LA LEY DEL UNIVERSO.
El concepto de causa y efecto es uno de los pilares de la doctrina de Nichiren Daishonin. También la ciencia afirma que el universo sigue esta ley, sin embargo en el Budismo el concepto de causalidad sobrepasa la observación directa e implica un análisis profundo, que llega a reconocer la simultaneidad de causa y efecto y la existencia de causas internas y efectos latentes que interactúan continuamente con el mundo exterior. Cuando se comprende la severidad de esta Ley se pueden cambiar las tendencias negativas fundamentales y sembrar las causas para cosechar felicidad ahora y en el futuro.
Rengue significa "flor de loto". Para el Budismo esta flor asume un profundo significado, como se intuye del titulo dado al Sutra del Loto. En efecto, el bellísimo e inmaculado loto que crece y florece en el pantano representa tanto el emerger de nuestra naturaleza de Buda, de los problemas y los deseos cotidiano, como la simultaneidad de causa y efecto, porque produce flor y semilla al mismo tiempo.
En el pasado, antes de que la lógica del método científico prevaleciera en la observación de la realidad, los fenómenos de los cuales no se conocían las causas se atribuían a la obra de Dios, de la suerte o bien a poderes mágicos. Hoy la ciencia ha demostrado que esos fenómenos "misteriosos" no son más que efectos particulares de causas especificas. El trueno, por ejemplo, es producido por una descarga de electricidad en la atmósfera, y no por la ira de los dioses.
Según la ciencia, en efecto, el universo no es caótico sino ordenado. De echo sigue una series de leyes comprensibles, entre la cuales se encuentra la Ley fundamental de causa y efecto. Con este dato, los científicos siguen analizando el mecanismo de causa y efecto en cada aspecto de la vida, investigando sobre el origen de enfermedades incurables y de fenómenos naturales; sobre el origen del universo y la vida misma. A pesar de esto, existen todavía muchas personas que, frente al acontecer de fenómenos anormales, recurren a viejas categorías conceptuales (casualidad, coincidencia, magia, etc.).
La incapacidad de discernir causa y efecto en cada fenómeno, ha llevado a numerosos filósofos a deducir que Dios debe existir, por lo menos, para proveer a la "primera causa" que ha puesto en movimiento todo lo que es vida.
Muy a menudo la causalidad es ignorada simplemente porque no conviene, porque no se adapta a nuestras convicciones. Cuando, por ejemplo, sufrimos una relación infeliz, difícilmente reconocemos que nosotros mismos hemos establecido las causas de este sufrimiento. Otras personas quieren creer que sus vidas son parte de un programa más amplio, o de un diseño que, para quien sigue la astrología, esta trazado en las estrellas.
Sin embargo, es ilógico afirmar que la relación entre causa y efecto pueda existir solo en algunos casos y no en otros. El Budismo enseña que "cada cosa" en el universo manifiesta la Ley de causa y efecto, consecuentemente niega no solo la existencia de un ser supremo, sino también la existencia de la casualidad.
Lo que percibimos como una casualidad (el comportamiento atípico de ciertas partículas del átomo, por ejemplo) es simplemente un efecto del cual ignoramos la causa. En otras palabras, el Budismo afirma que no existe efecto sin causa, pero también que cada causa debe tener un efecto, independientemente del tiempo que transcurrirá antes de que se manifieste. Afirma también que el universo no se debe a una "causa original", ni se dirige hacia un fin. Gracias a la capacidad de renovación intrínseca a la vida misma, el universo siempre existió: la necesidad de una "primera causa" deriva simplemente de nuestra incapacidad de concebir un tiempo sin comienzo ni fin.
EL TIEMPO ENTRE LA CAUSA Y EL EFECTO
Cabe señalar que el concepto Budista de causalidad sobrepasa la investigación científica acerca de la relación causa/efecto e involucra una introspección en las profundidades de la vida hasta llegar al concepto de "causa inherente" y de los "efectos latentes" que interactúan constantemente con el mundo externo.
Generalmente, observando la realidad que nos rodea, vemos que la causa precede el efecto. El tiempo que separa la una del otro puede ser muy breve, como en el caso del interruptor que enciende la luz, o tan largo como para superar la duración de nuestra existencia.
De todas maneras independientemente de cuan largo o corto pueda ser el intervalo entre una causa y la manifestación de su efecto: queda entendido que este último sigue siempre a la primera.
Aunque sea indudablemente verdadero lo que percibimos del mundo exterior, el Budismo enseña que, en un nivel mas profundo, la causa y el efecto son "simultáneos" dado que el instante presente es el resultado de todas las causas hechas desde el infinito pasado y el origen de todo lo que acontecerá en el futuro. Como afirma Nichiren Daishonin: “no puede haber discontinuidad entre pasado, presente y futuro”.
En otros términos el Budismo distingue entre dos tipos de causa y efecto; diferentes, pero íntimamente conectados: "causa externa" y "efecto manifiesto"; y el otro, "causa interna" y "efecto latente". Los dos del primer tipo pueden ser percibidos en el mundo externo, mientras que los otros dos existen en nuestra octava conciencia bajo la forma de tendencia invisible. Están, por cierto, conectado, dado que la causa externa es el estimulo procedente del medio ambiente que hace aflorar nuestra tendencia invisible, mientras el "efecto manifiesto" es el efecto que la aparición de esta tendencia tiene sobre nosotros y nuestro medio ambiente.
También causa y efecto, según el Budismo, al igual que todos los fenómenos, están sujetos al ritmo de vida y muerte, y como al vida y la muerte, están sujetas a la Ley de Causa y Efecto.
Para explicarlo mejor, una causa externa no produce directamente un efecto manifiesto, lo cual nos hace comprender porque el efecto de una causa externa no es siempre inmediatamente evidente y porque la misma causa externa puede producir efectos manifiestos muy diferentes, debidos a la diversidad de al personas involucradas.
Como explica Satoro Izumi, vicepresidente de la Soka Gakkai: Cualquier problema es un efecto producido por la combinación de una causa interna y de una causa externa. Pensemos, por ejemplo, en un vaso de agua. Supongamos que en el fondo haya un sedimento: si se agita el contenido, el agua se enturbia. En este caso, el depósito constituye la causa interna y el acto de agitar es la causa externa.
Supongamos que marido y mujer sean como gato y perro y que se acusen recíprocamente de ser la causa de su discordia. Sería como si dijeran: el agua se ha tornado turbia porque tú la has agitado. En realidad si no hay depósito, el agua queda limpia aunque se le agite por mucho tiempo. Muy a menudo las personas no logran ver el depósito y acusan a los demás de haber agitado el agua. En otras palabras, no se percatan que la causa de su infelicidad está dentro de ellos y que están simplemente experimentando el efecto de una causa activad por alguna otra persona.
Este principio es uno de los pilares de la doctrina de Nichiren Daishonin; no obstante, para muchas personas, es difícil de aceptar y poner en práctica. Sin embargo, si este principio no fuera verdadero, sería muy difícil explicar como es que las personas reaccionan de manera tan diferente ante una misma causa.
El anuncio del retraso de un tren, por ejemplo, puede despertar la ira en una persona, hacer llorar a otra o producir una leve resignación en otra más. Es ciertamente muy difícil reconocer que nuestro sufrimiento es directamente proporcional a nuestra tendencia interna a sufrir. Sin embargo, si no lo entendemos no podremos nunca empezar a cambiar esta tendencia innata para lograr convertirnos en personas verdaderamente felices.
La simultaneidad de causa y efecto nos enseña que, en el mismo instante en que actuamos (debido a la reacción entre una "causa externa" y nuestra "causa interna"), el "efecto latente" de aquella acción existe ya en nuestra vida y posteriormente, cuando encuentre la "causa externa" apropiada, aparece como "efecto manifiesto". Como explica Daisaku Ikeda: “No existe vida humana separada de su medio ambiente. Cada actividad vital es el resultado de cualquier estimulo externo, pero al mismo tiempo, la verdadera causa reside en lo intimo del ser humano”.
Por ejemplo, si alguien los golpea, ustedes son el estimulo externo que ha producido aquel acto ya sea, que lo encuentren justo o no. Esto pasa porque en la profundidad de sus vidas hay una tendencia, una causa interna, que, como un imán, atrae un comportamiento tal hacia ustedes.
Esta tendencia puede ser, por ejemplo, el miedo, que estimula en otra persona el deseo instintivo de hostigarlos. Por supuesto, el que golpea está sujeto a la Ley de causa y efecto también y, tarde o temprano, deberá sufrir las inevitables consecuencias de su acción.
Es importante comprender que el Budismo describe la Ley de causa y efecto para explicar porque las cosas pasan de la manera en que pasan, y no para justificarlas. La Ley de causa y efecto no es más moral que la ley de la gravedad: actúa según modalidades precisas e inevitables, independientemente de lo que consideramos justo o injusto. Unas de las causas intrínsecas del sufrimiento es nuestra innata ignorancia o estupidez: si seguimos recibiendo unos efectos no deseados, nos deberíamos dar cuenta de que hay una tendencia muy arraigada dentro de nosotros que nos lleva a crear unas causas externas equivocadas, cualquiera que sea la justificación de nuestras acciones.
Es muy importante, pues, entender que, según el Budismo, ofender la vida de cualquier manera, es infligir sufrimiento a los demás. Esto significa, producir causas externas cuyos efectos experimentaremos en el futuro. Así mismo, el Daishonin afirma: “Quien escala una alta montaña, debe necesariamente descender. Quien desprecia a los demás, será a su vez despreciado. Quien critica aquellos que tienen un aspecto bonito, nacerá feo. Quien roba alimentos y vestidos, caerá inevitablemente en el mundo de hambre. Quien se burle de hombres nobles y virtuosos, nacerá en una familia pobre. Quien calumnie una familia que abraza la Verdadera Ley, nacerá en una familia herética. Quien se ría de aquellos que observan los preceptos, nacerá humilde y será perseguido por el soberano. Esta es la Ley general de causa y efecto”.
Aquí, Nichiren describe el lado negativo de la causalidad. Sin embargo, una vez comprendida la severidad de causa y efecto, las personas aprenden también como utilizar esta Ley para cambiar sus tendencias negativas fundamentales, "sembrando" las justas causas para cosechar felicidad ahora y en el futuro.
Es necesario, entonces, distinguir claramente la diferencia entre causa externa y causa interna y entre efecto manifiesto y efecto latente, bien sea por lo que concierne a la esfera personal o bien sea en el campo social.
En el vasto arco temporal de la historia, por ejemplo, pueden transcurrir años antes que algunos particulares efectos se manifiesten: estos efectos están simplemente "esperando" la causa externa apropiada. Operando una correcta distinción entre "ocasión" y "causa", un historiador podría afirmar que el asesinato del archiduque Fernando no ha causado la primera guerra mundial: mas bien, fue la "ocasión" (causa externa) del inicio de la guerra, cuya verdadera "causa" (causa interna) era la reciproca sospecha, el celo y la rivalidad generadas entre las grandes potencias europeas durante años de conflictos.
De todas maneras, la inevitabilidad de causa y efecto no significa que no podemos transformar o disminuir los efectos latentes de acciones pasadas, antes que ellos se hagan manifiestos.
Tomamos a ejemplo la paz firmada entre los aliados y Alemania en 1945: era muy diferente de aquella impuesta en el 1919. No obstante, hasta hoy ha demostrado ser duradera. Entonces, la guerra no conduce necesariamente a una nueva guerra, siempre y cuando las causas internas a cada conflicto (normalmente la Ira, Animalidad y Hambre) sean disminuidas y transformadas en magnanimidad.
En otros términos: usando nuestra innata sabiduría y creando las causas apropiadas, podemos establecer la paz independientemente de las causas negativas establecidas durante las guerras anteriores. Esto es valido tanto a nivel social como a nivel personal. La manera en que cada uno de nosotros crea una "atmósfera" que puede ser percibida por los demás es extremadamente sutil, y es también muy difícil de explicar. Los matices del lenguaje corporal, por ejemplo, comunican cosa de nosotros a los demás y viceversa, cosas de las cuales ni nosotros ni ellos estamos conscientes, pero que influencian nuestras reciprocas impresiones.
Escribe Hiroshi Hojo, cuarto presidente de la Soka Gakkai: “Cuando nuestra vida está en peligro, sabemos luchar con todas las fuerzas. Pero la batalla en contra del propio karma es todavía mas dura. Vida y fe son la misma cosa. Pensar en poder resolver "de una manera u otra" solo porque creemos en el Budismo Ortodoxo no es verdadera fe. Solo si nos esforzamos hasta derramar sudor sobre nuestro cuerpo podremos hacer emerger una sabiduría que nunca habríamos pensado poseer, y entonces, podremos hacer posible lo imposible. En ese momento, el Gojonzon nos protegerá, de la manera mas apropiada frente a cada situación”.