¿QUÉ ES LA FE? LA FE ABARCA LA VERDAD, EL CORAJE, LA SABIDURÍA Y LA BUENA FORTUNA. INCLUYE LA COMPASIÓN Y LA HUMANIDAD, ASÍ COMO LA PAZ, LA CULTURA Y LA FELICIDAD. LA FE ES ESPERANZA ETERNA; ES EL SECRETO PARA EL AUTO-DESARROLLO SIN LÍMITES. LA FE ES EL PRINCIPIO BÁSICO DE CRECIMIENTO. (LAS DISCUSIONES SOBRE LA JUVENTUD, VOLUMEN 2, PÁGINAS 163/64).

¿QUÉ ES EL BUDISMO? ES EL NOMBRE DADO A LAS ENSEÑANZAS DE UN BUDA. "BUDA" SIGNIFICA "EL ILUMINADO”; ALGUIEN QUE PERCIBE LA ESENCIA O REALIDAD DE LA VIDA EN SU INTERIOR, ES UN SER ILUMINADO A LA VERDAD DE LA VIDA Y DEL UNIVERSO. A DIFERENCIA DE OTRAS RELIGIONES, EL BUDISMO NO ALEGA UNA REVELACIÓN DIVINA. COMIENZA CON UN HOMBRE, QUE A TRAVÉS DE SUS PROPIOS ESFUERZOS Y PERSEVERANCIA, DESCUBRIÓ LA REALIDAD DENTRO DE SÍ Y ENSEÑÓ QUE TODOS PODÍAN HACER LO MISMO. EL BUDA NO PUEDE SER DEFINIDO, COMO UN SER TRASCENDENTAL O SUPREMO. EN ESTE SENTIDO, EL BUDISMO, NO SOLO ES LA ENSEÑANZA DE UN BUDA, SINO LA ENSEÑANZA QUE POSIBILITA A TODAS LAS PERSONAS REVELAR SU NATURALEZA DE BUDA. EL BUDISMO ES UN SISTEMA PRÁCTICO DE ENSEÑANZA QUE NOS PERMITE CONCRETAR EL ESTADO IDEAL DE LA BUDEIDAD… LA PROPIA PERFECCIÓN.

¿QUE ES EL KOSEN-RUFU? “ES LA LUCHA PARA TRANSFORMAR LA VIDA DE LOS SERES HUMANOS, REVIRTIENDO LA OSCURIDAD QUE RESIDE EN EL INTERIOR DE SU VIDA, HACIENDOLO TOMAR CONCIENCIA DE SU NATURALEZA DE BUDA INHERENTE". LA ESENCIA DE “ESTABLECER LA ENSEÑANZA CORRECTA PARA ASEGURAR LA PAZ EN LA TIERRA” ESCRITO POR NICHIREN DAISHONIN, RADICA EN CONSTRUIR UNA RED DE PERSONAS DEDICADAS AL BIEN. PERO COMO ESTA CONTIENDA IMPLICA TRANSFORMAR DE RAÍZ LA VIDA DE LAS PERSONAS PROVOCARA RESISTENCIA EN CIERTOS SECTORES… ESTA GRAN BATALLA ES LA CLAVE PARA CREAR UN MUNDO DE PAZ Y DE FELICIDAD VERDADERAS, UNA TIERRA DE BUDAS.

YIGUIO Y KETA. PRÁCTICA PARA UNO MISMO Y PRÁCTICA PARA LOS DEMÁS. ESTOS ASPECTOS DEL BUDISMO VERDADERO SON: YIGUIO (PRÁCTICA PARA UNO MISMO) Y KETA (PRÁCTICA POR EL BIEN DE OTROS). AMBOS CONSTITUYEN UNA PRÁCTICA COMPLETA. SON COMO DOS RUEDAS QUE FUNCIONAN AL UNÍSONO PARA ADELANTAR NUESTRAS VIDAS, PARA MANIFESTAR NUESTRA ILUMINACIÓN INHERENTE.

¿QUE ES LA SOKA GAKKAI INTERNACIONAL (SGI)?...ES UNA ORGANIZACIÓN BASADA EN EL BUDISMO DE NICHIREN DAISHONIN, INSPIRADA EN EL RESPETO A LA VIDA, LA CONCIENCIA DE LOS DERECHOS HUMANOS, BUSCANDO DESPERTAR EN LAS PERSONAS EL ESPÍRITU DE RECONOCER, RESPETAR Y APRECIAR LAS SEMEJANZAS Y LAS DIFERENCIAS, PERMITIENDOLES FORTALECERSE Y TRANSFORMAR SU INTERIOR PARA DESARROLLAR SU MÁXIMO POTENCIAL, ASUMIENDO LA RESPONSABILIDAD DE SU PROPIA VIDA Y COMPROMETIENDOSE CON LA SOCIEDAD, EMPRENDER ACTIVIDADES EN SU VIDA COTIDIANA, PARA DESPLEGAR LA CAPACIDAD DE VIVIR CON CONFIANZA, CREANDO VALOR EN CUALQUIER CIRCUNSTANCIA Y CONTRIBUYENDO AL BIENESTAR DE AMIGOS, FAMILIARES Y SU COMUNIDAD…

…UNA DE LAS DIFICULTADES QUE LOS LATINOS TIENEN PARA COMPRENDER EL BUDISMO, radica en lo que el término "religión" significa en su ámbito social… Las religiones occidentales tienen sistemas jerárquicos en los que las reglas y los dogmas se establecen desde arriba hacia abajo… Ellas están basadas en la creencia de una deidad sobrenatural… La relación entre el maestro y el discípulo es interpretada como la de una persona que ciegamente, sigue a otra… VER MAS…

EL ESFUERZO DE NO RENDIRSE JAMAS. Vivimos una vida fragmentada y llena de conflictos. Estamos divididos en centenas de grupos de seres humanos, limitados por el miedo, la vergüenza, la culpa, la ira, las obsesiones y las emociones… esta lucha interna hace que no nos podamos entender… ¿Por que pasa esto...? VER MAS…

LA RECITACION DE LOS CAPITULOS “MEDIOS HABILES” Y “DURACION DE LA VIDA”. Carta a la esposa de Hiki Daigaku Saburo Yoshimoto. Este Ghoso, nos acerca a un precepto conocido como “seguir las costumbres de la región”. El significa que, mientras no esté en juego ninguna trasgresión grave, no se debe ir contra las tradiciones y costumbres de un país, región o comunidad, aunque debamos apartarnos ligeramente de las enseñanzas. Este criterio fue establecido por el Buda... VER MAS…

LAS REUNIONES DE DIALOGO O ZADANKAI, SON UN OASIS…En la actualidad, el egoísmo desmedido, provoca profundos trastornos en el corazón humano y estamos perdiendo la coexistencia con la naturaleza; por ello estos mini cónclaves de miembros de todas las edades, razas, intereses y antecedentes, son un foro de intercambio rico y refrescante. En un mundo afectado por la "DESERTIFICACION SOCIAL", estas reuniones son un oasis, en el que los seres humanos en forma individual, se esfuerzan en concretar la paz mundial y la prosperidad de la sociedad humana. ...Como budistas, al establecer una condición de paz interior en la vida cotidiana, contribuimos con la paz del mundo, posibilitando a cada uno, desarrollar su potencial inherente... VER MAS…

MAKIGUCHI Y SU LUCHA POR LA JUSTICIA Y LOS DERECHOS HUMANOS. Conferencia dictada por Daisaku Ikeda en el Centro S. Wiesenthal, Los Ángeles, USA.

En enero de 1993 tuve la valiosa oportunidad de recorrer el Museo de la Tolerancia, poco antes de que abriese oficialmente sus puertas. La historia del Holocausto merece una definición: la tragedia más atroz que el odio y la intolerancia del hombre hayan provocado jamás. Al detenerme en los objetos exhibidos, una conmoción visceral se iba apoderando de mí. Más que eso, era una indignación nacida en lo más profundo de la vida. Pero más poderosa aún que estas emociones fue la intensidad de la determinación que surgió dentro de mí: jamás debíamos permitir que semejante tragedia volviese a ocurrir, en ningún país y en ninguna época.

Fiel a las palabras de Simón Wiesenthal, "cuando el hombre recuerda sobrevive la esperanza", la Universidad Soka se enorgulleció de organizar en el Japón la muestra "El coraje de recordar: Ana Frank y el Holocausto", gracias al apoyo y la cooperación incondicionales de este centro. La exhibición itinerante está llevando su mensaje por localidades de todo el Japón desde mayo de 1994.

En la inauguración oficial del evento, que se realizó en la sede gubernamental metropolitana de Tokio, participó una distinguida delegación representante del centro y encabezada por el rabino Cooper; concurrieron, además, importantes figuras diplomáticas de veinte países, entre las cuales se contó el embajador de los Estados Unidos en el Japón, Walter Mondale.

El 15 de agosto del año pasado (1995), quincuagésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, la exposición abrió sus puertas al pueblo de Hiroshima.

En dicha oportunidad, el rabino Hier representó a este centro en la ceremonia inaugural, frente a numerosas figuras destacadas. "El coraje de recordar" también se presentó en Okinawa y, hasta la fecha, ha recorrido diecinueve ciudades de nuestro país.

La muestra contó con un promedio de público de cinco mil personas por día; hasta hoy, casi un millón de ciudadanos japoneses han podido beneficiarse con su mensaje impactante. Muchos de ellos eran niños y adolescentes, a menudo conmocionados hasta el llanto frente al valeroso ejemplo de Ana Frank, una jovencita de la misma edad que ellos, cuya vida pudieron conocer a través de la muestra. La sucesión de padres que visitaron la exhibición en compañía de sus hijos fue interminable. Me gratifica informar que "El coraje de recordar" está prestando servicio como foro de aprendizaje, donde la gente toma conciencia de un invalorable sentido de la justicia.

En el acto inaugural, no pude sino recordar las palabras de mi maestro, Josei Toda: "Tenemos que aprender del espíritu indomable del pueblo judío". Para ser honesto, siento que hay mucho que aprender de la fortaleza y el coraje que les permitieron a los judíos superar interminables tragedias y persecuciones a lo largo de los siglos.

El pueblo judío se puso de pie ante cada uno de los embistes que le asestó la vida; pero en cada caso aprendió, recordó y transmitió a las generaciones posteriores su sabiduría y su entereza espiritual. El coraje de recordar es, al mismo tiempo, la misericordia de enseñar. El odio se aprende; por lo tanto, habrá que enseñar la tolerancia.

El Budismo afirma que la ira opera en función del bien y en función del mal.
Huelga decir que la ira posee una mala naturaleza cuando fomenta sentimientos egocéntricos o nutre ambiciones como la codicia. La ira que nace en el odio sólo trae conflictos y enfrentamientos a la sociedad humana.

Sin embargo, la ira dirigida contra el gran mal, contra la profanación del humanismo y el desprecio insultante hacia la vida humana, ésa es la "ira del máximo bien". Esta clase de furia transforma y rejuvenece la sociedad, y abre rutas hacia un mundo de humanismo y de paz.

Sin duda alguna, la emoción que, a raudales, inspira "El coraje de recordar" en los espectadores no es otra que esta "ira legítima".

Una de las cuestiones más acuciantes que enfrenta la humanidad tras el término de la "guerra fría" es cómo franquear los abismos de desconfianza y de odio que dividen a los pueblos, las culturas y las religiones. En noviembre pasado, el doctor Wiesenthal se dirigió a la quincuagésima sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas durante el evento culminante del "Año de la Tolerancia", con palabras que me sacudieron por su lucidez: "La tolerancia es el requisito previo para concretar la convivencia pacífica entre todos los pueblos que habitan la Tierra; es la única opción para neutralizar el odio que condujo a horrendos crímenes contra la humanidad. El odio es el mal opuesto a la tolerancia".(1)

Debería notarse que, como la ira, la tolerancia también tiene manifestaciones activas y pasivas, también muestra formas nocivas y beneficiosas.

La indiferencia y la apatía que hoy prevalecen en las sociedades modernas serían un ejemplo de tolerancia pasiva. A comienzos de este siglo, el pueblo japonés tenía tendencia a confundir la tolerancia con una transigencia carente de principios; esto creó las condiciones espirituales necesarias para que proliferara el militarismo y para que se produjera la amarga experiencia histórica que nuestro pueblo debió vivir.

En cambio, la tolerancia activa es inseparable del coraje y permite resistir y oponerse resueltamente a toda forma de violencia y de injusticia que amenace la dignidad humana. Es una forma de vida basada en la empatía, que vislumbra el mundo a través de los ojos de los demás y que consigue sentir los dolores y las alegrías ajenas como si fueran propias.

El Centro Simón Wiesenthal representa un modelo de tolerancia positiva, que busca activamente crear oportunidades de diálogo entre las culturas, promover el aprendizaje mutuo y la comprensión recíproca. La persona genuinamente tolerante es, a la vez, una valiente persona de acción, que trabaja para estimular los lazos de valoración y de empatía entre los hombres.

Es para mí un honor sin igual poder explayarme, hoy, sobre la vida de Tsunesaburo Makiguchi, maestro de mi mentor y primer presidente de la Soka Gakkai, en el mismísimo Centro Simón Wiesenthal, fortaleza dedicada a la noble misión de resguardar la paz y los derechos del hombre. Hoy quisiera compartir con ustedes las convicciones por las cuales dio la vida Makiguchi, basándome en dos ejes conceptuales: la "ira legítima" y la "tolerancia activa".

Las siguientes citas de los escritos de Makiguchi bastarán para indicar hasta qué punto su pensamiento se oponía al militarismo japonés, que era el clima espiritual predominante en su tiempo.(2)

"Para establecer y proteger el bien es indispensable refutar y eliminar el mal."
"No se puede ser amigo del bien sin ser valeroso enemigo del mal."
"No hay que darse por satisfecho con la bondad pasiva; debemos ser hombres de valor y entereza, capaces de trabajar activamente por el bien."

Makiguchi se opuso al papel que escogió desempeñar el Japón durante la Segunda Guerra Mundial y a las restricciones que el gobierno japonés impuso sobre la libertad religiosa. A raíz de su postura, debió afrontar el encarcelamiento, la humillación del tormento y la muerte entre rejas, a los setenta y tres años.

Tsunesaburo Makiguchi nació en 1871, en una pequeña aldea sobre el Mar del Japón, en la prefectura de Niigata. El poblado se llamaba Arahama, que podría traducirse como "playa de mares turbulentos". El 6 de junio de este año(1996), es decir, pasado mañana, se cumplirán 125 años de su nacimiento.

Makiguchi solía referirse con orgullo a sus orígenes humildes, a su modesta estirpe de pobres pescadores. La estrechez económica de su familia y la necesidad de que él contribuyese con su trabajo lo obligaron a interrumpir sus estudios al término de la escuela primaria. No obstante ello, aprovechaba cada oportunidad para leer y aprender; no tardó en mostrar una especial capacidad para la docencia. Era tan firme su vocación de aprender, que las personas con quienes él trabajaba realizó una modesta colecta para que pudiese asistir a la escuela normal, en la cual obtuvo su graduación a los veintidós años.

Makiguchi volcó la energía y la pasión de su juventud al desafío de ofrecer mayores oportunidades educativas para los niños de escasos recursos. Muchos de los que tuvieron a Makiguchi por maestro brindaron agradecidas descripciones de su trabajo como educador.

Mientras Makiguchi se iniciaba como maestro, el Japón avanzaba en pos de una política nacional que respondía al lema "poderío nacional y fortaleza militar" (en japonés, fukoku kyohei), es decir, el camino de la expansión imperialista. En el campo de la educación, se otorgó prioridad a los objetivos nacionalistas; no se escatimó ningún esfuerzo con tal de establecer un patriotismo ciego y libre del mínimo cuestionamiento.

Frente a este cuadro, Makiguchi expresó otro punto de vista: "¿Cuál es el propósito de la educación popular? En lugar de concebir complejas interpretaciones teóricas, es mejor comenzar a mirar a esos niños adorables que uno tiene sobre las rodillas y preguntarse: `¿Qué puedo hacer yo para asegurar que esta criatura viva del modo más feliz?'".(3)

El interés de Makiguchi nunca estaba puesto en el estado, sino en el ser humano, en las personas y en cada individuo. Este poderoso sentido de los derechos humanos lo llevó a declarar que la libertad y los derechos del individuo eran sagrados e inviolables(4), en una época en que los objetivos de la soberanía imperial se imponían a la ciudadanía con total prepotencia.

En 1903, a los treinta y dos años, Makiguchi publicó una obra de mil páginas, titulada Geografía de la vida humana. El libro vio la luz en vísperas de la guerra ruso-japonesa. El tenor de ese momento histórico puede medirse a través de un dato elocuente: siete de los académicos japoneses más prestigiosos, de la Universidad Imperial de Tokio, peticionaron al Gobierno que adoptase una postura enérgica y severa contra Rusia, fomentando así el entusiasmo público por la guerra. En contraste, Makiguchi, un ignoto maestro de escuela, estaba promoviendo en el pueblo el concepto de la "ciudadanía mundial", con firmes raíces en la vida comunitaria, para evitar los peligros del "nacionalismo estrecho y cerrado".

A los cuarenta y dos años, Makiguchi fue designado director de escuela primaria. Durante los veinte años siguientes, se desempeñó en este puesto de responsabilidad contribuyendo así al desarrollo de algunas de las escuelas públicas más destacadas de Tokio.

Una de las influencias más importantes que registra el pensamiento de Makiguchi es el filósofo norteamericano John Dewey, de cuyos trabajos se valió para crear cambios en el sistema educativo japonés. Makiguchi, franco propulsor de la reforma pedagógica, se vio constantemente sometido a la vigilancia y la presión de las autoridades. Entre sus controvertidas propuestas, se hallaba la de abolir el sistema oficial de supervisión escolar, mediante el cual los funcionarios administrativos de la burocracia estatal podían interferir directamente en la actividad de las escuelas de cada localidad.

También rehusaba la mala costumbre de otorgar trato preferencial a los hijos de familias influyentes. En cierta ocasión, esta postura imparcial de Makiguchi afectó los intereses de un renombrado político nacional, quien utilizó su influencia para destituirlo. Estudiantes, padres y maestros por igual se unieron en una cruzada en defensa de Makiguchi, con el propósito de frenar su traslado a otra escuela.

Incluso, organizaron un boicot suspendiendo la asistencia a clases. Pero en la institución a la cual fue transferido, Makiguchi encontró el mismo hostigamiento solapado. Esta vez, pudo conseguir que las autoridades renovaran un área de recreación en beneficio de los alumnos, como condición para aceptar el traslado.
La lucha de este maestro nos hace evocar el inmenso amor a la humanidad que exhibió otro contemporáneo suyo, el extraordinario educador judío-polaco Janusz Korczak, quien libró contienda hasta el último momento de su vida para proteger la vida de sus alumnos, muertos junto a él en el Holocausto.

En 1928, Makiguchi tomó contacto con el pensamiento budista. El Budismo puede considerarse una filosofía de educación popular, en el sentido de que reconoce y busca desarrollar la sabiduría inherente a todos los seres humanos. Makiguchi sintió que había hallado, en el Budismo, el medio para concretar los ideales perseguidos durante toda su vida: un movimiento de reforma social a través de la educación. Cuando decidió adoptar la filosofía budista, contaba ya cincuenta y siete años, pero éste hecho inició la trayectoria impresionante de sus últimos años de vida.

Dos años después, el 18 de noviembre de 1930, junto a su colega y discípulo Josei Toda, Makiguchi publicó el primer volumen de un libro titulado El sistema pedagógico de la creación de valores; esa misma fecha es la que se escogió para celebrar el aniversario de nuestra entidad.

La palabra japonesa Soka se traduce como "creación de valores". Desde el enfoque de Makiguchi, la vida misma constituye el valor más elemental y supremo. A partir del pragmatismo de Dewey, concluía: "El único valor, en el verdadero sentido del término, es la vida misma. Todos los demás valores surgen solamente en el contexto de la interacción con la vida".(5) El criterio fundamental para establecer un valor, según Makiguchi, es preguntar si algo mejora o lesiona, promueve u obstruye la condición humana.

El mayor objetivo de la educación Soka o creadora de valores es forjar hombres y mujeres de sólida personalidad, que se esfuercen tenazmente en pro de la paz, "el bien máximo", que se consagren a proteger la dignidad suprema de la vida y que sean capaces de crear valor aun en las circunstancias más adversas.

En 1939, se llevó a cabo lo que resultó ser la primera reunión general de la Soka Kyoiku Gakkai (Sociedad pedagógica para la creación de valores). No hace falta decir que en ese año comenzó la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania invadió el territorio polaco. Las tropas japonesas también estaban movilizadas en la China y en Corea, cometiendo toda clase de atrocidades en un verdadero despliegue de barbarie.

Profundamente contrariado por el curso de los acontecimientos, Makiguchi lanzó una crítica frontal al militarismo fascista. En ese momento, la mayoría de los cultos y organizaciones religiosas del Japón prestaron respaldo al sintoísmo estatal, que aportaba el soporte espiritual y filosófico para justificar la intervención japonesa en la guerra. Sin embargo, Makiguchi se opuso a esta deplorable violación de derechos, que atentaba contra la libertad de conciencia y de creencias; así las cosas, se negó a transigir en sus convicciones, firmemente orientadas hacia la paz.

Lamentaba con amargura el afán de imponer el culto sintoísta japonés a los pueblos de Asia y escribía: "La arrogancia del pueblo japonés no conoce fronteras".(6)

Su actitud severa e intransigente, en ese sentido, nacía de un profundo espíritu de tolerancia hacia la herencia cultural y religiosa de los demás pueblos.

En diciembre de 1941, las fuerzas armadas del Japón descerrajaron un ataque sorpresivo sobre Pearl Harbor, que inició la guerra del Pacífico. Cinco meses después, el gobierno ordenó el cierre del órgano oficial de la Soka Kyoiku Gakkai, un periódico llamado Kachi Sozo (Creación de valores), alegando razones de "seguridad nacional".

El poder militar fascista no encontraba grandes escollos para suprimir la libertad de expresión: ya había recortado la libertad de conciencia y la de culto. Al privar a la ciudadanía de sus libertades más elementales, el gobierno buscaba crear una masa amorfa, obediente y sumisa. Makiguchi expresó, entonces, su firme convicción: "Un solo león es capaz de dominar a mil corderos. Una sola persona valerosa puede lograr más que mil cobardes".(7)

La postura de Makiguchi consistía en hacer frente abiertamente a cualquier forma de mal y de injusticia; su pensamiento se convirtió en una amenaza contundente a los poderes de turno. Se lo pasó a considerar un "delincuente ideológico"; sus actividades fueron objeto de continua vigilancia por parte de la policía secreta.

No obstante, Makiguchi continuó organizando pequeñas reuniones de intercambio donde expresaba sin ambages sus convicciones morales y religiosas. Según su testimonio escrito, en el transcurso de dos años durante la guerra, participó en más de doscientas cuarenta reuniones de diálogo. La policía solía hacerse presente en las reuniones, pero Makiguchi no dejaba de criticar el fascismo militar aun cuando las autoridades interrumpían para obligarlo a callar.

En ese momento, los sacerdotes que decían compartir la misma fe budista que él capitularon ante las presiones del gobierno y aceptaron modificar la práctica del Budismo para orar al talismán sintoísta que imponía el culto imperial; sin embargo, Makiguchi se negó hasta el último minuto.

En julio de 1943, él y su discípulo Toda fueron arrestados por fuerzas militaristas equivalentes a la Gestapo alemana. Se los acusaba de violar la tristemente célebre "Acta de Preservación de la Paz"(8) y de lesa majestad, es decir, falta de respeto al Emperador. Makiguchi ya tenía entonces setenta y dos años: pasó los dieciséis meses siguientes --un total de quinientos días-- en una celda de aislamiento.

Sin embargo, este gran hombre jamás dio un solo paso atrás. Se dice que solía alzar la voz desde su celda solitaria, para preguntar a los demás prisioneros si estaban aburridos y proponerles contrarrestar la angustia emprendiendo debates.

Uno de ellos analizaba una singular cuestión: ¿había alguna diferencia entre no hacer el bien y cometer efectivamente el mal?(9)

Era un maestro consumado en el arte de la educación humanística; siempre, siempre buscaba la oportunidad de entablar un diálogo igualitario y libre con los demás.

Incluso les explicaba los principios del Budismo, con claridad y paciencia, a sus carceleros y a los policías que lo sometían a duros interrogatorios. La trascripción que consta en registros oficiales describe sus puntos de vista: toda forma de vivir en la cual el hombre sea "tan sensible a la alabanza o a la censura de la sociedad que termine por no hacer el bien, aun cuando no cometa el mal" resulta, en última instancia, contraria a las enseñanzas del Budismo.(10)

Hay un célebre aforismo budista que nos esclarece con elocuencia: si uno enciende una lámpara para iluminar la ruta de otro ser humano, también alumbra el propio camino.(11)

En verdad, Makiguchi fue, hasta el último momento, ejemplo de una vida de contribuciones positivas, que encendió la brillante luz de la esperanza tanto para sí mismo como en inmenso beneficio de sus semejantes.

En una trascripción oficial de los interrogatorios, lo hallamos declarando que la invasión japonesa a la China y la "gran guerra del Lejano Oriente" eran una "catástrofe nacional" perpetrada por la grave desorientación espiritual que sufría el país japonés. En una época en que las invasiones japonesas solían describirse como "guerras sagradas", cuando la prensa y los formadores de opinión glorificaban cualquier emprendimiento bélico con discursos a cuál más encendido, las palabras de Makiguchi reflejan un coraje y una determinación verdaderamente inusuales.

Las cartas que escribió en la cárcel a sus seres queridos se han conservado hasta el día de hoy. En ellas, uno lee fragmentos hondamente conmovedores:(12)

"Por el momento, aun con los años que llevo a cuestas, éste será el sitio donde cultivaré mi pensamiento". "Tengo la posibilidad de leer libros, lo cual es un placer. No deseo nada en especial. Por favor, durante mi ausencia, cuiden bien a la familia y no se preocupen por mí." "Al estar en confinamiento aislado, me es posible ponderar diversos asuntos en paz, que es como yo prefiero."

Sus cartas rebosan de afecto y de consideración hacia su familia; no sólo transmiten calma y compostura, sino incluso optimismo.

"Hasta el infierno tiene sus deleites, según los ojos con que uno mire las cosas", escribía en un fragmento que tacharon los censores del presidio.

Pero esas cuatro paredes húmedas que lo condenaban al aislamiento, con crudos fríos y calores bochornosos, cobraron un precio muy alto en el anciano Makiguchi; un costo que él pagó con su salud. Y, sin embargo, jamás caía en el resentimiento; en su fuero íntimo, el sol restallante de sus convicciones brillaba en el zenit, bien alto y sin mengua. Encendido de ira legítima, Makiguchi prosiguió con su lucha contra las fuerzas de un estado autoritario que se negaba a reconocer los derechos humanos. Así y todo, ni una sola vez su ira se tiñó de odio.

Con el paso de los días, la edad avanzada y la desnutrición provocaron la inevitable declinación física; Makiguchi finalmente aceptó que lo transfirieran a la enfermería. Alcanzó a vestirse con su traje formal, se alisó los cabellos y caminó por sus propios medios hasta la sala de asistencia médica, con paso frágil pero resuelto.

El día siguiente, 18 de noviembre, aniversario de la fundación de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi se despidió del mundo en paz, serenamente.

Ni siquiera el terror de la muerte pudo doblegar a Makiguchi y forzarlo a abandonar sus convicciones.

Para el ser humano, acaso no haya nada tan universalmente temido como la representación de la propia muerte. Podría incluso decirse que el miedo a morir forma la base de los instintos de agresión. Pero el Budismo habla de la inseparabilidad entre la vida y la muerte; afirma, entonces, que ambos son aspectos integrales de una continuidad eterna. Para el que vive con esta convicción justa e inquebrantable, para quien comprende en lo profundo la naturaleza esencial de la vida y la muerte, tanto el vivir como el morir pueden ser percibidos como una alegría.

En la celda helada, Makiguchi demostró una verdad: si se vive con total dedicación a ideales nobles y humanos, es posible recibir la muerte sin un solo atisbo de temor, sin lamentaciones ni resentimiento. Inadvertido a la mirada de los demás, él llevó a término su vida, la vida que él mismo volvió grande a través de su espíritu y de sus acciones.

Su muerte silenciosa fue, al mismo tiempo, un nuevo comienzo, una renovada partida.

Josei Toda confesó el dolor y la ira ingobernables que se apoderaron de él cuando, dos meses después, sin ninguna muestra de humanidad, uno de los jueces le espetó a boca de jarro: "Makiguchi ya está muerto". Sus propias palabras revelaron la letanía de dolor contenido que se él permitió manifestar en la soledad de la celda; lloró a su maestro hasta que ya no le quedaron más lágrimas.

Pero, desde lo profundo de su desconsuelo, sintió que nacía una nueva esperanza.

Toda, el discípulo, salió con vida de esa cárcel inhumana donde su mentor recibió la muerte. La ira hacia las fuerzas autoritarias que socavaron la vida de su mentor se convirtió en un juramento, en una determinación: crear un nuevo movimiento popular por la paz.

En El sistema pedagógico de la creación de valores, Makiguchi escribió estas reflexiones: "Impulsadas por su instinto de auto preservación, las malas personas se alían y aumentan la fuerza con la cual persiguen a la gente de bien.

En contraste, las personas de buena voluntad siempre padecen el aislamiento que las debilita [...] La única solución está en que las personas de bien se unan".(13)

Este era su profundo pensamiento basado en su experiencia personal.

Josei Toda fue un verdadero discípulo que compartió con su maestro idénticas metas. En medio de las ruinas de la posguerra, tornó a construir un movimiento basado en la solidaridad de los ciudadanos comunes, impulsados por su buena voluntad. También en ello, su metodología consistía en el diálogo de persona a persona, entre las filas de la ciudadanía, y en encuentros de intercambio humanístico para un reducido número de personas.

Este movimiento, asentado en el principio de la dignidad suprema de la vida que expone el Budismo, busca dotar a los pueblos de mayor fuerza y poder, despertar en la gente su sabiduría potencial y crear un mundo donde se conceda respeto universal a la justicia y a los valores humanos.

En su teoría sobre el valor, Makiguchi señala que la existencia de la religión se justifica en la medida en que ésta alivia el sufrimiento y genera felicidad al hombre (es decir, el valor del beneficio) y a las sociedades (el valor del bien).

Este hombre de tan puro humanismo afirmaba que las personas no existían en bien de la religión sino que la religión debía prestar servicio al pueblo.

El pasado mes de abril, se plantó un cerezo en Tokio, en los predios de la Universidad Soka, la institución erigida con el espíritu fundacional del presidente Makiguchi.

La ceremonia y el árbol tenían un propósito: eternizar la memoria del fallecido primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, quien dio la vida para establecer la paz en el Medio Oriente. El acto contó con la participación del doctor Moshe Arad, vicepresidente de la Universidad Hebrea de Jerusalem, que acaba de celebrar acuerdos de intercambio académico y estudiantil con la Universidad Soka.

El primer ministro Rabin nos dejó palabras inolvidables: "No hay victoria más grande que la paz. En la guerra hay vencedores y vencidos, pero en la paz el triunfo es para todos".(14)

Tengo la profunda convicción de que, en cada nueva primavera, el Cerezo de Rabin dará brotes y capullos cada vez más fuertes, del mismo modo que, en la historia, irán surgiendo nuevas generaciones cada vez más consagradas a la visión de paz que él escogió como norte. En verdad, la educación representa la luz de la esperanza y el resplandor de la nueva vida.

La vida de Makiguchi fue una contienda a muerte o a vida contra la autoridad del fascismo, una lucha en la cual no hubo lugar para el menor retroceso. Su mensaje de coraje y de sabiduría seguirá arrancando ecos y resonando en el corazón del hombre, para esclarecer su conciencia en los siglos venideros. Él supo muy bien que hasta los principios o convicciones más nobles nunca se concretan, si no existe el trabajo tenaz y concertado de los hombres y mujeres que forman las filas del pueblo. Con esta idea en mente, la "Carta Orgánica de la SGI" invita al diálogo y a la cooperación entre personas de diferentes creencias religiosas, para resolver las cuestiones acuciantes que jaquean a la humanidad. Esta postura de nuestro primer presidente, Makiguchi, pervive en la Soka Gakkai y adopta forma concreta en las actividades de la SGI. Siempre nos mantendremos firmes, imposibles de doblegar, ante cualquier forma de autoritarismo; de ese modo, perpetuaremos en el futuro lejano las convicciones e ideales de Makiguchi.

Tenemos la determinación de seguir desarrollando y construyendo un movimiento popular de paz, educación y cultura en el milenio que viene, de acuerdo con la visión del maestro Nichiren, fundador de la escuela budista cuyas enseñanzas practicamos.

En lo que a mí respecta, estoy resuelto a actuar con valentía, hasta el día en que me despida del mundo, para concretar una era de paz en el siglo XXI, ya que es la paz, y no otra cosa, lo que nos dará la victoria para todos. Confío en que tendré el placer y el privilegio de compartir este camino con los distinguidos amigos y colegas que hoy se han reunido en este lugar.

Por último, quisiera dedicar estas palabras al presidente Makiguchi y a todos aquellos que dieron la vida por la justicia y los valores humanos, y a los jóvenes de este mundo que viven cada día con una poderosa determinación centrada en el mañana.

Esta es mi convicción:

Una persona, un pueblo que abracen una noble filosofía; una ciudadanía que elija una fe ejemplar.

Una persona, un pueblo que sostengan la epopeya de la realidad y de los más grandes ideales en el acoso de la tempestad enfurecida, sometidos a la persecución interminable, resistiendo la persecución interminable, sólo una persona así y un pueblo así serán coronados por el sol espléndido de la dicha, la gloria y el triunfo perpetuos.

Muchísimas gracias a todos.

Daisaku Ikeda

Lecturas de referencia:
KORCZAK, Janusz: King Matt the First (El rey Matías I), trad. al inglés por Richard Lourie, The Noonday Press, Nueva York, 1988. La "Introducción", escrita por Bruno Bettelheim, perfila la actividad constante de Korczak en bien de los niños. La historia del rey Matías, por su parte, remeda la propia vida del escritor.

BETHEL, Dayle M. (editor): Education for Creative Living: Ideas and Proposals of Tsunesaburo Makiguchi (Educación para una vida creativa: ideas y propuestas de Tsunesaburo Makiguchi), trad. al inglés por Alfred Birnbaum, Editorial de la Universidad de Iowa, Ames, 1989.

ALLAM, Cheryl Marie: "The Path to Surrender: Nichiren Buddhism and Roman Catholicism Confront Japanese Nationalism: 1912-1945)", tesis de maestría, Universidad de Hawaii, 1988.

Notas:
1- Declaraciones de Simón Wiesenthal, como delegado austriaco ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, quincuagésima sesión, 20 de noviembre de 1995.

2- Obras completas de Tsunesaburo Makiguchi (en japonés), Daisan Bunmeisha, Tokio, 1988, 1983, vol. 9, pág. 97; vol. 6, Págs. 71, 180.

3- Obras completas de Makiguchi (1981), vol. 4, pág. 27.

4- MAKIGUCHI, Tsunesaburo: Geografía de la vida humana (en japonés), Seikyo Shimbunsha, Tokio, 1980, vol. 5, pág. 16

5- Obras completas de Makiguchi, (1982), vol. 5, pág. 232.

6- Obras completas de Makiguchi, (1987), vol. 10, pág. 84.

7 -Antología de la obra de Tsunesaburo Makiguchi (en japonés), Takehisa Tsuji (editor), Daisan Bummeisha, Tokio, 1994, págs. 26-27.

8- El "Acta de Preservación de la Paz" de 1925 fue uno de los principales instrumentos jurídicos empleados para suprimir cualquier forma de expresión disidente. El "Acta de organizaciones religiosas" de 1940 unificó a todas las instituciones japonesas en subordinación al sintoísmo imperial.

9- Obras completas de Josei Toda (en japonés), Seikyo Shimbunsha, Tokio, 1988, vol. 8, pág. 463.

10- Obras completas de Makiguchi, vol. 10, págs. 209-210.

11- "Las tres virtudes de los alimentos", en Obras completas de Nichiren Daishonin (en japonés), Nichiko Hori (editor), Soka Gakkai, Tokio, 1952, pág. 1598.

12- Obras completas de Makiguchi, vol. 10, págs. 276-78, 85.

13- Obras completas de Makiguchi, vol. 6, pág. 69.

14- RABIN, Yitzhak: "Prefacio", en Memorias de Rabin (en japonés), Tetsuo Sagara (editor), trad. al japonés por Junko Takeda, Mirutosu, Tokio, 1996, pág. 19.