTA GRAN BATALLA ES LA CLAVE PARA CREAR UN MUNDO DE PAZ Y DE FELICIDAD VERDADERAS, UNA TIERRA DE BUDAS.

YIGUIO Y KETA. PRÁCTICA PARA UNO MISMO Y PRÁCTICA PARA LOS DEMÁS. ESTOS ASPECTOS DEL BUDISMO VERDADERO SON: YIGUIO (PRÁCTICA PARA UNO MISMO) Y KETA (PRÁCTICA POR EL BIEN DE OTROS). AMBOS CONSTITUYEN UNA PRÁCTICA COMPLETA. SON COMO DOS RUEDAS QUE FUNCIONAN AL UNÍSONO PARA ADELANTAR NUESTRAS VIDAS, PARA MANIFESTAR NUESTRA ILUMINACIÓN INHERENTE.

¿QUE ES LA SOKA GAKKAI INTERNACIONAL (SGI)?...ES UNA ORGANIZACIÓN BASADA EN EL BUDISMO DE NICHIREN DAISHONIN, INSPIRADA EN EL RESPETO A LA VIDA, LA CONCIENCIA DE LOS DERECHOS HUMANOS, BUSCANDO DESPERTAR EN LAS PERSONAS EL ESPÍRITU DE RECONOCER, RESPETAR Y APRECIAR LAS SEMEJANZAS Y LAS DIFERENCIAS, PERMITIENDOLES FORTALECERSE Y TRANSFORMAR SU INTERIOR PARA DESARROLLAR SU MÁXIMO POTENCIAL, ASUMIENDO LA RESPONSABILIDAD DE SU PROPIA VIDA Y COMPROMETIENDOSE CON LA SOCIEDAD, EMPRENDER ACTIVIDADES EN SU VIDA COTIDIANA, PARA DESPLEGAR LA CAPACIDAD DE VIVIR CON CONFIANZA, CREANDO VALOR EN CUALQUIER CIRCUNSTANCIA Y CONTRIBUYENDO AL BIENESTAR DE AMIGOS, FAMILIARES Y SU COMUNIDAD…

…UNA DE LAS DIFICULTADES QUE LOS LATINOS TIENEN PARA COMPRENDER EL BUDISMO, radica en lo que el término "religión" significa en su ámbito social… Las religiones occidentales tienen sistemas jerárquicos en los que las reglas y los dogmas se establecen desde arriba hacia abajo… Ellas están basadas en la creencia de una deidad sobrenatural… La relación entre el maestro y el discípulo es interpretada como la de una persona que ciegamente, sigue a otra… VER MAS…

EL ESFUERZO DE NO RENDIRSE JAMAS. Vivimos una vida fragmentada y llena de conflictos. Estamos divididos en centenas de grupos de seres humanos, limitados por el miedo, la vergüenza, la culpa, la ira, las obsesiones y las emociones… esta lucha interna hace que no nos podamos entender… ¿Por que pasa esto...? VER MAS…

LA RECITACION DE LOS CAPITULOS “MEDIOS HABILES” Y “DURACION DE LA VIDA”. Carta a la esposa de Hiki Daigaku Saburo Yoshimoto. Este Ghoso, nos acerca a un precepto conocido como “seguir las costumbres de la región”. El significa que, mientras no esté en juego ninguna trasgresión grave, no se debe ir contra las tradiciones y costumbres de un país, región o comunidad, aunque debamos apartarnos ligeramente de las enseñanzas. Este criterio fue establecido por el Buda... VER MAS…

LAS REUNIONES DE DIALOGO O ZADANKAI, SON UN OASIS…En la actualidad, el egoísmo desmedido, provoca profundos trastornos en el corazón humano y estamos perdiendo la coexistencia con la naturaleza; por ello estos mini cónclaves de miembros de todas las edades, razas, intereses y antecedentes, son un foro de intercambio rico y refrescante. En un mundo afectado por la "DESERTIFICACION SOCIAL", estas reuniones son un oasis, en el que los seres humanos en forma individual, se esfuerzan en concretar la paz mundial y la prosperidad de la sociedad humana. ...Como budistas, al establecer una condición de paz interior en la vida cotidiana, contribuimos con la paz del mundo, posibilitando a cada uno, desarrollar su potencial inherente... VER MAS…

SUTRA DEL LOTO. CEREMONIA DEL AIRE (Diagrama analítico)






LA NUEVA REVOLUCION HUMANA. LA TORRE DE LOS TESOROS. Los siguientes pasajes fueron tomados de “La nueva revolución humana”. El personaje de Shin’ichi Yamamoto representa al Presidente Ikeda.

En este día que marca el establecimiento de la enseñanza de Nichiren Daishonin, la pregunta crucial que debemos hacernos es: ¿Qué fue lo que el Daishonin quiso difundir en el mundo? Con voz potente, Shin´ichi hizo este planteamiento fundamental.

Los miembros que colmaban el Centro de Exhibición Industrial de la prefectura de Ishikawa, en la ciudad de Kanazawa, escuchaban con gran interés.


Era el 28 de abril de 1974; Shin´ichi participaba en una reunión general en conmemoración de los veinteavos del Kosen-rufu en la Región Hokuriku. En su alocución quiso referirse a este tema de máxima importancia para todos los discípulos de Nichiren Daishonin.


Dicho simplemente (continuo), el Daishonin se esforzó en propagar el Gohonzon el objeto de respeto o devoción fundamental. Si las personas no pueden comprender la verdad esencial tampoco podrán adquirir un entendimiento de las cuestiones de la vida que derivan de ella. Pero al tener una clara comprensión de la verdad se vierte luz en todas las cuestiones. Por eso, en bien de todos los seres vivos, el Daishonin revelo y difundió el Gohonzon, que es la verdad esencial.


Entonces, ¿en que consiste este objeto de respeto fundamental?


Los miembros estaban cautivos por la disertación de Shin´ichi, que iba al meollo de la cuestión.
En respuesta dijo:
“la transmisión de las siete enseñanzas sobre el Gohonzon” expresa: ´”haga de su vida el objeto de respeto fundamental”. Por lo tanto me atrevo a decir que nuestra vida es el objeto de respeto fundamental.


“la transmisión de las siete enseñanzas sobre el Gohonzon” es una colección de siete enseñanzas orales sobre el objeto de devoción transmitidas por Nichiren Daishonin a su sucesor y discípulo directo Nikko Shonin.


El tono de Shin´ichi se hizo más enfático: el budismo del Daishonin enseña que la vida es el origen de todas las cosas. Entraña la filosofía que considera la vida humana como esencial, y que merece nuestra reverencia y respeto mas elevado.


El mensaje fue claro y convincente, los cerca de quinientos invitados de diversos campos de la sociedad que se hallaban presentes estaban intrigados por la afirmación de Shin´ichi que la vida en si es el objeto de respeto fundamental. La filosofía que planteaba les resulto innovadora.

Luego Shin´ichi cito otro fragmento de “la transmisión de las siete enseñanzas sobre el Gohonzon”: “los cinco elementos del reino del Dharma son los cinco elementos de nuestro cuerpo son los cinco elementos del reino del Dharma. El reino del Dharma es Nichiren y Nichiren es el reino del Dharma.


En otras palabras, nuestro cuerpo esta compuesto de los mismos cinco elementos que el universo: tierra, agua, fuego, viento y espacio. El Daishonin declara que todos los elementos que componen el reino de Dharma del universo no difieren de los elementos que componen su vida.


Por supuesto, esto se aplica no solo al Daishonin, sino a todos los seres vivientes. Cada ser es un vasto universo y una entidad de la Ley Mística. Por eso la vida debe ser atesorada como el objeto de respeto fundamental. Esta enseñanza de la vida que sostenemos.


Shin´ichi aclaro que el objeto de respeto fundamental en el budismo del Daishonin no es un símbolo místico o mágico; es nuestra vida en si. Como dice el Daishonin:” Jamás busque este Gohonzon fuera de usted misma. El Gohonzon existe solo en la carne mortal de nosotros, las personas comunes que creemos en Sutra del Loto y entonamos Nam-myoho-renge-kyo”.


PARA LAS REUNIONES DE QUIENES SE INICIAN EN EL BUDISMO. 1) BREVE HISTORIA DEL BUDISMO. LA ILUMINACION DEL BUDA DEL PRIMER DIA DE LA LEY.

Temas tratados: HISTORIA DEL BUDISMO. LA ILUMINACION DEL BUDA DEL PRIMER DIA DE LA LEY. EL CAMINO HACIA LA ILUMINACIÓN. EL BUDISMO HOY EN DÍA. EL BUDISMO Y EL COSMOS


A diferencia del judaísmo, el cristianismo o el Islam, el budismo no tiene su origen en una supuesta revelación divina y, en cambio, constituye la enseñanza de un solo ser humano quien, a través de sus esfuerzos, despertó a la ley de la vida que se encontraba dentro de él. Fue un hombre que no dejó escrito alguno y del cual conocemos poco, pero lo que sí sabemos es que se convirtió en el catalizador del cambio de millones de vidas.




El Buda histórico, a quien se conoció con el nombre Siddharta (El que ha alcanzado su meta), nació en el norte de India hace aproximadamente 2500 años. Existen diversas opiniones acerca de la fecha exacta, pero investigaciones recientes tienden a situarla en el siglo VI o V a.C. La época, aunque no sea exacta, es significativa. Como el filósofo alemán Karl Jaspers ha señalado, Siddharta nació aproximadamente al mismo tiempo que Sócrates en Grecia, Confucio en China y el profeta Isaías en el mundo hebreo. La aparición simultánea de estos hombres, según Jaspers, señaló el amanecer de la civilización espiritual.


El padre de Siddharta era el monarca del clan Shakya, una pequeña tribu situada cerca de la frontera de Nepal, por lo cual el Buda recibió el nombre de Shakyamuni (Sabio de los Shakyas). A causa de la falta de registros escritos, los detalles de su infancia son escasos. Sabemos que Siddharta nació como príncipe y creció en la opulencia, y que estaba dotado de una brillante inteligencia y una naturaleza introspectiva. Siendo aún joven, se desposó con Yashodhara, quien le dio un hijo, Rahula. Eventualmente, Siddharta abandonó sus riquezas y privilegios para embarcarse en un camino de sabiduría y autoconocimiento. Lo que lo impulsó a tomar tal decisión está expresado por la leyenda de los cuatro encuentros.


Se dice que el joven príncipe salió de su palacio en cuatro diferentes ocasiones: cuando lo hizo por la puerta este, se topó con un hombre deteriorado y vencido por la edad. Cuando salió por la puerta sur, vio a un enfermo. En una tercera salida, por la puerta oeste, presenció un funeral y vio un cadáver por primera vez en su vida. Por último, en su salida por la puerta norte, se cruzó con un asceta religioso. El anciano, el enfermo y el cadáver, representan los sufrimientos de la vejez, la enfermedad y la muerte, los cuales junto al de nacer (o, lo que es igual, el de vivir) son llamados “Los Cuatro Grandes Sufrimientos”, o sea, los problemas fundamentales de la existencia humana. Shakyamuni decidió entonces abandonar su vida principesca para hallar la solución a estos cuatro sufrimientos.


A la manera de los hombres santos de aquel entonces de la India, que deambulaban por todo el país en búsqueda de la verdad última, Siddharta comenzó su travesía. Sabemos que su camino fue duro y lleno de desafíos físicos y mentales, emprendiendo una serie de prácticas ascéticas tales como la retención de la respiración, el ayuno y el control mental. Luego de varios años de atormentar su cuerpo casi hasta el punto de morir, finalmente abandonó sus severas prácticas de ascetismo que lo habían debilitado y comenzó a meditar bajo un árbol pipal (una variedad de higuera que existe en la India), cerca de Gaya. Así, cuando contaba con aproximadamente treinta años, logró la iluminación y se convirtió en un Buda.


LA ILUMINACIÓN DEL BUDA
Hoy nos es prácticamente imposible saber con total certeza qué experimentó el Buda bajo aquel árbol hace más de dos mil quinientos años, pero basados en sus muchas enseñanzas que fueron transmitidas oralmente a sus primeros discípulos, lo que sí sabemos es que trascendió el estado de conciencia ordinario a un nivel en el cual se vio a sí mismo como uno con la vida del universo.


Al respecto, Daisaku Ikeda dice en su libro “El Buda Viviente”:
“Shakyamuni tuvo una clara visión de su propia vida en todas sus manifestaciones a lo largo del tiempo. Según la doctrina de la transmigración, la vida de los seres humanos no se encuentra limitada al presente. Shakyamuni, meditando bajo el árbol Bodhi, claramente recordó todas sus existencias anteriores una por una, y percibió que su existencia presente era parte de la inquebrantable cadena de vida, muerte y renacer sucesivos que habían venido ocurriendo desde interminables eones en el pasado.”


“Esto no era algo que le venía como si fuera una intuición ni lo percibía como un mero concepto o idea, sino que era un recuerdo claro y real, no diferente -aunque desde un plano muy distinto- de los eventos profundamente ocultos en los recovecos de nuestra mente y que, de pronto, recordamos cuando estamos en un estado de extrema tensión o concentración.”


Siddharta reconoció el verdadero aspecto de la realidad como impermanencia.
¿Pero qué significa esto?
Todas las cosas y fenómenos atraviesan por un constante cambio. La vida, la naturaleza y la sociedad nunca cesan en su cambio, ni siquiera por tan sólo un instante.


En adición a esta comprensión de la impermanencia, Shakyamuni percibió la interrelación entre todo lo que existe. El universo y todo lo que contiene se encuentran en un flujo constante, surgiendo y cesando, apareciendo y desapareciendo, en un ciclo sin fin de cambio condicionado por la ley de causalidad: todo lo que existe está sujeto a la ley de causa y efecto; consecuentemente, nada puede existir independientemente de otras cosas. A este concepto budista de causalidad, también se lo conoce como “origen dependiente”. Shakyamuni despertó a la ley eterna de la vida que penetra el universo, a los aspectos místicos de la vida según los cuales todas las cosas y seres del universo se interrelacionan e influencian mutuamente en un interminable ciclo de nacimiento y muerte.


La esencia del despertar de Shakyamuni está contenida en el concepto de las Cuatro Nobles Verdades, que explica que (1) toda existencia es sufrimiento; (2) el sufrimiento es causado por el deseo egoísta; (3) la erradicación del deseo egoísta genera el cese del sufrimiento y nos posibilita alcanzar la iluminación; y (4) existe un camino por el cual esta erradicación puede ser lograda: el Óctuple Sendero.


Descartar la ignorancia y establecer una visión correcta constituyen los pilares de la práctica budista. Ellos son también la motivación que ha venido impulsando (desde Shakyamuni mismo) la búsqueda de un método o vehículo que conduzca al practicante a la cesación del sufrimiento y al logro de la felicidad absoluta. Todas las diversas escuelas y prácticas posteriores surgieron como resultado de ese esfuerzo en crear tal vehículo.


Durante el breve tiempo que siguió a su iluminación, Shakyamuni permaneció sentado bajo el árbol Bodhi en un estado de regocijo. Sin embargo, cuando regresó al mundo que lo rodeaba, comenzó a pensar en cómo transmitir su iluminación a los demás.


Así fue que transcurrió los cuarenta años siguientes de su existencia predicando a las personas bajo formas que mejor se adecuaran a la comprensión de cada uno.


En este sentido, vemos que la idea de un Budismo reservado sólo a hombres santos que meditan en la cima de las montañas es errónea: por el contrario, Shakyamuni jamás deseó que sus enseñanzas quedaran relegadas sólo a un grupo de practicantes en un monasterio. Toda su historia nos sugiere que, por el contrario, deseaba que sus enseñanzas se difundieran ampliamente y fueran adoptadas por los hombres y mujeres comunes. Sus lecciones fueron recopiladas en las así llamadas “ochenta y cuatro mil enseñanzas”, las cuales han sido interpretadas y reinterpretadas durante siglos. En realidad, el principal problema del budismo en estos miles de años no ha sido tanto lo que el Buda dijo sino cómo poner sus enseñanzas en práctica, cómo experimentar uno mismo la iluminación del Buda, cómo convertirse uno mismo en un Buda.




EL CAMINO HACIA LA ILUMINACIÓN


Existen hoy en día diversas escuelas de budismo. A medida que la filosofía budista lentamente se difundió a China, Tíbet, Tailandia y el sudeste asiático, fue proclive a absorber e influenciarse de las costumbres y creencias religiosas locales. El budismo que se expandió hacia Tíbet y China y, más tarde, hasta Corea y Japón, fue denominado Mahayana (Gran Vehículo).


Aquél que lo hizo hacia el sur por todo el sureste asiático y Sri Lanka fue llamado Hinayana (Pequeño Vehículo, un término peyorativo otorgado por los mahayanistas).


Las escuelas del Hinayana, basadas en las primeras enseñanzas de Shakyamuni, enfatizaron un muy estricto y detallado código de conducta tendiente a la propia salvación personal. En cambio, las escuelas del Mahayana enfatizaron la necesidad de abrirse compasivamente hacia todas las personas para que ellas pudieran alcanzar la iluminación, buscando un método práctico que pudiera servir como vehículo para que las grandes masas (por eso se llama “Gran Vehículo”) alcanzaran la budeidad.


La abundancia de diferentes escrituras budistas (sutras) y teorías llegó a ser fuente de grandes malentendidos y confusiones, particularmente en la China de los siglos I y II d.C. En aquel momento, los eruditos chinos poseían innumerables sutras del Hinayana como así del Mahayana. Perplejos por tan diversas enseñanzas, intentaron compararlos y clasificarlos.


Hacia el siglo V de nuestra era, la sistematización del canon budista estaba muy avanzada. En particular, un monje budista llamado Chih-i, más tarde conocido como el Gran Maestro T’ien T’ai, desarrolló un sistema definitivo conocido como “los cinco períodos y las ocho enseñanzas”. Basándose en su propia iluminación, el sistema de T’ien T’ai clasificó los sutras cronológicamente así como desde el punto de vista de su profundidad, determinando así que el Sutra del Loto, la última enseñanza que Shakyamuni impartió hacia el final de su vida, contenía la verdad última.


T’ien T’ai enunció esta verdad como el principio de los “tres mil mundos en un sólo instante de la vida” (Ichinen Sanzen). Empleando una aproximación fenomenológica, describe el caleidoscopio de los estados mentales y emocionales a los cuales las personas están sujetas en todo momento de sus vidas. La teoría de los tres mil mundos en un sólo instante de la vida sostiene que todos los fenómenos del universo se encuentran contenidos en un sólo instante de la vida de un mortal común. De esta forma, el macrocosmos está contenido en el microcosmos.


Así, T’ien T’ai enunció que el Sutra del Loto era la única escritura que afirmaba que todas las personas, hombres o mujeres, buenos o malos, jóvenes o ancianos, poseemos el potencial de manifestar la budeidad durante la presente existencia.


Pero seguía pendiente de respuesta una pregunta crucial: ¿Cómo podían las personas comunes aplicar este principio en sus vidas?


Con tal fin, T’ien T’ai implementó una rigurosa práctica consistente en observar la propia mente por medio de la meditación, ahondando cada vez más y más profundamente hasta aprehender esta verdad última de los tres mil mundos contenidos en un sólo instante de la vida. Desafortunadamente, este tipo de práctica sólo era viable para los monjes, quienes disponían de períodos indefinidos de tiempo durante los cuales podían dedicarse a meditar acerca del mensaje implícito en el Sutra del Loto y era casi imposible para las personas que debían trabajar para subsistir y tenían otras obligaciones que ocupaban sus vidas.


El pleno florecimiento del Budismo no sería alcanzado sino hasta que éste migrara a través de las rutas comerciales hacia el Japón, y no sería tan ampliamente practicado hoy día si no fuera por el increíble coraje y comprensión de un monje japonés del siglo XIII llamado Nichiren, quien colocó al Sutra del Loto en el centro de sus enseñanzas de forma que impactara de manera directa en las personas y sus vidas cotidianas.


EL BUDISMO HOY EN DÍA
Nichiren, quien nació en 1222, dio una expresión práctica y concreta a la filosofía budista de vida que Shakyamuni enseñó y que T’ien T’ai elucidó. Nichiren develó la esencia misma del Sutra del Loto y, por lo tanto, de la iluminación del Buda, de forma tal que todas las personas pudieran alcanzarla, definiéndola como la invocación de Nam-myoho-renge-kyo, basándose en el título del Sutra del Loto.


Su logro sería comparable a traducir una compleja teoría científica a una técnica práctica. Al igual que el descubrimiento de Benjamín Franklin de la electricidad no tuvo uso práctico hasta que -muchos años después- Thomas Edison inventó la bombilla eléctrica, la iluminación de Shakyamuni era accesible sólo para una pequeña minoría hasta que Nichiren enseñó la práctica fundamental mediante la cual todas las personas sin excepción podían hacer surgir la ley de la vida dentro de sí mismos. La realización de este principio tuvo el poder de afectar y modificar directamente a las personas que hicieron aflorar este potencial, inaugurando así una nueva época en la historia del budismo.


Nichiren reveló la más grande enseñanza del Mahayana por la cual todas las personas pueden alcanzar la budeidad. En palabras de Nichiren: “Si una mosca azul se aferra a la cola de un caballo purasangre, puede viajar diez mil millas; y la glicina que se enrosca alrededor del alto pino puede crecer hasta una altura de mil pies.” Por primera vez, las personas comunes podían emprender el camino hasta entonces reservado sólo a santos y sabios.


El budismo de Nichiren ha demostrado ser de profundo valor para millones de personas. Fue Nichiren quien expresó la esencia del Sutra del Loto de una manera que posibilita a todas las personas, no importa cuál sea su nivel de conocimiento, el atravesar el portal de la iluminación. Esto constituyó un paso revolucionario en la historia de las religiones.


Mientras que el budismo comenzó con la enseñanza de un sólo ser humano que había despertado a la ley del universo dentro de sí, llegó a desarrollarse al punto de incluir las interpretaciones de esa enseñanza aportadas por estudiosos y santos. La palabra “Buda” significó originalmente “el iluminado”, alguien que ha despertado a la eterna e ilimitada verdad de la ley de la vida (dharma). Esta verdad se encuentra presente en todo lo que existe y, en este sentido, esta ley no es patrimonio exclusivo del Buda Shakyamuni ni de los monjes budistas: la verdad se encuentra disponible para todos por igual. En el budismo de Nichiren no hay sacerdotes, gurúes o máximas autoridades que decidan lo que es correcto o incorrecto, lo que es cierto o lo que está equivocado. En este Budismo, la muralla entre monjes y laicos ha sido derribada, conduciéndonos a una total democratización de la práctica y, precisamente por ser no dogmático, es que hasta los escépticos terminan practicándolo.


La verdad última y omnisciente que el Buda percibió puede llegar a ser otro nombre que se le da a lo que algunas personas conciben como Dios. Por otra parte, una persona que no puede creer en un Dios antropomórfico puede creer en una energía subyacente del universo.


No existe una causa externa a quien culpar ni nadie a quien implorar salvación. En el budismo, ningún Dios o entidad sobrenatural planea ni diseña nuestros destinos. En la religión occidental, el creyente puede acercarse a Dios a través de su fe, pero nunca se puede llegar a convertirse en Dios. Pero en el budismo, uno jamás puede separarse de la sabiduría de “Dios” porque esta sabiduría última existe en el corazón de cada persona. A través de la práctica budista, buscamos hacer emerger esta porción de la fuerza universal que existe eternamente dentro de nosotros -y a la que llamamos budeidad- y es manifestándola que nos convertimos en un Buda. El budista toma conciencia de la existencia -en su más íntima profundidad- de la ley eterna que penetra tanto al universo como a los seres humanos individuales, aspirando a vivir cada día en armonía con esta ley. Llevando esto a cabo, descubrimos un camino de vida que redirecciona todas las cosas hacia la esperanza, el valor y la armonía. Y es el descubrimiento de esta ley objetiva que hacemos emerger desde nuestro interior, lo que crea valor espiritual y no algún ser o fuerza externos a nosotros.


Este concepto de que el poder de lograr la felicidad se encuentra por completo adentro nuestro puede resultar desconcertante al comienzo, ya que supone asumir un cabal sentido de la responsabilidad. Como Daisaku Ikeda ha escrito: “La sociedad es compleja y severa, exigiendo que luchemos duramente por la supervivencia. Nadie puede hacernos felices: todo depende de si uno mismo es capaz o no de alcanzar la felicidad... un ser humano vivirá una vida de gran sufrimiento si es débil o vulnerable a su medio ambiente externo.”


Pero lejos de ser una visión nihilista o vacía de la vida, la práctica y filosofía budistas rebosan de esperanza y respuestas prácticas a los problemas del diario vivir, tanto que no nos referimos tanto a ellas como “religión” (a pesar de serlo) sino como “práctica”, debido a que las personas que la profesan la han encontrado extremadamente útil.


Como afirmó Nichiren citando el Sutra del Loto: “No existe ningún asunto mundano que sea diferente de la verdadera entidad de la vida”, y también “todos los fenómenos del universo son manifestaciones de la ley budista.”


En otras palabras, la vida cotidiana constituye el escenario decisivo dentro del cual la batalla por la iluminación se gana o se pierde. Nichiren nos enseñó cómo nosotros, mortales comunes, sin necesidad de erradicar nuestros deseos o cambiar nuestra identidad, podemos manifestar la budeidad aquí y ahora en este mundo y en esta existencia. En una época de escepticismo y amplia desconfianza hacia las creencias e instituciones religiosas tradicionales, esta dinámica y autodirigida práctica cobra aún un valor mayor.


El budismo es esencialmente no autoritario, democrático, científico y basado en percepciones básicamente vividas a través de los propios esfuerzos individuales hacia la autoperfección. Pero el budismo también posee un efecto tanto inmediato como de largo alcance en la sociedad en la cual estamos insertos. El budismo es una forma de vida que no hace distinciones entre el ser humano y su medio ambiente en el que este individuo habita. Es gracias a este concepto de la interrelación entre todas las formas de vida que entretejen una compleja red que trasciende el entendimiento humano que el budismo ha provisto el marco intelectual y espiritual a la toma de conciencia ecológica y del medio ambiente. La visión occidental, principalmente encarnada por el cristianismo y el judaísmo, tiende a ser antropocéntrica, colocando a la humanidad en la cima del orden natural. A diferencia de esto, el budismo considera a la humanidad como parte de la naturaleza, apoyando de esta manera la noción de bioética: a partir de que cada individuo se encuentra conectado con todo lo que existe en la tierra, el destino de nuestro planeta puede también influenciarse por medio de las acciones individuales.


El budismo moderno también es no-moralista. En un mundo caracterizado por una gran diversidad de pueblos, culturas y estilos de vida, el budismo no prescribe ninguna manera específica de vivir. No existen cosas tales como los “mandamientos”. El budismo nos acepta tal como somos, con todas nuestras debilidades y defectos, pasados y presentes. Sin embargo, esto no implica que podamos mentir, robar o matar: el budismo basa su fuerza moral no en una lista de reglas de comportamiento sino en una poderosa transformación interior. Los practicantes budistas pronto se descubren actuando más gentil y misericordiosamente y sintiendo gran cuidado por la vida de otras personas. Este proceso se da casi de manera automática.


EL BUDISMO Y EL COSMOS
Por último, nada de lo que el Buda histórico enseñó contradice en manera alguna los descubrimientos de Galileo, Einstein, Darwin o Freud, a pesar de que sus ideas fueron formadas hace miles de años sin la ayuda de telescopios, alta tecnología o ni siquiera de la palabra escrita. El modelo budista del universo se asemeja notablemente a la cosmología aceptada hoy en día. A pesar de que el Buda nunca predicó en términos del “Big Bang”, sí postuló la existencia de un cosmos acorde teóricamente a lo que los científicos hoy proponen. La teoría budista acepta las numerosas dimensiones y conceptos del espacio-tiempo de la física moderna y es congruente hasta con los profundos conceptos de la teoría cuántica. Los últimos descubrimientos de la física moderna sobre las partículas, por ejemplo, poseen una marcada similitud con la doctrina de la impermanencia expuesta por el Buda. En el Sutra del Loto, que como ya hemos visto, es el texto más importante Mahayana, podemos ver una descripción del universo al que denomina un “sistema mayor de mundos”, un amplio concepto que abarca tanto la existencia de las innumerables galaxias como la posibilidad de existencia de vida sensible en otros planetas aparte del nuestro. Al mismo tiempo, contiene un detallado análisis de la vida que penetra las profundidades del psiquismo humano. De este modo, el budismo Mahayana parte de la premisa básica de la existencia de numerosos mundos que albergan vida en el universo, al tiempo que describe al Budismo como la fuerza impulsora que posibilita a cada ser humano a llevar a cabo su propia reforma espiritual, asegurando así una eterna paz y la larga supervivencia de las civilizaciones.


A lo largo de dos mil quinientos años de historia, la difusión del budismo se ha caracterizado por su tolerancia, gentileza y amor a la naturaleza. Como lo ha expresado el estudioso francés Sylvain Levi: “El budismo tiene derecho a enorgullecerse de poseer el honor de haberse difundido a grandes sectores del mundo sin haber tenido necesidad de ejercer la violencia ni jamás haber recurrido a la fuerza de las armas.” De hecho, el objetivo de los budistas es el logro de la paz mundial. En el budismo creemos en “la paz del mundo a través de la iluminación individual”. Una sociedad pacífica y segura surgirá gracias al proceso del diálogo individual, de persona a persona, hasta lograr que la guerra y sus causas desaparezcan de la faz de la tierra. Por todos estos motivos, el budismo está llamado a desempeñar un papel dinámico dentro de la cultura del siglo XXI y venideros.

PARA LAS REUNIONES DE QUIENES SE INICIAN EN EL BUDISMO. 2) LA PRÁCTICA BUDISTA.

Temas desarrollados: LA PRÁCTICA BUDISTA. NICHIREN Y EL SUTRA DEL LOTO. ¿CÓMO FUNCIONA NAM-MYOHO-RENGE-KYO? CAMBIANDO NUESTRO KARMA.


Cuando miramos a un cisne, parece que éste nadara sin esfuerzo, pero, bajo el agua, fuera de nuestra vista, sus patas reman incesantemente. De manera similar, el practicante budista posee una práctica diaria vigorosa que, si bien no carece de esfuerzo, facilita que las cosas salgan bien en su vida cotidiana, le permite encarar las dificultades de la vida con ecuanimidad y equilibrio. La iluminación o conciencia de la verdad universal que yace debajo de todo fenómeno, hace emerger los aspectos más nobles y elevados de la vida de un ser humano.


¿Cuál es esa práctica correcta del budismo que nos conduce a la iluminación?
Además de la sinfonía de cambios que se produce en el mundo que nos rodea, nuestra propia vida cambia momento a momento. Hasta la silla en la que estamos sentados está cambiando a nivel molecular, a pesar de que estos cambios sean imperceptibles para nosotros a simple vista. Este constante cambio o fluctuación, expresado bajo el concepto budista de “impermanencia”, es lo que origina el sufrimiento fundamental de la existencia humana. Tan sólo ocasionalmente, en ese flujo del diario vivir, quizás tan sólo por un fugaz momento, percibimos el ritmo subyacente, como una pulsación o zumbido, que todas las cosas poseen. Tales momentos de toma de conciencia y realización ocurren frecuentemente luego de experimentar una extraordinaria belleza y tranquilidad, por ejemplo, contemplando un bello paisaje. Ese momento también puede ocurrir en una situación límite, tal vez escalando una montaña, interpretando un difícil concierto o atajando un penal en un partido de fútbol. Cuando esto sucede, nos sentimos como si estuviéramos en un territorio especial, en la cual tanto el impredecible mundo exterior como nuestro turbulento mundo exterior emergen, el tiempo se suspende y de pronto sentimos que no hay nada que debamos hacer.


Pero... ¿cómo hacer que estos momentos surjan a nuestra voluntad? ¿Cómo podemos conectarnos con esta fuente de energía y sabiduría para que nuestras vidas y la vida del universo vibren con la misma magnífica armonía?


El maestro budista Nichiren, quien vivió en el siglo XIII, definió a este ritmo, este pulso subyacente de la vida, como Nam-myoho-renge-kyo. Nam-myoho-renge-kyo hace posible a cualquier persona tomar contacto con este ilimitado potencial, la más alta condición de vida, cada vez que lo desee. Denominamos a este estado elevado de vida la Budeidad. En los escritos de Nichiren Daishonin, la iluminación no es solamente una finalidad remota, una meta casi imposible de alcanzar que debemos perseguir vida tras vida sino que, en cambio, es una cualidad inherente, presente siempre en toda vida, sólo aguardando ser despertada en cualquier momento.


Según esta enseñanza budista, cada uno de nosotros posee el potencial de ser feliz. Es en nuestro interior que se encuentra la capacidad de vivir con coraje, de construir relaciones personales plenas y satisfactorias, de disfrutar de buena salud, de sentir misericordia por los demás y de enfrentar y resolver nuestros más profundos problemas. Para vivir esta vida de triunfo, el individuo debe atravesar por una transformación interior. Este proceso involucra la transformación misma de nuestra personalidad, lo que llamamos “revolución humana”.


Imaginemos la siguiente situación: Tal vez usted no se siente apreciado en su empleo. Puede que su jefe sea agresivo o, por el contrario, hasta lo ignore por completo. Luego de un tiempo, usted desarrolla una carga sobre sus espaldas. A pesar de que crea ser un experto en disimular sus negatividades, de vez en cuando no puede ocultarlas.


Puede que sus compañeros de trabajo o hasta el mismo jefe perciban que usted no está plenamente comprometido con su tarea, o tal vez sientan que usted tiene un problema de actitud. Por supuesto, puede que existan infinidad de justificaciones para que tener esa actitud, todas ellas “válidas”... pero cualquiera que fuera la razón, usted pierde oportunidades de avance por culpa de sus malas relaciones personales.


Esta es una situación muy frecuente en el medio ambiente laboral de hoy en día. Pero supongamos que comienza a trabajar sobre una nueva actitud que no es solamente un mero ajuste mental sino toda una visión proveniente de un profundo sentido de vitalidad, confianza y misericordia.


Su misericordia lo lleva a sentir simpatía por la situación de su jefe. Armado de la comprensión, comienza a tratar a su jefe de manera diferente, ofreciéndole su apoyo y, sintiéndose paralelamente, menos y menos desanimado frente a cualquier negatividad que él pueda mostrar hacia usted. Y su jefe comienza a verlo bajo una nueva luz. Las oportunidades comienzan a aparecer.


Obviamente, éste es un ejemplo muy simple, pero vivir cada día de esta manera requiere un cambio fundamental del propio corazón. Una vez que logramos este cambio, como si fuera una reacción en cadena, podemos obtener un impacto positivo continuo sobre la gente que nos rodea. El catalizador para experimentar esta revolución interior es la práctica del budismo tal cual la enseñó Nichiren, quien afirmó que se pueden alcanzar estos resultados de manera sencilla tan sólo invocando Nam-myoho-renge-kyo.


La práctica básica budista establecida por Nichiren, consiste en invocar la frase Nam-myoho-renge-kyo al Gohonzon, un pergamino inscripto con caracteres chinos y sánscritos. Invocamos Nam-myoho-renge-kyo para lograr la iluminación, por supuesto; pero también lo invocamos con el fin de alcanzar la felicidad, el crecimiento personal, mejorar nuestra salud o bien, de lograr metas mundanas tales como la situación laboral recién descrita. De hecho, invocamos por cualquier cosa que queramos: por un trabajo mejor, o por triunfar en el que ya tenemos. O por tener una pareja, o por mejorar y profundizar la relación que ya poseemos. Podemos invocar para salir de la depresión, o para dejar de tener sentimientos de desesperanza. De hecho, la mayor parte de los budistas invocan diariamente por una cantidad de cosas, desde mejorar su propio carácter a tener un medio ambiente más propicio.


Pero siempre, la oración budista está dirigida a manifestar la budeidad inherente, el más elevado estado de vida. ¿Cómo llegó Nichiren a descubrir esta fórmula tan concreta y eficaz para conseguir nuestros sueños?


Al igual que Shakyamuni antes que él, Nichiren deseaba conducir a las personas hacia la iluminación. En muchas escuelas de budismo, la iluminación parece ser algo remoto y el proceso de alcanzarla es sobrehumano, algo que sólo puede ser logrado luego de varias vidas de pacientes esfuerzos. Las prácticas tradicionales incluían severas austeridades, dietas y cambios en los estilos de vida. A lo largo de la historia, los practicantes budistas se han retirado de la vida mundana a los bosques, montañas y monasterios. Pero, hoy en día, abandonar el trabajo y la rutina diaria para asistir a un prolongado retiro no constituye una opción para la mayoría de nosotros. Ni tampoco es práctico para la mayor parte de las personas el dedicar largos períodos a la vida monástica, viajar a India, por ejemplo, una o dos veces al año. Nichiren, en el siglo XIII, halló una manera de acortar este camino.


NICHIREN Y EL SUTRA DEL LOTO
Desde que tenía doce años, Nichiren, hijo de un pescador, comenzó a estudiar los sutras, decidido a convertirse en “el hombre más sabio de todo Japón”. Nacido el 16 de febrero de 1222, vivió en una era de gran fermento religioso y conflicto político, en la que los señores feudales luchaban por obtener el poder y Japón estaba gobernado por los shogunes.


En esa época, el país padecía plagas, inestabilidad política, terremotos y la amenaza inminente de la invasión de los mongoles. A los dieciséis años, Nichiren fue ordenado como monje y emprendió un serio estudio comparado de las enseñanzas budistas -aparentemente contradictorias entre sí-, particularmente aquéllas de la secta Tendai, basadas en las enseñanzas del sabio chino T’ien T’ai ya mencionado. Nichiren también examinó las enseñanzas de la Tierra Pura y del Zen, que se habían difundido rápidamente durante el período de conflicto social que siguió a la decadencia de la aristocracia imperial y el surgimiento de la clase samurai. Las enseñanzas de la Tierra Pura (Nembutsu) se habían vuelto muy populares entre las personas comunes, mientras que el Zen era practicado por la clase samurai. Nichiren, no obstante, comprendió claramente que la mayoría de las personas seguían sin entrar en contacto con su naturaleza de Buda inherente y que, a pesar de aceptar esta idea en principio, carecían de la clave necesaria para activarla en sus vidas cotidianas.


Si bien Nichiren reconoció el gran logro de T’ien T’ai en clasificar los sutras y, en particular, en establecer como supremo al Sutra del Loto, se dio cuenta de que los métodos de meditación prescritos estaban más allá del alcance de las personas comunes. También notó que las vidas de los sacerdotes que se podían observar de las distintas sectas, desde los templos de Kioto hasta los monasterios del Monte Hiei, dejaban mucho que desear: eran corruptos, se habían degradado en su búsqueda de la fama y del beneficio personal y, eventualmente, buscaban el poder político y, por tanto, se habían alejado del pueblo. ¡No era de sorprender, entonces, que el budismo fuera incapaz de ayudar a las personas en encontrar la felicidad en sus vidas diarias!


El 28 de abril de 1253, Nichiren proclamó por primera vez Nam-myoho-renge-kyo como la única ley verdadera, oculta en las profundidades del Sutra del Loto. Visto desde un punto de vista formal, utilizó Myoho-renge-kyo (la forma japonesa de leer los caracteres del título del Sutra del Loto según la traducción de Kumarajiva del sánscrito al chino) para expresar el concepto de iluminación, añadiéndole el prefijo nam, que significa “devocionar a”. Pero desde una perspectiva más profunda, lo que Nichiren hizo fue hacer accesible a todas las personas la iluminación que había logrado Shakyamuni.


Esto constituyó un avance enorme en la historia del budismo, además del comienzo de una revolución en el concepto mismo de la religión.

El budismo de Nichiren no requiere del renunciamiento o supresión de los deseos humanos. Esto representó un cambio fundamental de perspectiva frente a otras sectas, que seguían insistiendo en la extinción de los deseos mundanos para poder lograr una más alta sabiduría. Nichiren afirmó que la fuente de todo deseo es la vida misma; mientras existe la vida, instintivamente deseamos vivir, tener amor, buscar beneficios, etc. Debido a que el deseo surge del fondo más profundo de la vida, éste es virtualmente indestructible. Aún la búsqueda de la iluminación constituye una clase de deseo.

La civilización ha avanzado debido a los instintos y deseos de hombres y mujeres. La búsqueda de la riqueza ha producido crecimiento económico. La voluntad de desafiar al frío invierno llevó al desarrollo de las ciencias naturales. El amor, un deseo humano básico, inspiró la literatura.


No sólo podemos concretar nuestros deseos a medida que cambiamos desde nuestro interior, sino que también los deseos mismos se transforman, se purifican y se vuelven más elevados. Y estos deseos nuestros funcionan como combustible, impulsándonos hacia nuestra iluminación. Los seguidores de Nichiren invocan día y noche por sus deseos personales así como también por su propia iluminación y la paz de mundo. Este proceso de revolución humana -la transformación de los deseos- se encuentra íntimamente ligado a la transformación del medio ambiente. Los budistas trabajan incansablemente para traer paz y armonía a sus trabajos, familias y comunidades, mientras se esfuerzan tenazmente por manifestar la ley universal en su propio interior.


No es necesario ir hasta la cima de una montaña: los practicantes del budismo escalan la montaña de la iluminación a través de su práctica realizada en sus propios hogares y lugares donde viven y actúan como personas comunes.


La práctica del budismo de Nichiren Daishonin dista mucho de ser una forma pasiva de meditación, sino que, en cambio, constituye la expresión dinámica de la mente y el espíritu. Los resultados se manifiestan en la propia vida de maneras tanto sutiles como también muy evidentes.


En muchas formas de meditación, se hace difícil discernir si se está meditando correctamente o no, fácilmente se pierde el enfoque en la respiración, o el mantra utilizado. La mente puede distraerse fácilmente debido a las preocupaciones, fantasías y otro sinnúmero de pensamientos. En contraste, Nam-myoho-renge-kyo es un ritmo fuerte y poderoso que rápidamente se establece en nuestras vidas.


Puede resultar extraño al comienzo, pero es algo indudablemente concreto. Cualquiera puede comprobarlo y llevarlo a la práctica. Y cuando uno lo ha hecho, ya ha dado un paso significativo en el camino hacia la iluminación.


¿CÓMO FUNCIONA NAM-MYOHO-RENGE-KYO?
La pregunta que inmediatamente surge es... “¿Cómo repitiendo una frase que apenas entiendo lo que significa, puede surtir algún efecto positivo o negativo en mi vida?” La analogía que frecuentemente se utiliza es comparar a Nam-myoho-renge-kyo a la leche.


Un bebé es alimentado por la leche materna y, más tarde, por la de vaca, durante mucho tiempo antes de que él o ella comprendan que significa “leche”. Los beneficios nutricionales son intrínsecos a la leche.


Para usar otro ejemplo, no necesitamos saber cómo funciona un automóvil para conducirlo y que nos lleve a cualquier parte. Si bien no nos haría mal aprender algo de mecánica, del mismo modo el estudio forma parte importante de nuestra práctica budista. Pero lo importante aquí es tomar conciencia de que la invocación de Nam-myoho-renge-kyo funciona, entendámosla o no, creamos en ella o no. De hecho, muchas personas comienzan a invocar Nam-myoho-renge-kyo con la expresa intención de demostrarle a quien le transmitió la Ley que ésta no funciona e, invariablemente, se ven sorprendidos cuando comprueban que sí funciona. Nam-myoho-renge-kyo funciona para todo el mundo, jóvenes o ancianos, ricos o pobres, escépticos o creyentes, ignorantes o sabios, africanos o asiáticos.


Según el budismo de Nichiren, Nam-myoho-renge-kyo es la ley del universo, y a través de invocarlo estamos revelando la ley en nuestras propias vidas, colocándonos en armonía o ritmo con el universo. La palabra “ley” es aquí utilizada en el sentido científico, tal como la ley de gravedad. Debido a que la ley de gravedad es una ley de a vida, nos afecta tanto si la comprendemos como si no. Si saltáramos del borde de un precipicio antes de 1666, cuando Isaac Newton formuló esta ley, igual sufriríamos las consecuencias de la gravedad. Nam-myoho-renge-kyo también es una ley de la vida, afirmó Nichiren; es más: es la ley de la vida. ¿Cómo es esto?


Para comenzar a comprender este punto, podría ser útil considerar a Nam-myoho-renge-kyo a la luz de la teoría de la relatividad de Einstein, expresada por la famosa ecuación E=mc2. Esto constituye el cimiento de nuestra actual visión del cosmos. Pero... ¿realmente lo entendemos? Sabemos que E simboliza energía y m es masa. La masa es multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado, o sea c2. A pesar de que gran parte de la gente puede tener una vaga noción de qué es lo que estos términos significan, todos estamos conscientes de que ellos representan conceptos de física y matemáticas que, si bien algo abstractos, se relacionan con las realidades de tiempo, espacio, energía y materia de nuestro mundo. La misma verdad es aplicable a cada uno de los caracteres de Nam-myoho-renge-kyo.


A pesar de que el significado de E=mc2 se nos escape, casi todo el mundo hoy en día admitiría la validez de la ecuación de Einstein debido a que ha sido demostrada innumerables veces en el mundo real. Al comienzo de su carrera, Einstein se vio ridiculizado e insultado. No fue sino hasta un eclipse total de sol ocurrido en 1919 cuando una expedición británica a la Isla Príncipe, frente a las costas del África Occidental, fue capaz de medir la desviación de la luz de las estrellas en concordancia con los principios de la relatividad general y así la teoría de Einstein había demostrado ser correcta. Desde entonces, sus teorías han sido aplicadas en el mundo físico: desde el tremendo poder de la fisión nuclear hasta el cálculo astronómico avanzado. El modelo del universo de Einstein es esencialmente correcto.


De manera similar, el budismo posee tanto una base teórica como científica. Nichiren reveló la ley de la vida, Nam-myoho-renge-kyo, transmitiéndosela a sus seguidores y futuras generaciones con una instrucción implícita: Aquí tienen la Ley; ahora compruébenla frente a las realidades de la vida y del universo. Vean si funciona siempre, bajo cualquier condición y circunstancia. Todos aquéllos que invoquen Nam-myoho-renge-kyo, por lo tanto, están llevando a cabo un experimento: determinar el poder y eficacia de esta ley dentro de sus propias vidas.


Pero, con el propósito de tener tal resultado... debemos simplemente invocar.


Podemos leer y hablar acerca de budismo, pero, al final, no tendremos más que teoría. La diferencia entre el estudio puramente teórico y la práctica budista es comparable a la diferencia entre estudiar minería y hacerse rico. Nunca podremos conocer la verdadera profundidad de Nam-myoho-renge-kyo hasta que lo experimentemos de manera directa. Para usar otra analogía: es un poco como querer explicarle el sabor del helado de frutilla a un nativo de un remoto desierto que jamás haya probado ni las frutillas ni el helado. Podríamos decirle que es húmedo, que es frío, cremoso, dulce... pero una definición verbal jamás será sustituta de la experiencia real de tomar helado de frutilla. En el budismo, al igual que en la vida, no existe sustituto que reemplace a la experiencia directa.


Con esta advertencia en mente, intentemos ahora una definición de Nam-myoho-renge-kyo.


Tal como vimos, esta “fórmula” está basada en el título del Sutra del Loto, el pináculo de las enseñanzas de Shakyamuni. El título está precedido por nam, proveniente de la palabra sánscrita namas (devocionarse uno mismo). Dentro del budismo, el título de un sutra posee gran significado. Tal como Nichiren escribió: “Incluido dentro de título, o daimoku, de Nam-myoho-renge-kyo se encuentra el sutra completo consistente en ocho volúmenes, treinta y ocho capítulos y 69.384 caracteres, sin que falte un sólo carácter.”


Al igual que los símbolos de la teoría especial de la relatividad de Einstein, cada uno de los caracteres de Nam-myoho-renge-kyo remite a una profunda verdad de la vida. Su significado detallado, según Nichiren, es el siguiente: Entonces, ¿qué significa myo? Es, sencillamente, la naturaleza mística de nuestra vida, a cada momento, que el corazón es incapaz de captar y que las palabras no pueden expresar. Cuando usted contempla su ichinen en cualquier instante, no percibe ningún color ni forma que le permitan confirmar que existe. Sin embargo, tampoco puede decir que no existe, pues todo el tiempo siente irrumpir en su mente los pensamientos más diversos. Este ichinen es una realidad insondable, que trasciende las palabras y los conceptos de existencia y de no-existencia. No es existencia y tampoco es no-existencia, pero exhibe las cualidades de ambas; es la realidad de todas las cosas, la entidad esencial. Myo es el nombre que recibe esta entidad mística de la vida, y ho es el que reciben sus funciones. (“Sobre el logro de la Budeidad”)


Como él explica, myo literalmente significa “místico”, o más allá de toda descripción, la realidad última de la vida, mientras que ho significa “todo fenómeno”. Puestos juntos, myoho indica que todos los fenómenos de la vida constituyen la expresión de la Ley.


Nichiren también enumera tres significados respecto del carácter myo:
El primer significado es “abrir” en el sentido que permite a una persona desarrollar su pleno potencial como ser humano. Otro significado de myo es “revivir”. Cuando es pronunciado, la ley mística posee el poder de revitalizar nuestra vida. El tercer significado es “estar dotado”: la ley mística nos dota de la buena fortuna que protege nuestra felicidad.


En otros escritos, Nichiren describe a myo como significando la muerte y ho a la vida.

Renge significa literalmente “flor de loto”, por lo tanto, el título del “Sutra del Loto”. El loto posee una profunda simbología en la tradición budista. En la naturaleza, la planta de loto genera flor y fruto al mismo tiempo, simbolizando así la simultaneidad de causa y efecto.


Sabemos (gracias al estudio del método científico) que la causa y el efecto subyacen en todo fenómeno. Todo posee sus causas y sus efectos. El Buda comprendió esto hace más de 2500 años. Pero dentro el budismo, la causa y el efecto poseen implicancias más profundas que las que aplicamos comúnmente: creamos causas a través del pensamiento, la palabra y la acción. Con cada causa que hacemos, un efecto se registra simultáneamente en las profundidades de la vida, y él se manifiesta cuando encuentra las circunstancias y el medio ambiente adecuados. Otro simbolismo de la flor de loto es que ella florece en los estanques lodosos, significando nuestra budeidad inherente que se abre paso y florece del “lodo” de nuestros deseos y problemas de cada día. De manera similar, la sociedad se parece a un estanque lodoso del cual los Budas emergen. Así, no importa qué difíciles sean nuestras vidas, cuán tremendas nuestras circunstancias, la flor de la budeidad puede invariablemente florecer.


Kyo significa “sutra” o “enseñanza”. Pero también puede ser interpretado como “sonido”. El Buda tradicionalmente enseñó a través de la palabra hablada en una época en la cual la escritura era considerada poco confiable y susceptible de distorsión y tergiversación. Se dice que “la voz lleva a cabo la tarea del Buda”, y existe un innegable poder en la persona que invoca Nam-myoho-renge-kyo. Uno experimenta una firme determinación y una fuerte voluntad a medida que nuestra rítmica invocación se fusiona con el ritmo mismo del universo.


Tomada en su conjunto, entonces, la frase Nam-myoho-renge-kyo podría ser traducida como “Me devociono yo mismo a la ley mística de la causa y el efecto a través del sonido.” Pero es vital tomar conciencia de que uno no necesita (al menos no es un requisito) traducir esta frase al castellano o concentrarse constantemente en su significado con el propósito de obtener beneficios de su invocación. Más aún, cuando comenzamos a practicar, puede resultarnos difícil entender todo, pero lo importante es simplemente invocar con sinceridad por los propios objetivos. Así, con una mente abierta, veamos qué pasa.


Invocar daimoku difiere de la concepción tradicional occidental de rezar. En lugar de rogarle a una fuerza externa para que nos solucione la vida, el budista moviliza sus propios recursos personales para enfrentar sus problemas. Podríamos comparar al invocar con bombear agua de un pozo: el de la budeidad que se encuentra en las profundidades de nuestra vida. Cuando uno invoca, un juramento o una determinación se toma forma. En lugar de “Deseo que esto y esto ocurra”, o bien “Señor, dame la fuerza para hacer que esto y esto ocurra”, la oración budista se parece más a “Haré que esto y esto otro ocurra” o “Me comprometo a hacer los siguientes cambios en mi vida de manera que esto y esto otro ocurra.”


CAMBIANDO NUESTRO KARMA
La mayoría de nosotros reconoce la validez de la causa y el efecto como regla general y la base del método científico moderno. Es fácil aceptar que toda causa tiene un efecto y que, todo lo que ocurre en la vida posee una serie de causas conectadas a una serie de efectos. Movemos la llave de la luz y la luz se enciende. Llueve y el techo gotea. Tendemos entonces a ver las diversas causas y efectos en términos lineales como una interminable cadena de causas y efectos. Pero, de acuerdo al budismo, la realidad de causa y efecto es mucho más sutil y compleja que eso.


El budismo sostiene que causa y efecto son, en esencia, simultáneos. En el instante en que creamos una causa, ya está contenido el efecto, como si fuera una semilla plantada en la profundidad de nuestras vidas. Pero si bien este efecto es plantado en el mismo instante en que la causa es creada, puede que no aparezca instantáneamente. El efecto sólo se manifiesta cuando aparecen las circunstancias adecuadas. Supongamos que una bellota cae al suelo y queda sepultada en él. Puede tomar décadas para que un poderoso roble manifieste el efecto completo de esta causa. Entonces, a pesar de que el efecto sea simultáneo, a pesar de que ha sido la causa para que crezca el roble, éste no crecerá sino hasta varios años más tarde. Mientras que el efecto último del roble estaba contenido en la bellota, le llevó años de lluvia y sol para alcanzar las circunstancias adecuadas y que el árbol creciera.


O, para tomar un ejemplo negativo, supongamos que uno come alimentos altos en contenido de colesterol durante un período de tiempo. Puede que tarde muchos años en aparecer los efectos destructivos, la arteriosclerosis y las enfermedades coronarias. Los seres humanos realizamos infinidad de causas cada día a través de nuestros pensamientos, palabras y acciones y, por cada causa, recibimos un efecto. Pero puede que este efecto también demore un largo tiempo en manifestarse.


El budismo, además, subdivide el concepto de causa y efecto en causas internas, causas externas, efectos latentes y efectos manifiestos.

Al respecto ha dicho Daisaku Ikeda:
Cada actividad vital sucede como resultado de algún estímulo exterior. Al mismo tiempo, la verdadera causa es la causa inherente dentro del ser humano. Para dar un ejemplo muy simple, si alguien te golpea y tú le devuelves el golpe, el primer golpe es el estímulo que lleva al segundo golpe, pero no es la causa última. Podrías argumentar que golpeaste a la persona porque ella te golpeó primero, pero de hecho lo golpeaste porque tú eres tú. La causa real yace dentro de ti, lista para ser activada por la causa externa.


Para desarrollar este ejemplo: tal vez en una edad temprana de nuestras vidas, aprendimos a estar enojados y a la defensiva a manera de instinto de protección frente al comportamiento de los demás. Puede que hayamos tenido algún hermano que nos agredía, y aprendimos de niños que la única manera de conseguir lo que queríamos era defendernos físicamente. Esta actitud interna de nuestra parte, esta predisposición a devolver el golpe, es lo que provoca que peguemos a alguien que nos pegó, no el mero hecho de haber sido golpeados. Se podría decir que es nuestro karma el responder de esta manera frente a esta situación.


El concepto de karma, una palabra sánscrita que originalmente significaba “acción”, ha jugado un rol fundamental en el pensamiento de la India, ya trescientos años antes de la época en que nació Shakyamuni.


Como vimos, existen tres tipos de acción kármica: pensamientos, palabras y acciones.


En su conjunto, estos tres tipos de acciones o causas realizados acumulativamente a lo largo de nuestra vida, conforman nuestro karma. En otras palabras, nuestro karma es el claro resultado de cada pequeña o gran causa que hemos hecho en nuestra vida (y en vidas pasadas, como veremos más adelante). El karma puede ser dividido en buen karma y mal karma, tal como las causas pueden ser caracterizadas como buenas y malas. Estas categorías se aplican a las tres formas de acción kármica: pensamiento, palabra y acción.


Por ejemplo, el ejercicio de la misericordia y de la benevolencia produce buen karma, mientras que actitudes negativas tales como la codicia o la ira y las acciones que estas emociones generan, producirán mal karma.


Nuestro karma es como una cuenta bancaria de efectos latentes que experimentaremos cuando nuestras vidas encuentren las condiciones ambientales adecuadas. Las buenas causas producirán efectos agradables y benéficos; las malas causas producirán sufrimiento. Nuestras acciones en el pasado ejercen influencia en nuestra existencia presente, mientras que nuestras acciones presentes configuran nuestro futuro.


El principio del karma, según Nichiren, es absolutamente preciso. No hay manera de escapar a nuestras acciones pasadas.


La ley de causa y efecto impregna nuestras vidas a través de las existencias pasadas, presentes y futuras. Nada es olvidado, borrado o perdido. Constituye un error el creer que podemos simplemente dejar nuestros problemas detrás e irnos a Hawai o algún otro paraíso tropical y vivir una vida libre de contratiempos. Llevamos nuestro karma a cuestas, como si fuera una mochila, dondequiera que vayamos. Todo, en el ámbito de nuestra existencia, es eternamente registrado en los niveles más profundos de nuestra vida.


Entonces, ¿no nos queda más opción que pasivamente aceptar y resignarnos a recibir los efectos de cual fuera el karma que forjamos en el pasado?
No. En el budismo creamos el karma con nuestras propias acciones y, por tanto, también tenemos el poder de cambiarlo. Ésta es la promesa que ofrece la práctica del budismo. Si bien, en teoría, todo lo que tendríamos que hacer para que nos vaya bien en la vida es realizar la mayor cantidad posible de buenas causas, en la mayoría de los casos tenemos muy poco control sobre las causas que hacemos. Tendemos a caer atrapados por la inquebrantable cadena de causas y efectos que es nuestro karma, y actuamos en consecuencia.

Pero cuando invocamos Nam-myoho-renge-kyo, comenzamos a iluminar los aspectos negativos de nuestro karma, y a ver nítidamente nuestras debilidades, así como los pasos que debemos dar para transformarnos a nosotros mismos y a nuestro destino. Nichiren utilizó la metáfora de un espejo para sugerir este proceso de autopercepción.


Hace más de setecientos años, escribió:
Lo mismo sucede en el caso de un Buda y un hombre común: no se trata de dos entidades separadas. Uno se llama “mortal común” mientras duda que la budeidad y su propia vida son una misma cosa; pero una vez que percibe esta verdad, puede llamarse “Buda”. Hasta un espejo percudido brilla como una gema, si se lo pule y se lo lustra.

Una mente nublada por las ilusiones que se originan en la oscuridad fundamental de la vida es como un espejo percudido, pero, cuando se la pule, se vuelve clara y refleja la iluminación de la verdad inmutable. Haga brotar una fe profunda y pula su espejo día y noche, con ahínco y esmero. ¿Cómo hacerlo? Sólo invocando Nam-myoho-renge-kyo, pues la invocación es, en sí, el acto de pulir. (“Sobre el logro de la Budeidad”)


Desde el punto de vista de la ley de causalidad, Nichiren afirmó que, invocar Nam-myoho-renge-kyo era la mejor causa que una persona podía llevar a cabo. Esto no significa que una persona que enfrenta un problema serio deba permanecer en su casa invocando día y noche, eso sería escapismo. Uno debería primero invocar para hacer surgir la sabiduría necesaria para enfrentar su problema y luego salir y llevar a cabo acciones precisas. Bajo la clara luz de la iluminación, no sólo nos comprendemos a nosotros mismos, sino que también podemos cambiarnos a nosotros mismos y alcanzar el más elevado plano de existencia.


En última instancia, invocamos Nam-myoho-renge-kyo para revelar nuestra budeidad, permitiéndonos percibir y comprender la ley del universo mientras que, al mismo tiempo, podemos ejercer la sabiduría para aplicar esa ley. Al igual que la bellota que contiene la semilla de un magnífico roble, cada ser humano posee la semilla de la iluminación en su interior. Como lo ha expresado Daisaku Ikeda: “Cuando usted invoca Nam-myoho-renge-kyo, llama a su naturaleza de Buda o el Nam-myoho-renge-kyo que se encuentra dentro suyo. Entonces, usted mismo es Buda.”

PARA LAS REUNIONES DE QUIENES SE INICIAN EN EL BUDISMO. 3) TÉRMINOS Y CONCEPTOS BUDISTAS.

Temas desarrollados: LOS DIEZ ESTADOS. LA POSESIÓN MUTUA DE LOS DIEZ ESTADOS. UNIDAD DE CUERPO Y MENTE. INSEPARABILIDAD DE SUJETO Y MEDIO AMBIENTE. TRANSFORMANDO EL VENENO EN MEDICINA. EL PRINCIPIO DE LA UNIÓN (ITAI DOSHIN). KOSEN-RUFU.


Los diez estados (jikkai) indican diez condiciones en las que una entidad de vida se manifiesta en el curso del tiempo. El factor primordial de los Diez Estados es la sensación subjetiva experimentada por el “yo” en las profundidades de cada vida individual. Los Diez Estados son:


1) Infierno: Es una condición en la que uno está dominado por el impulso furioso de destruir y de atraer la ruina sobre sí mismo y sobre los demás. Concretamente, este estado representa el sufrimiento y la desesperación más extremos.


2) Hambre: En esta condición, uno está sometido a un insaciable deseo egoísta de riquezas, fama y placer, que jamás puede ser enteramente satisfecho.


3) Animalidad: Cuando está presente, uno se deja llevar por el impulso de los deseos e instintos, pues carece de la sabiduría para controlarse.


4) Ira: Consciente de su propio yo, pero dominado por el egoísmo, uno es incapaz de comprender las cosas como son y menosprecia y agrede la dignidad de los demás.


5) Humanidad: En este estado, en que uno es capaz de controlar temporariamente sus deseos e impulsos mediante la razón, se puede vivir una vida pacífica, en armonía con el entorno y con otras personas.


6) Éxtasis: Es una condición en la que existen el contento y la alegría por haberse librado del sufrimiento, y la satisfacción de haber concretado algún deseo.


7) Aprendizaje: Los seis estados anteriores, desde Infierno hasta Éxtasis, surgen por el imperio de los impulsos o deseos, pero quedan bajo e absoluto control de las restricciones que les impone el entorno y son extremadamente vulnerables a las diferentes circunstancias. Aprendizaje, por el contrario, es una condición que se experimenta cuando uno lucha por un estado de satisfacción y estabilidad, mediante la reforma y el desarrollo de su propia vida.


8) Comprensión intuitiva: Es una condición similar a la de Aprendizaje, porque en ambas está presente esa lucha por transformarse uno mismo. Pero lo que los diferencia es que, en el estado de Comprensión Intuitiva, en vez de intentar aprender lo que lograron los antecesores, uno trata de dominar el proceso de la propia transformación mediante la observación directa de los fenómenos.


9) Bodhisattva: Es un estado signado por la misericordia, en el que el individuo se dedica a la felicidad de los demás, aunque esto implique sacrificios. Las personas de Aprendizaje y Comprensión Intuitiva tienden a carecer de misericordia y a llegar a extremos en la búsqueda de la propia perfección. Por el contrario, un Bodhisattva descubre que ese camino hacia la perfección radica en la acción misericordiosa de salvar a otros del sufrimiento.


10) Buda: esta condición se alcanza cuando uno logra la sabiduría de percibir la realidad última de su propia vida y adquiere la infinita misericordia de dirigir constantemente sus acciones hacia objetivos benevolentes; cuando desarrolla un yo eterno y una pureza absoluta en su vida, que nada puede mancillar. La budeidad es un estado ideal que se puede alcanzar a través de la práctica budista. Sin embargo, ya que ninguna condición de vida es estática, la Budeidad no debe ser considerada el objetivo final: por el contrario, es algo que uno experimenta en la profundidad de su ser al tiempo que continúa actuando con benevolencia en su vida diaria. En otras palabras, la Budeidad se manifiesta diariamente en la conducta del Bodhisattva: buenas acciones y actos misericordiosos.


La posesión mutua de los diez estados
Significa, en esencia, que cada uno de los Diez Estados de la vida posee el potencial de manifestarse y de manifestar, a su vez, los otros nueve. La vida no permanece estable en uno u otro de los Diez Estados, sino que puede manifestar cualquiera de ellos, desde el Infierno hasta la Budeidad, en cualquier momento. Para alguien que se encuentra en el estado de Infierno, el entorno es miserable, sea éste cual fuere. Para quien experimenta el Éxtasis, ese mismo entorno está colmado de felicidad. La posesión mutua de los Diez Estados indica una posibilidad permanente de cambiar de una condición a otra.


Al observar la vida de una persona por un cierto tiempo, se puede comprobar la existencia en ella de una tendencia básica o una fuerte inclinación hacia uno o más de los Diez Estados. La vida de un individuo misericordioso está centrada alrededor del estado de Bodhisattva. No obstante, alguien cuya tendencia vital básica es la de Bodhisattva, también puede manifestar Hambre, Éxtasis o algún otro estado, en cualquier momento. Por ende, cualquier estado que prevalezca, posee el potencial de manifestar todos los demás.


El término “revolución humana” indica la elevación gradual del estado de vida que se manifiesta como la tendencia primordial de un individuo y, asimismo, la consolidación de la Budeidad como la base de su vida. Como consecuencia de esa elevación, las actividades de la vida se centran alrededor del estado más excelso, el de la Budeidad.


Unidad de cuerpo y mente
Los tratamientos médicos psicosomáticos en Occidente se basan en descubrimientos científicos relativamente recientes, que tienen en cuenta las relaciones entre el cuerpo y la mente, en lo que respecta a las enfermedades físicas. Dentro del budismo, siempre se ha considerado que el cuerpo y la mente poseen una relación de inseparabilidad. Aunque lo material y lo espiritual son dos clases diferentes de fenómenos, son, en esencia, indivisibles. Cuando una persona está en estado de excitación, su corazón late más rápidamente que de ordinario. El sufrimiento o la angustia profundas provocan el debilitamiento de la fuerza vital, en tanto que una vida rica en energía renueva el cuerpo y la mente. De la misma manera, los delicados cambios en los estados emocionales o mentales de un individuo emergen a la superficie y se manifiestan visiblemente en las expresiones del rostro, por ejemplo.


Inseparabilidad de sujeto y medio ambiente
La relación entre la vida y su entorno se explica según el concepto de esho funi, es decir, la unidad de la vida y su ambiente. Un entorno es el reflejo de la vida interior de la persona que lo habita y asume las características que están de acuerdo con la condición de vida de esa persona. En otras palabras, la vida extiende su influencia hacia el medio ambiente circundante.


Aunque percibamos las cosas que nos rodean como si estuvieran separadas de nosotros, existe una dimensión en la que nuestra vida es una con el universo. En otras palabras, en el nivel más básico de la vida, no hay separación entre nosotros y el ambiente que nos rodea.


Las personas también crean ambientes físicos que reflejan su realidad interior. Todo a nuestro alrededor, incluyendo las relaciones las relaciones familiares y el trabajo, es el reflejo de nuestra vida interior. Todo lo percibido por el individuo se modifica de acuerdo a su estado de vida. Así que, si cambiamos nosotros, nuestras circunstancias también cambiarán inevitablemente.


Éste es un concepto liberador, pues esclarece que no hay necesidad de buscar la budeidad fuera de nosotros mismos o en un lugar en particular. Dondequiera que estemos, cualesquiera sean nuestras circunstancias, podemos manifestar nuestra Budeidad innata y así transformar nuestro ambiente en la “tierra de Buda”, un lugar lleno de alegría donde podemos crear valor para nosotros y para los demás.


Nichiren Daishonin escribió: “Si el corazón de las personas es impuro, la tierra en la que viven también es impura, pero si el corazón de las personas es puro, su tierra también lo será. No existen dos tierras que sean pura o impura en sí mismas. La única diferencia yace en el bien o el mal de nuestro corazón.”


La acción individual más positiva que podemos llevar a cabo, para nuestra sociedad y nuestra tierra, es transformar nuestra propia existencia para que deje de estar dominada por la furia, la codicia y el miedo. Cuando manifestamos sabiduría, generosidad y honestidad, hacemos elecciones más provechosas de forma natural y nos hallamos en un entorno generoso y confortable.


Transformando el veneno en medicina
La ley del karma enseña que, para bien o para mal, los efectos de nuestras acciones regresan invariablemente a nosotros. Cuando recibimos los efectos del mal karma, sufrimos. Pero debido al poder del Gohonzon, nuestra fe decidida puede transformar cualquier sufrimiento en beneficio. Este concepto es conocido en el Budismo como “transformar el veneno en medicina” (hendoku iyaku).


Transformar veneno en medicina significa que, cuando experimentamos una pérdida, un dolor o un fracaso, tenemos en nuestras manos la fuerza para transformar ese sufrimiento en alegría y buena fortuna, ya que abrazamos el Gohonzon. Esto no es meramente una cuestión de sentimiento subjetivo. Con una oración decidida al Gohonzon, podemos transformar una situación destructiva en positiva y un error en algo afortunado. La confianza en este principio nos permitirá avanzar en la vida con ímpetu y firmeza. El Presidente Ikeda ha dicho: “Cuando fracasemos, ‘transformemos el veneno en medicina’ y empecemos a luchar otra vez por nuestras metas. Esto es ‘crear valor’ en el verdadero sentido.”


El principio de la unión (Itai doshin)
Itai doshin (“distintas personas, pero con un mismo propósito”) es el principio de la armonía y de la unión enseñado por Nichiren Daishonin. Itai significa “varios cuerpos”, y “cuerpo” denota el ser individual, como también, el singular conjunto de relaciones o interacciones que la persona tiene con las circunstancias que la rodean. Itai es la abrumadora variedad de diferencias que ocurren entre las entidades de la vida. Literalmente doshin significa “con el mismo pensamiento”. Sin embargo, no todas las personas tienen exactamente los mismos pensamientos todo el tiempo. Más bien, dicha expresión apunta al deseo común de la humanidad de concretar los ideales compartidos por todos. Doshin es el estado en que las personas trabajan juntas para alcanzar un ideal común. Por lo tanto, itai doshin es el principio que permite a las personas esforzarse constructivamente para concretar cualquier meta, pero reconociendo que son esenciales la individualidad y las diferencias entre las personas.


Kosen-rufu
Significa literalmente "declarar y difundir ampliamente" (el budismo). El término aparece en el capítulo Yakuo (23°) del Sutra del Loto que dice: "En el quinto medio milenio posterior a mi muerte, alcancen el Kosen-rufu del mundo y nunca permitan que cese su flujo". Nichiren Daishonin define Nam-myoho-renge-kyo de las Tres Grandes Leyes Secretas como la Ley que debe ser declarada y esparcida durante el Ultimo Día de la Ley.


1) El 12 de Octubre de 1279 el Daishonin estableció el Dai-Gohonzon del Budismo Verdadero como objeto de veneración para manifestar la budeidad. De esta manera, el objeto o entidad de la Ley, que todo el mundo debería venerar, fue establecido. Este es el kosen-rufu de la entidad de la Ley.


2) A través de la propagación de las enseñanzas del Daishonin, millones de personas abrazarán al Gohonzon como objeto de veneración: esto constituye el kosen-rufu de la sustanciación, tarea que el Daishonin encomendó a sus discípulos y que está llevando a cabo la Soka Gakkai. El Daishonin escribió:


Todos los discípulos y creyentes de Nichiren deben invocar Nam-myoho-renge-kyo en unión (itai doshin) trascendiendo todas las diferencias que pueda haber entre ellos, hasta llegar a ser inseparables como los peces y el agua en que nadan. Este lazo espiritual es la base para la transmisión universal de la Ley Suprema de la vida y de la muerte. Aquí yace el verdadero objetivo de la propagación de Nichiren. Cuando estén unidos así, hasta el gran anhelo del kosen-rufu podrá lograrse sin falta. (“Transmisión directa de la esencia de la vida”)


En el Budismo de Nichiren Daishonin, orar significa invocar daimoku sobre la base de un compromiso o juramento. En su esencia, este juramento es lograr el kosen-rufu. En otras palabras, significa invocar resueltamente con un sólo pensamiento: "Yo realizaré el kosen-rufu de la Argentina. Por lo tanto, mostraré una magnífica prueba real en mi trabajo. Por favor, que pueda poner de manifiesto mi mayor potencial". Así debe ser su oración. También es importante establecer metas claras y concretas en cuanto a lo que esperamos alcanzar cada día y orar y desafiarnos para concretarlas. Esta seria determinación hará surgir sabiduría y habilidad, llevándonos así al triunfo. En resumen, para triunfar en la vida, necesitamos determinación y oración, esfuerzo e ingenio.

PARA LAS REUNIONES DE QUIENES SE INICIAN EN EL BUDISMO. 4) DUDAS HABITUALES DE QUIENES SE INICIAN EN LA PRACTICA (PREGUNTAS Y RESPUESTAS).

1) ¿Qué es más importante al invocar daimoku: calidad o cantidad?
Un billete de cien pesos vale más que uno de diez. Esto, si se quiere, se relaciona con la «calidad». Naturalmente, la mayoría de la gente preferiría tener un billete de cien que uno de diez. En la fe, es muy importante dirigir una oración sincera y poderosa. ¡Pero, por supuesto, mucho mejor aún es tener muchos billetes de cien! Así que, en lo que concierne a la oración, cuentan tanto la cantidad como la calidad.


Practicamos el Budismo para poder ser felices. Entonces, lo importante es que a cada uno le quede un sentimiento de profunda satisfacción luego de invocar daimoku. No hay reglas ni recetas sobre la cantidad de horas que hay que dedicar a la oración. A veces es útil ponerse un objetivo diario, pero cuando uno está cansado o se está durmiendo, y no se entiende ni el daimoku que sale de sus labios, lo mejor es dejar ahí e irse a dormir. Con las fuerzas repuestas, uno podrá orar con mucha mayor energía y concentración a la mañana siguiente; esto es mucho más productivo. Cuando uno hace daimoku, es importante la postura alerta, sincera y concentrada; no está bien orar en forma dispersa o somnolienta.


Lo esencial es que nuestro propio daimoku nos deje satisfechos y con una sensación refrescante. Cuando uno fortalece esta vivencia día tras día, naturalmente encauza su vida en la dirección más positiva.


2) ¿Qué debe tener en cuenta para instalar el altar una persona que está por recibir Gohonzon?
El Gohonzon es la entidad de la vida de Nichiren Daishonin, el Buda Verdadero de los Últimos Días de la Ley. Recibirlo es como darle la bienvenida al Buda en su hogar, de modo que usted querrá ubicarlo en un lugar que sea el más apropiado para que se siente el Buda.


El altar budista o butsudan, es la casa del Gohonzon, la fuente de la felicidad y prosperidad para Ud. y su familia, de ahora en delante. Trate de adquirir (o construir) uno que sea la expresión adecuada de su sincero sentimiento hacia el Gohonzon. Sin embargo, no hay necesidad de que sea extravagante o gaste más de lo que sus medios le permitan. A medida que usted comprenda la grandiosidad del Gohonzon naturalmente querrá dignificar el lugar donde está consagrado. En lo que concierne a los accesorios del altar, por lo menos debe tener un florero para las ramas verdes, un quemador de incienso y un candelabro. Además, puede tener una campana, una copa para el agua y un plato para las ofrendas.


3) ¿Por qué ofrecemos al Gohonzon agua, hojas verdes, velas e incienso?
Las ofrendas al Gohonzon son una expresión importante de nuestra fe y no deben descuidarse. Lo más importante al hacer estos ofrecimientos es nuestro deseo de expresar nuestra gratitud al Gohonzon. Limpiar el altar y ofrecer agua fresca cada día, hacer ofrendas de ramas verdes y fruta y encender las velas y quemar incienso mientras hacemos gongyo e invocamos daimoku, son todas ofrendas al Gohonzon y dignifican el lugar donde está consagrado.


El ofrecimiento del agua velas, incienso etc. representa la devoción a los Tres Tesoros: el Buda (Nichiren Daishonin), la Ley (Nam-myoho-renge-kyo) y el Sacerdote (Nikko Shonin). Uno puede utilizar ya sea un par de velas y dos floreros para el verde, o una vela y un florero. La tríada de verde, velas e incienso tiene varios significados simbólicos, incluyendo las Tres Verdades, las Tres Propiedades y los Tres Potenciales inherentes a la naturaleza del Buda. En cuanto a las Tres Verdades, las velas simbolizan la verdad de la no-existencia; lo verde, la verdad de la existencia temporaria, y el incienso, la verdad del Camino Medio. En las Tres Propiedades el incienso representa la propiedad esencial de la vida del Buda, o la propiedad de la Ley; las velas la propiedad espiritual iluminada del Buda o la propiedad de la sabiduría; y lo verde representa la propiedad física iluminada del Buda, o la propiedad de la acción misericordiosa. En los Tres Potenciales inherentes a la naturaleza del Buda, el incienso representa la Budeidad; las velas, la sabiduría para percibirla, y lo verde, la capacidad para formar una relación con el medio ambiente que nos permita manifestarla.


La tradición del ofrecimiento de agua procede de la India, el lugar de nacimiento del Budismo. Como la India es un país caluroso, el agua fue considerada desde tiempos antiguos, como de gran valor, y era costumbre ofrecerla a los invitados. Más tarde llegó a ser ofrecida ante las tumbas y los altares budistas. En la Soka Gakkai, la copa de agua fresca es ofrendada al Gohonzon cotidianamente, antes del gongyo de la mañana, y retirada del altar antes del gongyo de la noche.


4) ¿Cuál es el significado particular de quemar incienso, y cómo debe usarse?
El incienso fue usado tradicionalmente para crear una atmósfera de pureza y fragancia frente al altar budista. El ofrecimiento de fragancias en presencia del Buda es mencionado frecuentemente en muchas escrituras budistas, incluyendo el Sutra del Loto. En la Soka Gakkai, quemamos el incienso frente al altar durante el gongyo de la mañana y de la noche como una expresión de sinceridad hacía el Gohonzon. La clase de incienso más comúnmente usado ahora, fue introducida durante el periodo Edo (1600-1868). Se usa de uno a tres palillos, dependiendo de la medida de su quemador. El palillo de incienso, en otras religiones o escuelas de budismo, se quema en una posición erguida pero es una tradición del budismo de Nichiren Daishonin el poner el palillo de incienso en forma horizontal, con el extremo encendido mirando hacia la izquierda. Esta posición es compatible con el objetivo de crear una atmósfera de tranquilidad delante del altar, y posee al menos dos simbolismos importantes: el primero tiene que ver con que nuestra práctica expresa paridad o igualdad con el Gohonzon: no oramos ni rogamos a un hipotético ser supremo sino a la propia esencia de nuestra vida; otro simbolismo podría ser que, al quemar incienso de manera vertical, cuando caen las cenizas de disgregan o esparcen, mientras que cuando lo quemamos de manera horizontal las cenizas quedan conformando un “colchón” de esas mismas cenizas y de cenizas anteriores. Este simbolismo se relaciona con la Ley de Causalidad, por la cual toda causa produce su efecto y no existe efecto que no provenga de una causa.


5) ¿Por qué se usan las ramas verdes en vez de flores u otras plantas?
Las flores son coloridas y agradables a la vista, pero pronto se marchitan y duran poco. Desde el punto de vista budista, representan la transitoriedad de todo fenómeno (Ley de Impermanencia) y por lo tanto, son juzgadas inapropiadas como ofrendas al Buda eterno cuya enseñanza conduce a todas las personas a la iluminación "por diez mil años y más". Las plantas ofrecidas ante el eterno y supremo Gohonzon deben expresar las virtudes de la eternidad y la pureza: las ramas verdes, entonces, con su perpetua vitalidad, son más apropiadas. En Japón, se usa un arbusto de hojas verdes aromáticas llamado shikimi. Sin embargo, cualquier rama verde cumplirá este propósito.


6) ¿Cuál es el significado y el uso apropiado del juzu (rosario budista)? ¿Es necesario llevarlo consigo todo el tiempo?
La palabra japonesa juzu significa simplemente “un número de cuentas”. También son llamadas nenju. Nen significa meditar o tener en mente. Es decir, que cuando nos enfrentamos al Gohonzon, el juzu nos ayuda a tener en mente los Tres Tesoros. Nichikan Shonin declara en “Los Tres Mantos de esta Escuela” que el juzu es un implemento para ayudar a los mortales comunes en su práctica budista.


El juzu de la Soka Gakkai tiene 112 cuentas excluyendo las que están en las borlas. Estas 112 cuentas representan los 108 deseos mundanos más los cuatro Bodhisattvas de la Tierra (que simbolizan la fortaleza de trabajar, eternamente, por la felicidad de todos los hombres. Estos Cuatro Bodhisattvas representan las Cuatro Virtudes de la vida del Buda: verdadero yo, eternidad, pureza y felicidad). También se dice que estas cuentas reproducen la imagen del cuerpo humano: las tres borlas de la derecha representan la cabeza y los brazos; las dos borlas de la izquierda serían las dos piernas. En el cruce de ambas cuentas, en el medio, se ubicaría el ombligo. Ello significa que, abrazando el Gohonzon y devocionándonos a la invocación de Nam-myoho-renge-kyo podemos transformar nuestras ilusiones y sufrimientos desde el infinito pasado, tal como son, en alegría e iluminación. Cuando lo usamos, la parte con las tres borlas debe colocarse en el dedo mayor de la mano derecha, y la de las dos borlas en el dedo mayor de la mano izquierda, cruzados una vez, en el medio.


Las palmas unidas de las manos representan la fusión entre la realidad (nuestra vida) y la sabiduría (la Ley Mística).


Los cinco dedos de cada mano en contacto serían la posesión mutua de los Diez Estados (ninguno de los Diez Estados existe en forma separada). Debemos tratar de evitar el frotar excesivamente las cuentas durante el gongyo y el daimoku.


Muchas personas llevan sus juzus todo el tiempo, pero no existe una regla fija y rigurosa sobre ello. Uno podría decir que es conveniente en el sentido de que teniéndolo, puede ayudar a elevar su conciencia, orgullo y sentido de responsabilidad como budista. Sin embargo, las circunstancias individuales difieren, y esto es algo que es mejor decidir caso por caso. Como en todo, lo importante es mantener la fe pura en el Gohonzon, y, sobre esa base, decidir qué hacer en cada situación.


7) ¿Cuál es el significado de tocar la campana?
El capitulo Ho (primero) del Sutra del Loto dice: “...dioses y dragones, seres humanos y no humanos, continuamente ofrendan perfume y música”. Hay una mención frecuente en el Sutra del Loto y otras escrituras budistas en cuanto a que la música también fue usada como una ofrenda al Buda.


Similarmente, tocar la campana durante el gongyo sirve para alabar al Buda Verdadero y elevar el corazón con su hermoso sonido. Por lo tanto no debe sonar desagradable, sino de una manera placentera. No hay necesidad de preocuparse demasiado por ello; sólo tenga en mente este punto fundamental. Si usted vive en un departamento o con otras personas, sea cuidadoso de no tocar la campana muy fuerte como para perturbarlos.


En suma, las cuentas del juzu, el altar, el incienso y los demás elementos forman parte del «ritual» y están sujetas a cambios, según la época y el lugar, etc. Lo que nunca cambiará es la naturaleza dual de nuestra práctica: para uno y para los demás. La práctica para uno es hacer daimoku y gongyo con fe, la práctica para los demás implica transmitir a otras personas la Ley Mística.