16. RAZONES POR LAS CUALES ESCRIBÍ; SOBRE EL ESTABLECIMIENTO DE LA ENSEÑANZA CORRECTA PARA ASEGURAR LA PAZ EN LA TIERRA. Enviada al Sacerdote Hogan. Escritos de Nichiren Daishonin, S.G, Pág.170/174
En el primer año de la
era Shoka (1257), signo cíclico hinoto-mi, el vigésimo tercer día del octavo
mes, cuando la hora del perro da paso a la hora del jabalí (cerca de las nueve
de la noche), se registró un terremoto de magnitud sin precedentes. En el
segundo año de la misma era, signo cíclico tsuchinoe-uma, el primer día del
octavo mes, soplaron fuertes vientos. En el tercer año, signo cíclico
tsuchinoto-hitsuji, se produjo una gravísima hambruna. En el
primer año de la era Shogen (1259), signo cíclico tsuchinoto-hitsuji, estalló
una epidemia que azotó el país sin dar cuartel a lo largo de las cuatro
estaciones del año siguiente, signo cíclico kanoe-saru. Por entonces, ya había
muerto más de la mitad de la población. El gobernante del país, alarmado por el
curso de los acontecimientos, recurrió a las escrituras del budismo y a los
escritos no budistas en busca de ayuda, y ordenó que se elevaran diversas
plegarias. Pero ninguna de ellas surtió efecto. Por el contrario, el hambre y
las epidemias rebrotaron con más virulencia que nunca.
Yo, Nichiren, al ver ese
panorama, procedí a consultar la voluminosa colección de las escrituras
budistas. Allí descubrí el motivo por el cual dichas oraciones no producían
efecto alguno sino que, a la inversa, sólo agravaban la situación. Además,
encontré pruebas documentales que fundamentaban mi hallazgo.
Finalmente, no tuve más
recurso que compilar una obra para exponer el resultado de mis investigaciones,
y la titulé Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la
paz en la tierra. En el primer año de la era Bunno (1260), signo cíclico
kanoe-saru, el decimosexto día del séptimo mes, a la hora del dragón (entre las
siete y las nueve de la mañana), la entregué al sacerdote laico Yadoya (1) para
que este la dejara en manos de Su Señoría, el sacerdote laico del Saimyo-ji,
hoy fallecido. Lo único que me inspiró a actuar así fue el deseo de saldar mi
deuda de gratitud con la tierra en que he nacido.
La esencia de dicho
documento es la siguiente. El budismo fue introducido en el país procedente del
reino de Paekche durante el reinado del emperador Kimmei, trigésimo de los
soberanos humanos entre los cien monarcas que sucedieron a los siete reinados
de las deidades celestiales y los cinco reinados de deidades terrenales. Desde
ese momento hasta la coronación del emperador Kammu, quincuagésimo de los
monarcas humanos, transcurrieron unos doscientos sesenta años, en los cuales se
difundieron a lo largo del país las seis escuelas y diversas escrituras del
budismo. Pero, hasta ese momento, las escuelas T’ien-t’ai y Palabra Verdadera
aún eran desconocidas en el Japón.
Durante el reinado del
emperador Kammu vivió un joven sacerdote llamado Saicho (quien luego sería
conocido como el gran maestro Dengyo), discípulo del administrador sacerdotal Gyohyo
del templo Yamashina-dera. Estudió exhaustivamente las seis escuelas que se
habían propagado en el país hasta entonces y, también, la doctrina del Zen,
pero ninguna de ellas pareció dejarlo satisfecho. Antes, durante el reinado del
emperador Shomu, había llegado al Japón el reverendo Chien-chen (Ganjin),
oriundo de la China de la dinastía T’ang, portando consigo los comentarios de
T’ien-tai. Cuarenta años después o tal vez más, Saicho fue la primera persona
que los leyó en profundidad y logró comprender el significado esencial del
budismo.
En el cuarto año de la
era Enryaku (785), Saicho fundó un templo sobre el monte Hiei para asegurar la
continuidad de la paz en los cielos y en la tierra.
El emperador Kammu honró
este nuevo establecimiento designándolo lugar de veneración para elevar
oraciones a la estrella guardiana del Regente. Dejó de dar crédito a las
enseñanzas de las seis escuelas para depositar su fe sincera y absoluta en las
doctrinas perfectas de la escuela Tendai.
El decimotercer año de
la era Enryaku, el Emperador trasladó la capital desde Nagaoka hasta la ciudad
de Heian.(2) El vigésimo primer año de la misma era, el decimonoveno día del
primer mes, el Emperador convocó a catorce grandes eruditos de las seis
escuelas, provenientes de los siete templos principales de Nara, entre los
cuales se contaban sacerdotes como Gonso y Choyo. Los hizo acudir al templo
Takao-dera y allí les ordenó que enfrentaran a Saicho en un debate religioso.
Pero estos maestros de las seis escuelas no pudieron imponerse a Saicho ni
siquiera en el más simple intercambio de opiniones, hasta que al final, sus
bocas fueron tan incapaces de proferir palabras como sus narices. Ninguna de
sus doctrinas quedó en pie: ni las cinco enseñanzas de la escuela Guirnalda de
Flores, ni los tres períodos de la escuela Características del Dharma ni
tampoco los dos acervos y los tres períodos postulados por la escuela Tres
Tratados (3). Pero, además de refutar las enseñanzas de las seis escuelas,
Saicho demostró que todas ellas contradecían la doctrina verdadera.
El vigésimo noveno día
del mismo mes, el Emperador promulgó un edicto donde criticaba con dureza a los
catorce contendientes que habían debatido con Saicho.
A su vez, estos
sacerdotes escribieron y enviaron al Emperador una carta disculpándose por su
conducta.
Desde ese momento, todos
los soberanos fueron leales al monte Hiei y lo trataron con mayor respeto que
el que depara a sus padres un hijo consciente de la devoción filial; le
mostraron mayor temor y reverencia que los que siente el pueblo ante el poderío
del gobernante. En ocasiones, los emperadores promulgaron edictos para
honrarlo; otras veces, se vieron obligados a aprobar sus injustas exigencias.
En particular, debe
destacarse que el emperador Seiwa pudo ascender al trono gracias a las
poderosas oraciones del reverendo Eryo, del monte Hiei. (4) Por este motivo,
Kujo, ministro de la Derecha y abuelo materno del Emperador, firmó un
compromiso escrito jurando lealtad al monte Hiei. También hay que recordar que
Minamoto no Yoritomo, general de la Derecha [y fundador del sogunato de
Kamakura], fue descendiente del emperador Seiwa. Sin embargo, las autoridades
actuales de Kamakura, ya sea que administren el gobierno de manera correcta o
incorrecta, ignoran al monte Hiei y le vuelven las espaldas. ¿Acaso no temen la
retribución de los cielos?
En la época del
emperador retirado Go-toba, durante la era Kennin (1201-1204),
vivieron dos hombres arrogantes llamados Honen y Dainichi, de
cuyos cuerpos tomaron posesión las funciones demoníacas. Ambos se dedicaron a
engañar a nobles y plebeyos en todo el país, hasta lograr que cada habitante se
convirtiera a la escuela Nembutsu o, en su defecto, a la escuela Zen. El número
de los que siguieron respetando al monte Hiei fue menguando en forma
sorprendente, de la misma manera que mermó su pasión; y en todo el país, los
sacerdotes versados en el Sutra del loto o en las enseñanzas de la escuela
Palabra Verdadera se vieron tratados con rechazo o indiferencia.
A raíz de esto, la Diosa
del Sol, el gran bodhisattva Hachiman y las deidades de los siete templos de
Sanno (5) —que custodian y protegen el monte Hiei—, así como las otras grandes
deidades benevolentes que resguardan las distintas regiones del país ya no
pudieron deleitarse con el sabor de la Ley. Su fuerza y su brillo fueron
debilitándose cada vez más, hasta que, por fin, abandonaron el país. De ese
modo, las funciones demoníacas ingresaron en el territorio para causar
calamidades y desastres. Estos desastres, como señalé en mi recordatorio, eran
el presagio de que nuestro país acabaría destruido por una potencia extranjera.
Luego, en el primer año
de la era Bunei (1264), signo cíclico kinoe-ne, el quinto día del séptimo mes,
apareció un cometa procedente del Este cuya luz iluminó todo el territorio del
Japón. Se trató de un portento maligno, como nadie jamás hubiese visto desde
los comienzos de la historia. Ninguno de los estudiosos versados en escrituras
budistas o en enseñanzas no budistas pudo comprender la causa de tan funesto
presagio. Mi aflicción y mi inquietud no hicieron más que aumentar. Ahora, a
nueve años de haber presentado mi tesis [al sacerdote laico del Saimyo-ji], el
primer mes intercalar de este año llegó una carta oficial del gran reino de los
mongoles. Vemos así que los acontecimientos coinciden con las predicciones que
formulé en mi recordatorio tan exactamente como las dos mitades de una tarja.
El Buda predijo: «Cien
años o más después de mi muerte, aparecerá en el mundo un gobernante llamado
Ashoka el Grande, que esparcirá mis reliquias en todas las direcciones». (6) En
tiempos del rey Chao, cuarto monarca de la dinastía Chou, el gran historiador
Su Yu vaticinó: «[Ha nacido un venerable en la región occidental.] Dentro de
mil años, sus palabras llegarán a este país». (7) El príncipe Shotoku predijo:
«Después de mi muerte, cuando hayan pasado doscientos años o más, en la
provincia de Yamashiro se fundará la ciudad de Heian». (8) Y el gran maestro
T’ien-t’ai pronosticó: «Doscientos años o más después de mi muerte, renaceré en
un país oriental y difundiré mi enseñanza correcta». (9) Todas estas
predicciones se han cumplido al pie de la letra.
Cuando yo, Nichiren,
presencié el gran terremoto de la era Shoka, el tremendo vendaval y la hambruna
que se produjeron en esa misma época, y el grave brote epidémico que tuvo lugar
el primer año de la era Shogen, predije: «Estos son presagios cuya finalidad es
anunciar que nuestro país será destruido por una nación extranjera». Aunque dé
la impresión de estar jactándome por el acierto de mi vaticinio, si nuestro
país es arrasado, eso significará también, con toda seguridad, la destrucción
de las enseñanzas budistas.
Los eminentes sacerdotes
budistas de nuestra época parecen tener la misma mentalidad que los que actúan
contra la Ley. A decir verdad, ni siquiera entienden el verdadero significado
de las enseñanzas que proclaman sus propias escuelas. Es seguro que si el
Emperador o las autoridades del gobierno les ordenan elevar plegarias para
ahuyentar los males que hostigan al país, sólo conseguirán enfurecer más aún a
los budas y deidades, y la nación no tendrá otro remedio que hacer frente a la
ruina.
Yo. Nichiren, sé las
medidas que hay que tomar para resolver la situación. Fuera del venerable del monte
Hiei,(10) soy la única persona en todo el Japón que lo comprende. Y así como no
hay dos soles o dos lunas, tampoco se encontrará a dos venerables juntos, uno
al lado del otro. Si esto que digo es falso, que me castiguen las diez
demonios, protectoras del Sutra del loto que yo abrazo. Mi único propósito al
hablar así es el bienestar de la nación, de la Ley y de los demás, no mi propio
beneficio. Cumplo, además, en informarle que en el futuro iré a visitarlo
personalmente. Si no presta oídos a mi consejo, con seguridad tendrá que
lamentarlo después.
Con mi profundo respeto,
Nichiren
En el quinto día del
cuarto mes, quinto año de Bun’ei (1268), signo cíclico tsuchinoe-tatsu.
ANTECEDENTES
En el primer mes de
1268, llegó a Kamakura una comitiva enviada por el Kubilai Khan para entregar
un mensaje al sogunato. Implícitamente, el Imperio mongol intimaba al Japón a
que reconociera su soberanía y se subordinara a él. Los enviados regresaron sin
portar respuesta alguna, y el gobierno japonés comenzó a tomar medidas para
defender el país de un posible ataque extranjero.
En ese momento, Nichiren
Daishonin escribió este breve texto conocido como Razones por las cuales
escribí«Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz
en la tierra y lo envió a un sacerdote llamado Hogan. Poco se sabe sobre él:
era un prelado budista que se movía en los círculos gubernamentales. El
Daishonin explica las circunstancias que lo condujeron a escribir la mencionada
tesis ocho años antes, y señala que la llegada de los emisarios mongoles para
exigir lealtad convalida la predicción de invasión extranjera que él había
formulado en dicho tratado.
En el décimo mes de ese
mismo año, Nichiren Daishonin se dirigió por escrito a once funcionarios de alto
rango y líderes religiosos del Japón, como el regente Hojo Tokimune; el
sacerdote Do-ryu, perteneciente al templo Kencho-ji de la escuela Zen, y el
sacerdote Ryokan, perteneciente al templo Gokuraku-ji de la escuela Palabra
Verdadera. En tal ocasión, señaló que las predicciones contenidas en la tesis
Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la
tierra se estaban comenzando a cumplir, y solicitó la oportunidad de demostrar
la validez de sus enseñanzas en un debate público religioso. Ninguna de estas
cartas obtuvo respuesta.
NOTAS
1. Yadoya Mitsunori, funcionario jerárquico cercano a
HojoTokiyori (1227-1263), el Regente retirado. A Tokiyori se lo conocía como el
«sacerdote laico del Saimyo-ji».
2. Antiguo nombre de Kioto. Anteriormente, la capital había sido
trasladada de Nara a Nagaoka.
3. Sistemas mediante los cuales estas escuelas pretendían
clasificar la totalidad de las escrituras budistas. Las cinco enseñanzas de la
escuela Guirnalda de Flores eran el Hinayana, el Mahayana elemental, el
Mahayana final, la enseñanza repentina y la enseñanza perfecta. Los tres
períodos de la escuela Características del Dharma dividen los sutras en:
1) la enseñanza de que los elementos de la existencia son reales.
2) la enseñanza de que todo es no sustancial.
3) la enseñanza del Camino Medio. Los dos acervos de la escuela
Tres Tratados son las enseñanzas para los que escuchan la voz y las enseñanzas
para los bodhisattvas; los tres períodos de esta escuela son:
1) la doctrina de que la mente y la realidad objetiva son reales.
2) la doctrina de que sólo la mente es real.
3) la doctrina de que tanto la mente como la realidad objetiva
carecen de sustancia.
4. El emperador Seiwa (850-880), en su juventud conocido como
príncipe Korehito, fue el cuarto hijo del emperador Montoku. Según afirma la
tradición, este no podía decidir a cuál de sus hijos varones nombrar sucesor.
Por eso, enfrentó a Korehito con otro de sus hermanos en un torneo de lucha
sumo para dirimir la cuestión. Se dice que triunfó el príncipe Korehito porque
el sacerdote Eryo, de la escuela Tendai, había orado por él. El «abuelo materno
del Emperador», que aparece en la siguiente frase, se refiere a Fujiwara
Yoshifusa (804-872), que sentó las bases para la prosperidad de su clan.
5. Sanno se refiere al Santuario de Sanno, otro de los nombres
con que se conoce al Santuario de Hie, situado al pie del monte Hiei. Sanno, o
Rey de la Montaña, es una de las denominaciones de las principales funciones
protectoras del santuario, venerada como la deidad guardiana del monte Hiei y
de la escuela Tendai. Los siete templos principales están emplazados en el
predio del Santuario de Hie.
6. Paráfrasis de un pasaje de Historia de ¡os sucesores de! Buda.
«Mis reliquias» se refiere tanto a los restos físicos del Buda como a las
enseñanzas que él expuso.
7. Registro del linaje del Buda y de los patriarcas. Esta obra
señala que, en el vigésimo cuarto año (generalmente, atribuido a 1029 a.C.) del reinado del
rey Chao, la noche del octavo día del cuarto mes, el cielo fue atravesado por
rayos de luz de cinco colores, la tierra fue sacudida de seis maneras
diferentes y las fuentes de agua, ríos, corrientes y estanques rebalsaron sin
que hubiese llovido. El rey Chao se alarmó, pero su gran historiador Su Yu realizó
diversos rituales y anunció: «Ha nacido un venerable en la región occidental.
Dentro de mil años, sus palabras llegarán a este país». Se dice que, tal como
lo predijo, mil quince años después de la muerte del Buda, durante el reinado
del emperador Ming, en el décimo año de la eraYung-p’ing (67 d.C.) las
doctrinas del budismo llegaron a la China.
8. Paráfrasis de un pasaje de Compilación de registros sobre el
príncipe Jogu. En 794, doscientos años después de la muerte del príncipe
Shotoku (o Jogu) en 622,1a capital fue trasladada a Heian, hoy ciudad de Kioto.
9. La cita pertenece a Crónica del reverendo Tao-sui sobre la
transmisión de la Ley. Cuando Tao-sui conoció a Dengyo, una vez que este había
llegado a la China procedente del Japón, identificó a Dengyo como la
reencarnación de T’ien-t’ai, basado en la propia predicción de este último.
10. El «venerable» del monte Hiei se refiere al gran maestro
Dengyo.