EL DIÁLOGO EN EL BUDISMO. Por Daisaku Ikeda
“Dominar nuestro propio pensamiento prejuicioso, nuestro apego a las diferencias, es el principio rector del diálogo abierto, la condición esencial para el establecimiento de la paz y del respeto universal por los derechos humanos”. Daisaku Ikeda.
No cabe duda de que estamos en medio de un período de profunda transición dentro de la historia. Y es innegable, además, que urge encontrar formas nuevas y más eficaces de interaccionar y de establecer el diálogo en la sociedad, si el objetivo final es aprovechar todas las posibilidades creativas que brinda la época. ¿Cómo puede el budismo contribuir a crear una nueva cultura de diálogo?
El término "diálogo" proviene del griego "día" ('a través de') y "logos", vocablo que implica 'lenguaje', 'principio', 'racionalidad', 'ley'.
El diálogo en el budismo no es simplemente el vehículo de transmisión de un mensaje. Por el contrario, la práctica del diálogo refleja un principio fundamental de esta doctrina: la fe en los seres humanos, en su ilimitada dignidad y potencial, como poseedores de la verdad universal y, a la vez, como manifestación de dicha verdad. Dentro de la tradición budista, el diálogo, en la forma de una interacción abierta y basada en el respeto, ha desempeñado una función primordial en el descubrimiento de valores universales comunes a todas las personas; gracias a ello, los seres humanos tienen la posibilidad de ejercer dominio sobre su propia vida, de mejorarla y humanizarla.
Hoy, el concepto "valores universales" despierta no poca suspicacia, por no decir hostilidad, pues se infiere que implica la imposición forzada de una cultura sobre otra.
Sin embargo, la creencia en un sistema de valores humanos comunes a todos no necesariamente contradice le fe en una concepción religiosa o cultural específica.
Si examinamos la vida de los grandes maestros religiosos y filosóficos de la historia, comprobaremos que todos fueron maestros en el arte del diálogo. Por añadidura, se destacaron, sin excepción, como personas de una fe profunda, inquebrantable. De ello se desprende que las convicciones inflexibles no representan en absoluto un obstáculo para emprender el diálogo. Todo lo contrario, pueden incluso ser la condición crucial para que este se desarrolle con éxito.
Los sutras, escrituras que registran las enseñanzas del Buda, muestran a Shakyamuni como un maestro que transcurrió su vida adulta viajando de un lugar a otro para relacionarse con toda clase de personas y transmitirles los medios para hacer frente a las inevitables penurias de la existencia con la fuerza de la confianza y de la esperanza. La gente con la que el Buda se encontraba provenía de los ámbitos más diversos, en cuanto a educación, posición social o económica; por añadidura, diferían incluso en su capacidad de comprender plenamente las enseñanzas que el maestro transmitía. De modo que Shakyamuni se embarcaba en un estilo fluido y espontáneo de diálogo, mediante el cual se esforzaba para que las personas tomaran conciencia del Dharma, es decir, de la verdad eterna y universal que yace en las profundidades de la vida.
Shakyamuni buscó siempre compartir con los demás su profunda convicción de que cada ser humano tenía la capacidad de encarnar esa verdad y de actuar basándose en ella para vivir una existencia de auténtica felicidad.
Nichiren, reformador budista japonés que vivió en el siglo XIII, cuyas enseñanzas conforman el cimiento de la SGI, fue, asimismo, un maestro del diálogo. Muchas de sus obras importantes, entre ellas, las que escribió para reconvenir al gobierno de su época, están redactadas en la forma de diálogo. El que tal vez sea su tratado más importante, "Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra" (Rissho ankoku ron), se desarrolla como un diálogo entre dos personas, un anfitrión y un viajero, ambos con visiones completamente opuestas, que logran encontrar un espacio en común donde volcar su mutua preocupación ante el estado de una sociedad convulsionada por la guerra y los desastres naturales.
El anfitrión dice a su huésped: "Llevo largo tiempo cavilando sobre esta situación, que mucho me indigna, pero ahora que usted ha venido, podremos lamentarnos juntos. Conversemos detenidamente sobre esta cuestión". (1)
Luego, comienza el diálogo con el intercambio de opiniones sobre las causas de la terrible situación social que se está viviendo y sobre las posibles soluciones para remediarla. La conversación concluye cuando ambos interlocutores se comprometen a trabajar juntos para alcanzar un objetivo común.
El diálogo ha sido siempre la actividad medular de la SGI, desde sus inicios. A partir de los primeros años de la década de 1930 en Japón, los pequeños grupos de diálogo han sido el ámbito clave para estudiar y practicar el budismo. El intercambio de persona a persona y el aliento que se brinda, basado en el respeto mutuo y en la igualdad, han desempeñado una función igualmente importante.
El presidente de la SGI, Daisaku Ikeda manifestó: "Dominar nuestro propio pensamiento prejuicioso, nuestro apego a las diferencias, es el principio rector del diálogo abierto, la condición esencial para el establecimiento de la paz y del respeto universal por los derechos humanos".
El humanismo es un concepto fundamental dentro de la SGI, la cual a menudo define su base filosófica como "humanismo budista". El diálogo es un proceso mediante el que podemos develar y manifestar nuestra grandeza. El diálogo muere cuando nuestro corazón se cierra a las infinitas posibilidades que posee otra persona y simplemente asumimos que ya sabemos todo lo que hay que saber de ella. En cambio, la comunicación florece cuando dialogamos con una mente amplia y espíritu de búsqueda, basándonos en una profunda empatía hacia los demás, con el deseo de construir a partir de lo que tenemos en común y de transformar nuestras diferencias en una rica fuente de valores.
NOTA BIBLIOGRÁFICA:
(1) The Writings of Nichiren Daishonin (Los escritos de Nichiren Daishonin), Tokio, Soka Gakkai, 1999, vol. 1, pág. 6.
Fuente Revista SGI Quarterly.