EL BUDA, ES LA VIDA EN SÍ MISMA ... Dialogo entre Daisaku Ikeda, Endo, Saito y Suda.
PRESIDENTE IKEDA: ... El Sutra del Loto nos enseña que todos los seres humanos pueden manifestar la Budeidad. ¿Qué es, entonces, la entidad real de un «buda»? ¿Qué quiere decir `manifestar la Budeidad'? Son preguntas esenciales, para todas las enseñanzas budistas.
El señor Toda contempló estos interrogantes y buscó resolverlos.
Entonces, de pronto, la palabra «vida» se encendió en su mente. Por fin, percibía que el Buda era la vida en sí misma:
La vida no existe ni es inexistente,
no es causada ni está condicionada,
no es sí misma ni es otra,
no es cuadrada ni redonda,
no es corta ni larga,
no es carmesí ni es púrpura,
ni es de ningún otro color.
ENDO: Los pensamientos del señor Toda corrían exultantes.
¡El Buda es la vida en sí misma! ¡Es una expresión de la vida! El Buda no es algo que existe fuera de nosotros mismos, sino dentro de nuestro ser.
¡No!
Es algo que también existe afuera de nuestra vida. ¡Es una entidad de la vida cósmica!.
SAITO: El señor Toda solía utilizar la palabra «vida» precisamente porque había percibido el estado de Buda como una entidad real.
PRESIDENTE IKEDA: Si. «Vida» es una palabra simple, familiar, que utilizamos a diario. Pero, al mismo tiempo, es un término que expresa la esencia más profunda de la Ley budista, es una sola palabra que contiene un significado infinito. Todos los seres humanos están dotados de vida, de modo que este vocablo posee un significado práctico y concreto para cada persona. De este modo, el esclarecimiento del señor Toda volvió al Budismo comprensible para todos.
La vida, además, posee una diversidad enorme, pletórica de energía y de riqueza. Al mismo tiempo, opera de acuerdo con ciertas leyes y tiene un ritmo definido.
La doctrina según la cual cada instante de la vida posee tres mil estados (ichinen sanzen) describe esta armonía en la diversidad. El que ha percibido la esencia de este principio es un buda, es una persona en estado de Buda.
La vida, a la vez, es libre e ilimitada. Es una entidad abierta en comunicación constante con el mundo externo. Siempre está intercambiando energía, materia, información...
Pero, así como es abierta, también mantiene su autonomía. La vida está caracterizada por esta apertura al universo entero, por esta libertad armoniosa.
La condición infinita e inconmensurable de la Budeidad puede describirse como un estado de vida en que se logra libertad, apertura y armonía en su máxima expresión. Nichiren Daishonin dice que myo [de myoho, `Ley Mística'] posee tres significados: «abrir», «estar perfectamente dotado» y «revivir».
Estos son los atributos de la vida y son, también, los atributos de un buda.
En cierto sentido, podemos considerar todas las escrituras budistas como exponentes de una filosofía de vida.
El Budismo de T'ien-t'ai representa «la enseñanza que el gran maestro
T'ien-t'ai practicó desde lo profundo de su ser».
Nichiren Daishonin declara: «Las ochenta y cuatro mil enseñanzas budistas [es decir, las innumerables enseñanzas que predicó Shakyamuni durante su existencia] son el diario de nuestro propio ser».
Todavía recuerdo que, una vez, el señor Toda rió y dijo que él podía percibir hasta físicamente «la enseñanza que el gran maestro T'ien-t'ai había practicado desde lo profundo de su ser».
Me comentó: «Dai, tienes que enfrentar problemas en la vida. Sólo cuando confrontes dificultades podrás comprender la fe y adquirir grandeza».
Yo tenía veintisiete años en ese momento y libraba una dura lucha contra la enfermedad. El señor Toda trataba de alentarme con esas palabras para que yo pudiese extraer una mayor fuerza vital.
Sus palabras me conmovieron hondamente... Las anoté en mi diario.
En verdad, en ese momento, el señor Toda se hallaba en un estado de salud terrible; su cuerpo había quedado exhausto y debilitado por el esfuerzo extremo. Pero, así y todo, siempre pensaba en cómo alentar a los jóvenes, en cómo permitirles consolidar el mismo estado de vida que él.
SAITO: ¡Qué sublime era la vida del señor Toda!
En el relato que acaba de hacernos se percibe la nobleza del vínculo entre maestro y discípulo.
PRESIDENTE IKEDA: El señor Toda describió, en una oportunidad, lo que sintió luego de haber experimentado ese esclarecimiento en la cárcel. Esto fue lo que le dijo a la persona que lo estaba escuchando:
Es como estar tendido de espaldas en un amplio espacio abierto, contemplando el cielo, con los brazos y las piernas bien extendidos.
Todo lo que uno desea aparece instantáneamente. Por mucho que uno obsequie a los demás, siempre hay más y jamás se extingue.
Trate de ver si puede lograr un estado de vida así. ¡Si realmente lo desea, le sugiero que pase una temporada en la cárcel por la causa del Sutra del Loto y por la propagación del Budismo de Nichiren Daishonin!
Pero también dijo:
Hoy las épocas han cambiado, de modo que no necesita pasar su tiempo entre rejas. En cambio, luche con cada palmo de sus fuerzas para difundir el Budismo de Nichiren Daishonin.
SUDA: La iluminación del señor Toda no fue un simple proceso intelectual; significó una transformación en los aspectos más recónditos de su vida.
PRESIDENTE IKEDA: Si, es cierto. El propósito del Budismo, en última instancia, es transformar nuestro estado de vida interior.
La Soka Gakkai no fue la primera que habló del Budismo como una «filosofía de vida». El Budismo del Daishonin ya es, por su mismísima naturaleza, una filosofía del vivir; la Soka Gakkai, en tal sentido, es la heredera de ese Budismo.
Shakyamuni abordó los sufrimientos de la vida humana (el nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte); en su lucha por comprenderlos, abrió un estado inmensurable en el núcleo más íntimo de su ser.
Luego, T'ien-t'ai observó la realidad interior de su propia vida, basado en el Sutra del Loto, y expresó lo que había percibido a través de un principio filosófico: cada estado de la vida posee tres mil estados (ichinen sanzen).
T'ien-t'ai también utilizó el concepto expuesto en el Sutra Kegon, según el cual no hay distinciones entre la mente, el buda y los seres humanos. Sobre la base de dicho concepto, analizó la Ley Mística revelada en el Sutra del Loto desde el punto de vista de esas tres dimensiones: la mente, el buda y los seres humanos.
La palabra «vida», que empleó el señor Toda para expresar su iluminación con respecto a la entidad del estado de Buda, es un término contemporáneo y familiar, que unifica aquellas tres dimensiones en un solo concepto.
Por su parte, Nichiren Daishonin comprendió con su ser que Nam-myohorenge-kyo era la verdadera entidad de la vida. Inscribió el Gohonzon, el objeto de veneración, y expuso su filosofía en el «Ongi Kuden» (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente) y en otros escritos, para que todos pudieran percibir con su propio ser esa verdadera entidad de la vida y abrir el camino hacia la felicidad.
En otras palabras, a lo largo de toda su historia, el Budismo siempre ha sido, fundamentalmente, una filosofía de vida.
SAITO: La cuestión, entonces, es cómo permitir que otros tomen conciencia de este factor esencial. Este ha sido el riguroso desafio que han tenido por delante los filósofos y sabios budistas a lo largo de los tiempos.
PRESIDENTE IKEDA: Así es. Cuando el señor Toda escribió su tesis «La filosofía de la vida», no expuso una teoría intelectual. Tampoco la obtuvo a partir de un método científico de análisis y de síntesis. Sin embargo, al mismo tiempo, tampoco es incompatible con la ciencia o con la razón.
El señor Toda extrajo su filosofía de vida de las profundidades del Sutra del Loto, en su desesperada contienda sin reservas en pos de la verdad suprema, en esa lucha que libró con todo su ser. En verdad, su filosofía de vida representa la «sabiduría del Sutra del Loto».
Por ende, la tesis de Josei Toda no sólo nos informa sobre la naturaleza de la vida, sino que también posee la capacidad de transformar nuestro modo de pensar. Y abre, en nuestra vida diaria, una dimensión real de esperanza y de acción práctica. Es una filosofía de relevancia práctica; una doctrina «real» que nos hace tomar contacto con una poderosa energía vital.
Cuando traducimos fielmente esta filosofía en la práctica, se inicia nuestra epopeya personal de transformación; empezamos a convertir una vida de impotencia y de desesperación en una de satisfacción y de felicidad.
Esa transformación del individuo es el primer paso para toda otra clase de revolución; es la primera vuelta de tuerca en el proceso hacia un género humano más fuerte, más sabio, más enriquecido.
SAITO: Usted habla de una revolución humana y de una revolución capaz de abarcarlo todo...
PRESIDENTE IKEDA: La «revolución humana» es una expresión contemporánea que se refiere al «logro de la iluminación» en cada individuo, mientras que la «revolución capaz de abarcarlo todo» se refiere al kosen-rufu.
La relación que media entre ambos movimientos nos hace pensar en la Tierra, que, así como gira alrededor de su eje, simultáneamente órbita alrededor del Sol. La revolución de la Tierra sobre su eje produce los días y las noches, mientras que su desplazamiento en derredor del Sol da origen a las cuatro estaciones.
Bañados por la luz de la Ley budista, también experimentamos «el día y la noche» a medida que vamos creando la historia de nuestra propia revolución humana hacia el avance infinito. También pasamos por «inviernos y primaveras» a medida que representamos la epopeya exultante del kosen-rufu a lo largo de temporadas de cambios constantes. La Soka Gakkai comienza y termina con la filosofía de vida expuesta por el señor Toda; su punto primordial yace en la conciencia de que el buda es la vida, tal como nuestro segundo presidente desentrañó.
Además, a medida que fue profundizando en la esencia del Sutra del Loto en la cárcel, experimentó otra vivencia singular: participó realmente en la Ceremonia en el Aire, como Bodhisattva de la Tierra. Dejaré para otro encuentro el análisis del significado que tuvo esta experiencia.
ENDO: En el pasado, los sacerdotes criticaron el uso de la palabra «iluminación» para mencionar la experiencia del señor Toda. Parece que no les gustaba mucho la perspectiva de que los simples laicos pudiéramos lograr un esclarecimiento con respecto a la Ley...
SAITO: Decir que los laicos no estamos en posición de lograr la iluminación es como decir que los que van a la universidad no están en posición de poder graduarse. En última instancia, este pensamiento pervertido es fruto de los celos y de la envidia.
SUDA: «El Buda es la vida en sí»... La palabra «vida» posee un tono científico y a la vez cálido, ¿no les parece?
PRESIDENTE IKEDA: Si. Y justamente por eso uno puede apreciar qué grandeza tuvo el señor Toda, al trazar esta relación de identidad entre ambos términos. En la palabra «buda», lo que tiende a dominar en la representación mental de la gente es la imagen de ser supremo; de algún modo, lo que el pensamiento tiende a conceptualizar es un ser distante y separado de la vida de uno. En la palabra «Ley», el énfasis está en lo impersonal, como ocurre cuando hablamos de «regla» o de «fenómeno». Y no hay una denotación de calidez. Esencialmente, el Buda y la Ley no son dos cosas separadas ni distintas: la palabra «vida» las abarca a ambas.
Todas las personas están dotadas de vida; la vida es inmensurablemente preciada. No hay quien pueda negarlo. La declaración de que «el buda es la vida» revela que la mismísima esencia del Budismo -el Buda y la Ley- está en nuestro propio ser.
SAITO: Estoy completamente de acuerdo. Pero no puedo sino sentir que, las más de las veces, seguimos comprendiendo la palabra «vida» en un nivel intelectual. Especialmente en lo que respecta a las frases «la vida a lo largo de las tres existencias de pasado, presente y futuro» o «la vida eterna». ¿Cómo debería uno entender estos términos?
PRESIDENTE IKEDA: El señor Toda solía decir: «Aunque hablemos de `la vida a través de las tres existencias' o de la `vida eterna', es algo que nadie ha visto jamás». Así y todo, creo que vale la pena tratar de bosquejar el concepto de vida eterna como punto de referencia. Para empezar, entonces, ¿por qué no dice cada uno lo que piensa al respecto?
SUDA: Voy a dar una de las perspectivas posibles: cada uno de nosotros posee un «yo» dentro. Ese «yo» continúa, aun después de la muerte. Ese «yo» es la entidad de la vida.
PRESIDENTE IKEDA: ¿Y adónde va ese «yo» después que uno muere?
SUDA: Bueno... No creo que sea algo sin forma ni sustancia, como el alma...
PRESIDENTE IKEDA: El señor Toda solía explicarlo así:
Utilizamos la palabra yo [para referirnos a nosotros mismos], pero el término, en realidad, se refiere al universo. Cuando nos preguntamos en qué sentido la vida universal se diferencia de la vida de cada uno de nosotros, la única distinción que se nos ocurre es la del cuerpo y la mente. Nuestra vida y la vida del universo son lo mismo.
Tendemos a pensar que el universo y los seres humanos son dos entidades separadas, pero el señor Toda declaraba que eran idénticas, que ambas eran entidades de la vida.
Suda: La tesis del señor Toda sobre la filosofía de la vida señala que el universo es la vida, en sí, y que esa vida, junto con el universo, es eterna e imperecedera. Dijo: «Así como dormimos y nos despertamos, y luego nos volvemos a dormir, así vivimos y morimos, y luego volvemos a vivir: nuestra vida subsiste eternamente».
También declaró:
Cuando nos despertamos, por la mañana, retomamos nuestras actividades basados en el mismo propósito y en el mismo pensamiento con que las dejamos la noche anterior. Del mismo modo, en cada nueva existencia debemos vivir basados en el resultado de las causas «kármicas» creadas en nuestras vidas anteriores.
ENDO: Supongamos que hay un árbol muy alto; y que, a este árbol, lo denominamos «universo». En él crecen incontables hojas y flores. ¿Es posible considerar las vidas individuales como una analogía de las hojas y flores del árbol?
PRESIDENTE IKEDA: Una vez, alguien le formuló al señor Toda la misma pregunta. Y ésta fue la respuesta que él dio:
No creo que sea atinado pensar que nuestras vidas brotan de algo (así como las flores y hojas brotan de las ramas de un árbol). Supongamos que, en esta taza de té que tengo enfrente, hay agua. Y que esa agua es el universo.
Si sopla el viento sobre la superficie del agua, en ella se agitará un oleaje. Esas olas son nuestras existencias. Y también representan una de las funciones del universo. Por lo tanto, si deja de soplar el viento, también desaparecen las olas, y el agua vuelve a su estado original.
En otras palabras, dice que cuando comparamos el universo con el océano, nuestras vidas serían como el oleaje que aparece y desaparece sobre la superficie del universo.
ENDO: Las olas y el océano no son entidades separadas. Lo que afirma el señor Toda es que las olas no son sino parte de la actividad incesante del océano.
SAITO: Eso me recuerda una observación del filósofo británico Alan Watts (1915-1973):
No hay un «tú» separado, que extraiga cosas del universo. [...]
Así como en el océano se mecen las olas, el universo se mece con un ondular de «vidas humanas». [...]
Por lo tanto, eso que consideramos como la muerte, el espacio vacío o la nada es sólo el resquicio que media entre las crestas de este interminable y ondulante océano de la vida.
SUDA: Entiendo que esto apunta a que nuestra vida se encuentra fusionada con el universo.
PRESIDENTE IKEDA: Si, ésa podría ser una forma de describirlo. Pero el señor Toda explicaba: «Más que hablar de que estamos `fusionados' con el universo, yo diría que somos la vida del universo. Y que la vida, en sí, genera cambios».
ENDO: Algunos dicen que nuestra vida es como un rio que fluye. Fluye y cambia continuamente, hasta que, por fin, se funde con el océano...
PRESIDENTE IKEDA: Entiendo; pero ¿no creen que nuestra vida posee una dimensión mucho más profunda? El señor Toda la describía como «la mismísima base de todas las cosas, a la cual percibimos como algo sujeto a cambios y a fluctuaciones». Sin embargo, la esencia real de la vida, explicaba, «no fluye ni es estática; es como el espacio vacío».
Su entidad es, al mismo tiempo, el macrocosmos infinito y cada uno de los microcosmos que representan las incontables vidas individuales. Esta enorme entidad vital siempre experimenta cambios dinámicos pero, a la vez, es eterna e imperecedera. El Buda y la Ley Mística son nombres que le damos a esta entidad innegable, a la vida cósmica. Todos somos corporificaciones de esta entidad sublime.
El Sutra del Loto enseña «la verdadera entidad de todos los fenómenos» (en japonés, shoho jisso). «Todos los fenómenos» se refiere a cada criatura viviente en sentido individual. La «verdadera entidad» de estos fenómenos es la vida cósmica en sí. El señor Toda expresaba esta verdad inefable diciendo que «el Buda es la vida en sí». Cuando uno llega a comprenderlo, ya no puede albergar ningún pensamiento de matar a nada o a nadie, porque destruir algo es sólo destruirse uno mismo.
El señor Toda contempló estos interrogantes y buscó resolverlos.
Entonces, de pronto, la palabra «vida» se encendió en su mente. Por fin, percibía que el Buda era la vida en sí misma:
La vida no existe ni es inexistente,
no es causada ni está condicionada,
no es sí misma ni es otra,
no es cuadrada ni redonda,
no es corta ni larga,
no es carmesí ni es púrpura,
ni es de ningún otro color.
ENDO: Los pensamientos del señor Toda corrían exultantes.
¡El Buda es la vida en sí misma! ¡Es una expresión de la vida! El Buda no es algo que existe fuera de nosotros mismos, sino dentro de nuestro ser.
¡No!
Es algo que también existe afuera de nuestra vida. ¡Es una entidad de la vida cósmica!.
SAITO: El señor Toda solía utilizar la palabra «vida» precisamente porque había percibido el estado de Buda como una entidad real.
PRESIDENTE IKEDA: Si. «Vida» es una palabra simple, familiar, que utilizamos a diario. Pero, al mismo tiempo, es un término que expresa la esencia más profunda de la Ley budista, es una sola palabra que contiene un significado infinito. Todos los seres humanos están dotados de vida, de modo que este vocablo posee un significado práctico y concreto para cada persona. De este modo, el esclarecimiento del señor Toda volvió al Budismo comprensible para todos.
La vida, además, posee una diversidad enorme, pletórica de energía y de riqueza. Al mismo tiempo, opera de acuerdo con ciertas leyes y tiene un ritmo definido.
La doctrina según la cual cada instante de la vida posee tres mil estados (ichinen sanzen) describe esta armonía en la diversidad. El que ha percibido la esencia de este principio es un buda, es una persona en estado de Buda.
La vida, a la vez, es libre e ilimitada. Es una entidad abierta en comunicación constante con el mundo externo. Siempre está intercambiando energía, materia, información...
Pero, así como es abierta, también mantiene su autonomía. La vida está caracterizada por esta apertura al universo entero, por esta libertad armoniosa.
La condición infinita e inconmensurable de la Budeidad puede describirse como un estado de vida en que se logra libertad, apertura y armonía en su máxima expresión. Nichiren Daishonin dice que myo [de myoho, `Ley Mística'] posee tres significados: «abrir», «estar perfectamente dotado» y «revivir».
Estos son los atributos de la vida y son, también, los atributos de un buda.
En cierto sentido, podemos considerar todas las escrituras budistas como exponentes de una filosofía de vida.
El Budismo de T'ien-t'ai representa «la enseñanza que el gran maestro
T'ien-t'ai practicó desde lo profundo de su ser».
Nichiren Daishonin declara: «Las ochenta y cuatro mil enseñanzas budistas [es decir, las innumerables enseñanzas que predicó Shakyamuni durante su existencia] son el diario de nuestro propio ser».
Todavía recuerdo que, una vez, el señor Toda rió y dijo que él podía percibir hasta físicamente «la enseñanza que el gran maestro T'ien-t'ai había practicado desde lo profundo de su ser».
Me comentó: «Dai, tienes que enfrentar problemas en la vida. Sólo cuando confrontes dificultades podrás comprender la fe y adquirir grandeza».
Yo tenía veintisiete años en ese momento y libraba una dura lucha contra la enfermedad. El señor Toda trataba de alentarme con esas palabras para que yo pudiese extraer una mayor fuerza vital.
Sus palabras me conmovieron hondamente... Las anoté en mi diario.
En verdad, en ese momento, el señor Toda se hallaba en un estado de salud terrible; su cuerpo había quedado exhausto y debilitado por el esfuerzo extremo. Pero, así y todo, siempre pensaba en cómo alentar a los jóvenes, en cómo permitirles consolidar el mismo estado de vida que él.
SAITO: ¡Qué sublime era la vida del señor Toda!
En el relato que acaba de hacernos se percibe la nobleza del vínculo entre maestro y discípulo.
PRESIDENTE IKEDA: El señor Toda describió, en una oportunidad, lo que sintió luego de haber experimentado ese esclarecimiento en la cárcel. Esto fue lo que le dijo a la persona que lo estaba escuchando:
Es como estar tendido de espaldas en un amplio espacio abierto, contemplando el cielo, con los brazos y las piernas bien extendidos.
Todo lo que uno desea aparece instantáneamente. Por mucho que uno obsequie a los demás, siempre hay más y jamás se extingue.
Trate de ver si puede lograr un estado de vida así. ¡Si realmente lo desea, le sugiero que pase una temporada en la cárcel por la causa del Sutra del Loto y por la propagación del Budismo de Nichiren Daishonin!
Pero también dijo:
Hoy las épocas han cambiado, de modo que no necesita pasar su tiempo entre rejas. En cambio, luche con cada palmo de sus fuerzas para difundir el Budismo de Nichiren Daishonin.
SUDA: La iluminación del señor Toda no fue un simple proceso intelectual; significó una transformación en los aspectos más recónditos de su vida.
PRESIDENTE IKEDA: Si, es cierto. El propósito del Budismo, en última instancia, es transformar nuestro estado de vida interior.
La Soka Gakkai no fue la primera que habló del Budismo como una «filosofía de vida». El Budismo del Daishonin ya es, por su mismísima naturaleza, una filosofía del vivir; la Soka Gakkai, en tal sentido, es la heredera de ese Budismo.
Shakyamuni abordó los sufrimientos de la vida humana (el nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte); en su lucha por comprenderlos, abrió un estado inmensurable en el núcleo más íntimo de su ser.
Luego, T'ien-t'ai observó la realidad interior de su propia vida, basado en el Sutra del Loto, y expresó lo que había percibido a través de un principio filosófico: cada estado de la vida posee tres mil estados (ichinen sanzen).
T'ien-t'ai también utilizó el concepto expuesto en el Sutra Kegon, según el cual no hay distinciones entre la mente, el buda y los seres humanos. Sobre la base de dicho concepto, analizó la Ley Mística revelada en el Sutra del Loto desde el punto de vista de esas tres dimensiones: la mente, el buda y los seres humanos.
La palabra «vida», que empleó el señor Toda para expresar su iluminación con respecto a la entidad del estado de Buda, es un término contemporáneo y familiar, que unifica aquellas tres dimensiones en un solo concepto.
Por su parte, Nichiren Daishonin comprendió con su ser que Nam-myohorenge-kyo era la verdadera entidad de la vida. Inscribió el Gohonzon, el objeto de veneración, y expuso su filosofía en el «Ongi Kuden» (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente) y en otros escritos, para que todos pudieran percibir con su propio ser esa verdadera entidad de la vida y abrir el camino hacia la felicidad.
En otras palabras, a lo largo de toda su historia, el Budismo siempre ha sido, fundamentalmente, una filosofía de vida.
SAITO: La cuestión, entonces, es cómo permitir que otros tomen conciencia de este factor esencial. Este ha sido el riguroso desafio que han tenido por delante los filósofos y sabios budistas a lo largo de los tiempos.
PRESIDENTE IKEDA: Así es. Cuando el señor Toda escribió su tesis «La filosofía de la vida», no expuso una teoría intelectual. Tampoco la obtuvo a partir de un método científico de análisis y de síntesis. Sin embargo, al mismo tiempo, tampoco es incompatible con la ciencia o con la razón.
El señor Toda extrajo su filosofía de vida de las profundidades del Sutra del Loto, en su desesperada contienda sin reservas en pos de la verdad suprema, en esa lucha que libró con todo su ser. En verdad, su filosofía de vida representa la «sabiduría del Sutra del Loto».
Por ende, la tesis de Josei Toda no sólo nos informa sobre la naturaleza de la vida, sino que también posee la capacidad de transformar nuestro modo de pensar. Y abre, en nuestra vida diaria, una dimensión real de esperanza y de acción práctica. Es una filosofía de relevancia práctica; una doctrina «real» que nos hace tomar contacto con una poderosa energía vital.
Cuando traducimos fielmente esta filosofía en la práctica, se inicia nuestra epopeya personal de transformación; empezamos a convertir una vida de impotencia y de desesperación en una de satisfacción y de felicidad.
Esa transformación del individuo es el primer paso para toda otra clase de revolución; es la primera vuelta de tuerca en el proceso hacia un género humano más fuerte, más sabio, más enriquecido.
SAITO: Usted habla de una revolución humana y de una revolución capaz de abarcarlo todo...
PRESIDENTE IKEDA: La «revolución humana» es una expresión contemporánea que se refiere al «logro de la iluminación» en cada individuo, mientras que la «revolución capaz de abarcarlo todo» se refiere al kosen-rufu.
La relación que media entre ambos movimientos nos hace pensar en la Tierra, que, así como gira alrededor de su eje, simultáneamente órbita alrededor del Sol. La revolución de la Tierra sobre su eje produce los días y las noches, mientras que su desplazamiento en derredor del Sol da origen a las cuatro estaciones.
Bañados por la luz de la Ley budista, también experimentamos «el día y la noche» a medida que vamos creando la historia de nuestra propia revolución humana hacia el avance infinito. También pasamos por «inviernos y primaveras» a medida que representamos la epopeya exultante del kosen-rufu a lo largo de temporadas de cambios constantes. La Soka Gakkai comienza y termina con la filosofía de vida expuesta por el señor Toda; su punto primordial yace en la conciencia de que el buda es la vida, tal como nuestro segundo presidente desentrañó.
Además, a medida que fue profundizando en la esencia del Sutra del Loto en la cárcel, experimentó otra vivencia singular: participó realmente en la Ceremonia en el Aire, como Bodhisattva de la Tierra. Dejaré para otro encuentro el análisis del significado que tuvo esta experiencia.
ENDO: En el pasado, los sacerdotes criticaron el uso de la palabra «iluminación» para mencionar la experiencia del señor Toda. Parece que no les gustaba mucho la perspectiva de que los simples laicos pudiéramos lograr un esclarecimiento con respecto a la Ley...
SAITO: Decir que los laicos no estamos en posición de lograr la iluminación es como decir que los que van a la universidad no están en posición de poder graduarse. En última instancia, este pensamiento pervertido es fruto de los celos y de la envidia.
SUDA: «El Buda es la vida en sí»... La palabra «vida» posee un tono científico y a la vez cálido, ¿no les parece?
PRESIDENTE IKEDA: Si. Y justamente por eso uno puede apreciar qué grandeza tuvo el señor Toda, al trazar esta relación de identidad entre ambos términos. En la palabra «buda», lo que tiende a dominar en la representación mental de la gente es la imagen de ser supremo; de algún modo, lo que el pensamiento tiende a conceptualizar es un ser distante y separado de la vida de uno. En la palabra «Ley», el énfasis está en lo impersonal, como ocurre cuando hablamos de «regla» o de «fenómeno». Y no hay una denotación de calidez. Esencialmente, el Buda y la Ley no son dos cosas separadas ni distintas: la palabra «vida» las abarca a ambas.
Todas las personas están dotadas de vida; la vida es inmensurablemente preciada. No hay quien pueda negarlo. La declaración de que «el buda es la vida» revela que la mismísima esencia del Budismo -el Buda y la Ley- está en nuestro propio ser.
SAITO: Estoy completamente de acuerdo. Pero no puedo sino sentir que, las más de las veces, seguimos comprendiendo la palabra «vida» en un nivel intelectual. Especialmente en lo que respecta a las frases «la vida a lo largo de las tres existencias de pasado, presente y futuro» o «la vida eterna». ¿Cómo debería uno entender estos términos?
PRESIDENTE IKEDA: El señor Toda solía decir: «Aunque hablemos de `la vida a través de las tres existencias' o de la `vida eterna', es algo que nadie ha visto jamás». Así y todo, creo que vale la pena tratar de bosquejar el concepto de vida eterna como punto de referencia. Para empezar, entonces, ¿por qué no dice cada uno lo que piensa al respecto?
SUDA: Voy a dar una de las perspectivas posibles: cada uno de nosotros posee un «yo» dentro. Ese «yo» continúa, aun después de la muerte. Ese «yo» es la entidad de la vida.
PRESIDENTE IKEDA: ¿Y adónde va ese «yo» después que uno muere?
SUDA: Bueno... No creo que sea algo sin forma ni sustancia, como el alma...
PRESIDENTE IKEDA: El señor Toda solía explicarlo así:
Utilizamos la palabra yo [para referirnos a nosotros mismos], pero el término, en realidad, se refiere al universo. Cuando nos preguntamos en qué sentido la vida universal se diferencia de la vida de cada uno de nosotros, la única distinción que se nos ocurre es la del cuerpo y la mente. Nuestra vida y la vida del universo son lo mismo.
Tendemos a pensar que el universo y los seres humanos son dos entidades separadas, pero el señor Toda declaraba que eran idénticas, que ambas eran entidades de la vida.
Suda: La tesis del señor Toda sobre la filosofía de la vida señala que el universo es la vida, en sí, y que esa vida, junto con el universo, es eterna e imperecedera. Dijo: «Así como dormimos y nos despertamos, y luego nos volvemos a dormir, así vivimos y morimos, y luego volvemos a vivir: nuestra vida subsiste eternamente».
También declaró:
Cuando nos despertamos, por la mañana, retomamos nuestras actividades basados en el mismo propósito y en el mismo pensamiento con que las dejamos la noche anterior. Del mismo modo, en cada nueva existencia debemos vivir basados en el resultado de las causas «kármicas» creadas en nuestras vidas anteriores.
ENDO: Supongamos que hay un árbol muy alto; y que, a este árbol, lo denominamos «universo». En él crecen incontables hojas y flores. ¿Es posible considerar las vidas individuales como una analogía de las hojas y flores del árbol?
PRESIDENTE IKEDA: Una vez, alguien le formuló al señor Toda la misma pregunta. Y ésta fue la respuesta que él dio:
No creo que sea atinado pensar que nuestras vidas brotan de algo (así como las flores y hojas brotan de las ramas de un árbol). Supongamos que, en esta taza de té que tengo enfrente, hay agua. Y que esa agua es el universo.
Si sopla el viento sobre la superficie del agua, en ella se agitará un oleaje. Esas olas son nuestras existencias. Y también representan una de las funciones del universo. Por lo tanto, si deja de soplar el viento, también desaparecen las olas, y el agua vuelve a su estado original.
En otras palabras, dice que cuando comparamos el universo con el océano, nuestras vidas serían como el oleaje que aparece y desaparece sobre la superficie del universo.
ENDO: Las olas y el océano no son entidades separadas. Lo que afirma el señor Toda es que las olas no son sino parte de la actividad incesante del océano.
SAITO: Eso me recuerda una observación del filósofo británico Alan Watts (1915-1973):
No hay un «tú» separado, que extraiga cosas del universo. [...]
Así como en el océano se mecen las olas, el universo se mece con un ondular de «vidas humanas». [...]
Por lo tanto, eso que consideramos como la muerte, el espacio vacío o la nada es sólo el resquicio que media entre las crestas de este interminable y ondulante océano de la vida.
SUDA: Entiendo que esto apunta a que nuestra vida se encuentra fusionada con el universo.
PRESIDENTE IKEDA: Si, ésa podría ser una forma de describirlo. Pero el señor Toda explicaba: «Más que hablar de que estamos `fusionados' con el universo, yo diría que somos la vida del universo. Y que la vida, en sí, genera cambios».
ENDO: Algunos dicen que nuestra vida es como un rio que fluye. Fluye y cambia continuamente, hasta que, por fin, se funde con el océano...
PRESIDENTE IKEDA: Entiendo; pero ¿no creen que nuestra vida posee una dimensión mucho más profunda? El señor Toda la describía como «la mismísima base de todas las cosas, a la cual percibimos como algo sujeto a cambios y a fluctuaciones». Sin embargo, la esencia real de la vida, explicaba, «no fluye ni es estática; es como el espacio vacío».
Su entidad es, al mismo tiempo, el macrocosmos infinito y cada uno de los microcosmos que representan las incontables vidas individuales. Esta enorme entidad vital siempre experimenta cambios dinámicos pero, a la vez, es eterna e imperecedera. El Buda y la Ley Mística son nombres que le damos a esta entidad innegable, a la vida cósmica. Todos somos corporificaciones de esta entidad sublime.
El Sutra del Loto enseña «la verdadera entidad de todos los fenómenos» (en japonés, shoho jisso). «Todos los fenómenos» se refiere a cada criatura viviente en sentido individual. La «verdadera entidad» de estos fenómenos es la vida cósmica en sí. El señor Toda expresaba esta verdad inefable diciendo que «el Buda es la vida en sí». Cuando uno llega a comprenderlo, ya no puede albergar ningún pensamiento de matar a nada o a nadie, porque destruir algo es sólo destruirse uno mismo.