… la forma en que un país se maneja en situaciones de desastre nos dice mucho acerca de su cultura. Las emergencias revelan hasta qué punto una nación valora la vida humana.
Debemos trabajar en pos de una era signada por el valor supremo de la vida.
Para lograrlo, es absolutamente esencial que tengamos una filosofía capaz de esclarecer el prodigio, la dignidad y el potencial infinito de la vida.
[ . . .]
. . . la iluminación del señor Toda fue un momento histórico, en que la Soka Gakkai se reveló claramente como heredera genuina del Budismo de Nichiren Daishonin. Ese fue el punto de partida de todas nuestras actividades de propagación y del desarrollo que hoy alcanzamos.
...fue un acontecimiento histórico en los anales del Budismo. El señor Toda revivió el Budismo en la época contemporánea y lo tomó accesible a cualquiera.
...sus palabras transmitieron la total convicción de que ese profundo esclarecimiento había consolidado el núcleo filosófico y religioso de la Soka Gakkai.
La verdad con respecto a la cual se iluminó el señor Toda es idéntica a la enseñanza suprema de Nichiren Daishonin. ...
con ella el señor Toda abrió un camino en el intrincado estancamiento que mantenía inmóvil a la humanidad hasta ese momento. Nuestra misión, como discípulos de él, es extender esta ruta en todas las direcciones y en todos los planos.
[ . . . ]
El Sutra del Loto nos enseña que todos los seres humanos pueden manifestar la Budeidad. ¿Qué es, entonces, la entidad real de un «buda»? ¿Qué quiere decir `manifestar la Budeidad'? Son preguntas esenciales, para todas las enseñanzas budistas. El señor Toda contempló estos interrogantes y buscó resolverlos.
Entonces, de pronto, la palabra «vida» se encendió en su mente. Por fin, percibía que el Buda era la vida en sí misma:
La vida no existe ni es inexistente,
no es causada ni está condicionada,
no es sí misma ni es otra,
no es cuadrada ni redonda,
no es corta ni larga,
no es carmesí ni es púrpura,
ni es de ningún otro color.
Los pensamientos del señor Toda corrían exultantes.
¡El Buda es la vida en sí misma!
¡Es una expresión de la vida!
¡El Buda no es algo que existe fuera de nosotros mismos, sino dentro de nuestro ser! ¡No! ¡Es algo que también existe afuera de nuestra vida!
¡Es una entidad de la vida cósmica!
El señor Toda solía utilizar la palabra «vida» precisamente porque había percibido el estado de Buda como una entidad real.
«Vida» es una palabra simple, familiar, que utilizamos a diario. Pero, al mismo tiempo, es un término que expresa la esencia más profunda de la Ley budista, es una sola palabra que contiene un significado infinito. Todos los seres humanos están dotados de vida, de modo que este vocablo posee un significado práctico y concreto para cada persona. De este modo, el esclarecimiento del señor Toda volvió al Budismo comprensible para todos.
La vida, además, posee una diversidad enorme, pletórica de energía y de riqueza. Al mismo tiempo, opera de acuerdo con ciertas leyes y tiene un ritmo definido. La doctrina según la cual cada instante de la vida posee tres mil estados (ichinen sanzen) describe esta armonía en la diversidad. El que ha percibido la esencia de este principio es un buda, es una persona en estado de Buda.
La vida, a la vez, es libre e ilimitada. Es una entidad abierta en comunicación constante con el mundo externo. Siempre está intercambiando energía, materia, información... Pero, así como es abierta, también mantiene su autonomía. La vida está caracterizada por esta apertura al universo entero, por esta libertad armoniosa.
La condición infinita e inconmensurable de la Budeidad puede describirse como un estado de vida en que se logra libertad, apertura y armonía en su máxima expresión. Nichiren Daishonin dice que myo [de myoho, `Ley Mística'] posee tres significados: «abrir», «estar perfectamente dotado» y «revivir». Estos son los atributos de la vida y son, también, los atributos de un buda.
. . . Nichiren Daishonin declara: «Las ochenta y cuatro mil enseñanzas budistas [ es decir, las innumerables enseñanzas que predicó Shakyamuni durante su existencia ] son el diario de nuestro propio ser».'
[ . . . ]
El señor Toda describió, en una oportunidad, lo que sintió luego de haber experimentado ese esclarecimiento en la cárcel. Esto fue lo que le dijo a la persona que lo estaba escuchando:
Es como estar tendido de espaldas en un amplio espacio abierto, contemplando el cielo, con los brazos y las piernas bien extendidas. Todo lo que uno desea aparece instantáneamente. Por mucho que uno obsequie a los demás, siempre hay más y jamás se extingue. Trate de ver si puede lograr un estado de vida así. ¡Si realmente lo desea, le sugiero que pase una temporada en la cárcel por la causa del Sutra del Loto y por la propagación del Budismo de Nichiren Daishonin!
El propósito del Budismo, en última instancia, es transformar nuestro estado de vida interior.
[ . . . ]
. . . Cuando el señor Toda escribió su tesis «La filosofía de la vida», no expuso una teoría intelectual. Tampoco la obtuvo a partir de un método científico de análisis y de síntesis. Sin embargo, al mismo tiempo, tampoco es incompatible con la ciencia o con la razón. El señor Toda extrajo su filosofía de vida de las profundidades del Sutra del Loto, en su desesperada contienda sin reservas en pos de la verdad suprema, en esa lucha que libró con todo su ser. En verdad, su filosofía de vida representa la «Sabiduría del Sutra del Loto».
Por ende, la tesis de Josei Toda no sólo nos informa sobre la naturaleza de la vida, sino que también posee la capacidad de transformar nuestro modo de pensar. Y abre, en nuestra vida diaria, una dimensión real de esperanza y de acción práctica. Es una filosofía de relevancia práctica; una doctrina «real» que nos hace tomar contacto con una poderosa energía vital.
Cuando traducimos fielmente esta filosofía en la práctica, se inicia nuestra epopeya personal de transformación; empezamos a convertir una vida de impotencia y de desesperación en una de satisfacción y de felicidad.
Esa transformación del individuo es el primer paso para toda otra clase de revolución; es la primera vuelta de tuerca en el proceso hacia un género humano más fuerte, más sabio, más enriquecido.
[ . . . ]
La «revolución humana» es una expresión contemporánea que se refiere al «logro de la iluminación» en cada individuo, mientras que la «revolución capaz de abarcarlo todo» se refiere al kosen-rufu.
La relación que media entre ambos movimientos nos hace pensar en la Tierra, que, así como gira alrededor de su eje, simultáneamente órbita alrededor del Sol. La revolución de la Tierra sobre su eje produce los días y las noches, mientras que su desplazamiento en derredor del Sol da origen a las cuatro estaciones. Bañados por la luz de la Ley budista, también experimentamos «el día y la noche» a medida que vamos creando la historia de nuestra propia revolución humana hacia el avance infinito. También pasamos por «inviernos y primaveras» a medida que representamos la epopeya exultante del kosen-rufu a lo largo de temporadas de cambios constantes. La Soka Gakkai comienza y termina con la filosofía de vida expuesta por el señor Toda; su punto primordial yace en la conciencia de que el buda es la vida, tal como nuestro segundo presidente desentrañó.
[ . . . ]
«El Buda es la vida en sí»
... La palabra «vida» posee un tono científico y a la vez cálido.
... En la palabra «buda», lo que tiende a dominar en la representación mental de la gente es la imagen de ser supremo; de algún modo, lo que el pensamiento tiende a conceptualizar es un ser distante y separado de la vida de uno. En la palabra «Ley», el énfasis está en lo impersonal, como ocurre cuando hablamos de «regla» o de «fenómeno». Y no hay una denotación de calidez. Esencialmente, el Buda y la Ley no son dos cosas separadas ni distintas: la palabra «vida» las abarca a ambas.
Todas las personas están dotadas de vida; la vida es inmensurablemente preciada. No hay quien pueda negarlo. La declaración de que «el buda es la vida» revela que la mismísima esencia del Budismo -el Buda y la Ley- está en nuestro propio ser.
[ . . . ]
El señor Toda solía decir: «Aunque hablemos de `la vida a través de las tres existencias' o de la `vida eterna', es algo que nadie ha visto jamás». Así y todo, creo que vale la pena tratar de bosquejar el concepto de vida eterna como punto de referencia y solía explicarlo así:
Utilizamos la palabra yo [para referirnos a nosotros mismos], pero el término, en realidad, se refiere al universo. Cuando nos preguntamos en qué sentido la vida universal se diferencia de la vida de cada uno de nosotros, la única distinción que se nos ocurre es la del cuerpo y la mente. Nuestra vida y la vida del universo son lo mismo.
Tendemos a pensar que el universo y los seres humanos son dos entidades separadas, pero el señor Toda declaraba que eran idénticas, que ambas eran entidades de la vida.
La tesis del señor Toda sobre la filosofía de la vida señala que el universo es la vida, en sí, y que esa vida, junto con el universo, es eterna e imperecedera. Dijo: «Así como dormimos y nos despertamos, y luego nos volvemos a dormir, así vivimos y morimos, y luego volvemos a vivir: nuestra vida subsiste eternamente». También declaró:
Cuando nos despertamos, por la mañana, retomamos nuestras actividades basados en el mismo propósito y en el mismo pensamiento con que las dejamos la noche anterior. Del mismo modo, en cada nueva existencia debemos vivir basados en el resultado de las causas «kármicas» creadas en nuestras vidas anteriores.
Supongamos que hay un árbol muy alto; y que, a este árbol, lo denominamos «universo». En él crecen incontables hojas y flores. ¿Es posible considerar las vidas individuales como una analogía de las hojas y flores del árbol?
Una vez, alguien le formuló al señor Toda la misma pregunta. Y ésta fue la respuesta que él dijo:
No creo que sea atinado pensar que nuestras vidas brotan de algo [así como las flores y hojas brotan de las ramas de un árbol]. Supongamos que, en esta taza de té que tengo enfrente, hay agua. Y que ese agua es el universo.
Si sopla el viento sobre la superficie del agua, en ella se agitará un oleaje. Esas olas son nuestras existencias. Y también representan una de las funciones del universo. Por lo tanto, si deja de soplar el viento, también desaparecen las olas, y el agua vuelve a su estado original.
En otras palabras, dice que cuando comparamos el universo con el océano, nuestras vidas serían como el oleaje que aparece y desaparece sobre la superficie del universo.
Las olas y el océano no son entidades separadas. Lo que afirma el señor Toda es que las olas no son sino parte de la actividad incesante del océano.
[ . . . ]
No hay un «tú» separado, que extraiga cosas del universo …Así como en el océano se mecen las olas, el universo se mece con un ondular de «vidas humanas» ...Por lo tanto, eso que consideramos como la muerte, el espacio vacío o la nada es sólo el resquicio que media entre las crestas de este interminable y ondulante océano de la vida. (Alan Watts)
El señor Toda explicaba: «Más que hablar de que estamos `fusionados' con el universo, yo diría que somos la vida del universo. Y que la vida, en sí, genera cambios».
El señor Toda la describía como «la mismísima base de todas las cosas, a la cual percibimos como algo sujeto a cambios y a fluctuaciones». Sin embargo, la esencia real de la vida, explicaba, «no fluye ni es estática; es como el espacio vacío».
Su entidad es, al mismo tiempo, el macrocosmos infinito y cada uno de los microcosmos que representan las incontables vidas individuales. Esta enorme entidad vital siempre experimenta cambios dinámicos pero, a la vez, es eterna e imperecedera. El Buda y la Ley Mística son nombres que le damos a esta entidad innegable, a la vida cósmica. Todos somos corporificaciones de esta entidad sublime.
El Sutra del Loto enseña «la verdadera entidad de todos los fenómenos» (en japonés, shoho jisso). «Todos los fenómenos» se refiere a cada criatura viviente en sentido individual.
La «verdadera entidad» de estos fenómenos es la vida cósmica en sí. El señor Toda expresaba esta verdad inefable diciendo que «el Buda es la vida en sí». Cuando uno llega a comprenderlo, ya no puede albergar ningún pensamiento de matar a nada o a nadie, porque destruir algo es sólo destruirse uno mismo.
La escritora y educadora norteamericana Helen Keller (1880-1968), que perdió la vista y el oído, escribió en una oportunidad: “Aquí, en medio del aire de todos los días, siento el rumor y el caer de lluvias etéreas. Estoy consciente del esplendor que mantiene unidas a todas las cosas que hay sobre la Tierra con todas las cosas que hay en el cielo.”
Helen Keller, a pesar de ser ciega y sorda, «veía» claramente la interrelación entre el macrocosmos y el microcosmos.
El Budismo postula cinco clases de visión: el ojo de los mortales comunes, el ojo divino, el ojo de la sabiduría, el ojo de la Ley y el ojo del Buda. Helen Keller pudo haber mirado el mundo con el ojo de su misma vida: una visión mucho más aguda y perceptiva que la de los ojos comunes de los «mortales». O, para decirlo de otro modo, tal vez la vida sólo pueda «verse» de verdad cuando uno la escruta en su más profundo nivel.
La ciencia moderna podría ser considerada una suerte de «ojo de la sabiduría», pero la tendencia en el campo científico ha sido examinar la vida como si fuera una especie de máquina, compuesta de múltiples partes. La ciencia también ha tratado de comprender la vida y a los seres humanos a través de dividirlos en elementos opuestos, como el cuerpo y el espíritu, el objeto y el sujeto. Ha intentado capturar las funciones de la vida reduciéndolas a cosas materiales.
Pero aunque podamos explicar un aspecto de la vida a través de teorías mecanicistas, de dualismos y de reduccionismos, ello no nos brinda una imagen de la vida que refleje su integridad dinámica.
En verdad, la ciencia ha alentado una visión materialista del hombre y de la vida, una perspectiva en la cual las relaciones de oposición no. sólo dominan entre los seres vivos, sino también entre estos y su ambiente. Y dicha forma de pensar, a su vez, inclinó al ser humano hacia la destrucción ambiental y la explotación del mundo natural.
[ . . . ]
La ciencia comienza a observar seriamente la interdependencia que hay entre todas las cosas, que el Budismo describe como «origen dependiente» (en japonés, engi).
También está saliendo a la luz, nuevamente, la visión unificada de la naturaleza y de los fenómenos vitales que expuso el gran literato alemán Johan Wolfgang von Goethe (1749-1832), quien escribió, por ejemplo:
Inevitablemente llegará la hora de que el pensamiento mecanicista y atomicista quede fuera de la mente de todos los hombres sabios y de que, en cambio, se llegue a ver la química y la dinámica de todos los fenómenos. Cuando eso ocurra, la divinidad de la naturaleza viviente se desplegará con mucha mayor claridad delante de nuestros ojos.
Los fenómenos, sin duda alguna, representan la Ley. Las personas están comenzando a darse cuenta de que el mundo no está hecho de «cosas» sino de «fenómenos». El Sutra del Loto, como ya he dicho, enseña la verdadera entidad de todos esos fenómenos.
... Aun los campos más «materialistas» de la ciencia están viéndose en la necesidad de adoptar un enfoque fenoménico de la vida y del mundo. Se nos ocurre el ejemplo de la mecánica cuántica. Algunos físicos todavía tratan de encontrar pruebas concluyentes de la existencia de partículas irreductibles y últimas, pero lo que hallan es que las partículas elementales sólo pueden ser definidas en el marco teórico de la teoría de los campos cuánticos.
Otro buen ejemplo es la investigación del ADN (ácido desoxirribonucleico), dentro del campo de la biología molecular. Hasta ahora, los científicos han tratado de partir la molécula de ADN y de considerar separadamente la función de cada segmento de información genética. Es otro intento de comprender el ADN con un enfoque materialista, como si fuese una suerte de máquina.
Aunque el método básico de estudio tal vez siga siendo el mismo, en tiempos recientes otros científicos han tratado de esclarecer la función de moléculas enteras de ADN, propias de determinadas especies (por ejemplo, el ADN del genoma humano) y de descifrar, a partir de ellas, la historia de la vida sobre la Tierra. Los científicos calculan que esto les permitirá investigar la historia de la interacción entre los seres vivos y las respuestas de la vida a su ambiente desde que surgió la vida sobre este planeta.
Por lo tanto, si bien la ciencia sigue anclada en lo «material», parece que comenzamos a ver un desplazamiento hacia lo fenoménico, hacia la vida; que dejamos de ver las cosas como objetos estáticos para entender que poseen una historia viva que contamos.
Hay algo muy importante que recordar acerca de esto que cuentan: no es el ADN el que creó la vida, sino a la inversa: la vida es quien lo creó. El universo es en sí la vida; la vida es en sí el universo. La vida es la creadora, y también es lo creado.
[ . . . ]
Las palabras clave para la centuria que viene (Siglo XXI) serán «vida» y «fuerza vital». En un discurso," el señor Václav Havel (ex presidente de Checoslovaquia) preguntaba qué era necesario para que la democracia de hoy revitalizara la humanidad. Según su diagnóstico, las sociedades democráticas estaban aquejadas por el mal del «materialismo» y por «la negación de toda espiritualidad». Exhibían un «orgulloso desdén por todo lo que fuese `suprapersonal'», un «consumismo frenético», «una ausencia de fe en el orden superior de las cosas o, simplemente, en la eternidad».
Decía este líder lo siguiente:
Si comparase la democracia con una radiación dadora de vida, diría que, si bien desde el punto de vista político es la única esperanza para la humanidad, sólo podrá tener un impacto benéfico sobre nosotros si resuena en la dimensión más profunda e íntima de nuestra naturaleza humana.
Si tomamos la democracia como una «radiación dadora de vida», es vital que se difunda por el mundo, decía Havel. Pero, tal como se muestra hoy en día, es obvio que ha perdido algo de vista. «¿En dónde reside la dimensión olvidada de la democracia que podría darle resonancia universal?», se preguntaba antes de concluir:
Para que la democracia, además de sobrevivir, se expanda exitosamente y resuelva los conflictos de las culturas, en mi opinión, debe volver a descubrir y renovar sus propios orígenes trascendentales. Debe reafirmar su valoración del orden «no material», que no sólo se encuentra sobre nosotros, sino en y entre nosotros, y que es la única fuente confiable y posible para que el hombre se respete a sí mismo y sienta respeto genuino por los demás.
[. . . ]
La autoridad de un orden democrático mundial no se construye sobre ninguna otra cosa más que sobre la autoridad revitalizada del universo.
Desde una perspectiva budista, el «orden no material» puede describirse como el «orden de la vida». El presidente Havel decía que debíamos revivir el respeto hacia dicho orden y restaurar la autoridad del universo. Tal como ha indicado, las personas están buscando en todo el mundo un orden social que sea libre, pero no desenfrenado; una sociedad de rica espiritualidad. Al mismo tiempo, ansían llegar a una visión coherente de la vida, a una sabiduria renovada que sirva como base de dicho orden social. Ha llegado la hora de que los líderes políticos del mundo comiencen a buscar esta clase de sabiduría.