LA SALUD Y EL BUDISMO DE NICHIREN DAISHONIN. Del "El Buda en Tu Espejo" de W.Hochswender, G.Martin, T.Morino.
Temas Desarrollados: EL BUDISMO Y LA SALUD. LA VISIÓN BUDISTA DE
LA ENFERMEDAD. VISIÓN CIENTÍFICA DE LA UNIDAD DE MENTE Y
CUERPO. VISIÓN BUDISTA DE LA MENTE Y
EL CUERPO.
Aunque el buda Shakyamuni no era
médico, muchas veces lo llamaban “el gran rey de la medicina”. Mediante la
contemplación, consiguió darse cuenta de que la iluminación, o budeidad, es la
mejor de las medicinas, porque gracias a sus virtudes sacamos la sabiduría
interior y la fuerza vital necesaria para curar nuestras enfermedades físicas y
mentales. Por lo tanto, el principal objetivo de la medicina budista es
ayudar a los individuos a desarrollar sus poderes naturales de autocuración
cultivando la iluminación mediante la práctica budista.
Esta visión cada vez
está más generalizada, no solo entre los practicantes del budismo. El
preámbulo de la carta de la Organización Mundial de la Salud afirma: “La salud
es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la
ausencia de afecciones o enfermedades”.
Somos todos seres
humanos, hechos de carne y sangre. Es innegable que nadie puede evitar caer
enfermo en un momento u otro. Pero las raíces de la enfermedad están en lo más
profundo de nuestro ser. Desde la perspectiva budista, la enfermedad no puede
destruir nuestra felicidad, a menos que lo permitamos y, como llevamos
inherente la causa de la enfermedad, la solución básica a la enfermedad la
llevamos también adentro. Por ello, no hay ninguna razón para que nos controle
la enfermedad y ninguna razón para llenarnos de sufrimiento, miedo o angustia.
El budismo de Nichiren, nos
enseña que poseemos la capacidad no sólo para transformar lo negativo en un
estado neutro sino para ir más allá y alcanzar un estado positivo. Podemos
superar el sufrimiento de la enfermedad y, al hacerlo, hasta la experiencia de
la enfermedad enriquecerá nuestras vidas y hará que merezcan más la pena, dándonos
el material para lograr todo el dramatismo de la satisfacción que se despliega
día tras día.
Helen Keller escribió en
su autobiografía, La historia de mi vida: “Todo tiene sus maravillas, hasta la
oscuridad y el silencio, y aprendí a conformarme con eso, cualquiera que fuera
el estado en que me encontrara”. Del mismo modo que la verdadera felicidad no
es sólo la ausencia de problemas, sino un estado de vida interno que nos permite
enfrentarnos a los obstáculos que hayamos para llegar a la felicidad, la salud
no es sólo la ausencia de enfermedad. Es más bien un estado de vida interior
que nos permite superar la enfermedad y los obstáculos relacionados con nuestra
salud. Lo importante es si vencemos la enfermedad cuando llega o si ésta es la
que nos vence. El budismo nos muestra la fuente de la sabiduría y la fuerza
vital necesaria para derrotar la enfermedad. Dado que la salud y la enfermedad
existen en nosotros en potencia, podemos provocar nuestra enfermedad o nuestra
salud.
Una historia que salió
en las noticias de los últimos años ilustra esta verdad.
En un partido de fútbol
de bachillerato, varias personas enfermaron con síntomas de envenenamiento. El
interrogatorio inicial parecía indicar que la culpa la tenían unos refrescos
contaminados. Se cerró el bar y se pidió por megafonía a la gente que no
bebiera bebidas con gas. Poco después de este anuncio, los espectadores de todo
el estadio empezaron a vomitar y desmayarse. Muchos dejaron rápidamente sus
asientos para ir a ver a sus médicos y a urgencias. Más de cien personas fueron
hospitalizadas.
Al día siguiente, se
descubrió que los refrescos no tenían nada que ver con la enfermedad de los
pacientes iniciales, que habían contraído una especie de gripe.
Al propagarse esta
noticia, los espectadores enfermos se curaron “por milagro”.
Sus síntomas
desparecieron de repente y hasta los que estaban hospitalizados, se levantaron
de la cama y se fueron. El culpable no era un agente patógeno; fue simplemente
la idea expresada en palabras lo que tuvo un efecto inmediato y espectacular
tanto para traer la enfermedad como para provocar la recuperación.
En otro ejemplo, un
hombre joven con una fuerte práctica budista y un tratamiento médico excelente
se recuperó de un cáncer, no una sino dos veces. Cuando apareció el cáncer por
tercera vez en la sangre, le dijeron que era incurable. No le daban más que
unos meses de vida. Aunque había superado el cáncer dos veces, este pronóstico
era demasiado para él y su salud empezó a empeorar rápidamente. Sus amigos, su
familia y hasta sus médicos pensaban que se estaba muriendo. Pero,
sorprendentemente, se descubrió que se habían confundido las muestras de
sangre. Le dijeron que no había ni rastro de células cancerígenas en su cuerpo.
Enseguida se curó y recuperó su fuerza vital.
Éste es el poder de creer, lo que puede
ocurrir cuando estamos muy influidos por el diagnóstico de la enfermedad y lo
que puede ocurrir cuando nos recuperamos, reuniendo fuerzas para superarla.
Una demostración
parecida del poder de creer es lo que se denomina el efecto placebo. Las
investigaciones médicas demostraron hace mucho que las sustancias inertes
pueden tener un efecto positivo en pacientes si creen que están recibiendo una
medicación eficaz. En numerosos estudios, un porcentaje considerable de
pacientes que reciben pastillas de azúcar en lugar de medicación muestra
síntomas de recuperación. Y cabe destacar que, cuando se les dice cómo les
haría sentir la medicación, muestran esos mismos efectos.
LA VISIÓN BUDISTA DE
LA ENFERMEDAD.
Para mantener una buena
salud y superar la enfermedad primero tenemos que comprender nuestra propia
naturaleza. La enfermedad puede constituir una oportunidad para formar una base
aún más sólida de la felicidad provocando en nuestra vida cambios importantes,
si bien muchas veces difíciles. Tal como escribió Nichiren: “La
enfermedad da lugar a la decisión de alcanzar el camino”.
Esto no significa que
renunciemos a la medicina moderna para buscar la curación. Sin embargo, el budismo de Nichiren sugiere
tres normas para curar la enfermedad: ver a un buen médico, recibir buenos
medicamentos y ser un excelente paciente. Cuando habla de ser
excelentes pacientes, Nichiren se refiere al estado vital interior. Presenta la
práctica de invocar Nam-myojo-rengue-kyo como lo mejor que podemos hacer para
purificar nuestro estado vital. Nichiren escribió: “Nam-myojo-rengue-kyo es como el
rugido del león. Por lo tanto, ¿qué enfermedad puede ser un obstáculo?”
Nam-myojo-rengue-kyo es la fuente de la sabiduría
que nos permite encontrar al médico adecuado y buscar la fuerza vital que hará
que el medicamento funcione. Invocar Nam-myojo-rengue-kyo es curar la energía
en sí.
El proceso de curación
empieza fortaleciendo la seguridad para decirse a uno mismo: “Puedo
combatir mi enfermedad. Puedo convertir el veneno que hay en mi cuerpo en
medicina”. Si nuestra condición vital es de derrota, la enfermedad
vencerá a nuestra voluntad de curarnos. Si es de desafío, habremos maximizado
las posibilidades de recuperación.
VISIÓN CIENTÍFICA DE LA UNIDAD DE MENTE Y
CUERPO.
Cada vez hay más pruebas
científicas de que existe una relación fuerte e inseparable entre el
funcionamiento de la mente y el del cuerpo. La creencia en esta separación
dualista de mente y cuerpo, que influyó considerablemente en la ciencia médica
reciente, está dando paso gradualmente a una perspectiva más profunda, una
visión muy similar a la visión budista de la unidad de la mente y el cuerpo.
¿Cómo funciona la unidad
de mente y cuerpo? Los científicos han descubierto que los estímulos del
entorno los procesa el cerebro, desencadenando unas reacciones bioeléctricas y
bioquímicas en el cuerpo, lo cual a su vez desencadena el comportamiento.
En el caso de la
enfermedad, la secuencia funciona así: Cuando el cerebro percibe y procesa un
estímulo exterior (consciente e inconscientemente), este proceso está
fuertemente influido por las creencias, ideas y expectativas personales. Esto
provoca una reacción biológica compleja (por ejemplo, en el hipotálamo, una
reacción neuroendocrina y la liberación de hormonas) que afecta a la respuesta
inmunológica del cuerpo determinando la “capacidad” para hacer frente a la
enfermedad. Esto provoca unos síntomas físicos, un comportamiento y la
experiencia real de la enfermedad (enfriamiento, dolor de cabeza, músculos
entumecidos).
Dado que las ideas, las expectativas y las
creencias tienen un efecto poderoso en el funcionamiento del cuerpo, el
pensamiento distorsionado (el engaño) tendrá forzosamente un fuerte impacto en
la salud y la capacidad para superar la enfermedad.
Los psicólogos han
identificado diversas visiones de la vida que pueden minar la salud, dificultar
la capacidad del cuerpo para vencer la enfermedad y generar enfermedades
psicológicas y espirituales como la depresión, la ansiedad y el miedo. Entre
ellas, responsabilizar a los demás de tu propio dolor, interpretar aquellos
pensamientos y acciones de los demás que no puedes conocer de un modo negativo
para ti o creer que los demás piensan más de ti de lo que en realidad piensan,
y sacar conclusiones generales fatalistas basadas en hechos específicos o en
información limitada.
De este modo, además del
tratamiento médico, es fundamental cambiar de mentalidad para superar la
enfermedad. No sólo hay que proponerse identificar el pensamiento distorsionado
sino cambiar el modo de pensar y llevar a cabo un cambio de estos paradigmas.
La práctica budista nos permite realizar este cambio.
VISIÓN BUDISTA DE LA MENTE Y EL CUERPO.
Desde un punto de vista
budista, para gozar de buena salud primero hay que comprender la verdadera
naturaleza de la relación entre mente y cuerpo. La enfermedad no es solamente
un fenómeno físico, también puede reflejar un desequilibrio espiritual en
nuestras vidas.
El budismo ha explicado
durante miles de años la relación entre mente y cuerpo de un modo muy similar a
las investigaciones médicas actuales.
Como indicaba el
profesor chino T’ient’ai, existen cinco componentes que nos hacen único a cada
uno de nosotros:
1) Forma (cuerpo).
2) Percepción.
3) Concepción.
4) Volición.
5) Conciencia.
Tenemos una única forma. Cada uno vemos las cosas de un modo
subjetivo y extraemos conclusiones enfrentadas, a veces, con las de otros que
experimentan los mismos fenómenos.
Actuamos sobre la base
de estas conclusiones. Todo esto está fuertemente influido por el grado en que
conocemos la realidad de las cosas.
Por ejemplo, una mujer camina
por un callejón oscuro a altas horas de la noche y percibe un objeto blanco en
un árbol. Enseguida se da cuenta de lo que es y piensa: “A alguien se le ha
caído una ropa del tender”. Poco después, un hombre pasa por el mismo árbol de
noche, entra pánico al pensar que es un fantasma, le da un ataque al corazón y
cae muerto. ¿Qué lo mató? Seguro que no fue la ropa que había caído en el
árbol. Fue su percepción equivocada de la situación, la conclusión de que
estaba en peligro, el deseo de escapar con una subida repentina de la
adrenalina y la presión sanguínea y el efecto que todo esto tuvo en su
bienestar físico.
En el budismo, tratamos
de sustituir la visión distorsionada de la vida por la sabiduría. Según
escribió Daisaku Ikeda en “Descubriendo los misterios del nacimiento y la
muerte”:
La manifestación de la
naturaleza de Buda en el modo de vivir de cada uno, obstaculiza la aparición de
tendencias negativas y destructivas que tienen su origen en los deseos
terrenales, y permite unificar con armonía las cuatro funciones espirituales de
la percepción, la concepción, la volición y la conciencia. Además, la
manifestación de la naturaleza de Buda en la propia vida crea armonía en el
plano de la forma y, mediante un equilibrio correcto de los cuatro elementos,
se puede alcanzar el dinamismo y la fortaleza. Este es el ideal budista de la
buena salud.
En otras palabras,
cuando invocamos Nam-myojo-rengue-kyo, sacamos de nuestras vidas la condición
de Buda, que está llena de sabiduría y misericordia. A partir de ahí podemos
influir positivamente en nuestras creencias y acciones, lo cual nos permite
ajustar y reformar nuestras vidas. Podemos romper la cadena negativa de
pensamiento y acción, estableciendo una dirección positiva de afirmación.
Nuestra condición vital cambia las tendencias negativas por otras positivas.
Para tener un cuerpo y
una mente sanos es fundamental tener una condición de vida sana. Nichiren
escribió: “La unidad del cuerpo y la mente es un modo de vida supremo”.
Por lo tanto, la clave
es deshacernos de nuestro apego a visiones engañosas o que no permiten afirmar
la vida. De nuevo, citando a Nichiren: “Por lo tanto, debes reformar rápidamente
los principios que rigen en tu corazón y abrazar el único vehículo verdadero,
la única doctrina correcta [del Sutra del Loto]... Si lo haces, tu cuerpo
encontrará la paz y la seguridad y tu mente estará tranquila y sin
sobresaltos”.
Es esencial lidiar
contra las ideas engañosas que debilitan nuestra capacidad para combatir la
enfermedad con el fin de desarrollar y mantener una buena salud. Aunque la
ciencia está empezando a reconocer la relación entre nuestra visión espiritual
y nuestra salud, el budismo lleva miles de años tratando este concepto,
concluyendo que podemos extraer una medicina curativa de nuestras propias
vidas.
Todos encerramos los
grandes tesoros de la naturaleza de Buda: sabiduría, misericordia y valor.
Cuando se recurre a estos medicamentos, somos realmente el Buda del espejo.
En términos médicos,
todos los seres humanos son a la vez un laboratorio farmacéutico, capaces de
crear las medicinas que necesitamos para prevenir la enfermedad y un depósito con
todas las emociones humanas positivas que afectan a nuestra capacidad para
combatir la enfermedad
¿Cuál es la clave para abrir este depósito?
Invocar Nam-myojo-rengue-kyo.