EL BUDISMO Y LA SALUD. CURANDO LOS MALES DEL CUERPO Y EL ESPÍRITU.
Temas desarrollados: CURANDO LOS MALES DEL CUERPO Y EL ESPÍRITU.DE LAS HIERBAS A LA ARMONÍA. LA MISIÓN DEL BODHISATTVA. TRASCENDIENDO
LA BARBARIE.
La medicina moderna ha generado maravillas para la humanidad a lo
largo del siglo pasado.
Muchos de los antiguos azotes, como la polio y la viruela entre
ellos, han sido erradicados en gran medida, o por lo menos ya no son temidos.
El promedio de vida continúa alargándose en todo el mundo, aún cuando a un
ritmo más lento en los países en vías de desarrollo. El siglo venidero promete
maravillas aún mayores, gracias a los incesantes avances y las nuevas
tecnologías.
Sin embargo, la ciencia médica también tiene su cuota de
dificultades. Como lo observaba la cubierta de la revista TIME del 24 de
octubre de 1996: “La medicina occidental, en el mejor de los casos, está en
crisis (batallando contra agudas infecciones, reparando las heridas de la
guerra, reemplazando un riñón o un corazón deteriorado. Pero, de lo que adolece
cada vez más la sociedad del mundo, es de enfermedades crónicas, tales como la
presión alta, dolores de espalda... y agudas enfermedades que se hacen
crónicas, como el cáncer y el SIDA. En la mayor parte de estas, el estrés y el estilo
de vida juegan una parte”.
En resumen, la medicina
moderna, con su enfoque predominante en la fisiología humana, lamentablemente
no está preparada para combatir y curar un grupo de debilitantes desórdenes que
son provocados o agravados por factores mentales, emocionales y espirituales.
Este punto de vista de la salud general no es nuevo ni único. El
preámbulo de la carta de la Organización Mundial de la Salud dice: “La salud es
un estado de bienestar físico, mental y social, y no simplemente la ausencia de
enfermedades”
La comprensión budista de la buena salud es similar con su
énfasis en la interacción balanceada entre la mente y el cuerpo, así como entre
la vida y su medio ambiente.
Las enfermedades tienden a surgir cuando este delicado equilibrio
se trastorna, y la teoría y práctica budistas buscan restaurar y fortalecer
este balance. En el tratamiento de la enfermedad, sin embargo, el Budismo no
rechaza, en modo alguno, la medicina moderna y la potente colección de
herramientas de diagnóstico y terapia que están a disposición.
Ella manifiesta, que este conjunto de herramientas puede tener un
uso más efectivo en el combate a la enfermedad cuando está basado en una
comprensión más profunda de los procesos internos y subjetivos de la vida y se
ve reforzado por ésta.
En la esencia de la aproximación budista a la salud y la curación
está su énfasis en el poder espiritual y un absoluto sentido de propósito o
misión en la vida, basados en la acción misericordiosa por los demás.
Si bien la eficacia terapéutica de estos atributos todavía no son
ampliamente reconocidos por la profesión médica, el Budismo afirma que estos
hacen posible que una persona no sólo genere valor incluso frente a la más
severa adversidad, incluyendo la enfermedad, sino que, además, forje con ellos
una oportunidad para el crecimiento personal.
El filósofo suizo Karl Hilti (1833 – 1909) describió mejor este
proceso cuando escribió, “Así como el flujo de un río rotura la tierra y nutre
los campos, las enfermedades sirven para nutrir nuestros propios corazones. Una
persona que entiende correctamente su enfermedad y persevera a través de ella
logrará una mayor profundidad, poder y grandeza en la vida”. El Budismo
sostiene que la genuina buena salud se encuentra, en realidad, dentro de este
proceso de autorrealización.
DE LAS HIERBAS A LA ARMONÍA
Desde el surgimiento de las especies humanas, la salud y la
enfermedad han sido importantes preocupaciones. A lo largo del tiempo, la gente
aprendió que algunos males podían ser tratados con hierbas y minerales
encontrados en la naturaleza; otros, sin embargo, se resistieron a las curas
simples y asignaban usualmente las causas a poderes sobrenaturales.
Hipócrates de Cos (460 – 337 a .C.), más conocido hoy por el juramento
hipocrático que realizan los estudiantes de medicina del mundo entero. Creía
que el bienestar físico era el resultado de la interacción armoniosa de una
variedad de factores. De manera similar, él estaba sumamente consciente de los
poderes curativos innatos del cuerpo.
Alrededor de la misma época de Hipócrates, Shakyamuni, el
fundador del Budismo, también estaba proponiendo ideas notablemente similares
sobre la salud y la curación.
Como príncipe de un pequeño reino de la India, se decía que
tradicionalmente el propio Shakyamuni había estudiado medicina, de manera que
había adquirido conocimientos acerca de las técnicas médicas practicadas en su
época. Esas raíces pueden haberle ayudado a consolidar los vínculos que unen la
espiritualidad budista con la curación. Los textos budistas, por ejemplo,
comparan los sufrimientos y las ilusiones de las personas con la enfermedad, a
Shakyamuni con un gran médico, y a sus enseñanzas con la buena medicina.
La visión de Shakyamuni de las artes curativas era eminentemente
práctica. Dada la dificultad de mantener las condiciones sanitarias en su
tiempo, por ejemplo, él prefería dietas no invasoras y la terapia de ungüentos
a la cirugía, aunque la permitía si no había alternativa. Otros ejemplos de
esta aproximación pragmática incluyen la insistencia en la higiene apropiada y
el reconocimiento del valor del ejercicio físico.
No obstante, lo más
importante es que Shakyamuni nunca recurrió a lo que podría ser considerado
como la “fe curadora”, no instruyó jamás a un enfermo a realizar rituales
mágicos de ningún tipo. Más bien, él ofrecía a la gente una instrucción racional y
pragmática para tratar sus heridas y enfermedades, basado en su profundo
discernimiento de la naturaleza de la vida. Entre los principios claves que
enseñó están la unidad del cuerpo y la mente, el valor de la misericordia
altruista y el incremento de la sabiduría y las energías vitales naturales
inherentes a la vida.
LA MISIÓN DEL BODHISATTVA
Mientras la medicina moderna tiende a tratar la parte curadora
del cuerpo aisladamente del resto, tratándola sólo como la parte de una máquina
que funciona mal, la
comprensión budista de la salud ve la enfermedad como un reflejo del sistema
somático total, o de la vida misma, y busca curarla a través de una
reorientación fundamental en el estilo de vida y el concepto de la vida de una
persona.
Existen varias razones por las que el Budismo adopta esta
aproximación. Un factor
importante, como se señaló antes, es la inseparabilidad del aspecto físico de
la vida y el emocional, mental y espiritual, siendo el estrés el ejemplo
negativo de este principio más comúnmente encontrado. La condición
óptima de la salud, en consecuencia, se logra cuando la mente y el cuerpo están
funcionando bien e interactuando juntos como una unidad. Hacer emerger la
inagotable fuente de energía que existe en el interior de todas las personas es
uno de los propósitos principales de la práctica budista.
La visión budista, sin
embargo, sostiene que la fuerza vital se robustece aún más con las cualidades
de la esperanza, el coraje y un firme sentido de misión en la vida. Éste último es
especialmente crucial. Así como un atleta olímpico siempre se siente impulsado
a realizar mejores actuaciones debido a las metas cada vez más exigentes que se
impone, mientras más elevada sea la misión de toda la vida, más expansivo será
el estado de vida del que se pueda disfrutar.
La más atesorada de todas las misiones, afirma el Budismo, es la
del bodhisattva, o una vida de misericordia altruista dedicada al bienestar y
la felicidad de todas las personas. Una persona que esté profundamente
comprometida con esa misión, es capaz de crear valores enriquecedores que
afirman la vida en cualquier dificultad que se encuentre y puede utilizar todos
los problemas como un impulso par a un mayor desarrollo.
Para una persona que posee ese inconmovible poder interior, la
salud física deja de ser el factor único y determinante para la felicidad
personal. Por ello, el desafío de superar la enfermedad en sí se convierte en
una importante práctica de bodhisattva porque alienta e inspira esperanza en
los demás y, haciéndolo, ayuda a aliviar su sufrimiento. Incluso la muerte, que
es en mucho una parte de la vida humana, que junto a la enfermedad y el
envejecimiento, brinda una oportunidad para inspirar a los demás mediante el
ejemplo.
La visión budista de la salud y la medicina moderna, por
consiguiente, no son mutuamente incompatibles sino que pueden servir para
complementarse recíprocamente.
Una mayor comprensión de las perspectivas budistas sobre la salud
y la curación podría ampliar el horizonte de la medicina occidental, no a
través de avances de la tecnología, sino mediante la adopción de una nueva
filosofía, o actitud, hacia la salud y la vida que pueda servir como el
apuntalamiento de una medicina verdaderamente moderna. En las palabras del
fallecido Norman Cousins, un renombrado periodista y humanista: “Un buen médico
no es sólo un científico sino también un filósofo”.
TRASCENDIENDO LA BARBARIE
Quizás la presentación más sistemática de la perspectiva budista
sobre la enfermedad y sus causas fue clasificada por Chih-i, un maestro budista
de la China del siglo VI, en el tratado Gran concentración y discernimiento.
Las seis categorías son: la desarmonía entre los llamados “cuatro
elementos” (tierra, viento, fuego y agua, representando cada uno sistemas o
funciones fisiológicos específicos); el exceso en el comer o el beber; la mala
postura; la función de los demonios del exterior; los ataques de diablos del
interior; y las enfermedades kármicas.
Si bien Chih-i señaló que el desequilibrio entre uno de los
cuatro elementos y el medio ambiente conduce invariablemente a males
específicos, la esencia de su análisis era que la salud humana está muy
supeditada a los factores ambientales.
Este proceso dinámico e interactivo, además, es la razón por la
que los budistas creen que la preservación del ecosistema mundial es un
importante medio para proteger la salud de los seres humanos. Esto es
comparado, en el nivel personal, con la sensible advertencia contra los excesos
en el beber y el comer.
Para entender cuáles son las enfermedades kármicas, es preciso,
primero, explicar el karma. El karma puede ser considerado como el potencial o
las tendencias profundamente enraizadas que hemos implantado en los reinos
interiores de la vida a lo largo del tiempo.
El karma es la acumulación de causas almacenadas que se hacen
manifiestas como efectos específicos cuando se presentan las condiciones
apropiadas. Las enfermedades kármicas, casi por definición, están más allá del
poder de los tratamientos de esta era. Cuando se encuentra la cura para una de
tales enfermedades, pareciera que surge otra para tomar su lugar, manteniendo
un balance casi constante de esta forma de miseria humana.
A lo largo del milenio, por ejemplo, la lepra era considerada
como una enfermedad kármica; en la actualidad, males nuevos e incurables como
el virus del Ébola o el SIDA encajarían en esa clasificación.
En cuanto a la advertencia sobre la “postura”, ésta implica mucho
más que la simple manera en que se mantiene el cuerpo; representa el ritmo del
diario vivir. Chih-i advirtió que una perturbación en este ritmo podía
trastornar el equilibrio de los cuatro elementos y, de esa manera, provocar una
serie de males. Las referencias a los demonios y diablos son, de la misma
manera, simbólicas. Los primeros son factores externos, tales como la invasión
de bacterias y virus patógenos. Los últimos, en contraste, son influencias
internas, tales como los malestares.
La influencia debilitante fundamental es la que el Budismo
describe como “la oscuridad fundamental de la vida”, que puede privar de tal
manera de la misericordia y la sabiduría a las personas, que pueden cometer sin
pestañear los actos más depravados y destructivos. Esta naturaleza ilusa
conduce el impulso de matar y destruir, o la urgencia igualmente primitiva por
dominar o controlar a los demás para beneficio propio. El Budismo define una
vida vivida bajo el dominio de estos impulsos como una forma de enfermedad
mental.
Esta barbarie oculta en
las profundidades de la vida es indudablemente uno de los terrenos más fértiles
para producir esa plaga de la sociedad moderna: el estrés.
Plenamente consciente del omnipresente número de víctimas del
estrés, el fallecido doctor Linus Pauling, receptor de los premios Nobel de
química y de la paz, pidió el desarrollo de sistemas económicos y políticos que
redujeran la cantidad de estrés en el ser humano individual.
Como lo señaló en A Lifelong Quest for Peace, un diálogo con el
presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, “Una buena manera de hacerlo es aboliendo
la guerra”. En verdad, el innato potencial para la violencia es la razón por la
que el Budismo pone tanto valor en la robustez de la espiritualidad y de la
acción misericordiosa por los demás y la razón por la que el concepto budista
de la salud trasciende la simple idea de la ausencia o presencia de la
enfermedad. En la actualidad, la patología humana que reclama con mayor fuerza
una cura, es la guerra.