PROBLEMÁTICA DE LAS RELACIONES HUMANAS. Por Daisaku Ikeda. (Ensayo)
En el siguiente ensayo, Daisaku Ikeda aborda la problemática de las relaciones humanas en el hogar, en el trabajo y en la sociedad toda, a través de la labor del doctor Salvador Santiago-Negrón, un psicólogo puertorriqueño que dirige la Universidad Carlos Albizu
…Cuando conocí al psicólogo portorriqueño Salvador Santiago-Negrón, convinimos en la importancia cada vez mayor de la Psicología en nuestro mundo, con las muchas cosas que tiene para enseñarnos acerca de las relaciones humanas.
La interacción entre un niño y su progenitora brinda un claro ejemplo del valor que entraña la aplicación de los principios psicológicos en la vida cotidiana. Imaginemos una conversación entre una madre y su hijo de tres años, que trata de cortar una manzana con un filoso cuchillo:
¡Deja ya ese cuchillo!, dice la madre…
Vas a cortarte el dedo…
¡No, no me voy a cortar!,replica el niño...
Sí, te cortarás, insiste la madre enfadada.
Pero esto solo acrecienta la terquedad del pequeño.
¡Te digo que no!
¡Pero qué cosa!, grita la madre, ya muy ofuscada.
¡Venga ese cuchillo para acá!
¡¡No!! Desafía el hijo, terminante.
Entonces, la madre de pronto recuerda algo que estudió en Psicología: que cada mensaje acusatorio en segunda persona puede convertirse en un mensaje no culpabilizador en primera persona. Entonces se detiene un instante, y en un tono de voz libre de enojo, dice:
…Cuando te vi con ese cuchillo filoso, me dio miedo…
Me preocupé pensando que podías llegar a cortarte.
El niño mira a su mamá serenamente y, cuando esta reitera su aflicción, le entrega el cuchillo sin ira y sin pelear. La madre ha encontrado una forma de hablarle que no hiere su orgullo, que lo respeta como persona. Y por eso el niño responde en forma correspondiente. (1)
Desde luego, el solo hecho de encontrar modos de comunicarnos con los demás no resuelve todos los problemas de la vida. Las personas no somos máquinas, y no hay una sola respuesta que funcione en todos los casos. Las diferencias culturales también cumplen su parte, así que la “mejor solución” a veces varía de un país a otro.
Pero, casi siempre, un mensaje en segunda persona suele imponer al receptor una postura defensiva; obstruye las posibilidades de una comunicación real y despierta el deseo de vencer al oponente. Como sentimos que responder positivamente a las exigencias del otro sería capitular, no queremos ceder. Diríamos que esto es casi una tendencia universal.
En cambio, los mensajes en primera persona respetan al otro. No son un intento de criticar ni de imponer obediencia. En cambio, son de naturaleza descriptiva: “Cuando usted actúa así, yo siento esto. Quiero que lo sepa. Lo que usted haga al respecto será decisión suya”.
La comunicación en estos términos no acusa a los demás de nada, ni los obliga a obedecer nuestros deseos; respeta la autonomía de los demás. Esto, creo yo, es una importante clave para formar interacciones positivas, no sólo con los adultos, sino también con los niños.
EL MISTERIOSO FUNCIONAMIENTO DE LA MENTE HUMANA
Sin embargo, cuando nos enojamos, enseguida tendemos a comenzar las frases con un “tú…” o “usted…”. “Es que tú haces esto o lo otro…”, “Usted siempre actúa así…”.
La mayoría de las personas gastan una tremenda cantidad de energía tratando de cambiar a los demás. Uno piensa: “Ah, si fulano cambiara…”, “¡Si dejara de ser así…!”. Pero, en realidad, cuanto más tratamos de cambiar a los otros, más exacerbamos en ellos su actitud defensiva y resentida, y esto casi siempre resulta ineficaz. Cuando uno lleva las cosas un paso más allá y critica o ataca a los demás, acusándolos de inescrupulosos, injustos o insensibles, a menudo hace que respondan exactamente de la manera que estamos denunciando.
Esto también sucede con los niños. Si una madre siempre está gritándole a su pequeño para que se apresure, éste termina sintiéndose una persona lenta, incapaz de hacer las cosas con la debida premura. Cuando esta impresión echa raíz en el corazón, el hijo acaba siendo una persona lenta. Es una perversa “profecía autocumplida”, que la Psicología identificó como un mecanismo real de la mente humana.
La mejor forma de alentar a un niño a hacer las cosas más deprisa es exactamente eso: alentarlo. Elogiar al pequeño cuando hizo una actividad más velozmente que de costumbre, y nutrir en su mente la imagen de alguien capaz de hacer las cosas en poco tiempo. Si les decimos a nuestros niños que son buenos y agradables, realmente lo serán.
LA VIOLENCIA ES UNA ENFERMEDAD MENTAL
El doctor Santiago-Negrón también trabaja aplicando la Psicología a los problemas sociales. Recalca la necesidad de crear un sistema de apoyo de amplio alcance (que denomina “capital social”) para sostener la salud mental de la población.
“El capital social se define como la capacidad de desarrollar grupos solidarios; la capacidad de cultivar fortaleza social y la capacidad de crear grupos que puedan sostener al sujeto cuando éste se siente débil, enfermo, triste, desorientado o necesitado de apoyo como ser humano.
Si uno tiene este patrimonio a su alrededor, probablemente se sentirá más sano que estando solo y desprovisto de apoyo o contención. Y eso, es decir, esta falta de contención, es lo que está creando en la sociedad de hoy la mayoría de los trastornos mentales”.
Otro problema que ha desvelado a este psicólogo desde hace mucho tiempo es la violencia doméstica, que no se limita al ejercicio del daño físico, sino que puede incluir insultos verbales, desprecio al compañero o formas de maltrato. También puede manifestarse como desatención o abandono ante necesidades de salud del cónyuge, u otro tipo de asistencia que éste requiera. La violencia doméstica puede manifestarse como violencia psicológica, por ejemplo, cuando se destruyen pertenencias u objetos preciados que tienen un significado para el otro, y también como abandono económico, cuando se da dinero insuficiente para afrontar los gastos de la vida diaria, o cuando se hostiga al compañero echando en cara cada centavo que el otro gasta.
Cuando esta violencia persiste, las víctimas no sólo son empujadas a un estado de desesperación psicológica, sino que a menudo aceptan las acusaciones del abusador; es tan acentuada su falta de autoestima, que se creen merecedoras del maltrato y de los abusos. Muchas se sienten tan impotentes, que hasta pierden el coraje de intentar cambiar la situación autodestructiva en que se encuentran. Por otro lado, está demostrado que los niños criados en hogares donde prevalece la violencia doméstica reciben una influencia perniciosa.
El doctor Santiago-Negrón entiende que la violencia es una enfermedad, y sugiere que se la debería tratar como una cuestión de salud pública: “La tuberculosis, la tos convulsa y la difteria fueron erradicadas porque se las estudió. Lo mismo vale decir de la violencia. Hay que estudiar los factores de riesgo […] ¿Por qué ciertas comunidades participan de ella y otras no? ¿Cuáles son sus motivaciones?”.(2)
LAS RAÍCES DE LA GUERRA SE REMONTAN A LA FAMILIA
La violencia y los abusos a la infancia son un terrible problema social; algunos sugieren que la actitud de resolver los problemas mediante el uso de la fuerza o de medios violentos es aprendida por los sujetos desde la cuna y, en el seno del hogar, inculcada por sus padres. Alice Miller, una renombrada psicoterapeuta alemana, ha escrito: “La razón por la cual los padres maltratan a sus hijos no remite tanto al carácter y al temperamento, como a las situaciones de maltrato e indefensión vividas por ellos mismos en su infancia”.(3)
Los niños sometidos a duros castigos físicos o a violentas descalificaciones verbales por parte de sus padres siguen necesitando creer que estos los aman; intentan convencerse de que si ellos los castigan, ha de ser porque los aman. Tratan de adaptarse a estas circunstancias negando inconscientemente su dolor emocional, a pesar del maltrato recibido. Como resultado de ello, se tornan emocionalmente insensibles, no sólo a sus sentimientos, sino también a lo que sienten los demás. Cuando llega su turno de ser padres, lo más probable es que repitan el abuso que les fue infligido durante su niñez, esta vez sobre sus propios hijos. Esto se debe, en parte, a que no conocen otra forma posible de interacción entre un padre y un hijo. A veces, el daño puede impedirse, si hay alguien en el medio ambiente del niño abusado que comprende el sufrimiento de todos, y puede brindarles sosiego y paliar su dolor.
El abuso es un círculo vicioso que se perpetúa de generación en generación. Si esta teoría es cierta, en tal caso las raíces de la guerra se remontan a la familia. El doctor Santiago-Negrón es elocuente al respecto: “Me preocupa que la gente crea que la guerra es un medio para resolver conflictos. […] Si usted y yo tenemos una diferencia, un conflicto, nunca deberíamos considerar la perspectiva de luchar físicamente para dirimirlo. Esto se aplica en el nivel personal, pero también debería aplicarse a las naciones”. Los adultos, afirma, tienen la responsabilidad de enseñar la no violencia a los jóvenes con su propio ejemplo.
Recurrir a la fuerza es señal de empobrecimiento espiritual La capacidad de inspirar a los demás es un requisito fundamental que debe tener todo líder. Por ejemplo, en el lugar de trabajo, un jefe que da órdenes a sus empleados podrá conseguir cierta obediencia superficial, pero no llegará al corazón de nadie, y esto se verá reflejado en la forma de trabajar de sus subalternos. Los dirigentes así miran a ciertos empleados y juzgan: “Este no tiene empuje ni iniciativa…”. Pero no advierte que es su propia actitud, su conducta, la que está inhibiendo la iniciativa y el empuje de los trabajadores.
Imaginemos otra clase de jefa, completamente distinta. Uno de sus empleados comete un error con un cliente y acude a ella a informar el desastre, lleno de miedo. Lo que espera es que su jefa lo crucifique, pero en cambio ella le dice: “Ya veo… No se preocupe. Yo lo resolveré. Déjelo en mis manos”. Naturalmente, además de sentir un inmenso alivio, el subalterno respetará enormemente a su jefa y trabajará a gusto con ella, dispuesto a retribuir su actitud cordial y considerada.
Respetar, alentar e inspirar a los demás son actitudes que hacen que todo marche sobre rieles, tanto en el lugar de trabajo como en el hogar, la nación o el mundo. ¿Y cuál es el factor más importante para inspirar y alentar a los demás? La gratitud y la valoración; reconocer que la contribución de una persona es importante y útil. Cualquiera se siente inspirado y alentado cuando ve que los demás lo consideran necesario.
LA FELICIDAD NACE DEL AGRADECIMIENTO
“Gracias” es una expresión milagrosa. Nos sentimos bien al decirla, y bien al oírla.
Cuando decimos o escuchamos la palabra “Gracias”, se nos cae la armadura del corazón y nos comunicamos en el nivel más profundo. “Gracias” es la raíz de la no violencia. Contiene respeto hacia el otro, humildad y una profunda afirmación de la vida. Irradia un optimismo positivo y activo. Y posee fuerza.
La persona capaz de decir “Gracias” de manera sincera tiene un espíritu sano y vital; cada vez que lo decimos, nuestro corazón rebulle y nuestra vitalidad se eleva poderosamente, desde lo más hondo de nuestro ser.
Ser agradecidos con el apoyo que tantas personas nos han dado —esta conciencia, este sentimiento, este júbilo— nos dará una dicha mucho más grande aún. En lugar de ser agradecidos porque somos felices, deberíamos pensar que el solo hecho de saber dar las gracias es, en sí, una causa de felicidad. Las oraciones imbuidas de gratitud, además, armonizan muy eficazmente con el ritmo del universo y orientan nuestra existencia en dirección positiva.
Cuando no podemos decir “Gracias”, se detiene nuestro crecimiento personal. Cuando crecemos, vemos qué magníficos son también los demás. Pero cuando dejamos de desarrollarnos, sólo vemos los defectos de las otras personas.
En nuestra familia, en lugar de empeñarnos en cambiar a nuestra pareja, hijos o hermanos, ¿por qué no comenzar por una simple expresión y decirles “¡Gracias!”? Por eso es tan importante que las esposas aprovechen la oportunidad, aunque sea una vez cada tanto, para mirar a los ojos a sus maridos y decirles: “Te agradezco tanto, mi amor”. Y que los esposos no se sienten a comer en silencio, sino que puedan mirarlas y expresarles: “Gracias a ti, mi vida, por todo lo que haces”. Tal vez les dé un poco de vergüenza, pero inténtenlo, y verán cómo cambia su vida.
PODEMOS CAMBIAR EL MUNDO
Para remontar las barreras y superar las dificultades que nos presenta la vida, dice el doctor Santiago-Negrón, necesitamos tener la convicción optimista de que podremos triunfar. Y para ser optimista, agrega, uno tiene que estar en contacto con personas optimistas y alentadoras.
Tenemos muchos amigos que viven de acuerdo con las enseñanzas jubilosas e inspiradoras del Budismo. Por eso, podemos cambiar nuestra vida, nuestra familia, nuestro sitio de trabajo y nuestra comunidad. Incluso la sociedad y el mundo. No tenemos por qué renunciar a nuestros sueños de cambio. Un pacifista de Puerto Rico ha dicho: “Tener dinero no es lo que nos hace ricos; la verdadera riqueza yace en tener un sueño”.
NOTAS
(1) La anécdota ha sido parafraseada y extraída de Harriet Lerner, The Dance of Anger: A Woman’s Guide to Changing the Patterns of Intimate Relationships (La danza del enojo: Guía femenina para cambiar los patrones de nuestras relaciones íntimas), Quill, Nueva York, 1997, págs. 88 y 89.
(2) De una entrevista que salió publicada el 12 de enero de 2004 en el Puerto Rico Herald.
(3) Alice Miller, For Your Own Good: Hidden Cruelty in Child-Rearing and the Roots of Violence (Por tu propio bien: La crueldad oculta en la educación infantil y las raíces de la violencia), trad. por Hildegarde y Hunter Hannum, Farrar, Straus, Giroux, Nueva York, 2002, pág. 105.
…Cuando conocí al psicólogo portorriqueño Salvador Santiago-Negrón, convinimos en la importancia cada vez mayor de la Psicología en nuestro mundo, con las muchas cosas que tiene para enseñarnos acerca de las relaciones humanas.
La interacción entre un niño y su progenitora brinda un claro ejemplo del valor que entraña la aplicación de los principios psicológicos en la vida cotidiana. Imaginemos una conversación entre una madre y su hijo de tres años, que trata de cortar una manzana con un filoso cuchillo:
¡Deja ya ese cuchillo!, dice la madre…
Vas a cortarte el dedo…
¡No, no me voy a cortar!,replica el niño...
Sí, te cortarás, insiste la madre enfadada.
Pero esto solo acrecienta la terquedad del pequeño.
¡Te digo que no!
¡Pero qué cosa!, grita la madre, ya muy ofuscada.
¡Venga ese cuchillo para acá!
¡¡No!! Desafía el hijo, terminante.
Entonces, la madre de pronto recuerda algo que estudió en Psicología: que cada mensaje acusatorio en segunda persona puede convertirse en un mensaje no culpabilizador en primera persona. Entonces se detiene un instante, y en un tono de voz libre de enojo, dice:
…Cuando te vi con ese cuchillo filoso, me dio miedo…
Me preocupé pensando que podías llegar a cortarte.
El niño mira a su mamá serenamente y, cuando esta reitera su aflicción, le entrega el cuchillo sin ira y sin pelear. La madre ha encontrado una forma de hablarle que no hiere su orgullo, que lo respeta como persona. Y por eso el niño responde en forma correspondiente. (1)
Desde luego, el solo hecho de encontrar modos de comunicarnos con los demás no resuelve todos los problemas de la vida. Las personas no somos máquinas, y no hay una sola respuesta que funcione en todos los casos. Las diferencias culturales también cumplen su parte, así que la “mejor solución” a veces varía de un país a otro.
Pero, casi siempre, un mensaje en segunda persona suele imponer al receptor una postura defensiva; obstruye las posibilidades de una comunicación real y despierta el deseo de vencer al oponente. Como sentimos que responder positivamente a las exigencias del otro sería capitular, no queremos ceder. Diríamos que esto es casi una tendencia universal.
En cambio, los mensajes en primera persona respetan al otro. No son un intento de criticar ni de imponer obediencia. En cambio, son de naturaleza descriptiva: “Cuando usted actúa así, yo siento esto. Quiero que lo sepa. Lo que usted haga al respecto será decisión suya”.
La comunicación en estos términos no acusa a los demás de nada, ni los obliga a obedecer nuestros deseos; respeta la autonomía de los demás. Esto, creo yo, es una importante clave para formar interacciones positivas, no sólo con los adultos, sino también con los niños.
EL MISTERIOSO FUNCIONAMIENTO DE LA MENTE HUMANA
Sin embargo, cuando nos enojamos, enseguida tendemos a comenzar las frases con un “tú…” o “usted…”. “Es que tú haces esto o lo otro…”, “Usted siempre actúa así…”.
La mayoría de las personas gastan una tremenda cantidad de energía tratando de cambiar a los demás. Uno piensa: “Ah, si fulano cambiara…”, “¡Si dejara de ser así…!”. Pero, en realidad, cuanto más tratamos de cambiar a los otros, más exacerbamos en ellos su actitud defensiva y resentida, y esto casi siempre resulta ineficaz. Cuando uno lleva las cosas un paso más allá y critica o ataca a los demás, acusándolos de inescrupulosos, injustos o insensibles, a menudo hace que respondan exactamente de la manera que estamos denunciando.
Esto también sucede con los niños. Si una madre siempre está gritándole a su pequeño para que se apresure, éste termina sintiéndose una persona lenta, incapaz de hacer las cosas con la debida premura. Cuando esta impresión echa raíz en el corazón, el hijo acaba siendo una persona lenta. Es una perversa “profecía autocumplida”, que la Psicología identificó como un mecanismo real de la mente humana.
La mejor forma de alentar a un niño a hacer las cosas más deprisa es exactamente eso: alentarlo. Elogiar al pequeño cuando hizo una actividad más velozmente que de costumbre, y nutrir en su mente la imagen de alguien capaz de hacer las cosas en poco tiempo. Si les decimos a nuestros niños que son buenos y agradables, realmente lo serán.
LA VIOLENCIA ES UNA ENFERMEDAD MENTAL
El doctor Santiago-Negrón también trabaja aplicando la Psicología a los problemas sociales. Recalca la necesidad de crear un sistema de apoyo de amplio alcance (que denomina “capital social”) para sostener la salud mental de la población.
“El capital social se define como la capacidad de desarrollar grupos solidarios; la capacidad de cultivar fortaleza social y la capacidad de crear grupos que puedan sostener al sujeto cuando éste se siente débil, enfermo, triste, desorientado o necesitado de apoyo como ser humano.
Si uno tiene este patrimonio a su alrededor, probablemente se sentirá más sano que estando solo y desprovisto de apoyo o contención. Y eso, es decir, esta falta de contención, es lo que está creando en la sociedad de hoy la mayoría de los trastornos mentales”.
Otro problema que ha desvelado a este psicólogo desde hace mucho tiempo es la violencia doméstica, que no se limita al ejercicio del daño físico, sino que puede incluir insultos verbales, desprecio al compañero o formas de maltrato. También puede manifestarse como desatención o abandono ante necesidades de salud del cónyuge, u otro tipo de asistencia que éste requiera. La violencia doméstica puede manifestarse como violencia psicológica, por ejemplo, cuando se destruyen pertenencias u objetos preciados que tienen un significado para el otro, y también como abandono económico, cuando se da dinero insuficiente para afrontar los gastos de la vida diaria, o cuando se hostiga al compañero echando en cara cada centavo que el otro gasta.
Cuando esta violencia persiste, las víctimas no sólo son empujadas a un estado de desesperación psicológica, sino que a menudo aceptan las acusaciones del abusador; es tan acentuada su falta de autoestima, que se creen merecedoras del maltrato y de los abusos. Muchas se sienten tan impotentes, que hasta pierden el coraje de intentar cambiar la situación autodestructiva en que se encuentran. Por otro lado, está demostrado que los niños criados en hogares donde prevalece la violencia doméstica reciben una influencia perniciosa.
El doctor Santiago-Negrón entiende que la violencia es una enfermedad, y sugiere que se la debería tratar como una cuestión de salud pública: “La tuberculosis, la tos convulsa y la difteria fueron erradicadas porque se las estudió. Lo mismo vale decir de la violencia. Hay que estudiar los factores de riesgo […] ¿Por qué ciertas comunidades participan de ella y otras no? ¿Cuáles son sus motivaciones?”.(2)
LAS RAÍCES DE LA GUERRA SE REMONTAN A LA FAMILIA
La violencia y los abusos a la infancia son un terrible problema social; algunos sugieren que la actitud de resolver los problemas mediante el uso de la fuerza o de medios violentos es aprendida por los sujetos desde la cuna y, en el seno del hogar, inculcada por sus padres. Alice Miller, una renombrada psicoterapeuta alemana, ha escrito: “La razón por la cual los padres maltratan a sus hijos no remite tanto al carácter y al temperamento, como a las situaciones de maltrato e indefensión vividas por ellos mismos en su infancia”.(3)
Los niños sometidos a duros castigos físicos o a violentas descalificaciones verbales por parte de sus padres siguen necesitando creer que estos los aman; intentan convencerse de que si ellos los castigan, ha de ser porque los aman. Tratan de adaptarse a estas circunstancias negando inconscientemente su dolor emocional, a pesar del maltrato recibido. Como resultado de ello, se tornan emocionalmente insensibles, no sólo a sus sentimientos, sino también a lo que sienten los demás. Cuando llega su turno de ser padres, lo más probable es que repitan el abuso que les fue infligido durante su niñez, esta vez sobre sus propios hijos. Esto se debe, en parte, a que no conocen otra forma posible de interacción entre un padre y un hijo. A veces, el daño puede impedirse, si hay alguien en el medio ambiente del niño abusado que comprende el sufrimiento de todos, y puede brindarles sosiego y paliar su dolor.
El abuso es un círculo vicioso que se perpetúa de generación en generación. Si esta teoría es cierta, en tal caso las raíces de la guerra se remontan a la familia. El doctor Santiago-Negrón es elocuente al respecto: “Me preocupa que la gente crea que la guerra es un medio para resolver conflictos. […] Si usted y yo tenemos una diferencia, un conflicto, nunca deberíamos considerar la perspectiva de luchar físicamente para dirimirlo. Esto se aplica en el nivel personal, pero también debería aplicarse a las naciones”. Los adultos, afirma, tienen la responsabilidad de enseñar la no violencia a los jóvenes con su propio ejemplo.
Recurrir a la fuerza es señal de empobrecimiento espiritual La capacidad de inspirar a los demás es un requisito fundamental que debe tener todo líder. Por ejemplo, en el lugar de trabajo, un jefe que da órdenes a sus empleados podrá conseguir cierta obediencia superficial, pero no llegará al corazón de nadie, y esto se verá reflejado en la forma de trabajar de sus subalternos. Los dirigentes así miran a ciertos empleados y juzgan: “Este no tiene empuje ni iniciativa…”. Pero no advierte que es su propia actitud, su conducta, la que está inhibiendo la iniciativa y el empuje de los trabajadores.
Imaginemos otra clase de jefa, completamente distinta. Uno de sus empleados comete un error con un cliente y acude a ella a informar el desastre, lleno de miedo. Lo que espera es que su jefa lo crucifique, pero en cambio ella le dice: “Ya veo… No se preocupe. Yo lo resolveré. Déjelo en mis manos”. Naturalmente, además de sentir un inmenso alivio, el subalterno respetará enormemente a su jefa y trabajará a gusto con ella, dispuesto a retribuir su actitud cordial y considerada.
Respetar, alentar e inspirar a los demás son actitudes que hacen que todo marche sobre rieles, tanto en el lugar de trabajo como en el hogar, la nación o el mundo. ¿Y cuál es el factor más importante para inspirar y alentar a los demás? La gratitud y la valoración; reconocer que la contribución de una persona es importante y útil. Cualquiera se siente inspirado y alentado cuando ve que los demás lo consideran necesario.
LA FELICIDAD NACE DEL AGRADECIMIENTO
“Gracias” es una expresión milagrosa. Nos sentimos bien al decirla, y bien al oírla.
Cuando decimos o escuchamos la palabra “Gracias”, se nos cae la armadura del corazón y nos comunicamos en el nivel más profundo. “Gracias” es la raíz de la no violencia. Contiene respeto hacia el otro, humildad y una profunda afirmación de la vida. Irradia un optimismo positivo y activo. Y posee fuerza.
La persona capaz de decir “Gracias” de manera sincera tiene un espíritu sano y vital; cada vez que lo decimos, nuestro corazón rebulle y nuestra vitalidad se eleva poderosamente, desde lo más hondo de nuestro ser.
Ser agradecidos con el apoyo que tantas personas nos han dado —esta conciencia, este sentimiento, este júbilo— nos dará una dicha mucho más grande aún. En lugar de ser agradecidos porque somos felices, deberíamos pensar que el solo hecho de saber dar las gracias es, en sí, una causa de felicidad. Las oraciones imbuidas de gratitud, además, armonizan muy eficazmente con el ritmo del universo y orientan nuestra existencia en dirección positiva.
Cuando no podemos decir “Gracias”, se detiene nuestro crecimiento personal. Cuando crecemos, vemos qué magníficos son también los demás. Pero cuando dejamos de desarrollarnos, sólo vemos los defectos de las otras personas.
En nuestra familia, en lugar de empeñarnos en cambiar a nuestra pareja, hijos o hermanos, ¿por qué no comenzar por una simple expresión y decirles “¡Gracias!”? Por eso es tan importante que las esposas aprovechen la oportunidad, aunque sea una vez cada tanto, para mirar a los ojos a sus maridos y decirles: “Te agradezco tanto, mi amor”. Y que los esposos no se sienten a comer en silencio, sino que puedan mirarlas y expresarles: “Gracias a ti, mi vida, por todo lo que haces”. Tal vez les dé un poco de vergüenza, pero inténtenlo, y verán cómo cambia su vida.
PODEMOS CAMBIAR EL MUNDO
Para remontar las barreras y superar las dificultades que nos presenta la vida, dice el doctor Santiago-Negrón, necesitamos tener la convicción optimista de que podremos triunfar. Y para ser optimista, agrega, uno tiene que estar en contacto con personas optimistas y alentadoras.
Tenemos muchos amigos que viven de acuerdo con las enseñanzas jubilosas e inspiradoras del Budismo. Por eso, podemos cambiar nuestra vida, nuestra familia, nuestro sitio de trabajo y nuestra comunidad. Incluso la sociedad y el mundo. No tenemos por qué renunciar a nuestros sueños de cambio. Un pacifista de Puerto Rico ha dicho: “Tener dinero no es lo que nos hace ricos; la verdadera riqueza yace en tener un sueño”.
NOTAS
(1) La anécdota ha sido parafraseada y extraída de Harriet Lerner, The Dance of Anger: A Woman’s Guide to Changing the Patterns of Intimate Relationships (La danza del enojo: Guía femenina para cambiar los patrones de nuestras relaciones íntimas), Quill, Nueva York, 1997, págs. 88 y 89.
(2) De una entrevista que salió publicada el 12 de enero de 2004 en el Puerto Rico Herald.
(3) Alice Miller, For Your Own Good: Hidden Cruelty in Child-Rearing and the Roots of Violence (Por tu propio bien: La crueldad oculta en la educación infantil y las raíces de la violencia), trad. por Hildegarde y Hunter Hannum, Farrar, Straus, Giroux, Nueva York, 2002, pág. 105.