“Las reuniones de diálogo están a la
anguardia de la época”.
Por Daisaku Ikeda, escrito como Shin'ichi
Yamamoto en la Nueva Revolución Humana.
La semana pasada apareció un articulo
en el WASHINGTON POST referido a la oposición de un grupo de acción vecinal
contra la construcción de un Centro Comunitario de la SGI-USA en Embassy Row, un
área prominente de Washington, D.C., EE.UU.
John Magnus vocero del grupo alegó
que él no se oponía, a que un grupo budista se mudara al vecindario. Después de
todo, el área de Embassy Row ya albergaba la Catedral Nacional,
sumada a un número de otras casas de cultos.
Lo que si discutía era el reclamo de la SGI de que su Centro
Comunitario era en realidad una “casa de culto”. La [SGI] dice que 100% de sus
actividades están enfocadas a promover la paz, la cultura y la educación, dijo
Magnus.
"Personalmente
pienso que es fabuloso. Todos mis vecinos piensan que es fabuloso. No es sólo
para adoración".
Cuando leí por primera vez la
historia pensé que se trataba de un caso sencillo de discriminación. De haber sido una Iglesia
Metodista que se hubiese querido construir en el mismo lugar, los vecinos
posiblemente hubieran renegado acerca del incremento en el flujo de tránsito,
pero no hubieran soñado con desafiar su estado de buena fe como organización
religiosa.
Entonces recordé
un intercambio que ocurrió en algún momento a fines de 1960 entre el Presidente
de la Soka Gakkai
Internacional, Daisaku Ikeda y una mujer cuya madre se oponía a la práctica
budista de ella.
"¿Piensa
que su madre hubiera objetado que usted se uniera a un grupo religioso que no
fuera la Soka Gakkai?"
Le preguntó a la mujer.
"De haber
sido una de las escuelas budistas establecidas como Tierra Pura o Zen, no creo
que le hubiese importado”, fue su respuesta.
"No
sorprende que su anciana madre tenga reservas respecto de su práctica”, admitió
el Presidente Ikeda. "Después de
todo, el budismo de Nichiren es una filosofía que está a la vanguardia de la época,
abriéndose camino hacia el futuro”.
Retrospectivamente,
pienso que esto es a lo que Magnus respondía. Un nuevo paradigma religioso
siempre se ve poco familiar. Magnus podría haber enfrentado más dureza al
congregar una oposición a un templo Zen, con su arquitectura abiertamente
religiosa y sus sacerdotes de cabezas rapadas, o a un templo budista tibetano
con monjes en túnicas marrones entrando y saliendo por sus puertas.
La SGI no
tiene código de vestimenta, ni sacerdotes ni monjes, ni estilo arquitectónico
identificable. Ha preservado la sustancia de la vida religiosa, y permite que
la apariencia de la religión desaparezca.
¿Qué perdura
cuando se prescinde de la formalidad y convención de la adoración religiosa? Creo
que la respuesta es realmente muy simple: un interés por los valores humanos básicos,
los valores esenciales de la vida que son comunes a cualquiera y todas las tradiciones religiosas.
Quizás por esta
razón, para la persona promedio ya no parecen religiosas. No hay nada acerca de
esos valores que los marque como exclusivamente judíos o cristianos, musulmanes
o budistas. Ellos simplemente reflejan lo que en el fondo cada ser humano
quiere y necesita. Lo que una persona común e instruida pudiera pensar que la adoración
religiosa sea algo más que reunirse para compartir tales intereses humanos básicos,
para discutir como se los encara mejor en la vida diaria, y para ofrecerse
entre sí aliento a fin de en realidad alcanzarlos, probablemente diga más
acerca de los límites de la educación moderna de lo que dice acerca de la Soka Gakkai.
Resumiendo, no
hay nada de malo con la forma de adoración de la Soka Gakkai. El
problema yace en la división entre la religión y la vida que existe en las
mentes de la gente más moderna.
Era el deseo
de sanar esa división lo que motivó al primer Presidente de la Soka Gakkai, Tsunesaburo
Makiguchi a establecer la tradición de mantener zadankais, o reuniones de diálogos
mensuales.
Alguna vez
cuando se le preguntó si no era mejor hacer conferencias formales en vez de
mantener un formato de diálogo, el Presidente Makiguchi contestó: "No, no lo es. El diálogo es la única forma
de comunicarse con los otros acerca de los problemas de la vida. En una
conferencia los oyentes inevitablemente no se sienten involucrados".
Creo que la
respuesta del Presidente Makiguchi señala fundamentalmente la diferencia entre
el paradigma de las viejas religiones respecto del de las nuevas.
En lo fundamental
hay poca diferencia entre una conferencia y un sermón.
El formato
del sermón que privilegia la autoridad del orador se ajusta bien a mantener la
conformidad en los contextos religiosos (en otras palabras, es efectivo en
privilegiar la visión religiosa del orador por sobre la vida de su audiencia),
pero rara vez es motivador.
En contraste,
en una reunión de diálogo cada voz es escuchada. Tales reuniones son
igualitarias en espíritu, democráticas en práctica y decididamente reafirmantes
de la vida en su visión de cómo la practica budista podría contribuir a la
felicidad del individuo, y, al hacerlo, proveer del fundamento para una
sociedad feliz.
Escribe
Daisaku Ikeda: “La religión existe para
resonar vibrantemente dentro de cada persona”. “Aún si uno discute la felicidad de todos los seres humanos, si se habla
aparte de la felicidad de un solo ser humano, es meramente teoría”.
Como yo lo
veo, la diferencia primordial entre la Soka
Gakkai y la mayoría de las otras formas contemporáneas de
adoración religiosa yace aquí, en su tradición de dirigirse abiertamente a los desafíos
hacia la felicidad encontrados por el individuo común.
Esta
diferencia es tan fundamental que algunas veces percibo que los miembros de la
Soka Gakkai que comprenden la tradición del
zadankai, desde adentro hacia afuera, no aprecian completamente sus
implicaciones para el mundo en general. Ya que lo que esta tradición realmente
ofrece no es sólo un nuevo paradigma de adoración para el Budismo, sino para la
religión en general, y todo por una muy simple razón: porque hace que la
religión sea responsable ante la vida más que la vida ante la religión.
Una
periodista religiosa se puso en contactó conmigo a principios de este mes para
pedirme si podía proveerle de una lista de personas que hubieren sido
inspirados por su practica budista para cambiar sus vidas de alguna forma
positiva.
Quería específicamente
entrevistar a "practicantes que estuvieran motivados para hacer un cambio
significativo en un área especifica de su vida como resultado de su practica".
Como ejemplo me dijo de alguna persona que hubiese tomado una decisión con
coraje o trascendental, alguien que hubiese triunfado sobre su adicción, o quizás
alguien que hubiese comenzado un trabajo social o alguna otra profesión basada
en contribuir al bienestar de los otros.
Para el propósito
de su artículo definió la práctica budista como meditación y por lo tanto
estaba primordialmente interesada en hablar con practicantes del Zen, del
budismo tibetano o Vipassana (meditación al estilo Theravada).
En mi
respuesta a su carta, aplaudí la idea del artículo que ella quería escribir,
pero le sugerí que era improbable que consiguiera las clases de respuestas que
estaba buscando de los meditadores norteamericanos.
Le expliqué
que la razón era que su enfoque respecto de la práctica religiosa, si bien
puede parecerle más moderna a la visión occidental que, por ejemplo, el
Catolicismo,
en realidad no lo era. Estaba basada en modelos antiguos de prácticas
monásticas, que la religión que privilegia la vida. Como resultado era
improbable que aquellas tradiciones ofrecieran a sus adherentes formas prácticas
para confrontar los obstáculos y desafíos que tendían a aparecer en sus vidas
de individuos comunes, ni estaban organizadas sus comunidades para ofrecer el
apoyo moral y la inspiración necesarias para sustentar las clases de esfuerzos
prolongados que se requieren para el cambio real y duradero a nivel personal.
El foco de su
esfuerzo no estaba en ser proactivos acerca de los temas de la vida y los
problemas sino en “ser religioso” aunque de una forma meditativa. Si ella le pedía
a los meditadores que dieran historias de cómo llegaron a éste o aquél
despertar espiritual, cómo resolvían un cierto koan (1) o manejaban una visualización
compleja, seguramente ellos estaban obligados a hacerlo.
Pregúnteles cómo
su meditación los sacó de un mal trabajo y lo llevó a uno bueno, o cómo les ayudó
a encontrar la pareja de vida correcta, y probablemente no tendrán respuesta.
De hecho ése había
sido el caso. La periodista en cuestión confesó que hasta ahora había recibido
pocas historias de la clase que estaba buscando. Si bien para los meditadores
con quienes ella habló podrían bajar su presión arterial o nivel de estrés, o
mejor su sistema inmunológico o sus poderes de concentración, no había en la
mayoría de los casos línea directa de influencia entre su práctica y la
superación de desafíos personales y obstáculos para crecer.
Había poco
sentido de control práctico o de aplicación en la vida, poco sentido en que
dedicándose de todo corazón a su práctica budista les había conducido a
resultados positivos específicos en sus vidas. Esta era la razón por la que
ella se había puesto en contacto conmigo en busca de consejo.
Al final le
dije que estaba en lo cierto al desafiar a los budistas norteamericanos para
que mostrasen pruebas reales de los beneficios de la práctica de meditación. No
obstante, en tanto esperaba a que ellos hicieran eso, no había razón alguna por
la cual ella no podía concurrir a una reunión de diálogo de la SGI en su vecindad.
La practica
de orar o cantar, junto con el estudio mensual y las reuniones de diálogo, proveían
de inspiración y apoyo justo, para la clase de cambios positivos en su vida de
los que ella hablaba. "Vaya
virtualmente a todas las reuniones de diálogo en el área de Boston",
le sugerí, "y escuchará al menos una
o dos historias de transformación personal".
Una semana más
tarde ella volvió a escribirme. A partir de la sugerencia del lider de la SGI-USA con quien la había
puesto en contacto, se contactó con una mujer, una reconocida consultora de
mercadeo, quien tenía una historia profundamente inspiradora para relatar. Resultó
ser que ella ya había entrevistado a la misma mujer anteriormente, por un articulo
totalmente diferente, y le había caído bien inmediatamente.
Se sorprendió
al enterarse que también era un miembro de la SGI de larga data. Le dije a mi amiga periodista
que basado en mi experiencia de estudiar la SGI y sus miembros, no me sorprendía este hecho
para nada. "Estoy seguro que la mujer que usted
entrevistara concurrió a muchas reuniones de diálogo, escuchó cantidad de
historias inspiradoras, y, por lo tanto, estaba alentada para perseverar ante
sus dificultades y para superarlas", le dije. "Hoy el resultado es una persona cuya vida
usted encuentra alentadora e inspiradora. Pero se debe a que ayer ella fue a
reuniones de diálogo de la SGI
y aprendió como usar la practica religiosa para crear felicidad en su vida".
Si
bien conforme a las normas modernas pareciera extremadamente simple y obvio que
la religión debe servir a la vida, y no la vida a la religión, creo que es, no obstante, una
idea completamente revolucionaria. Y la reunión de diálogo es, tal como los
Presidentes Makiguchi, Toda, e Ikeda han señalado, el lugar donde se lleva a
cabo esa "revolución humana".
Para usar una
expresión norteamericana, es "donde se pone a prueba”. Es donde se ensaya
la religión, donde se busca la prueba real, y donde se manifiesta a través de
las historias personales de los miembros al superar obstáculos hacia la
felicidad. Al compartir tales experiencias se construye la fe, la fe construye
vidas, y colectivamente aquellas vidas pueden cambiar la sociedad.
Tal como el
Presidente Ikeda ha escrito: "Una gran revolución humana en la vida de una
persona puede cambiar el destino de la humanidad y del planeta".
NOTA
Un kōan (公案; Japonés: kōan, del Chino: gōng'àn) es,
en la tradición zen, un problema que el maestro plantea al novicio para
comprobar sus progresos.
TRADUCCION
TENTATIVA