EL CAMINO DE MAESTRO Y DISCIPULO - Por Hiromasa Ikeda, vicepresidente de la Soka Gakkai
Todos conocemos la expresión “el camino de maestro y discípulo”.
Como discípulos, nuestra misión es transitar esa senda y acercarnos al corazón de nuestro mentor. Pero quisiera aclarar algo: existe una gran diferencia entre “el camino de maestro y discípulo”, y la “inseparabilidad de maestro y discípulo”.
El “camino de maestro y discípulo” significa que el discípulo lleva a cabo acciones de acuerdo con las ideas de su mentor. Es decir, lo hace porque él lo ha dicho.
Se lanza a la lucha diciendo: “Lo haré porque mi maestro así lo quiso”.
Sería como “cumplir con las instrucciones recibidas”.
Pero esa postura, aunque bien intencionada, es muy pasiva. Al actuar así, uno todavía no llega a manifestar el verdadero sentido de la relación de maestro y discípulo. Y, mientras solo se escuchan las orientaciones del mentor y se concuerda en que eso es lo correcto, confiando que “así debe hacerse”, uno permanece en el nivel superficial de esa relación.
Hay muchos aspectos que el discípulo conoce mejor que el mentor sobre su entorno inmediato (por ejemplo, su país, su ciudad o pueblo). Así, cuando recibe la guía de su mentor, puede aplicarla de acuerdo con ese contexto particular, para lograr resultados concretos.
A veces, el discípulo puede llegar a expresar: “El maestro dijo así, pero en mi país no se puede hacer de esa forma”.
Ese pensamiento establece una separación del corazón del maestro, por lo que también es una forma pasiva de ver la relación con el mentor.
En ciertas ocasiones, dentro de las deliberaciones de nuestra organización, llegado el momento de tomar una decisión, se dice: “Haremos esto, porque Sensei así lo dice”.
Tal cosa, en realidad, es aprovecharse de la orientación del maestro para hacer valer las propias ideas u opiniones. “Usar el nombre de Sensei” es algo que, lamentablemente, se ha tornado muy habitual.
En cambio, la “inseparabilidad entre maestro y discípulo” significa reflexionar (y a veces, hasta sufrir y llorar) para comprender cuál es la “verdadera intención” de nuestro mentor al dar su orientación.
Cuando uno logra comprender ese corazón, empieza a transitar por el camino de la inseparabilidad entre maestro y discípulo. La clave está en hacer el esfuerzo para profundizar, para ir más allá. Porque resulta cómodo repetir las palabras del maestro, aun sin saber lo que en realidad significan, lo que él quiso decirnos con ellas.
De ese modo, uno se convierte en mero transmisor de las expresiones de nuestro mentor. La diferencia yace en comprender profundamente sus enseñanzas y aplicarlas decididamente en nuestro ámbito de acción.
Nichiren Daishonin tuvo muchos discípulos; entre los más allegados, nombró a los seis más cercanos, como “sacerdotes principales”. Sin embargo, el único de ellos que llevó a la práctica el espíritu de su maestro fue Nikko Shonin.
Seguir el camino de la inseparabilidad de maestro y discípulo es verdaderamente muy difícil.
Los otros cinco se desviaron y cayeron en la ignominia. En cambio, el nombre de Nikko Shonin perdura hasta el día de hoy. Ese espíritu que grabaron el Daishonin y Nikko fue revivido, siete siglos después, por los maestros fundadores de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi y Josei Toda, y también por nuestro mentor, Ikeda sensei. Gracias a ello, hoy podemos aprender sobre esa relación.
Y la prueba de su validez es el gran desarrollo de nuestra SGI.
Discurso brindado durante la capacitación de jóvenes de la SGI, realizada en Tokio, Japón, el 7 de septiembre de 2002.
Como discípulos, nuestra misión es transitar esa senda y acercarnos al corazón de nuestro mentor. Pero quisiera aclarar algo: existe una gran diferencia entre “el camino de maestro y discípulo”, y la “inseparabilidad de maestro y discípulo”.
El “camino de maestro y discípulo” significa que el discípulo lleva a cabo acciones de acuerdo con las ideas de su mentor. Es decir, lo hace porque él lo ha dicho.
Se lanza a la lucha diciendo: “Lo haré porque mi maestro así lo quiso”.
Sería como “cumplir con las instrucciones recibidas”.
Pero esa postura, aunque bien intencionada, es muy pasiva. Al actuar así, uno todavía no llega a manifestar el verdadero sentido de la relación de maestro y discípulo. Y, mientras solo se escuchan las orientaciones del mentor y se concuerda en que eso es lo correcto, confiando que “así debe hacerse”, uno permanece en el nivel superficial de esa relación.
Hay muchos aspectos que el discípulo conoce mejor que el mentor sobre su entorno inmediato (por ejemplo, su país, su ciudad o pueblo). Así, cuando recibe la guía de su mentor, puede aplicarla de acuerdo con ese contexto particular, para lograr resultados concretos.
A veces, el discípulo puede llegar a expresar: “El maestro dijo así, pero en mi país no se puede hacer de esa forma”.
Ese pensamiento establece una separación del corazón del maestro, por lo que también es una forma pasiva de ver la relación con el mentor.
En ciertas ocasiones, dentro de las deliberaciones de nuestra organización, llegado el momento de tomar una decisión, se dice: “Haremos esto, porque Sensei así lo dice”.
Tal cosa, en realidad, es aprovecharse de la orientación del maestro para hacer valer las propias ideas u opiniones. “Usar el nombre de Sensei” es algo que, lamentablemente, se ha tornado muy habitual.
En cambio, la “inseparabilidad entre maestro y discípulo” significa reflexionar (y a veces, hasta sufrir y llorar) para comprender cuál es la “verdadera intención” de nuestro mentor al dar su orientación.
Cuando uno logra comprender ese corazón, empieza a transitar por el camino de la inseparabilidad entre maestro y discípulo. La clave está en hacer el esfuerzo para profundizar, para ir más allá. Porque resulta cómodo repetir las palabras del maestro, aun sin saber lo que en realidad significan, lo que él quiso decirnos con ellas.
De ese modo, uno se convierte en mero transmisor de las expresiones de nuestro mentor. La diferencia yace en comprender profundamente sus enseñanzas y aplicarlas decididamente en nuestro ámbito de acción.
Nichiren Daishonin tuvo muchos discípulos; entre los más allegados, nombró a los seis más cercanos, como “sacerdotes principales”. Sin embargo, el único de ellos que llevó a la práctica el espíritu de su maestro fue Nikko Shonin.
Seguir el camino de la inseparabilidad de maestro y discípulo es verdaderamente muy difícil.
Los otros cinco se desviaron y cayeron en la ignominia. En cambio, el nombre de Nikko Shonin perdura hasta el día de hoy. Ese espíritu que grabaron el Daishonin y Nikko fue revivido, siete siglos después, por los maestros fundadores de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi y Josei Toda, y también por nuestro mentor, Ikeda sensei. Gracias a ello, hoy podemos aprender sobre esa relación.
Y la prueba de su validez es el gran desarrollo de nuestra SGI.
Discurso brindado durante la capacitación de jóvenes de la SGI, realizada en Tokio, Japón, el 7 de septiembre de 2002.