1) La primera sería pensar que ese gosho fue escrito en el Siglo XIII, en Japón, para un creyente determinado.
¿Qué relación tenía el Daishonin con esa persona? ¿Cómo lo orientaba en sus circunstancias? ¿Cuál era la realidad en esa época?, etc. Esto sería una lectura general o argumental, pero superficial.
2) La segunda es desde el punto de vista de mi propia fe.
Pensar que ese Gosho fue escrito para mí, para mis circunstancias, como si el cartero golpeara a mi puerta y depositara en mis manos una enseñanza que el Buda escribió para que yo forjara mi Fe. De ese modo, el Gosho se convierte en una enseñanza trascendental, que supera todo límite de tiempo y espacio, pues se trata de una transmisión directa, de vida a vida, a través de las tres existencias.
El hecho de que nos sentimos discípulos del Daishonin, depende exclusivamente de nosotros, pues el maestro siempre está abierto para todos los hombres por igual. Quien puede sentir el lazo eterno entre la vida del maestro y su propia vida, quien puede cultivar, a través de su esfuerzo, seriedad y determinación, la relación maestro-discípulo, es la persona que crece ilimitadamente y que, a su vez, forja innumerables seguidores, sin detenerse ante nada.
Cuando uno lee el Gosho desde este enfoque, puede sentir la emoción y la riqueza que sólo se experimenta en el mundo de la Fe. Únicamente sobre la base del Gosho y del Gohonzon, uno puede forjarse como creyente verdadero y levantarse solo con el corazón valiente de un discípulo.
3) la tercera, la más profunda, es buscar la enseñanza del Gosho con la seria determinación de reflejarla en cada uno de nuestros actos. Es decir, leer el Gosho con la vida y lograr una absoluta coherencia e inseparabilidad entre la enseñanza del Daishonin y nuestro comportamiento como persona en la vida cotidiana.
La fe no existe fuera de nuestra conducta diaria como seres humanos. Así lo dice el Gosho. Esta lectura, entrelazada con la acción, implica un compromiso sin reservas y una decisión que va más allá de las teorías o de las palabras. Todos deberíamos tender a desarrollar esta clase de fe, inseparable de la vida cotidiana.
Abordemos pues el estudio del Gosho con toda seriedad y responsabilidad, y reflexionemos sobre estas preguntas:
1. ¿Cuál es la esencia profunda del Gosho que acabo de estudiar? ¿Pude comprenderlo verdaderamente, más allá del aspecto superficial?