El Budismo Nichiren enseña la inseparabilidad entre el yo y los demás, la interconexión entre todos los seres vivientes. Nuestras acciones compasivas por los demás enriquecen nuestras propias vidas y finalmente conducen hacia la revelación de nuestra propia Budeidad. Mientras que el altruismo beneficia a todos, el egoísmo priva de genuina felicidad a la gente.
GHOSO: EL HOMBRE ACAUDALADO SUDATTA. Preparado y comentado por Shin Yatomi para el Departamento de Estudio de la SGI-USA.
Te enseñaré cómo fácilmente puedes convertirte en Buda.
Impartir una enseñanza a alguien es como aceitar las ruedas de una carreta para que éstas giren, aunque la carreta sea pesada, o como flotar un bote sobre el agua para que se mueva con facilidad. La manera de fácilmente convertirse en Buda no es nada especial. Es lo mismo que dar agua a una persona sedienta en tiempos de sequía o proveerle fuego a una persona que se congela de frío. O también, es lo mismo que regalar algo singular a alguien u ofrendar algo así como una dádiva aún en riesgo de nuestra propia vida.
Había una vez un gobernante llamado Rey Color Dorado.(1) Durante doce años, su país fue asolado por una severa sequía, e incontables cantidades de personas murieron de hambre. En los ríos, los cadáveres se usaban como puentes y en tierra, las osamentas se consideraban montículos de enterramiento.
En ese tiempo, el Rey Color Dorado se animó con una gran aspiración de salvar a los demás y distribuyó una vasta cantidad de donaciones. Regaló todo lo que pudo hasta lo que le quedaba en el almacén eran meramente cinco medidas de arroz.
Cuando sus ministros le informaron que esto le proveería con comida para un solo día, el gran rey tomó las cinco medidas de arroz y permitió que cada uno de sus famélicos súbditos, por ejemplo, tomaran uno o dos granos, o tres o cuatro granos. Entonces dirigió su mirada a los cielos y alzo su voz con un grito de que asumiría para sí el dolor del hambre y la sed de su pueblo, para entonces él, a su vez, morir del hambre. Los dioses celestiales le escucharon e instantáneamente hicieron que cayera la dulce lluvia de la inmortalidad. Y toda aquella gente cuyos cuerpos tocó esta lluvia o cuyos rostros fueron mojados por ella, toda esa gente satisfizo la necesidad de comida y en el espacio de un momento los habitantes de todo el país revivieron.
En la India había un hombre acaudalado llamado Sudatta. Siete veces empobreció y siete veces llegó ser un hombre adinerado. Durante su último periodo de pobreza, cuando todo el mundo había huido o perecido, y sólo quedaban él y su esposa, ambos tenían cinco medidas de arroz que los hubiera alimentado durante cinco días.
En ese tiempo, cinco personas – Mahakashyapa, Shariputra, Ananda, Rahula, y Shakiamuni Buda, llegaron a Sudatta para mendigar por las cinco medidas de arroz, las que Sudatta les entregó. Desde ese día en adelante, Sudatta fue el hombre más acaudalado de toda la India, y construyó el monasterio de Jetavana. Tomando esto como punto de partida, debes comprender todas las cosas.
Tal como un mono asemeja a un hombre y la torta de arroz asemeja la luna, tú ya te asemejas al devoto del Sutra del Loto. Ya que tan ardorosamente has protegido a mis seguidores y seguidoras en Atsuhara, la gente de este país considera que eres como Masakado(2) de la era Shohei o Sadato(3) de la era Tengi. Esto se debe solamente a que has dedicado tu vida al Sutra del Loto. Los dioses celestiales en lo más mínimo te consideran un hombre que ha traicionado a su Señor. Además, al tener numerosas obras públicas forzosamente asignadas a tu pequeña aldea, tú mismo careces del caballo que debes montar, y tu esposa e hijos carecen de la ropa que deben usar. El que hayas sentido ansiedad de que el devoto del Sutra del Loto probablemente fuera asediado por la nieve en medio de las montañas y careciera de alimento, y al enviarme mil monedas aún en tales circunstancias, eso es exactamente como una mujer pobre que al monje mendigo le da la única pieza de ropa que ella y su esposo llevaban puesta, o como Rida cuando dio el mijo que había en su jarra a pratyekabuda.(4) ¡Qué admirable, qué noble! Te hablaré en más detalle más tarde.
NOTAS
1. Rey Color Dorado se refiere a Shakiamuni Buda en una existencia previa. El Sutra del Rey Color Dorado relata una versión un tanto diferente de la historia en que el rey, como ofrenda, entrega su última porción de arroz a pratyekabuda. Ahí mismo, ropa, comida, y otros tesoros caen del cielo y al pueblo se le alivian los sufrimientos.
2. Masakado (fallecido en el 940) Tairo no Masakado, un distinguido guerrero del clan Taira que ejerció un gran poderío al este del Japón. Atacó las oficinas gubernamentales en Kanto y adoptó el título de “Nuevo Emperador”. Sin embargo, poco después sus huestes recibieron una derrota aplastante y él fue ultimado por su primo, Taira no Sadamori, con el apoyo de Fujiwara no Hidesato (WND, 1246).
3. Sadato (1019 – 1062) Abe no Sadato, líder de una poderosa familia del nordeste de Japón. Buscó la independencia del dominio imperial pero fue derrotado y ultimado en una batalla contra las fuerzas imperiales. (WND, 1246)
4. Tal como cuenta la historia en el Sutra Almacén de Diversos Tesoros, cierto hombre acaudalado tenía dos hijos, Rida y Arida. Al momento de la muerte de este hombre, en vez de dividir su fortuna entre los hijos, este hombre les advierte que se ayuden entre sí. Con el tiempo, el hermano mayor, Rida, cae en tiempos difíciles y hace votos religiosos, y se convierte en un pratyekabuda. El hermano menor, Arida, también pierde su fortuna y a duras penas se ve obligado a ganarse la vida vendiendo leños. Un día, Arida observó un pratyekabuda con una vasija de mendigar vacía y le ofrece comida, sin darse cuenta que es su hermano mayor. Como resultado de esta buena obra, renace primero como el rey celestial Shakra, y posteriormente como el rey girador de ruedas y finalmente, como uno de los diez principales discípulos de Shakiamuni. Aunque el texto se refiere a Rida, pueda que el Daishonin se estuviera refiriendo a Arida.
PUNTOS CLAVES
1- Expandimos nuestras vidas a través de compartir las alegrías y los sufrimientos de los demás.
2- La principal manera de ayudar a los demás es enseñarle Budismo, y cómo construir felicidad duradera.
3- La sinceridad es la base de la ofrenda budista.
ANTECEDENTES
Esta carta fue escrita en Minobu en el invierno de 1280 y enviada a Nanjo Tokimitsu (1250 – 1332), el joven senescal de la Aldea de Ueno en la Provincia Suruga.
Ya que Nichiren Daishonin había ido a vivir a Minobu, Tokimitsu había establecido una relación particularmente estrecha con Nikko Shonin, y apoyó los esfuerzos de propagación de éste en el área de Fuji.
Durante la Persecución de Atsuhara, Tokimitsu usó su influencia para proteger a los demás creyentes, al albergar a algunos en su propia casa y negociar la libertad de otros que habían sido encarcelados.
El Daishonin honró la valentía que Tokimitsu mostró al llamarlo “Ueno el Digno”, aunque en ese tiempo el joven apenas tenía veinte años de edad.
Las autoridades en Kamakura, en represalia por el apoyo que Tokimitsu había brindado a los seguidores y las seguidoras del Daishonin habían impuesto pesadas tributaciones a las propiedades de Tokimitsu y le exigieron a éste que proveyera mano de obra gratuita. Sin embargo, sin importarle su propia pobreza, la preocupación primordial de Tokimitsu era por el Daishonin, a quien de alguna manera pudo enviar mil monedas. Profundamente conmovido, el Daishonin le escribió esta respuesta.
COMENTARIOS
PREOCUPARNOS POR LOS DEMÁS, COMPARTIR CON LOS DEMÁS
La manera de fácilmente convertirse en Buda no es nada especial. Es lo mismo que dar agua a una persona sedienta en tiempos de sequía o proveerle fuego a una persona que se congela de frío. O también, es lo mismo que regalar algo singular a alguien u ofrendar algo así como una dádiva aún en riesgo de nuestra propia vida.
Compartir es una de las más importantes expresiones de compasión e indica cuánto nos importa la gente sufriente. Cuando actuamos en consideración por la felicidad de los demás, al hacer que esa felicidad sea tan importante para nosotros como si fuera nuestra, igualmente nuestra alegría y la de los demás, aumenta mucho más. Cuando apoyamos a los demás durante el sufrimiento, al asumir ese sufrimiento como si fuera nuestro, podemos aminorar ese sufrimiento y hacerlo más llevadero. Así de fuerte es el poder de compartir. Al compartir y preocuparnos por los demás, podemos expandir nuestras vidas más allá de los confines de nuestra propia piel o cualquier otra demarcación para abrazar toda vida y naturaleza. La vida es elástica, y puede encogerse hasta convertirse en la pequeña prisión del egoísmo o expandirse para abrazar el universo entero.
Cerca de los comienzos de esta carta, Nichiren Daishonin escribe: “Te enseñaré cómo fácilmente puedes convertirte en Buda.” A renglón seguido explica que “La manera de fácilmente convertirse en Buda no es nada especial. Es lo mismo que dar agua a una persona sedienta en tiempos de sequía o proveerle fuego a una persona que se congela de frío. O también, es lo mismo que regalar algo singular a alguien u ofrendar algo así como una dádiva aún en riesgo de nuestra propia vida.”
Aquí él enseña que desarrollar la compasión de compartir la vida de los demás (especialmente, el sufrimiento) es la clave para revelar nuestra Budeidad innata. Claro está, la causa fundamental para alcanzar la Budeidad es invocar Nam-myoho-renge-kyo con fe en el Gohonzon, es decir, en la naturaleza de Buda dentro de la vida de toda persona. Sin embargo, además de esta práctica básica, es esencial hacer esfuerzos concientes para desarrollar compasión.
Tal como Nichiren señala, hacer esto acarrea dos importantes consideraciones.
Primero, tenemos que tener sensibilidad sobre las causas de los sufrimientos fundamentales de los demás. En este aspecto, Nichiren compara la compasión necesaria para alcanzar la Budeidad fácilmente con “dar agua a una persona sedienta en tiempos de sequía” y con “proveerle fuego a una persona que se congela de frío”. Cuando presentamos el Budismo Nichiren a los demás, es muy importante reconocer las fuentes de los sufrimientos y frustraciones de esas personas. La sensibilidad para con los demás es el distintivo de la compasión, mientras que la insensibilidad o indiferencia ante el sufrimiento de los demás es señal de crueldad.
Segundo, Nichiren enfatiza la dedicación abnegada al bienestar de los demás, al explicar que podemos manifestar nuestra Budeidad innata al “ofrendar algo así como una dádiva aún en riesgo de nuestra propia vida.” El desarrollo de la compasión es, al mismo tiempo, el proceso de retar nuestro egoísmo. Sin embargo, esto no significa que los budistas Nichiren tenemos que sacrificar la felicidad propia en pro de los demás. Al contrario, Nichiren nos alienta a adoptar la visión de que “El fracaso de los demás en alcanzar la Budeidad es mi propio fracaso en alcanzar la Budeidad, y el logro de la Budeidad por los demás es mi propio logro de la Budeidad.” (GZ, 401) También escribe: “Si enciendes una linterna para alguien, iluminarás también tu propio camino.” (GZ, 1598)
El Budismo Nichiren enseña la inseparabilidad entre el yo y los demás, la interconexión entre todos los seres vivientes. Nuestras acciones compasivas por los demás enriquecen nuestras propias vidas y finalmente conducen hacia la revelación de nuestra propia Budeidad. Mientras que el altruismo beneficia a todos, el egoísmo priva de genuina felicidad a la gente.
El Budismo Nichiren enseña la inseparabilidad entre el yo y los demás, la interconexión entre todos los seres vivientes. Nuestras acciones compasivas por los demás enriquecen nuestras propias vidas y finalmente conducen hacia la revelación de nuestra propia Budeidad. Mientras que el altruismo beneficia a todos, el egoísmo priva de genuina felicidad a la gente.
Para ilustrar la importancia de compartir y preocuparnos por los demás, Nichiren cita las historias del Rey Color Dorado y del hombre acaudalado Sudatta. En el relato del Rey Color Dorado, lo que mueve a los “dioses celestiales”, las funciones afirmadoras de la vida que existen en la vida y el universo es la “gran aspiración por salvar a los demás” que tenía el rey en tiempos de hambruna y el resoluto grito que dio para afirmar “que asumiría para sí el dolor del hambre y la sed de su pueblo, para entonces él, a su vez, morir del hambre”. La valentía del rey de permanecer fiel a su juramento de altruismo influencia aún a los fenómenos naturales a través del universo. En el relato del hombre acaudalado Sudatta, él y su señora esposa gustosamente dieron sus últimas cantidades de arroz a Shakiamuni y a los discípulos de éste. A través de la sinceridad de la pareja de apoyar a quienes laboraban en pro de la salvación de mucha gente, esta pareja no sólo acumula una enorme riqueza material, sino que también construye la duradera riqueza de una vasta condición de vida de compasión a través de compartir sus vidas con los demás.
ENSEÑAR EL ARTE DE LA FELICIDAD.
Impartir una enseñanza a alguien es como aceitar las ruedas de una carreta para que éstas giren, aunque la carreta sea pesada, o como flotar un bote sobre el agua para que se mueva con facilidad.
Cada persona recorre un sendero singular en la vida con una carga en específico sobre los hombros. Las circunstancias kármicas de cada persona son diferentes; sin embargo, según enseña el Budismo, todo el mundo experimenta los cuatro sufrimientos:
1) Nacer.
2) Envejecer.
3) Enfermar.
4) Morir.
Los sufrimientos de nacer se refieren a los dolores que padecemos desde la concepción hasta el nacimiento y por extensión, los inevitables problemas que siguen.
Todo el mundo envejece y experimenta diversas enfermedades, tanto de cuerpo, como de mente.
Posteriormente, todo el mundo enfrenta el miedo y dolor de la muerte.
Además, el Budismo enseña los cuatro sufrimientos adicionales:
1) El sufrimiento de tener que separarnos de quienes amamos.
2) El sufrimiento de tener que encontrarnos con quienes odiamos.
3) El sufrimiento de no poder obtener lo que deseamos.
4) El sufrimiento que surge de nuestros diversos elementos físicos y mentales que cambian constantemente.
Cada persona experimenta esos ocho sufrimientos, filtrados por las circunstancias kármicas únicas de cada cual, y nadie más puede relevarnos de llevar esta carga.
En el pasaje anteriormente mencionado, Nichiren señala que enseñar a los demás sobre Budismo es ayudarles a que más fácil y confiadamente carguen el peso de sus vidas, un peso que nadie más puede cargar. Cuando la carreta pesada de alguien rehúse moverse, podemos ayudar con aceitar las ruedas. Así la persona podrá halar la carreta más fácilmente. Cuando el bote de alguien se atasque, podemos ayudar al empujarlo para que alcance aguas más profundas. Así el bote puede adelantar, pero la persona aún es responsable por timonearlo.
Enseñar a los demás sobre Budismo es enseñarles cómo construir felicidad duradera. Mientras respetamos las responsabilidades y circunstancias kármicas de cada persona, los budistas Nichiren luchamos por orientarles sobre cómo fortalecer sus propias vidas, aceitar las ruedas de las carretas o ayudarles a nuevamente flotar el bote, a través de la fe, práctica y estudio. Sin embargo, cada cual debe crear su propia felicidad. Nadie más nos puede dar la felicidad.
En cierto sentido, crear felicidad es el arte de descubrir y fomentar nuestra Budeidad innata. Primero, la naturaleza de Buda tiene que ser descubierta. Entonces, como todo arte digno, para que sea efectivo el proceso de revelar o fomentar este estado tiene que practicarse diariamente. Al enseñar a los demás este arte de la felicidad, podemos beneficiar no sólo a otra gente, sino a nosotros mismos también. Con frecuencia, enseñar a los demás constituye el mejor proceso de aprendizaje, algo que nos permite tanto a nosotros, como a quienes enseñamos, dominar el arte de la felicidad - algo que todas y todos estamos capacitados para hacer. Al dominar el arte de la felicidad, podemos transformar la carga de nuestra retribución kármica en el eje de nuestra misión de llevar felicidad a muchísima gente.
HACER OFRENDAS CON SINCERIDAD
El que hayas sentido ansiedad de que el devoto del Sutra del Loto probablemente fuera asediado por la nieve en medio de las montañas y careciera de alimento, y al enviarme mil monedas aún en tales circunstancias… ¡Qué admirable, qué noble!
En noviembre de 1279, en medio de la Persecución de Atsuhara (alrededor de un año antes de que escribiera “El hombre acaudalado Sudatta”) Nichiren envió otra carta a Nanjo Tokimitsu, donde le decía lo siguiente a su joven discípulo, que en ese entonces tenía sólo veinte años de edad: “Mi deseo es que todos mis discípulos y discípulas hagan un gran juramento.” (“La Puerta del Dragón”, WND, 1003). Tokimitsu juró a su amado maestro y a sí mismo proteger y propagar el Budismo Nichiren durante toda la vida. Tokimitsu permaneció fiel a su juvenil juramento reafirmandolo día a día, mientras lidiaba contra la opresión gubernamental, dificultades financieras, enfermedades graves, así como con la traición de los sacerdotes principales, hasta que murió en 1332 a la edad de 73 años.
La vida de Tokimitsu fue una dedicada al “gran juramento” de la propagación amplia.
Alrededor del tiempo en que recibió la carta “El hombre acaudalado Sudatta”, en 1280, Tokimitsu era hostigado por el gobierno local.
Durante la Persecución de Atsuhara, valientemente protegió a sus compañeros y compañeras creyentes, y albergó a algunos en su propio hogar, mientras negoció la liberación de otros que habían sido encarcelados. Oficiales del gobierno lo injuriaban al tildarlo de traidor. Y en represalia, las autoridades locales exigían que la pequeña aldea de Tokimitsu realizara una cantidad desproporcionadamente alta de obras públicas. El hogar de Tokimitsu empobreció, tal como lo describe Nichiren en su carta: “Tú mismo careces del caballo que debes montar, y tu esposa e hijos carecen de la ropa que deben usar.”
Las responsabilidades de Tokimitsu eran enormes y sus preocupaciones profundas. Era un samurai considerado traidor, sin corcel para entrar en batalla, con una familia pobremente vestida, y con muchos de sus aldeanos obligados a realizar trabajo forzado; sin embargo, Tokimitsu permaneció firme en su juramento. Sin importar las calamitosas circunstancias, Tokimitsu protegió a sus compañeros y compañeras creyentes y apoyó a su maestro enviándole numerosas ofrendas. Por su parte, Nichiren alaba la sinceridad de Tokimitsu: “Tú ya te asemejas al devoto del Sutra del Loto”. Al afirmar la justicia de las acciones de Tokimitsu, también escribe: “Los dioses celestiales en lo más mínimo te consideran un hombre que ha traicionado a su Señor”. La ofrenda de mil monedas que Tokimitsu envió a su maestro no era meramente un obsequio monetario, sino que era la cristalización de la sinceridad de él, y la corporificación del juramento que había hecho de proteger y propagar el Budismo.
En Budismo hay tres clases de ofrendas:
1) La “ofrenda de bienes”
2) La “ofrenda de la Ley”
3) La “ofrenda de la valentía”.
La ofrenda de bienes significa proveer los materiales necesarios para que la comunidad budista pueda cumplir las importantes encomiendas de proteger la integridad del Budismo y ampliamente propagar sus enseñanzas. Y lo que es más, la ofrenda de bienes tiene que hacerse a la comunidad de practicantes correctos. Ofrecer bienes a quienes distorsionan el Budismo no sólo es inefectivo, sino que concretamente es perjudicial para nuestra práctica.
La ofrenda de la Ley significa enseñar a los demás sobre Budismo, al así dirigirles hacia la felicidad inquebrantable.
Y la ofrenda de valentía quiere decir ayudar a los demás a vencer los miedos e inspirarles con la valentía de retar y vencer los obstáculos. Digno de la alabanza de Nichiren: “¡Qué admirable, qué noble!” Tokimitsu compartió sus bienes materiales para apoyar a su maestro, no escatimó esfuerzos para propagar el Budismo y por vía de su propio ejemplo, Tokimitsu también infundió valentía en muchos compañeros y compañeras creyentes.
Sea cual sea la ofrenda que escojamos hacer en un momento específico de nuestra vida, este dar de nosotros mismos es una parte importante de nuestra práctica budista. Además, lo más importante cuando hacemos ofrendas es la sinceridad.
Ofrendar en el Budismo Nichiren debe ser una expresión de nuestro “gran juramento” en pro de la felicidad de todas las personas, y al mismo tiempo el medio de reafirmar y profundizar ese juramento. La vida de Nanjo Tokimitsu ejemplifica el espíritu de ofrendar en el Budismo Nichiren.
Preparado por Shin Yatomi para el Departamento de Estudio de la SGI-USA. Living Budhism, enero de 2005.
(The Writings of Nichiren Daishonin págs. 1086-87; Gosho Zenshu, págs. 1574-75)