LAS DIMENSIONES DE LA VIDA.
Son muchos los significados de Myo y de Ho. Por lo general, Myo representa nuestro potencial y Ho sus manifestaciones concretas. Además, Myoho expresa la manera con la cual la energía vital se manifiesta en cada ser humano, concepto que es explicado también por el principio de las tres verdades: ke, la existencia temporal y material, ku, el aspecto espiritual y chu, la fuerza que armoniza las dos primeras. De hecho los dos principios están perfectamente amalgamados: no hay separación entre los aspectos físicos y espirituales de la vida. Por lo contrario, existe unicidad entre mente y cuerpo.
Considerando esta premisa, trataremos ahora de analizar los profundos conceptos escondidos en los siete caracteres de Nam-Myoho-Rengue-kyo.
Hemos visto que Myoho significa "Ley mística", y exprime la relación entre la vida inherente al universo y las innumerables expresiones de esta misma vida. Nichiren Daishonin explica que “Myo es el nombre de la naturaleza mística de la vida y Ho es el nombre de sus manifestaciones”. Myo se refiere entonces a la esencia de la vida, que es "invisible" y más allá de la comprensión intelectual, mientras que Ho se refiere a sus manifestaciones tangibles de aquella misma esencia, que nuestros sentidos pueden percibir. Para regresar a la comparación con la música, podríamos decir que la naturaleza fundamental de la música es Myo, ya que es imposible explicar porqué nos conmueve, mientras que, el sonido concreto de las notas y las emociones que éste último logra suscitar en nosotros son Ho, porque sí podemos sentirlas.
La relación entre Myo y Ho es tan amplia y compleja que para aclararla completamente deberíamos explicar no sólo toda la filosofía budista, si no también todo lo que concierne a la vida misma. Por eso el Budismo asume varios puntos de vista, interrelacionados entre ellos, para analizar los diferentes aspectos de Myoho. Por ejemplo, podemos ver como Myo se refiere al estado de Budeidad y Ho a los nueve mundos, desde aquel de infierno hasta aquel de Bodhisattva. Eso significa que nuestra naturaleza de Buda no está separada de los otros nueve mundos y que podemos experimentarla sólo a través de estos últimos, pero también significa que Myo representa nuestro pleno potencial, mientras que Ho representa a los resultados generados por este potencial. De todas maneras Nichiren Daishonin explica que, considerando que cada uno de nosotros posee la Budeidad, el potencial de cada ser humano es literalmente ilimitado. Como él dice: “El carácter Myo viene traducido en sánscrito con la palabra sad y en chino se pronuncia miao. Myo quiere decir "completo", y a su vez significa "perfecto" (Las escrituras de Nichiren Daishonin, vol. V, p.37).
De eso podemos deducir que cada persona posee la plena capacidad de vivir una existencia perfectamente feliz y creativa. Sin embargo este potencial resulta totalmente inútil mientras quede inactivo en nuestra vida. Nadie puede esperar volverse un buen pianista, si no se esfuerza por tocar el piano, a pesar de que virtualmente podría ser verdaderamente bueno. Así mismo, nosotros no podemos mejorar la calidad de nuestra vida, y la de los demás, si no logramos materializar nuestras capacidades y manifestarlas en la vida social cotidiana.
Para ayudarnos a entender, Nichiren Daishonin explica que “el carácter Myo significa abrir" (Las escrituras de Nichiren Daishonin, vol. V, p.35), aclarando que nosotros seres humanos podemos realmente "abrir" nuestra vida a lo máximo y desarrollar todo nuestro potencial.
“Antes de la predicación del Sutra del Loto, dice Nichiren Daishonin, las personas de los nueve mundos eran como matas o árboles en otoño o en invierno. Sin embargo cuando el único carácter de Myo empezó a resplandecer sobre ellos como el sol primaveral y de verano, retoño la flor del deseo de la iluminación y apareció el fruto de la Budeidad” (Las escrituras de Nichiren Daishonin Vol. V, p.37).
A la luz de este párrafo podemos también afirmar que Myo se refiere al fundamental estado de iluminación y Ho a la oscuridad fundamental, o sea ilusión e ignorancia, que existe en todas las personas.
Myo, además, representa la muerte y Ho la vida. De hecho, el Budismo enseña que la fuerza vital inherente al universo está sometida al continuo, armonioso y eterno ritmo de Myoho, o sea a la alternancia entre aquel estado manifiesto o "visible" que llamamos vida y su condición latente, o "invisible" que llamamos muerte. Porque, así como la muerte es parte de cada vida, según el budismo cada muerte también contiene la vida. En otras palabras, la fuerza vital latente, ósea la muerte, posee la facultad de manifestarse nuevamente como vida. Donde, como dice Nichiren Daishonin; “Myoho significa revitalizar, revitalizar significa resucitar” (Las escrituras de Nichiren Daishonin, vol. V, p.45).
Mas adelante nos detendremos sobre ese complejo argumento.
Definitivamente podemos decir que Myoho expresa el principio fundamental según el cual la energía vital actúa en un ser humano, exactamente como actúa, por ejemplo, en un cerezo: en primavera la savia sube, infiltrándose en los troncos y ramas desnudos hasta llegar a las más pequeñas ramificaciones para permitir el nacimiento de hojas y flores, seguidos por los abundantes frutos en verano, hasta que el árbol vuelve a tomar su aparente estado de muerte en el sucesivo invierno. Para explicar mejor la manera en que este principio se aplica a la vida de los seres humanos, el Budismo se sirve del concepto de las tres verdades o santai (san significa "tres" y tai "aquello que esta claro u obvio").
LOS TRES PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
Las tres verdades son:
1) la verdad de la existencia temporal, física y material (ketai);
2) la verdad de lo no substancial, o sea, el aspecto espiritual de la Vida (kutai);
3) la verdad de la Vía del medio (chutai), o sea la fuerza o energía que une y
armoniza ketai y kutai.
Ke y ku son dos diferentes pero inseparables aspectos de chu. Nichiren Daishonin afirma que chu se refiere a Nam-Myoho-Rengue-kyo, el ritmo o la Ley de la vida misma, mientras ke y ku se refieren respectivamente a Ho y Myo, a través de los cuales la vida se exprime. Los conceptos expresados por las tres verdades vienen analizados separadamente sólo para facilitar su comprensión, porque en realidad cada una de ella contiene los otros dos aspectos de la vida. Es importante entonces entender que ellas representan un instrumento para examinar la entidad de la vida en su totalidad desde tres perspectivas diferentes pero interrelacionadas.
Para aclarar un poco más, prueben a imaginar una hoja de papel blanco. Tiene dos caras, que llamaremos lado A y lado B: cada uno de los lados es inseparable del otro. Por otra parte, una hoja de papel no puede existir sino como lado A o lado B: si tuviese un lado C ya no sería una hoja de papel sino alguna otra cosa. En otras palabras: tanto que se hable del lado A o del lado B, o de una hoja entera, cada término implica la existencia de los otros dos, siendo simplemente una manera de considerar la misma cosa desde diferentes perspectivas. Justamente por esa razón las tres verdades a veces vienen definidas como las tres percepciones. De todas maneras para no perdernos en términos técnicos, vamos a ver como este concepto de las tres verdades se aplica a la vida de cada individuo.
Imagínense encontrar a un viejo amigo por la calle... llamémoslo Pedro Pérez. Al comienzo reconocerán el aspecto físico de Pedro, que corresponde a ke . Pero, más allá de la imagen física, Pedro posee su carácter, que corresponde a ku. Este último se manifiesta a través de sus acciones: la manera de hablar, los gestos, los ojos y las expresiones de su rostro, la actitud, la manera de andar, de vestirse, etc. Es decir, podrán reconocer el ku de Pedro sólo cuando se vuelve ke. Por otra parte, cada detalle del aspecto y del comportamiento de (ke) de Pedro revela su carácter o su naturaleza (ku).
Está claro entonces, que tanto el aspecto físico como el espiritual de Pedro son absolutamente ligados, pero solos no son suficientes para decirnos todo de él. Ellos no pueden existir sin la vida (chu) de Pedro, que a su vez no puede existir sino como manifestación física y espiritual. El aspecto y el carácter de un ser humano, ambos, de hecho son expresiones de la totalidad de su vida, es decir de chu o Nam-Myoho-Rengue-kyo.
Para aclarar las ideas, recuerden la hoja de papel: el aspecto de Pedro podría corresponder al lado A, su carácter al lado B y su vida entera a toda la hoja de papel. Cada uno de los tres implica la existencia de los otros dos. Además la vida de Pedro posee evidentemente una continuidad suya y única: otra característica de chu. Podríamos entonces describir chu como muestro "yo esencial", quiere decir lo que mantiene, en el tiempo, la coherencia entre nuestro aspecto físico y el espiritual. Chu es la entidad de nuestra vida, que nos permite saber que nuestro actual ser, es fundamentalmente, el mismo de cuando éramos niños, a pesar de todos los cambios físicos y el desarrollo de nuestro carácter.
Para demostrar como estos tres aspectos de la vida - ke, ku y chu - estén totalmente amalgamados en el ser humano, trataremos por un momento de imaginarnos una persona con el mismo aspecto de Pedro pero que no sea él. Imaginémonos que, sin saberlo, Pedro tenga un hermano gemelo, Carlos, con un carácter completamente diferente al suyo. Encontrándolo por la calle, probablemente al comienzo podrían confundirlo por Pedro, porque en apariencia, son iguales (a pesar de que hasta los gemelos "idénticos" no son copia exacta el uno del otro). Sin embargo, poco a poco, notarían en esta persona particularidades que no corresponden al carácter de su amigo: por ejemplo normalmente Pedro no habla tan deprisa, y su risa es menos aguda, además parece que le haya salido el extraño tic nervioso de mover la cabeza... etc. En pocas palabras, Carlos no puede evitar de revelar su propio carácter en cada particularidad de su aspecto exterior. De nuevo, el ku de Carlos se ha manifestado a través de ke, y ambos son las expresiones de su chu, o sea de su vida interior.
Por más que se esfuerce, y por más que puedan asemejarse físicamente, Carlos no puede ser Pedro, porque en su esencia la vida de cada uno de los dos es de por sí única.
Es de suma importancia entonces, entender lo que implica el concepto de las tres verdades: si deseamos ser alguien más, o tratamos de serlo, o si actuamos siempre en una determinada forma para complacer a los demás, jamás podremos ser felices. Porque en realidad, no podemos ser nadie más que nosotros mismos. El Budismo de Nichiren Daishonin enseña que la felicidad y la autorrealización dependen del progresivo manifestarse de nuestro "verdadero yo", nuestro chu, a través de los aspectos físicos y espirituales de ke y ku. Podemos lograrlo siguiendo el recorrido de la Vía del medio (chudo), argumento que profundizaremos dentro de poco.
UNA RELACIÓN INDISOLUBLE
El concepto de las tres verdades implica otra importante reflexión: no existe separación entre los aspectos físicos y espirituales de la vida. Por lo contrario, nuestra mente (o espíritu) y nuestro cuerpo, no son sino que dos diferentes aspectos de nuestra vida, y no se pueden separar. En Japón, este principio toma el nombre de shiki shin funi, que literalmente significa "cuerpo, mente: dos, no dos", para indicar la unidad de cuerpo y mente. Y ya que son indivisibles cualquier cosa que golpee la mente, golpea también el cuerpo, y viceversa.
Cuando, por ejemplo, somos infelices o estamos deprimidos, nos volvemos realmente menos resistentes a las enfermedades, y nuestra baja condición de vida se refleja también en lo exterior. Por otra parte es muy difícil no sentirse infelices o deprimidos si estamos enfermos, claramente según la gravedad de nuestra enfermedad.
La inseparabilidad entre cuerpo y mente se hace más evidente en las enfermedades, sobre todos en aquellas que la medicina convencional llama "psicosomáticas", como el eczema o la ulcera, que al parecer tienen su origen sólo en la mente (o en las emociones) del paciente. El Budismo enseña que cada enfermedad tiene un aspecto espiritual, mental o emocional y que muchos de los males de nuestra época son sobretodo de origen psíquico. Por esta razón muchas de las enfermedades, consideradas incurables por la medicina convencional, muy a menudo son vencidas aplicando el principio de que "la mente está más arriba de la materia".
Entre muchas experiencias de practicantes budistas podemos recordar por ejemplo, como Angela Bolger, cuya ira interior se manifestaba como epilepsia, haya logrado superar su enfermedad entonando Nam-Myoho-Rengue-kyo con determinación y sinceridad. Análogamente, el rechazo de Stewart Anderson, de sucumbir al SIDA, tuvo un rol significante en la prolongación y enriquecimiento de su vida.
La facultad de combatir la enfermedad con la mente, no es obviamente, una prerrogativa exclusiva de quien practica Budismo: todos la poseen y la ciencia médica está cada día más consciente de eso. Sin embargo, para curar sus males, las personas continúan dirigiéndose a lo externo, a los médicos y a los milagros de la ciencia, sin percatarse de que la medicina más potente existe en ellos mismos, en su actitud y en la determinación de curarse. Eso no significa que la profesión médica sea inútil, mas bien el Budismo enseña que la medicina es una actividad extremadamente importante y digna de respeto.
Pero si nuestra salud depende totalmente de las "manos" y de la "mente" de otra persona, estamos corriendo el riesgo de perder cualquier esperanza a la hora de que un médico, que consideramos muy competente, nos diagnostique una enfermedad incurable. Y con la esperanza perdemos también cualquier probabilidad de curarnos. En estos casos, un diagnostico puede equivaler a una sentencia de muerte o a una condena a cadena perpetua, a menos que el medico sea capaz de despertar aquel espíritu guerrero que cada paciente posee.
Hoy en día, la ciencia médica se ha vuelto más atenta al ke de la enfermedad, y se esfuerza para combatir el sufrimiento humano con nuevos y refinados instrumentos; en esta fase de su progreso, ocurre entonces, que tanto los médicos como los enfermeros, tengan presente la necesidad de curar tanto el cuerpo como el espíritu de sus pacientes. De hecho, parece que el más alto promedio de recuperaciones, ha sido logrado por aquellos médicos que, a pesar de no ser extremadamente hábiles cirujanos o no tener una excepcional preparación técnica, simplemente se preocupan de todo corazón por la salud de sus pacientes.
En la tradición occidental el espíritu y el cuerpo siempre han sido considerados como dos entidades separadas y, muy a menudo, en contraste entre ellas. Arnold Toynbee resume concisamente este concepto: “El ser humano se encuentra en una posición delicada y embarazosa: es un animal dotado de auto-conciencia. Se da cuenta entonces de que el aspecto espiritual de su naturaleza le confiere una dignidad que los otros animales no poseen, y siente que debería defender esta dignidad suya. Sin embargo, los otros órganos físicos, con funciones y apetitos comunes, también los otros animales, lo ponen incómodo, porque contrastan con su dignidad humana recordándole que tiene un parentesco fisiológico con las bestias”.
La historia testifica que en los seres humanos existe una tendencia a elevar su espíritu y a rechazar la carne, manifestando un tenue deseo de reforzar nuestro frágil sentido de la dignidad humana, pero también la incapacidad general de conciliar estos dos aspectos, aparentemente contradictorios, de nuestra naturaleza.
Pese a eso, en occidente, este deseo de elevar el espíritu a consta de la carne, ha provocado graves aberraciones sociales, y consecuentes daños a la misma dignidad humana en el nombre de la cual se estaba luchando. Por ejemplo, en la Europa de los siglos XV y XVI los heréticos eran frecuentemente quemados vivos, como si las llamas representaran el último, definitivo instrumento para punir la carne (siempre y cuando fuese de otro) y liberar el espíritu. También la abolición del teatro y de la danza, e inclusive de las fiestas natalicias, por parte de los Puritanos de Oliver Cromwell, son un ejemplo de la misma tendencia, que en la época victoriana asumía expresiones más suaves, como aquella de cubrir las "piernas" de los pianofortes con falditas... ¡para que su vista no fuera demasiado provocativa!
En nuestros días, sin embargo, estas tendencias se han invertido, abriendo el paso a una serie de valores puramente hedonísticos como el materialismo, el consumismo, una gran libertad sexual, que hoy denominamos: la cultura occidental. La libertad sexual es muy a menudo acompañada por cierta degradación sexual, tanto a nivel personal como social: en Gran Bretaña, por ejemplo, la pornografía y las obscenidades son ilegales, pero ni la sociedad ni la ley logran detenerlas.