JOSEI TODA Y LA DECLARACION DE LA ABOLICION DE LAS ARMAS NUCLEARES. LAS GARRAS OCULTAS. Por Clark Strand.
En 1946, al año siguiente
de la primera vez que se usaron las armas nucleares, Albert Einstein declaró:
"El poder desatado del átomo cambio todo, salvo nuestro modo de
pensar...."
Tristemente, más de 60 años después esté sigue siendo el caso. El
descubrimiento de la energía nuclear representó un giro radical en el paradigma
que hasta entonces había gobernado la teoría y práctica científicas, pero no
hubo un cambio social o a nivel espiritual en correspondencia con ello para
preparar a la humanidad para la impresionante responsabilidad que vino asociada
con el poder destructivo sin precedentes. De esta forma un abismo amplio se
abrió ante nosotros, entonces como ahora, que parece imposible de achicar.
Afortunadamente, lo que parece imposible a nivel de la sociedad
(es decir, un cambio espiritual global para mantener la paz con el cambio
científico rápido), es sin embargo posible a nivel del individuo, y por lo
tanto tenemos razones para tener esperanza.
Como el Presidente de la SGI Sr. Daisaku Ikeda ha escrito:
"Un gran revolución humana en solo individuo, permitirá alcanzar un cambio
en el destino de una nación, y, aún más, puede permitir un cambio en el destino
de toda la humanidad".
Al examinar el registro
histórico de la Soka Gakkai, creo que esta "revolución humana en la vida
de un único individuo" es precisamente lo que evidenciamos el 8 de
septiembre de 1957, cuando el Presidente Josei Toda hizo su famosa
"Declaración Llamando a una Abolición de las Armas Nucleares".
Tan corto como es el texto de la Declaración, esta suena tan
sobrecogedora hoy como lo fuera hace 50 años atrás. Un cambio en el paradigma
es siempre sobrecogedor. Al principio no podemos estar seguros que lo hemos
escuchado correctamente, precisamente porque reemplazar el viejo modelo es
difícil de asimilar. Al comienzo carecemos de los nuevos recursos espirituales
e intelectuales para adoptarlo. Por cierto, podemos estar tentados a rechazar
tal paradigma porque no encaja dentro del modelo al que estamos acostumbrados.
Un día, frente a 50.000 miembros de la división de jóvenes de la
Soka Gakkai, Toda expreso lo que esperaba que sus oyentes consideraran como su
"principal instrucción para el futuro". Dado que èl ya estaba
enfermo, y por cierto moriría siete meses después, sus palabras deben haber
tenido el poder de un último deseo y testamento. En la famosa fotografía de esa
ocasión, se ve claramente que su vitalidad físicas está disminuyendo
gradualmente. Esto en sí mismo debe haber agregado un cierto poder y urgencia a
la sustancia de lo que dijo.
Estaba transmitiendo la enseñanza a la que él había dedicado su
vida, y lo hizo con las palabras más inflexibles:
"Aunque un movimiento haciendo un llamado para la
prohibición del ensayo de armas atómicas o nucleares se está elevando en el
mundo, es mi deseo llegar más lejos, y atacar el problema de raíz. Quiero exponer y arrancar las
garras que yacen ocultas en la propia profundidad de dichas armas. Deseo
declarar que cualquiera que se aventure a usar armas nucleares, independiente
de su nacionalidad o de si su país es victorioso o derrotado, debe ser
sentenciado a muerte sin excepción”.
Cuando consideramos el hecho de que aun su sucesor y más cercano discípulo
Daisaku Ikeda tuvo que luchar para comprender el significado de las palabras de
Toda, es claro que no eran facilmente comprensibles para cualquiera. Por un
lado, el Budismo no apoya la idea de la pena de muerte. Y por otro lado, el
mismo Toda había hablado contra ello, reivindicando que la propia idea era
"absolutamente vana".
La "Declaración" de Toda fue uno de aquellas ocasiones
en las que un gran maestro budista, contrariándose a sí mismo, señala una
verdad que yace más allá del encuadre de nuestra común forma de pensar. En el
caso de Toda, lo que èl señalaba era una forma de vivir en la sociedad humana
totalmente nueva, una que probaría ser necesaria si íbamos a sobrevivir en una época
global.
Esa nueva forma de vivir
estaba basada en una concientización de la dignidad fundamental de la vida
humana. Pero para alcanzar ese percepción uno debía primero verse a si mismo
fundamentalmente como humano en vez de meramente como perteneciente a una nación,
una religión o una tribu.
A comienzos de su misión en la vida, cuando Josei Toda
manifestara su filosofía creadora de valor con las simples palabras de "El
Buda es la vida en sì misma", no quiso decir que la vida del Buda era la
vida de una persona viviendo en Japón. Aunque su misión en el comienzo estaba
dirigida hacia al pueblo empobrecido y oprimido del Japón de la posguerra, en ultima
instancia nunca estuvo restringido a los intereses puramente nacionalistas.
Era simplemente el lugar correcto donde empezar, con su propio país
devastado y su propio pueblo sufriente. Pero desde el comienzo su visión religiosa había roto el
modo tribal.
Aún en sus últimas luchas
con diversos adversarios, con la jerarquía de la Nichiren Shoshu y con el
propio gobierno japonés, estaba consciente que la verdadera naturaleza de su
lucha era con "las garras del mal" ocultas en las profundidades del
propios corazón humano.
Este era su único adversario en la vida, y en verdad, el único
adversario de la propia humanidad.
Cuando hizo un llamado por
la pena de muerte de cualquiera que se aventurara a usar armas de destrucción
masiva, estaba haciendo un llamado para toda la humanidad para unirse en la
resistencia ante la única fuerza que podìa posiblemente alguna vez destruirlos,
la raiz de los tres venenos: avaricias, ira e ignorancia.
Estas eran "las
garras ocultas" en las profundidades del corazón humano que necesitaban
ser erradicadas.
Al hacer su declaración contra las armas nucleares, Toda estaba
haciendo un llamado para que la humanidad se uniera, cruzando las fronteras
tradicionales de tribu y país, de vencedor y vencido, oponiéndose a una fuerza
que era en verdad el enemigo de todos.
Fue la primera vez en la historia de la humanidad que la forma y
contorno de ese enemigo se hizo totalmente evidente. Hasta entonces, los seres
humanos siempre habían estado satisfechos de guerrear entre ellos, satisfechos
con la noción tribal tradicional de "enemigo como otro".
Ahora, por primera vez, enfrentaban al enemigo con el poder de
destruirlos todos. Al principio les debe haber parecido a los oyentes de Toda
que estaba hablando acerca de los científicos o políticos que autorizaron el
uso de tales armas, o los soldados que las habían utilizado, pero pronto se
dieron cuenta de que el verdadero enemigo al que Toda se estaba refiriendo como
"un mal encarnado, un demonio, un monstruo", era mucho más vasto y más
poderoso que eso. Asalten el palacio o el presidio y podrán encontrarse con sus
secuaces, pero el propio demonio solo podía encontrarse buscando en los rincones
más profundos de la psiquis humana.
Fue la primera vez en la historia de la humanidad que el demonio podía
ser identificado como algo separado de la pura proyección de
"enemigo-como-otro" contra el que los seres humanos estaban acostumbrados
a pelear.
Este enemigo era mucho más peligroso que cualquier otra nación,
territorio o tribu. Tenía el poder de destruir a todas las naciones, todos los
territorios y todas las tribus, y con certeza haría casi exactamente eso dada
la libertad para ejercer su influencia sobre la humanidad.
En retrospectiva, el nuevo paradigma legado por Josei Toda, a su
sucesor, Daisaku Ikeda, y al resto de la juventud Soka Gakkai fue más que un
antídoto para el mismo problema de la proliferación nuclear. En verdad, Toda ofrecía
la solución a todo tipo de otros problemas globales, desde el terrorismo hasta
el expansionismo económico del cambio climático global.
Porque ninguno de estos
problemas podría resolverse a menos que los hombres y mujeres de todo el mundo
se empoderaran a través de un proceso de revolución humana. Sólo un paradigma
que ampliara su visión más allá de los límites tradicionales que separan a los
seres humanos y la definición de sus intereses fuera de uno al otro podría
resolver los problemas que existen en una escala verdaderamente global.
El advenimiento de las armas nucleares trajo consigo la necesidad
de una nueva forma de pensar, en que por primera vez en la historia, los seres
humanos se volvieron capaces de destruir toda la vida humana. Igualmente hoy,
el problema del cambio climático global no puede ser resuelto por
nacionalidades o grupos de intereses especiales actuando solos.
Los problemas globales
requieren soluciones globales. Y las soluciones globales requieren una
conciencia global, y la disposición de toda la humanidad para trabajar juntos
como uno solo.
Sin embargo, como con todos los cambios radicales en la
conciencia, tiene que empezar en alguna parte. En el Budismo lo ubico a partir
del 8 de septiembre de 1957.
NOTA: CLARK STRAND es disertador sobre la practica espiritual contemporánea. Editor de Tricycle: La Revista Budista (Tricycle:
The Buddhist Review), voz influyente en Norteamérica y en el exterior sobre el Budismo
en Occidente.