EL PERFECCIONAMIENTO DEL PEREGRINO: DESDE ADENTRO HACIA AFUERA. SGI España.
“A
mitad de la jornada del viaje de nuestra vida, me encontré en un bosque oscuro,
había perdido el rumbo correcto.”
Dante.
A la mayoría de nosotros les encantaría visitar algún lugar
exótico. A pesar de las largas colas en los aeropuertos y las advertencias
hechas por el Estado, seguimos añorando la posibilidad de
contemplar las ruinas de Machu Picchu o soñamos con una playa en Tahití. Por
supuesto que, cuando nos ausentamos de casa, queremos descansar y divertirnos.
El descanso no parece ser el único elemento motivador de nuestra pasión por los
viajes.
Una vez que dejamos atrás nuestras responsabilidades cotidianas y
despertamos una mañana miles de millas lejos de casa, algunas veces sucede que
entramos en contacto con una parte de nosotros que ha sido olvidada debido a
los muchos años de rutina diaria.
Por ello, cuando volvemos a casa, de una u otra forma nos
sentimos reanimados y satisfechos, a pesar de los cambios de horas y los pies
hinchados. Un viaje feliz, por lo tanto, tiene el mismo efecto que una buena
obra de arte.
De forma similar a la lectura de Don Quijote o el escuchar la Oda
de la Alegría, un viaje auténticamente gratificante es aquél que nos ayuda a
descubrir algo más acerca de nosotros mismos.
Por el contrario, un viaje mediocre, aún cuando pueda estar lleno
de diversiones frívolas, carece del júbilo que resulta del descubrimiento de
uno mismo y de la auto-renovación.
Esto puede ser consecuencia de la actitud del viajero, más que de la diferencia
en la distancia o el destino, es decir, él que está en busca de nuevos
conocimientos y el turista que espera que se le entretenga.
Somos desconocidos para nosotros mismos Nuestros deseos de viajar
a tierras lejanas, como nuestras experiencias pueden dar fe, se encuentran
profundamente
ligados al anhelo de reunirnos con algo importante o que
pudiéramos denominar sagrado y de lo cual nos sentimos alienados o separados.
Nuestra pasión por los viajes, en este sentido, podría decirse
que representa una experiencia casi religiosa. Esta podría ser una de las
razones primordiales de la popular unión entre los viajes y la fe, es decir,
las llamadas peregrinaciones.
En la mayoría de las principales religiones del mundo, sus
creyentes a través de los siglos han hecho viajes a sus lugares sagrados, como
actos de devoción religiosa: por ejemplo, cristianos y judíos a Jerusalem;
musulmanes a La Meca; Hindues a Benares; budistas a Bodh Gaya, etc.
Adicionalmente, incontables santuarios y templos en el mundo
entero son visitados por sus devotos cada año. El apego que sienten las
personas por estos lugares sagrados es tan poderoso, y algunos casos mal
orientado, a tal grado que se ha derramado mucha sangre en la demarcación y
redemarcación de sus fronteras.
La etimología de las
palabras religión y peregrinación sugiere la motivación esencial que nos lleva
a efectuar estos viajes de fe, de la misma forma en que el idioma se estructura
y moldea, a partir de las vidas de las personas que lo utilizan.
La palabra religión guarda relación con el verbo en latin
religare, que quiere decir, “atar nuevamente”, o “unir” y la palabra
peregrinación al verbo latino peregrinari, que quiere decir “viajar fuera del
propio lugar” o “ser un forastero”. El origen etimológico de estas palabras
parece sugerir que nos sentimos extraños en el mundo en que vivimos. Por lo
tanto, dejamos nuestros hogares y viajamos a otros lugares en busca de algo de
lo cual hemos sido excluidos.
Nuestro impulso religioso
fundamental, en otras palabras, se deriva de nuestro sentimiento de soledad y
alienación o separación. Como escribe un historiador, “El anhelo de ser
peregrino está profundamente enraizado en la naturaleza humana” (1).
Nos vemos como forasteros que deambulan por tierras extrañas, en
busca de la unión con algo preciado que hemos perdido. Las personas hacen
grandes esfuerzos, de diversas formas para sobreponerse a este sentimiento de
separación, y que sin embargo, no lo logran. Algunos buscan solaz en sus
supuestos salvadores en el paraíso, en tanto que otros lo hacen en el amor en
la tierra.
El Sutra del Loto, sin embargo, identifica aquello de lo cual
estamos separados o alienados, como nuestra naturaleza innata de Buda. Enseña
que nuestra añoranza no es de un dios que habita sobre nosotros, ni del amante
perfecto que nos elude constantemente.
Luego de muchos años y quizás existencias de engañoso menoscabo
de nosotros mismos, (en otras palabras, “calumnia a la Ley”), nos hemos convertidos
en extraños hacia nosotros, hacia nuestro yo verdadero, o en otras palabras, la
naturaleza universal de Buda dentro de nuestras vidas.
Una forma fundamental de sobreponernos a nuestro sentimiento de
separación es, por lo tanto, vernos como lo que realmente somos y accesar el
aspecto esencial de nuestras vidas. El Sutra del Loto en forma metafórica ilustra
este punto mediante la parábola de la “joya en la túnica”.
El Sutra del Loto transforma los conceptos del peregrinaje y de
la adoración.
En el Capítulo “Profecía de la iluminación de quinientos
discípulos”, los discípulos del Buda reflexionando sobre su ignorancia previa
acerca la “sabiduría comprehensiva”, cuentan la siguiente parábola:
“Honrado por el Mundo, era como el caso de un hombre quien fue a
la casa de un amigo cercano, y habiendo bebido mucho vino se acostó y se quedó
dormido.
En ese momento el amigo tenía que partir en viaje oficial de
negocios. Tomó una joya de incalculable valor, la cosió en el forro de la túnica,
dejándosela al partir. El hombre se encontraba borracho y no se enteró de ello.
Cuando se levantó, emprendió viaje a otros países. A fin de
procurarse alimentos y ropa tuvo que hacer grandes esfuerzos y atravesar por
grandes dificultades empleando toda su energía y diligencia y conformarse con
lo poco que podía agenciarse.
Luego, el amigo se lo encuentra por casualidad. El amigo le dice,
‘¡Que absurdo, viejo compañero! ¿Por qué has tenido que hacer todo esto para
conseguir alimento y ropa? En el pasado quise asegurarme de que nada te
faltaría y que pudieses vivir cómodamente y satisfacer los cinco deseos.
De tal forma que en tal día, mes y año, tomé una joya de
incalculable valor y la cosí a tu túnica. Aún debe estar allí. Pero tú no lo
sabías, te inquietaste y te desgastaste tratando de ganarte la vida. ¡Que
tontería! Ahora debes tomar la joya y cambiarla por bienes. Entonces podrás
tener todo lo que deseas en todo tiempo y nunca experimentar pobreza o
necesidad”. (El Sutra del Loto, Págs. 150-151).
En la parábola el buen
amigo representa al Buda y la joya de incalculable valor cosida en el forro de
la túnica del hombre pobre, nuestra naturaleza innata de Buda escondida en las
profundidades de nuestras vidas.
El hombre pobre
simboliza al “peregrino” que hay en cada uno de nosotros que vagamos por la
vida en busca de felicidad verdadera. Su tragedia es que a pesar de todos sus
“esfuerzos y diligencia” que despliega no encuentra nada excepto “grandes
dificultades” sin jamás lograr sentirse verdaderamente satisfecho. Su problema
es su ignorancia: él busca la fuente de la felicidad en el lugar equivocado,
fuera de si mismo.
Al igual que el hombre pobre, a menudo buscamos en vano nuestro
valor en el status, las posesiones materiales o la aprobación de los demás, ya
sean estos padres, compañeros con quienes compartimos nuestra vida, o supuestos
santos o salvadores.
El último lugar donde recurrimos es dentro de nuestra vida, ya
que nos juzgamos a nosotros mismos por las maltrechas vestimentas de los
reveses temporales de la
vida y nos engañamos con la creencia de que no hay nada
intrínsicamente valioso dentro de ella.
Con respecto a esta parábola, Nichiren Daishonin explica que el
vino que el hombre
pobre toma es su “oscuridad fundamental” y su estado embriagado
es su “incredulidad” de su propio estado de Budeidad (Gosho Zenshu, Pág. 735).
También comenta, “Ahora
que Nichiren y sus seguidores invocan Nam-Myoho-renge-kyo, despiertan del vino
de la oscuridad fundamental” (Gosho Zenshu, Pág. 735).
Aquí Nichiren declara que al dedicarnos a invocar
Nam-Myoho-renge-kyo con fe en nuestra budeidad innata, comenzamos a
experimentar el poder de la joya inestimable dentro de nosotros y a vivir
nuestra vida como Budas, como personas de fortaleza y valor genuino, capaces de
construir su propia felicidad y a la vez animar a otros a hacer lo mismo.
Como el Daishonin sugiere, la “sabiduría comprehensiva” del Sutra
del Loto nos permite ver dentro de nosotros. La joya inestimable de la budeidad
puede hallarse y cultivarse mediante la fe en nuestro estado de Buda y la
práctica de la invocación de Nam-myoho-renge-kyo.
Por medio de la parábola de la joya en la túnica, el Sutra del
Loto acentúa la futilidad de buscar la fuente de nuestra felicidad fuera de nosotros.
Es importante notar, que la compilación del Sutra del Loto es fruto del movimiento
Budista Mahayana, el cual evolucionó de la práctica popular de visitar los santuarios
conmemorativos llamados “stupa” y de adorar las reliquias del Buda
supuestamente entronizadas allí.
Sin embargo, el Sutra
transciende las limitaciones de su origen histórico. Por medio de la
descripción de la magnífica torre del tesoro, la cual desafía cualquier
concepto terrenal, como
metáfora de nuestra budeidad innata, el Sutra del Loto dirige nuestra mirada
desde una “stupa” en el exterior, hacia la torre del tesoro dentro de nuestras
vidas.
También al igual que en las historias tales como la joya en el
manto, el Sutra pone de manifiesto la importancia del auto despertar, en vez de
la salvación desde afuera. Por consiguiente, el Sutra del Loto, marca una
transformación copernicana en lo que respecta al concepto del peregrinaje y de
la reverencia dirigida hacia
afuera, mediante el cambio que conlleva el mirar afuera y lo
redirige hacia adentro de nuestra vida.
De hecho, el Sutra del Loto rebate el apego de las personas a los
sitios sagrados y a los lugares especiales de culto. De esta forma, el Sutra
hace que sus practicantes verdaderos pronostiquen su futuro: “Una y otra vez
seremos desterrados a un lugar alejado de los santuarios y los templos” (El
Sutra del Loto, Pág. 195).
A pesar del exilio y
la persecución, estos devotos del Sutra prometen propagar las enseñanzas a lo largo
y a lo ancho. Su conexión con el Budismo no está adscrita a un lugar en particular,
ni depende de su relación con el Buda en forma de sentimentalismo ligado a su presencia
física y en defecto a sus reliquias.
A diferencia, lo que une a estos seguidores con su maestro y sus
enseñanzas es su determinación de practicar y propagar el Budismo con el mismo
espíritu del maestro.
Tal como ellos lo proclaman: “Si en los poblados y ciudades, hay
quienes buscan la Ley, iremos donde ellos se encuentren y predicaremos la Ley encomendada
a nosotros por el Buda. Seremos los mensajeros del Honorado por el Mundo, enfrentándonos a la asamblea sin temor...proclamamos
esta promesa. El Buda debe conocer lo que albergan nuestros corazones” (El Sutra del
Loto, Pág. 195).
El Sutra del Loto
esclarece que el Budismo vive, no en “los santuarios y los templos”, sino en
las “promesas” de los practicantes de propagar la sabiduría Budista del
auto-descubrimiento y la renovación a toda la población que habita en “los poblados y las
ciudades”.
Nuestro “peregrinaje”
es una búsqueda interna de la Budeidad. Nuestras dudas y temores son los que se
interponen en nuestra búsqueda de la gema inapreciable de la Budeidad dentro de
nosotros. Dudamos de nuestra budeidad porque estamos acostumbrados a menospreciarnos.
La cultura de la
competencia y el consumo, nos enseña a pensar menos de nosotros mismos si no
poseemos más que otros, cualesquiera que sean los bienes que nos
dicen debemos poseer, con
frecuencia es dinero, estatus y apariencia. Le tememos y nos alejamos de
nuestra budeidad porque es más fácil seguir siendo víctimas del destino,
culpando a todo excepto a si mismos, que convertirse en el arquitecto de su
suerte, quien debe auto reflexionar y llevar adelante el desafió de revelar su
potencial máximo.
No obstante, los Budas no existen fuera de estos engaños
ilusorios. Por el contrario, los Budas se elevan por encima de sus dudas
profundas y el temor de su propia budeidad a través de la auto-reflexión
valiente y fe perseverante en su identidad esencial. La realización de la
budeidad, en este sentido, es el proceso de sobreponernos a nuestras dudas y
temores, buscando conocernos a nosotros mismos.
Por consiguiente, en el transcurso de nuestra práctica Budista
debemos percibir claramente y guardarnos de todo aquello que nos distrae del viaje
interno con destino a encontrar la joya inapreciable de la budeidad.
En “El Progreso del Peregrino”, que sigue siendo una de las
escrituras cristianas más influyentes, John Bunyan (1628-88) describe, empleando
el estilo la alegoría de un sueño, el peregrinaje de un hombre común llamado “Christian”
de la Ciudad de la Destrucción a la Ciudad Celestial. El peregrinaje espiritual
de Christian “desde este mundo hacia aquél que vendrá”, como dice el
subtítulo del libro, puede entenderse como la respuesta Protestante a la
institución medieval del peregrinaje, que fue promovida por la Iglesia, y que eventualmente,
degeneró debido a los abusos que se dieron de las reliquias y las indulgencias.
En realidad, los
peregrinajes fueron impuestos por la Inquisición como penitencias por crímenes religiosos y
seculares y se convirtió en parte de las sanciones de orden, tanto penal como
civil.(2)
Bunyan probablemente quiso corregir esta coerción y corrupción
del peregrinaje, mediante su énfasis en el peregrinaje como el acto
representativo del progreso espiritual del creyente y no como un viaje terrenal para recibir
absolución por los pecados o para adorar reliquias.
Como dice un poema irlandés del siglo octavo: “ Ir a Roma
significa un gran trabajo y poca ganancia; el rey que buscas sólo lo encontrarás
allá si lo llevas dentro de ti mismo”.
Con profundo sentimiento de afecto y nostalgia, algunas veces nos
referimos a esas familias inglesas que fundaron la colonia de Plymouth en 1620,
como “Padres Peregrinos”. Así como los colonizadores originales se sintieron peregrinos
y extranjeros en el Nuevo Mundo, hoy por hoy, muchos americanos aún se sienten
así, quizás no en lo que respecta al ambiente que les rodea en lo externo, sino
en su fuero interno, donde experimentan soledad y enajenación.
El Sutra del Loto y el Budismo de Nichiren, en este caso, puede
ofrecer dirección y orientación al descarrío espiritual de América. Un
“peregrinaje” Budista genuino, si tal palabra existiese en nuestro vocabulario,
no es desde nuestros hogares a un lugar sagrado lejano ni “de este mundo al que
viene”.
Con nuestra fe y práctica
Budista constante, avanzamos en medio de la duda y el temor hacia la fuente
interior de la felicidad verdadera en el aquí y en el ahora y hacia el diario
logro de nuestro destino, la auto-realización. El nuestro es un nuevo tipo de
peregrinaje, uno que reorienta nuestras divagaciones externas hacia el descubrimiento de la vida
interior.
PUNTOS CLAVES:
(1) Lo que se pierde en proximidad se gana en perspectiva: La
búsqueda de la salvación fuera de uno mismo, no tiene cabida en el Budismo de
Nichiren. Lo que verdaderamente importa es la fe en nuestra naturaleza
inherente de buda. Mucho más que lo perdido en relación a la proximidad al
Dai-Gohonzon, lo ganamos en lo referente a perspectiva de nuestra fe. La
proximidad o posesión del Dai-Gohonzon, es al final de cuentas carente de
significación, sin la perspectiva correcta de la fe. Como dice Nichiren
Daishonin, “Aún el abrazar el Sutra del Loto, sería inútil sin la herencia de
la fe”.
(2) Venciendo nuestra duda y temor a la budeidad: Dudamos de
nuestra budeidad inherente debido a nuestra ignorancia y tendencias detractoras.
Le tememos al Buda dentro de nosotros y buscamos el buda imaginario fuera, de
esta forma podemos continuar siendo las víctimas de las circunstancias y evitar
la responsabilidad de llevar a cabo nuestro potencial supremo. La auto
reflexión honesta y constancia en la fe nos ayudará a romper este tipo de dudas
y temores y a descubrir la gema de la budeidad dentro de nosotros mismos.
REFLEXIONES
A fin de mantenernos dentro de la senda directa hacia la
felicidad, debemos percibir
con claridad y cuidarnos de cualquier cosa que nos distraiga de
nuestra jornada interna en busca de la gema preciosa de la budeidad.
Después de muchos años de menospreciarnos, nos hemos convertido
en extraños hacia nosotros mismos, extraños respecto de nuestro yo verdadero,
es decir, la naturaleza universal de buda dentro de nosotros mismos.
Nichiren Daishonin enseña que podemos descubrir la invaluable
joya de la budeidad que existe dentro de todos nosotros invocando
Nam-myoho-rengekyo, siempre que tengamos fe en este gran potencial.
Buscar la inapreciable joya de la budeidad fuera de nosotros es
similar a embriagarse con “el vino de la oscuridad fundamental”, dice Nichiren
Daishonin.
En el Progreso del Peregrino, John Bunyan hace énfasis en el
concepto de la peregrinación como indicativo del progreso espiritual del
creyente, no como un viaje terrenal para lograr la remisión de los pecados o
venerar reliquias.
ALIMENTO PARA EL
PENSAMIENTO
Si el logro de la iluminación es el constante proceso de
sobreponernos a la duda y el temor de nuestra budeidad, quiere decir entonces,
que el reconocer estos obstáculos por lo que ellos son, es en si andar la mitad
del camino hacia el auto control. ¿De qué manera experimenta usted la duda y el
miedo de la budeidad? ¿Y de qué manera reta estos sentimientos, la duda y el
miedo?
En la parábola de la gema en la túnica, el hombre pobre en forma
afortunada vuelve a reunirse con su buen amigo después de muchos años de
vagabundear. ¿Pero qué sucedería si se encuentra con alguien que en apariencia
simula ser un buen amigo, sin embargo, en la práctica lo aleja de su búsqueda
de la felicidad apartándole así de su propia budeidad? ¿Cómo podemos en la fe
distinguir un impostor de un buen amigo?
NOTA
La imagen de cabecera pertenece a un Stupa o centro ceremonial en
Sanchi, India construido alrededor del siglo I, A.C., cuando se dice que
fue compilado el Sutra del Loto.
Los Stupas conteniendo supuestas reliquias del Buda, se convirtieron
en lugares sagrados populares y centros de peregrinaciones y en importantes
fuentes de ingreso del clero.
El Sutra del Loto pronostica que sus practicantes serán
expulsados una y otra vez de tales stupas por la autoridad religiosa corrupta.