CAUSA Y EFECTO. Visión occidental y lo que el budismo enseña. SGI-UK
A medida que desarrollamos nuestras vidas, diariamente, a cada
momento, hacemos causas en lo que pensamos, decimos y hacemos.
El budismo enseña la
existencia de una ley de causa y efecto que explica que cuando hacemos una
causa, el efecto previsto de esa causa queda almacenado profundamente en
nuestras vidas, y cuando se presentan las circunstancias correctas entonces
experimentamos el efecto.
Este concepto de causa y efecto yace en el corazón del budismo, y
los caracteres de 'renge' en Nam-myoho-renge-kyo significan la simultaneidad de
la causa interna y el efecto interno.
Esto significa que, a través de nuestra oración hemos hecho la
causa de nuestra budeidad, y el efecto de ésta existe al mismo tiempo con esa
causa. Al orar (Nam-miojo-renge-kio) estamos haciendo que nuestra budeidad
aparezca de forma directa.
Renge significa literalmente "flor de loto ', que es una
hermosa planta que flota en la superficie del agua y su belleza se alimenta a
través de sus raíces en el barro. Ésta es una metáfora para nuestras vidas. Al
cantar Nam-myoho-renge-kyo usamos el “barro” en nuestras vidas para permitirnos
revelar nuestro más alto estado de vida.
Pero la flor de loto es
significativa debido a una segunda razón. Es una planta que da flores y
semillas al mismo tiempo. Ella ilustra a la perfección el funcionamiento
profundo de la vida donde el efecto es simultáneo con la causa.
Un ejemplo de la forma en la que el budismo considera la causa y
efecto podría ser el de una persona joven que va a casa para pasar un fin de
semana con sus padres. Antes de que finalice el fin de semana se enganchan en
una agria discusión y el joven parte.
En la sociedad occidental tendemos a ver la agria discusión como
la causa y al joven que parte como el efecto. Pero el budismo centra la
atención en la causa interna y el efecto. Por lo tanto, puede ser que la causa
interna resulte ser que el joven no respeta a sus padres en un nivel bastante
profundo y tal vez sin darse cuenta. El efecto que es simultáneo con esta causa
es el estado de infierno, y éste es el que está disparando la discusión. Este
ejemplo también podría ser al revés, con los padres faltando el respeto. La
persona que canta Nam-myoho-renge-kyo puede cambiar la causa interna y el
efecto reemplazando sus sentimientos internos por respeto.
A través de la simultaneidad de causa y efecto podemos hacer que
nuestra budeidad aparezca. Para tener una comprensión más clara de lo que
Nam-myoho-renge-kyo es que tenemos que considerar las nueve conciencias. Las
nueve conciencias pueden considerarse como diferentes capas de consciencia que
están en constante funcionamiento conjunto para crear nuestras vidas. Y a
medida que avancemos a través de las explicaciones de estas conciencias, la
importancia del principio de la simultaneidad de causa y efecto deberá hacerse
evidente.
LAS NUEVE CONCIENCIAS
Las primeras cinco
consciencias `'son nuestros sentidos básicos de vista, oído, tacto, olfato y
gusto, que usamos para tomar la información desde fuera de nosotros mismos para
poder entender lo que está pasando en el mundo.
Imaginen el momento del nacimiento. El bebé, en ese momento es
consciente del sonido, olfato, tacto, gusto y vista. Al igual que el bebé nos
apegamos al mundo a tal punto que, para muchos, el mundo en toda su complejidad
continúa atrapando nuestra atención y seguimos ignorando el funcionamiento de
las 'capas' más profundas de la consciencia.
Con el tiempo el bebé crece y aprende que lo que está viendo es,
por ejemplo “azul” o lo que está sintiendo está “caliente”. Ésta es la sexta conciencia o la
mente, como estamos acostumbrados a pensar en ella, que funciona para
permitirnos darle sentido a lo que no llega a través de nuestros sentidos. Fudamentalmente
es a través de la interacción de estas primeras seis consciencias que llevamos
a cabo nuestras actividades diarias.
La séptima conciencia se
dirige hacia nuestro mundo interior, espiritual. Es en la séptima consciencia
en la que se almacena el acondicionamiento que experimentamos a medida que
crecemos.
Es a través de esta conciencia que tenemos nuestro sentido de
quienes somos, de nuestro género, de nuestra identidad, y así sucesivamente. El
apego a un yo distinto y separado de los demás tiene su base en esta
consciencia como así también nuestro sentido del bien y del mal. En occidente
podemos ver como muchos recurren a terapias y asesoramiento como una respuesta
al deseo de liberarse de algunos de los condicionamientos que han tenido lugar
en su vida y que se almacenaron en la séptima consciencia.
La cultura occidental en
realidad sólo comprende las primeras 7 consciencias.
El concepto de una octava consciencia donde se almacenan
todas nuestras causas internas y los efectos internos (nuestro karma) por lo
general no se utiliza en la vida cotidiana. ¡Y el concepto de que una novena
consciencia es el funcionamiento básico de la vida misma en todo el universo no
es definitivamente parte de nuestra cultura! La novena conciencia en el budismo
es Nam-myoho-renge-kyo, o la ley de la vida.
1. Contacto
2. Sabor
3. Vista
4. Audición
5. Olfato
6. Mente Consciente
7. Subconsciente/Limitado, Ser Egoísta
8. Karma
Las consciencias octava y
novena están operando al nivel de la interconexión fundamental de toda la vida.
Si nuestros ojos pudieran ver nuestro karma y la novena consciencia, veríamos
toda la vida profundamente interconectada.
La percepción creada en la séptima consciencia de un yo fijo y
aislado es por lo tanto falsa.
Esta es una de las ilusiones profundamente arraigadas sobre la
naturaleza del yo. El estrecho ego de la séptima consciencia se resiste a la
expansión de la vida. Una vida humana que esté “tocando” la octava consciencia
está resquebrajando la cáscara del limitado ego y abriéndose a su yo superior.
La séptima conciencia es
también el asiento del miedo a la muerte. Encerrado en la séptima consciencia el
estrecho ego supone que perecerá y dejará de existir al morir. Una vida así es
incapaz de ver que la octava consciencia es un flujo permanente de energía de
vida que emigrara entre existencias de vida.
La ilusión de que la séptima consciencia de nuestro verdadero yo,
es ignorancia fundamental, un alejamiento de la interconexión de todos los
seres. Es este sentido de uno mismo como algo separado que da lugar a la
discriminación, a la arrogancia destructiva, y a la adquisición de bienes
materiales y riquezas que superan ampliamente lo que cualquier ser un humano
pueda necesitar.
La octava conciencia es un
vasto almacén de todas las causas y efectos que afectan la forma como el mundo
nos llega. Es donde acumulamos nuestro karma, tanto positivo como negativo. Es
responsable de como nos vemos, de nuestras circunstancias, de nuestras
reacciones, de nuestra buena o mala fortuna, de nuestro trabajo, de nuestras
relaciones, de nuestra salud, de hecho, de todos los aspectos de la vida. A
medida que hacemos causas sea en pensamiento, palabra o acciones, almacenamos
en este nivel de consciencia los efectos internos.
Debido a que la causa interna y el efecto existen profundamente
en nuestro interior, en un nivel de vida que se interconecta con toda la vida,
eventualmente las causas externas y los efectos aparecen en respuesta a los
karma en la octava consciencia. Es la existencia de la octava consciencia que
explica las grandes diferencias que existen entre decir “gemelos idénticos” en
sus experiencias de vida. Es la que explica cómo le suceden las cosas a un niño
pequeño que parece no tener causas en esta existencia. Esta es la octava consciencia o karma la que se
desplaza entre existencias. Es nuestro karma de vidas anteriores con el que
nacemos y que a su vez hace que el mundo nos llegue en base a nuestras causas
internas en todos los aspectos de la vida.
Si la vida fuera sólo estas ocho consciencias las cosas serían
fatalistas y sombrías. Una causa crearía su efecto que condicionaría todas las
causas futuras y sus efectos y así sucesivamente, lo que nos dejaría atrapados
en un camino particular con tendencias particulares. No podemos tener acceso a
esta octava consciencia kármica con nuestras mentes, que son demasiado
superficiales. La fuerza de voluntad y el esfuerzo por sí solos no nos
permitirá cambiar estas tendencias kármicas profundamente arraigadas.
LA NOVENA CONSCIENCIA.
El budismo enseña que hay una novena conciencia que Nichiren
Daishonin identificó como la naturaleza de Buda, o Nam-myoho-renge-kyo.
Es la base de todas las funciones de la vida y es conocida como
la consciencia “amala” o “fundamentalmente pura”, compartida en el nivel más
profundo con toda la vida. A
medida que invocamos Nam-myoho-renge-kyo, la fuerza vital proviene de la novena
consciencia, purificando las causas y efectos internos que yacen en la octava,
y mejorando la forma en que nuestras consciencias sexta y séptima funcionan.
Comenzamos a crear nuevas causas en la octava consciencia, lo que no se basa en
las tendencias que hemos desarrollado después de hacer muchas causas
diferentes, sino en el estado de vida de Buda, y por lo tanto, llenos de
coraje, compasión y sabiduría. Otro beneficio de este proceso es que empezamos
a ver nuestras vidas con los ojos del Buda, que nos permite ver nuestro karma
bajo su verdadera luz. Como lo vemos, no es más fácil desafiarlo y cambiarlo.
Para usar una analogía, la aparición del mundo de la iluminación
es como la salida del sol. Cuando el sol sale en el este, las estrellas que
habían brillado tan claramente en el cielo nocturno inmediatamente se
desvanecen en una aparente inexistencia.
Si desaparecieran, sería ir en contra del principio de
causalidad. Pero al igual que la luz de las estrellas y la luna parece
desvanecerse cuando sale el sol, cuando sacamos nuestro estado de budeidad en
nuestras vidas, dejamos de sufrir efectos negativos por cada hecho negativo
individual del pasado. En otras palabras, esto no niega ni contradice la
causalidad general. La causalidad general permanece como una premisa subyacente
el budismo. Sin embargo, es absorbida por lo que podría denominarse una
"causalidad mayor”.
Esta causalidad mayor es la causalidad de alcanzar la Budeidad.
Es la causalidad del Sutra del Loto y de la Ley Mística.
Entonces, orar o cantar Nam-myoho-renge-kyo nos libera de nuestro
karma negativo o infeliz, y nos permite hacer causas y crear vidas de acuerdo
con nuestros más grandes sueños para nosotros y para la sociedad en que
vivimos.
Las mejores causas que podemos hacer son aquellas que contribuyen
al Kosen-rufu, ayudando a las personas para que establezcan
Nam-myoho-renge-kyo en sus propias vidas, lo que les permitirá revelar su
propia naturaleza de Buda.
TRADUCCION TENTATIVA