Mediante la contemplación, consiguió darse cuenta de que la iluminación, o budeidad, es la mejor medicina, porque gracias a sus virtudes sacamos la sabiduría interior y la fuerza vital necesaria para curar nuestras enfermedades físicas y mentales.
Por lo tanto, el principal objetivo de la medicina budista es ayudar a los individuos a desarrollar sus poderes naturales de autocuración cultivando la iluminación mediante la práctica budista.
Esta visión cada vez está más generalizada, no solo entre los practicantes del budismo.
El preámbulo de la carta de la Organización Mundial de la Salud afirma: “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
Somos todos seres humanos, hechos de carne y sangre.
Es innegable que nadie puede evitar caer enfermo en un momento u otro. Pero las raíces de la enfermedad están en lo más profundo de nuestro ser.
Desde la perspectiva budista, la enfermedad no puede destruir nuestra felicidad (a menos que lo permitamos) y, como llevamos inherente la causa de la enfermedad, la solución básica a la enfermedad la llevamos también dentro. Es importante recordarlo. Así pues, no hay ninguna razón para que nos controle la enfermedad, ninguna razón para llenarnos de sufrimiento, miedo o angustia.
El budismo nos enseña que poseemos la capacidad no sólo para transformar lo negativo en un estado neutro sino para ir más allá y alcanzar un estado positivo.
Podemos superar el sufrimiento de la enfermedad y, al hacerlo, hasta la experiencia de la enfermedad enriquecerá nuestras vidas y hará que merezcan más la pena, dándonos el material para lograr todo el dramatismo de la satisfacción que se despliega día tras día.
Helen Keller escribió en su autobiografía, La historia de mi vida: “Todo tiene sus maravillas, hasta la oscuridad y el silencio, y aprendí a conformarme con eso, cualquiera que fuera el estado en que me encontrara”. Del mismo modo que la verdadera felicidad no es sólo la ausencia de problemas, sino un estado de vida interno que nos permite enfrentarnos a los obstáculos que nos hallamos para llegar a la felicidad, la salud no es sólo la ausencia de enfermedad.
Es más bien un estado de vida interior que nos permite superar la enfermedad y los obstáculos relacionados con nuestra salud.
Lo importante es si vencemos la enfermedad cuando llega o si ésta es la que nos vence.
El budismo nos muestra la fuente de la sabiduría y la fuerza vital necesaria para derrotar la enfermedad. Dado que la salud y la enfermedad existen en nosotros en potencia, podemos provocar nuestra enfermedad o nuestra salud.
Una historia que salió en las noticias de los últimos años ilustra esta verdad.
En un partido de fútbol de bachillerato, varias personas enfermaron con síntomas de envenenamiento.
El interrogatorio inicial parecía indicar que la culpa la tenían unos refrescos contaminados. Se cerró el bar y se pidió por megafonía a la gente que no bebiera bebidas con gas.
Poco después de este anuncio, los espectadores de todo el estadio empezaron a vomitar y desmayarse. Muchos dejaron rápidamente sus asientos para ir a ver a sus médicos y a urgencias.
Más de cien personas fueron hospitalizadas.
Al día siguiente, se descubrió que los refrescos no tenían nada que ver con la enfermedad de los pacientes iniciales, que habían contraído una especie de gripe.
En cuanto se propagó esta información, los espectadores enfermos se curaron “por milagro”. Sus síntomas desparecieron de repente y hasta los que estaban hospitalizados, se levantaron de la cama y se fueron.
El culpable no era un agente patógeno; fue simplemente la idea expresada en palabras lo que tuvo un efecto inmediato y espectacular tanto para traer la enfermedad como para provocar la recuperación.
En otro ejemplo, un hombre joven con una fuerte práctica budista y un tratamiento médico excelente se recuperó de un cáncer, no una sino dos veces.
Cuando apareció el cáncer por tercera vez en la sangre, le dijeron que era incurable. No le daban más que unos meses de vida. Aunque había superado el cáncer dos veces, este pronóstico era demasiado para él y su salud empezó a empeorar rápidamente.
Sus amigos, su familia y hasta sus médicos pensaban que se estaba muriendo. Pero, sorprendentemente, se descubrió que se habían confundido las muestras de sangre.
Le dijeron que no había ni rastro de células cancerígenas en su cuerpo. Enseguida se curó y recuperó la fuerza.
Éste es el poder de creer, lo que puede ocurrir cuando estamos muy influidos por el diagnóstico de la enfermedad y lo que puede ocurrir cuando nos recuperamos, reuniendo fuerzas para superarla.
Una demostración parecida del poder de creer es lo que se denomina el efecto placebo.
Las investigaciones médicas demostraron hace mucho que las sustancias inertes pueden tener un efecto positivo en pacientes si creen que están recibiendo una medicación eficaz.
En numerosos estudios, un porcentaje considerable de pacientes que reciben pastillas de azúcar en lugar de medicación muestra síntomas de recuperación. Y cabe destacar que, cuando se les dice cómo les haría sentir la medicación, muestran esos mismos efectos.
La visión budista de la enfermedad
Para mantener una buena salud y superar la enfermedad primero tenemos que comprender nuestra propia naturaleza.
La enfermedad puede constituir una oportunidad para formar una base aún más sólida de la felicidad provocando en nuestra vida cambios importantes, si bien muchas veces difíciles.
Tal como escribió Nichiren: “La enfermedad da lugar a la decisión de alcanzar el camino”.
Esto no significa que renunciemos a la medicina moderna para buscar un tipo de cura autodirigida.
Sin embargo, el budismo de Nichiren sugiere tres normas para curar la enfermedad:
1) ver a un buen médico.
2) recibir buenos medicamentos y
3) ser un excelente paciente.
Cuando habla de ser excelentes pacientes, Nichiren se refiere al estado vital interior.
Presenta la práctica de invocar Nam-myojo-rengue-kyo como lo mejor que podemos hacer para purificar nuestro estado vital. Nichiren escribió: “Nam-myojo-rengue-kyo es como el rugido del león. Por lo tanto, ¿qué enfermedad puede ser un obstáculo?”
Nam-myojo-rengue-kyo es la fuente de la sabiduría que nos permite encontrar al médico adecuado y buscar la fuerza vital que hará que el medicamento funcione. Invocar Nam-myojo-rengue-kyo es curar la energía en sí.
El proceso de curación empieza fortaleciendo la seguridad para decirte a ti mismo: “Puedo combatir mi enfermedad. Puedo convertir el veneno que hay en mi cuerpo en medicina”. Si nuestra condición vital es de derrota, la enfermedad vencerá a nuestra voluntad de curarnos. Si es de desafío, habremos maximizado las posibilidades de recuperación.
La visión científica: la unidad de mente y cuerpo
Cada vez existen más pruebas científicas de que existe una relación fuerte e inseparable entre el funcionamiento de la mente y el del cuerpo.
La creencia en esta separación dualista de mente y cuerpo, que influyó considerablemente en la ciencia médica reciente, está dando paso gradualmente a una perspectiva más profunda, una visión muy similar a la visión budista de la unidad de la mente y el cuerpo.
¿Cómo funciona la unidad de mente y cuerpo?
Los científicos han descubierto que los estímulos del entorno los procesa el cerebro desencadenando unas reacciones bioeléctricas y bioquímicas en el cuerpo, lo cual a su vez desencadena el comportamiento.
En el caso de la enfermedad, la secuencia funciona más o menos así: Cuando el cerebro percibe y procesa un estímulo exterior (consciente e inconscientemente), este proceso está fuertemente influido por las creencias, ideas y expectativas personales.
Esto provoca una reacción biológica compleja (por ejemplo, en el hipotálamo, una reacción neuroendocrina y la liberación de hormonas) que afecta a la respuesta inmunológica del cuerpo determinando la “capacidad” para hacer frente a la enfermedad.
Esto provoca unos síntomas físicos, un comportamiento y la experiencia real de la enfermedad (enfriamiento, dolor de cabeza, músculos entumecidos).
Dado que las ideas, las expectativas y las creencias tienen un efecto poderoso en el funcionamiento del cuerpo, el pensamiento distorsionado (el engaño) tendrá forzosamente un fuerte impacto en la salud y la capacidad para superar la enfermedad.
Los psicólogos han identificado diversas visiones de la vida que pueden minar la salud, dificultar la capacidad del cuerpo para vencer la enfermedad y generar enfermedades psicológicas y espirituales como la depresión, la ansiedad y el miedo.
Entre ellas cabe destacar: responsabilizar a los demás de tu propio dolor, interpretar aquellos pensamientos y acciones de los demás que no puedes conocer de un modo negativo para ti o creer que los demás piensan más de ti de lo que en realidad piensan, y sacar conclusiones generales fatalistas basadas en hechos específicos o en información limitada.
De este modo, además del tratamiento médico, es fundamental cambiar de mentalidad para superar la enfermedad. No sólo hay que proponerse identificar el pensamiento distorsionado sino cambiar el modo de pensar y llevar a cabo un cambio de estos paradigmas.
La práctica budista nos permite realizar este cambio.
La visión budista de la mente y el cuerpo
Desde un punto de vista budista, para gozar de buena salud primero hay que comprender la verdadera naturaleza de la relación entre mente y cuerpo.
La enfermedad no es solamente un fenómeno físico —también puede reflejar un desequilibrio espiritual en nuestras vidas.
El budismo ha explicado durante miles de años la relación entre mente y cuerpo de un modo muy similar a las investigaciones médicas actuales.
Tal como indicaba el profesor chino T’ient’ai, existen cinco componentes que nos hacen único a cada uno de nosotros:
1) forma (cuerpo).
2) percepción.
3) concepción.
4) volición.
5) conciencia.
Tenemos una única forma. Cada uno vemos las cosas de un modo subjetivo y extraemos conclusiones enfrentadas, a veces, con las de otros que experimentan los mismos fenómenos. Actuamos sobre la base de estas conclusiones.
Todo esto está fuertemente influido por el grado en que conocemos la realidad de las cosas.
Por ejemplo, una mujer va andando por un callejón oscuro a altas horas de la noche y percibe un objeto blanco ligero en un árbol. Enseguida se da cuenta de lo que es y piensa: “Anda, mira, a alguien se le ha caído una ropa del tendedor”.
Poco después, un hombre pasa por el mismo árbol de noche, le entra pánico al pensar que es un fantasma, le da un ataque al corazón y cae muerto. ¿Qué lo mató? Seguro que no fue la ropa que había caído en el árbol.
Fue su percepción equivocada de la situación, la conclusión de que estaba en peligro, el deseo de escapar con una subida repentina de la adrenalina y la presión sanguínea y el efecto que todo esto tuvo en su bienestar físico.
En el budismo, tratamos de sustituir la visión distorsionada de la vida por la sabiduría. Según escribió Daisaku Ikeda en Descubriendo los misterios del nacimiento y la muerte.
La manifestación de la naturaleza de Buda en el modo que cada uno tiene de vivir obstaculiza la aparición de tendencias negativas y destructivas que tienen su origen en los deseos terrenales, y permite unificar con armonía las cuatro funciones espirituales de la percepción, la concepción, la volición y la conciencia.
Además, la manifestación de la naturaleza de Buda en la propia vida crea armonía en el plano de la forma y, mediante un equilibrio correcto de los cuatro elementos, se puede alcanzar el dinamismo y la fortaleza.
Este es el ideal budista de la buena salud.
En otras palabras, cuando invocamos Nam-myojo-rengue-kyo, sacamos de nuestras vidas la condición de Buda, que está llena de sabiduría y misericordia. A partir de ahí podemos influir positivamente en nuestras creencias y acciones, lo cual nos permite ajustar y reformar nuestras vidas.
Podemos romper la cadena negativa de pensamiento y acción, estableciendo una dirección positiva de afirmación. Nuestra condición vital cambia las tendencias negativas por otras positivas.
Para tener un cuerpo y una mente sanos es fundamental tener una condición de vida sana. Nichiren escribió: “La unidad del cuerpo y la mente es un modo de vida supremo”.
Por lo tanto, la clave es deshacernos de nuestro apego a visiones engañosas o que no permiten afirmar la vida. De nuevo, citando a Nichiren: “Por lo tanto, debes reformar rápidamente los principios que rigen en tu corazón y abrazar el único vehículo verdadero, la única doctrina correcta [del Sutra del Loto]...
Si lo haces, tu cuerpo encontrará la paz y la seguridad y tu mente estará tranquila y sin sobresaltos”.
Es esencial lidiar contra las ideas engañosas que debilitan nuestra capacidad para combatir la enfermedad con el fin de desarrollar y mantener una buena salud.
Aunque la ciencia está empezando a reconocer la relación entre nuestra visión espiritual y nuestra salud, el budismo lleva miles de años tratando esta idea.
Concluye que podemos extraer una medicina curativa de nuestras propias vidas.
Todos encerramos los grandes tesoros de la naturaleza de Buda: sabiduría, misericordia y valor.
Cuando recurres a este armario de medicamentos, eres realmente el Buda del espejo.
En términos médicos, todos los seres humanos son a la vez una fábrica farmacéutica —capaces de crear las medicinas que necesitamos para prevenir la enfermedad— y un almacén con todas las emociones humanas positivas que afectan a nuestra capacidad para combatir la enfermedad ¿Cuál es la clave para abrir este almacén? Invocar Nam-myojo-rengue-kyo.