LA FAMILIA CREATIVA (Cap.I). Por Daisaku Ikeda
Prólogo
La familia es la unidad básica de la sociedad. El hombre es un ser social que no puede vivir aislado, y desde el momento del nacimiento hasta la hora de la muerte, nuestra vida es un conjunto de relaciones con otras personas. La familia es la unidad esencial de nuestras relaciones sociales a lo largo de nuestra vida.
Hay familias de todos los tamaños, grandes y pequeñas. Hay además diferentes tipos de familias; en una sociedad patriarcal, las familias se diferencian en varios aspectos de aquellas que componen una sociedad matriarcal. La forma de matrimonio también varía desde la monogamia a la poligamia o poliandria. Sin embargo, la familia es el primer grupo social que ha existido; es anterior a cualquier comunidad o sociedad, estado o nación. El nacimiento de la familia coincide con el comienzo de la raza humana.
Hasta una generación atrás, en Japón, la palabra “familia” provocaba probablemente una diversidad de asociaciones tenebrosas, relacionadas con la institución de pre-guerra llamada ie (literalmente, “casa”). El sistema familiar del período anterior a 1945 era patriarcal, y la autoridad del padre era prácticamente absoluta. El mayorazgo era la regla, y el segundo hijo y sus hermanos menores –por no hablar de las mujeres- estaban subordinados a la autoridad patriarcal. Restricciones, controles y obediencia: estas eran las imágenes del sistema familiar anterior a la guerra, basadas en el Código Civil, profundamente influido por la corrupción confuciana de la moralidad.
En la democracia manifiesta del Japón de posguerra, la abolición de estos conceptos de familia y hogar fue esencial para la construcción de una sociedad sana. Varios se lamentan todavía de ciertas consecuencias que ha tenido la destrucción del viejo sistema familiar.
Para citar un ejemplo, en la era de la “familia nuclear” parece revelarse una pérdida de sentimientos maternales entre las madres, y cierta disminución de la autoridad paterna. Pero al menos creo que el camino de la democratización en sí mismo ha sido muy bueno. No comparto el criterio de aquellos que sienten nostalgia por el período anterior a la guerra, y que se quejan de que la sociedad japonesa actual, ha producido un colapso en la moralidad. Una sociedad como la que existió en Japón antes de la guerra creó un sistema en el cual los individuos, tanto hombres como mujeres, se vieron atadas a las cadenas de la familia y el grupo, y no puede decirse que ésta sea una sociedad sana.
En un apresurado intento de liberar al individuo, hay algo que las sociedades democráticas de posguerra no han tomado en cuenta, y lo más importante es descubrir de qué se trata exactamente. La sociedad está cambiando más rápidamente que en cualquier otra época anterior, y muchos adultos se sienten desconcertados por la creciente brecha generacional y el sentimiento de ruptura que experimentan. Son tiempos realmente difíciles y, como líder de una organización, me he visto en la necesidad de adquirir una amplia perspectiva sobre estas dificultades.
Sin embargo, no progresaremos en absoluto con sólo lamentarnos de esta confusión. No debemos correr atropelladamente en medio del desconcierto, sino regresar a nuestros orígenes; nuestros orígenes como seres humanos, ya que viejos o jóvenes, hombres o mujeres, todos intentamos responder la pregunta de cómo se debe vivir. Esta búsqueda constante debe comenzar por el espíritu de independencia. Sólo después podemos buscar el camino hacia la armonía y el acuerdo. Esto es fácil de decir, pero muy difícil de poner en práctica, porque en la actualidad carecemos de espíritu de independencia y esto es, creo yo, el punto ciego de la sociedad de posguerra.
La liberación femenina es necesaria. Entiendo que, en los Estados Unidos y en otros países, existe un movimiento de liberación masculina que va a la par del de las mujeres. Antes de ponerse a considerar si uno es hombre o mujer, padre o hijo, la necesidad más imperiosa es cultivar un espíritu de independencia humana. En esto de consiste el movimiento de liberación humana. Por medio de los esfuerzos de todos y cada uno de nosotros podremos dejar atrás las formas del pasado y hacer surgir algo nuevo: una familia creativa. Espero que este libro les sea de utilidad en esa tarea.
Deseo expresar mi agradecimiento al señor Tsutomu Kano y al personal del NSIC por sus sinceros y dedicados esfuerzos en la traducción y publicación de este volumen.
Julio de 1977
DAISAKU IKEDA
La familia es la unidad básica de la sociedad. El hombre es un ser social que no puede vivir aislado, y desde el momento del nacimiento hasta la hora de la muerte, nuestra vida es un conjunto de relaciones con otras personas. La familia es la unidad esencial de nuestras relaciones sociales a lo largo de nuestra vida.
Hay familias de todos los tamaños, grandes y pequeñas. Hay además diferentes tipos de familias; en una sociedad patriarcal, las familias se diferencian en varios aspectos de aquellas que componen una sociedad matriarcal. La forma de matrimonio también varía desde la monogamia a la poligamia o poliandria. Sin embargo, la familia es el primer grupo social que ha existido; es anterior a cualquier comunidad o sociedad, estado o nación. El nacimiento de la familia coincide con el comienzo de la raza humana.
Hasta una generación atrás, en Japón, la palabra “familia” provocaba probablemente una diversidad de asociaciones tenebrosas, relacionadas con la institución de pre-guerra llamada ie (literalmente, “casa”). El sistema familiar del período anterior a 1945 era patriarcal, y la autoridad del padre era prácticamente absoluta. El mayorazgo era la regla, y el segundo hijo y sus hermanos menores –por no hablar de las mujeres- estaban subordinados a la autoridad patriarcal. Restricciones, controles y obediencia: estas eran las imágenes del sistema familiar anterior a la guerra, basadas en el Código Civil, profundamente influido por la corrupción confuciana de la moralidad.
En la democracia manifiesta del Japón de posguerra, la abolición de estos conceptos de familia y hogar fue esencial para la construcción de una sociedad sana. Varios se lamentan todavía de ciertas consecuencias que ha tenido la destrucción del viejo sistema familiar.
Para citar un ejemplo, en la era de la “familia nuclear” parece revelarse una pérdida de sentimientos maternales entre las madres, y cierta disminución de la autoridad paterna. Pero al menos creo que el camino de la democratización en sí mismo ha sido muy bueno. No comparto el criterio de aquellos que sienten nostalgia por el período anterior a la guerra, y que se quejan de que la sociedad japonesa actual, ha producido un colapso en la moralidad. Una sociedad como la que existió en Japón antes de la guerra creó un sistema en el cual los individuos, tanto hombres como mujeres, se vieron atadas a las cadenas de la familia y el grupo, y no puede decirse que ésta sea una sociedad sana.
En un apresurado intento de liberar al individuo, hay algo que las sociedades democráticas de posguerra no han tomado en cuenta, y lo más importante es descubrir de qué se trata exactamente. La sociedad está cambiando más rápidamente que en cualquier otra época anterior, y muchos adultos se sienten desconcertados por la creciente brecha generacional y el sentimiento de ruptura que experimentan. Son tiempos realmente difíciles y, como líder de una organización, me he visto en la necesidad de adquirir una amplia perspectiva sobre estas dificultades.
Sin embargo, no progresaremos en absoluto con sólo lamentarnos de esta confusión. No debemos correr atropelladamente en medio del desconcierto, sino regresar a nuestros orígenes; nuestros orígenes como seres humanos, ya que viejos o jóvenes, hombres o mujeres, todos intentamos responder la pregunta de cómo se debe vivir. Esta búsqueda constante debe comenzar por el espíritu de independencia. Sólo después podemos buscar el camino hacia la armonía y el acuerdo. Esto es fácil de decir, pero muy difícil de poner en práctica, porque en la actualidad carecemos de espíritu de independencia y esto es, creo yo, el punto ciego de la sociedad de posguerra.
La liberación femenina es necesaria. Entiendo que, en los Estados Unidos y en otros países, existe un movimiento de liberación masculina que va a la par del de las mujeres. Antes de ponerse a considerar si uno es hombre o mujer, padre o hijo, la necesidad más imperiosa es cultivar un espíritu de independencia humana. En esto de consiste el movimiento de liberación humana. Por medio de los esfuerzos de todos y cada uno de nosotros podremos dejar atrás las formas del pasado y hacer surgir algo nuevo: una familia creativa. Espero que este libro les sea de utilidad en esa tarea.
Deseo expresar mi agradecimiento al señor Tsutomu Kano y al personal del NSIC por sus sinceros y dedicados esfuerzos en la traducción y publicación de este volumen.
Julio de 1977
DAISAKU IKEDA