Temas desarrollados: EL IDIOMA UNIVERSAL DE LOS BUDAS.
NUESTRAS ACCIONES DEBEN SER EL REFLEJO DE NUESTRAS CONVICCIONES. PRÁCTICA PARA
UNO, PRÁCTICA PARA LOS DEMÁS. FE Y RESULTADO.
EL IDIOMA UNIVERSAL DE LOS BUDAS
“Cada composición musical tiene un ritmo único. Las obras de
Beethoven reflejan su ritmo interior, que trasciende las barreras de nacionalidad,
idioma y cultura, y llega hasta las fibras más íntimas de quienes escuchan.
Nam-myoho-rengue-kyo es el sonido que crea la unión con la
ley del universo, el ritmo fundamental del cosmo. La vida responde a las
vibraciones de la voz que emite este sonido. Esa es la maravillosa propiedad del
daimoku.
Si Nam-myoho-rengue-kyo se tradujera a otros idiomas, su
ritmo sería diferente en cada uno. Por esto no puede ser traducido.”(1)
La vida, como el budismo, está marcada desde el origen por
el ritmo. Podemos empezar a sentir ese ritmo por el corazón, que mantiene ni
más ni menos a un cuerpo latiendo.
Hay muchas otras maneras para marcar los compases, tanto en
la vida como en la filosofía budista y una de ellas es por medio del estudio y
la lectura. Leyendo por ejemplo el Gosho, como orienta Daisaku Ikeda “con la
acción, la palabra y el pensamiento” estos tres acordes nos llevan indudablemente
a bombear el corazón de la práctica que es entre otras cosas revolucionar
nuestra vida, abrirnos paso en ella.
NUESTRAS ACCIONES DEBEN SER EL REFLEJO DE NUESTRAS
CONVICCIONES
“Cuando el cielo se
despeja la tierra se ilumina. Del mismo modo, cuando uno conoce el Sutra del
loto comprende el significado de todas las cuestiones mundanas “(Nichiren
Daishonin)(2).
La tierra responde con coherencia a lo que sucede en lo
alto, en el cielo. Puede que sea un día nublado, oscuro y melancólico, pero
cuando de pronto las nubes se abren y el cielo queda limpio, todo lo que nos
rodea se ilumina e irradia alegría y vida.
También los resultados en nuestra vida son coherentes con
nuestra postura y actitud cuando recitamos daimoku.
Cuando recitamos Nam-myoho-rengue-kyo nuestra vida responde
a las vibraciones de nuestra voz. Si entonamos de forma melancólica y triste,
sin convicción, nuestro pulso vital será triste y melancólico; por el
contrario, si lo hacemos de manera acelerada y con ansiedad eso es lo que
estaremos transmitiendo a nuestra vida.
No es que haya una forma establecida para hacer daimoku,
pero Nichiren nos da una pauta: el daimoku es como el rugido del león; entonces,
podemos deducir que debe ser enérgico, con convicción. Y, además, es el ritmo fundamental
del universo; por tanto, un ritmo sostenido, lleno de confianza.
En la medida en que nos esforcemos por mantener este ritmo
enérgico y sostenido en nuestra práctica cotidiana, se irá también
transformando el ritmo de nuestra vida.
NOTAS:
1) La Nueva Revolución Humana Vol 6
Capítulo 5 , Aguilas.
2) El
objeto de devoción para observar la vida. Los escritos de Nichiren Daishonin,
pag 397.
Y CUANDO HAY ARRITMIA ¿QUÉ PASA?
Si es el corazón el que deja su ritmo, éste se enferma, y si
se pierde el compás de la música se desafina la sinfónica del compositor. En el
caso de la inconstancia o arritmia en la práctica, se frena el avance personal.
Así entonces, ante ello conviene volver con decisión a alzar
el nuevo día, entrando a tono otra vez, con constancia en la entonación de
daimoku, y esfuerzo sostenido en el estudio, que no es mera repetición o rutina
diaria, sino la oportunidad de cada instante de volver a insistir en la
conquista de las metas y del disfrute de la alegría.
PRÁCTICA PARA UNO, PRÁCTICA PARA LOS DEMÁS
La práctica del budismo de Nichiren Daishonin se basa en dos
pilares, la práctica para uno, la recitación del daimoku, o sea recitar
Nam-myoho-rengue-kyo, y la práctica para los demás, que es la acción del
shakubuku. Esta palabra japonesa indica la práctica de refutar el apego a
enseñanzas erróneas para que las personas puedan recordar su misión en esta
vida, reconocer su propia Budeidad y la que es inherente a todas las personas y a cada forma de vida.
Shakubuku también significa “erradicar el mal en la propia
mente y hacer que surja el bien”. El “mal” en este caso indica la oscuridad o
ignorancia fundamental de la vida que no puede creer en la existencia de la Budeidad, o sea el
“bien”, la naturaleza iluminada inherente a todos los fenómenos de la vida. Es
a través de la fe, la práctica “para uno y para los demás“ y el estudio que las
personas podemos realizar la transformación interior necesaria para erradicar
la oscuridad y comprender por ello la verdad de la Budeidad inherente.
FE Y RESULTADO
“…La vida responde a las vibraciones de la voz que emite
este sonido (Nam-myohorengue-kyo)”. Esta aseveración requiere, en principio, la
dosis adecuada de fe.
Pero cuando, al final del día, nos damos cuenta de que la
soledad no existe porque la oración siempre está a nuestro alcance y reparamos,
al principio del día, en que la mejor forma de “ponerse las pilas” es fundirse
con el ritmo de la oración, la fe se fortalece y podemos sentir el resultado.
En el discurrir de nuestras vidas pocas veces aquello en lo
que depositamos nuestra fe se manifiesta de forma tan inmediata. Y si, además,
encontramos explicaciones que desprenden sabiduría, ya sea en el legado de textos
del que disponemos o en las palabras de quienes nos preceden en experiencia, lo
que conocemos como los tres pilares de nuestra práctica budista (fe, práctica y
estudio) se convierten en una plataforma muy sólida para que nuestra vida
siempre se pueda proyectar.
Fuente SGI España