El lugar donde la vida emerge y existe es llamado ambiente. Ambiente significa «entorno» y vida es lo que este ambiente rodea.
Para los seres humanos, el ambiente incluye nuestras familias, comunidades y lugares de trabajo, así como también la tierra sobre la cual
vivimos y toda vida en ella. La vida no puede existir separada de su ambiente, y a su vez, la vida afecta profundamente a su ambiente.
Mientras que la ciencia reconoce que la vida surge del ambiente y que es una extensión de ese ambiente, el budismo lo aclara más aún: el ambiente mismo esta «vivo» porque el universo en sí mismo está repleto del potencial de la vida.
La «inseparabilidad» a la que nos hemos estado refiriendo deriva de un término chino que literalmente significa «dos pero no dos». En un nivel, las personas y su entorno son entidades distintas y separadas.
Nichiren Daishonin nos enseña que: «El ambiente es como la sombra; nuestra vida, como el cuerpo. Sin el cuerpo, no puede haber sombra. Y sin vida, tampoco puede haber ambiente. De igual modo, la vida adquiere forma a través del ambiente» (“Sobre los presagios”, END, pág. 675).
Es importante comprender que esta no es una relación estática. La conexión entre nuestro entorno y nosotros es dinámica, viva. Nosotros estamos ejerciendo constantemente una influencia en nuestro entorno, a la vez que nuestro entorno nos influencia constantemente.
Nichiren explica que: «Si el corazón de las personas es impuro, su tierra también lo es, pero que si su corazón es puro, igualmente puro es el sitio en que viven. No existen, en sí mismas, una tierra pura y otra impura; la diferencia solo reside en el bien y el mal que hay en nuestro interior (“El logro de
Si examinamos el estado del medio ambiente global hoy en día, encontramos una larga lista de problemas causados por los humanos, algunos con consecuencias potencialmente peligrosas. Ellos incluyen el agotamiento de recursos naturales, la deforestación, la escasez de agua y la contaminación del aire, el aumento de los niveles del dióxido de carbono que resulta en un cambio de clima global, la extinción de especies a gran escala, la degradación de la capa de ozono, el aumento de las toxinas ambientales, la reducción de los niveles de oxigeno en los océanos, la contaminación radioactiva nuclear, y muchas más.
De acuerdo con el principio de la inseparabilidad de la vida y su entorno, un ambiente sucio y degradado refleja mentes y corazones impuros. A su vez, este ambiente sucio y degradado contamina los cuerpos, corazones y mentes de aquellos que lo habitan. La destrucción en progreso de la naturaleza, de acuerdo a esto, está conectada con la ignorancia o con la falta de apreciación de las personas de la verdadera naturaleza y valor de la vida.
En definitiva, abordar y corregir esos problemas requiere un cambio en el deseo o voluntad colectiva de la humanidad. Pero esto debe empezar con un cambio en la conciencia y en la determinación interna individual, aun con el de una sola persona que desarrolla el deseo y voluntad por el cambio y actuando valientemente para ello.
En nuestro estudio del budismo, a menudo usamos el término condición de vida para describir nuestro estado interno mental o emocional. Sin embargo, condición de vida, en realidad se refiere al cuadro entero de nuestras circunstancias internas y externas. No significa solo nuestra disposición mental, estado de ánimo, corazón y espíritu; también incluye nuestro entorno: el marco de la armonía de nuestra familia, ambiente
de trabajo, rol en la comunidad, prosperidad, etc.
Todas esas cosas caracterizan nuestra vida y su entorno.
Cuando nos observamos a nosotros mismos y a nuestro ambiente como uno solo en esencia, vemos el valor de cultivar y enriquecer nuestra humanidad interna, a la vez que nos ocupamos en mejorar nuestras circunstancias externas. Si atendemos exclusivamente lo interno o lo externo nos dejará dando vueltas en círculos.
El propósito del movimiento de
«Una gran revolución humana en un solo individuo ayudará a lograr un cambio en el destino de una nación y aun más, permitirá un cambio en el destino de toda la humanidad» (pág. VIII). Cuando cada uno de nosotros logre la confianza genuina en que la transformación de nuestra determinación interna, dará paso absolutamente a una transformación en nuestro ambiente, nos convertiremos en una causa para producir un cambio genuino.
La mejor expresión de haber comprendido este principio es nuestra determinación de mejorar siempre, a la vez que nos esmeramos positivamente por la felicidad y bienestar de otros.
Como budistas, nuestras oraciones poderosas y consistentes para producir cambios positivos en nosotros mismos y en nuestro ambiente, y para que otros logren hacer lo mismo, asegurará que nuestros esfuerzos produzcan excelentes frutos.
Fuente Departamento de Estudio de