EL IMPERATIVO DICTADO DEL SENTIDO COMÚN. Por Daisaku Ikeda. Reunión general de Kansai, Universidad Soka, Hachioji, Tokyo, 4 de mayo de 1993.
En el Gosho dirigido a la mujer que pedía consejos sobre algunos aspectos de su práctica budista, el Daishonin habla del principio de “adaptar la práctica (zuiho bini) de acuerdo con los usos y costumbres del país o de la zona en la que se vive; y condena con severidad la enseñanzas rígidas que no consideran ni las condiciones de vida cotidiana o las circunstancias de la gente, ni la realidad social”.
La fe es la búsqueda de toda una vida. Y también una búsqueda eterna, ya que continúa en las tres existencias del pasado, presente y futuro. También el kosen-rufu es un viaje muy, muy largo.
¿Cómo continuar este camino hacia la felicitad hasta el final? ¿Cómo vivir para convertir cada día de nuestra preciosa existencia exultante y colmada de valor? ¿Es necesaria una sabiduría profunda?
Existen, por ejemplo, momentos en los cuales estamos exhaustos o nos sentimos indispuestos: pero esto es natural, ya que estamos hechos de carne y hueso. En estas ocasiones, ¿cómo deberíamos comportarnos, con respecto al Gongyo, cuál debe ser nuestro comportamiento hacia el Daimoku? Hoy, para responder a las preguntas sobre las preocupaciones de cada día, quisiera afrontar estos puntos a la luz de las enseñanzas de Nichiren Daishonin. .
Fundamentalmente, Nichiren afirma que, según la situación, es correcto recitar Daimoku solamente y que no es necesario hacerlo sentados delante del Gohonzon. Esto lo escribió en respuesta a la esposa de uno de sus discípulos, Hiki Daigaku Saburo Yoshimoto, quien había preguntado si debía hacer su práctica budista cotidiana durante los períodos menstruales.
Desde los tiempos antiguos se creía comúnmente en Japón que las menstruaciones representaban una suerte de impureza y parecería que la mujer que hacía la pregunta a Nichiren se preocupaba si era correcto leer y recitar las escrituras budistas durante ese período. En su respuesta, Nichiren afirma que no hay razón para evitar la práctica durante las menstruaciones, porque cumplen una función biológica importante. Dada la época que se vivía, una opinión tal, resulta particularmente iluminada.
«...y [las menstruaciones]» afirma, «pueden también ser consideradas una enfermedad crónica recurrente» (Duemila Uno, n. 31, 1992, pag. 62), y prosigue explicando el tipo de práctica mas adecuada para tal ocasión.
Hoy en día, la cuestión de "impureza" con referencia a las menstruaciones no se considera.
Pero, en sentido amplio, podemos interpretar las palabras del Daishonin en este Gosho como aclaratorias instrucciones sobre como recitar el Sutra, o sea el Gongyo, cuando estamos enfermos o nos sentimos mal. En otras palabras él aquí enuncia el principio que el Gongyo es una práctica para seguir con elasticidad, según las circunstancias.
En un párrafo precedente del mismo Gosho, afirma: "Esta es algo que interesa a todas las mujeres y sobre la que ellas preguntan siempre. También en el pasado, muchos se encontraron con este problema, pero como las sagradas enseñanzas expuestas por el Buda en el curso de su vida no tocaron jamás este tema, ninguno pudo dar una clara prueba documental".
"Todos aquellos que han discutido la cuestión, estando en la imposibilidad de traer pruebas doctrinales basadas en las escrituras budistas, hablan solo arbitrariamente", dice el Daishonin. Él, en cambio, siempre usó las escrituras como base fundamental; y es por esto que también nosotros progresamos basándonos en el Gosho y, las escrituras del Último día de la Ley.
Análogamente, la costumbre de recitar cinco oraciones durante el Gongyo a la mañana y tres a la tarde, no resulta de ningún Gosho: es un procedimiento que apareció más tarde. En origen formaba parte de la práctica de los sacerdotes, pero hoy en día son ellos quienes no respetan más esta forma de oración. Es más que nunca notable que los laicos, con sus horarios estresantes, siguen cotidianamente esta práctica. Pero, dada su fe profunda y sincera, se esfuerzan por llevar adelante una práctica perfecta de cinco oraciones a la mañana y tres a la tarde, incluso cuando están cansados aunque esto signifique quedarse despiertos hasta tarde. Una fe así es infinitamente loable.
De todas formas, comportarse irrazonablemente puede causar serios daños a la salud, y esto se refiere sobretodo a las personas de mediana edad. En ciertos momentos y según las condiciones físicas, [en vez de hacer el Gongyo completo] tiene mayor valor recitar simplemente Daimoku durante un corto tiempo, o recitar solo tres Daimoku y después descansar. Esto lo debe decidir uno mismo. La fe es una búsqueda que nos esforzamos de llevar adelante para toda la vida. Pueden surgir momentos en los cuales no logramos hacer una práctica perfecta de Gongyo; pero mientras creamos en el Gohonzon y mantengamos un espíritu de búsqueda respecto de la fe, la buena fortuna no nos abandonará.
Hay una diferencia entre tener una fe fuerte y ponerse a prueba de modo irrazonable.
Lo que cuenta es tener la energía para vivir cada día con vigor y llenos de esperanza. Por eso en ciertas circunstancias puede ser mejor ir a la cama temprano y dormir bien toda la noche, de manera de recitar el Gongyo a la mañana frescos y reposados.
Durante nuestra existencia de mortales comunes, hacer Gongyo y recitar Daimoku significa encontrar con gran solemnidad al Buda Original. Es una ceremonia que hace surgir nuestro estado de Budeidad y nos permite revelar el Gohonzon que existe en lo profundo de nuestra vida. Por esta razón la práctica debe ser estimulante y llena de alegría: el Gongyo nos debe dejar frescos y llenos de vitalidad.
Puede darse que su Gongyo se haya convertido en una mera formalidad y sus ojos estén siempre fijos en el reloj, y más piensa en el tiempo y más parece que pasase lentamente... o quizás está tan cansado que no consigue concentrarse mientras lee la parte más larga del capítulo Juryo, pierde la continuidad, salta inadvertidamente algún renglón, después vuelve atrás: en resumen gira en vacío. O, el Daimoku es verdaderamente confuso porque está durmiéndose. Obviamente merece ser alabado, ya que a pesar de todo hace el esfuerzo de recitar el Gongyo.
Es importante ser sabios respecto a la práctica budista, de manera de respetar el principio que «la fe se manifiesta en la vida cotidiana». En este sentido, pienso que es mejor, si fuese posible, tratar de recitar el Gongyo a la tarde temprano, antes que se haga demasiado tarde. «...si lo considera oportuno» concluye el Daishonin «sin leer el Sutra, recite simplemente Nam-myoho-renge-kyo y evite inclinarse delante del Sutra [Gohonzon]».
Además, Nichiren Daishonin afirma que no es necesario hacer Gongyo o recitar Daimoku delante al Gohonzon. Aquí él considera también el caso en el que una persona (incapacitada por una enfermedad o por otras razones) pueda hacer Gongyo o recitar Daimoku acostada boca arriba. De este modo el Daishonin siempre demostró una gran flexibilidad sobre los aspectos formales de la práctica y siempre enseñó que: «Solo la fe es realmente importante».
Inútil es agregar que estas indicaciones no son una excusa para la haraganería y la negligencia de nuestra práctica básica, que debemos siempre esforzarnos por realizar con precisión. Si utilizan el Gosho con el fin de justificar la negligencia, serán únicamente ustedes a relegarse: no practicamos Budismo para ningún otro, sino solo y exclusivamente para nuestra felicidad.
La afirmación del Daishonin que está bien recitar simplemente Daimoku se basa en la premisa del gran beneficio de Nam-myoho-renge-kyo.
Él comienza este Gosho diciendo: «En el caso del Sutra del Loto, se puede recitar cada día el Sutra entero de veintiocho capítulos en ocho volúmenes; se puede recitar solamente un volumen o un capítulo, un verso, una frase, una palabra, o el Daimoku, Nam-myoho-renge-kyo, una sola vez al día».
En otras palabras, afirma que hay muchos modos diversos y posibles de recitar el Sutra del Loto. Luego prosigue: «...o una sola vez en la vida. O también puede regocijarse con oírlo recitar una sola vez en la vida, o también regocijarse sintiendo la voz de otro que goza en escucharlo...».
El sonido del Daimoku puede alegrar incluso a los otros, puede hacer nacer en ellos la alegría. Por eso, tratemos siempre de recitar un Daimoku vivaz y estimulante que provoque este tipo de reacción. Oír nuestras voces que invocan la Ley Mística, sentir la fe que tenemos en ella, puede dar alegría a los otros y hacerles comprender cuan maravillosos y llenos de fuerza son los miembros de la SGI, y como el estar con ellos deja siempre una impresión de felicidad y de frescura.
Otros, quizás están contentos cuando simplemente ven nuestras caras felices, iluminadas por una bella sonrisa. Justamente por esto, nuestro aspecto exterior es importante y está de acuerdo con el principio de que todos los fenómenos manifiestan el verdadero aspecto de la vida.
Y entre los amigos de nuestra organización, son verdaderamente evidentes los efectos de este tipo. Una persona tras la otra reacciona con alegría, una reacción en cadena: en este principio está la raíz de nuestro movimiento para acercar a los demás a la SGI.
El Daishonin prosigue, a propósito de esta cadena de alegría: «...y así siguiendo hasta la quincuagésima persona. Aunque al final el espíritu de la fe y la alegría resultarán debilitadas como las vagas sensaciones de niño de dos o tres años, o de una vaca o un caballo incapaz de distinguir lo primero de lo último, aún los beneficios que se reciben serán cien, mil, diez mil, cien mil veces mayores que los de las personas dotadas de inteligencia y de gran sabiduría que estudian otros Sutras, o de personas que conocen de memoria todos los Sutras, como Shariputra, Maudgalyayana, Monju y Miroku. Esto se lee tanto en el Sutra del Loto como en los sesenta volúmenes de los comentarios de T'ien-t'ai y de Miao-lo».
Es inmenso el beneficio de recitar Daimoku! Recitar Nam-myoho-renge-kyo aunque sea solo una vez produce beneficios enormes, eternos. Esta es la esencia de nuestra fe y debemos tener absoluta certeza sobre este punto. Basando sus observaciones en un fragmento del Sutra del Loto, el Daishonin afirma: «Ni siquiera la sabiduría de un Buda puede medir los beneficios obtenidos por tales personas... como podemos conocer tales beneficios nosotros, personas comunes culpables de haberlo contrariado [al Sutra]?»
Una sola flecha lanzada por un arquero excelente llega siempre al blanco. Del mismo modo, una oración fuerte y profunda ofrecida con un ichinen, o concentración de la mente, inquebrantable, puede tocar todo el universo, según el principio que un sólo instante de la vida contiene tres mil mundos (ichinen sanzen).
Dado que este es el beneficio que se puede obtener recitando un solo Daimoku, ¡algunos de ustedes estarán orgullosos de haber recitado hoy al menos tres horas! Obviamente, es importante sentirse satisfechos de la propia práctica y ningún fragmento del Gosho dice cuanto Daimoku o cuantas horas al día debamos recitar.
Es evidente que, si logran recitar mucho Daimoku, tanto mejor, solo les hará bien. Cada uno, sin embargo, debe decidir personalmente, basándose en su propia conciencia y determinación. La cantidad de Daimoku no es una cuestión de obligación o de forma.
Cada tanto, por ejemplo, escucho que alguien recitó ocho o diez horas en un solo día. Me inclino frente a la intensidad y a la seriedad de la fe de estas personas. Pero, si éstas descuidan sus responsabilidades u obligaciones y se limitan a recitar Daimoku, entonces no se puede decir que estén practicando Budismo según el principio de que «la fe se manifiesta en la vida de todos los días». No deben permitir que su vida cotidiana sea puesta de lado, ni causar sufrimiento o disgusto a los demás o a la familia, por recitar Daimoku mucho tiempo, y menos andar jactándose de eso. Tales comportamientos causan fácilmente malos entendidos en quienes les están alrededor y los vecinos quizás piensen que son fanáticos; el resultado puede provocar la pérdida de confianza de los otros y la degradación de la Ley.
Lo mismo vale en el interior de la organización. A veces hay grupos, sectores, etc. que conducen formalmente una «campaña de diez horas de Daimoku» o cosas por el estilo. No hay nada mas errado en una actividad así, emprendida por dos o tres personas que la quieran hacer, pero las dificultades surgen cuando se quiere imponer un régimen rígido igual para todos. Cada uno tiene ritmos cotidianos diversos, diversas cantidades de tiempo disponible, diferentes capacidades físicas, etc. Por eso una actividad de este tipo obligaría a realizar esfuerzos absurdos a gran número de personas. Es necesario siempre considerar atentamente cada aspecto, sin tratar jamás de convertir en obligatoria la participación. No deben incitar a las persona a estar presentes diciéndoles afirmaciones extremas, como por ejemplo: «Si no participas, quiere decir que no estas siguiendo a la SGI».
Es importante que las personas extraigan alegría, tranquilidad y esperanza de su práctica. Y debemos absolutamente evitar dar consejos que opriman a la persona o la hagan sufrir. Cuando dan consejos, los responsables deberían siempre tener presente las circunstancias y las condiciones de quienes tienen en frente. Yo espero por lo tanto que ofrezcan orientaciones claras, basadas sobre una firme convicción del gran beneficio que deriva de recitar Daimoku, pero también llenas de sabiduría y de sentido común, de modo que todos puedan accionar con alegría, según el principio de «fe es igual a vida cotidiana». Si un responsable desea lanzar una campaña de Daimoku para lograr que todos reciten más, lo importante es que él, antes que nadie, comience ofreciendo una oración profunda y fuerte. Sé que los miembros de Kansai se volverán un ejemplo para todo el resto del país.
Quisiera tocar el tema de la educación de los hijos. Algunos padres, con las mejores intenciones del mundo, creen que los hijos, simplemente haciendo Gongyo, pueden cambiar para mejor como por arte de magia. Se puede admirar la intensidad de su fe, pero es lógico que sin esforzarse en estudiar, el hijo no podrá ir bien en la escuela: esta es la realidad.
Solo mediante esfuerzos tenaces podemos desarrollar una verdadera habilidad, mientras el poder de la fe nos permite continuar esforzándonos, y nos permite hacer surgir la energía y la buena fortuna necesarias para extraer al máximo nuestra verdadera capacidad. Sin la habilidad innata y los esfuerzos tenaces, se obtiene poco.
La fe es una búsqueda que dura para toda la vida. Nuestros jóvenes de la División futuro deberían dar prioridad absoluta al estudio: para los niños, el principio de «fe es igual a vida cotidiana» significa estudiar sólidamente. El presidente Toda explicó una vez: «A los niños es suficiente enseñarles con claridad que, en los momentos de crisis, pueden vencer las dificultades con la fe».
Mientras los otros niños sonríen y van a la escuela felices, aquel que es agobiado continuamente para que haga Gongyo es condenado a sentirse triste y lúgubre. En ese caso, es fácil que la fe les resulte odiosa. Si un niño recita solo tres Daimoku al día, o solamente el capítulo Hoben y la parte Jigage del Gongyo, ya es maravilloso y deben alabarlo mucho. Creo que a los niños se les debe dejar un cierto grado de libertad, quizás diciéndoles: «Puedes irte rápido, yo voy a hacer el Gongyo por ti!», mientras se preparan para ir a escuela.
En toda ocasión, nosotros practicamos Budismo para vivir la más feliz de las existencias; crearse sufrimientos inútiles en nombre de la fe es una verdadera estupidez.
Las actividades de la SGI son para el kosen-rufu, son la «práctica para los demás»; realizarlas es como leer el Sutra con la propia vida. Un fragmento de las enseñanzas orales que explica el valor de los cinco caracteres chinos que forman Myoho-renge-kyo, dice: «Myo es la cabeza, ho el cuello, ren el pecho, ge el abdomen y kyo las piernas, y por lo tanto todo nuestro cuerpo representa los cinco caracteres de Myoho-renge-kyo». Aquí se dice que kyo, el carácter que significa «Sutra», corresponde a las piernas. Cuando se activa por el kosen-rufu no solamente con las piernas sino con todo el cuerpo, se llega a resplandecer como la entidad de Myoho-renge-kyo.
Nichiren afirma que en el Último día de la Ley: «Nam-myoho-renge-kyo comprende tanto la práctica para sí y para los otros». Solamente los miembros de la SGI han desarrollado correctamente esta práctica de recitar para sí y para los otros. En cuanto a los sacerdotes de la secta Nikken, no desarrollan correctamente la práctica para ellos mismos, y mucho menos ni una mínima alusión para los demás en la sociedad. Aprovechando las enseñanzas del Daishonin y de la fe de los miembros de la SGI, nos dejaron hacer todo el trabajo, limitándose a regodearse en el ocio. Son personas de naturaleza malévola y demoníaca.
En el mismo Gosho dirigido a la mujer que pedía consejos sobre algunos aspectos de su práctica budista, el Daishonin habla del principio de «adaptar la práctica al país» (zuiho bini), diciendo que se debe practicar Budismo de acuerdo con los usos y costumbres del país o de la zona en la que se vive; y condena con severidad la enseñanzas rígidas que no consideran ni las condiciones de vida cotidiana o las circunstancias de la gente, ni la realidad social.
En el pasado, por ejemplo, se les ha dicho a los budistas no japoneses que no están habituados a estar sentados de rodillas, que no debían sentarse en las sillas (mientras recitaban Gongyo o Daimoku), o han tratado de imponer usos o modos de pensar japoneses sin el mínimo cuidado por las circunstancias de estos creyentes.
El Daishonin dice que cuando se insiste en aplicar enseñanzas rígidas: «Se hiere la fe de muchos creyentes».
Estoy absolutamente de acuerdo: es imposible guiar un vasto número de personas usando la coerción o los sistemas absurdos y los movimientos que lo hacen no duran mucho. En vez de favorecer al kosen-rufu, tácticas de este tipo ponen a las personas en contra de la organización, que después terminan abandonando.
La conclusión es que se debe siempre evaluar el mejor modo de proceder para obtener la felicidad del país y de sus habitantes: ese es el espíritu del Budismo, el espíritu de Shakyamuni y el de Nichiren Daishonin. Su luz brilla en quienes poseen una sabiduría abierta que vaya de acuerdo con el buen sentido: una persona así tiene una fe verdaderamente fuerte.
La fe es la búsqueda de toda una vida. Y también una búsqueda eterna, ya que continúa en las tres existencias del pasado, presente y futuro. También el kosen-rufu es un viaje muy, muy largo.
¿Cómo continuar este camino hacia la felicitad hasta el final? ¿Cómo vivir para convertir cada día de nuestra preciosa existencia exultante y colmada de valor? ¿Es necesaria una sabiduría profunda?
Existen, por ejemplo, momentos en los cuales estamos exhaustos o nos sentimos indispuestos: pero esto es natural, ya que estamos hechos de carne y hueso. En estas ocasiones, ¿cómo deberíamos comportarnos, con respecto al Gongyo, cuál debe ser nuestro comportamiento hacia el Daimoku? Hoy, para responder a las preguntas sobre las preocupaciones de cada día, quisiera afrontar estos puntos a la luz de las enseñanzas de Nichiren Daishonin. .
Fundamentalmente, Nichiren afirma que, según la situación, es correcto recitar Daimoku solamente y que no es necesario hacerlo sentados delante del Gohonzon. Esto lo escribió en respuesta a la esposa de uno de sus discípulos, Hiki Daigaku Saburo Yoshimoto, quien había preguntado si debía hacer su práctica budista cotidiana durante los períodos menstruales.
Desde los tiempos antiguos se creía comúnmente en Japón que las menstruaciones representaban una suerte de impureza y parecería que la mujer que hacía la pregunta a Nichiren se preocupaba si era correcto leer y recitar las escrituras budistas durante ese período. En su respuesta, Nichiren afirma que no hay razón para evitar la práctica durante las menstruaciones, porque cumplen una función biológica importante. Dada la época que se vivía, una opinión tal, resulta particularmente iluminada.
«...y [las menstruaciones]» afirma, «pueden también ser consideradas una enfermedad crónica recurrente» (Duemila Uno, n. 31, 1992, pag. 62), y prosigue explicando el tipo de práctica mas adecuada para tal ocasión.
Hoy en día, la cuestión de "impureza" con referencia a las menstruaciones no se considera.
Pero, en sentido amplio, podemos interpretar las palabras del Daishonin en este Gosho como aclaratorias instrucciones sobre como recitar el Sutra, o sea el Gongyo, cuando estamos enfermos o nos sentimos mal. En otras palabras él aquí enuncia el principio que el Gongyo es una práctica para seguir con elasticidad, según las circunstancias.
En un párrafo precedente del mismo Gosho, afirma: "Esta es algo que interesa a todas las mujeres y sobre la que ellas preguntan siempre. También en el pasado, muchos se encontraron con este problema, pero como las sagradas enseñanzas expuestas por el Buda en el curso de su vida no tocaron jamás este tema, ninguno pudo dar una clara prueba documental".
"Todos aquellos que han discutido la cuestión, estando en la imposibilidad de traer pruebas doctrinales basadas en las escrituras budistas, hablan solo arbitrariamente", dice el Daishonin. Él, en cambio, siempre usó las escrituras como base fundamental; y es por esto que también nosotros progresamos basándonos en el Gosho y, las escrituras del Último día de la Ley.
Análogamente, la costumbre de recitar cinco oraciones durante el Gongyo a la mañana y tres a la tarde, no resulta de ningún Gosho: es un procedimiento que apareció más tarde. En origen formaba parte de la práctica de los sacerdotes, pero hoy en día son ellos quienes no respetan más esta forma de oración. Es más que nunca notable que los laicos, con sus horarios estresantes, siguen cotidianamente esta práctica. Pero, dada su fe profunda y sincera, se esfuerzan por llevar adelante una práctica perfecta de cinco oraciones a la mañana y tres a la tarde, incluso cuando están cansados aunque esto signifique quedarse despiertos hasta tarde. Una fe así es infinitamente loable.
De todas formas, comportarse irrazonablemente puede causar serios daños a la salud, y esto se refiere sobretodo a las personas de mediana edad. En ciertos momentos y según las condiciones físicas, [en vez de hacer el Gongyo completo] tiene mayor valor recitar simplemente Daimoku durante un corto tiempo, o recitar solo tres Daimoku y después descansar. Esto lo debe decidir uno mismo. La fe es una búsqueda que nos esforzamos de llevar adelante para toda la vida. Pueden surgir momentos en los cuales no logramos hacer una práctica perfecta de Gongyo; pero mientras creamos en el Gohonzon y mantengamos un espíritu de búsqueda respecto de la fe, la buena fortuna no nos abandonará.
Hay una diferencia entre tener una fe fuerte y ponerse a prueba de modo irrazonable.
Lo que cuenta es tener la energía para vivir cada día con vigor y llenos de esperanza. Por eso en ciertas circunstancias puede ser mejor ir a la cama temprano y dormir bien toda la noche, de manera de recitar el Gongyo a la mañana frescos y reposados.
Durante nuestra existencia de mortales comunes, hacer Gongyo y recitar Daimoku significa encontrar con gran solemnidad al Buda Original. Es una ceremonia que hace surgir nuestro estado de Budeidad y nos permite revelar el Gohonzon que existe en lo profundo de nuestra vida. Por esta razón la práctica debe ser estimulante y llena de alegría: el Gongyo nos debe dejar frescos y llenos de vitalidad.
Puede darse que su Gongyo se haya convertido en una mera formalidad y sus ojos estén siempre fijos en el reloj, y más piensa en el tiempo y más parece que pasase lentamente... o quizás está tan cansado que no consigue concentrarse mientras lee la parte más larga del capítulo Juryo, pierde la continuidad, salta inadvertidamente algún renglón, después vuelve atrás: en resumen gira en vacío. O, el Daimoku es verdaderamente confuso porque está durmiéndose. Obviamente merece ser alabado, ya que a pesar de todo hace el esfuerzo de recitar el Gongyo.
Es importante ser sabios respecto a la práctica budista, de manera de respetar el principio que «la fe se manifiesta en la vida cotidiana». En este sentido, pienso que es mejor, si fuese posible, tratar de recitar el Gongyo a la tarde temprano, antes que se haga demasiado tarde. «...si lo considera oportuno» concluye el Daishonin «sin leer el Sutra, recite simplemente Nam-myoho-renge-kyo y evite inclinarse delante del Sutra [Gohonzon]».
Además, Nichiren Daishonin afirma que no es necesario hacer Gongyo o recitar Daimoku delante al Gohonzon. Aquí él considera también el caso en el que una persona (incapacitada por una enfermedad o por otras razones) pueda hacer Gongyo o recitar Daimoku acostada boca arriba. De este modo el Daishonin siempre demostró una gran flexibilidad sobre los aspectos formales de la práctica y siempre enseñó que: «Solo la fe es realmente importante».
Inútil es agregar que estas indicaciones no son una excusa para la haraganería y la negligencia de nuestra práctica básica, que debemos siempre esforzarnos por realizar con precisión. Si utilizan el Gosho con el fin de justificar la negligencia, serán únicamente ustedes a relegarse: no practicamos Budismo para ningún otro, sino solo y exclusivamente para nuestra felicidad.
La afirmación del Daishonin que está bien recitar simplemente Daimoku se basa en la premisa del gran beneficio de Nam-myoho-renge-kyo.
Él comienza este Gosho diciendo: «En el caso del Sutra del Loto, se puede recitar cada día el Sutra entero de veintiocho capítulos en ocho volúmenes; se puede recitar solamente un volumen o un capítulo, un verso, una frase, una palabra, o el Daimoku, Nam-myoho-renge-kyo, una sola vez al día».
En otras palabras, afirma que hay muchos modos diversos y posibles de recitar el Sutra del Loto. Luego prosigue: «...o una sola vez en la vida. O también puede regocijarse con oírlo recitar una sola vez en la vida, o también regocijarse sintiendo la voz de otro que goza en escucharlo...».
El sonido del Daimoku puede alegrar incluso a los otros, puede hacer nacer en ellos la alegría. Por eso, tratemos siempre de recitar un Daimoku vivaz y estimulante que provoque este tipo de reacción. Oír nuestras voces que invocan la Ley Mística, sentir la fe que tenemos en ella, puede dar alegría a los otros y hacerles comprender cuan maravillosos y llenos de fuerza son los miembros de la SGI, y como el estar con ellos deja siempre una impresión de felicidad y de frescura.
Otros, quizás están contentos cuando simplemente ven nuestras caras felices, iluminadas por una bella sonrisa. Justamente por esto, nuestro aspecto exterior es importante y está de acuerdo con el principio de que todos los fenómenos manifiestan el verdadero aspecto de la vida.
Y entre los amigos de nuestra organización, son verdaderamente evidentes los efectos de este tipo. Una persona tras la otra reacciona con alegría, una reacción en cadena: en este principio está la raíz de nuestro movimiento para acercar a los demás a la SGI.
El Daishonin prosigue, a propósito de esta cadena de alegría: «...y así siguiendo hasta la quincuagésima persona. Aunque al final el espíritu de la fe y la alegría resultarán debilitadas como las vagas sensaciones de niño de dos o tres años, o de una vaca o un caballo incapaz de distinguir lo primero de lo último, aún los beneficios que se reciben serán cien, mil, diez mil, cien mil veces mayores que los de las personas dotadas de inteligencia y de gran sabiduría que estudian otros Sutras, o de personas que conocen de memoria todos los Sutras, como Shariputra, Maudgalyayana, Monju y Miroku. Esto se lee tanto en el Sutra del Loto como en los sesenta volúmenes de los comentarios de T'ien-t'ai y de Miao-lo».
Es inmenso el beneficio de recitar Daimoku! Recitar Nam-myoho-renge-kyo aunque sea solo una vez produce beneficios enormes, eternos. Esta es la esencia de nuestra fe y debemos tener absoluta certeza sobre este punto. Basando sus observaciones en un fragmento del Sutra del Loto, el Daishonin afirma: «Ni siquiera la sabiduría de un Buda puede medir los beneficios obtenidos por tales personas... como podemos conocer tales beneficios nosotros, personas comunes culpables de haberlo contrariado [al Sutra]?»
Una sola flecha lanzada por un arquero excelente llega siempre al blanco. Del mismo modo, una oración fuerte y profunda ofrecida con un ichinen, o concentración de la mente, inquebrantable, puede tocar todo el universo, según el principio que un sólo instante de la vida contiene tres mil mundos (ichinen sanzen).
Dado que este es el beneficio que se puede obtener recitando un solo Daimoku, ¡algunos de ustedes estarán orgullosos de haber recitado hoy al menos tres horas! Obviamente, es importante sentirse satisfechos de la propia práctica y ningún fragmento del Gosho dice cuanto Daimoku o cuantas horas al día debamos recitar.
Es evidente que, si logran recitar mucho Daimoku, tanto mejor, solo les hará bien. Cada uno, sin embargo, debe decidir personalmente, basándose en su propia conciencia y determinación. La cantidad de Daimoku no es una cuestión de obligación o de forma.
Cada tanto, por ejemplo, escucho que alguien recitó ocho o diez horas en un solo día. Me inclino frente a la intensidad y a la seriedad de la fe de estas personas. Pero, si éstas descuidan sus responsabilidades u obligaciones y se limitan a recitar Daimoku, entonces no se puede decir que estén practicando Budismo según el principio de que «la fe se manifiesta en la vida de todos los días». No deben permitir que su vida cotidiana sea puesta de lado, ni causar sufrimiento o disgusto a los demás o a la familia, por recitar Daimoku mucho tiempo, y menos andar jactándose de eso. Tales comportamientos causan fácilmente malos entendidos en quienes les están alrededor y los vecinos quizás piensen que son fanáticos; el resultado puede provocar la pérdida de confianza de los otros y la degradación de la Ley.
Lo mismo vale en el interior de la organización. A veces hay grupos, sectores, etc. que conducen formalmente una «campaña de diez horas de Daimoku» o cosas por el estilo. No hay nada mas errado en una actividad así, emprendida por dos o tres personas que la quieran hacer, pero las dificultades surgen cuando se quiere imponer un régimen rígido igual para todos. Cada uno tiene ritmos cotidianos diversos, diversas cantidades de tiempo disponible, diferentes capacidades físicas, etc. Por eso una actividad de este tipo obligaría a realizar esfuerzos absurdos a gran número de personas. Es necesario siempre considerar atentamente cada aspecto, sin tratar jamás de convertir en obligatoria la participación. No deben incitar a las persona a estar presentes diciéndoles afirmaciones extremas, como por ejemplo: «Si no participas, quiere decir que no estas siguiendo a la SGI».
Es importante que las personas extraigan alegría, tranquilidad y esperanza de su práctica. Y debemos absolutamente evitar dar consejos que opriman a la persona o la hagan sufrir. Cuando dan consejos, los responsables deberían siempre tener presente las circunstancias y las condiciones de quienes tienen en frente. Yo espero por lo tanto que ofrezcan orientaciones claras, basadas sobre una firme convicción del gran beneficio que deriva de recitar Daimoku, pero también llenas de sabiduría y de sentido común, de modo que todos puedan accionar con alegría, según el principio de «fe es igual a vida cotidiana». Si un responsable desea lanzar una campaña de Daimoku para lograr que todos reciten más, lo importante es que él, antes que nadie, comience ofreciendo una oración profunda y fuerte. Sé que los miembros de Kansai se volverán un ejemplo para todo el resto del país.
Quisiera tocar el tema de la educación de los hijos. Algunos padres, con las mejores intenciones del mundo, creen que los hijos, simplemente haciendo Gongyo, pueden cambiar para mejor como por arte de magia. Se puede admirar la intensidad de su fe, pero es lógico que sin esforzarse en estudiar, el hijo no podrá ir bien en la escuela: esta es la realidad.
Solo mediante esfuerzos tenaces podemos desarrollar una verdadera habilidad, mientras el poder de la fe nos permite continuar esforzándonos, y nos permite hacer surgir la energía y la buena fortuna necesarias para extraer al máximo nuestra verdadera capacidad. Sin la habilidad innata y los esfuerzos tenaces, se obtiene poco.
La fe es una búsqueda que dura para toda la vida. Nuestros jóvenes de la División futuro deberían dar prioridad absoluta al estudio: para los niños, el principio de «fe es igual a vida cotidiana» significa estudiar sólidamente. El presidente Toda explicó una vez: «A los niños es suficiente enseñarles con claridad que, en los momentos de crisis, pueden vencer las dificultades con la fe».
Mientras los otros niños sonríen y van a la escuela felices, aquel que es agobiado continuamente para que haga Gongyo es condenado a sentirse triste y lúgubre. En ese caso, es fácil que la fe les resulte odiosa. Si un niño recita solo tres Daimoku al día, o solamente el capítulo Hoben y la parte Jigage del Gongyo, ya es maravilloso y deben alabarlo mucho. Creo que a los niños se les debe dejar un cierto grado de libertad, quizás diciéndoles: «Puedes irte rápido, yo voy a hacer el Gongyo por ti!», mientras se preparan para ir a escuela.
En toda ocasión, nosotros practicamos Budismo para vivir la más feliz de las existencias; crearse sufrimientos inútiles en nombre de la fe es una verdadera estupidez.
Las actividades de la SGI son para el kosen-rufu, son la «práctica para los demás»; realizarlas es como leer el Sutra con la propia vida. Un fragmento de las enseñanzas orales que explica el valor de los cinco caracteres chinos que forman Myoho-renge-kyo, dice: «Myo es la cabeza, ho el cuello, ren el pecho, ge el abdomen y kyo las piernas, y por lo tanto todo nuestro cuerpo representa los cinco caracteres de Myoho-renge-kyo». Aquí se dice que kyo, el carácter que significa «Sutra», corresponde a las piernas. Cuando se activa por el kosen-rufu no solamente con las piernas sino con todo el cuerpo, se llega a resplandecer como la entidad de Myoho-renge-kyo.
Nichiren afirma que en el Último día de la Ley: «Nam-myoho-renge-kyo comprende tanto la práctica para sí y para los otros». Solamente los miembros de la SGI han desarrollado correctamente esta práctica de recitar para sí y para los otros. En cuanto a los sacerdotes de la secta Nikken, no desarrollan correctamente la práctica para ellos mismos, y mucho menos ni una mínima alusión para los demás en la sociedad. Aprovechando las enseñanzas del Daishonin y de la fe de los miembros de la SGI, nos dejaron hacer todo el trabajo, limitándose a regodearse en el ocio. Son personas de naturaleza malévola y demoníaca.
En el mismo Gosho dirigido a la mujer que pedía consejos sobre algunos aspectos de su práctica budista, el Daishonin habla del principio de «adaptar la práctica al país» (zuiho bini), diciendo que se debe practicar Budismo de acuerdo con los usos y costumbres del país o de la zona en la que se vive; y condena con severidad la enseñanzas rígidas que no consideran ni las condiciones de vida cotidiana o las circunstancias de la gente, ni la realidad social.
En el pasado, por ejemplo, se les ha dicho a los budistas no japoneses que no están habituados a estar sentados de rodillas, que no debían sentarse en las sillas (mientras recitaban Gongyo o Daimoku), o han tratado de imponer usos o modos de pensar japoneses sin el mínimo cuidado por las circunstancias de estos creyentes.
El Daishonin dice que cuando se insiste en aplicar enseñanzas rígidas: «Se hiere la fe de muchos creyentes».
Estoy absolutamente de acuerdo: es imposible guiar un vasto número de personas usando la coerción o los sistemas absurdos y los movimientos que lo hacen no duran mucho. En vez de favorecer al kosen-rufu, tácticas de este tipo ponen a las personas en contra de la organización, que después terminan abandonando.
La conclusión es que se debe siempre evaluar el mejor modo de proceder para obtener la felicidad del país y de sus habitantes: ese es el espíritu del Budismo, el espíritu de Shakyamuni y el de Nichiren Daishonin. Su luz brilla en quienes poseen una sabiduría abierta que vaya de acuerdo con el buen sentido: una persona así tiene una fe verdaderamente fuerte.