EL CAMBIANTE KARMA. Por Daisaku Ikeda.
En 1984 se publicó un
artículo periodístico en EE.UU. acerca de la conmovedora historia de una pareja
de ancianos de Connecticut que finalmente habían llegado a la conclusión de que
a su hija de 42 años, quien había sobrevivido por décadas por medio de un
respirador artificial, debía permitírsele finalmente morir. Cuando contaba con
tan sólo 17 años de edad, había contraído una enfermedad incurable denominada
"esclerosis cerebro-espinal múltiple" y, desde entonces, había
quedado postrada en cama.
Alrededor de tres meses antes de que sus
padres tomaran la triste decisión, ella había caído en coma profundo, y un
grupo de expertos médicos había diagnosticado que ya nunca se recuperaría de
él.
Sus padres fueron entonces a los tribunales
a solicitar que se le otorgara a su hija el "derecho a morir", y les
fue así dada la autorización de desconectar el respirador que a ella le
permitía sobrevivir de manera artificial. Actuando así, ellos sintieron que le
habían permitido a su propia hija -a quien habían cuidado por un cuarto de
siglo- morir con dignidad.
¡Que inenarrable pena y agonía deben haber
experimentado estos padres al tomar tan tremenda decisión! Cuando leí esta
historia, me sentí mudo testigo del sufrimiento kármico de toda la humanidad:
algo que la medicina no puede curar ni la ley disfrazar. En términos budistas,
el mal incurable de la hija podría clasificarse como una "enfermedad
resultante del karma acumulado en existencias previas".
"Karma" significa acción; también
es el término genérico con que se designan los efectos que resultan de nuestras
acciones: los actos que llevamos a cabo, las palabras que pronunciamos y los
pensamientos que generamos. Cada una de estas acciones físicas, verbales y mentales
producen un efecto latente en nuestras vidas: cada una es una causa que puede
producir un efecto u otro en una fecha posterior. De esta manera, el concepto
de karma encierra tanto el efecto como la causa de la variedad de cosas que
pensamos, hablamos y actuamos en nuestras vidas cotidianas -tanto las buenas
como las malas, superficiales o profundas, livianas o pesadas.
El budismo considera que el karma posee
diversos aspectos y, consecuentemente, lo divide en una cantidad de categorías,
de las cuales las principales podrían ser el karma positivo, el karma negativo,
el karma presente, el karma pasado, el karma mutable, el karma inmutable, el
karma a manifestarse en la vida presente, el karma a manifestarse en la próxima
existencia y el karma a manifestarse en una existencia del futuro remoto.
Analicemos brevemente estas diferentes
categorías de karma:
El término
"karma positivo" o "buen karma" alude a las acciones que se
llevan a cabo como producto de nuestras buenas intenciones, bondad y compasión.
Por el contrario, cuando hablamos de "karma negativo" o "mal
karma" nos referimos a las acciones provenientes de los deseos mundanos
tales como la avaricia, la ira o la estupidez.
La obra denominada "Tesoro
de análisis de la Ley "
así como también otros tratados de la tradición budista dividen el mal karma en
diez actos malos: las tres malas acciones de matar, robar y tener relaciones
sexuales ilícitas; las cuatro malas acciones verbales de mentir, adular,
difamar e hipocresía; y las tres malas acciones mentales de avaricia, ira y
estupidez (o el albergar visiones erróneas). El "karma presente" es
aquél que uno ha realizado y cuyos efectos aparecerán a lo largo de nuestra
vida presente. El "karma pasado" es el karma formado en existencias
previas. El "karma inmutable" es el que produce un resultado fijo,
mientras que el "karma mutable" carece de un resultado absolutamente
fijo, y cuyo efecto no necesariamente aparece en un momento determinable.
Más aún, el karma formado en esta vida
puede, a su vez, ser clasificado en tres clases según el período en que se
manifieste su retribución kármica. El "karma a ser manifestado en la vida
presente" es, obviamente, aquél que emergerá durante nuestro presente
período vital. Análogamente sucede con el "karma a ser manifestado en la
próxima existencia" y con el "karma a manifestarse en una existencia
futura".
Como ya hemos
destacado, el budismo considera todas nuestras acciones en términos de la
relación "causa y efecto". Por ejemplo, algunas personas estudian con
ahínco y, como consecuencia de ello, aprueban sus exámenes exitosamente. Otras
personas llevan a cabo acciones que benefician a la comunidad y, como
resultado, reciben medallas y condecoraciones. Por el contrario, existen
personas que se solazan en una manera descuidada de vivir y, de esta manera,
arruinan su salud. En todos estos ejemplos dados, podemos apreciar cómo
funciona la ley causal, y podríamos calificar también a estos ejemplos como
"karma presente", es decir karma relativamente liviano y superficial.
Por el contrario, es casi imposible que
nosotros seres humanos percibamos aquellas causas kármicas que se hallan
grabadas en las profundidades de nuestra vida, en nuestra conciencia alaya. No
obstante, el budismo -partiendo de la base de que la vida continua existiendo
eternamente a lo largo del pasado, presente y futuro- enfatiza la severidad de
la ley de causalidad que gobierna las causas y efectos kármicos que se
encuentran almacenados en las profundidades de la vida.
No existirán problemas si el karma que uno
forma es bueno o, más aún, si el karma de uno es leve o superficial. Pero
muchos karmas son tan pesados y se encuentran tan profundamente arraigados en
las profundidades de la vida (conciencia alaya) que uno no puede alterarlo tan
fácilmente. Por ejemplo, supongamos que alguien deliberadamente hace a otra
persona extremadamente infeliz o hasta provoca su muerte. El culpable podrá
rebuscárselas para escaparse de su castigo o, por el contrario, arrepentido,
puede ser arrestado y enfrentar su deuda con la ley. En cualquier caso, la
persona ha formado mal karma. Este karma negativo sin falta conducirá, según la
severa ley de causalidad, a un sufrimiento kármico de extrema miseria que está
más allá de nuestro poder de erradicarlo.
Hemos afirmado varias veces que el budismo
enseña que la vida continúa existiendo eternamente a lo largo del pasado,
presente y futuro. Esto es importante a lo largo de tener en cuenta la
existencia del mal karma acumulado en vidas anteriores. El karma pasado reside
dentro de nuestra conciencia alaya y, cuando es activado por alguno de los
innumerables estímulos de nuestra vida cotidiana, cobra forma y substancia e
influencia nuestra vida estrictamente según su impulso básico.
Las escrituras budistas explican que la Ley de Causalidad trabaja en
la vida de los seres humanos desde innumerables puntos de vista. Por ejemplo,
el "Sutra de la
Contemplación del suelo de la Mente " afirma:
"Si
quiere comprender las causas del pasado, contemple los resultados que éstas
manifestaron en el presente. Y si desea saber qué resultados serán manifestados
en el futuro, observe las causas que existen en el presente".
De modo parecido, el Parinirvana Sutra
afirma:
"Hombres
de fe devota: ya que ustedes han cometido incontables faltas y acumulado un
pesado karma negativo en el pasado, deberán esperar la retribución que
corresponde a todo lo hecho. Quizás tengan que ser difamados, maldecidos con un
aspecto desagradable, pobremente vestidos y alimentados; tal vez busquen riquezas
en vano, nazcan en una familia indigente o herética, o sean perseguidos por su
soberano".
A la luz de la doctrina de la causalidad
kármica, la visión de que la felicidad o infelicidad de una persona es
provocada ya sea por otras personas o por el medio ambiente es superficial.
Algunas personas creen que nuestros destinos individuales son predeterminados
por un ser superior, pero esta concepción niega la libertad del individuo. El
budismo, por el contrario, enseña que la causa fundamental de la propia
felicidad o infelicidad no yace más que dentro de uno mismo.
Y si budismo enseña que el karma acumulado
en vidas pasadas modela nuestro presente, esto podría llevarnos a hacernos una
pregunta fundamental: ¿Es inútil esforzarse, entonces, por mejorarnos a
nosotros mismos? Afortunadamente, la respuesta es "no" ya que
nuestras acciones presentes modelarán nuestro futuro. El concepto de karma no
tiene nada que ver con el concepto occidental de determinismo. Por el
contrario, el budismo enuncia la
Ley que nos posibilita percibir el significado de nuestro
propio karma individual y, utilizando los sufrimientos y angustias derivados
del mal karma a manera de salvavidas, logramos transformarnos no sólo a
nosotros mismos sino también a la sociedad y el mundo como un todo.
Hablando en términos generales, los
animales no son creativos, pero los seres humanos sí lo somos: ésta es una de
las diferencias fundamentales entre el reino animal y la humanidad. Entonces,
el hecho de que hayamos nacido como seres humanos indica que poseemos el
potencial para alterar el curso de nuestras vidas, no importa cuán restringidos
estemos por causa de nuestro mal karma, siempre que lo reemplacemos con buen
karma: esta es la esencia de la libertad humana.
El budismo afirma que el sufrimiento humano
-que el mero esfuerzo del individuo no puede eliminar de la existencia- en el
fondo proviene de causas kármicas que, en sí mismas, son el resultado de los
deseos mundanos. Pero el budismo, además expresa claramente cómo la vida de una
persona se encuentra dotada con un "yo" puro y poderoso capaz de
canalizar los deseos para que trabajen a favor del bien y la felicidad de uno
mismo. Este principio constituye una de las numerosas enseñanzas derivadas del
Sutra del Loto, pero es sólo en las enseñanzas de Nichiren Daishonin que se
revela esta doctrina desde un punto de vista práctico. De este modo,
practicando el budismo del Daishonin somos capaces de llevar a cabo principios
budistas tales como "deseos mundanos son iluminación" y "la oscuridad
fundamental es iluminación fundamental" y, de esta manera, cambiar nuestro
karma para nuestro bien.
Traducido
por Eduardo Ciancaglini de "Unlocking the mysteries of birth and death:
Buddhism in the contemporary world", MacDonald & Co., Londres, págs. 32 a 38.