LA FAMILIA CREATIVA (Cap. IV). Por Daisaku Ikeda.
Temas desarrollados: EL AMA DE CASA INDEPENDIENTE. HACIA UNA SOCIEDAD PARA MUJERES QUE TRABAJAN. UNA VIDA DE VALORES CREATIVOS.
EL AMA DE CASA INDEPENDIENTE
A menudo soy invitado a asistir a casamientos, pero como tengo tantos jóvenes amigos, siento que sería desleal faltar a algunos de ellos y por ello, en general evito ir. Sin embargo, a veces es imposible rehusar. Lo primero que me impresiona siempre es la belleza de la novia. Llena de felicidad, sonrojada por su sensibilidad y con cierta tensión en el rostro, ella es la figura principal. Está brillante, plena de verdadera majestad: un joven pimpollo rozagante en el momento solemne previo a su florecimiento. Yo le doy la bienvenida con grandes expectativas.
No hay duda de que el casamiento es un gran evento en la vida, pero no necesariamente es una meta. El árbol puede cubrirse de brotes que se convierten en flores, pero su corteza habrá de conocer la fuerza tenaz del viento recio y la fría lluvia. Sólo después de haber pasado esas rigurosas pruebas, el árbol podrá crecer, extender sus ramas y cubrirse de hojas lozanas. Sea que lo disfrute o no, la mujer tendrá que tomar a su cargo importantes responsabilidades para que su familia sea feliz y próspera. En muchos hogares, la mujer asume la responsabilidad de criar a los hijos, administrar el presupuesto familiar y tomar las disposiciones necesarias para la educación de los niños.
Conozco a muchas mujeres que sufren intensamente por la brecha que separa la realidad de las visiones románticas que soñaron en su juventud; sin embargo, con tenacidad y espíritu de determinación realizan un esfuerzo constante para construir ese castillo dorado sobre cimientos inamovibles. No hay nada más hermoso ni más digno de respeto en este mundo que la mujer que siendo eje de la familia, perfecciona su propia vida y brinda sus esfuerzos a la tarea de ayudar al crecimiento de los suyos.
En las familias numerosas del linaje japonés, la cabeza estaba a cargo de las finanzas familiares, y todas las generaciones que vivían bajo un mismo techo colaboraban para resolver los problemas del hogar. Pero esa época se perdió en la historia. La era de la “familia nuclear” exige que la pareja maneje sus propias finanzas. En tiempos de recesión económica, el joven trabajador tiene dificultades para llegar a fin de mes, y es normal que crezca el número de hogares en los que tanto el esposo como la esposa tienen que trabajar. Entre las jóvenes casadas que conozco, una abrumadora mayoría lo hace fuera del hogar.
En la actualidad, cerca de diez millones de mujeres japonesas tienen empleos fuera de su casa. Si trabajan para hacer una contribución positiva a la sociedad, no puede haber nada mejor, pero si la única razón que tienen es la finalidad económica, no hay nada más desafortunado. Sin embargo, sean cuales fueren los motivos, las mujeres que trabajan contribuyen a quebrar gradualmente el esquema tradicional según el cual quedaban aisladas del hogar; el modelo actual eleva la posición de la mujer. Esto no significa que critique a las mujeres que se dedican al hogar, la crianza y la educación de sus hijos; lo que temo es que demasiadas mujeres se conviertan en amas de casa para pasar la vida ocupadas en cosas triviales, sin tratar de ampliar sus horizontes. Una de mis conocidas se graduó en la Universidad y fue aplaudida como una pensadora abierta e independiente tanto en los negocios como en la vida privada. Luego se casó con un erudito prometedor, dejó su trabajo y comenzó a ser una mujer de su hogar dedicada a su nueva posición. Varios años más tarde hablé con una de sus amigas, quien me dijo que había cambiado por completo. No tenía una sola idea original, todas las tomaba de su marido; casi todas sus afirmaciones comenzaban así: “Mi marido piensa que...” o sólo “Mi marido...”. La amiga decía que más que azorada estaba entristecida, y que si eso era lo que el matrimonio hacía a la gente, prefería quedar soltera.
Es posible que este sea un ejemplo extremo, pero el ser humano se deja influir fácilmente por el medio. Si una mujer vive día tras día rodeada de cuatro paredes, mirando la televisión –la mayoría de las veces novelas de la tarde llenas de escándalos y sentimientos fútiles- no hay que sorprenderse de que se sienta cada vez más aislada y adopte las ideas y la información que le llegan por medio de su marido. Una de las razones por las cuales pongo tanto énfasis en el desarrollo de una mujer sagaz con la mente vuelta hacia la sociedad es que nos encontramos en un período en que debe manifestarse la igualdad entre el hombre y la mujer, y en que ésta debe liberarse de la imagen femenina transmitida por centurias. Su papel es realmente exigente; la mujer es necesaria para brindar la calidez que los hombres aún encuentran tan embarazoso ofrecer, y a la vez la sociedad necesita que sea amplia, sensata y práctica.
No necesitamos recurrir a los conceptos de Margaret Mead para ver que nuestra sociedad es totalmente “machista”. Si la mujer quiere salir a buscar trabajo, habrá cargas adicionales que deberá soportar. Para aligerar el peso, el marido tendría que ayudar en el hogar; muchas personas que luchan por la liberación femenina tal vez piensen que la mayoría de los hombres –inclusive yo- deben cambiar y dejar de presuponer que tienen el privilegio de desentenderse del trabajo de la casa.
HACIA UNA SOCIEDAD PARA MUJERES QUE TRABAJAN
En la sociedad contemporánea, el hecho de que la mujer trabaje fuera de la casa no la libera de las actividades domésticas. La forma de pensar de la mayoría de los maridos –quienes tendrían que realizar los quehaceres domésticos si ella no los hiciera- sigue siendo la misma. Hay numerosos hogares en los que tanto el marido como la mujer trabajan y comparten las tareas de la cocina y el lavado, pero la mayoría de los hombres creen que no tienen nada que ver con el trabajo de la casa.
Lo mismo ocurre con el cuidado de los hijos, su formación, la imposición de normas y la supervisión de su educación. Generalmente, cuando la mujer tiene un niño pequeño dedica todo su tiempo al hogar, pero hay situaciones en que debe proseguir en su empleo por razones económicas o convicciones personales. También hay quienes dejan su actividad laboral hasta que sus hijos crecen lo suficiente para valerse solos, y entonces vuelven a su puesto. Esta es una de las razones del fenómeno actual del kagikko (literalmente, “niño-llave”), el niño que lleva consigo las llaves de su casa porque no queda nadie en ella que lo reciba. En estos casos, las responsabilidades de la mujer se duplican o triplican.
Aunque una mujer esté bien preparada, cuando acepta un empleo tal vez sienta que las condiciones no son satisfactorias, que se la discrimina ostensiblemente, y ello hace que tienda a pensar en él como algo transitorio. Su empleador percibe esta actitud y se vuelve más prejuicioso, a la vez que le da tareas inferiores a las asignadas a sus colegas varones. Probablemente estas dos actitudes amplíen el efecto que mueve a los demás a aplicar prácticas discriminatorias contra las mujeres mientras que los hombres obtienen las posiciones más importantes.
Cuando observamos estos y otros hechos, vemos cómo la estructura de la sociedad contemporánea impone restricciones a la mujer que trabaja. Mientras las mujeres se resignen a ello, los elementos perniciosos de la sociedad “machista” seguirán actuando insidiosamente. Cada trabajadora debe poner su capacidad al servicio de su tarea, aunque las condiciones no sean favorables; así, serán reconocidas por lo que verdaderamente valen. Sólo entonces la sociedad comenzará a cambiar.
A medida que se incremente el número de mujeres dentro de la fuerza de trabajo, mayor cantidad de ellas podrá alcanzar la cumbre en la actividad elegida. Conozco a muchas mujeres que ocupan puestos como jefas de departamento o directoras de grandes corporaciones, o que han alcanzado logros brillantes en el mundo académico.
En 1974 tuve la buena fortuna de visitar China y la Unión Soviética; allí pude ver con mis propios ojos las cosas que había imaginado estando en Japón. Me impresionó mucho observar que las mujeres trabajaban a la par de los hombres y ofrecían su contribución a la nación y a la sociedad. En China, las empleadas dibujaban algunos de los más complicados planos y mapas que haya visto jamás, y hacían un magnífico aporte a numerosas áreas de la tecnología. En la Unión Soviética, las mujeres ejercen la actividad en muy diferentes campos. Me maravilló que probablemente la mitad de las personas que conocí fueran mujeres, iguales a cualquier ama de casa. Desde ya que existe una gran diferencia entre esos países y el Japón, porque en ellos la sociedad está organizada para permitir que las mujeres y los hombres avancen en igualdad de condiciones. No es sorprendente que tantas amas de casa trabajen fuera del hogar, pero lo que sí merece nuestra atención es que tales sociedades existen realmente y estén aquilatando grandes logros.
Como hombre, sentí que debería reconsiderar seriamente mi forma de pensar y mis acciones. El Japón contemporáneo y las demás sociedades deben crear una estructura mucho más abierta para la mujer. Para realizar este cambio en la sociedad japonesa es necesario que las mujeres hagan un esfuerzo mayor que el hombre, pero con el acento puesto en la expansión de nuestros horizontes.
UNA VIDA DE VALORES CREATIVOS
La mujer que trabaja desempeña el triple papel de empleada, esposa y madre. Esto no debería ser inusual: todos deberíamos estar capacitados para desempeñar tres o cuatro funciones diferentes. Muchas mujeres disfrutan plenamente su trabajo, llevan a cabo diversas actividades en el hogar, en el empleo y en sus actividades personales. Sólo cumpliendo muchas funciones diferentes se puede alcanzar la plenitud como ser humano. No es deseable escogen el camino fácil y destruir la posibilidad de usar el propio potencial.
Para cumplir con sus múltiples obligaciones, la mujer necesita sabiduría. Tal vez quiera hacer muchas otras cosas, pero la presión que ejercen sobre ella las tareas que la ocupan no le permite satisfacer sus deseos. Al volver del trabajo debe preparar la cena, tiene que cuidar de los niños y atender ciertos compromisos con sus vecinos. Por eso, improvisar una comida con preparaciones instantáneas o cualquier otra cosa que se tenga a mano se ha convertido en un hábito difícil de abandonar. A una persona así difícilmente pueda considerársela sabia.
Ciertos alimentos durables pueden ser preparados la noche anterior y aun las comidas instantáneas pueden ser acompañadas de otros alimentos que las hagan más apetitosas y nutritivas. No olviden que una nota amable dejada al marido o a los hijos diciéndoles cuándo volverán o lo que pueden hacer entretanto es un detalle que vale más que mil palabras. El uso de la sabiduría es una fuente inagotable para los valores creativos de la vida.
Pensar en el trabajo sólo como algo que nos permite llegar a fin de mes, terminará fatalmente en un círculo vicioso difícil de romper. Me gustaría que la gente pensara en el trabajo como un medio para desarrollarse y poder sentir que está haciendo una contribución a la sociedad. Con esto quiero decir que el trabajo debe tener esa cualidad y que el trabajador tiene que demostrar una actitud positiva hacia el empleo. Una persona con esta actitud encenderá la llama de la esperanza en el corazón de los demás. Esto de por sí tiene un valor más allá de todo cálculo. Creo que la mujer que trabaja sintiendo que su actividad ayuda a la sociedad, contribuye a la verdadera liberación de la mujer.
Si la mujer que trabaja toma conciencia de sus méritos y es capaz de ampliar sus horizontes, generará un mayor nivel de desarrollo no sólo para su propio sexo sino para toda la sociedad. En cierto sentido, las mujeres experimentarán con alegría una revolución humana más drástica que la de los hombres. El trabajo no debe ser considerado una carga sino una inigualable oportunidad de crecer.
Cuando un gran número de mujeres dijo adiós al confinamiento en una sociedad cerrada y comenzaron a dejar su huella en el mundo, también la educación en el hogar sufrió un cambio. La mujer preocupada solamente por su esposo y sus hijos, y la presuntuosa madre que equipara educación con buenas notas hacen un enorme daño. Me siento muy feliz cuando pienso en los niños de un mundo creado por mujeres que tienen con la sociedad el tipo de relación que he descrito; mujeres cuya atención está dirigida hacia el mundo y la esencia de la vida, y que trabajan cada día con confianza y satisfacción.
EL AMA DE CASA INDEPENDIENTE
A menudo soy invitado a asistir a casamientos, pero como tengo tantos jóvenes amigos, siento que sería desleal faltar a algunos de ellos y por ello, en general evito ir. Sin embargo, a veces es imposible rehusar. Lo primero que me impresiona siempre es la belleza de la novia. Llena de felicidad, sonrojada por su sensibilidad y con cierta tensión en el rostro, ella es la figura principal. Está brillante, plena de verdadera majestad: un joven pimpollo rozagante en el momento solemne previo a su florecimiento. Yo le doy la bienvenida con grandes expectativas.
No hay duda de que el casamiento es un gran evento en la vida, pero no necesariamente es una meta. El árbol puede cubrirse de brotes que se convierten en flores, pero su corteza habrá de conocer la fuerza tenaz del viento recio y la fría lluvia. Sólo después de haber pasado esas rigurosas pruebas, el árbol podrá crecer, extender sus ramas y cubrirse de hojas lozanas. Sea que lo disfrute o no, la mujer tendrá que tomar a su cargo importantes responsabilidades para que su familia sea feliz y próspera. En muchos hogares, la mujer asume la responsabilidad de criar a los hijos, administrar el presupuesto familiar y tomar las disposiciones necesarias para la educación de los niños.
Conozco a muchas mujeres que sufren intensamente por la brecha que separa la realidad de las visiones románticas que soñaron en su juventud; sin embargo, con tenacidad y espíritu de determinación realizan un esfuerzo constante para construir ese castillo dorado sobre cimientos inamovibles. No hay nada más hermoso ni más digno de respeto en este mundo que la mujer que siendo eje de la familia, perfecciona su propia vida y brinda sus esfuerzos a la tarea de ayudar al crecimiento de los suyos.
En las familias numerosas del linaje japonés, la cabeza estaba a cargo de las finanzas familiares, y todas las generaciones que vivían bajo un mismo techo colaboraban para resolver los problemas del hogar. Pero esa época se perdió en la historia. La era de la “familia nuclear” exige que la pareja maneje sus propias finanzas. En tiempos de recesión económica, el joven trabajador tiene dificultades para llegar a fin de mes, y es normal que crezca el número de hogares en los que tanto el esposo como la esposa tienen que trabajar. Entre las jóvenes casadas que conozco, una abrumadora mayoría lo hace fuera del hogar.
En la actualidad, cerca de diez millones de mujeres japonesas tienen empleos fuera de su casa. Si trabajan para hacer una contribución positiva a la sociedad, no puede haber nada mejor, pero si la única razón que tienen es la finalidad económica, no hay nada más desafortunado. Sin embargo, sean cuales fueren los motivos, las mujeres que trabajan contribuyen a quebrar gradualmente el esquema tradicional según el cual quedaban aisladas del hogar; el modelo actual eleva la posición de la mujer. Esto no significa que critique a las mujeres que se dedican al hogar, la crianza y la educación de sus hijos; lo que temo es que demasiadas mujeres se conviertan en amas de casa para pasar la vida ocupadas en cosas triviales, sin tratar de ampliar sus horizontes. Una de mis conocidas se graduó en la Universidad y fue aplaudida como una pensadora abierta e independiente tanto en los negocios como en la vida privada. Luego se casó con un erudito prometedor, dejó su trabajo y comenzó a ser una mujer de su hogar dedicada a su nueva posición. Varios años más tarde hablé con una de sus amigas, quien me dijo que había cambiado por completo. No tenía una sola idea original, todas las tomaba de su marido; casi todas sus afirmaciones comenzaban así: “Mi marido piensa que...” o sólo “Mi marido...”. La amiga decía que más que azorada estaba entristecida, y que si eso era lo que el matrimonio hacía a la gente, prefería quedar soltera.
Es posible que este sea un ejemplo extremo, pero el ser humano se deja influir fácilmente por el medio. Si una mujer vive día tras día rodeada de cuatro paredes, mirando la televisión –la mayoría de las veces novelas de la tarde llenas de escándalos y sentimientos fútiles- no hay que sorprenderse de que se sienta cada vez más aislada y adopte las ideas y la información que le llegan por medio de su marido. Una de las razones por las cuales pongo tanto énfasis en el desarrollo de una mujer sagaz con la mente vuelta hacia la sociedad es que nos encontramos en un período en que debe manifestarse la igualdad entre el hombre y la mujer, y en que ésta debe liberarse de la imagen femenina transmitida por centurias. Su papel es realmente exigente; la mujer es necesaria para brindar la calidez que los hombres aún encuentran tan embarazoso ofrecer, y a la vez la sociedad necesita que sea amplia, sensata y práctica.
No necesitamos recurrir a los conceptos de Margaret Mead para ver que nuestra sociedad es totalmente “machista”. Si la mujer quiere salir a buscar trabajo, habrá cargas adicionales que deberá soportar. Para aligerar el peso, el marido tendría que ayudar en el hogar; muchas personas que luchan por la liberación femenina tal vez piensen que la mayoría de los hombres –inclusive yo- deben cambiar y dejar de presuponer que tienen el privilegio de desentenderse del trabajo de la casa.
HACIA UNA SOCIEDAD PARA MUJERES QUE TRABAJAN
En la sociedad contemporánea, el hecho de que la mujer trabaje fuera de la casa no la libera de las actividades domésticas. La forma de pensar de la mayoría de los maridos –quienes tendrían que realizar los quehaceres domésticos si ella no los hiciera- sigue siendo la misma. Hay numerosos hogares en los que tanto el marido como la mujer trabajan y comparten las tareas de la cocina y el lavado, pero la mayoría de los hombres creen que no tienen nada que ver con el trabajo de la casa.
Lo mismo ocurre con el cuidado de los hijos, su formación, la imposición de normas y la supervisión de su educación. Generalmente, cuando la mujer tiene un niño pequeño dedica todo su tiempo al hogar, pero hay situaciones en que debe proseguir en su empleo por razones económicas o convicciones personales. También hay quienes dejan su actividad laboral hasta que sus hijos crecen lo suficiente para valerse solos, y entonces vuelven a su puesto. Esta es una de las razones del fenómeno actual del kagikko (literalmente, “niño-llave”), el niño que lleva consigo las llaves de su casa porque no queda nadie en ella que lo reciba. En estos casos, las responsabilidades de la mujer se duplican o triplican.
Aunque una mujer esté bien preparada, cuando acepta un empleo tal vez sienta que las condiciones no son satisfactorias, que se la discrimina ostensiblemente, y ello hace que tienda a pensar en él como algo transitorio. Su empleador percibe esta actitud y se vuelve más prejuicioso, a la vez que le da tareas inferiores a las asignadas a sus colegas varones. Probablemente estas dos actitudes amplíen el efecto que mueve a los demás a aplicar prácticas discriminatorias contra las mujeres mientras que los hombres obtienen las posiciones más importantes.
Cuando observamos estos y otros hechos, vemos cómo la estructura de la sociedad contemporánea impone restricciones a la mujer que trabaja. Mientras las mujeres se resignen a ello, los elementos perniciosos de la sociedad “machista” seguirán actuando insidiosamente. Cada trabajadora debe poner su capacidad al servicio de su tarea, aunque las condiciones no sean favorables; así, serán reconocidas por lo que verdaderamente valen. Sólo entonces la sociedad comenzará a cambiar.
A medida que se incremente el número de mujeres dentro de la fuerza de trabajo, mayor cantidad de ellas podrá alcanzar la cumbre en la actividad elegida. Conozco a muchas mujeres que ocupan puestos como jefas de departamento o directoras de grandes corporaciones, o que han alcanzado logros brillantes en el mundo académico.
En 1974 tuve la buena fortuna de visitar China y la Unión Soviética; allí pude ver con mis propios ojos las cosas que había imaginado estando en Japón. Me impresionó mucho observar que las mujeres trabajaban a la par de los hombres y ofrecían su contribución a la nación y a la sociedad. En China, las empleadas dibujaban algunos de los más complicados planos y mapas que haya visto jamás, y hacían un magnífico aporte a numerosas áreas de la tecnología. En la Unión Soviética, las mujeres ejercen la actividad en muy diferentes campos. Me maravilló que probablemente la mitad de las personas que conocí fueran mujeres, iguales a cualquier ama de casa. Desde ya que existe una gran diferencia entre esos países y el Japón, porque en ellos la sociedad está organizada para permitir que las mujeres y los hombres avancen en igualdad de condiciones. No es sorprendente que tantas amas de casa trabajen fuera del hogar, pero lo que sí merece nuestra atención es que tales sociedades existen realmente y estén aquilatando grandes logros.
Como hombre, sentí que debería reconsiderar seriamente mi forma de pensar y mis acciones. El Japón contemporáneo y las demás sociedades deben crear una estructura mucho más abierta para la mujer. Para realizar este cambio en la sociedad japonesa es necesario que las mujeres hagan un esfuerzo mayor que el hombre, pero con el acento puesto en la expansión de nuestros horizontes.
UNA VIDA DE VALORES CREATIVOS
La mujer que trabaja desempeña el triple papel de empleada, esposa y madre. Esto no debería ser inusual: todos deberíamos estar capacitados para desempeñar tres o cuatro funciones diferentes. Muchas mujeres disfrutan plenamente su trabajo, llevan a cabo diversas actividades en el hogar, en el empleo y en sus actividades personales. Sólo cumpliendo muchas funciones diferentes se puede alcanzar la plenitud como ser humano. No es deseable escogen el camino fácil y destruir la posibilidad de usar el propio potencial.
Para cumplir con sus múltiples obligaciones, la mujer necesita sabiduría. Tal vez quiera hacer muchas otras cosas, pero la presión que ejercen sobre ella las tareas que la ocupan no le permite satisfacer sus deseos. Al volver del trabajo debe preparar la cena, tiene que cuidar de los niños y atender ciertos compromisos con sus vecinos. Por eso, improvisar una comida con preparaciones instantáneas o cualquier otra cosa que se tenga a mano se ha convertido en un hábito difícil de abandonar. A una persona así difícilmente pueda considerársela sabia.
Ciertos alimentos durables pueden ser preparados la noche anterior y aun las comidas instantáneas pueden ser acompañadas de otros alimentos que las hagan más apetitosas y nutritivas. No olviden que una nota amable dejada al marido o a los hijos diciéndoles cuándo volverán o lo que pueden hacer entretanto es un detalle que vale más que mil palabras. El uso de la sabiduría es una fuente inagotable para los valores creativos de la vida.
Pensar en el trabajo sólo como algo que nos permite llegar a fin de mes, terminará fatalmente en un círculo vicioso difícil de romper. Me gustaría que la gente pensara en el trabajo como un medio para desarrollarse y poder sentir que está haciendo una contribución a la sociedad. Con esto quiero decir que el trabajo debe tener esa cualidad y que el trabajador tiene que demostrar una actitud positiva hacia el empleo. Una persona con esta actitud encenderá la llama de la esperanza en el corazón de los demás. Esto de por sí tiene un valor más allá de todo cálculo. Creo que la mujer que trabaja sintiendo que su actividad ayuda a la sociedad, contribuye a la verdadera liberación de la mujer.
Si la mujer que trabaja toma conciencia de sus méritos y es capaz de ampliar sus horizontes, generará un mayor nivel de desarrollo no sólo para su propio sexo sino para toda la sociedad. En cierto sentido, las mujeres experimentarán con alegría una revolución humana más drástica que la de los hombres. El trabajo no debe ser considerado una carga sino una inigualable oportunidad de crecer.
Cuando un gran número de mujeres dijo adiós al confinamiento en una sociedad cerrada y comenzaron a dejar su huella en el mundo, también la educación en el hogar sufrió un cambio. La mujer preocupada solamente por su esposo y sus hijos, y la presuntuosa madre que equipara educación con buenas notas hacen un enorme daño. Me siento muy feliz cuando pienso en los niños de un mundo creado por mujeres que tienen con la sociedad el tipo de relación que he descrito; mujeres cuya atención está dirigida hacia el mundo y la esencia de la vida, y que trabajan cada día con confianza y satisfacción.