DIVULGANDO EL BUDISMO DE NICHIREN DAISHONIN EN OCCIDENTE. Por Richard Causton director de la Soka Gakkai Británica. CAPITULO 11: ENTRE LO COTIDEANO Y LO SUBLIME.
Temas desarrollados: ENTRE LO COTIDEANO Y LO SUBLIME. EL MAESTRO EN EL BUDISMO. TODOS SON DIGNOS DE RESPETO. UNA FILOSOFÍA PARA LA VIDA DIARIA.
ENTRE LO COTIDEANO Y LO SUBLIME.
El concepto de Nam, que puede ser traducido con la expresión "dedicar la propia vida", concierne tanto la acción cuanto la actitud a desarrollar par lograr la Budeidad en esta existencia. Como dice en el Sutra del Loto: “con la mente dirigida al solo deseo al solo deseo de ver al Buda, ellos no ahorraron sus vidas”. Solo así podremos actuar según el espíritu del sutra, y evitar cometer una de las catorce calumnias. Todo esto significa que la práctica budista tiene un significado solo si se mejora cada aspecto de nuestra vida cotidiana que, a su vez, se transforma en el reflejo de nuestra actitud en la fe.
El concepto de Nam es tan importante porque concierne, profundamente, tanto la acción como la actitud que debemos desarrollar para lograr la Budeidad en esta existencia. Podríamos decir que Nam indica como practicar la ley revelada en el Sutra del Loto y definida por T'ien-T'ai en la teoría de: Ichinen Sanzen tres mil reinos en un solo instante de vida. Vale la pena volver a examinar bajo esta luz, un pasaje de los escritos de Nichiren Daishonin que hemos encontrado al inicio de este tratado.
“Al venerar todas las deidades y los Budas es costumbre anteponer la palabra Nam a sus nombres. Pero ¿cuál es el significado de Nam?. Esta palabra viene del sánscrito y significa dedicar la propia vida. En definitiva, quiere decir ofrecer la propia vida al Buda”.
Aparentemente esto podría sugerir que tenemos que estar listos para sacrificarnos, tanto literal como metafóricamente para recibir algún beneficio de la practica budista. Sin embargo, se trata de un problema de lenguaje, dado que el verbo "dedicar" en castellano, no expresa adecuadamente el profundo significado de Nam.
En efecto la frase de Nichiren Daishonin que hemos mencionado “...significa dedicar la propia vida” es una interpretación de la mas difícil versión literal y es traducida como Kuei-ming en chino y Kimyo en japonés. Para entender completamente Nam seria entonces útil considerar como esta palabra sánscrita se traduce al idioma japonés.
Como explica Nichiren Daishonin, Kimyo es un termino compuesto de dos caracteres separados: “En la frase "dedicar (Ki) la propia vida (myo)”, Ki indica el aspecto físico de la vida y myo el aspecto espiritual>> De este pasaje podemos deducir que Ki se refiere a la "acción" y myo (un myo diferente de aquel de Myoho) al "espíritu" o "actitud" que está en la base de tal acción. La sola palabra Kimyo es entonces suficiente para sugerirnos una serie de importantes conclusiones acerca de la práctica del budismo.
EL MAESTRO EN EL BUDISMO
En primer lugar, y referente a la "acción", es necesario practicar el budismo exactamente como lo enseña el Buda. En una famosa carta a uno de sus seguidores, un samurai de nombre Niike Saemon No-jo , Nichiren Daishonin dice: “Fe en el Sutra del Loto significa que lograras seguramente la Budeidad si te mantienes fiel al Sutra del Loto en su totalidad, adhiriéndote exactamente al texto sin ideas personales o interpretaciones arbitrarias de otro”. Una afirmación que podría parecer bastante severa, limitativa y hasta intolerante, acostumbrados como estamos en Occidente a discutir abiertamente los aspectos mas inciertos de la vida para luego llegar, cada uno, a sus propias conclusiones. Esto es en realidad muy razonable.
Supongamos que ustedes, para aprender a manejar un carro, se reúnen con otros que no saben manejar. Podrían discutir sobre lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer y luego sobre la base de lo que decidieron, sentarse al volante y arrancar. Con toda probabilidad sufrirán un percance. Seria definitivamente más sabio pedir a alguien que sabe manejar que les enseñe. Por supuesto, mientras están aprendiendo, seria oportuno seguir las directivas del instructor con la máxima atención y lo mejor de su propia capacidad. Si entonces les dicen que para manejar el carro debe usar el volante, la palanca de cambios, el freno y el acelerador, seria absurdo decidir que, justo por ser originales, no usarían nunca el volante, o que frenarían solo si tienen ganas.
El Buda, en otras palabras, se encuentra en una posición análoga a la de un instructor iluminado que enseña a aquellos que quieren lograr su misma condición de vida, como deben proceder exactamente para el logro constante de su felicidad.
Esto no significa que no se puede hacer preguntas acerca de las enseñanzas del Buda. Al contrario, prácticamente todos los sutras predicados por Shakyamuni tuvieron origen en las preguntas que le habían sido formuladas. En la Carta A Niike, Nichiren Daishonin dice: “Hazte leer esta carta por el sacerdote que es mi mensajero. Confía en él como en un sacerdote de sabiduría iluminada y hazle cualquier pregunta que puedes tener sobre el Budismo. Si no le haces preguntas y resuelves tus dudas, no podrás disolver las oscuras nubes de la ilusión, así como no podrías recorrer miles de kilómetros sin piernas. Hazle leer esta carta una y otra vez y hazle cualquier pregunta que desees”. Una vez mas, es de vital importancia la actitud con la que se hacen las preguntas. Si alguien pide cualquier explicación con el deseo sincero de entender, muy probablemente comprenderá la respuesta mucho mejor que quien formula una pregunta con el objetivo de denigrar el Budismo o de mostrar su presunta superioridad.
TODOS SON DIGNOS DE RESPETO
No solo tenemos que practicar exactamente como enseña el Buda, sino que esto implica también que tenemos que desarrollar gradualmente la misma actitud del Buda. Hacer esto no significa que, como budistas, todos tenemos que compartir las mismas opiniones, sino que la actitud hacia nuestra vida y la de los demás, debe estar fundamentalmente inspirada por un profundo respeto y una profunda misericordia. Esto es probablemente uno de los principios más difíciles de aplicar en la práctica de este Budismo.
El Daishonin siempre repite en sus escrituras, que no podemos mejorar nuestra vida como queremos, ni acumular suficientes beneficios, ni construir una felicidad indestructible, si el espíritu con el que actuamos no corresponde o, inclusive, se contrapone a nuestras acciones. En efecto, en una carta a uno de su seguidores, él declara: “Sin embargo la diferencia en entonar Daimoku depende si se actúa o no en contra del espíritu de este Sutra”.
Luego describe los catorce jobos:
1) arrogancia;
2) negligencia;
3) juicio arbitrario y egoísta;
4) comprensión superficial y orgullosa;
5) apego a los deseos terrenales;
6) no tratar de entender;
7) incredulidad [hacia las enseñanzas del Buda];
8) no querer escuchar;
9) duda sin motivación;
10) difamación;
11) falta de respeto hacia los creyentes;
12) odio hacia los creyentes;
13) celos hacia los creyentes y
14) rencor hacia los creyentes.
Y comenta: “Dado que estos catorce jobos se aplican tanto al clero como a los laicos, tiene que tener mucho cuidado de no cometer alguno de ellos”. Estos catorce jobos indican de cuantas maneras podemos degradar cada acción nuestra dirigida a crear valor. Una frase del Sutra del Loto resume la actitud que deberíamos tener para evitar automáticamente cometer algunos de estos jobos: “Con la mente dirigida hacia el solo deseo de ver al Buda, ellos no escatiman sus vidas”.
Esta frase expresa perfectamente el espíritu de Nam o Kimio, y podemos interpretarla según diferentes niveles. Antes que todo significa que podemos lograr la Budeidad solamente practicando durante toda la vida: en realidad ninguno que esté verdaderamente iluminado piensa en abandonar la práctica, así como un hombre hambriento no decidiría nunca ayunar solo porque, después de comer, ya no tiene hambre.
Como dice Nichiren Daishonin: “Aceptar es fácil, continua es difícil. Pero la Budeidad se encuentra solo en mantener la fe”. En otras palabras, la iluminación no es una meta que se logra para después detenerse, sino una condición que, para ser mantenida, requiere de esfuerzos continuos. La relación entre la iluminación y la practica constante del Budismo equivale, en cierto sentido, a manejar una bicicleta: el equilibrio se logra gracias al movimiento hacia delante, lo que significa que se puede permanecer montado solo si se pedalea. Si uno se detiene, puede que avance otro poco mas gracias a la inercia acumulada, pero luego cae al suelo.
Análogamente, dejando de practicar el Budismo uno no es capaz de manifestar su propia naturaleza de Buda. Consecuentemente, la frase del Sutra del Loto antes mencionada significa también que para ver al Buda, o sea la propia naturaleza de Buda, uno no puede dejar de hacer esfuerzos a lo largo de toda su vida. Todo esto podría parecer terriblemente austero y exigente para nosotros, hasta que no recordamos que uno de los muchos beneficio de la práctica es un enorme desarrollo de la fuerza vital. La energía que se acumula entonando nos permite ir adelante, así como el ejercicio físico fortalece nuestro cuerpo permitiendo un mayor rendimiento.
A un nivel mas profundo la frase del Sutra del Loto implica que podemos ver nuestra naturaleza de Buda solo cuando empezamos a percibir la verdadera Ley de causa y efecto. Significa entonces que, en lo que concierne nuestra propia vida, debemos reconocer más nuestro karma y aceptar la responsabilidad de todas las causas que han determinado nuestra actual existencia evitando atribuir la responsabilidad de nuestros sufrimientos. Si decidimos no escapar de la realidad de nuestra vida, sino que asumimos nuestra plena responsabilidad, entonces podremos utilizar nuestros sufrimientos para manifestar nuestra naturaleza de Buda entonando Nam-Myoho-Rengue-Kyo para vencerlos, cualquiera que sea nuestra situación actual.
Entonces, esencialmente, hay que cambiar la propia actitud, como demuestra la experiencia de Satoru Izumi, relatada en el prefacio de su libro "La fe y la práctica diaria": “Me convertí al Budismo de Nichiren Daishonin cuando tenia veinte y nueve años. En aquel entonces, estaba sumido en la desesperación más profunda y pensaba que no existía, en el mundo, una persona más infeliz que yo”. La madre de Satoru había fallecido cuando él tenía apenas tres años y, para evitar interminables peleas en su familia, había sido criado por los abuelos.
“El abuelo era un hombre de gran corazón, y por haber hecho favores a algunos de sus amigos, cuando murió dejó una gran deuda. Toda la propiedad de la familia paso a otras manos. En aquel entonces tenía veinte años”.
En calidad de heredero de sus abuelos, es natural que para Satoru fuera difícil aceptar esta perdida inesperada. “Estaba lleno de resentimientos hacia todo y hacia todos (nos relata).
¿Por qué había tenido que sufrir tanto? La gente decía que las buenas acciones son premiadas y las malas castigadas, pero no podía creerlo. Mi abuelo siembre había tenido una vida honesta y laboriosa. Por generaciones un miembro de la familia había desempeñado el cargo de efe de la congregación del templo budista y del santuario sintoísta de pueblo. Mi abuelo siempre había actuado en pro del templo del santuario, del pueblo y de la escuela.
Todo esto había servido solo para conducir a mi familia a la ruina. Amargado, Satoru concluyó que no existían ni dioses ni Buda y se volvió desdeñoso y despreocupado hacia la religión en general.
Cada sacerdote budista o sintoísta que encontraba, afirmaba que su religión era la mejor de todas. A mi me parecían personas que trabajaban únicamente por sus intereses. ¿Cómo era posible que existieran tantas religiones superiores? Poco a poco llegue a la conclusión de que, en esta vida, solo podía contar conmigo mismo. Mas tarde me di cuenta que mi conclusión estaba equivocada, puesto que derivaba de la religión equivocada de mi familia, pero en aquel entonces no estaba en capacidad de entenderlo.
De ahora en adelante - me dije - ahorraré un poco de dinero cada día, aunque sea muy poco, y no dependeré sino de mi mismo. Así fue como empecé un nuevo capitulo de mi vida>>. Decidió casarse y tuvo un hijo.
“Fue una felicidad inmensa, pero de corta duración: después de cuatro días, mi hijo murió. Antes había perdido mi madre y ahora mi hijo. ¿Por qué tanta mala suerte? Seguía preguntándome. Luego, al año siguiente mi esposa se enfermó y tuvo que ser internada en un hospital. Así todo los ahorros logrados con mi sudor se desvanecieron”.
Sin embargo, lo peor todavía no había llegado: al año siguiente nació una niña, pero los Izumi no tardaron en descubrir que la pequeña tenía una parálisis cerebral. Satoru cayó en los abismos de un nuevo sufrimiento, y llegó a pensar en matar a su hija para liberarla a ella y a si mismo, de la tortura.
Algún tiempo antes un amigo le había hablado del Budismo del Daishonin pero a pesar de todas sus desgracias Satoru lo había alejado a causa de la profunda actitud fatalista que había desarrollado. Sin embargo, fue justamente la malformación de su hija la que lo obligó a transformar radicalmente su manera de pensar: Ya no podía decir 'será lo que será' o 'no te preocupes las cosas irán como tendrán que ir'. Tenía una hija con una enfermedad que los médicos habían diagnosticado incurable. Había intentado de todo, todo lo que la gente me aconsejara para que se curara. Luego, si mi hija hubiese tenido que morir, habría podido decirle: "He hecho todo lo que un padre podría hacer para curarte. He intentado cualquier cura médica posible, he intentado todo lo que la gente me recomendó para tu bien. No hay otra cosa que yo pueda hacer por ti. Por favor resígnate a tu destino".
Los amigos seguían hablándome de Budismo y Satoru empezó a considerarlo bajo una nueva luz: ¿Qué pasa si rechazo esta religión y mi hija muere? Por toda la vida habría tenido el remordimiento con el solo pensamiento que, si Hubiera aceptado, quizás habría podido sanarse. No quería morir con tal remordimiento. Decidí convertirme por el amor a mi pobre niña. En principio no entendía porque el del Daishonin era el "verdadero" Budismo, pero no me preocupaba si esto era útil para sanar a mi hija. Hoy, mirando hacia atrás, me doy cuenta que si no hubiese sido por mi niña paralizada, no seria lo que soy. Para mí, ella fue lo que el Budismo llama un Zenchishiki: una buena influencia. Una "buena influencia" o un "buen amigo", para el Budismo es cualquier cosa que te permita encontrar Nam-Myoho-Rengue-Kyo, o profundizar la fe en ello y así lograr la iluminación.
Una "buena influencia", como explica Izumi, puede parecer muy a menudo como el peor de los desastres: La causa directa de mi conversación fue mi niña enferma. Considerando las cosas desde una perspectiva mas amplia, ciertamente influyeron otros factores: la muerte de mi madre cuando tenia tres años, la muerte de mi abuelo llenos de deudas cuando tenia veinte años, todo el patrimonio familiar perdido, mi primer niño muerto a los cuatro días de haber nacido, en fin, el nacimiento de una niña dañada por el retardo de una parálisis cerebral. Todas estas desgracias contribuyeron para que me convirtiera al Budismo Estoy convencido que todos, mi madre, mi abuelo, mi hijo y mi hija aparecieron en este mundo para conducirme hacia el Gojonzon.
Mirando atrás, con la autoridad que le confieren sus cuarenta y cinco años de practica, Satoru Izumi puede afirmar: “Hasta que mantengan una fe firme, lograran seguramente transformar las dificultades en felicidad, el veneno en medicina”. Esta es la actitud que traduce el espíritu de la frase". “Con la mente dirigida hacia el deseo de ver al Buda, ellos no escatiman sus vidas”.
No es exagerado decir que con una actitud similar se puede esperar vencer un día todas las dificultades que la vida pone en nuestro camino y lograr la Budeidad. Afirma Nichiren Daishonin: “Yo, Nichiren, he llamado la Budeidad desde el interior de mi vida, viviendo esta frase”. En este sentido, "no escatimar sus vidas" significa que, dedicándose totalmente a la práctica del Budismo y gracias a la Ley de causa y efecto se logra cualquier cosa de una forma consecuente y natural. Pero, ¿qué es exactamente ese "todo" que se da y se logra? Simplemente, se da lo que uno considera como mas precioso - la propia vida - obteniendo en respuesta el inconmensurable tesoro de la iluminación en esta vida y por toda la eternidad. Por supuesto, es extremadamente difícil comprender que se puede "dar la propia vida" si hacer ningún sacrificio. Nichiren Daishonin explica: Algunos tienen esposa, hijo, sirvientes, propiedades, oro, plata y otros tesoros según su condición. Otros no tienen nada propio. De todas formas, sea que uno posea riquezas o no, la vida misma es siempre el mas precioso de los tesoros. Este es el motivo por el que santos y sabios del pasado ofrecieron sus vidas al Buda y se convirtieron ellos mismos en Budas... También los mortales comunes, pueden lograr la Budeidad si nutren en sus corazones una única cosa: una fe sincera.
Mas profundamente, una fe sincera es la voluntad de comprender y de vivir el espíritu más que las palabras del Sutra...Entonces, si los santos se consagraban ofreciendo su cuerpo, los mortales comunes pueden hacerlo a través de la sinceridad de sus ofrendas. El precepto de la donación, expuesto en el séptimo volumen del Maka Shikan, en efecto, enseña el espíritu de la ofrenda.
En esta parte se entiende muy claramente como la actitud que esta por debajo de nuestras acciones, (según el Budismo, vivir con el "espíritu de la ofrenda" en cada instante, con todo el corazón), sea la que justamente permite el brotar de los beneficios desde el interior de nuestra vida: este es un punto a recordar, practiquemos o no el Budismo.
UNA FILOSOFÍA PARA LA VIDA DIARIA
De aquí podemos recavar otra importante implicación de Kimio: aunque la fe en le Budismo de Nichiren Daishonin supones rituales específicamente religiosos, en particular entonar Nam-Myoho-Rengue-Kyo y hacer Gonguio dos veces al día, es imposible operar una clara distinción entre la practica de este Budismo y la vida diaria.
Nuestra fe se fortalece y se revela día a día a través de la recitación y de la realidad que vivimos. En otras palabras, Kimio significa que la práctica Budista adquiere significado solo si mejora cada aspecto de nuestra vida diaria, de esta manera, la vida se convierte en un reflejo de nuestra actitud en la fe.
Los beneficios que recibimos de la práctica, una mayor sabiduría y una más alta condición de vida, influyen naturalmente en todos los campos de nuestra vida y de nuestro trabajo; pero si eludimos el esfuerzo de entonar Nam-Myoho-Rengue-Kyo con toda probabilidad evitaremos también hacer cualquier esfuerzo que nos produzca recompensas inmediatas.
La total identificación entre una religión y la vida diaria es un concepto sorprendente para la cultura occidental. La enseñanza Budista en cambio afirma que, fundamentalmente, no existe distinción entre los aspectos espirituales y aquellos físicos de la vida.
Para concluir, ya que el Sutra del Loto enseña que la realidad esencial de la vida no es en absoluto diferente de todas las infinitas expresiones de la vida misma, "dedicarse al Sutra del Loto" (el significado literal de Nam) no significa solo dedicarse a la practica Budista, sino mas bien a la vida en todo su conjunto.
Nichiren Daishonin resume este concepto en una carta dirigida a uno de sus fieles seguidores, en la cual afirma la superioridad del Sutra del Loto con respecto a las enseñanzas anteriores: “Al contrario, en el sexto volumen del Sutra del Loto se lee: Ninguna cosa que concierne a la vida diaria o al trabajo es de alguna forma diferente a la realidad fundamental [...]' Donde aquellos (otros sutras) se refieren a las cosas del mundo en termino de Budismo, el Sutra del Loto explica que las cosas del mundo son esencialmente el Budismo”.
El profundo significado de Nam es, en el Budismo del Daishonin, otra expresión más para indicar el Camino del Medio, porque contiene y supera tanto los aspectos religiosos como aquellos seculares de "devoción". Significa que entonar Nam-Myoho-Rengue-Kyo (el aspecto religioso de la practica budista), equivale a venerar y expresar gratitud para toda la vida del universo, pero significa también que en la condición mas alta, o sea el estado de Buda, todas las acciones de nuestra vida nacen del deseo de crear felicidad para si y para los demás y están, consecuentemente, también dedicadas a la totalidad de la vida.
Nichiren Daishonin enseña que Nam o Kimio significa, en el sentido mas profundo, fusionar la propia vida con la eterna e inmutable verdad de Nam-Myoho-Rengue-Kyo y, a través de esta fusión, con la verdad fundamental del universo, contemporáneamente, hacer emerger en nosotros una infinita sabiduría para enfrentar los acontecimientos siempre cambiantes de al vida diaria.
¿Cómo podemos lograrlo? La respuesta es simple: debemos orar con sinceridad, es decir entonar Nam-Myoho-Rengue-Kyo al Gojonzon. Dice Daisaku Ikeda: “Nichiren Daishonin, el Buda del Ultimo Día de la Ley ha materializado la Ley fundamental del Universo en forma de un mándala. A través de la oración a este mándala, el acto con el cual expresamos nuestra devoción, la realidad exterior y el reino interior de la mente se fusionan perfectamente, permitiéndonos imprimir un rumbo correcto al curso de nuestra existencia cotidiana y de nuestra vida entera”.