Temas desarrollados:
LA VIDA VICTORIOSA. LA PRÁCTICA. EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN. LAS RAÍCES.
Material tomado de la “La Vida Victoriosa” editado por SGI-USA en abril de 2000, con el fin de apoyar la difusión de información pública sobre el budismo de Nichiren Daishonin.
Cada
uno de nosotros posee el potencial de tener una vida victoriosa. Dentro de
nosotros yace la habilidad de vivir con valor, de tener relaciones satisfactorias,
de gozar de buena salud y prosperidad, de sentir y mostrar compasión verdadera
hacia otros, y de tener el poder de enfrentar y superar nuestras dificultades
más profundas.
Lo
imprescindible para vivir una vida victoriosa es pasar por una transformación
interna que nos permita hacer resaltar nuestras mejores cualidades humanas y
cambiar nuestras situaciones. Este proceso es una revolución de nuestro propio
modo de ser, una revolución humana individual.
Imagínese
esta situación:
Tal
vez usted se siente menospreciado en su trabajo. Quizás su jefe sea conflictivo
o no lo toma en cuenta. Al poco tiempo, usted llega a sentir resentimiento.
Aunque usted sea un experto en ocultarla, de vez en cuando la negatividad surge
repentinamente con gran fuerza. Tal vez sus compañeros de trabajo o su jefe le
perciben como alguien que no está completamente dedicado al éxito de su trabajo
o que tiene una actitud negativa. Por supuesto existen innumerables y válidas
razones para su punto de vista. Pero, cualquiera que sea la razón, usted pierde
las oportunidades para avanzar debido a sus malas relaciones interpersonales.
Ésta es una situación típica en el ambiente laboral hoy en día.
Ahora
supongamos que usted empieza a llegar al trabajo con una nueva actitud, que no
es solamente un ajuste mental sino una nueva perspectiva reforzada por un
sentido profundo de vitalidad, confianza y misericordia, y fundada en una seria
autorreflexión. Debido a su nueva comprensión, usted trata a su jefe y su
situación de un modo distinto, ofreciéndole apoyo, y a la vez está menos
desanimado por cualquier negatividad que él o ella exhiba contra usted.
Su
supervisor empieza a mirarle con otros ojos. Nuevas oportunidades se presentan.
Obviamente, éste es un ejemplo muy sencillo y muchos de nosotros
diríamos que es algo natural de hacer; sin embargo, vivir de esta manera todos
los días requiere un cambio básico en nuestros corazones y carácter. Una vez
que se hace el cambio, tal como el efecto sinfín del dominó, podemos tener un
impacto continuo sobre la gente que nos rodea.
El
catalizador para experimentar esta revolución interna es la práctica del
budismo tal como lo enseñó Nichiren Daishonin. Nos provee con acceso inmediato
al potencial ilimitado inherente en nuestras existencias y por el cual podemos
triunfar en la vida.
Es
la promesa del budismo de Nichiren Daishonin de que podemos lograr un estado de
libertad y felicidad inquebrantable para nosotros mismos mientras creamos la
armonía con los demás.
El budismo es un modo de vida que, en el nivel más fundamental,
no hace ninguna distinción entre el ser humano individual y el medio ambiente
en que vive esa persona. Como un pez en el agua, los dos son, no sólo
inseparables, sino que cada uno sirve de catalizador para el otro. Así que, para
un budista, la autosuperación y el mejoramiento de sus circunstancias son
coexistentes. Los dos están tan entrelazados que sería incorrecto considerarlos
como dos entidades separadas. Al tratar los sufrimientos e ilusiones falsas de
los seres humanos, existe el resultante beneficio de mejores condiciones
sociales, puesto que el uno nace del otro, para bien o para mal.
Aunque
la palabra buda evoca imágenes de una
persona particular de la historia o quizás alguien de algún curso de religiones
del mundo que hemos tomado, también es una descripción del estado más elevado
de vida que podemos lograr. Buda
quiere decir "el iluminado" o “el que ha despertado” y el Buda
histórico (conocido por el nombre de Shakyamuni o Siddhartha Gautama) descubrió
que todos los seres humanos tienen el potencial para la iluminación o
"budeidad", en las profundidades de sus vidas. Se lo podría comparar
a un rosal en el invierno: las flores están en estado latente, aunque sabemos
que el arbusto contiene el potencial para florecer.
Asimismo,
al utilizar nuestro potencial, podemos hallar una abundancia de sabiduría,
valor, esperanza, confianza, compasión, vitalidad y resistencia. En vez de
evitar o temer a nuestros problemas, aprendemos a afrontarlos con gran
entusiasmo, seguros de nuestra capacidad de superar lo que la vida nos depara.
El
budismo también nos muestra la manera más satisfactoria de vivir entre otros.
Nos revela que cuando ayudamos a los demás a vencer sus problemas, se expanden
nuestras vidas. Cuando nuestra capacidad aumenta y se fortalece nuestro
carácter, el origen de nuestros problemas llega a estar bajo nuestro control.
Debido a que hacemos un cambio interno, la relación con nuestros problemas
también cambia, de modo que encontramos soluciones positivas en un número de
maneras asombrosas pero a la vez tangibles.
Mediante
este proceso de reformación interna, podemos también realizar nuestros sueños y
deseos. El budismo de Nichiren Daishonin es humanista y, primero que nada,
reconoce que ser humano significa tener deseos. Mientras procedemos hacia
nuestra revolución humana, elevamos nuestro estado de vida y, tal como si fuera
un imán, nos hace atraer a la vida lo que fomentará nuestra felicidad.
No
sólo realizamos nuestros deseos mientras cambiamos mediante la práctica
budista, sino que la misma búsqueda de dichos deseos por nuestra práctica es
como combustible para un cohete, que nos impulsa hacia nuestra iluminación.
La vida siempre cambia, de momento a momento,
continuamente. La única constante en la vida es el cambio. Nuestra vida es un
continuo fluir, y mientras que en un momento podemos tener el valor para
conquistar al mundo, en el próximo podemos estar abrumados por el más mínimo
acontecimiento. No obstante, por nuestra práctica firme y diaria, siempre fortalecemos
nuestra voluntad y habilidad de tener una vida de triunfo.
Ser
victorioso en la vida, sin embargo, no significa ni carecer de problemas ni
evitarlos. Ser humano, casi por definición, quiere decir que constantemente
debemos enfrentarnos con desafíos.
La
felicidad auténtica o la victoria en la vida es tener los medios para afrontar
cada obstáculo, vencerlo y hacernos más fuertes y más sabios mediante este
proceso. Dentro
de cada ser humano yace un arsenal de todas.
LA
PRÁCTICA
Hay
tres fundamentos a aplicar del budismo: la fe,
la práctica y el estudio. Son los ingredientes
principales de la receta para desarrollar nuestra innata condición iluminada o
budeidad. Los tres son esenciales. Mediante esta receta, experimentaremos la
prueba real de nuestra transformación, tanto bajo la forma de beneficio visible
como de beneficio invisible. La receta es universal. Estos principios básicos
son los mismos en todo país en donde se practica este budismo.
La
fe: Tradicionalmente, la religión ha pedido de sus creyentes
que tengan fe en sus principios antes de aceptar su religión, sin prueba alguna
de las afirmaciones de ella. Pero ¿cómo podemos tener fe en algo que no
conocemos? Si una religión no puede proveer algún beneficio a la vida de sus
creyentes y ayudarlos a superar sus luchas, ellos nunca pueden ser felices al
practicarla. Hoy en día, muchas religiones carecen de la capacidad de
verdaderamente habilitar a la gente a cambiar.
En
budismo, la fe se basa en la experiencia. El budismo de Nichiren Daishonin hace
hincapié en obtener "prueba real" del poder de la doctrina. La fe
comienza como una expectativa o esperanza de que algo suceda. Al comienzo de
esta travesía, si estamos dispuestos a probar la práctica y anticipar algún
resultado, entonces solidificamos nuestra fe, paso a paso, mientras se acumulan
ejemplos de la prueba real.
La
práctica: Para desarrollar nuestra fe, tenemos que
accionar. Solidificamos nuestra sabiduría y fuerza vital al manifestar nuestra
budeidad todos los días de una manera concreta. La práctica del budismo de
Nichiren Daishonin se compone de dos partes: practicar para nosotros mismos y
practicar para los demás. El practicar para nosotros mismos consiste
principalmente en invocar Nam-myoho-renge-kyo.
Cada
mañana y cada noche, los creyentes participan en un ritual que, además de
invocar Nam-myoho-renge-kyo, incluye recitar dos capítulos importantes del
Sutra del Loto. Dichos capítulos explican que cada individuo posee el potencial
de lograr la iluminación y que la vida, en sí, es eterna. A esta ceremonia se
la denomina gongyo (literalmente
"práctica asidua"). Practicar para los demás consiste en accionar,
basándonos en la misericordia, para ayudar a otras personas a que obtengan los
medios para lograr mejoras personales en sus vidas; es similar a lo que
nosotros ya experimentamos en nuestra propia relación con las enseñanzas de
Nichiren Daishonin. El desarrollo de nuestra misericordia, por medio de la
práctica para los demás, también constituye un beneficio directo para nosotros
mismos.
El
estudio: Para llegar a tener la convicción de que
esta práctica es válida, y para comprender por qué nuestros esfuerzos
conducirán a un resultado concreto, es indispensable estudiar los principios
básicos de este budismo. La base del estudio proviene del fundador mismo,
Nichiren Daishonin. Hace más de 700 años, él instruyó a sus adeptos en la
manera correcta de practicar, y sus escritos, que han sido preservados y
traducidos al inglés, español y otros idiomas, nos dan una perspectiva valiosa
de cómo esta práctica nos brinda provecho hoy en día.
La
Soka Gakkai Internacional (SGI) se formó para apoyar a los practicantes del
budismo de Nichiren Daishonin y asistirlos a enseñar a los demás en una escala
mundial. Hoy en día, hay unos 12 millones de miembros en más de 190 países y la
filial argentina se llama SGIAR. La SGI ha preparado varios materiales de
estudio que proporcionan un tratamiento más profundo de la teoría budista,
además de brindar aplicaciones prácticas por medio de los testimonios de los
miembros. También existen traducciones de las enseñanzas originales del
budismo, como el Sutra del Loto. Al ayudar a crear la comprensión y la
confianza, los materiales de estudio nos brindan aliento vital, especialmente
en los momentos críticos.
La oración básica o lo que invocamos es
Nam-myoho-renge-kyo. Éste es el nombre de la Ley Mística que rige la vida
eternamente por todo el universo. Nichiren Daishonin reveló esta ley como el
principio fundamental dentro de la enseñanza máxima del budismo, el Sutra del
Loto. Toda vida es una expresión o manifestación de dicha ley. Así que, cuando
invocamos palabras de esta Ley Mística, armonizamos nuestras vidas con el ritmo
perfecto del universo. El resultado: un aumento de la fuerza vital, sabiduría,
misericordia y la buena fortuna necesarias para enfrentar los desafíos que se
nos presentan. El significado de Nam-myoho-renge-kyo es el siguiente:
Nam: Devoción.
Al dedicar nuestras vidas a esta ley mediante la fe, la práctica y el estudio,
despertaremos la condición de vida de buda o iluminación, en el interior de
nosotros mismos.
Myoho: Ley
Mística. Tal como explicó el Daishonin en uno de sus escritos: «Entonces, ¿qué significa myo? Es
simplemente la naturaleza mística de nuestra vida a cada momento, que el
corazón es incapaz de captar y que las palabras no pueden expresar. Cuando uno
contempla su propia mente en cualquier momento, no percibe ni color ni forma
para verificar que existe. No obstante, tampoco puede decir que no existe, pues
todo el tiempo diversos pensamientos ocurren en su mente. La vida es
ciertamente una realidad elusiva que trasciende las palabras y los conceptos de
existencia y no-existencia. No es existencia y tampoco es no-existencia, sin
embargo, exhibe las cualidades de ambas. Es la entidad mística que es la realidad
de todas las cosas. Myo es el nombre que se le da a la naturaleza mística y ho
a sus funciones o manifestaciones.» (de "Sobre el logro de la
budeidad").
Renge:
Literalmente la "flor de loto" que florece y produce semillas a la
vez. Esto representa la simultaneidad de la causa y el efecto. Creamos causas
mediante nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones. Con cada
causa que hacemos, un efecto se registra simultáneamente en las profundidades
de la vida, y los efectos se manifiestan cuando nos encontramos con las
circunstancias correctas en nuestro medio ambiente. La vida misma es una serie
de causas y efectos simultáneos sin fin. El invocar Nam-myoho-renge-kyo es la
causa más profunda que podemos hacer para lograr nuestro efecto más deseable.
Kyo: Sonido o
enseñanza. Ésta es la manera en que el Buda ha instruido tradicionalmente -
mediante la palabra hablada, la cual se oye.
Myoho-renge-kyo
es el título del Sutra del Loto y contiene su significado esencial. Nichiren
Daishonin agregó namu (abreviado a nam), que viene del sánscrito.
Nam-myoho-renge-kyo es la invocación máxima de la vida, a menudo conocido como
el lenguaje del Buda.
No
existe ningún requisito ni regla en cuanto a la razón por la cual uno debe
invocar la Ley Mística. Simplemente tomamos la decisión de comenzar a invocar
Nam-myoho-renge-kyo y, al hacerlo, experimentamos la energía y sabiduría para
lograr una vida plena.
Durante
los sesenta años desde que este budismo ha llegado a ser accesible globalmente
gracias al esfuerzo de la Soka Gakkai, millones de personas han invocado
daimoku sobre todo problema y meta concebible, desde las crisis de salud o
económicas más graves hasta los asuntos más apremiantes del espíritu. Cuando
invocamos la Ley Mística, contrario a la mayoría de las religiones
occidentales, no rezamos a una divinidad externa investida de características y
atributos humanos -como lo es el juzgar, por ejemplo- sino que nuestras
oraciones se dirigen directo hacia las profundidades de nuestro ser.
Esta
ley universal es imparcial, y una oración no vale más que otra. La única
cuestión es si podemos crear valor en nuestras vidas y ayudar a otros a hacer
lo mismo. Como enseña el Daishonin, alcanzamos la iluminación mediante una
transformación continua que sucede en lo más profundo de nuestra existencia, a
la vez que buscamos cumplir nuestros deseos y resolver nuestros conflictos.
Es
imprescindible entender que nuestras oraciones se concretan porque extraemos de
nosotros mismos la condición más elevada y la sabiduría necesarias para
accionar de manera correcta.
Una
vez que las personas comienzan a experimentar los beneficios de invocar
Nam-myoho-renge-kyo, puede que decidan comprometerse de manera más profunda y
empezar a tener una práctica budista más completa. Después de empezar a
practicar el budismo, el primer hito es recibir el Gohonzon, el objeto de
veneración del budismo de Nichiren Daishonin. El Daishonin inscribió su
iluminación en la forma de un mandala llamado Gohonzon. Los creyentes invocan
Nam-myoho-renge-kyo al Gohonzon, inscrito en forma de pergamino, el cual
conservan religiosamente en sus propias casas.
En
el Gohonzon, Nichiren Daishonin representó su iluminación o budeidad -condición
iluminada del universo- de manera gráfica. Lo importante es que la misma capacidad
para manifestar la iluminación existe dentro de cada uno de nosotros y, cuando
fusionamos nuestras vidas con el Gohonzon al invocar Nam-myoho-renge-kyo,
establecemos conexión con esa condición de vida iluminada que es nuestra propia
budeidad.
Por
esta razón, el Daishonin se refiere al Gohonzon como un espejo del yo interior.
Es una manera de ver adentro de nosotros mismos para comenzar a modificar lo
que no nos gusta, y para fortalecer aquello que sí nos gusta. Poseemos el
potencial de manifestar diferentes condiciones de vida, que surgen cuando
entramos en contacto con diferentes estímulos externos. Por ejemplo, tal vez
alguien sea bastante apacible, pero otra persona puede decirle algo que
provoque una explosión de ira. Este ataque de furia estaba inactivo hasta que
fue provocado por el entorno. Para que surja nuestro potencial de condición
vital más alta -nuestra budeidad- también se requiere de un estímulo. Cuando
desarrollamos nuestra convicción, llegamos a ver que el Gohonzon es el estímulo
externo más positivo y que, invocar Nam-myoho-renge-kyo frente a él, constituye
la causa interna que activa el estado latente de budeidad en nuestras vidas.
Cada
Gohonzon es entronizado en un altar en la casa de la persona que practica este
budismo, en un lugar en donde esté protegido de la rutina cotidiana de las
personas que allí viven.
¿Con qué frecuencia debemos invocar daimoku? Nuestro ritual
básico, que incluye repetir Nam-myoho-renge-kyo, recitar fragmentos del Sutra
del Loto y ofrecer oraciones silenciosas, se realiza asiduamente cada mañana y
cada noche. La práctica principal es invocar Nam-myoho-renge-kyo y es similar
al combustible para un motor, mientras que recitar el Sutra es una práctica
suplementaria, como lo es agregar aceite al motor. Combinar ambos es lo más
eficaz, y así sentimos la seguridad de funcionar a pleno.
También
tenemos la libertad de invocar la Ley Mística con tanta frecuencia como
deseemos y hasta sentirnos totalmente satisfechos. La mayoría de los
principiantes prueban invocar daimoku hasta que experimentan algo tangible,
algo así como "probar el funcionamiento de un coche". La duración de
cualquier sesión de invocación de daimoku depende de las preferencias y
necesidades de cada individuo. Sin embargo, el ritual completo de la mañana y
la noche debe de llegar a ser la base de nuestra práctica diaria, un momento
especial en que podemos comunicarnos directamente con el ritmo del universo.
Cuando comenzamos a ver la prueba verdadera del poder de nuestra práctica
budista, naturalmente llegamos a compartir nuestras experiencias con nuestros
amigos y los alentamos a probar la práctica también. El objetivo final de la SGI es contribuir a establecer un mundo
pacífico
En
en el cual todas las personas experimenten la felicidad. Podemos ampliar
nuestra vida y experimentar una condición de vida más fuerte al intentar ayudar
a otros. Este estilo de vida, basado en la misericordia, contribuye a que
fortalezcamos nuestra propia naturaleza de buda. Es la interacción altruista
con las personas en nuestra vida diaria la que nos ayuda a crecer y a
manifestar la iluminación.
Ésta no es solamente una teoría
budista, sino que la mayoría de las personas reconocen la satisfacción y el
crecimiento personal que acompañan sus esfuerzos al ayudar sinceramente a
otros. Practicar el budismo para superar nuestros problemas o circunstancias
nos brinda una sabiduría que podemos compartir con los demás. Podemos invocar
daimoku por nuestras familias y amigos, podemos alentarlos a practicar y
podemos comenzar a desplegar nuestra propia transformación para que otros se
sientan alentados a buscar la fuente de nuestros grandes cambios y nuestra
nueva libertad personal.
EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN
La
naturaleza de buda no es sólo un sentimiento feliz ni una dicha existencial: es
un estado de vida real basado en la Ley Mística del universo. No necesitamos
entender exactamente cómo funciona esta Ley Mística para poder usarla para
nuestro beneficio. Las leyes de la naturaleza no requieren ni que las
comprendamos ni que creamos en ellas. Aunque no podamos "ver" la ley
de gravedad, podemos atestiguar que existe. La ley de la vida (la Ley Mística),
que es la que el budismo postula, es demasiado profunda para tratar
completamente aquí. No obstante, a continuación explicaremos algunos conceptos
básicos:
LA ETERNIDAD DE LA
VIDA
Algunas
religiones enseñan que vivimos solamente una vida y, cuando morimos, nos vamos
permanentemente a un más allá bello, como el cielo, o a una eterna y horrenda
cámara de torturas, el infierno. Sin embargo, en lo que se refiere a eternidad
de la vida desde el punto de vista budista, la vida o esencia de cada uno no
posee comienzo ni fin verdadero. Vivimos muchas vidas, repitiendo el ciclo del
nacimiento y la muerte. Igual que cuando dormimos en la noche, refrescamos el
cuerpo y nos despertamos de nuevo.
El
budismo explica que nuestras vidas poseen un aspecto eterno e invariable.
Cuando morimos, aunque cesen las funciones vitales, la esencia misma de
nuestras vidas -nuestra identidad eterna, con una miríada de causas grabadas en
ella, continúa en una forma que no se puede ver. La muerte, así, se convierte
en el potencial de vivir. Es comparable a un rosal en invierno, que contiene el
potencial interno para tener flores (la vida) y, cuando las circunstancias
externas correctas están presentes (la primavera), las rosas florecen (el
nacimiento).
Todo
lo que hemos hecho hasta este momento llega a ser la suma de quiénes somos.
Ésta es la ley de causa y efecto. Por cada causa, tiene que haber un efecto.
Esto es el karma. Hacemos innumerables causas cada día a través de nuestros
pensamientos, palabras y acciones; y experimentamos un efecto por cada causa.
El
budismo explica que, esencialmente, esta ley de causa y efecto es simultánea.
En el momento en que se creó una causa, se registra un efecto, como una semilla
sembrada en las profundidades de la vida. De hecho, esta ley está simbolizada
por la flor del loto, que brota y florece a la vez. Aunque el efecto esté
sembrado en el mismo momento en que se crea la causa, puede que no aparezca
instantáneamente. Cuando aparecen las circunstancias externas correctas, el
efecto se transformará de lo potencial a lo real. Visto de otra manera, nuestro
karma es como un saldo bancario de efectos latentes que experimentaremos cuando
en nuestras vidas se den las condiciones ambientales apropiadas.
Mientras
estamos vivos (haciendo causas), los efectos residen dentro de nosotros y, al
morir, esos efectos determinan las circunstancias de nuestro nacimiento en la
próxima existencia. De modo que cuando renacemos, todavía enfrentamos los
mismos problemas o karma de las causas que hemos hecho. Esto contribuye en gran
medida a explicar por qué las personas nacen bajo circunstancias tan distintas
o, en otras palabras, porqué cada persona posee un karma diferente.
Este
principio sugiere que podemos cambiar nuestro karma o destino, el cual creíamos
inmutable. Ésta es la gran esperanza y promesa que brinda la práctica budista.
Mientras, en teoría, lo único que debemos hacer es crear las mejores causas
para obtener los mejores efectos, frecuentemente sentimos que tenemos poco
control sobre las causas que hacemos. Un ejemplo principal sería cuando estamos
enfadados y decimos algo que no queríamos decir a aquellos con quienes estamos
muy unidos. En tales momentos, la condición de ira puede parecer más intensa
que nuestro carácter general. Sin embargo, cuando practicamos el budismo,
podemos establecer la budeidad como nuestra condición de vida básica y afrontar
nuestras circunstancias llenos de sabiduría y misericordia.
LOS DIEZ MUNDOS
Una
manera en que el budismo explica la vida es mediante el concepto de "los
diez mundos". Estos son diez estados o condiciones de vida que
experimentamos dentro de nosotros y que después se manifiestan en todos los
aspectos de nuestras vidas. Cada uno de nosotros posee el potencial para todos
los diez, y fluctuamos de uno a otro en cualquier momento, según nuestra
interacción con el entorno. O sea, en cada momento, uno de los diez mundos se
manifiesta y los otros nueve permanecen latentes. Del inferior al superior, son
a continuación:
Infierno
- Éste es un estado de sufrimiento y desesperación, en el cual percibimos que
no tenemos libertad de acción. Se caracteriza por el impulso de destruirnos a
nosotros mismos y a todo lo que nos rodea.
Hambre
- El hambre es un estado del ser dominado por el deseo insaciable de dinero,
poder, posición social o lo que sea. Mientras los deseos son una parte
inherente de cualquiera de los diez mundos, en este estado estamos a merced de
nuestras ansias y no podemos controlarlas.
Animalidad
- En este estado estamos regidos por los instintos. No desplegamos ni la razón,
ni la moral, ni la habilidad de hacer decisiones a largo plazo. En este mundo
de la animalidad, operamos de esta forma: "el pez grande se come al pez
chico". No vacilamos en aprovecharnos de los más débiles y adular a los
que son más fuertes.
Ira
- en este próximo estado, emerge una conciencia del yo, pero es un yo egoísta,
avaro, desvirtuado, determinado a ganar a los demás a toda costa, y que percibe
todo como una amenaza posible a sí mismo. En este estado, sólo nos estimamos a
nosotros mismos y tendemos a despreciar a otros. Estamos firmemente aferrados a
la idea de nuestra propia superioridad y no podemos soportar admitir que
alguien nos supere en algo.
Humanidad
(también llamado Tranquilidad) - Éste es un estado de vida calmado, pasivo, del
que podemos cambiar fácilmente hacia los cuatro mundos inferiores. Aunque por
lo general nos comportamos de una manera humana, somos muy vulnerables a las
potentes influencias externas.
Éxtasis
- Éste es un estado de regocijo intenso que se deriva, por ejemplo, de realizar
algún deseo, de sentirse bien físicamente o de una satisfacción interna. Aunque
sea intensa, la alegría que uno experimenta en este estado es efímera y también
vulnerable a influencias externas.
Los seis estados desde Infierno hasta
Éxtasis se denominan los Seis Caminos
o Seis Mundos Inferiores. Lo que
tienen en común es el hecho de que su aparición o desaparición se guía por
circunstancias externas. Tomemos el ejemplo de un hombre obsesionado por el
deseo por el deseo de encontrar a alguien que lo ame (Hambre). Cuando por fin
conoce a aquella persona, se siente feliz y satisfecho (Éxtasis). Con el
tiempo, rivales potenciales aparecen en escena y él es presa de los celos
(Ira). Eventualmente, su posesividad ahuyenta a su ser querido. Agobiado por la
desesperación (Infierno), no siente que valga la pena vivir. De esta manera,
muchos de nosotros pasamos la vida yendo de acá para allá, atrapados dentro de
los Seis Caminos sin jamás darnos cuenta de que estamos dominados por nuestras
reacciones al medio ambiente. Toda felicidad o satisfacción que se obtiene en
estos estados depende totalmente de las circunstancias y, por ende, es
transitoria y sujeta al cambio.
En
estos seis mundos inferiores, basamos toda nuestra felicidad, realmente nuestra
identidad completa, sobre aspectos exteriores.
Los
siguientes dos estados, Aprendizaje y Comprensión, surgen cuando reconocemos
que todo lo experimentado en los seis caminos es impermanente y comenzamos a
buscar alguna verdad duradera. Estos dos estados, más los dos siguientes
-Bodhisattva y Buda- se conocen en conjunto como los Cuatro Mundos Nobles. A diferencia de los Seis Caminos, que son
reacciones pasivas al ambiente, estos cuatro estados superiores se logran por
medio de un esfuerzo deliberado y activo.
Aprendizaje
- En este estado, buscamos la verdad mediante las enseñanzas o experiencias de
otros.
Comprensión
- Este estado es parecido al de Aprendizaje, salvo que en este mundo buscamos
la verdad no a través de las enseñanzas de otras personas, sino por medio de
nuestra propia percepción directa del mundo.
Aprendizaje
y Comprensión, en su conjunto, se denominan los Dos Vehículos. Habiendo
comprendido la impermanencia de las cosas, las personas, cuando están en estos
estados, han ganado cierto grado de independencia y ya no están sujetas a sus
propias reacciones, a diferencia de aquéllas que se encuentran en los seis estados
más bajos. Sin embargo, tienden a mirar con desdén a los que están en los seis
caminos, o sea quienes no han alcanzado este nivel de comprensión aún. Además,
su búsqueda de la verdad es, en gran parte, una cuestión de interés propio, de
manera tal que en estos dos estados hay una gran posibilidad de que exista
todavía el egoísmo. Las personas en estos estados tienden a sentirse
satisfechas con su progreso, sin llegar a descubrir el potencial supremo de la
vida humana: los estados noveno y décimo.
Bodhisattva
- Los bodhisattvas son quienes aspiran a lograr la iluminación y a la vez están
comprometidos a que todos los demás seres humanos la alcancen también. Teniendo
conciencia de los lazos que nos unen a todos los demás, en este estado
comprendemos que toda felicidad que gozamos únicamente nosotros es parcial, y
por eso nos dedicamos a aliviar el sufrimiento de otros. Los que están en este
estado encuentran que su mayor satisfacción proviene del comportamiento
altruista.
Los
estados desde Infierno hasta Bodhisattva se denominan, en su conjunto, los
Nueve Mundos. Esta expresión se utiliza a menudo para indicar el contraste con
el Décimo Mundo, el estado iluminado de la Budeidad.
Buda - La
Budeidad es un estado dinámico que es difícil de describir. En parte, podemos
describirlo como un estado de libertad perfecta en el cual despertamos a la
verdad fundamental de la vida. Se caracteriza por la misericordia infinita y la
sabiduría ilimitada. En este estado, de una manera armoniosa, podemos resolver
lo que desde el punto de vista de los Nueve Mundos parecen ser contradicciones
insolubles. Un sutra budista describe los atributos de la vida del Buda como un
yo verdadero, libertad perfecta de los lazos kármicos por toda la eternidad,
una vida depurada de esperanzas vanas, y la felicidad absoluta. También, el
estado de Budeidad se expresa físicamente como la manera de ser del Bodhisattva
o como las acciones de un Bodhisattva.
LA POSESIÓN
MUTUA DE LOS DIEZ MUNDOS
Originalmente,
se consideraba que los diez mundos eran esferas físicas distintas en las que
los seres nacían como resultado de la acumulación del karma.
Por
ejemplo, los seres humanos nacían en el mundo de Humanidad, los animales en el
de Animalidad y los dioses en el de Éxtasis. Sin embargo, en el budismo de
Nichiren Daishonin, se consideran los diez mundos como condiciones de la vida
que todas las personas tienen el potencial de experimentar. En cualquier
momento, uno de los diez mundos se manifiesta y los otros nueve están latentes,
pero siempre existe el potencial para cambiar.
Este
principio además se expresa como la posesión mutua de los diez mundos: el
concepto de que cada uno de los diez mundos o estados comprende a todos los
diez mundos dentro de sí. Por ejemplo, una persona que está experimentando ahora
el estado de Infierno, puede, al momento siguiente, o bien permanecer en ese
estado de Infierno o bien manifestar cualquiera de los otros nueve estados. La
implicancia vital de este principio es que todas las personas, en cualquiera de
los estados de la vida en que se encuentren, tienen la capacidad siempre
presente de manifestar la budeidad. Y, al igual de importante, la budeidad se
encuentra dentro de la realidad de nuestras vidas en los otros nueve mundos, no
en algún otro lugar.
A
lo largo del día, experimentamos diferentes estados, momento a momento, como
respuesta a nuestra interacción con el ambiente. Ver a alguien sufriendo puede
provocar el mundo misericordioso del Bodhisattva, y el perder a un ser querido
puede hundirnos en el mundo del Infierno. No obstante, todos nosotros tenemos
uno o más mundos alrededor de los cuales se centran nuestras actividades
vitales y a los cuales tendemos a volver cuando los estímulos externos amainan.
Ésta es la tendencia básica de vida de uno, y ha sido establecida por cada
individuo por sus acciones previas. Las vidas de algunas personas giran
alrededor de los tres malos caminos, algunas van y vienen entre los seis mundos
inferiores, y algunas están motivadas en primer lugar por el deseo de buscar la
verdad que caracteriza los dos vehículos. El objetivo de la práctica budista es
elevar la tendencia básica de vida y, con el tiempo, establecer la budeidad
como su estado fundamental.
El
establecer la budeidad como nuestra tendencia básica de vida no significa eliminar
los otros nueve mundos. Todos estos estados son aspectos integrales y
necesarios de la vida. Sin experimentar los sufrimientos del Infierno, nunca
podríamos sentir verdadera misericordia hacia otros. Sin los deseos instintivos
representados por el mundo del Hambre y la Animalidad, nos olvidaríamos de
comer, dormir y reproducirnos, y pronto estaríamos extintos. Aún si
establecemos la budeidad como nuestra tendencia vital básica, seguiremos
experimentando los momentos de júbilo y tristeza de los nueve mundos. Sin
embargo, estos no nos dominarán y no nos definiremos en términos de ellos.
Basándonos en la tendencia vital de la budeidad, nuestros nueve mundos se
armonizarán y funcionarán para beneficio de nosotros mismos y de aquellos en
nuestro alrededor.
LA UNIDAD DE
LA VIDA Y SU MEDIO AMBIENTE
El
principio de la unidad de la vida y su medio ambiente describe la relación
inseparable del individuo y el ambiente. Por lo general, tendemos a considerar
el entorno como algo separado de nosotros y, desde el punto de vista de lo que
podemos observar, tenemos razón en hacer esta distinción. No obstante, desde el
punto de vista de la realidad fundamental, el individuo y el medio ambiente son
uno e inseparables. La vida se manifiesta tanto en un sujeto viviente como en
un ambiente objetivo.
La
“vida” implica un “yo” subjetivo que experimenta los efectos kármicos de
acciones pasadas. El ambiente es la esfera objetiva donde los efectos kármicos
de la vida toman forma. Acá, el ambiente no quiere decir un único contexto global
en el que todos los seres viven. Cada ser viviente tiene su propio entorno en
el que los efectos del karma aparecen. Los efectos del karma de uno, tanto los
buenos como los malos, se manifiestan tanto en uno mismo como en el medio
ambiente, puesto que son dos fases integrantes de la misma entidad.
Ya
que la vida y su medio ambiente son uno, cualquiera de los diez mundos que un
individuo manifiesta en su interior, se refleja en el entorno de él o ella. Por
ejemplo, una persona que está en el estado de Infierno percibirá el medio
ambiente como sufrimiento horrible, mientras que una persona que está en el
estado de Animalidad verá el mismo ambiente como una selva donde sólo los
fuertes sobreviven.
Esta
idea conlleva importantes repercusiones. Primero que nada, y como ya
mencionamos, no hace falta que busquemos la iluminación en un lugar particular.
Dondequiera que estemos, bajo cualquier circunstancia, podemos hacer surgir
nuestra budeidad innata mediante nuestra práctica budista, transformando así nuestra
experiencia del medio ambiente en la tierra del buda. Éste es un acto de
libertad por el que nos libramos del dominio de las circunstancias. Por
ejemplo, si elevamos nuestra condición de vida lo suficiente, no seremos
aplastados por la adversidad, sino que podremos disponer de fuerza y sabiduría
y usarlas de una manera constructiva para nuestro propio desarrollo.
Además,
mientras acumulamos el karma “positivo” al practicar el budismo, los efectos
del karma se harán evidentes, no sólo reflejados en nosotros mismos sino en
nuestro entorno también -bajo la forma de mejores circunstancias materiales,
mayor respeto de los demás, etcétera.
Visto
así, nuestro medio ambiente se expande hasta abarcar la dimensión entera del
espacio. Por lo tanto, nuestra iluminación no se limita a nosotros mismos sino
que ejerce una influencia sobre nuestras familias, comunidades, naciones y,
finalmente, sobre toda la humanidad. El principio de la unidad de la vida y su
medio ambiente es la razón fundamental para afirmar que la práctica budista de
una sola persona efectuará una transformación en toda la sociedad.
El
budismo amplía la entera realidad de la vida y nos muestra la manera de tener
una vida victoriosa, la existencia más satisfactoria y completa.
LAS RAÍCES
El
budismo es una de las religiones más antiguas del mundo. La esencia del budismo
radica en la búsqueda de la comprensión de la vida misma y de ayudar a las
personas a superar sus sufrimientos básicos. El budismo de Nichiren Daishonin
traza sus orígenes hasta las enseñanzas de Shakyamuni, quien vivió hace 2500
años.
Conocido
por el nombre de Siddharta Gautama, cuando era muy joven, a los 19 años de edad,
se convirtió en heredero real en el norte de India. Su existencia en el palacio
estaba muy alejada de la vida cotidiana de la gente común. Así que, cuando
descubrió cuánto sufría la gente fuera de los muros del palacio, emprendió la
búsqueda de cómo superar las raíces del sufrimiento humano.
Shakyamuni
hizo de su propósito en la vida el encontrar soluciones a los sufrimientos
ineludibles de la existencia. Buscó los mejores maestros de su época y practicó
las formas más extremas de ascetismo que ellos proponían como medio parda
alcanzar la realidad fundamental de la vida. Después de seguir sus enseñanzas
durante varios años y ya a punto de morir a causa de los ayunos, Shakyamuni
tomó conciencia de que su camino era demasiado severo y despertó a la sabiduría
del “Camino Medio”, ni el extremo de la austeridad ni el de la indulgencia.
Después
de aceptar comida de una joven, se sentó bajo el árbol “bodhi” (pipal, una
variedad de higuera). Allí entró en un estado profundo de meditación y, al
final, alcanzó la iluminación. Inmediatamente comenzó a enseñar a toda persona
que lo escuchara. Dialogaba tanto con admiradores como con oponentes por igual,
con el propósito de transmitir su conocimiento y aguda comprensión de la
condición humana. Puesto que el alcance del entendimiento de Shakyamuni
superaba al de los más sabios de su época, tuvo que preparar a sus oyentes
enseñándoles primero las doctrinas más fáciles de comprender, utilizando
parábolas y analogías de la vida cotidiana. De esta manera, pudo elevar la
condición de vida de los que instruía, siempre manteniendo su intención
fundamental de mostrar a la gente que inherentemente poseían la budeidad, y que
podrían desarrollar las cualidades necesarias para vencer sus sufrimientos.
Durante
los cuarenta y dos años posteriores a su propio despertar -que ocurrió cuando
contaba con 30 años, se dedicó a comunicar parte de su iluminación a los demás.
Pero durante los ocho años finales de su vida, expuso sus máximas enseñanzas,
que más tarde fueron recopiladas como el Sutra del Loto. El Sutra del Loto es
único entre las doctrinas del budismo, ya que firma que manifestar la iluminación
es posible para todas las personas, sin distinción de etnias, sexo, posición
social o educación. El budismo tal como está expresado en el Sutra del Loto, es
una enseñanza poderosa, afirmativa de la vida, igualitaria y humanista.
Luego
del fallecimiento de Shakyamuni, se propagaron varias escuelas de budismo por
toda Asia. Era de esperar que una amplia gama de escuelas interpretativas del
budismo surgiera, puesto que en sus cincuenta años de enseñanza había empleado
una variedad de medios para transmitir su iluminación a personas de diversas
capacidades y circunstancias.
El
sutra del Loto obtuvo singular prominencia mientras se propagaba desde el Asia
Central hacia China, Corea y Japón. No obstante, al mismo tiempo imperaba la
confusión acerca de la verdadera naturaleza del budismo y de la superioridad
relativa de determinado sutra sobre los demás. Para solucionar este problema,
los grandes pensadores de la época comparaban y sistematizaban las varias
enseñanzas. Con el tiempo, un erudito de China llamado Chi-i (luego conocido
por el nombre de Gran Maestro T’ien-t’ai) formuló un estándar definitivo para
juzgarlas. Este sistema clasificó así las enseñanzas de Shakyamuni de acuerdo
al orden en que éste las expuso, la naturaleza de la doctrina particular enseñada
en cada sutra, y el método de su exposición. Al clasificar las doctrinas de
esta manera, T’ien-t’ai aclaró que todos los sutras eran medios de preparación
para la enseñanza suprema: el Sutra del Loto.
Sin
embargo, fue Nichiren Daishonin en el Japón quien dio el paso fundamental de
transformar la teoría profunda en una práctica sencilla y así permitir a la
gente común que pudiera revelar su máximo estado de vida en medio de la
realidad cotidiana.
El
Daishonin se dio cuenta de que su propósito era revelar esta verdad fundamental
a las personas de su época y para toda la eternidad. Por ende, el budismo de
Nichiren Daishonin es para la época actual, y Shakyamuni y T’ien-t’ai
prepararon el terreno.
Nichiren
Daishonin vivió de 1222 hasta 1282 durante un período tumultuoso de malestar
social y catástrofes naturales. Hijo de un pescador, se hizo acólito religioso
y, después de un período de intensos estudios, llegó a darse cuenta de que el
Sutra del Loto constituía la médula de las enseñanzas budistas.
Además,
lo llevó fuera de la esfera de la contemplación teórica hacia una práctica
verdadera, cuando invocó Nam-myoho-renge-kyo por primera vez el 28 de abril de
1253, y más tarde inscribió el Gohonzon, el objeto de veneración para toda la
humanidad.
Posteriormente,
dedicó su vida a compartir su comprensión de la ley, a pesar de enfrentar
numerosas persecuciones por predicar lo que se consideraba como una doctrina
subversiva. Al declarar que abrazar esta Ley tenía el poder de permitirle a
todo individuo manifestar la iluminación, Nichiren Daishonin perturbó a la
clase gobernante de políticos y sacerdotes quienes adherían a otras formas de
budismo. No obstante, lo siguió un grupo de fieles creyentes. En particular, él
abrazaba a la gente común, de cualquier condición.
Después
de que falleciera Nichiren Daishonin, su discípulo más cercano, Nikko, mantuvo
vivo el espíritu verdadero del budismo. A lo largo de los seis siglos
siguientes, un grupo religioso relativamente pequeño preservó el budismo del
Daishonin hasta principios del siglo XX.
Tsunesaburo
Makiguchi (1871-1944), un educador de Japón, se dedicó apasionadamente a la
reforma del sistema educativo japonés, el cual enfatizaba el aprendizaje de
memoria en lugar del pensamiento crítico independiente. Se esforzó por
desarrollar modos de enseñanza que liberaran el potencial del individuo.
Después de estudiar las enseñanzas de Nichiren Daishonin, se dio cuenta de que
éstas podrían proveer los cimientos filosóficos de la educación para la
creación de valores que había sido su meta de toda la vida.
En
1928, el Sr. Makiguchi se comprometió a practicar este budismo, junto con un
maestro joven, Josei Toda (1900-1958) que había conocido en 1920. En 1930
fundaron la Soka Kyoiku Gakkai, o “Sociedad Pedagógica para la Creación de
Valores”, como un organismo laico cuyos miembros eran principalmente educadores
colegas.
En
aquel entonces, Japón se encontraba sumergido en la guerra: una postura
diametralmente opuesta al respeto budista por la vida. Mientras avanzaba la
Segunda Guerra Mundial, el gobierno militarista redobló sus esfuerzos por tomar
medidas severas contra toda forma de disidencia. El Sr. Makiguchi y el Sr. Toda
se encontraron bajo una creciente presión para que renunciaran a sus creencias
y practicaran la religión oficial del shintoísmo.
Por
último, el gobierno exigió que el sumo sacerdote de la Nichiren Shoshu aceptara
un objeto de devoción del shintoísmo y lo instalara en el templo principal, lo
cual estaría en directa contradicción con las enseñanzas y el espíritu de
Nichiren Daishonin. Los sacerdotes, temiendo por su propia seguridad y
queriendo congraciarse con las autoridades, aceptaron esta orden gubernamental
para protegerse de la persecución.
Sin
embargo, el Sr. Makiguchi rehusó violar el espíritu del budismo del Daishonin.
En 1943, por resistir el mandato del gobierno, el Sr. Makiguchi sufrió el
maltrato y las privaciones en prisión, no obstante rehusándose firmemente a
comprometer sus creencias. Los registros de sus interrogatorios nos revelan a
un hombre que sostenía, sin el menor asomo de vacilación ni temor, las mismas
ideas que lo habían llevado a su encarcelamiento. El 18 de noviembre de 1944,
murió a la edad de 73 años en el Centro de Detención de Tokio.
Josei
Toda sobrevivió a esta terrible experiencia y salió en libertad el 3 de julio
de 1945, tan sólo unas semanas antes de la rendición de Japón. La Soka Kyoiku
Gakkai se había casi desintegrado bajo la persecución que sufriera durante la
guerra.
Aunque
físicamente destruido a causa de los dos años transcurridos en la prisión, Toda
inmediatamente emprendió la reconstrucción de la organización, redenominándola
con el nombre de Soka Gakkai (“Sociedad para la Creación de Valores”).
El
Sr. Toda decidió que la misión de esta nueva organización no debería estar
limitada al campo de la educación, sino que debía extenderse a la mejora de la
sociedad en su totalidad. La Soka Gakkai creció rápidamente bajo el liderazgo
de Josei toda, hasta llegar a tener más de 750.000 familias al momento de su
muerte en 1958.
Sus
responsabilidades fueron asumidas por Daisaku Ikeda, quien se convirtió en el
tercer presidente el 3 de mayo de 1960. Él conoció al Sr. Toda cuando tenía 19
años y se comprometió a practicar los ideales de la Soka Gakkai, tomando al Sr.
Toda como su maestro.
Daisaku
Ikeda se ha dedicado constantemente a cumplir los ideales que el Sr. Toda
compartió con él en los ámbitos de la paz, la cultura y la educación, basadas
en las doctrinas del Daishonin. Mediante los viajes internacionales que
comenzara en 1960, Daisaku Ikeda ha contribuido en gran parte a que el budismo
se convierta en una religión verdaderamente mundial. En 1975 se formó la Soka
Gakkai Internacional y, hoy en día, más de 12 millones de personas practican el
budismo de Nichiren Daishonin en 190 países bajo los auspicios de la SGI.
La
SGI cree que el desarrollo de la paz, la cultura y la educación es esencial
para construir un mundo mejor. Enfocada en esta idea, la SGI realiza
actividades a escala mundial. En 1957, Josei Toda hizo una proclamación contra
el uso de armas nucleares, calificándolas como criminales bajo cualquier
circunstancia y realizó un llamamiento a los jóvenes del mundo para abolir
dichas armas de destrucción masiva. Aceptando ese desafío, la Soka Gakkai
Internacional, bajo el liderazgo de Daisaku Ikeda, ha venido trabajando
incansablemente para crear las condiciones para un mundo pacífico.
Los
esfuerzos para cumplir con la visión de paz que tuvo el Sr. Toda han resultado
en las numerosas actividades de la SGI, por ejemplo, bajo la forma de una
organización no gubernamental (ONG) con vínculos oficiales a las Naciones
Unidas. La SGI ha patrocinado programas de información pública que aspiran a
promover el conocimiento de las cuestiones de la guerra y la paz, y la viabilidad
de alternativas pacíficas a través de exposiciones, simposios y otros foros
culturales. Grandes exposiciones internacionales que tratan otros temas tales
como el desarme, los derechos humanos y la protección ambiental, han viajado
por todo el mundo, despertando a la conciencia pública acerca de estos asuntos
críticos.
Personalmente,
el Sr. Ikeda ha entablado diálogo con catedráticos e intelectuales tales como
el historiador británico Arnold Toynbee, y con legisladores y dirigentes
políticos como Zhou Enlai, Corazón Aquino, Mijail Gorbachov y Nelson Mandela,
intercambiando con ellos ideas acerca de cómo construir la paz mundial y un
mejor entendimiento entre los pueblos, así como sobre muchos otros temas. Se le
han otorgado numerosos galardones y reconocimiento de universidades y países de
todo el mundo por sus esfuerzos por fomentar la paz.
Aplicando
el espíritu del budismo a los tiempos modernos, también ha fundado varios
institutos dedicados a la paz y al diálogo intercultural. El Instituto Toda
para la Paz Mundial y la Investigación de Políticas lleva a cabo
investigaciones independientes y establece contactos con investigadores de la
paz, activistas y legisladores para proveer un foro global en donde se puedan
discutir e implementar estrategias políticas de elaboración colectiva. Además,
el Centro de Investigación para el Siglo XXI de Boston provee un espacio en
donde se pueda reunir el conocimiento y fomentar el diálogo entre las diversas
tradiciones culturales, filosóficas y religiosas, centradas en la paz, creando
así una red global de ciudadanos en busca de la paz.
En
1963, Daisaku Ikeda fundó la Asociación de Conciertos Min-On, que patrocina
giras de grupos de actuación pertenecientes a setenta países, con el objeto de
promover el entendimiento de los diversos pueblos a través de la música, la
danza y otras expresiones culturales. También creó el Museo de Arte Fuji de
Tokio en 1983, que realiza un amplio programa de intercambio con institutos
culturales en todo el mundo.
La
educación ha sido el eje central de la Soka Gakkai desde su origen, y muchas de
las ideas expuestas por el Sr. Makiguchi y el Sr. Toda han sido plasmadas por
el Sistema Educativo Soka. Desde la enseñanza preescolar hasta el posgrado, el
Sistema Soka aplica la educación designada a estimular la sabiduría y la
participación de los miembros dentro de la sociedad. El 3 de mayo de 2001, la
Universidad Soka de América abrió sus puertas con la Facultad de Letras al sur
de California, Estados Unidos.
En
el centro de este movimiento mundial se encuentran las reuniones de diálogo.
Estas reuniones de barrio, en las que la gente comparte sus experiencias, donde
las personas se alientan unas a otras, donde se estudia el budismo en grupo,
constituyen la piedra angular de la SGI. Son verdaderos foros dentro de los
cuales cualquier persona puede expresarse libremente, hacer preguntas o
simplemente asistir y observar. Las reuniones se convocan con regularidad bien
ya sea en domicilios particulares o en centros comunitarios de la SGI.
El
budismo de Nichiren Daishonin es verdaderamente una religión que va más allá de
cualquier frontera, exhibiendo una diversidad raramente vista en otras
instituciones similares. Ésta es la prueba de que, al superar todos nuestros
obstáculos, al vencer nuestra falta de comprensión y al luchar por despertar la
naturaleza de buda que está dentro de cada uno de nosotros, podemos crear una
paz mundial duradera.
No
hay ninguna forma de legislar, dictar o forzar la paz a la humanidad. Como
escribe Daisaku Ikeda en el prólogo a su libro “La Revolución Humana”: “La transformación que surge dentro de cada
individuo puede, no sólo modificar su propio destino, sino también el de toda
una nación y, más aún, el de toda la humanidad.”
En
este rompecabezas que es nuestro mundo, pronto se hace obvio que cuando cada
persona salga victoriosa y ayude a los demás a que hagan lo mismo, la sociedad
se transformará.
Éste es el
anteproyecto para alcanzar la paz mundial o kosen-rufu.
La única manera de que las personas vivan en paz entre sí es que muchos
individuos despierten a la necesidad de una revolución interna, ya que la
influencia de una persona feliz sobre su medio ambiente llevará a un efecto
profundo y duradero.