…En 1965, se
estableció la División Juvenil Masculina del cabildo Argentina y Kazuo Oshida
pasó a ser su líder.
Poco después, mediante la
presentación de un responsable del Japón, se casó con una joven llamada Mitsuko
Akaiwa (Mitsue Oshida), con quien tuvieron una hija Claudia.
Mitsue que había estado
trabajando en la oficina de la sede central en Tokio, acariciaba el deseo de
trabajar por el kosen-rufu en ultramar, pero no estaba preparada para las
condiciones de su nueva vida en la Argentina.
Oshida residía en un
área rural a unos treinta kilómetros de Buenos Aires, en una casa sin
electricidad. Más aún, Mitsue tenía que ayudar en el cultivo, una tarea que
desconocía.
Antes de su partida del
Japón, había sido nombrada líder de la División Juvenil Femenina de la
Argentina.
Al salir para realizar
actividades, se encontró rodeada de extensas planicies cubiertas de pasto hasta
donde podían ver sus ojos. Casi no había transporte público, sólo pasaba un
ómnibus, de tanto en tanto, de modo que no tenía otra forma de trasladarse que
montada en la parte trasera de la motocicleta de su marido.
Todo esto era muy
diferente de lo que había soñado. Se había imaginado viviendo en una gran
ciudad moderna, como las de Europa o los Estados Unidos. En cambio, sus días
transcurrían en medio de las dificultades de una tarea cotidiana sin
electricidad, un cuerpo dolorido por un trabajo al que no estaba acostumbrado y
un idioma que no podía entender.
Observaba frecuentemente
el enorme sol rojo que se ocultaba lentamente en el horizonte y se secaba las
lágrimas.
Cuando el desánimo la invadía, recordaba el aliento que le había
brindado Daisaku Ikeda antes de partir del Japón: "El le mencionó: frecuentemente
las cosas resultan difíciles, pero que el daimoku es tu clave. Según las
enseñanzas de Nichiren, el lugar en el que estoy en este preciso momento es la
Tierra de la Luz Eternamente Tranquila. Vas a Argentina por el kosen-rufu. ¡No
importa lo que ocurra, no puedes permitirte una derrota!"
Mitsue se dedicó a las actividades de la
Soka Gakkai de Argentina con seria determinación. Como en Tokio había sido
líder de la División Juvenil Femenina, se sentía frustrada e impaciente por el
ritmo lento y reposado de las actividades en la Argentina. Además, desde su
punto de vista, los miembros eran extremadamente informales con respecto al
tiempo, no comprendían la importancia de la puntualidad; era indudable que
carecían del espíritu de desafiarse ante cualquier obstáculo, una
característica que distinguía a los miembros de Gakkai.
Pero cuanto más
ardorosamente trataba de estimularlos, más se alejaban. Por fin, un día,
alguien le comentó: -Sé que usted es muy sincera, pero no puedo seguir su
ritmo.
Mitsuko reflexionó e invocó daimoku preguntándose
qué era lo que estaba haciendo mal. Y
llegó a esta conclusión: "He estado tratando de que las actividades se
realizaran del mismo modo que en Japón. ¡He sido egocéntrica!. Lo que tengo que hacer es
adaptarme a las características del país. Debo encontrar la forma de llegar a
cada miembro para ayudarlo a superar sus problemas e ir creando así una
organización que obtenga el apoyo entusiasta de todos y una alegre
participación en las actividades".
Cuando los líderes sólo se guían por sus
pautas o son arrogantes, la organización sufre.
A partir de ese momento,
Mitsue comenzó a brindar una atenta y minuciosa orientación personal.
Las acciones necesarias
para lograr el kosen-rufu pueden compararse con las olas que erosionan la roca.
El empeño constante, la tenacidad en el diálogo alentador, son la fuerza
primordial para transformar todas las circunstancias.
Mitsue Oshida y Kazuo Oshida unieron sus energías juveniles
detrás del líder del cabildo Argentina, y como resultado, la organización de la
Argentina creció hasta abarcar a más de ciento veinte familias.
Fue en este punto del
desarrollo que pudieron dar la bienvenida a Seiichiro Haruki y a otros líderes
del Japón el 4 de marzo de 1966. En la reunión que se llevó a cabo esa noche,
en Buenos Aires, anunciaron los nombres de quienes habían aprobado el examen,
el nuevo esquema organizativo y los correspondientes nombramientos.
El punto saliente de la
nueva estructura era la División de Damas. Hasta ese momento, no tenía
responsable, pero esa noche, fue nombrada como tal Yoshie Kobori, una mujer que
se acercaba a los cincuenta años de edad.
Aunque sólo llevaba
practicando poco más de un año, ya había experimentado el inmenso poder de la
fe y había mostrado pruebas reales de su práctica; la más evidente había sido
la recuperación de su hijo asmático.
Mitsue Oshida fue
designada vicerresponsable de la División, un cargo que sumaría al liderazgo de
la División Juvenil Femenina.
Seiichiro Haruki brindó
palabras de aliento en nombre de todos los líderes visitantes del Japón y dijo:
Aunque el presidente Daisaku Ikeda no pudo venir esta vez a la Argentina, me
pidió que les transmitiera el siguiente mensaje:
Mis queridos compañeros
miembros de la Argentina, constantemente estoy invocando por la felicidad de
ustedes y por la prosperidad de sus familias. Algún día, los visitaré sin
falta. Aunque el Japón y la Argentina pueden parecer mundos aparte, aunque cada
uno están en extremos opuestos de la Tierra, los corazones de los que dedican
su vida al kosen-rufu son uno con el mío.
Ustedes están siempre en
mi corazón, así como probablemente yo estoy en los suyos.
Como inseparables compañeros
y amigos en la fe, cumplamos nuestra misión en esta existencia con alegría y
orgullo, avanzando en unión armoniosa.
Aguardo con inmensa
ansiedad el día en que nos encontremos.
Muchos de los presentes tenían lágrimas en los ojos. La mayoría
de estos miembros, siendo tan pocos, habían soportado estoicamente la tristeza
y la soledad, pensando en el estímulo que les brindaba el presidente Ikeda para
librar la batalla por el kosen-rufu.
Haruki continuó: Hoy se
inicia una nueva jornada en la Argentina. Vivir significa crear historia. Les pido
que escriban el primer capítulo de este desafío maravilloso: ¡la de su propia
felicidad personal y la del desarrollo del kosen-rufu en la Argentina!
Los miembros aplaudieron
vigorosamente expresando su hondo compromiso: iluminar la oscuridad con la luz
del espíritu humano.
El 5 de marzo, un día
antes de su partida hacia América del Norte y América del Sur, alrededor del
mediodía, Daisaku Ikeda recibió en la sede central una llamada telefónica de
Seiichiro Haruki, quien deseaba ofrecerle un informe detallado de la reunión en
la Argentina.
A la noche siguiente, Daisaku
Ikeda partía de gira hacia Los Ángeles y Nueva York. Llegando a Brasil el 10 de
marzo.
Entretanto, después de
la convención del 4 de marzo, los líderes argentinos habían decidido que los
responsables de cabildo, Takeo Shiroya, de la División de Damas, Yoshie Kobori,
de la División Juvenil Masculina, Kazuo Oshida, irían a Brasil para ver al
presidente Daisaku Ikeda en su primera visita a ese país.
Shiroya y Kobori llegaron
a San Pablo el día 12, y pudieron participar en la reunión de líderes a la que
asistió Daisaku Ikeda.
Como había sido
informado previamente de esos planes, Ikeda había preparado como obsequio un
juzu para alentar a la señora Kobori.
La actitud de un verdadero
líder budista es tratar a los compañeros que se están esforzando para cumplir
su misión, con el mismo respeto que lo haría con el Buda.
Cuando terminó la
reunión, Ikeda preguntó: ¿Se encuentra aquí la señora Kobori de la Argentina?
Yoshie Kobori se
sorprendió, no esperaba oír su nombre en boca del presidente Ikeda.
Muchísimas gracias por
venir hasta aquí, dijo ikeda, mientras le tendía el juzu de obsequio. Cuento
con usted para que cuide bien a la División de Damas de la Argentina.
"Un líder no sólo
debe ser una 'persona de coraje', capaz de levantarse solo, sino también una
'persona armonizadora' que pueda avanzar de la mano con todos.
"Sé que le estoy
confiando una pesada responsabilidad, y agradezco mucho sus esfuerzos.
Kobori estaba muy
conmovida; eran palabras de aliento, tan profundas, sinceras...
Posteriormente, alentó a
Takeo Shiroya, e intercambió con ambos un firme apretón de manos.
Kazuo Oshida, retenido
por su trabajo, llegó al día siguiente, 13 de marzo.
Junto con Shiroya y
Kobori asistió al festival cultural que los miembros brasileños realizaron esa
noche en el Teatro Municipal.
Luego, los tres fueron
al hotel donde se hospedaba Daisaku Ikeda para esperarlo. Oshida aguardó en la
entrada, mientras que Shiroya y Kobori lo hicieron en el salón.
Daisaku Ikeda llegó en
compañía del líder del cabildo Brasil Yasuhiro Saiki y otras personas, y se
dirigió a los ascensores. Oshida se le acercó:
¡Sensei, soy Oshida, de
la Argentina!
Una sonrisa iluminó el
rostro de Ikeda.
¡Muchísimas gracias por
venir. Venga, vayamos a mi habitación!
Y subieron juntos.
Todo había ocurrido tan
rápido que para cuando Shiroya y Kobori llegaron al ascensor, las puertas ya se
habían cerrado. Como ellos ya habían tenido la oportunidad de recibir el aliento
de Ikeda el día anterior, decidieron esperar a Oshida en el hall.
Ikeda no podía contener
la alegría de ver ante él a este joven animoso, a quien había alentado
continuamente por carta.
He estado esperando
ansiosamente poder encontrarme contigo, dijo, mientras entraban en la
habitación. Veo que te has empeñado muchísimo.
"Los esfuerzos de
un solo joven, en un país extraño, pudieron crear una organización para el
kosen-rufu, y abrir el camino de la esperanza y la felicidad para cien, luego
doscientas, personas, las que serán muchas mas. No hay nada que pueda superar
este logro. No existe otra forma de vida más maravillosa, más significativa.
Sí, estoy de acuerdo, respondió
Oshida, yo siento lo mismo.
Con un gesto de
asentimiento, Ikeda agregó:
“La vida es corta. Su
valor estará determinado por el propósito que nos anime y por la forma en que
usemos nuestros días”.
Ikeda observaba
atentamente a Kazuo Oshida mientras decía con énfasis:
"Mi esperanza es que
dedique su vida al kosen-rufu de Argentina. También espero que trabaje allí en
mi lugar, por la felicidad y el bienestar de las personas."
¡Lo haré! La voz de Oshida
estaba impregnada de decisión.
En ese momento, la
esposa de Ikeda, Kaneko Ikeda, quien lo acompañaba en este viaje, sacó unos
fideos sazonados con salsa de ostras, plato típico de la cocina japonesa.
…Pensé que tal vez no
tenga oportunidad de comer esto con frecuencia en la Argentina. Por favor,
sírvase.
Ante la insistencia del matrimonio Ikeda, Oshida comenzó a
disfrutar del inolvidable sabor del hogar. Mientras comía, crecía su emoción
por la calidez y la gentileza que le mostraban.
Ese día, decidió cuál
sería su futuro: "Ya sé qué hacer con mi vida”.
Me voy a dedicar al
kosen-rufu junto a Ikeda. ¡Y llegará el momento en que lo invitaré a visitar la
Argentina!
Poco después de volver
del Brasil, cambió la floricultura por la venta minorista. Sentía que para
dedicarse por completo a apoyar a los miembros, era mejor no vivir en las afueras
de Buenos Aires, sino en la ciudad, donde tendría un contacto más fluido con
todos. Este fue el motivo de su repentina decisión.
Comenzó como aprendiz, y
finalmente, se dedicó al comercio como consignatario de ventas. Cada día traía
su propia cuota de desafíos y de obstáculos. Pero su experiencia pasada como
floricultor le fue muy útil, hasta el punto en que se convirtió en uno de los
más grandes comerciantes en el mercado de flores de la ciudad.
Oshida viajó
extensamente por toda la Argentina, ocupándose de las actividades por el
kosen-rufu.
Al año siguiente, 1967,
se estableció el cabildo general Argentina, del cual más tarde fue nombrado
responsable, en tanto su esposa Mitsue, asumía como líder de la División de
Damas.
Pero fue recién en 1993,
veintisiete años después de aquel encuentro en Brasil, que pudieron concretar
el sueño largamente acariciado de recibir al presidente Ikeda en la Argentina.
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Oshida disertando en nuestro Han. |
Durante todos esos años,
Ikeda trabajó duramente para profundizar los lazos de amistad entre el Japón y
la Argentina, y para promover el intercambio educativo y cultural; se encontró
con funcionarios universitarios, artistas y embajadores argentinos. También lo
hizo con el presidente Raúl Alfonsín cuando éste visitó Japón en 1986.
Los miembros argentinos
se empeñaron con profunda energía. Sus consecuentes esfuerzos permitieron
obtener una amplia comprensión del budismo, como así también el elogio y el
reconocimiento de la sociedad por la obra en pro de la paz y la educación de la
Soka Gakkai. Como resultado, en 1990, el gobierno argentino condecoró a Daisaku
Ikeda con uno de sus máximos galardones, la Orden al Mérito de Mayo en el Grado
de Gran Cruz.
Las semillas de la
contribución social, cuidadosamente plantadas por los pioneros, habían
arraigado; hermosas y fragantes flores de confianza adornaban de un extremo al
otro las vastas planicies de la Argentina.