FELICIDAD ABSOLUTA Y FELICIDAD RELATIVA EN EL BUDISMO DE NICHIREN..
Según el budismo
Mahayana que enseñaba Nichiren, existen dos tipos de felicidad: la relativa
(temporal) y la absoluta (duradera).
La felicidad relativa es el sentimiento de satisfacción,
gratificación o euforia que se experimenta al lograr algún objetivo o ver
nuestros deseos cumplidos. Dada la naturaleza temporal de lo que conseguimos o adquirimos,
esta felicidad suele desvanecerse con el tiempo.
Si somos individuos fundamentalmente
infelices, lo seguimos siendo, y a menudo, después de sentir júbilo, nos
sentimos más abatidos que nunca, porque sentimos mucho su ausencia.
Por ejemplo, cuando uno
ha estado felizmente casado, la muerte de su esposa puede sumirle en la más
profunda desgracia. También hay muchos que llegan al final de su vida solo,
indigente y miserable a pesar de haber adquirido cierta fama o popularidad. Ni
la riqueza ni el estatus ni la fama ni la belleza pueden garantizarnos una vida
feliz.
Esto se debe a que la felicidad basada en estos
aspectos es una felicidad relativa.
Es dependiente, circunstancial
y temporal. Quien se esfuerce por construir una vida feliz basada en la
riqueza, el estatus, la fama o la belleza terminará encontrando insatisfacción,
pérdida e infelicidad.
En cambio, el budismo
expone una felicidad absoluta y duradera.
La felicidad absoluta es un estado de vida
en el que podemos disfrutar de nuestra existencia bajo cualquier circunstancia.
El estado de la felicidad absoluta también se denomina budeidad. Hemos nacido
en esta vida para ser felices, no solamente para soportar el sufrimiento.
Esta es una premisa
básica del budismo que enseña Nichiren Daishonin.
¿Cómo podemos alcanzar
una felicidad duradera cuando nuestro estado vital es tan voluble?
Un principio budista
básico denominado los Diez Mundos destaca sistemáticamente el drama incesante
que hay encada momento de nuestras vidas interiores. Este principio enseña que
estamos experimentando continuamente estados cambiantes que se producen a un nivel
muy por debajo de la conciencia. Estos estados son (del inferior al superior):
1) Infierno.
2) Avaricia.
3) Animalidad.
4) Ira.
5) Humanidad.
6) Éxtasis (también
denominada felicidad relativa o temporal).
7) Aprendizaje.
8) Realización.
9) Bodhisattva (misericordia).
10) Budeidad (también
denominada iluminación o felicidad absoluta)
Casi todo el mundo
tiende a vivir en un mundo más que en los demás.
Por ejemplo; desde muy
joven, uno puede tener fama de fastidiar a los demás. La gente con este temperamento
suele ocupar el mundo de la Ira. O quizás tiendas a ser pasivo, tímido, y dejar
que las cosas pasen de cualquier manera. Es posible que la Humanidad sea tu mundo
dominante y la pasividad tu talón de Aquiles. Quizás todo te parezca poco, ya
sea dinero, sexo o aprobación. En ese caso, la Avaricia es tu mundo. Esto se
llamaría la "tendencia vital" o, más bien, el karma.
La mayoría de nosotros
lucha en la vida con la misma tendencia constante que domina nuestras
interacciones profesionales, sociales y familiares. Por mucho que lo
intentemos, siempre hay uno o dos mundos o condiciones vitales en tomo a las
cuales parecemos gravitar.
A pesar de que
realicemos denodados esfuerzos por mejorar personalmente, a menudo nos resulta
sumamente difícil cambiar esta tendencia fundamental.
Para ilustrar cómo
pueden funcionar estos Diez Mundos, o condiciones vitales, en nuestra propia
psiquis, imaginemos un "día de nuestra vida" normal.
Nos despertamos, nos levantamos, quizás incluso nos peinamos,
desayunamos, tal vez leemos el periódico. Tal vez tengamos un perro o gato dormitando
pacíficamente. Estamos en el mundo de la Humanidad (5), donde uno lleva una
marcha neutra.
Ahora salimos al mundo,
iniciamos el trayecto diario al trabajo y nos vemos inmerso en un tráfico densísimo.
Inmediatamente cortan el paso y casi nos da un golpe alguien que está compitiendo
por adelantar. Intercambiamos miradas hostiles con esta persona desconsiderada.
Por un instante, nos encontramos en el mundo de la Ira (4).Al llegar al
trabajo, descubrimos que nuestro jefe ha vuelto a quitarnos los méritos de nuestro
mejor proyecto y volvemos a ver nuestro escritorio con un montón de tareas
aburridas e irrelevantes. Disgustado, pero sin valor para enfrentarte a la
autoridad, nos dirigimos bruscamente a la secretaria y empezamos a darle todas las tareas desagradables que
encontramos. Nos hemos sumergido en el mundo de la Animalidad (3), donde uno se
deja dominar con facilidad y, a su
vez, trata de dominar a los demás. El día va pasando y nos vamos
a almorzar. Como de costumbre, no podemos evitar fijarnos en personas a las que
consideramos atractivas. Pero últimamente no vemos a nadie, de hecho, casi hemos
abandonado la esperanza de conocer a la persona adecuada. Este sentimiento de
congoja y resignación invade todo lo que vemos y hacemos.
Estamos en el mundo de la Avaricia (2), donde los deseos fuertes
e incumplidos distorsionan la visión de la realidad. Al volver a la oficina,
recuerdamos una pasión reciente y pedimos una cita. Pero esta persona nos dice
que la relación ha terminado de verdad, que tus gustos personales, incluido tu
gusto por el jazz moderno hacen imposible cualquier otro contacto. Sorprendido
y herido, empezamos asentir que nunca seremos felices y que no tenemos salida. Tu
carrera es una calamidad. No podemos mantener una relación. Los problemas nos
desbordan. Estamos en el mundo del Infierno (1), una condición de sufrimiento
extremo, donde la más remota posibilidad de lograr un mínimo grado de felicidad
parece imposible. En este preciso momento, cuando parece que no queda ninguna
esperanza, suena el teléfono. Es una persona del trabajo atractiva, que nos
llama porque tiene una entrada de sobra para un concierto esa noche. "¿Te importaría
acompañarme, nos pregunta?" De repente te sientes en el Éxtasis (6), el mundo
donde se han cumplido los deseos, un estado de felicidad relativa. Toda nuestra
actitud ante el día cambia. La magnitud de las circunstancias que nos han
llevado al Infierno se reduce, y un aura de buena fortuna invade tu vida (En el
budismo, el Éxtasis y el Infierno no son lugares sino estados de vida). Éste es
el paisaje interior cambiante de la existencia humana. Es posible que podamos reconocer
la variabilidad de nuestra mente en el flujo de pensamientos y emociones que se
produce en esta historia.
Nuestras vidas
interiores cambian de color y de forma con una variedad y sutilidad infinitas
en el mare mágnum y el caos que invaden la existencia contemporánea.
En realidad, cuando
ocurre algo que nos hace sentir eufóricos, nuestras circunstancias
fundamentales apenas han cambiado; lo que ha cambiado es la persona que hay
dentro y esa persona ha estado cambiando constantemente desde que sonó la
alarma.
Los mundos que hemos
descrito hasta ahora se conocen en el budismo como los "seis caminos"
o "seis mundos inferiores". Para la gran mayoría de la raza humana,
la vida consiste principalmente en dar saltos adelante y atrás, entre estos
seis mundos.
Cabe preguntarse: ¿Qué tiene de malo estar
en los mundos de la Humanidad y el de Extasis? El problema es que estos estados
no son duraderos. En los seis caminos inferiores, estamos viviendo principalmente
en reacción a las circunstancias externas.
En estos mundos
inferiores, estamos a merced de nuestro entorno. Nuestro bienestar depende de
algo o alguien. Una persona que se encuentra en los mundos inferiores está
condenado a llevar una existencia pobre o variable - feliz cuando las cosas van
bien e infeliz cuando no van bien - controlando muy poco su vida a pesar
de realizar grandes esfuerzos por conseguirlo.
La verdadera felicidad nunca
puede enraizar en estas arenas movedizas. Pero dentro de nosotros tenemos el
potencial para lograr un tipo de felicidad diferente, más sólida, que culmina
con la felicidad absoluta de la budeidad.
Los mundos superiores,
incluida la budeidad se conocen como los "cuatro mundos nobles". A
diferencia de los estados condicionales y reactivos de los seis mundos
inferiores, los tres primeros mundos nobles del Aprendizaje, la Realización y
el Bodhisattva son proactivos, no reactivos.
El budismo de Nichiren
Daishonin utiliza estos estados como base para una práctica que nos lleva a
otro estado de felicidad absoluta creado por nosotros mismos. Volvamos al
escenario de nuestro "día en la vida".Animado por la llamada
telefónica y deseando no hundirnos en un cúmulo de sentimientos negativos que nos
inspira el trabajo, nos sumergimos en él con un entusiasmo renovado, en un
importante proyecto de investigación en el que hemos estado trabajando durante
un tiempo, un proyecto que nos permite comprender mejor nuestra profesión y cómo
funciona el mundo. Las horas vuelan como minutos. Estamos en el mundo del
Aprendizaje (7), donde aprendemos sobre la vida, aunque lo hagamos en un marco que
no tenga nada que ver con el budismo. Al regresar a casa, decidimos tocar el
piano para hacer tiempo hasta la hora de tu cita. Nos vemos cada vez más
absorto en una secuencia concreta de jazz, que exploramos a través de múltiples
variaciones. Ahora estamos en el octavo mundo, la Realización que suele
describirse como el descubrimiento que viene de la disciplina. También se caracteriza
como la emoción de controlar algo difícil, y se aplica tanto a la construcción
de un barco en un astillero o al bordado sobre cañamazo, como a la composición
de un soneto o una sinfonía. Supongamos que un acorde de piano triste nos recuerda
de repente que tenemos un amigo enfermo en el hospital. Decidimos visitarlo de
camino al concierto de jazz. Ahora estamos en el mundo de Bodhisattva (9), o
compasión, caracterizado por la voluntad de ayudar a los demás. Este mundo
también se conoce como "aspiración a la iluminación" ya que, como
veremos, la preocupación por la felicidad y el bienestar de los
demás forma parte de la conducta de un Buda.
BUDEIDAD: LA FELICIDAD.
El décimo mundo y el más alto es el más difícil de describir
porque no solemos experimentarlo a menudo. Nichiren Daishonin habla de este
estado vital describiendo sus virtudes: las cualidades de nuestra naturaleza de
Buda son las cualidades que hacen verdaderamente buenos a los seres humanos. En
su carta "Los tres tipos de tesoro", Nichiren escribió:"Mas
valiosos que los tesoros de un almacén son los tesoros del cuerpo, y los
tesoros del corazón son los más valiosos de todos. ¡Desde el momento en que lean
esta carta, traten de acumular los tesoros del corazón!".
Los tesoros del almacén son las posesiones
materiales y la riqueza financiera. Los tesoros del cuerpo son la salud, el buen
aspecto, el conocimiento, el estatus, etc.
Son importantes y obviarlos nos produciría un sufrimiento innecesario,
pero están sometidos a la ley de lo efímero, y por lo tanto, al final y al
cabo, son relativos.
Cambian con el tiempo y
no puede ser la base de una felicidad duradera.
Los tesoros del corazón
son los tesoros del reino interior, las virtudes y las cualidades que surgen de
nuestra naturaleza de Buda. Los verdaderos tesoros de la vida son aquellas
cualidades que enaltecen nuestras acciones de la vida diaria, dándonos
sabiduría, valor y seguridad para ganar en cualquier circunstancia. La base de
la felicidad humana empieza por el reino interior.
La felicidad que
construimos aquí no es dependiente, momentánea ni circunstancial es fuerte y,
tal como afirmaba Hamlet, resiste a las "hondas y flechas de la fortuna
abusiva".
Nichiren Daishonin hacía
referencia a este reino interior como la "torre del tesoro" (nombre
que designa la Budeidad). Escribió: "No existe ninguna torre del tesoro
distinta de las figuras de los hombres y mujeres que abrazan el Sutra del Loto.
De ahí se desprende que, ya sean ilustres o humildes, altos o bajos, quienes
invocan Nam-Myojo-Rengue-Kyo son en sí la torre del tesoro El lugar donde invocamos
Nam-Myojo-Rengue-kyo se convertirá en la morada de la torre del tesoro".
Los tesoros del corazón (las virtudes de la felicidad absoluta, los atributos
del Buda) se guardan en la torre del tesoro de la vida humana. Los seres
humanos son torres del tesoro. Invocando Nam-Myojo-Rengue-Kyo, podemos
reconocer que estamos dotados de todo cuanto necesitamos para ser totalmente
felices; podemos abrir la torre del tesoro de nuestras vidas; y podemos
revitalizarnos manifestando estos tesoros en nuestras vidas diarias.
¿Cómo empezar? Invocando
Nam-Myojo-Rengue-Kyo. Una vez y otra. Invoca por la mañana. Invocas por la noche.
Invocas cuando estás triste. Invocas cuando estás feliz. Invoca cuando te enfrentas
a un reto o una crisis. Y pronto verás que empiezan a producirse cambios.
Cuanto más invoca con profunda fe la Ley Mística una persona, cada vez tiende
más a la budeidad. La budeidad no es un destino remoto, la cima inaccesible de
una montaña que sólo puede escalarse después de muchas décadas, quizás incluso
vidas, de arduo esfuerzo. Al contrario, Nichiren Daishonin explicaba que es el objetivo
de la práctica diaria de cada uno. Pensemos en una limadura de hierro imantado por el
frote constante con un imán: el pedazo de hierro adquiere un polo norte y un
polo sur y la energía necesaria para atraer a otras limaduras de hierro
mediante este intercambio. Cuando más sinceramente invocamos la Ley Mística, más
se "imantan" nuestras vidas de iluminación.
Invocando Nam-Myojo-Rengue-Kyo
(frotando el imán), adquirimos sabiduría y fuerza vital (imantándonos) y atraemos
la buena fortuna y la protección al estar enarmonía con nuestro entorno.
Por ejemplo, en el estado de Ira, la propia
condición se transforma de modo que la ira se manifiesta de un modo que produce
valor: quizás en forma de indignación contra la justicia. La calma, en un
momento de crisis, se transforma en la virtud de la paciencia.