LA LLAVE ES EL ESTUDIO DILIGENTE DEL GOSHO
El siguiente es un ensayo del Presidente Ikeda sobre la importancia del estudio de Budismo. Este material tiene el propósito de alentar el estudio.
El primer presidente de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi, estudió con denuedo las enseñanzas de Nichiren Daishonin.
Hay un libro que dejó una impresión tan indeleble como duradera en mi vida: el Gosho que perteneció al presidente fundador de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi. Hoy, se encuentra en exhibición permanente, en el Centro en Memoria del Presidente Makiguchi, en una sala especialmente dispuesta para rendirle tributo.
Yo era muy joven, cuando tuve la primera oportunidad de hojear el libro del presidente Makiguchi. Pude ver en él la solemne evidencia de su dedicación fervorosa al estudio. Abrí la tapa ajada y gastada por el uso, y descubrí que las páginas estaban llenas de líneas rojas y de comentarios en lápiz. Algunos pasajes estaban subrayados no una vez, sino dos. Otros, marcados con líneas punteadas, para darles más énfasis. Y los fragmentos importantes estaban encerrados en recuadros. Había numerosas anotaciones escritas en tinta.
Y, en los márgenes de algunas páginas, cerca de las partes difíciles, había escrito: “Examinar”, o “Volver a examinar”.
Era evidente que el señor Makiguchi había leído el Gosho muchísimas veces…
La apertura de los ojos, en especial, tenía muchos renglones subrayados en rojo. En el margen, había escrito: “¿Qué es un devoto?”, y palabras como “shakubuku”, “gran juramento”, “persecuciones”, y “la cuestión de la retribución inmediata”. Sentí su intensa lucha por capturar el espíritu del Daishonin. En este momento, estoy abocado a preparar una serie de conferencias de estudio sobre La apertura de los ojos, y constantemente llevo en mi alma la seria visión del estudio que aprendí del señor Makiguchi.
Desde que abrazó la fe, a los cincuenta y siete años, el señor Makiguchi estudió el budismo de Nichiren Daishonin con tremenda dedicación. Utilizaba el Gosho concienzudamente, y ponía en práctica su espíritu compartiendo la filosofía y las enseñanzas del Daishonin ampliamente con los demás, así como también refutando lo erróneo y revelando lo verdadero. Aunque la libertad de culto en el Japón se encontraba gravemente amenazada por el militarismo fanático, él llevaba consigo el Gosho cada vez que iba a visitar a los miembros de la Soka Gakkai para darles orientación y aliento, o cuando iba a las reuniones de diálogo, y también cuando refutaba las falsas enseñanzas y denunciaba a los que buscaban subvertir el budismo del Daishonin. A la vez, cuando fue encarcelado, lo primero que pidió a su familia que le enviara fue el Gosho.
La actitud del señor Makiguchi hacia el estudio del Gosho me dejó pasmado de respeto; comprendí qué tarea tan solemne y rigurosa es estudiar el Gosho, y resolví hacerlo denodadamente yo también, volcando hasta la última fibra de mí ser en este gran reto. A la vez, hice el profundo juramento de compartir este extraordinario budismo con las personas del Japón y del mundo entero.
[...]
Este mes de noviembre, cuando los fragantes crisantemos vuelvan a florecer, en todo el país se llevará a cabo el tradicional examen de ingreso en el Departamento de Estudio de la Soka Gakkai (el 20 de noviembre). Además, en febrero del año próximo se realizará el examen de estudio de nivel superior para la División de Jóvenes. No sólo en el Japón, sino también en el resto del mundo, está surgiendo una gran ola de espíritu de búsqueda enfocado en aprender el budismo más profundamente. Siento una tremenda emoción cuando escucho que, en cada país, los miembros están estudiando el Gosho y dedicándose a la gloriosa aventura del kosen-rufu mundial.
El Gosho es la espina dorsal de la fe; como tal, es la firme y recta espina dorsal de nuestra personalidad. Y, también, el pilar de nuestra contienda de palabras. El Gosho es una escritura de esperanza, una fuente de coraje y de sabiduría que abre el camino a la felicidad de todos los seres humanos.
El estudio del budismo nos provee una gran filosofía que actúa como brújula para atravesar los mares tempestuosos de la vida. Cuanto más sólida sea la base de nuestro estudio budista, más se fortalecerá nuestra fe. Si, por otro lado, uno carece de esta columna vertebral y no estudia el budismo, en épocas de crisis se pondrá en evidencia su debilidad.
Durante la segunda guerra mundial, el gobierno militar orquestó una persecución contra la Soka Gakkai que condujo al encarcelamiento de sus máximos responsables. Pero todos ellos abandonaron la fe, uno tras otro. Josei Toda, el discípulo y sucesor del presidente Makiguchi, no ocultaba la ira que le había producido esta actitud, que él atribuyó a la falta de un sólido estudio budista. Estas personas dieron un lastimoso ejemplo de la advertencia que hizo Nichiren Daishonin: “Cuando llega el momento crucial, los necios tienden a olvidar sus promesas”.[1] Los que graban el Gosho en su vida, invariablemente se mantienen firmes y fuertes en las instancias cruciales.
El señor Makiguchi marcó con un signo de atención especial una página del Gosho donde se lee: “Esfuércese en los dos caminos de la práctica y el estudio”.[2] La práctica tiene dos aspectos: se lleva a cabo para uno mismo y también para los demás; esto significa hacer daimoku y transmitir las enseñanzas budistas del Daishonin. La práctica y el estudio son las dos ruedas que impulsan nuestra fe; son el cimiento crucial. Si no prestamos atención a las palabras del Daishonin sobre la importancia de la práctica y el estudio, si no hacemos firmes esfuerzos por estudiar el Gosho, seremos nosotros mismos los que, al final, suframos las consecuencias.
Mi propio Gosho también contiene referencias a los períodos tumultuosos de mi vida. Desde mi juventud hasta la época actual, el Gosho ha sido mi constante compañía en la lucha por el kosen-rufu, ya sea con los fragmentos que estudié junto al presidente Toda como con aquellos que leí durante las horas de más arduos desafíos.
El rugido imponente del Daishonin, el Buda del Último Día de la Ley, reverbera poderosamente en cada página del Gosho. El amor compasivo del Buda arde con fulgor en cada escrito del Daishonin, y el río de su sabiduría fluye como una corriente majestuosa a lo largo de los textos. El propósito de nuestro estudio budista es asumirnos como herederos de ese espíritu de lucha e incorporarlo en nuestra vida como una postura vital.
Espero que todos aquellos que se presenten a rendir los exámenes del Departamento de Estudio y, en especial, los jóvenes, estudien al máximo de su posibilidad, hasta que sientan que ya no les es posible incorporar una sola cosa más. Esta experiencia de empujar sus límites resplandecerá como uno de los tesoros más inmensos de su vida.
También pido a los miembros veteranos que apoyen a los sucesores que rinden, con la actitud de estar abriendo rutas para los próximos cincuenta años del kosen-rufu, y que den todo de sí mismos para forjar valores humanos sólidos en bien de nuestro movimiento.
En su estudio, por favor nunca olviden que hay que leer el Gosho directamente. Las conferencias y comentarios sobre el Gosho son elementos auxiliares, y es un grave error pensar que uno ha entendido un pasaje o escrito del Gosho que jamás leyó en forma directa. Aunque algunos textos ofrezcan considerable dificultad, por favor léanlos cabalmente. Por muy exigente y agotador que sea lidiar con los conceptos esbozados en el Gosho, allí está el camino hacia la gran victoria de la fe.
[...]
El Daishonin escribe en el Gosho: “El budismo concede una importancia primordial a la victoria o la derrota, mientras que la autoridad secular se basa en el principio de la recompensa y el castigo”.[3] El señor Makiguchi subrayó este famoso pasaje con una línea roja y escribió al lado, en el margen, también con rojo: “Victoria o derrota”, y “Recompensa y castigo”.
También escribió muchos otros comentarios marginales en importantes fragmentos del Gosho. Por ejemplo, al lado del pasaje que dice: “La ira puede ser una función del bien o del mal”,[4] anotó: “¿Ira pública como opuesta a la ira privada?”. Y al lado del fragmento “Esto concuerda con el principio de que los hombres de gran arrogancia deben terminar inclinándose ante sus enemigos”[5], puso, a modo de confirmación: “Los arrogantes terminan inclinándose ante sus adversarios”.
Al señor Makiguchi lo enardecía la conducta de los individuos arrogantes, que traicionaban la causa del kosen-rufu; personas que fingían actuar en bien de su país y del pueblo, pero que en realidad sólo pensaban en sus propios intereses egoístas. Nuestro fundador respondía a estos sujetos mostrando una conducta de hondos principios; en última instancia, esto lo llevó a dar la vida por sus convicciones y a sufrir insultos y calumnias ignorantes hasta el fin de sus días.
Pero el señor Toda, heredero de su visión, luchó ferozmente contra todos aquellos que amenazaban torcer la enseñanza correcta del budismo.
Del mismo modo, como discípulo directamente instruido por el presidente Toda, yo también rehusé aceptar que nadie causara dolor y sufrimiento a nuestros admirables miembros.
José Martí (1853-1895), paladín de la independencia cubana, dijo: “A diarios hostiles, un diario defensor. A libros enemigos, libros justos. Todo en la lengua hostil, con prudencia a la par que viveza. En suma, un estandarte permanente, clavado en el campo que pudiera convertirse en enemigo”.[6]
El bien debe triunfar. El gran bien se revela cuando uno triunfa sobre el gran mal. Todas las grandes personas de la historia que lucharon por nobles ideales han grabado esta severa realidad en su propio corazón. De la misma manera, en nuestra contienda verbal por los ideales de la Soka Gakkai, tras el ejemplo del Daishonin, jamás podemos negociar en lo más mínimo con la maldad que busca distorsionar o destruir el budismo.
El gran escritor chino y luchador social Lu Xun (1881-1936) dijo que los perpetradores del mal merecían ser claramente castigados. Con la filosa espada de su pluma, Lu Xun sentenció en forma sumaria a todos los villanos que fingían arrepentimiento cuando se los llamaba a la reflexión, sólo para reincidir en sus intentos de traición y de hacer sufrir al pueblo. Entiendo totalmente su furia ante la injusticia, esa “ira pública” a la cual se refirió también el presidente Makiguchi.
La sociedad japonesa hoy es un hervidero de calumnias motivadas en la envidia; hay legiones de sinvergüenzas sin escrúpulos que diseminan el veneno del odio y del resentimiento, y con sus palabras hacen sufrir a la gente.
La única forma de enderezar esta situación perversa es fortalecer nuestra campaña de palabras en bien de la gente, y cerciorarnos de que triunfen el bien y la verdad. Es la forma práctica de promover nuestro ideal, que es “establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra”.
[...]
El célebre escritor francés Romain Rolland (1866-1944) declaró que para poder proyectar la luz del sol a los demás, primero nosotros mismos debíamos estar iluminados por este resplandor.[7] Ese sol existe en la SGI. Nosotros practicamos el budismo del Sol, que ilumina a cada uno de nuestros semejantes con la brillante luz de la esperanza.
Tenemos un tremendo poder y una importante misión. ¡Como orgullosos protagonistas de este movimiento Soka, abracemos la sublime filosofía del budismo de Nichiren Daishonin y emprendamos una valerosa partida juntos, en nuestra noble lucha por concretar el ideal del kosen-rufu y crear una resplandeciente era de humanismo!
Traducción del original en japonés.
[1] The Writings of Nichiren Daishonin (WND), pág. 283.
[2] WND, pág. 386.
[3] Ib., pág. 835.
[4] Gosho zenshu, pág. 584.
[5] WND, Pág. 578.
[6] MARTÍ, José: Nuevas cartas de Nueva York, México, Siglo Veintiuno Editores, 1980, Pág. 100.
[7] ROLLAND, Romain: John Christopher: Journey’s End (Jean-Cristophe), trad. por Gilbert Cannan, Londres, William Heinemann, 1921, pág. 184.
El primer presidente de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi, estudió con denuedo las enseñanzas de Nichiren Daishonin.
Hay un libro que dejó una impresión tan indeleble como duradera en mi vida: el Gosho que perteneció al presidente fundador de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi. Hoy, se encuentra en exhibición permanente, en el Centro en Memoria del Presidente Makiguchi, en una sala especialmente dispuesta para rendirle tributo.
Yo era muy joven, cuando tuve la primera oportunidad de hojear el libro del presidente Makiguchi. Pude ver en él la solemne evidencia de su dedicación fervorosa al estudio. Abrí la tapa ajada y gastada por el uso, y descubrí que las páginas estaban llenas de líneas rojas y de comentarios en lápiz. Algunos pasajes estaban subrayados no una vez, sino dos. Otros, marcados con líneas punteadas, para darles más énfasis. Y los fragmentos importantes estaban encerrados en recuadros. Había numerosas anotaciones escritas en tinta.
Y, en los márgenes de algunas páginas, cerca de las partes difíciles, había escrito: “Examinar”, o “Volver a examinar”.
Era evidente que el señor Makiguchi había leído el Gosho muchísimas veces…
La apertura de los ojos, en especial, tenía muchos renglones subrayados en rojo. En el margen, había escrito: “¿Qué es un devoto?”, y palabras como “shakubuku”, “gran juramento”, “persecuciones”, y “la cuestión de la retribución inmediata”. Sentí su intensa lucha por capturar el espíritu del Daishonin. En este momento, estoy abocado a preparar una serie de conferencias de estudio sobre La apertura de los ojos, y constantemente llevo en mi alma la seria visión del estudio que aprendí del señor Makiguchi.
Desde que abrazó la fe, a los cincuenta y siete años, el señor Makiguchi estudió el budismo de Nichiren Daishonin con tremenda dedicación. Utilizaba el Gosho concienzudamente, y ponía en práctica su espíritu compartiendo la filosofía y las enseñanzas del Daishonin ampliamente con los demás, así como también refutando lo erróneo y revelando lo verdadero. Aunque la libertad de culto en el Japón se encontraba gravemente amenazada por el militarismo fanático, él llevaba consigo el Gosho cada vez que iba a visitar a los miembros de la Soka Gakkai para darles orientación y aliento, o cuando iba a las reuniones de diálogo, y también cuando refutaba las falsas enseñanzas y denunciaba a los que buscaban subvertir el budismo del Daishonin. A la vez, cuando fue encarcelado, lo primero que pidió a su familia que le enviara fue el Gosho.
La actitud del señor Makiguchi hacia el estudio del Gosho me dejó pasmado de respeto; comprendí qué tarea tan solemne y rigurosa es estudiar el Gosho, y resolví hacerlo denodadamente yo también, volcando hasta la última fibra de mí ser en este gran reto. A la vez, hice el profundo juramento de compartir este extraordinario budismo con las personas del Japón y del mundo entero.
[...]
Este mes de noviembre, cuando los fragantes crisantemos vuelvan a florecer, en todo el país se llevará a cabo el tradicional examen de ingreso en el Departamento de Estudio de la Soka Gakkai (el 20 de noviembre). Además, en febrero del año próximo se realizará el examen de estudio de nivel superior para la División de Jóvenes. No sólo en el Japón, sino también en el resto del mundo, está surgiendo una gran ola de espíritu de búsqueda enfocado en aprender el budismo más profundamente. Siento una tremenda emoción cuando escucho que, en cada país, los miembros están estudiando el Gosho y dedicándose a la gloriosa aventura del kosen-rufu mundial.
El Gosho es la espina dorsal de la fe; como tal, es la firme y recta espina dorsal de nuestra personalidad. Y, también, el pilar de nuestra contienda de palabras. El Gosho es una escritura de esperanza, una fuente de coraje y de sabiduría que abre el camino a la felicidad de todos los seres humanos.
El estudio del budismo nos provee una gran filosofía que actúa como brújula para atravesar los mares tempestuosos de la vida. Cuanto más sólida sea la base de nuestro estudio budista, más se fortalecerá nuestra fe. Si, por otro lado, uno carece de esta columna vertebral y no estudia el budismo, en épocas de crisis se pondrá en evidencia su debilidad.
Durante la segunda guerra mundial, el gobierno militar orquestó una persecución contra la Soka Gakkai que condujo al encarcelamiento de sus máximos responsables. Pero todos ellos abandonaron la fe, uno tras otro. Josei Toda, el discípulo y sucesor del presidente Makiguchi, no ocultaba la ira que le había producido esta actitud, que él atribuyó a la falta de un sólido estudio budista. Estas personas dieron un lastimoso ejemplo de la advertencia que hizo Nichiren Daishonin: “Cuando llega el momento crucial, los necios tienden a olvidar sus promesas”.[1] Los que graban el Gosho en su vida, invariablemente se mantienen firmes y fuertes en las instancias cruciales.
El señor Makiguchi marcó con un signo de atención especial una página del Gosho donde se lee: “Esfuércese en los dos caminos de la práctica y el estudio”.[2] La práctica tiene dos aspectos: se lleva a cabo para uno mismo y también para los demás; esto significa hacer daimoku y transmitir las enseñanzas budistas del Daishonin. La práctica y el estudio son las dos ruedas que impulsan nuestra fe; son el cimiento crucial. Si no prestamos atención a las palabras del Daishonin sobre la importancia de la práctica y el estudio, si no hacemos firmes esfuerzos por estudiar el Gosho, seremos nosotros mismos los que, al final, suframos las consecuencias.
Mi propio Gosho también contiene referencias a los períodos tumultuosos de mi vida. Desde mi juventud hasta la época actual, el Gosho ha sido mi constante compañía en la lucha por el kosen-rufu, ya sea con los fragmentos que estudié junto al presidente Toda como con aquellos que leí durante las horas de más arduos desafíos.
El rugido imponente del Daishonin, el Buda del Último Día de la Ley, reverbera poderosamente en cada página del Gosho. El amor compasivo del Buda arde con fulgor en cada escrito del Daishonin, y el río de su sabiduría fluye como una corriente majestuosa a lo largo de los textos. El propósito de nuestro estudio budista es asumirnos como herederos de ese espíritu de lucha e incorporarlo en nuestra vida como una postura vital.
Espero que todos aquellos que se presenten a rendir los exámenes del Departamento de Estudio y, en especial, los jóvenes, estudien al máximo de su posibilidad, hasta que sientan que ya no les es posible incorporar una sola cosa más. Esta experiencia de empujar sus límites resplandecerá como uno de los tesoros más inmensos de su vida.
También pido a los miembros veteranos que apoyen a los sucesores que rinden, con la actitud de estar abriendo rutas para los próximos cincuenta años del kosen-rufu, y que den todo de sí mismos para forjar valores humanos sólidos en bien de nuestro movimiento.
En su estudio, por favor nunca olviden que hay que leer el Gosho directamente. Las conferencias y comentarios sobre el Gosho son elementos auxiliares, y es un grave error pensar que uno ha entendido un pasaje o escrito del Gosho que jamás leyó en forma directa. Aunque algunos textos ofrezcan considerable dificultad, por favor léanlos cabalmente. Por muy exigente y agotador que sea lidiar con los conceptos esbozados en el Gosho, allí está el camino hacia la gran victoria de la fe.
[...]
El Daishonin escribe en el Gosho: “El budismo concede una importancia primordial a la victoria o la derrota, mientras que la autoridad secular se basa en el principio de la recompensa y el castigo”.[3] El señor Makiguchi subrayó este famoso pasaje con una línea roja y escribió al lado, en el margen, también con rojo: “Victoria o derrota”, y “Recompensa y castigo”.
También escribió muchos otros comentarios marginales en importantes fragmentos del Gosho. Por ejemplo, al lado del pasaje que dice: “La ira puede ser una función del bien o del mal”,[4] anotó: “¿Ira pública como opuesta a la ira privada?”. Y al lado del fragmento “Esto concuerda con el principio de que los hombres de gran arrogancia deben terminar inclinándose ante sus enemigos”[5], puso, a modo de confirmación: “Los arrogantes terminan inclinándose ante sus adversarios”.
Al señor Makiguchi lo enardecía la conducta de los individuos arrogantes, que traicionaban la causa del kosen-rufu; personas que fingían actuar en bien de su país y del pueblo, pero que en realidad sólo pensaban en sus propios intereses egoístas. Nuestro fundador respondía a estos sujetos mostrando una conducta de hondos principios; en última instancia, esto lo llevó a dar la vida por sus convicciones y a sufrir insultos y calumnias ignorantes hasta el fin de sus días.
Pero el señor Toda, heredero de su visión, luchó ferozmente contra todos aquellos que amenazaban torcer la enseñanza correcta del budismo.
Del mismo modo, como discípulo directamente instruido por el presidente Toda, yo también rehusé aceptar que nadie causara dolor y sufrimiento a nuestros admirables miembros.
José Martí (1853-1895), paladín de la independencia cubana, dijo: “A diarios hostiles, un diario defensor. A libros enemigos, libros justos. Todo en la lengua hostil, con prudencia a la par que viveza. En suma, un estandarte permanente, clavado en el campo que pudiera convertirse en enemigo”.[6]
El bien debe triunfar. El gran bien se revela cuando uno triunfa sobre el gran mal. Todas las grandes personas de la historia que lucharon por nobles ideales han grabado esta severa realidad en su propio corazón. De la misma manera, en nuestra contienda verbal por los ideales de la Soka Gakkai, tras el ejemplo del Daishonin, jamás podemos negociar en lo más mínimo con la maldad que busca distorsionar o destruir el budismo.
El gran escritor chino y luchador social Lu Xun (1881-1936) dijo que los perpetradores del mal merecían ser claramente castigados. Con la filosa espada de su pluma, Lu Xun sentenció en forma sumaria a todos los villanos que fingían arrepentimiento cuando se los llamaba a la reflexión, sólo para reincidir en sus intentos de traición y de hacer sufrir al pueblo. Entiendo totalmente su furia ante la injusticia, esa “ira pública” a la cual se refirió también el presidente Makiguchi.
La sociedad japonesa hoy es un hervidero de calumnias motivadas en la envidia; hay legiones de sinvergüenzas sin escrúpulos que diseminan el veneno del odio y del resentimiento, y con sus palabras hacen sufrir a la gente.
La única forma de enderezar esta situación perversa es fortalecer nuestra campaña de palabras en bien de la gente, y cerciorarnos de que triunfen el bien y la verdad. Es la forma práctica de promover nuestro ideal, que es “establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra”.
[...]
El célebre escritor francés Romain Rolland (1866-1944) declaró que para poder proyectar la luz del sol a los demás, primero nosotros mismos debíamos estar iluminados por este resplandor.[7] Ese sol existe en la SGI. Nosotros practicamos el budismo del Sol, que ilumina a cada uno de nuestros semejantes con la brillante luz de la esperanza.
Tenemos un tremendo poder y una importante misión. ¡Como orgullosos protagonistas de este movimiento Soka, abracemos la sublime filosofía del budismo de Nichiren Daishonin y emprendamos una valerosa partida juntos, en nuestra noble lucha por concretar el ideal del kosen-rufu y crear una resplandeciente era de humanismo!
Traducción del original en japonés.
[1] The Writings of Nichiren Daishonin (WND), pág. 283.
[2] WND, pág. 386.
[3] Ib., pág. 835.
[4] Gosho zenshu, pág. 584.
[5] WND, Pág. 578.
[6] MARTÍ, José: Nuevas cartas de Nueva York, México, Siglo Veintiuno Editores, 1980, Pág. 100.
[7] ROLLAND, Romain: John Christopher: Journey’s End (Jean-Cristophe), trad. por Gilbert Cannan, Londres, William Heinemann, 1921, pág. 184.