EL GOHONZON. NUESTRO FIEL Y LIMPIO ESPEJO
“Yo Nichiren, he inscrito mi vida en tinta sumi; por lo tanto, crea en el Gojonzon con todo su corazón. La voluntad del Buda es el Sutra del Loto, pero el alma de Nichiren no es otra cosa que Nam Miojo Rengue Kio”.
Extractos tomados de “El mundo de los escritos de Nicheren Daishonin, dialogo sobre la Religión Humanística”, El Gojonzon N. 11.12 y 13.
El termino jonzon, es el termino japonés aplicado al objeto de veneración de cualquier credo religioso; Gojonzon, precedido del prefijo go a titulo honorífico, se refiere al mándala inscrito por Nicheren Daishonin. “Objeto de Devoción”, se aplica a algo que es respetado a venerado por su carácter fundamental o esencial. El Daishonin manifestó el Gojonzon como el objeto digno de supremo respeto que todas las personas deberían tomar como parámetro esencial de su vida.
Cuando oramos al Gojonzon, algo decisivo es comprender que es la expresión grafica de Nam Miojo Rengue Kio, que es la mismísima vida de Nichiren Daishonin. Como el mismo la señala en esta frase “Yo, Nichiren, he escrito mi vida… El alma de Nichiren no es otra cosa que Nam Miojo Rengue Kio”. El Daishonin manifestó la entidad nobilísima de su propio ser que es, también, la base primordial de la vida y el objeto de máximo respeto o devoción. Al mismo tiempo, reconoció que este estado de vida de profunda nobleza suprema existe asimismo en la vida de todas las personas, sin distinción.
El Daishonin inscribió su vida, invisible de la Ley Mística era de una manera grafica, para ayudar a todo el resto de la gente a revelar el Gojonzon que cada uno posee dentro de su propio ser de manera inherente. Lo dejo como una suerte de espejo lípido, para ser empleado en la práctica cotidiana con el objetivo de cultivar el estado de Budeidad.
Muchas religiones de la época actual, consciente o inconsciente, ven al objeto de veneración o devoción como algo externo, de tal forma que el ser supremo o realidad trascendental quedan fuera del ser humano. Sin embargo. En el siglo XXI, necesitamos establecer una enseñanza de humanismo cabal, que enseñe que la vida de todas las personas posee por igual el mismo estado noble y preciado. Por lo tanto, la visión del Budismo de Nichiren Daishonin, que plantea el objeto de veneración como algo inherente a la vida e interno a cada ser humano, es extremadamente importante.
Nunca tenemos que pensar que el Gojonzon esta fuera de nuestra vida, nos advierte. El Daishonin manifestó en su propio ser la fuerza vital del Buda del tiempo sin comienzo. Su enseñanza no tendría ningún valor si no percibiéramos la Ley Mística en nuestra propia existencia y si no pudiéramos desarrollar esta misma capacidad suprema en nosotros mismos.
Una de las verdades de la vida es que a cada ser humano esta dotado, fundamentalmente, del estado del Buda. Es una verdad difícil de aceptar y de comprender. Aunque uno logre entenderla en determinado momento, no bien se presenta la menor situación, enseguida esa certeza vuelve a ser puesta en duda. Y esto se debe a que, además de la Budeidad, poseemos también la ignorancia u oscuridad fundamental.
Para explicar la función del Gojonzon como un espejo fiel, de manera sencilla, podemos imaginar a una mujer que se maquilla mirándose a un espejo. Mientras sus ojos perciben la imagen reflejada, ella va aplicando los polvos y el lápiz labial correctamente sobre su propio rostro, para hacer aflorar y poner de relieve su belleza inherente. Pero si la mujer aplicara el maquillaje a la imagen del espejo, por mucho que insistiera en el retoque, su aspecto personal seguiría siendo el mismo de antes.
Es lo mismo cuando enfrentamos el límpido espejo del Gojonzon. Si solo sentimos que es grandioso el Gojonzon entronizado en el altar y nos limitamos a pedir favores o nos tornamos dependientes de el como objeto externo, por mucho tiempo que pasemos haciendo daimoku frente a el, no conseguiremos brillar, lo mismo vale decir, cuando algo malo sucede, nos quejamos como si fuese culpa del Gojonzon. Por el contrario, nuestra vida resplandece de buena fortuna y de beneficios cuando nos forjamos y nos desarrollamos de manera incansable, mientras enfrentamos la realidad de la existencia cotidiana con la convicción de que el mismo estado luminoso del Gojonzon existe en nosotros mismos.
Cuando luchamos por el Kosen-rufu, y realizamos a cada instante cien millones de eones de esfuerzo, a cada momento brota e irrumpe en nuestro ser el inmenso estado de la Budeidad. Y surgen en nuestra vida las tres propiedades iluminadas que siempre hemos poseído en forma primigenia: la sabiduría, el coraje y el profundo amor a la humanidad.
El Daishonin revelo el Gojonzon para enseñar a las personas esta fuerza vital sin límites. Con el Gojonzon como espejo inmaculado, deberíamos adquirir convicción en la existencia de esta clase de fuerza vital en nuestro interior, en nuestros seres cercanos y de hecho, en todas las personas. Creer en el Gojonzon es creer que todos los individuos están dotados de “la vida del Buda de la alegría ilimitada”, como potencial verdadero.
Extractos tomados de “El mundo de los escritos de Nicheren Daishonin, dialogo sobre la Religión Humanística”, El Gojonzon N. 11.12 y 13.
El termino jonzon, es el termino japonés aplicado al objeto de veneración de cualquier credo religioso; Gojonzon, precedido del prefijo go a titulo honorífico, se refiere al mándala inscrito por Nicheren Daishonin. “Objeto de Devoción”, se aplica a algo que es respetado a venerado por su carácter fundamental o esencial. El Daishonin manifestó el Gojonzon como el objeto digno de supremo respeto que todas las personas deberían tomar como parámetro esencial de su vida.
Cuando oramos al Gojonzon, algo decisivo es comprender que es la expresión grafica de Nam Miojo Rengue Kio, que es la mismísima vida de Nichiren Daishonin. Como el mismo la señala en esta frase “Yo, Nichiren, he escrito mi vida… El alma de Nichiren no es otra cosa que Nam Miojo Rengue Kio”. El Daishonin manifestó la entidad nobilísima de su propio ser que es, también, la base primordial de la vida y el objeto de máximo respeto o devoción. Al mismo tiempo, reconoció que este estado de vida de profunda nobleza suprema existe asimismo en la vida de todas las personas, sin distinción.
El Daishonin inscribió su vida, invisible de la Ley Mística era de una manera grafica, para ayudar a todo el resto de la gente a revelar el Gojonzon que cada uno posee dentro de su propio ser de manera inherente. Lo dejo como una suerte de espejo lípido, para ser empleado en la práctica cotidiana con el objetivo de cultivar el estado de Budeidad.
Muchas religiones de la época actual, consciente o inconsciente, ven al objeto de veneración o devoción como algo externo, de tal forma que el ser supremo o realidad trascendental quedan fuera del ser humano. Sin embargo. En el siglo XXI, necesitamos establecer una enseñanza de humanismo cabal, que enseñe que la vida de todas las personas posee por igual el mismo estado noble y preciado. Por lo tanto, la visión del Budismo de Nichiren Daishonin, que plantea el objeto de veneración como algo inherente a la vida e interno a cada ser humano, es extremadamente importante.
Nunca tenemos que pensar que el Gojonzon esta fuera de nuestra vida, nos advierte. El Daishonin manifestó en su propio ser la fuerza vital del Buda del tiempo sin comienzo. Su enseñanza no tendría ningún valor si no percibiéramos la Ley Mística en nuestra propia existencia y si no pudiéramos desarrollar esta misma capacidad suprema en nosotros mismos.
Una de las verdades de la vida es que a cada ser humano esta dotado, fundamentalmente, del estado del Buda. Es una verdad difícil de aceptar y de comprender. Aunque uno logre entenderla en determinado momento, no bien se presenta la menor situación, enseguida esa certeza vuelve a ser puesta en duda. Y esto se debe a que, además de la Budeidad, poseemos también la ignorancia u oscuridad fundamental.
Para explicar la función del Gojonzon como un espejo fiel, de manera sencilla, podemos imaginar a una mujer que se maquilla mirándose a un espejo. Mientras sus ojos perciben la imagen reflejada, ella va aplicando los polvos y el lápiz labial correctamente sobre su propio rostro, para hacer aflorar y poner de relieve su belleza inherente. Pero si la mujer aplicara el maquillaje a la imagen del espejo, por mucho que insistiera en el retoque, su aspecto personal seguiría siendo el mismo de antes.
Es lo mismo cuando enfrentamos el límpido espejo del Gojonzon. Si solo sentimos que es grandioso el Gojonzon entronizado en el altar y nos limitamos a pedir favores o nos tornamos dependientes de el como objeto externo, por mucho tiempo que pasemos haciendo daimoku frente a el, no conseguiremos brillar, lo mismo vale decir, cuando algo malo sucede, nos quejamos como si fuese culpa del Gojonzon. Por el contrario, nuestra vida resplandece de buena fortuna y de beneficios cuando nos forjamos y nos desarrollamos de manera incansable, mientras enfrentamos la realidad de la existencia cotidiana con la convicción de que el mismo estado luminoso del Gojonzon existe en nosotros mismos.
Cuando luchamos por el Kosen-rufu, y realizamos a cada instante cien millones de eones de esfuerzo, a cada momento brota e irrumpe en nuestro ser el inmenso estado de la Budeidad. Y surgen en nuestra vida las tres propiedades iluminadas que siempre hemos poseído en forma primigenia: la sabiduría, el coraje y el profundo amor a la humanidad.
El Daishonin revelo el Gojonzon para enseñar a las personas esta fuerza vital sin límites. Con el Gojonzon como espejo inmaculado, deberíamos adquirir convicción en la existencia de esta clase de fuerza vital en nuestro interior, en nuestros seres cercanos y de hecho, en todas las personas. Creer en el Gojonzon es creer que todos los individuos están dotados de “la vida del Buda de la alegría ilimitada”, como potencial verdadero.