¿CUAL ES EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO? (de las Conversaciones sobre la juventud). - DAISAKU IKEDA
Kimura: Esta vez, quisiéramos tratar el tema del trabajo y la actividad profesional. Cada uno tiene expectativas distintas hacia su futuro. Si se les pregunta sobre el trabajo, algunos dirán que quieren ser diplomáticos; otros, maestros de jardín de infantes. Hay jóvenes que sueñan con dedicarse a la computación; otros quieren ser cantantes, periodistas dedicados a luchar por la justicia, asistentes sociales, activistas por la causa de los refugiados, maquilladores artísticos, dibujantes de caricaturas o maestros ejemplares, capaces de inspirar nobles sueños en sus alumnos...
Y dentro de los que dicen saber lo que desean para el mañana, estoy seguro de que algunos están poniendo empeño para hacer realidad sus sueños, mientras que otros se conforman con soñar sin hacer nada concreto al respecto.
Igeta: Hay comentarios que suelo escuchar con bastante frecuencia entre los chicos: "Me dicen que siga Medicina, pero no estoy muy seguro..."; "Siempre quise ser azafata, pero no sé si tengo aptitudes para un trabajo como ése..."; "La carrera que elegí no tiene muchas posibilidades laborales..."; "Soy hijo único y no sé bien si seguir con la empresa familiar o dedicarme a otra cosa..."; "No hay nada que me apasione de verdad, pero me gustaría ser famoso y que todos me conozcan..."; "Me la paso cambiando de idea cada vez que conozco a alguien que se dedica a una profesión interesante...".
Y varias veces me ha tocado charlar con chicos bastante angustiados por el tema vocacional. Son los que me dicen, con toda franqueza: "Estoy desesperado porque no sé realmente qué quiero hacer de mi vida en el futuro".
Presidente Ikeda: Ya veo... La vida es larga. El auténtico resultado de una lucha cotidiana se revela a los cuarenta, cincuenta o sesenta años. De ahí que sea tan importante encontrar algo, sea lo que fuere, donde uno pueda desafiarse mientras todavía es joven. Lo que puedo decirles es que consideren la etapa juvenil precisamente como el mejor momento para estudiar y cultivarse a sí mismos.
Todos tenemos una misión única e irrepetible, que sólo nosotros podemos cumplir. Pero esto no significa que nos quedemos de brazos cruzados esperando a que alguien venga y nos diga cuál es. Por el contrario, la misión es algo que uno debe descubrir por sí mismo.
En principio, las piedras preciosas yacen bajo tierra. Si nadie hace el esfuerzo de extraerlas, quedarán eternamente ocultas bajo las capas de roca. Pero vayamos más lejos aún. Tampoco basta con extraerlas, pues para que valgan de verdad deben ser pulidas y talladas con esmero.
¿No creen que sucede lo mismo con la capacidad del ser humano? Cada uno de ustedes lleva en su vida un valioso tesoro oculto y latente. Todos son "montañas cargadas de gemas de belleza sin igual". ¡Qué lástima sería si terminaran su vida sin haber extraído semejante tesoro, de valor incalculable...!
Cada vez que sus padres o profesores los mandan a estudiar, en realidad les están diciendo: "¡Excaven hasta encontrar la piedra preciosa de su vida y pónganse a pulirla con dedicación!".
Por supuesto, el estudio no es el único medio para revelar la gema que llevan en su interior... Así que de ninguna manera midan su valor teniendo en cuenta sólo el rendimiento escolar. El potencial humano es ilimitado... ¡Va mucho más allá de la retentiva y de la absorción de conocimientos!
En los últimos tiempos, se está afirmando que más importante que el "coeficiente intelectual" es el "coeficiente de inteligencia emocional". Esto refleja la trascendencia que poseen ciertas cualidades del ser humano relacionadas con la amplitud, como la solidaridad o el espíritu combativo frente a los obstáculos, que ningún test de inteligencia puede medir. Por tal razón, es una tontería pensar que las posibilidades de toda una vida puedan medirse con las calificaciones que uno obtiene en la escuela a los dieciséis o dieciocho años... ¡El potencial del hombre va mucho más allá!
Pero el problema surge cuando ustedes mismos se dejan llevar por esa forma de pensar y se condenan pensando "¡Hasta aquí llegué y más de esto no voy a poder lograr". Si adoptan esa postura, están poniendo frenos a su propio desarrollo; están tapando el camino de su plena expresión. En cuanto dejen de esforzarse por sacar afuera los tesoros de su interior estarán deteniendo su crecimiento y su avance como seres humanos. Tengan cuidado con eso; es lo último a lo que deberían llegar.
A mí me ha tocado ver toda clase de situaciones. Hay chicos que consiguen entrar en la universidad con gran esfuerzo, pero de allí en adelante dejan de estudiar con seriedad. Otros logran un puesto en una compañía importante y prestigiosa o bien entran en la función pública, o se reciben de médicos o abogados, y a partir de entonces se estancan como seres humanos y se empobrecen interiormente.
A decir verdad, son bastantes las personas que se olvidan de los demás y de trabajar en bien de los semejantes una vez que alcanzan sus metas personales. Pero, en realidad, si uno considera la vida a largo plazo, los logros personales no son un fin, sino el medio para situarnos en la línea de partida. La gente así es la que piensa "qué seré en el futuro" y no "qué haré en bien de la sociedad".
Kimura: Usted acaba de plantear dos casos: el del joven que se siente "incapaz de triunfar" porque no obtiene buenas notas en los estudios y el que deja de esforzarse porque "ya tiene asegurado un buen trabajo". Pero quiso decir que uno está tan equivocado como el otro, ¿verdad?
Presidente Ikeda: Exactamente. El ser humano debe esforzarse constantemente para extraer el tesoro que yace en su vida; vivir es dedicar toda la existencia a pulir esa joya interior. Muchas personas que no han sido precisamente brillantes en las aulas, suelen revelar una aptitud especial con el transcurso de los años, a medida que van adquiriendo experiencia en las situaciones concretas de la vida. Por eso diría yo que conseguir un trabajo es apenas el punto de partida para el descubrimiento de su verdadera capacidad. No es, de ninguna manera, la meta final de la existencia. Por favor, ¡no se impacienten!
Sigan escalando la montaña de la vida sin prisa pero sin pausa, a paso firme, pero sin pensar nunca en dar marcha atrás.
¿Cuál es mi deseo? Que los jóvenes que ya hayan decidido su futuro sigan esforzándose tenazmente, sin perder de vista su objetivo, hasta concretarlo. Cuando uno toma una decisión, no puede andar con medias tintas; no se puede ser tibio con los propios deseos. Porque, si realmente se han empeñado con toda pasión y energía, no tendrán nada que reprocharse a sí mismos, ni siquiera si fracasan en el primer intento. Y, si triunfan, el sabor del éxito será totalmente mérito de ustedes y de su arduo trabajo. De todas formas, sea cual fuere el resultado, cuando hay esfuerzo sincero se abre por sí solo el camino hacia la próxima meta...
Y, para aquellos que todavía no han podido decidir su ocupación, mi consejo es que concentren todas sus energías en las tareas y asuntos que tienen en este momento por delante. Hagan daimoku con seriedad y consulten con las personas de su confianza; si siguen indagando fervientemente, verán cómo se aclara el panorama de "ese futuro", justo para ustedes...
Igeta: Algunos chicos dicen que no se destacan en nada; que no tienen ninguna capacidad digna de mención...
Presidente Ikeda: ¡Pero eso no es cierto...! Disculpen que sea un poco severo, pero lo único que puede llevar a una persona a limitarse de esa manera es su propia debilidad... Si vamos a dar crédito a los proverbios, hay uno que dice que todos somos genios en algo.
El talento es algo mucho más amplio que la capacidad de escribir bien, de componer música o de brillar en los deportes. Para empezar, digamos que existen muchas clases de talento. Yo conozco personas con una capacidad extraordinaria para hablar; para hacer amigos en cualquier parte; para amenizar un ambiente y hacer que todos se sientan bien... He conocido personas con un don especial para vender, con un sentido del humor fuera de lo común, con una paciencia admirable para cuidar a los enfermos. Hay gente que sabe arreglárselas de un modo increíble con poco dinero; otros tienen una puntualidad infalible. Y, si vamos más lejos, todos conocemos personas que sobresalen por su paciencia a toda prueba, por su tremenda bondad, por su optimismo infinito. Hay gente absolutamente confiable, que nunca defrauda a los demás...
Algunas personas siempre están dispuestas a encarar nuevos desafíos, con un entusiasmo contagioso; otros tienen un admirable grado de compromiso con la causa de la paz; hay gente que, con su sola presencia, hace sentir feliz al resto...
A fin de cuentas, el cerezo no puede ser sino cerezo; el ciruelo, sólo ciruelo; y lo mismo cabe decir del melocotón y del albaricoque, tal como señala el Daishonin en sus escritos. Lo importante es que hagan florecer plenamente la flor de su propia vida, de la manera que les resulte más auténtica, sin dejar de ser fieles a sí mismos.
Sin lugar a dudas, todos llevan un tesoro consigo; todos tienen un talento innato. La cuestión es cómo descubrirlo... El único camino está en sumar esfuerzo al esfuerzo, en desafiarse a más no poder, hasta el límite de sus posibilidades. Sólo entonces se revela el propio potencial, se trate del estudio, del deporte o de cualquier otra actividad en la que debamos desarrollarnos.
Si me permiten un consejo, lo fundamental es que se acostumbren a desafiarse, a llegar hasta su propio límite e ir más allá. En cierto sentido, no es de tanta importancia el resultado que consigan. Por dar un ejemplo, las calificaciones que hoy están obteniendo en el colegio no pueden, de ningún modo, decidir el resto de su vida. Pero lo que, sí, da fruto tarde o temprano es el esfuerzo que aplican las personas que se acostumbran a superar sus propios límites en cualquier situación. Esta clase de gente siempre logra destacarse y hacer brillar el talento especial que la caracteriza.
Se dice que el límite del ser humano es el límite de sus sueños. Entonces, ¡sean ambiciosos a la hora de soñar! Pero, al mismo tiempo, no olviden que los sueños serán siempre eso: sueños, y que la realidad no siempre responde a nuestros ideales. Si buscan concretar un gran anhelo, lo mejor será que consideren con ojos objetivos la realidad que los rodea y que hagan un esfuerzo desesperado por alcanzar la meta deseada.
El segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda, solía decir: "Un joven necesita tenacidad, para comprometerse con sus sueños; tenacidad, para llegar a ser el mejor en el campo donde elija desarrollarse". Tenía mucha razón... La tenacidad y la "obstinación en el avance" son lo que determina todas las cosas. El esfuerzo complaciente y mediocre nunca podrá hacer brillar el tesoro que uno lleva adentro.
Kimura: A mi entender, los estudiantes secundarios del Japón tienen una visión demasiado estrecha acerca de lo que es el trabajo. A menudo, la pantalla chica pone como ejemplo de "profesional exitoso" al ejecutivo de traje elegante, que lleva un celular o usa una computadora. Hoy en día, muchos chicos sueñan con saltar a la fama y aparecer en televisión, como actores o músicos de moda. La verdad es que cuesta mucho definir criterios válidos para juzgar la conveniencia o las virtudes de un "buen trabajo"...
Presidente Ikeda: Bueno, hay varias formas de abordar el asunto. Si hoy mismo todavía no pueden encontrar el trabajo que más les gustaría hacer en el futuro, ¿por qué no comenzar por algo que les resulte fácil o que tengan más a mano? Hay algo seguro: ese trabajo, por cotidiano o desabrido que les parezca, sin falta les permitirá ganar experiencia práctica y, mientras tanto, ir descubriendo "eso" que realmente querrán hacer el día de mañana.
Muchos jóvenes creen que lo mejor es trabajar para una gran empresa o conseguir un puesto en la función pública. Con esa perspectiva, suelen desdeñar posibilidades en una pequeña industria o en una fábrica de poca importancia, pero es una lástima, porque a menudo la realidad demuestra que las cosas no siempre es así. Por lo pronto, nunca llegaremos a conocer la realidad de un empleo si antes no nos "arremangamos" y nos ponemos a trabajar en él. Y así como existen diferentes clases de personas, también la variedad de empresas es infinita...
Por lo tanto, ¿qué es lo más importante? Tener fortaleza interior y sabiduría. ¿Para qué? Para poder aprender de cada situación, para desarrollar nuestros propios recursos de subsistencia, para mirar lo esencial y no lo superficial, para explorar las profundidades de nuestra propia capacidad. Y, además, hay otra cosa muy importante: ser insustituibles en nuestro lugar de trabajo.
Una vez escuché la siguiente anécdota: En el siglo XIX, el mandatario de Francia fue invitado a un banquete que ofrecía un acaudalado compatriota suyo. El estadista se sorprendió de ver que le habían reservado en la mesa no el lugar del invitado de honor, sino el decimosexto, a contar desde la cabecera. El primer lugar era para un ingeniero ferroviario; el segundo, para un literato; el tercero, para un profesor en Química.
Uno de los invitados, igualmente sorprendido, preguntó al anfitrión el motivo de que los asientos se hubieran distribuido así. Y la respuesta fue: "Están ubicados de acuerdo con lo imprescindibles que son. Una persona de auténtica valía es la que tiene una capacidad sobresaliente y la que no puede ser suplida por nadie". En otras palabras, estaba diciendo que el primero era irreemplazable porque no había quién tuviese sus conocimientos sobre ferrocarriles; los invitados que le seguían en el segundo y el tercer sitio eran expertos indiscutidos y líderes en sus respectivos campos. En cambio, no sucedía lo mismo con el presidente, cuyo cargo bien podía ser desempeñado por muchas otras personas.
No sabemos si esta anécdota es verídica o no, pero una sociedad, para difundir tan franca y abiertamente un episodio así, tiene que ser madura y poseer una buena cuota de amplitud.
Por mi parte, yo quisiera que cada uno de ustedes, los chicos del grupo estudiantil, llegaran a ser personas capaces de sostener el avance de la sociedad en forma real, y no sólo de la boca para afuera, como tantos que viven de una falsa reputación. Y, al mismo tiempo, deseo que construyan una sociedad donde la gente así goce de valoración y de reconocimiento.
De todas formas, lo cierto es que el ser humano debe ganarse la vida para sobrevivir. Y precisamente para eso existe el trabajo. Así es la realidad y así es la vida en sociedad.
Cada quien tiene derecho a decidir cuál es la clase de trabajo que más le agrada hacer. La elección es libre, pero dentro de la variedad de trabajos que existen, algunos requieren experiencia y cierto grado de nivel académico.
Hay chicos que comienzan a trabajar inmediatamente después de terminar la secundaria, ya sea por elección personal o por motivos familiares. Otros deciden emplearse una vez que terminan la universidad. Algunas mujeres optan por administrar el hogar; hay quienes desean trabajar en alguna repartición pública...
Otros, por supuesto, desean perfeccionarse en algún campo. La variedad de profesiones es casi infinita; dentro de ese horizonte, cada uno tiene la absoluta libertad de escoger lo que desea.
Igeta: Entonces, ¿cual sería el criterio más sensato para elegir un trabajo?
Presidente Ikeda: Recuerdo que en unas de las páginas de mi diario juvenil copié un breve poema de Takuboku Ishikawa (1886-1912). Dice:
Ah, sentir el llamado de la vocación y lanzarse a cumplirla con alegría.
Acometida la misión y bien lograda ¡qué resta sino el buen morir!".
Nos está hablando de su misión en la vida, de la tarea para la cual ha nacido en este mundo.
Sin embargo, no todos tienen la fortuna de encontrar el trabajo ideal desde un principio.
A veces, hay discrepancia entre el "llamado de la vocación" y el deseo de los padres o la opinión de los seres que nos rodean. En ese caso, ¿qué hacer?
El presidente Toda se refirió, en una ocasión, a los criterios para ir en busca de empleo. En su análisis, se basó en la teoría del valor, expuesta por el maestro Makiguchi, fundador de nuestra organización. A lo largo de su existencia entera, el señor Toda siempre llevó consigo el corazón de su mentor y nunca se apartó de él.
El presidente Makiguchi enseñó que había tres clases de valores: la belleza, el beneficio y el bien.
Si aplicamos este pensamiento a la profesión, el equivalente a la "belleza" sería el placer de hallar un trabajo que responda a nuestro agrado. El "beneficio" correspondería a tener un empleo bien pago, que nos permita un buen pasar económico; el "bien" sería conseguir un trabajo que nos permitiera servir a la comunidad y los demás.
En una palabra, según el presidente Toda, "el ideal de cualquier persona es conseguir un trabajo que le brinde placer (belleza), que le de rédito (beneficio) y que sea provechoso a la comunidad (bien)".
Kimura: Sí, en verdad, tiene mucha razón...
Presidente Ikeda: Pero, lamentablemente son muy pocos los que encuentran el "trabajo perfecto" desde el primer momento. Por ejemplo, sé de gente que ama su trabajo, pero no consigue llegar a fin de mes con lo que gana; hay otros que tienen un sueldo excelente pero reconocen que su trabajo es odioso. Es uno de los aspectos de la vida real. A veces sucede otra cosa: alguien descubre que la carrera que emprendió y con la que tanto había soñado no tiene nada que ver con uno...
Pero el señor Toda siempre insistía en lo mismo: lo importante es llegar a ser imprescindibles en el lugar donde nos toque trabajar. …l siempre nos exhortaba a ser los mejores en nuestro empleo; éso era lo que nos mandaba hacer cuando nos sorprendía quejándonos de que la realidad no coincidía con nuestras aspiraciones... Porque esta actitud es la que abre puertas para entrar en otra etapa de la vida, pero aunque las etapas cambien, en todas ellas uno tiene que poner lo mejor de sí mismo y esforzarse al máximo. Es así... Esta continuidad de empeño y esmero, de consagración total, va allanando el camino hacia el trabajo ideal, ése que reúne todas las condiciones para crear valor: el que nos da placer, el que nos brinda seguridad económica y el que sirve para contribuir a la comunidad.
Nos aseguraba que, llegado ese momento, cuando volviéramos la mirada hacia atrás, descubriríamos que el "entrenamiento" penoso del pasado se convirtió en capacidad para hacer mejor el trabajo actual. De modo que nada es en vano... Y esto es posible gracias al beneficio inmenso que brinda la Ley Mística.
Kimura: ¿Qué pasa con aquellos que abrigan un determinado sueño, pero luego, en mitad del trayecto, cambian de parecer y terminan siguiendo un rumbo totalmente contrario al que se habían propuesto al principio?
Presidente Ikeda: ¡No veo donde está el problema...! La mayoría de las personas que hoy se destacan en algún campo de la sociedad no comenzaron dedicándose a eso mismo de entrada...
En mi caso personal, quería ser reportero, periodista, pero por razones de salud no pude dedicarme a eso. Hoy, sin embargo, he podido hacerme un lugar en el mundo literario como escritor. Al principio, trabajé en una pequeña editorial. Como había muy pocos empleados, tenía que hacer el trabajo de varias personas a la vez. Pero precisamente porque me esforcé tanto, pude adquirir una experiencia inusual para mi edad en el campo de las letras.
Después de la guerra, trabajé para la Asociación Industrial de Kamata (fundada en 1946 para promover la pequeña y mediana industria en la región de Ota, Tokio). Como el trabajo era de poca envergadura, me la pasaba corriendo en tareas bastante ingratas. Pero eso me permitió conocerme a mí mismo. Así pues, todo lo que aprendí en esos años hoy es un tesoro para mí, y no lo cambiaría por nada.
Es importante que conviertan el sitio donde hoy estén trabajando en un ámbito de desarrollo personal; por favor, controlen cualquier situación que se les presente, para poder crecer como seres humanos.
Hay una tendencia que, sinceramente, espero que ustedes no desarrollen: cuando comiencen un empleo, no hablen de abandonar ante la primera cosa que no les guste; no tengan siempre una queja a flor de labios; por favor, no se cuestionen su propia capacidad todo el tiempo: estas actitudes hablan de una postura poco sincera hacia el trabajo.
Por supuesto, entiéndanme bien, no tengo intención de oponerme si realmente han decidido dejar su empleo después de un serio examen reflexivo.
Pero lo que quiero pedirles es que tomen sus propias decisiones basados en una elección activa y voluntaria, y no a raíz de hechos circunstanciales que los obliguen a "reaccionar"; en última instancia, uno mismo es responsable de su ambiente laboral, y es importante no olvidarlo.
Ocupar un lugar activo como miembro de la sociedad es un tremendo desafío; la subsistencia en el mundo actual es una contienda sin tregua. Pero véanlo de este modo: el lugar más conveniente para que estén es el preciso lugar donde hoy están. Por eso, asuman que están donde deben y pongan allí su mayor cuota de esfuerzo, sin creer que no vale la pena dedicarse seriamente a ese empleo sólo porque no les gusta.
A un árbol no le lleva dos días alcanzar su plena estatura y robustez. De la misma manera, la gente que pudo triunfar en la vida no llegó hasta ese lugar en un par de años. Este principio se aplica a todas las cosas.
Muchas veces se habla de la importancia de "lograr la excelencia". ¿Qué quiere decir esto? Ser alguien capaz de merecer la confianza de los demás, ser alguien que irradia luz y brillo allí donde esté. Puede que, al principio, el trabajo no les agrade. Pero cuando pongan en él toda su seriedad y capacidad, cuando en ese trabajo palpite algo de ustedes, sentirán que han llegado a amar lo que hacen. Un refrán asegura: "Lo que se hace con gusto se hace bien". Cuando consigan amar su trabajo, abrirán una tremenda vía para que se exprese su capacidad. Entonces, véanlo así: una vez que estén marchando por el camino elegido, nunca se desanimen, nunca pierdan la esperanza; así, tampoco se arrepentirán nunca de la elección que han hecho.
Kimura: Volvamos a la cuestión de los jóvenes cuyo único horizonte deseable es entrar en una empresa prestigiosa.
Presidente Ikeda: Bueno, pienso que todos tienen la libertad de escoger dónde quieren trabajar. Lo único que puedo decirles es que, en cualquier lugar donde se decidan a actuar, hagan el máximo esfuerzo para alcanzar sus metas.
Ustedes deben de saberlo muy bien: actualmente el Japón atraviesa una fuerte recesión económica, y por esa misma razón, el futuro no ofrece perspectivas muy alentadoras. Más aún, el Japón se ha convertido en una nación con un déficit creciente. Su tradicional sistema de "empleo vitalicio" se está desmoronando; incluso compañías que hasta ahora se consideraban muy prestigiosas hoy no ofrecen ningún tipo de garantía. Los antecedentes académicos ya no aseguran un buen empleo por sí solos. Y, lamentablemente, en la época en que vivimos, hasta las grandes empresas pueden quebrar de un día para el otro. Ya nadie puede considerar el prestigio de una compañía como sinónimo de seguridad o de amparo económico. Es duro reconocerlo, pero así es la realidad de la sociedad en que nos toca vivir.
Entonces, ¿qué es lo más importante?: poseer una auténtica preparación; desarrollar toda clase de aptitudes y habilidades, adquirir flexibilidad, fortaleza espiritual, capacidad profesional y una sed insaciable de conocimiento.
Hoy ya no basta con terminar la universidad, porque el estudio es una empresa para toda la vida.
Alguien dijo que en las aulas, aun en las de los mejores colegios, solo se aprende el diez por ciento de lo que uno necesita para vivir.
Hay personas que nunca tuvieron la oportunidad de estudiar; otras deciden retomar los estudios después de haberlos abandonado. Para esta gente existen excelentes programas de capacitación a distancia en varias universidades e institutos (como, por ejemplo, la Universidad Soka).
Todos y cada uno de ustedes están frente al desafío de triunfar en una sociedad que, más que nunca, pone el acento en la capacidad real.
Igeta: Para algunos jóvenes de los que oigo hablar, la situación es muy distinta: si pudieran escoger, elegirían no trabajar en nada. Pero, dada la necesidad, prefieren los trabajos más cómodos, los menos sucios. Y otros entran en la universidad como una forma de posponer las responsabilidades, porque no tienen ganas de trabajar.
Kimura: Es cierto. Para otros, el trabajo es una faena desagradable, un mal necesario para tener dinero con qué divertirse y pasarla bien los fines de semana...
Presidente Ikeda: De ninguna manera pienso criticar esa forma de concebir las cosas en la juventud.
Pero me gustaría compartir una famosa frase del novelista ruso Maximo Gorki (1868-1936), que aparece en su obra The Lower Depths (Los bajos fondos): "Cuando el trabajo es regocijo, la vida también lo es! Cuando el trabajo se torna una obligación, la vida es esclavitud".[1]
Y hay en ello una profunda verdad, por una sencilla razón: el trabajo nos lleva la mayor parte del día, así que la forma de relacionarnos con el empleo marca, en gran medida, la calidad de nuestra vida cotidiana.
En una oportunidad, el fallecido doctor David Norton, profesor en Filosofía de la Universidad de Delaware, Estados Unidos, comentó algo parecido: "Muchos estudiantes consideran que el único propósito del trabajo es ganar dinero; que la felicidad consiste en satisfacer los deseos personales con dinero. Pero el deseo es ilimitado e insaciable. La auténtica dicha se encuentra en trabajar. En el trabajo uno logra desarrollarse y satisfacerse a sí mismo, extraer el inapreciable caudal de valores que contiene la vida, y contribuir con ello a la sociedad. El trabajo existe para disfrutar creando valor".
Y tiene toda la razón. Alguien observó también que el objeto de todo trabajo debería brindar felicidad a los demás. La vida se revela como algo significativo cuando sentimos que alguien nos necesita. ¡Qué aburrida y vacía se tornaría nuestra vida si tuviésemos una situación envidiable, si no necesitáramos trabajar, si nuestra única preocupación diaria fuese la diversión!
Igeta: Pienso que, al trabajar, una persona está ganando mucho más que un sueldo...
Presidente Ikeda: Así es. Desde el momento en que a uno le pagan, es natural que uno deba trabajar del mejor modo posible. El trabajo es, básicamente, un contrato de intereses comunes entre el empleador y el empleado. Pero es algo muy tonto decir: "Por lo que me pagan, no me pienso deslomar...".
Ustedes son jóvenes; pueden darse el lujo de pensar: "¡Voy a dar mucho más que lo que me pagan por hacer!". Este desafío les permitirá adquirir una excelente autodisciplina.
Hay algo muy noble y auténtico en cobrar un sueldo, por pequeño que sea, pero bien ganado gracias al propio esfuerzo. ¡Por supuesto, si el sueldo es importante, mucho mejor! Un billete de cien dólares que uno mismo trabajó para ganar es un tesoro de tremendo valor. Pero esa misma suma conseguida por medios ilícito no es más que basura, y nos vuelve indignos.
Hay gente que hace dinero fácil estafando a los demás o robando. Pero que nadie espere ser feliz si el precio de su riqueza es el sufrimiento de otros... Ya lo dice el dicho: "Dinero mal habido a nadie ha enriquecido".
Muchos alcanzan puestos encumbrados en el gobierno, pero por debilidad terminan aceptando sobornos, y por el resto de su vida tienen que soportar que se los llame "delincuentes".
El dinero puede ser sucio o noble, según el uso que le demos. Nuestro estado de vida al adquirir y emplear el dinero es lo que determina la diferencia.
Cuando tomamos cabal conciencia de ello, vemos que no hay alegría tan grande como trabajar con sabiduría y confianza, allí donde nos toque estar, como personas valiosas y queridas en el lugar de trabajo; no hay nada tan dichoso como dar lo mejor para mantener a la familia dignamente y vivir de un modo que nos haga sentir orgullosos. Quien puede actuar así es el verdadero triunfador, y no otro.
Igeta: Hay personas que, antes de conseguir un empleo, comienzan a preocuparse por las relaciones con sus compañeros de trabajo.
Presidente Ikeda: Sí, y es comprensible... Pues cuando uno entra en una empresa que no conoce, necesita trabajar con sabiduría para crear una relación armoniosa, no sólo con sus superiores, sino también con sus compañeros de trabajo. Si uno es egoísta, los demás lo rechazarán. Al no poder integrarse bien en su medio ambiente laboral, terminará fracasando dentro de la empresa y en la sociedad. Si uno quiere hacer bien las cosas en el lugar de trabajo, necesitará vivir y actuar con sabiduría...
Nichiren Daishonin dice: "Los sabios pueden considerarse seres humanos, pero los insensatos no son más que animales".[2]
En cierto modo, la sociedad humana está llena de contradicciones. Tiene su lado severo, pero también sus costados sucios... Así que yo quiero pedirles algo: no tomen la realidad a la ligera, no transijan con la debilidad en ningún aspecto, para no caer en sus redes. Si fracasan, por muchas excusas que esgriman, no habrá forma de negar su propia derrota. Abranse paso en ese mar salvaje que a veces parece la sociedad, pero sin ahogarse nunca en sus aguas.
El presidente Makiguchi decía que hay tres clases de personas: las que todos ansían tener a su alrededor; las que da lo mismo que estén o que se vayan, y las que sólo causan problemas. Espero que sean personas realmente apreciadas y requeridas por todos. Esto implica sostener la confianza de los demás en el lugar de trabajo y merecer el cariño sincero de los compañeros. Así que nunca olviden la postura de esforzarse al máximo en el sitio donde trabajan.
…Esta es la manera correcta de vivir que nos enseña el Budismo de Nichiren Daishonin, dado que la Budeidad se encuentra eternamente en cada vida, en forma innata.
Nota del Editor: El corolario de este principio es que como el estado de Buda existe siempre en nosotros, en forma inherente, el lugar donde nos encontramos es escenario apto para manifestar plenamente nuestro potencial.
Kimura: Muchos estudiantes manifiestan su deseo de trabajar por la paz mundial o de promover los principios humanísticos del Budismo de Nichiren Daishonin en sus respectivos lugares de actividad. Y se preguntan cuál es el trabajo más apropiado para ese fin.
Presidente Ikeda: El hecho de consagrarse a la causa humanística manteniendo en alto los ideales del Budismo y de los derechos humanos, con la firme decisión de trabajar por la felicidad y el bienestar del pueblo, constituye realmente una aspiración noble.
Pero de ninguna manera puede contribuir uno a la paz si no tiene una profesión que le permita canalizar estos ideales.
Por supuesto, me gustaría que muchos trabajasen en las Naciones Unidas o aspirasen a ser integrantes de algún cuerpo de voluntariado para colaborar con los países del exterior. Pero, por otro lado, hay muchas personas que están efectuando tremendas contribuciones a la paz a través de su simple trabajo cotidiano, realizado seriamente y a conciencia. He dialogado con muchas personas así. Una de ellas es Adolfo Pérez Esquivel, escultor y arquitecto argentino laureado con el Premio Nobel de la Paz. El ganó, además, en 1996, el Premio a la Ciudadanía Global, instituido por el Centro Bostoniano de Investigaciones para el Siglo XXI, en reconocimiento a su lucha en bien de los derechos humanos.
Otra persona que viene a mi mente es la señora Rosa Parks, madre de los derechos civiles norteamericanos. Esta heroína sin grandes títulos trabajaba como empleada en una tienda en 1955, cuando pasó a la celebridad por su conducta durante el boicot al transporte de autobuses en Montgomery, Alabama.
Lo importante es sentirnos orgullosos del trabajo que hemos escogido, de lo que estamos haciendo, y ser auténticos con nosotros mismos. Muchos fueron los revolucionarios que, a lo largo de la historia, perdieron la vida en luchas por la reforma social. Ellos cumplieron su parte en una empresa realmente noble.
Mi sincero deseo para ustedes es que cumplan la misión que les corresponda a ustedes, poniendo lo mejor de sí mismos, en cualquier esfera de la sociedad.
"Actividad" es otra manera de decir "felicidad". ¡Qué importante es que puedan desplegar su inmensa capacidad a sus anchas y sin restricciones, que vivan irradiando su profundo esplendor humano! Aquí yace el significado de "vivir" en el verdadero sentido de la palabra.
Cada uno de ustedes debe llegar a ser una persona de primer calibre en el campo de actividades donde le toque desarrollarse. En esto consiste la realización de la paz mundial, ese gran proyecto al que llamamos kosen-rufu.
(Fragmento de la serie de Conversaciones sobre la juventud de la que participan el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, y los responsables de la División de Estudiantes de Segunda Enseñanza Superior de la Soka Gakkai, Kazue Igeta y Hidenobu Kimura en representación de todos los miembros de la división. )
[1] GORKI, Maximo: The Lower Depths and Other Plays (Los bajos fondos), trad. al inglés por Alexander Bakshy, Chelsea, Michigan, Editorial de la Universidad de Yale, 1945, pag. 14.
[2] Gosho Zenshu, pág. 1174.
Y dentro de los que dicen saber lo que desean para el mañana, estoy seguro de que algunos están poniendo empeño para hacer realidad sus sueños, mientras que otros se conforman con soñar sin hacer nada concreto al respecto.
Igeta: Hay comentarios que suelo escuchar con bastante frecuencia entre los chicos: "Me dicen que siga Medicina, pero no estoy muy seguro..."; "Siempre quise ser azafata, pero no sé si tengo aptitudes para un trabajo como ése..."; "La carrera que elegí no tiene muchas posibilidades laborales..."; "Soy hijo único y no sé bien si seguir con la empresa familiar o dedicarme a otra cosa..."; "No hay nada que me apasione de verdad, pero me gustaría ser famoso y que todos me conozcan..."; "Me la paso cambiando de idea cada vez que conozco a alguien que se dedica a una profesión interesante...".
Y varias veces me ha tocado charlar con chicos bastante angustiados por el tema vocacional. Son los que me dicen, con toda franqueza: "Estoy desesperado porque no sé realmente qué quiero hacer de mi vida en el futuro".
Presidente Ikeda: Ya veo... La vida es larga. El auténtico resultado de una lucha cotidiana se revela a los cuarenta, cincuenta o sesenta años. De ahí que sea tan importante encontrar algo, sea lo que fuere, donde uno pueda desafiarse mientras todavía es joven. Lo que puedo decirles es que consideren la etapa juvenil precisamente como el mejor momento para estudiar y cultivarse a sí mismos.
Todos tenemos una misión única e irrepetible, que sólo nosotros podemos cumplir. Pero esto no significa que nos quedemos de brazos cruzados esperando a que alguien venga y nos diga cuál es. Por el contrario, la misión es algo que uno debe descubrir por sí mismo.
En principio, las piedras preciosas yacen bajo tierra. Si nadie hace el esfuerzo de extraerlas, quedarán eternamente ocultas bajo las capas de roca. Pero vayamos más lejos aún. Tampoco basta con extraerlas, pues para que valgan de verdad deben ser pulidas y talladas con esmero.
¿No creen que sucede lo mismo con la capacidad del ser humano? Cada uno de ustedes lleva en su vida un valioso tesoro oculto y latente. Todos son "montañas cargadas de gemas de belleza sin igual". ¡Qué lástima sería si terminaran su vida sin haber extraído semejante tesoro, de valor incalculable...!
Cada vez que sus padres o profesores los mandan a estudiar, en realidad les están diciendo: "¡Excaven hasta encontrar la piedra preciosa de su vida y pónganse a pulirla con dedicación!".
Por supuesto, el estudio no es el único medio para revelar la gema que llevan en su interior... Así que de ninguna manera midan su valor teniendo en cuenta sólo el rendimiento escolar. El potencial humano es ilimitado... ¡Va mucho más allá de la retentiva y de la absorción de conocimientos!
En los últimos tiempos, se está afirmando que más importante que el "coeficiente intelectual" es el "coeficiente de inteligencia emocional". Esto refleja la trascendencia que poseen ciertas cualidades del ser humano relacionadas con la amplitud, como la solidaridad o el espíritu combativo frente a los obstáculos, que ningún test de inteligencia puede medir. Por tal razón, es una tontería pensar que las posibilidades de toda una vida puedan medirse con las calificaciones que uno obtiene en la escuela a los dieciséis o dieciocho años... ¡El potencial del hombre va mucho más allá!
Pero el problema surge cuando ustedes mismos se dejan llevar por esa forma de pensar y se condenan pensando "¡Hasta aquí llegué y más de esto no voy a poder lograr". Si adoptan esa postura, están poniendo frenos a su propio desarrollo; están tapando el camino de su plena expresión. En cuanto dejen de esforzarse por sacar afuera los tesoros de su interior estarán deteniendo su crecimiento y su avance como seres humanos. Tengan cuidado con eso; es lo último a lo que deberían llegar.
A mí me ha tocado ver toda clase de situaciones. Hay chicos que consiguen entrar en la universidad con gran esfuerzo, pero de allí en adelante dejan de estudiar con seriedad. Otros logran un puesto en una compañía importante y prestigiosa o bien entran en la función pública, o se reciben de médicos o abogados, y a partir de entonces se estancan como seres humanos y se empobrecen interiormente.
A decir verdad, son bastantes las personas que se olvidan de los demás y de trabajar en bien de los semejantes una vez que alcanzan sus metas personales. Pero, en realidad, si uno considera la vida a largo plazo, los logros personales no son un fin, sino el medio para situarnos en la línea de partida. La gente así es la que piensa "qué seré en el futuro" y no "qué haré en bien de la sociedad".
Kimura: Usted acaba de plantear dos casos: el del joven que se siente "incapaz de triunfar" porque no obtiene buenas notas en los estudios y el que deja de esforzarse porque "ya tiene asegurado un buen trabajo". Pero quiso decir que uno está tan equivocado como el otro, ¿verdad?
Presidente Ikeda: Exactamente. El ser humano debe esforzarse constantemente para extraer el tesoro que yace en su vida; vivir es dedicar toda la existencia a pulir esa joya interior. Muchas personas que no han sido precisamente brillantes en las aulas, suelen revelar una aptitud especial con el transcurso de los años, a medida que van adquiriendo experiencia en las situaciones concretas de la vida. Por eso diría yo que conseguir un trabajo es apenas el punto de partida para el descubrimiento de su verdadera capacidad. No es, de ninguna manera, la meta final de la existencia. Por favor, ¡no se impacienten!
Sigan escalando la montaña de la vida sin prisa pero sin pausa, a paso firme, pero sin pensar nunca en dar marcha atrás.
¿Cuál es mi deseo? Que los jóvenes que ya hayan decidido su futuro sigan esforzándose tenazmente, sin perder de vista su objetivo, hasta concretarlo. Cuando uno toma una decisión, no puede andar con medias tintas; no se puede ser tibio con los propios deseos. Porque, si realmente se han empeñado con toda pasión y energía, no tendrán nada que reprocharse a sí mismos, ni siquiera si fracasan en el primer intento. Y, si triunfan, el sabor del éxito será totalmente mérito de ustedes y de su arduo trabajo. De todas formas, sea cual fuere el resultado, cuando hay esfuerzo sincero se abre por sí solo el camino hacia la próxima meta...
Y, para aquellos que todavía no han podido decidir su ocupación, mi consejo es que concentren todas sus energías en las tareas y asuntos que tienen en este momento por delante. Hagan daimoku con seriedad y consulten con las personas de su confianza; si siguen indagando fervientemente, verán cómo se aclara el panorama de "ese futuro", justo para ustedes...
Igeta: Algunos chicos dicen que no se destacan en nada; que no tienen ninguna capacidad digna de mención...
Presidente Ikeda: ¡Pero eso no es cierto...! Disculpen que sea un poco severo, pero lo único que puede llevar a una persona a limitarse de esa manera es su propia debilidad... Si vamos a dar crédito a los proverbios, hay uno que dice que todos somos genios en algo.
El talento es algo mucho más amplio que la capacidad de escribir bien, de componer música o de brillar en los deportes. Para empezar, digamos que existen muchas clases de talento. Yo conozco personas con una capacidad extraordinaria para hablar; para hacer amigos en cualquier parte; para amenizar un ambiente y hacer que todos se sientan bien... He conocido personas con un don especial para vender, con un sentido del humor fuera de lo común, con una paciencia admirable para cuidar a los enfermos. Hay gente que sabe arreglárselas de un modo increíble con poco dinero; otros tienen una puntualidad infalible. Y, si vamos más lejos, todos conocemos personas que sobresalen por su paciencia a toda prueba, por su tremenda bondad, por su optimismo infinito. Hay gente absolutamente confiable, que nunca defrauda a los demás...
Algunas personas siempre están dispuestas a encarar nuevos desafíos, con un entusiasmo contagioso; otros tienen un admirable grado de compromiso con la causa de la paz; hay gente que, con su sola presencia, hace sentir feliz al resto...
A fin de cuentas, el cerezo no puede ser sino cerezo; el ciruelo, sólo ciruelo; y lo mismo cabe decir del melocotón y del albaricoque, tal como señala el Daishonin en sus escritos. Lo importante es que hagan florecer plenamente la flor de su propia vida, de la manera que les resulte más auténtica, sin dejar de ser fieles a sí mismos.
Sin lugar a dudas, todos llevan un tesoro consigo; todos tienen un talento innato. La cuestión es cómo descubrirlo... El único camino está en sumar esfuerzo al esfuerzo, en desafiarse a más no poder, hasta el límite de sus posibilidades. Sólo entonces se revela el propio potencial, se trate del estudio, del deporte o de cualquier otra actividad en la que debamos desarrollarnos.
Si me permiten un consejo, lo fundamental es que se acostumbren a desafiarse, a llegar hasta su propio límite e ir más allá. En cierto sentido, no es de tanta importancia el resultado que consigan. Por dar un ejemplo, las calificaciones que hoy están obteniendo en el colegio no pueden, de ningún modo, decidir el resto de su vida. Pero lo que, sí, da fruto tarde o temprano es el esfuerzo que aplican las personas que se acostumbran a superar sus propios límites en cualquier situación. Esta clase de gente siempre logra destacarse y hacer brillar el talento especial que la caracteriza.
Se dice que el límite del ser humano es el límite de sus sueños. Entonces, ¡sean ambiciosos a la hora de soñar! Pero, al mismo tiempo, no olviden que los sueños serán siempre eso: sueños, y que la realidad no siempre responde a nuestros ideales. Si buscan concretar un gran anhelo, lo mejor será que consideren con ojos objetivos la realidad que los rodea y que hagan un esfuerzo desesperado por alcanzar la meta deseada.
El segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda, solía decir: "Un joven necesita tenacidad, para comprometerse con sus sueños; tenacidad, para llegar a ser el mejor en el campo donde elija desarrollarse". Tenía mucha razón... La tenacidad y la "obstinación en el avance" son lo que determina todas las cosas. El esfuerzo complaciente y mediocre nunca podrá hacer brillar el tesoro que uno lleva adentro.
Kimura: A mi entender, los estudiantes secundarios del Japón tienen una visión demasiado estrecha acerca de lo que es el trabajo. A menudo, la pantalla chica pone como ejemplo de "profesional exitoso" al ejecutivo de traje elegante, que lleva un celular o usa una computadora. Hoy en día, muchos chicos sueñan con saltar a la fama y aparecer en televisión, como actores o músicos de moda. La verdad es que cuesta mucho definir criterios válidos para juzgar la conveniencia o las virtudes de un "buen trabajo"...
Presidente Ikeda: Bueno, hay varias formas de abordar el asunto. Si hoy mismo todavía no pueden encontrar el trabajo que más les gustaría hacer en el futuro, ¿por qué no comenzar por algo que les resulte fácil o que tengan más a mano? Hay algo seguro: ese trabajo, por cotidiano o desabrido que les parezca, sin falta les permitirá ganar experiencia práctica y, mientras tanto, ir descubriendo "eso" que realmente querrán hacer el día de mañana.
Muchos jóvenes creen que lo mejor es trabajar para una gran empresa o conseguir un puesto en la función pública. Con esa perspectiva, suelen desdeñar posibilidades en una pequeña industria o en una fábrica de poca importancia, pero es una lástima, porque a menudo la realidad demuestra que las cosas no siempre es así. Por lo pronto, nunca llegaremos a conocer la realidad de un empleo si antes no nos "arremangamos" y nos ponemos a trabajar en él. Y así como existen diferentes clases de personas, también la variedad de empresas es infinita...
Por lo tanto, ¿qué es lo más importante? Tener fortaleza interior y sabiduría. ¿Para qué? Para poder aprender de cada situación, para desarrollar nuestros propios recursos de subsistencia, para mirar lo esencial y no lo superficial, para explorar las profundidades de nuestra propia capacidad. Y, además, hay otra cosa muy importante: ser insustituibles en nuestro lugar de trabajo.
Una vez escuché la siguiente anécdota: En el siglo XIX, el mandatario de Francia fue invitado a un banquete que ofrecía un acaudalado compatriota suyo. El estadista se sorprendió de ver que le habían reservado en la mesa no el lugar del invitado de honor, sino el decimosexto, a contar desde la cabecera. El primer lugar era para un ingeniero ferroviario; el segundo, para un literato; el tercero, para un profesor en Química.
Uno de los invitados, igualmente sorprendido, preguntó al anfitrión el motivo de que los asientos se hubieran distribuido así. Y la respuesta fue: "Están ubicados de acuerdo con lo imprescindibles que son. Una persona de auténtica valía es la que tiene una capacidad sobresaliente y la que no puede ser suplida por nadie". En otras palabras, estaba diciendo que el primero era irreemplazable porque no había quién tuviese sus conocimientos sobre ferrocarriles; los invitados que le seguían en el segundo y el tercer sitio eran expertos indiscutidos y líderes en sus respectivos campos. En cambio, no sucedía lo mismo con el presidente, cuyo cargo bien podía ser desempeñado por muchas otras personas.
No sabemos si esta anécdota es verídica o no, pero una sociedad, para difundir tan franca y abiertamente un episodio así, tiene que ser madura y poseer una buena cuota de amplitud.
Por mi parte, yo quisiera que cada uno de ustedes, los chicos del grupo estudiantil, llegaran a ser personas capaces de sostener el avance de la sociedad en forma real, y no sólo de la boca para afuera, como tantos que viven de una falsa reputación. Y, al mismo tiempo, deseo que construyan una sociedad donde la gente así goce de valoración y de reconocimiento.
De todas formas, lo cierto es que el ser humano debe ganarse la vida para sobrevivir. Y precisamente para eso existe el trabajo. Así es la realidad y así es la vida en sociedad.
Cada quien tiene derecho a decidir cuál es la clase de trabajo que más le agrada hacer. La elección es libre, pero dentro de la variedad de trabajos que existen, algunos requieren experiencia y cierto grado de nivel académico.
Hay chicos que comienzan a trabajar inmediatamente después de terminar la secundaria, ya sea por elección personal o por motivos familiares. Otros deciden emplearse una vez que terminan la universidad. Algunas mujeres optan por administrar el hogar; hay quienes desean trabajar en alguna repartición pública...
Otros, por supuesto, desean perfeccionarse en algún campo. La variedad de profesiones es casi infinita; dentro de ese horizonte, cada uno tiene la absoluta libertad de escoger lo que desea.
Igeta: Entonces, ¿cual sería el criterio más sensato para elegir un trabajo?
Presidente Ikeda: Recuerdo que en unas de las páginas de mi diario juvenil copié un breve poema de Takuboku Ishikawa (1886-1912). Dice:
Ah, sentir el llamado de la vocación y lanzarse a cumplirla con alegría.
Acometida la misión y bien lograda ¡qué resta sino el buen morir!".
Nos está hablando de su misión en la vida, de la tarea para la cual ha nacido en este mundo.
Sin embargo, no todos tienen la fortuna de encontrar el trabajo ideal desde un principio.
A veces, hay discrepancia entre el "llamado de la vocación" y el deseo de los padres o la opinión de los seres que nos rodean. En ese caso, ¿qué hacer?
El presidente Toda se refirió, en una ocasión, a los criterios para ir en busca de empleo. En su análisis, se basó en la teoría del valor, expuesta por el maestro Makiguchi, fundador de nuestra organización. A lo largo de su existencia entera, el señor Toda siempre llevó consigo el corazón de su mentor y nunca se apartó de él.
El presidente Makiguchi enseñó que había tres clases de valores: la belleza, el beneficio y el bien.
Si aplicamos este pensamiento a la profesión, el equivalente a la "belleza" sería el placer de hallar un trabajo que responda a nuestro agrado. El "beneficio" correspondería a tener un empleo bien pago, que nos permita un buen pasar económico; el "bien" sería conseguir un trabajo que nos permitiera servir a la comunidad y los demás.
En una palabra, según el presidente Toda, "el ideal de cualquier persona es conseguir un trabajo que le brinde placer (belleza), que le de rédito (beneficio) y que sea provechoso a la comunidad (bien)".
Kimura: Sí, en verdad, tiene mucha razón...
Presidente Ikeda: Pero, lamentablemente son muy pocos los que encuentran el "trabajo perfecto" desde el primer momento. Por ejemplo, sé de gente que ama su trabajo, pero no consigue llegar a fin de mes con lo que gana; hay otros que tienen un sueldo excelente pero reconocen que su trabajo es odioso. Es uno de los aspectos de la vida real. A veces sucede otra cosa: alguien descubre que la carrera que emprendió y con la que tanto había soñado no tiene nada que ver con uno...
Pero el señor Toda siempre insistía en lo mismo: lo importante es llegar a ser imprescindibles en el lugar donde nos toque trabajar. …l siempre nos exhortaba a ser los mejores en nuestro empleo; éso era lo que nos mandaba hacer cuando nos sorprendía quejándonos de que la realidad no coincidía con nuestras aspiraciones... Porque esta actitud es la que abre puertas para entrar en otra etapa de la vida, pero aunque las etapas cambien, en todas ellas uno tiene que poner lo mejor de sí mismo y esforzarse al máximo. Es así... Esta continuidad de empeño y esmero, de consagración total, va allanando el camino hacia el trabajo ideal, ése que reúne todas las condiciones para crear valor: el que nos da placer, el que nos brinda seguridad económica y el que sirve para contribuir a la comunidad.
Nos aseguraba que, llegado ese momento, cuando volviéramos la mirada hacia atrás, descubriríamos que el "entrenamiento" penoso del pasado se convirtió en capacidad para hacer mejor el trabajo actual. De modo que nada es en vano... Y esto es posible gracias al beneficio inmenso que brinda la Ley Mística.
Kimura: ¿Qué pasa con aquellos que abrigan un determinado sueño, pero luego, en mitad del trayecto, cambian de parecer y terminan siguiendo un rumbo totalmente contrario al que se habían propuesto al principio?
Presidente Ikeda: ¡No veo donde está el problema...! La mayoría de las personas que hoy se destacan en algún campo de la sociedad no comenzaron dedicándose a eso mismo de entrada...
En mi caso personal, quería ser reportero, periodista, pero por razones de salud no pude dedicarme a eso. Hoy, sin embargo, he podido hacerme un lugar en el mundo literario como escritor. Al principio, trabajé en una pequeña editorial. Como había muy pocos empleados, tenía que hacer el trabajo de varias personas a la vez. Pero precisamente porque me esforcé tanto, pude adquirir una experiencia inusual para mi edad en el campo de las letras.
Después de la guerra, trabajé para la Asociación Industrial de Kamata (fundada en 1946 para promover la pequeña y mediana industria en la región de Ota, Tokio). Como el trabajo era de poca envergadura, me la pasaba corriendo en tareas bastante ingratas. Pero eso me permitió conocerme a mí mismo. Así pues, todo lo que aprendí en esos años hoy es un tesoro para mí, y no lo cambiaría por nada.
Es importante que conviertan el sitio donde hoy estén trabajando en un ámbito de desarrollo personal; por favor, controlen cualquier situación que se les presente, para poder crecer como seres humanos.
Hay una tendencia que, sinceramente, espero que ustedes no desarrollen: cuando comiencen un empleo, no hablen de abandonar ante la primera cosa que no les guste; no tengan siempre una queja a flor de labios; por favor, no se cuestionen su propia capacidad todo el tiempo: estas actitudes hablan de una postura poco sincera hacia el trabajo.
Por supuesto, entiéndanme bien, no tengo intención de oponerme si realmente han decidido dejar su empleo después de un serio examen reflexivo.
Pero lo que quiero pedirles es que tomen sus propias decisiones basados en una elección activa y voluntaria, y no a raíz de hechos circunstanciales que los obliguen a "reaccionar"; en última instancia, uno mismo es responsable de su ambiente laboral, y es importante no olvidarlo.
Ocupar un lugar activo como miembro de la sociedad es un tremendo desafío; la subsistencia en el mundo actual es una contienda sin tregua. Pero véanlo de este modo: el lugar más conveniente para que estén es el preciso lugar donde hoy están. Por eso, asuman que están donde deben y pongan allí su mayor cuota de esfuerzo, sin creer que no vale la pena dedicarse seriamente a ese empleo sólo porque no les gusta.
A un árbol no le lleva dos días alcanzar su plena estatura y robustez. De la misma manera, la gente que pudo triunfar en la vida no llegó hasta ese lugar en un par de años. Este principio se aplica a todas las cosas.
Muchas veces se habla de la importancia de "lograr la excelencia". ¿Qué quiere decir esto? Ser alguien capaz de merecer la confianza de los demás, ser alguien que irradia luz y brillo allí donde esté. Puede que, al principio, el trabajo no les agrade. Pero cuando pongan en él toda su seriedad y capacidad, cuando en ese trabajo palpite algo de ustedes, sentirán que han llegado a amar lo que hacen. Un refrán asegura: "Lo que se hace con gusto se hace bien". Cuando consigan amar su trabajo, abrirán una tremenda vía para que se exprese su capacidad. Entonces, véanlo así: una vez que estén marchando por el camino elegido, nunca se desanimen, nunca pierdan la esperanza; así, tampoco se arrepentirán nunca de la elección que han hecho.
Kimura: Volvamos a la cuestión de los jóvenes cuyo único horizonte deseable es entrar en una empresa prestigiosa.
Presidente Ikeda: Bueno, pienso que todos tienen la libertad de escoger dónde quieren trabajar. Lo único que puedo decirles es que, en cualquier lugar donde se decidan a actuar, hagan el máximo esfuerzo para alcanzar sus metas.
Ustedes deben de saberlo muy bien: actualmente el Japón atraviesa una fuerte recesión económica, y por esa misma razón, el futuro no ofrece perspectivas muy alentadoras. Más aún, el Japón se ha convertido en una nación con un déficit creciente. Su tradicional sistema de "empleo vitalicio" se está desmoronando; incluso compañías que hasta ahora se consideraban muy prestigiosas hoy no ofrecen ningún tipo de garantía. Los antecedentes académicos ya no aseguran un buen empleo por sí solos. Y, lamentablemente, en la época en que vivimos, hasta las grandes empresas pueden quebrar de un día para el otro. Ya nadie puede considerar el prestigio de una compañía como sinónimo de seguridad o de amparo económico. Es duro reconocerlo, pero así es la realidad de la sociedad en que nos toca vivir.
Entonces, ¿qué es lo más importante?: poseer una auténtica preparación; desarrollar toda clase de aptitudes y habilidades, adquirir flexibilidad, fortaleza espiritual, capacidad profesional y una sed insaciable de conocimiento.
Hoy ya no basta con terminar la universidad, porque el estudio es una empresa para toda la vida.
Alguien dijo que en las aulas, aun en las de los mejores colegios, solo se aprende el diez por ciento de lo que uno necesita para vivir.
Hay personas que nunca tuvieron la oportunidad de estudiar; otras deciden retomar los estudios después de haberlos abandonado. Para esta gente existen excelentes programas de capacitación a distancia en varias universidades e institutos (como, por ejemplo, la Universidad Soka).
Todos y cada uno de ustedes están frente al desafío de triunfar en una sociedad que, más que nunca, pone el acento en la capacidad real.
Igeta: Para algunos jóvenes de los que oigo hablar, la situación es muy distinta: si pudieran escoger, elegirían no trabajar en nada. Pero, dada la necesidad, prefieren los trabajos más cómodos, los menos sucios. Y otros entran en la universidad como una forma de posponer las responsabilidades, porque no tienen ganas de trabajar.
Kimura: Es cierto. Para otros, el trabajo es una faena desagradable, un mal necesario para tener dinero con qué divertirse y pasarla bien los fines de semana...
Presidente Ikeda: De ninguna manera pienso criticar esa forma de concebir las cosas en la juventud.
Pero me gustaría compartir una famosa frase del novelista ruso Maximo Gorki (1868-1936), que aparece en su obra The Lower Depths (Los bajos fondos): "Cuando el trabajo es regocijo, la vida también lo es! Cuando el trabajo se torna una obligación, la vida es esclavitud".[1]
Y hay en ello una profunda verdad, por una sencilla razón: el trabajo nos lleva la mayor parte del día, así que la forma de relacionarnos con el empleo marca, en gran medida, la calidad de nuestra vida cotidiana.
En una oportunidad, el fallecido doctor David Norton, profesor en Filosofía de la Universidad de Delaware, Estados Unidos, comentó algo parecido: "Muchos estudiantes consideran que el único propósito del trabajo es ganar dinero; que la felicidad consiste en satisfacer los deseos personales con dinero. Pero el deseo es ilimitado e insaciable. La auténtica dicha se encuentra en trabajar. En el trabajo uno logra desarrollarse y satisfacerse a sí mismo, extraer el inapreciable caudal de valores que contiene la vida, y contribuir con ello a la sociedad. El trabajo existe para disfrutar creando valor".
Y tiene toda la razón. Alguien observó también que el objeto de todo trabajo debería brindar felicidad a los demás. La vida se revela como algo significativo cuando sentimos que alguien nos necesita. ¡Qué aburrida y vacía se tornaría nuestra vida si tuviésemos una situación envidiable, si no necesitáramos trabajar, si nuestra única preocupación diaria fuese la diversión!
Igeta: Pienso que, al trabajar, una persona está ganando mucho más que un sueldo...
Presidente Ikeda: Así es. Desde el momento en que a uno le pagan, es natural que uno deba trabajar del mejor modo posible. El trabajo es, básicamente, un contrato de intereses comunes entre el empleador y el empleado. Pero es algo muy tonto decir: "Por lo que me pagan, no me pienso deslomar...".
Ustedes son jóvenes; pueden darse el lujo de pensar: "¡Voy a dar mucho más que lo que me pagan por hacer!". Este desafío les permitirá adquirir una excelente autodisciplina.
Hay algo muy noble y auténtico en cobrar un sueldo, por pequeño que sea, pero bien ganado gracias al propio esfuerzo. ¡Por supuesto, si el sueldo es importante, mucho mejor! Un billete de cien dólares que uno mismo trabajó para ganar es un tesoro de tremendo valor. Pero esa misma suma conseguida por medios ilícito no es más que basura, y nos vuelve indignos.
Hay gente que hace dinero fácil estafando a los demás o robando. Pero que nadie espere ser feliz si el precio de su riqueza es el sufrimiento de otros... Ya lo dice el dicho: "Dinero mal habido a nadie ha enriquecido".
Muchos alcanzan puestos encumbrados en el gobierno, pero por debilidad terminan aceptando sobornos, y por el resto de su vida tienen que soportar que se los llame "delincuentes".
El dinero puede ser sucio o noble, según el uso que le demos. Nuestro estado de vida al adquirir y emplear el dinero es lo que determina la diferencia.
Cuando tomamos cabal conciencia de ello, vemos que no hay alegría tan grande como trabajar con sabiduría y confianza, allí donde nos toque estar, como personas valiosas y queridas en el lugar de trabajo; no hay nada tan dichoso como dar lo mejor para mantener a la familia dignamente y vivir de un modo que nos haga sentir orgullosos. Quien puede actuar así es el verdadero triunfador, y no otro.
Igeta: Hay personas que, antes de conseguir un empleo, comienzan a preocuparse por las relaciones con sus compañeros de trabajo.
Presidente Ikeda: Sí, y es comprensible... Pues cuando uno entra en una empresa que no conoce, necesita trabajar con sabiduría para crear una relación armoniosa, no sólo con sus superiores, sino también con sus compañeros de trabajo. Si uno es egoísta, los demás lo rechazarán. Al no poder integrarse bien en su medio ambiente laboral, terminará fracasando dentro de la empresa y en la sociedad. Si uno quiere hacer bien las cosas en el lugar de trabajo, necesitará vivir y actuar con sabiduría...
Nichiren Daishonin dice: "Los sabios pueden considerarse seres humanos, pero los insensatos no son más que animales".[2]
En cierto modo, la sociedad humana está llena de contradicciones. Tiene su lado severo, pero también sus costados sucios... Así que yo quiero pedirles algo: no tomen la realidad a la ligera, no transijan con la debilidad en ningún aspecto, para no caer en sus redes. Si fracasan, por muchas excusas que esgriman, no habrá forma de negar su propia derrota. Abranse paso en ese mar salvaje que a veces parece la sociedad, pero sin ahogarse nunca en sus aguas.
El presidente Makiguchi decía que hay tres clases de personas: las que todos ansían tener a su alrededor; las que da lo mismo que estén o que se vayan, y las que sólo causan problemas. Espero que sean personas realmente apreciadas y requeridas por todos. Esto implica sostener la confianza de los demás en el lugar de trabajo y merecer el cariño sincero de los compañeros. Así que nunca olviden la postura de esforzarse al máximo en el sitio donde trabajan.
…Esta es la manera correcta de vivir que nos enseña el Budismo de Nichiren Daishonin, dado que la Budeidad se encuentra eternamente en cada vida, en forma innata.
Nota del Editor: El corolario de este principio es que como el estado de Buda existe siempre en nosotros, en forma inherente, el lugar donde nos encontramos es escenario apto para manifestar plenamente nuestro potencial.
Kimura: Muchos estudiantes manifiestan su deseo de trabajar por la paz mundial o de promover los principios humanísticos del Budismo de Nichiren Daishonin en sus respectivos lugares de actividad. Y se preguntan cuál es el trabajo más apropiado para ese fin.
Presidente Ikeda: El hecho de consagrarse a la causa humanística manteniendo en alto los ideales del Budismo y de los derechos humanos, con la firme decisión de trabajar por la felicidad y el bienestar del pueblo, constituye realmente una aspiración noble.
Pero de ninguna manera puede contribuir uno a la paz si no tiene una profesión que le permita canalizar estos ideales.
Por supuesto, me gustaría que muchos trabajasen en las Naciones Unidas o aspirasen a ser integrantes de algún cuerpo de voluntariado para colaborar con los países del exterior. Pero, por otro lado, hay muchas personas que están efectuando tremendas contribuciones a la paz a través de su simple trabajo cotidiano, realizado seriamente y a conciencia. He dialogado con muchas personas así. Una de ellas es Adolfo Pérez Esquivel, escultor y arquitecto argentino laureado con el Premio Nobel de la Paz. El ganó, además, en 1996, el Premio a la Ciudadanía Global, instituido por el Centro Bostoniano de Investigaciones para el Siglo XXI, en reconocimiento a su lucha en bien de los derechos humanos.
Otra persona que viene a mi mente es la señora Rosa Parks, madre de los derechos civiles norteamericanos. Esta heroína sin grandes títulos trabajaba como empleada en una tienda en 1955, cuando pasó a la celebridad por su conducta durante el boicot al transporte de autobuses en Montgomery, Alabama.
Lo importante es sentirnos orgullosos del trabajo que hemos escogido, de lo que estamos haciendo, y ser auténticos con nosotros mismos. Muchos fueron los revolucionarios que, a lo largo de la historia, perdieron la vida en luchas por la reforma social. Ellos cumplieron su parte en una empresa realmente noble.
Mi sincero deseo para ustedes es que cumplan la misión que les corresponda a ustedes, poniendo lo mejor de sí mismos, en cualquier esfera de la sociedad.
"Actividad" es otra manera de decir "felicidad". ¡Qué importante es que puedan desplegar su inmensa capacidad a sus anchas y sin restricciones, que vivan irradiando su profundo esplendor humano! Aquí yace el significado de "vivir" en el verdadero sentido de la palabra.
Cada uno de ustedes debe llegar a ser una persona de primer calibre en el campo de actividades donde le toque desarrollarse. En esto consiste la realización de la paz mundial, ese gran proyecto al que llamamos kosen-rufu.
(Fragmento de la serie de Conversaciones sobre la juventud de la que participan el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, y los responsables de la División de Estudiantes de Segunda Enseñanza Superior de la Soka Gakkai, Kazue Igeta y Hidenobu Kimura en representación de todos los miembros de la división. )
[1] GORKI, Maximo: The Lower Depths and Other Plays (Los bajos fondos), trad. al inglés por Alexander Bakshy, Chelsea, Michigan, Editorial de la Universidad de Yale, 1945, pag. 14.
[2] Gosho Zenshu, pág. 1174.