UNIDAD DEL CUERPO Y LA MENTE. SUS EFECTOS FISICOS - QUIMICOS.
El
conflicto o distanciamiento entre lo espiritual y lo científico, desde hace
siglos no ha producido ningún resultado concreto. Hoy día los occidentales que
practicamos, religiones como el budismo de Nichiren, comenzamos a entender profundamente
la unificación de la mente y el cuerpo; Shakyamuni el Buda del Primer Día de La
Ley y Nichiren el Buda del ultimo día de la Ley, y todos los sabios de la
época, nos brindaron los conocimientos de como funcionábamos los seres vivos,
siendo parte del todo o lo que el budismo enseña mediante el principio del
“Origen Dependiente”.
Los científicos modernos,
han dado una dura batalla al caminar por senderos separados, pero a medida que
van realizando nuevos descubrimientos del comportamiento y funcionamiento
humano, se van dando cuenta que la brecha espiritual y científica cada vez es más
angosta.
Los occidentales apenas
comenzamos a entender este concepto y hasta religiones mas tradicionales, hoy
día se han visto en la necesidad de comenzar a dar explicaciones a esa
incertidumbre que muchas personas tienen acerca del efecto “milagro”, es decir,
¡realmente hay una deidad externa capaz de conceder algo a mi petición o no!.
Siendo el tema tan
complicado he considerado realizar citas que permitan a ustedes igual que a mí
considerar su punto de vista. En el Seykio Criollo de febrero 2007 (Publicación
de la SGIV) hay un artículo llamado “UNIDAD
DEL CUERPO Y LA MENTE” (Shikishin Funi), tomado de la revista de la SGI
Quartely.
“Los aspectos físicos y espirituales de
nuestras vidas son completamente inseparables y revisten la misma importancia.
Esto es expresado en el concepto Shikishin Funi (en japonés).
Shiki alude a todos los fenómenos
individuales o invisibles incluyendo a la razón, la emoción y la volición*.
Funi, significa literalmente (dos pero no
dos)”. “Nuestro estado mental interior también afecta el funcionamiento físico
de nuestros cuerpos.
La risa y las lágrimas
son la manifestación mas drástica de esto, son las señales físicas de nuestros
sentimientos interiores”
“La verdadera salud y la
felicidad, abarcan tanto el aspecto físico como el espiritual. El budismo
considera al ser viviente como la reunión armoniosa de los cinco componentes, estos
son:
1. Los aspectos físicos de la vida y los sentidos.
2. La forma en que se integran las impresiones recibidas a través
de los sentidos.
3. La concepción por medio de la cual integramos las ideas acerca
de lo que percibimos.
4. La volición; Voluntad que actúa sobre la concepción.
5: La conciencia; función del discernimiento que sustenta el
funcionamiento de los otros componentes.
La vida es la fuerza o
energía que mantiene estos cinco componentes funcionando juntos como un todo
armonioso e integrado.
La ciencia médica
moderna apenas está comenzando a explorar la sutil interconexión entre el
cuerpo y la mente, entre los aspectos físicos y espirituales de la vida.
El budismo considera los
aspectos físicos y espirituales como manifestaciones vitales de la fuerza de la
vida que es inherente al mismo cosmos.
Nichiren Daishonin escribió:
“la vida a cada momento abarca de igual
modo al cuerpo y al espíritu, al yo y al medio ambiente de todos los seres
sensibles en todas las condiciones de la vida, así como a los seres no
sensibles: las plantas, el cielo y la tierra hasta la más diminuta partícula de
polvo. La vida a cada momento impregna al universo y se revela en todos los
fenómenos”.
” Esto es lo que plantea
el Budismo de Nichiren Daishonin; pero si investigamos sobre el tema desde una óptica mas científica
encontraremos que en la actualidad hay un enfrentamiento entre científicos,
porque algunos ya consideran que la salud del individuo depende de su condición
espiritual, o sea que la mente y cuerpo son inseparables. Algunos de estos
estudios demuestran que podemos influir en muchas de nuestras funciones
corporales y que nuestras conexiones e influencias van aun más allá.
Hace un breve tiempo la ciencia moderna manifestó: “Hemos descubierto
que cuando se tiene un pensamiento el cerebro produce sustancias que abren lo
que se podría llamar una ventana. Cuando el pensamiento concluye, la ventana se
cierra. Por ejemplo, cuando ve a la persona de sus sueños y siente amor, esa
sensación increíble que le recorre el cuerpo no es otra cosa que una sustancia
química. Cuando se excita sexualmente se debe a que el cuerpo ha liberado otra
sustancia química, y cuando una persona se le cruza imprevistamente a su
automóvil sin esperar, y en ese momento nos gustaría tener una pistola de rayos
láser en el volante para desintegrarlo, esa ira que se siente, ese ácido
corrosivo que aparece en el sistema circulatorio o el estómago, esa sensación,
es otra sustancia segregada por el cerebro.
Esas sustancias
segregadas por el cerebro se llaman neuropéptidos. El sistema inmunológico se
pasa el tiempo escuchando nuestros monólogos interiores mientras que ninguna
célula ni órgano ni ningún otro aparato del organismo monitorea a otro si no
está preparado para responder a la información que recibe.
El sistema inmune no
solo escucha, sino que reacciona al diálogo emocional. Es esto lo que afirma la
ciencia médica: que las células que defienden el organismo tienen puntos
concretos de recepción de neuropéptidos, las sustancias que produce el cerebro
con cada pensamiento. Y que la respuesta de esas células a los gérmenes
patógenos varía dependiendo de que se fortalezca, se debilite o deje de
funcionar totalmente a causa de esas sustancias.
Los biólogos llevan años
realizando investigaciones en este campo. Lo que saben hasta ahora es que
cuando se tiene un pensamiento, el cerebro produce sustancias que afectan a la
persona, y lo que ésta siente es la producción y asimilación de esos neuropéptidos.
La ciencia médica occidental
hizo un descubrimiento trascendental en la última década que ha pasado
prácticamente inadvertido. Sabía que las células del sistema inmunológico, como
todas las demás, tienen zonas de descarga en su membrana para asimilar diversas
sustancias. Lo que se descubrió fue que en la membrana de cada uno de los
linfocitos que defienden el cuerpo de bacterias, virus, hongos, parásitos y
cáncer, la enfermedad, hay un punto concreto que recibe los neuropéptidos. El
sistema inmune no solo escucha, sino que reacciona al diálogo emocional.
Es esto lo que afirma la
ciencia médica: que las células que defienden el organismo tienen puntos
concretos de recepción de neuropéptidos, sustancias que produce el cerebro con
cada pensamiento. Y que la respuesta de esas células a los gérmenes patógenos
varía dependiendo de que se fortalezca, se debilite o deje de funcionar
totalmente a causa de esas sustancias.
Ahora bien, que podemos entender
de lo arriba mencionado bajo dos perspectivas diferentes, una científica y otra
espiritual.
Que el budismo desde
hace 2500 años con el Buda Sakyamuni, ya conocía el verdadero comportamiento
del ser humano y entendía su origen. Ya que somos manifestación de la Ley
Cósmica, por lo tanto tenemos y podemos trabajar con ese poder infinito. No hay
exclusión en ello porque al tratarse de una Ley del universo nos guste o no,
estemos de acuerdo o no, ella funcionará para todos.
Cuando aprendemos esto y
comenzamos a manifestar la Budeidad inherente a nosotros podemos ser capaces de
cambiar nuestra realidad.
Es cuando nuestra fe y
su práctica, comienza a tener sentido si la ponemos a funcionar como filosofía
de vida. Es cuando la ciencia tiene que admitir que hay una condición mística
inseparable del cuerpo que nos une a la creación cósmica y que en el momento
correspondiente saldrá a ser públicamente conocida por ser su condición de
“Ley”; por ello, cuando cantamos la Ley mística, NAM-MIOHO-RENGUE-KIO, el
shikishin funi actúa al unísono.
Por supuesto, que estos
efectos solo serán percibidos por cada uno de nosotros, dependiendo de la
determinación con la cual deseemos cambiar nuestra realidad y los mundos o
estados, prevaleciendo unos sobre otros.
Cuando nos hacemos
conscientes de este hecho nuestra realidad evidentemente cambiará “Daisaku Ikeda
nos dice: “debemos invocar con decisión profunda y poderosa, no con una oración
desconcentrada y mecánica”. Con ello nos quiere decir que debemos tener el coraje para
desafiar nuestros miedos y nuestras inseguridades más profundos, que surgen
inevitablemente cuando decidimos ir en pos de un objetivo.
El Daishonin no pone límites al poder de la
fe. ¿Ustedes ponen límites a aquello por lo que invocan? ¿Acaso deciden que
algo es imposible y entonces, ni siquiera se molestan en aceptar el desafío de
la fe?”