UNA LUZ PARA ILUMINAR EL CAMINO DEL OTRO
Resolver los problemas por uno mismo, podría ser una manera de despertar la alegría y la convicción de la práctica de la fe para alentar a los demás.
Si uno mismo es capaz de trascender esas circunstancias que nos impiden ser felices lograremos encender una luz para iluminar el camino de otro, iluminando también nuestro propio camino.En cuanto miramos alrededor, a los otros, vamos tomando conciencia de que las dificultades están en todas las vidas y que todos somos protagonistas.
Orar por los demás, porque tu amigo venza esa dificultad que no le deja dormir, esa angustia que causa sufrimiento a su familia es también orar por uno mismo.
El "yo" que no se identifica con el "otro" es insensible al dolor, a la angustia y al sufrimiento. Esto conduce a un estilo de vida en el cual las personas se aíslan dentro de su propio mundo, ya sea porque se sienten amenazadas ante la menor provocación y explotan en un comportamiento violento, o porque le dan la espalda y se alejan.
Si no incorporamos a nuestro propio ser el concepto del "otro", o la posibilidad de una perspectiva diferente, no podrá haber un verdadero diálogo.
En nuestros intercambios, el estudioso de la paz Johan Galtung recalcó que el "diálogo interior" es un prerrequisito para el "diálogo exterior".
Aunque los intercambios entre dos partes que carecen de un sentido del "otro" puedan parecer diálogos, la realidad es que no pasan de ser simples intercambios de opiniones preestablecidas.
La realidad sólo puede revelarse a través de un diálogo genuino, en que el "yo" y el "otro" trasciendan los estrechos límites del ego e interactúan plenamente.
La única vía para que nuestro ser se temple y se pula es que sea sometido al fuego ardiente de los intensos intercambios de vida a vida.
Sólo entonces podemos empezar a comprender y afirmar plenamente la realidad de estar vivos.
Si uno mismo es capaz de trascender esas circunstancias que nos impiden ser felices lograremos encender una luz para iluminar el camino de otro, iluminando también nuestro propio camino.En cuanto miramos alrededor, a los otros, vamos tomando conciencia de que las dificultades están en todas las vidas y que todos somos protagonistas.
Orar por los demás, porque tu amigo venza esa dificultad que no le deja dormir, esa angustia que causa sufrimiento a su familia es también orar por uno mismo.
El "yo" que no se identifica con el "otro" es insensible al dolor, a la angustia y al sufrimiento. Esto conduce a un estilo de vida en el cual las personas se aíslan dentro de su propio mundo, ya sea porque se sienten amenazadas ante la menor provocación y explotan en un comportamiento violento, o porque le dan la espalda y se alejan.
Si no incorporamos a nuestro propio ser el concepto del "otro", o la posibilidad de una perspectiva diferente, no podrá haber un verdadero diálogo.
En nuestros intercambios, el estudioso de la paz Johan Galtung recalcó que el "diálogo interior" es un prerrequisito para el "diálogo exterior".
Aunque los intercambios entre dos partes que carecen de un sentido del "otro" puedan parecer diálogos, la realidad es que no pasan de ser simples intercambios de opiniones preestablecidas.
La realidad sólo puede revelarse a través de un diálogo genuino, en que el "yo" y el "otro" trasciendan los estrechos límites del ego e interactúan plenamente.
La única vía para que nuestro ser se temple y se pula es que sea sometido al fuego ardiente de los intensos intercambios de vida a vida.
Sólo entonces podemos empezar a comprender y afirmar plenamente la realidad de estar vivos.