¿TODO CAMBIA?
Yo soy una persona que se preocupa por los demás. Si la gente fuera como yo habría muchos menos problemas en este mundo. Basta ver el telediario para saber cómo está el patio. Hay demasiada gente que no respeta a nadie y provoca que el mundo vaya tan mal como va. Claro que si los otros no cambian de actitud yo no voy a cambiar para que las cosas mejoren. Por ello me quedo en mi casa, sin moverme de mi sitio, y que nadie me moleste.
CAMBIA UNO CAMBIA TODO
Pensemos en la situación en la que creemos que todo lo hacemos bien y en la que pensamos que no es necesario que nosotros variemos nada. Este pensamiento puede provocar que nos acomodemos en la postura de “poseer la verdad”.
Desde otro punto de vista, cuando surgen los problemas, también tendemos a pensar que la responsabilidad de resolverlos es de los otros, que son los que los provocan, y que no depende de nosotros sino de los demás que la situación varíe. Tanto una como otra mirada son ilusorias porque si queremos cambiar la realidad, debemos empezar a hacerlo desde nosotros mismos.
La realidad es un entramado de relaciones entre personas y circunstancias interdependientes donde una mínima variación en uno de los elementos afecta a la relación con todo lo demás. De esta forma, si queremos que varíe de rumbo lo que nos sucede no es la mejor actitud esperar a que empiecen a cambiar los otros...
PERO, ¿CÓMO HACER QUE LAS COSAS CAMBIEN?
Ya no nos sirven fórmulas simplistas porque hemos experimentado que las modificaciones superficiales no transforman y lo que creíamos superado en la vida se vuelve a repetir.
La transformación de la totalidad de fenómenos puede venir dada por un cambio de actitud, de comportamiento, de acción, de pensamiento, en uno mismo. Si tenemos convicción en esto, en que si cambia uno cambia todo, habremos hecho la mitad de camino, porque ya se habrá producido una reforma en nuestro pensamiento que nos predispone a que la acción sea distinta.
Si vamos más lejos y además accionamos en este sentido, por ejemplo, transformando esa idea de que el cambio lo tienen que hacer los otros, que son ellos quienes están equivocados..., si variamos esta postura y vemos qué estamos haciendo para que se produzcan resultados y desarrollamos una acción diferente, habremos avanzado mucho más.
Para solucionar los conflictos es necesario salir de la idea de que se trata de dos puntos de vista irreconciliables, o ellos o nosotros, para poder encontrar un enfoque capaz de abarcar y comprender a los dos extremos y a mucho más. Esta postura surge cuando podemos entender profundamente que nuestra propia vida depende de la de los demás, que en realidad son lo mismo pues cada individuo y su ambiente no se pueden separar porque forman parte de una única realidad.
¿QUE ES LO QUE REALMENTE NOS ESTA HACIENDO SUFRIR?
A veces los humanos nos peleamos por cosas verdaderamente triviales, especialmente en el ámbito cotidiano donde podemos llegar a odiar a otra persona por cómo deja el baño por la mañana después de ducharse, o por tener opiniones diversas a las nuestras. La sustancia de estas guerras cotidianas no difiere mucho de la sustancia que alimenta las guerras armadas entre pueblos y naciones.
En el centro de toda guerra está el potencial de destrucción inherente en la vida humana. “Una función de esta destructividad es la de demoler el sentido de la solidaridad humana, sembrando la semilla de la desconfianza y la sospecha, del conflicto y del odio. El budismo caracteriza esto como el estado vital de la cólera que, cuando no tiene rumbo ni control, se transforma en una fuerza maléfica que destruye todo lo que encuentra en su camino.”
¿De dónde sacamos la fuerza para realizar el cambio (social e individual) que necesitamos para vivir mejor?
La mente sola no alcanza a entender las razones profundas que mueven a las personas, y los sentimientos por sí solos no siempre son capaces de inspirar acciones sabias y justas. Cuando la mente y el corazón están en sintonía, juntos pueden indicarnos el camino y ayudarnos a despejar dudas y miedos.
¿Cómo podemos darnos cuenta de que hemos cambiado sin haber dejado de ser lo que somos?
A veces no sabemos dónde estamos ni adónde queremos ir y, aunque nos afanamos, terminamos por volver nuevamente al punto de partida. Pero si comenzamos desde una gran verdad dentro de nuestro corazón, nos vamos haciendo conscientes de la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea. Una actitud positiva y activa puede impulsar cambios inimaginables, más aún cuando somos conscientes de que nuestros gestos pueden ser determinante para la vida y nuestro entorno.
El concepto de “origen dependiente” (engi en japonés) explica que todos los seres y todos los fenómenos existen o tienen lugar sólo debido a su conexión con otros seres o fenómenos.
Nada ocurre por sí solo, y esto es así tanto en el mundo de los fenómenos naturales como en los asuntos humanos. Cuando perdemos de vista el sentido de lo que ocurre, es decir, cuando olvidamos el entramado de causas y efectos que gobierna la vida, no entendemos el por qué nos pasa lo que nos pasa y tampoco por qué estamos donde estamos.
La filosofía budista propone recuperar la conciencia de los vínculos que unen a las personas y su ambiente. Para ello explica la unidad de la vida y su entorno (esho funi) y la unidad de cuerpo y mente (shikishin funi) dentro de la visión de la interdependencia (engi). Se trata de una perspectiva ‘holística’ a la que se ha acercado la psicología, la ecología y también la física. Si los fenómenos no tienen una existencia independiente y separada, es nuestra ilusión la que nos empuja a atribuir a los hechos significados definitivos.
Nos apegamos a una imagen de nosotros, de los demás o de un hecho y nos resistimos a modificar esta imagen aunque nos haga sufrir. La filosofía budista nos propone un enfoque muy diferente: si quiero que esta situación cambie, puedo hacerlo a través de mi propio cambio y así influir en la realidad que me rodea, porque no somos dos cosas separadas sino una misma realidad. La fuerza y sabiduría necesarias para avanzar en el proceso de cambio, viene de la consciencia de que aunque estemos viviendo un duro conflicto, nuestras vidas están entrelazadas, así que sin duda alguna mi cambio influirá en ti.
¿Podemos cambiar al otro?
Cuando alguien a quien queremos sufre, sufrimos nosotros también.
¿Es posible cambiar el sufrimiento de una persona a través de nuestra práctica?
Podemos cambiar nuestra realidad y nuestro comportamiento, y así cambiar nuestro entorno.
Por ejemplo, si recitamos daimoku por la felicidad de una persona terminamos aprendiendo cosas nuevas sobre nosotros mismos, sobre nuestra relación con esta persona (o hecho) y sobre la fuerza que podemos adquirir por medio de la práctica. A través de nuestro comportamiento podemos contribuir a que una persona (tarde o temprano) entienda la dignidad de la vida, la suya propia y de los demás, y cuando esto ocurra sin duda la persona va a modificar su comportamiento.
Pero es responsabilidad de cada persona tomar sus propias decisiones, un espacio intransferible de libertad y compromiso propio de cada ser.
El Budismo comenzó con un cambio
Shakyamuni buscó la verdad, que logró percibir en el momento en que se venció a sí mismo y en cuanto alcanzó la Iluminación decidió compartir su experiencia con quienes le acompañaban, y decidió hacerlo exactamente igual a como él lo había experimentado. En este comportamiento, tal y como se explica en el Sutra del Loto, subyace la esencia de la práctica budista de Soka Gakkai.
El acto de decir la verdad va en la dirección opuesta al acto de cerrarse a los demás. A través de la práctica budista podemos experimentar los beneficios del altruismo y comprender el gran sufrimiento que genera el egoísmo. En el Sutra del Loto se describe cómo los discípulos de Shakyamuni pasaron de ser personas que querían ser salvadas a personas que querían salvar a los demás, entendiendo aquí la palabra “salvar” o “salvación” como sinónimo de libertad o liberación del miedo y la negatividad. La función de la Soka Gakkai es la de mantener vivo este movimiento de personas que activamente dedican su vida a la felicidad suya y de sus semejantes.
Esta práctica budista está basada en el coraje y el amor compasivo que albergamos y que nacen de la recitación de Nam-myoho-rengue-kyo con profunda convicción. Con esta práctica podemos manifestar la Budeidad aquí y ahora, y de hecho lo hacemos cuando somos capaces de experimentar amor hacia los otros, respeto por su dignidad, esperanza, paciencia, fortaleza, creatividad...
Por lo tanto, una propuesta sería preguntarnos cada día, ¿cuánto más de amor a los demás, de fortaleza, de esperanza, de creatividad para resolver los obstáculos, de convicción ante lo que hago, puedo experimentar hoy? Este cambio de enfoque no es algo abstracto o mágico, pues muchas personas han experimentado cómo, en medio de circunstancias hostiles y superando grandes obstáculos, han podido sentir y creer en que las cosas pueden cambiar y eso les ha hecho accionar firmemente, con la alegría profunda que da la recitación de Nam-myoho-rengue-kyo, para la consecución de objetivos que finalmente han logrado.
Todas las personas anhelamos progresar y mejorar nuestra vida. Pero nada se concretará a menos que actuemos: porque un gesto influye en todo el universo y porque la misma decisión de transformar es ya de por sí un acto de cambio.
Gosho:
Cuando la realidad y la sabiduría se fusionan, uno manifiesta la Budeidad sin tener que cambiar la forma que posee.
Nichiren Daishonin, Las bases para manifestar la Budeidad
http://www.sgi-es.org/civglobal/dialogo_jul07.pdf
CAMBIA UNO CAMBIA TODO
Pensemos en la situación en la que creemos que todo lo hacemos bien y en la que pensamos que no es necesario que nosotros variemos nada. Este pensamiento puede provocar que nos acomodemos en la postura de “poseer la verdad”.
Desde otro punto de vista, cuando surgen los problemas, también tendemos a pensar que la responsabilidad de resolverlos es de los otros, que son los que los provocan, y que no depende de nosotros sino de los demás que la situación varíe. Tanto una como otra mirada son ilusorias porque si queremos cambiar la realidad, debemos empezar a hacerlo desde nosotros mismos.
La realidad es un entramado de relaciones entre personas y circunstancias interdependientes donde una mínima variación en uno de los elementos afecta a la relación con todo lo demás. De esta forma, si queremos que varíe de rumbo lo que nos sucede no es la mejor actitud esperar a que empiecen a cambiar los otros...
PERO, ¿CÓMO HACER QUE LAS COSAS CAMBIEN?
Ya no nos sirven fórmulas simplistas porque hemos experimentado que las modificaciones superficiales no transforman y lo que creíamos superado en la vida se vuelve a repetir.
La transformación de la totalidad de fenómenos puede venir dada por un cambio de actitud, de comportamiento, de acción, de pensamiento, en uno mismo. Si tenemos convicción en esto, en que si cambia uno cambia todo, habremos hecho la mitad de camino, porque ya se habrá producido una reforma en nuestro pensamiento que nos predispone a que la acción sea distinta.
Si vamos más lejos y además accionamos en este sentido, por ejemplo, transformando esa idea de que el cambio lo tienen que hacer los otros, que son ellos quienes están equivocados..., si variamos esta postura y vemos qué estamos haciendo para que se produzcan resultados y desarrollamos una acción diferente, habremos avanzado mucho más.
Para solucionar los conflictos es necesario salir de la idea de que se trata de dos puntos de vista irreconciliables, o ellos o nosotros, para poder encontrar un enfoque capaz de abarcar y comprender a los dos extremos y a mucho más. Esta postura surge cuando podemos entender profundamente que nuestra propia vida depende de la de los demás, que en realidad son lo mismo pues cada individuo y su ambiente no se pueden separar porque forman parte de una única realidad.
¿QUE ES LO QUE REALMENTE NOS ESTA HACIENDO SUFRIR?
A veces los humanos nos peleamos por cosas verdaderamente triviales, especialmente en el ámbito cotidiano donde podemos llegar a odiar a otra persona por cómo deja el baño por la mañana después de ducharse, o por tener opiniones diversas a las nuestras. La sustancia de estas guerras cotidianas no difiere mucho de la sustancia que alimenta las guerras armadas entre pueblos y naciones.
En el centro de toda guerra está el potencial de destrucción inherente en la vida humana. “Una función de esta destructividad es la de demoler el sentido de la solidaridad humana, sembrando la semilla de la desconfianza y la sospecha, del conflicto y del odio. El budismo caracteriza esto como el estado vital de la cólera que, cuando no tiene rumbo ni control, se transforma en una fuerza maléfica que destruye todo lo que encuentra en su camino.”
¿De dónde sacamos la fuerza para realizar el cambio (social e individual) que necesitamos para vivir mejor?
La mente sola no alcanza a entender las razones profundas que mueven a las personas, y los sentimientos por sí solos no siempre son capaces de inspirar acciones sabias y justas. Cuando la mente y el corazón están en sintonía, juntos pueden indicarnos el camino y ayudarnos a despejar dudas y miedos.
¿Cómo podemos darnos cuenta de que hemos cambiado sin haber dejado de ser lo que somos?
A veces no sabemos dónde estamos ni adónde queremos ir y, aunque nos afanamos, terminamos por volver nuevamente al punto de partida. Pero si comenzamos desde una gran verdad dentro de nuestro corazón, nos vamos haciendo conscientes de la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea. Una actitud positiva y activa puede impulsar cambios inimaginables, más aún cuando somos conscientes de que nuestros gestos pueden ser determinante para la vida y nuestro entorno.
El concepto de “origen dependiente” (engi en japonés) explica que todos los seres y todos los fenómenos existen o tienen lugar sólo debido a su conexión con otros seres o fenómenos.
Nada ocurre por sí solo, y esto es así tanto en el mundo de los fenómenos naturales como en los asuntos humanos. Cuando perdemos de vista el sentido de lo que ocurre, es decir, cuando olvidamos el entramado de causas y efectos que gobierna la vida, no entendemos el por qué nos pasa lo que nos pasa y tampoco por qué estamos donde estamos.
La filosofía budista propone recuperar la conciencia de los vínculos que unen a las personas y su ambiente. Para ello explica la unidad de la vida y su entorno (esho funi) y la unidad de cuerpo y mente (shikishin funi) dentro de la visión de la interdependencia (engi). Se trata de una perspectiva ‘holística’ a la que se ha acercado la psicología, la ecología y también la física. Si los fenómenos no tienen una existencia independiente y separada, es nuestra ilusión la que nos empuja a atribuir a los hechos significados definitivos.
Nos apegamos a una imagen de nosotros, de los demás o de un hecho y nos resistimos a modificar esta imagen aunque nos haga sufrir. La filosofía budista nos propone un enfoque muy diferente: si quiero que esta situación cambie, puedo hacerlo a través de mi propio cambio y así influir en la realidad que me rodea, porque no somos dos cosas separadas sino una misma realidad. La fuerza y sabiduría necesarias para avanzar en el proceso de cambio, viene de la consciencia de que aunque estemos viviendo un duro conflicto, nuestras vidas están entrelazadas, así que sin duda alguna mi cambio influirá en ti.
¿Podemos cambiar al otro?
Cuando alguien a quien queremos sufre, sufrimos nosotros también.
¿Es posible cambiar el sufrimiento de una persona a través de nuestra práctica?
Podemos cambiar nuestra realidad y nuestro comportamiento, y así cambiar nuestro entorno.
Por ejemplo, si recitamos daimoku por la felicidad de una persona terminamos aprendiendo cosas nuevas sobre nosotros mismos, sobre nuestra relación con esta persona (o hecho) y sobre la fuerza que podemos adquirir por medio de la práctica. A través de nuestro comportamiento podemos contribuir a que una persona (tarde o temprano) entienda la dignidad de la vida, la suya propia y de los demás, y cuando esto ocurra sin duda la persona va a modificar su comportamiento.
Pero es responsabilidad de cada persona tomar sus propias decisiones, un espacio intransferible de libertad y compromiso propio de cada ser.
El Budismo comenzó con un cambio
Shakyamuni buscó la verdad, que logró percibir en el momento en que se venció a sí mismo y en cuanto alcanzó la Iluminación decidió compartir su experiencia con quienes le acompañaban, y decidió hacerlo exactamente igual a como él lo había experimentado. En este comportamiento, tal y como se explica en el Sutra del Loto, subyace la esencia de la práctica budista de Soka Gakkai.
El acto de decir la verdad va en la dirección opuesta al acto de cerrarse a los demás. A través de la práctica budista podemos experimentar los beneficios del altruismo y comprender el gran sufrimiento que genera el egoísmo. En el Sutra del Loto se describe cómo los discípulos de Shakyamuni pasaron de ser personas que querían ser salvadas a personas que querían salvar a los demás, entendiendo aquí la palabra “salvar” o “salvación” como sinónimo de libertad o liberación del miedo y la negatividad. La función de la Soka Gakkai es la de mantener vivo este movimiento de personas que activamente dedican su vida a la felicidad suya y de sus semejantes.
Esta práctica budista está basada en el coraje y el amor compasivo que albergamos y que nacen de la recitación de Nam-myoho-rengue-kyo con profunda convicción. Con esta práctica podemos manifestar la Budeidad aquí y ahora, y de hecho lo hacemos cuando somos capaces de experimentar amor hacia los otros, respeto por su dignidad, esperanza, paciencia, fortaleza, creatividad...
Por lo tanto, una propuesta sería preguntarnos cada día, ¿cuánto más de amor a los demás, de fortaleza, de esperanza, de creatividad para resolver los obstáculos, de convicción ante lo que hago, puedo experimentar hoy? Este cambio de enfoque no es algo abstracto o mágico, pues muchas personas han experimentado cómo, en medio de circunstancias hostiles y superando grandes obstáculos, han podido sentir y creer en que las cosas pueden cambiar y eso les ha hecho accionar firmemente, con la alegría profunda que da la recitación de Nam-myoho-rengue-kyo, para la consecución de objetivos que finalmente han logrado.
Todas las personas anhelamos progresar y mejorar nuestra vida. Pero nada se concretará a menos que actuemos: porque un gesto influye en todo el universo y porque la misma decisión de transformar es ya de por sí un acto de cambio.
Gosho:
Cuando la realidad y la sabiduría se fusionan, uno manifiesta la Budeidad sin tener que cambiar la forma que posee.
Nichiren Daishonin, Las bases para manifestar la Budeidad
http://www.sgi-es.org/civglobal/dialogo_jul07.pdf