LA SOLIDARIDAD O EMPATIA BENEVOLENTE. "JIHI"
Jihi significa solidaridad o empatía benevolentes, la acción del Buda de salvar a las personas del sufrimiento y conducirlas a la felicidad. Literalmente, "ji" significa "confortar", mientras que "hi" es "erradicar la miseria o el sufrimiento".
La esencia del jihi según el budismo es conducir a los demás al establecimiento de la condición de iluminación dentro de sus vidas, de manera tal que puedan desarrollar su poder inherente para vivir una vida plena. La solución fundamental del sufrimiento proviene del conocimiento de "cómo vivir" con sabiduría, convicción y coraje.
Las personas enfrentan obstáculos cuando trabajan por un objetivo de elevado propósito, pero la constante lucha contra estos obstáculos desarrolla en nosotros una tremenda vitalidad. Alentar a una persona a triunfar constituye un acto de jihi. En última instancia, las acciones de Nichiren Daishonin, que poseía las tres virtudes de soberano, maestro y padre, representan el más alto grado de jihi.
Una vez, el Pte. Ikeda enumeró los requisitos esenciales del jihi:
Tener buena salud
Permanecer joven de espíritu a lo largo de toda la vida
Poseer dignidad y buena fortuna, las cuales son desarrolladas por el daimoku
Utilizar la sabiduría
Tener pasión
Aumentar la autoconfianza a través de tomar consciencia de la propia misión
Vencer. Si no logramos vencer no podemos ayudar a otros a hacerlo
Todos estos aspectos configuran la naturaleza del hombre, cuya esencia es el jihi. Más aún, el jihi es el verdadero significado de Nam-myoho-renge-kyo, la Ley del Universo.
El jihi difiere del concepto cristiano del amor o la compasión. El amor se manifiesta como un acto de simpatía o gentileza, pero en el fondo representa una condición relativa basada en la emotividad humana, que es inestable y, por tanto, débil. El amor romántico, que fácilmente se puede transformar en odio o celos, es un buen ejemplo de la inconstancia de este sentimiento. El amor a la patria puede volverse odio hacia otras naciones. Hasta el amor de una madre por sus hijos es egoísta cuando se lo compara con el jihi, ya que a veces es fuente de competencia o comparación con niños de otras familias y sus padres.
Los sentimientos de simpatía o amor sólo pueden llegar al sufrimiento de la vida de otra persona cuando son respaldados por una fuerte decisión de cambiar la causa de sufrimiento: el karma individual. La fuente de renovación de esta determinación se encuentra en la práctica del Budismo. Con el objetivo de hacer lo mejor con nuestras vidas, generamos causas que perfeccionan y templan nuestro carácter. Ésta es la Revolución Humana o establecimiento de la felicidad absoluta.
Para vencer al sufrimiento, uno debe ser fuerte, por lo que el acto de jihi es, frecuentemente severo y a veces hasta doloroso. La vigorosa acción del shakubuku hace emerger la vitalidad necesaria para vencer cualquier dificultad personal. Alentamos a otros a que comiencen a practicar el Budismo por su propio beneficio, pero en realidad el hecho de asumir la responsabilidad por la vida de otros constituye el supremo beneficio en sí mismo de nuestra Revolución Humana.
Es sumamente difícil ejercer el jihi, pero aún en los comienzos de la práctica de cada uno, el coraje funciona como sustituto del jihi. El coraje de introducir a otros en la práctica del Budismo es el camino fundamental hacia el logro de su felicidad y de nuestra propia revolución humana.
¿Cuál es la diferencia entre la mera simpatía y el jihi? Las cualidades de la Budeidad que fortalecemos día a día a través de la invocación de Nam-myoho-renge-kyo son sabiduría, coraje y fuerza vital. De las tres, el jihi es la más frecuentemente malinterpretada.
Según la "definición de diccionario", la misericordia significa "virtud que nos hace sentir pena por los males ajenos". Como Richard Causton explica en su libro "El Buda en la vida cotidiana", el concepto de jihi conlleva implícito la idea de un énfasis en la acción. El jihi no equivale a piedad, lástima o simpatía. No es que esté mal que experimentemos tales emociones, pero no son un requisito para ejercer nuestro jihi como budistas. Lo que cuenta es que removamos el sufrimiento y lo reemplacemos por felicidad, no importa cuáles sean nuestros sentimientos personales. Es aquí dónde yace la potencia del concepto.
La misericordia que revela el Budismo es completamente imparcial: se ejerce con absolutamente cualquier persona, incluso aquéllas que no nos gustan o que nos han hecho algún daño. Esto es más fácil de decir que de llevar a la práctica. A veces tenemos que tener coraje para decirle a otro algo que no quiere escuchar (por esto necesitamos fuerza vital y coraje). Debemos encontrar las palabras precisas, el tono de voz o, de lo contrario, sólo lograremos lastimarlo sin lograr nada (necesitamos tener sabiduría de Buda). Debemos también poseer la energía de continuar nuestra acción y de estar completamente seguros de que estamos motivados por el jihi y no por la ira, el resentimiento o la venganza o nuestro propio ego (nuestro verdadero corazón se manifestará, no importa cómo lo disfracemos). En otras palabras, necesitamos echar mano de cada precioso elemento de nuestro Verdadero Yo que está contenido en la Budeidad.
La prueba del éxito de nuestra acción es preguntarnos: "¿He logrado remover el sufrimiento de esta persona y preparado el camino de su felicidad fundamental?". Si la respuesta es afirmativa, he actuado con jihi. No importa cuan loables sean nuestras intenciones, lo que cuenta es el resultado. A veces se dice que "uno debe tratarse con misericordia a sí mismo antes que todo" como un paso previo hacia sentir verdadera misericordia hacia los demás. Frecuentemente somos muy duros con nosotros mismos y es necesario que comprendamos que esto nos condiciona bastante.
Pero, así como puede ser un acto de jihi decirle a otro algo que no le gusta enfrentar, ser misericordioso con nosotros mismos también puede implicar elevar nuestros propias aspiraciones y metas y tomar la determinación de cambiar aquello que ha generado y genera sufrimiento en nuestras propias vidas.
Nichiren Daishonin enseñó que Nam-myoho-renge-kyo es la clave fundamental para el logro de una felicidad indestructible. A través de la práctica del Budismo que él enseñó, desarrollamos la capacidad de tomar cualquier cosa que nos suceda en la vida, sea bueno o malo, como la base de nuestra propia felicidad. Ésta es la razón por la cual el más elevado acto de misericordia budista es dar a las personas las herramientas para que puedan hacer lo mismo: es decir, hacerles conocer las enseñanzas de Nichiren Daishonin de manera que puedan manifestar su propia Budeidad y felicidad absoluta.
En el gongyo de la mañana y de la noche, recitamos "Mai ji sa ze nen. I ga ryo shujo. Toku nyu mujo do. Soku joju busshin." ("En todo momento estoy pensando en cómo puedo hacer para que los seres vivientes ingresen en el camino supremo y adquieran rápidamente el cuerpo de un Buda"). Estas palabras expresan el profundo deseo que habita en el mismísimo corazón de todos los Budas. Cada vez que las repetimos, las grabamos en nuestros propios corazones y mentes. Ésta es nuestra promesa: manifestar misericordia, una promesa que nos hacemos tanto a nosotros mismos como a los demás. Nuestro desafío consiste en encontrar nuestra manera única y personal de llevaría a cabo.
La relación que existe en nuestra felicidad y la felicidad de los demás es un tema central de las enseñanzas de Nichiren Daishonin. De hecho, el poder manifestar el máximo potencial de nuestra práctica en nuestra vida cotidiana, es vital para lograr un balance entre las dos.
"Al invocar daimoku, nuestra voz penetra el universo entero; no existe mundo en las diez direcciones al que no pueda llegar". (Gosho Zenshu p 808). "El daimoku que invocamos es el sonido de la esperanza y la fortaleza que resuena a través de todo el cosmos. Es también una expresión de sabiduría, porque eleva el corazón de las personas y lo llena de alegría" (SGI Newsletter no 152, p 226)
Sin embargo, para que nuestro daimoku contenga tal poder que pueda penetrar el universo entero, debemos desarrollar un fuerte sentido de jihi. La verdadera misericordia amplía nuestra perspectiva de la vida, hace emerger la sabiduría y el coraje, y nos posibilita manifestar nuestra Budeidad.
Comúnmente se cree que el amor es la más fuerte y positiva de las emociones humanas. Más aún, muchos lo consideran como el fin último de la vida, la fuerza a través de la cual podemos convertir nuestra felicidad y la de otros en fuente de alegría.
Sin embargo, también es evidente que, en la sociedad moderna, el amor se ha convertido en algo cada vez más abstracto y conceptualizado. Para algunos, el amor es un deseo de dar y ayudar, mientras que para otros implica el deseo de tomar y explotar. Cuando el amor que se da no es retribuido, podemos experimentar una perturbadora amargura y celos. De esta manera, emociones que originalmente estaban fundadas en el amor, se convierten en odio.
"En nuestro mundo actual, no es poco frecuente encontrar que ya sea amor, ya sea egoísmo, ambos se esconden detrás de una máscara de amor. Tal vez, hoy en día, el dar amor como producto del sentimiento humano, está perdiéndose o siendo relegado a las actividades de beneficencia y caridad. Por supuesto, este no es un amor basado en emociones humanas sino "institucionalizado". (Daisaku Ikeda, Choose Life, p 356)
Desde la perspectiva del budismo, el universo es una entidad viviente cuyas partes componentes son interdependientes. Por lo tanto, para nosotros, seres vivientes, es imposible experimentar alegría independientemente de nuestro medio ambiente, es decir, no podemos ser verdaderamente felices mientras otras personas sufren.
Cuanto más nos esforzamos porque otros sean felices, basados en el espíritu del jihi- más felices nos volvemos.
El jihi de quienes han tomado el profundo compromiso de llevar a cabo su propia misión, y de quienes su fe proviene del sincero daimoku, se ve siempre renovado.
Éste es uno de los significados de la palabra myo: revitalizar. Invocar daimoku nos permite revitalizar nuestra fuerza vital y nuestra sabiduría, y renovar nuestro compromiso respecto de nuestra felicidad y la de los demás.
En sus disertaciones acerca de los Capítulos Hoben y Juryo del Sutra del Loto, Daisaku Ikeda cita al segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda: "Sólo a través de creer sinceramente en el gran espíritu del jihi y el gran poder de la sabiduría del Buda Verdadero, es que nosotros -personas comunes seguidoras del Buda Original- podemos alcanzar la iluminación y convertirnos en Budas bajo nuestra forma actual. Definitivamente no existen otros Budas que éstos". (SGI Newsletter No 152, p. 92).
Cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de nuestro propio karma, y por cierto que éste no puede ser modificado por el poder, el status o la riqueza. Nuestras vidas se hallan inextricablemente interconectadas y, debido a ello, nuestra Revolución Humana tendrá un profundo efecto en quienes nos rodean.
La esencia del jihi según el budismo es conducir a los demás al establecimiento de la condición de iluminación dentro de sus vidas, de manera tal que puedan desarrollar su poder inherente para vivir una vida plena. La solución fundamental del sufrimiento proviene del conocimiento de "cómo vivir" con sabiduría, convicción y coraje.
Las personas enfrentan obstáculos cuando trabajan por un objetivo de elevado propósito, pero la constante lucha contra estos obstáculos desarrolla en nosotros una tremenda vitalidad. Alentar a una persona a triunfar constituye un acto de jihi. En última instancia, las acciones de Nichiren Daishonin, que poseía las tres virtudes de soberano, maestro y padre, representan el más alto grado de jihi.
Una vez, el Pte. Ikeda enumeró los requisitos esenciales del jihi:
Tener buena salud
Permanecer joven de espíritu a lo largo de toda la vida
Poseer dignidad y buena fortuna, las cuales son desarrolladas por el daimoku
Utilizar la sabiduría
Tener pasión
Aumentar la autoconfianza a través de tomar consciencia de la propia misión
Vencer. Si no logramos vencer no podemos ayudar a otros a hacerlo
Todos estos aspectos configuran la naturaleza del hombre, cuya esencia es el jihi. Más aún, el jihi es el verdadero significado de Nam-myoho-renge-kyo, la Ley del Universo.
El jihi difiere del concepto cristiano del amor o la compasión. El amor se manifiesta como un acto de simpatía o gentileza, pero en el fondo representa una condición relativa basada en la emotividad humana, que es inestable y, por tanto, débil. El amor romántico, que fácilmente se puede transformar en odio o celos, es un buen ejemplo de la inconstancia de este sentimiento. El amor a la patria puede volverse odio hacia otras naciones. Hasta el amor de una madre por sus hijos es egoísta cuando se lo compara con el jihi, ya que a veces es fuente de competencia o comparación con niños de otras familias y sus padres.
Los sentimientos de simpatía o amor sólo pueden llegar al sufrimiento de la vida de otra persona cuando son respaldados por una fuerte decisión de cambiar la causa de sufrimiento: el karma individual. La fuente de renovación de esta determinación se encuentra en la práctica del Budismo. Con el objetivo de hacer lo mejor con nuestras vidas, generamos causas que perfeccionan y templan nuestro carácter. Ésta es la Revolución Humana o establecimiento de la felicidad absoluta.
Para vencer al sufrimiento, uno debe ser fuerte, por lo que el acto de jihi es, frecuentemente severo y a veces hasta doloroso. La vigorosa acción del shakubuku hace emerger la vitalidad necesaria para vencer cualquier dificultad personal. Alentamos a otros a que comiencen a practicar el Budismo por su propio beneficio, pero en realidad el hecho de asumir la responsabilidad por la vida de otros constituye el supremo beneficio en sí mismo de nuestra Revolución Humana.
Es sumamente difícil ejercer el jihi, pero aún en los comienzos de la práctica de cada uno, el coraje funciona como sustituto del jihi. El coraje de introducir a otros en la práctica del Budismo es el camino fundamental hacia el logro de su felicidad y de nuestra propia revolución humana.
¿Cuál es la diferencia entre la mera simpatía y el jihi? Las cualidades de la Budeidad que fortalecemos día a día a través de la invocación de Nam-myoho-renge-kyo son sabiduría, coraje y fuerza vital. De las tres, el jihi es la más frecuentemente malinterpretada.
Según la "definición de diccionario", la misericordia significa "virtud que nos hace sentir pena por los males ajenos". Como Richard Causton explica en su libro "El Buda en la vida cotidiana", el concepto de jihi conlleva implícito la idea de un énfasis en la acción. El jihi no equivale a piedad, lástima o simpatía. No es que esté mal que experimentemos tales emociones, pero no son un requisito para ejercer nuestro jihi como budistas. Lo que cuenta es que removamos el sufrimiento y lo reemplacemos por felicidad, no importa cuáles sean nuestros sentimientos personales. Es aquí dónde yace la potencia del concepto.
La misericordia que revela el Budismo es completamente imparcial: se ejerce con absolutamente cualquier persona, incluso aquéllas que no nos gustan o que nos han hecho algún daño. Esto es más fácil de decir que de llevar a la práctica. A veces tenemos que tener coraje para decirle a otro algo que no quiere escuchar (por esto necesitamos fuerza vital y coraje). Debemos encontrar las palabras precisas, el tono de voz o, de lo contrario, sólo lograremos lastimarlo sin lograr nada (necesitamos tener sabiduría de Buda). Debemos también poseer la energía de continuar nuestra acción y de estar completamente seguros de que estamos motivados por el jihi y no por la ira, el resentimiento o la venganza o nuestro propio ego (nuestro verdadero corazón se manifestará, no importa cómo lo disfracemos). En otras palabras, necesitamos echar mano de cada precioso elemento de nuestro Verdadero Yo que está contenido en la Budeidad.
La prueba del éxito de nuestra acción es preguntarnos: "¿He logrado remover el sufrimiento de esta persona y preparado el camino de su felicidad fundamental?". Si la respuesta es afirmativa, he actuado con jihi. No importa cuan loables sean nuestras intenciones, lo que cuenta es el resultado. A veces se dice que "uno debe tratarse con misericordia a sí mismo antes que todo" como un paso previo hacia sentir verdadera misericordia hacia los demás. Frecuentemente somos muy duros con nosotros mismos y es necesario que comprendamos que esto nos condiciona bastante.
Pero, así como puede ser un acto de jihi decirle a otro algo que no le gusta enfrentar, ser misericordioso con nosotros mismos también puede implicar elevar nuestros propias aspiraciones y metas y tomar la determinación de cambiar aquello que ha generado y genera sufrimiento en nuestras propias vidas.
Nichiren Daishonin enseñó que Nam-myoho-renge-kyo es la clave fundamental para el logro de una felicidad indestructible. A través de la práctica del Budismo que él enseñó, desarrollamos la capacidad de tomar cualquier cosa que nos suceda en la vida, sea bueno o malo, como la base de nuestra propia felicidad. Ésta es la razón por la cual el más elevado acto de misericordia budista es dar a las personas las herramientas para que puedan hacer lo mismo: es decir, hacerles conocer las enseñanzas de Nichiren Daishonin de manera que puedan manifestar su propia Budeidad y felicidad absoluta.
En el gongyo de la mañana y de la noche, recitamos "Mai ji sa ze nen. I ga ryo shujo. Toku nyu mujo do. Soku joju busshin." ("En todo momento estoy pensando en cómo puedo hacer para que los seres vivientes ingresen en el camino supremo y adquieran rápidamente el cuerpo de un Buda"). Estas palabras expresan el profundo deseo que habita en el mismísimo corazón de todos los Budas. Cada vez que las repetimos, las grabamos en nuestros propios corazones y mentes. Ésta es nuestra promesa: manifestar misericordia, una promesa que nos hacemos tanto a nosotros mismos como a los demás. Nuestro desafío consiste en encontrar nuestra manera única y personal de llevaría a cabo.
La relación que existe en nuestra felicidad y la felicidad de los demás es un tema central de las enseñanzas de Nichiren Daishonin. De hecho, el poder manifestar el máximo potencial de nuestra práctica en nuestra vida cotidiana, es vital para lograr un balance entre las dos.
"Al invocar daimoku, nuestra voz penetra el universo entero; no existe mundo en las diez direcciones al que no pueda llegar". (Gosho Zenshu p 808). "El daimoku que invocamos es el sonido de la esperanza y la fortaleza que resuena a través de todo el cosmos. Es también una expresión de sabiduría, porque eleva el corazón de las personas y lo llena de alegría" (SGI Newsletter no 152, p 226)
Sin embargo, para que nuestro daimoku contenga tal poder que pueda penetrar el universo entero, debemos desarrollar un fuerte sentido de jihi. La verdadera misericordia amplía nuestra perspectiva de la vida, hace emerger la sabiduría y el coraje, y nos posibilita manifestar nuestra Budeidad.
Comúnmente se cree que el amor es la más fuerte y positiva de las emociones humanas. Más aún, muchos lo consideran como el fin último de la vida, la fuerza a través de la cual podemos convertir nuestra felicidad y la de otros en fuente de alegría.
Sin embargo, también es evidente que, en la sociedad moderna, el amor se ha convertido en algo cada vez más abstracto y conceptualizado. Para algunos, el amor es un deseo de dar y ayudar, mientras que para otros implica el deseo de tomar y explotar. Cuando el amor que se da no es retribuido, podemos experimentar una perturbadora amargura y celos. De esta manera, emociones que originalmente estaban fundadas en el amor, se convierten en odio.
"En nuestro mundo actual, no es poco frecuente encontrar que ya sea amor, ya sea egoísmo, ambos se esconden detrás de una máscara de amor. Tal vez, hoy en día, el dar amor como producto del sentimiento humano, está perdiéndose o siendo relegado a las actividades de beneficencia y caridad. Por supuesto, este no es un amor basado en emociones humanas sino "institucionalizado". (Daisaku Ikeda, Choose Life, p 356)
Desde la perspectiva del budismo, el universo es una entidad viviente cuyas partes componentes son interdependientes. Por lo tanto, para nosotros, seres vivientes, es imposible experimentar alegría independientemente de nuestro medio ambiente, es decir, no podemos ser verdaderamente felices mientras otras personas sufren.
Cuanto más nos esforzamos porque otros sean felices, basados en el espíritu del jihi- más felices nos volvemos.
El jihi de quienes han tomado el profundo compromiso de llevar a cabo su propia misión, y de quienes su fe proviene del sincero daimoku, se ve siempre renovado.
Éste es uno de los significados de la palabra myo: revitalizar. Invocar daimoku nos permite revitalizar nuestra fuerza vital y nuestra sabiduría, y renovar nuestro compromiso respecto de nuestra felicidad y la de los demás.
En sus disertaciones acerca de los Capítulos Hoben y Juryo del Sutra del Loto, Daisaku Ikeda cita al segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda: "Sólo a través de creer sinceramente en el gran espíritu del jihi y el gran poder de la sabiduría del Buda Verdadero, es que nosotros -personas comunes seguidoras del Buda Original- podemos alcanzar la iluminación y convertirnos en Budas bajo nuestra forma actual. Definitivamente no existen otros Budas que éstos". (SGI Newsletter No 152, p. 92).
Cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de nuestro propio karma, y por cierto que éste no puede ser modificado por el poder, el status o la riqueza. Nuestras vidas se hallan inextricablemente interconectadas y, debido a ello, nuestra Revolución Humana tendrá un profundo efecto en quienes nos rodean.