Temas desarrollados: Introducción. La teoría de la evolución como base
del pensamiento. Los cuatro procesos que conducen a un sentido global de la
coexistencia. La realidad: un mundo centrado en la guerra económica. La
comunidad, la nación y el mundo. Los cuatro deberes del estado. La evolución
del objetivo del estado: de ciudadanos nacionales a ciudadanos globales. El
sentido comunitario en el sistema pedagógico para la creación de valor.
INTRODUCCIÓN
La Geografía de la vida humana fue
publicada en diciembre de 1903, inmediatamente antes del estallido de la Guerra
Ruso-japonesa. En ella Tsunesaburo Makiguchi expone sus observaciones acerca
del Estado y de la guerra. La obra se destaca entre el resto de los escritos
sobre el tema realizados por el autor, por el modo organizado de su
presentación. Para poder apreciar a cabalidad la Teoría del Estado de
Makiguchi, este trabajo debería ser consultado como fuente principal que puede
ser complementada con lo que está expuesto en el resto de sus obras.
Las ideas de Makiguchi pueden ser
malentendidas con facilidad si, además, no se le presta la debida consideración
a la relevancia contextual de la Guerra Ruso-japonesa, una encrucijada que
llegaría a determinar si Japón se convertiría en una colonia asiática más o si
pasaría a ser un Estado imperialista rival de Occidente.
Una
importante característica en cuanto al modo en que Makiguchi solía dar forma a
sus ideas era que lo hacía tras una cuidadosa observación de los indicadores
sociales. Sus propuestas tienden a lo complejo en su análisis y a la proyección
de realidades prácticas dentro de las posibilidades futuras.
Intentar aplicar o hacer una abstracción
de sus ideas fuera de su marco contextual sólo sirve para distorsionar sus
verdaderos objetivos. Esto es válido igualmente cuando se examina su visión
acerca del Estado y de la guerra.
El período en el que Makiguchi vivió se
extiende desde la restauración Meiji (1868) hasta la Segunda Guerra Mundial. La
imperiosa necesidad del Estado moderno por la expansión imperial estaba en su
punto más alto, los estados occidentales competían intensamente por la
hegemonía en el mundo. En este escenario, el Estado soberano luchaba por
asegurarse para sí un lugar reconocido en el mundo, y por asegurarle a su gente
un estándar de vida tolerable.
Makiguchi
recalcaba que no era posible asegurar el derecho de los pueblos a la libertad,
a la vida y a la propiedad si no se aseguraba la independencia del Estado. En
un período expansionista, el papel del Estado era fundamental:
Nosotros
le debemos enteramente a nuestra nación el poder disfrutar de condiciones de
vida pacíficas y seguras, gracias a la defensa que ésta ejerce frente a la agresión
externa de los grandes poderes, y gracias el respeto a nuestra libertad
individual y a nuestras vidas y propiedades. Sin duda alguna, del mismo modo en
que debería evitarse un nacionalismo caracterizado por la estrechez mental,
tampoco debería adoptarse el otro extremo, es decir, una posición cosmopolita
que sea vacía e hipócrita. (La geografía, 1: 28)
Makiguchi describió el conjunto de
países asiáticos que sucesivamente habían sido colonizados por los países
occidentales y la consecuente pérdida de orgullo por las tradiciones históricas
y culturales de estos pueblos:
La India, ya una gran nación con una
población de doscientos millones de habitantes cuya cultura derramó una luz
esclarecedora sobre el resto del mundo hace tres mil años, está ahora bajo el
dominio de Gran Bretaña, una nación que sólo tiene treinta y ocho millones de
habitantes. Países de diversos tamaños al este y al sur de Asia, tales como
Birmania y Vietnam, mantuvieron la dignidad de sus independencia hasta hace
poco pero han llegado a la ruina. China, Corea y Tailandia sólo siguen siendo
estados soberanos nominalmente, y también han colapsado. (La geografía, 2: 96)
A la luz de las tendencias mundiales,
Makiguchi señalaba que Japón también estaba enfrentando la colonización:
Nuestro país está rodeado de enemigos
por todas partes. No estuvo lejos de ser un milagro lo que permitió que Japón
apenas lograra escapar a la colonización tras haber abierto sus puertas al
resto del mundo. (La geografía, 2: 97)
Los desiguales tratados internacionales
que fueron impuestos al gobierno militar del shogunato de Tokugawa, en gran
parte gracias a la influencia de la insuperable demostración de poder militar
por parte de las naciones occidentales, hizo que, en nombre de la
extraterritorialidad, los residentes extranjeros gozaran de inmunidad ante las
leyes civiles japonesas, y esto privó a Japón de la autonomía de regular sus
impuestos aduaneros, una herramienta de protección y desarrollo de la industria
nacional.
El gobierno Meiji, establecido luego del
derrocamiento de los Tokugawa, se esforzó por emular al mundo occidental
mediante un incremento en la riqueza nacional y la fuerza militar. Fue un medio
para salvaguardar la independencia de Japón de la amenaza de ser colonizado por
el mundo occidental. Japón no abolió los derechos extraterritoriales otorgados
a las fuerzas extranjeras hasta 1894, justo antes de la Guerra Chino-japonesa,
ni restauró el derecho a exigirles el pago de los impuestos hasta el año 1911,
umbral de la Primera Guerra Mundial.
Éstas eran las circunstancias bajo las
cuales Makiguchi desarrolló sus ideas acerca del Estado y de la guerra y
escribió La Geografía de la vida humana. Para comenzar, presenta un bosquejo de
sus planteamientos acerca de la evolución de la civilización y los procesos
históricos que conducirían a los problemas mundiales contemporáneos. Aunque
Makiguchi se mostraba inclinado a resaltar el papel del Estado en el clima del
expansionismo imperial, también exploró papeles alternos que el Estado podía
llegar a ejercer en tiempos posteriores al sistema imperial.
LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN COMO BASE DEL
PENSAMIENTO.
En La Geografía de la vida humana,
Makiguchi habla sobre la civilización utilizando la teoría de la evolución como
marco de referencia.
La
lucha por la supervivencia es un principio que impregna toda forma de vida y
que da origen a la selección natural y a la evolución. Como prueba de ello
todos los organismos producen una descendencia que excede su propio número, en
una proporción exponencial que les permite perpetuar su existencia. (La
geografía, 5: 173)
Makiguchi no sólo extrae ideas de la
lucha por la existencia planteada por Darwin, que para entonces estaba tan de
moda, sino también de la evolución social planteada por Spencer según la cual
la competencia daba pie al progreso evolutivo.
El origen y el desarrollo de una
sociedad y el avance de todos sus elementos son determinados por el grado de
competencia por la supervivencia que ocurre dentro de dicha sociedad. En los
países insulares, al parecer, ocurre lo contrario, pues preservan todavía
criaturas, maneras, costumbres, rituales y tradiciones de otras épocas, que ya
no están presentes en los continentes. Las ciudades están culturalmente mucho
más adelantadas que el interior del país [Japón]. Las naciones occidentales
muestran un alto desarrollo si se comparan con los niveles actuales de
desarrollo en los cuales aún permanecen Japón y otras naciones orientales. Todo
esto puede ser explicado por la intensidad de la competencia. Esto demuestra que
hay progreso donde hay una fuerte competencia, y que un bloqueo natural o
artificial de la libre competencia conducen al estancamiento, a la inactividad
y al retroceso. (La geografía, 5: 187)
Habiendo
ganado la competencia por la existencia con otras especies, el ser humano
estaba enfrentando un enfrentamiento mayor dentro de su propia especie. Además, con el paso del tiempo y el crecimiento demográfico
de la sociedad, el locus de las actividades competitivas seguía pasando de
individuos y familias, a tribus y culturas y, más recientemente, a estados.
Makiguchi,
sin embargo, no abrió sus brazos incondicionalmente al aparente progreso de la
civilización. Arrojando una luz sobre el lado oscuro y salvaje de este avance,
advirtió que esta tendencia progresiva había dado lugar al colonialismo.
La civilización moderna ha hecho que el
radio de acción de la humanidad en su lucha por la supervivencia haya sido
extendido a cada rincón del planeta. Los tipos más importantes de energía
motor, el vapor y la electricidad, han hecho que la Tierra sea más pequeña en
distancia y tiempo, y la han convertido en un solo mundo. Lo que antes eran
luchas de pequeño alcance entre las tribus ahora se ha convertido en una
competencia internacional a gran escala. En este punto, todos los países y
razas están compitiendo unos contra otros, en busca de cualquier oportunidad
por conquistarse, para lo cual acudirán, sin dudar, a medios violentos y
brutales. Ésta es la naturaleza del imperialismo. (La geografía, 1: 27)
Aunque Makiguchi admitía que la
competencia había ejercido su influencia en la sociedad, se negaba a
considerarla su único principio regulador. Buscaba una transición del principio
de competencia al de coexistencia como etapa final del progreso social.
LOS CUATRO PROCESOS QUE CONDUCEN A UN
SENTIDO GLOBAL DE LA COEXISTENCIA.
El hecho de que la lucha por la
competencia le hubiese abierto el paso al progreso de la civilización, y que
haya dado pie a un cambio en el locus de competencia, evidenció para Makiguchi
la aparición progresiva de otros modos de competencia. Él identificó cuatro
etapas de competencia: la militarista, la política, la económica y, finalmente,
la humanitaria. Aunque la transición de un modo al otro estaba ocurriendo
gradualmente, estos cuatro modos se encontraban simultáneamente presentes
dentro de los eventos del progreso de las civilizaciones.
A) EL MODO DE LA COMPETENCIA
MILITARISTA:
Según Makiguchi, la sofisticación
progresiva de las armas utilizadas para la supervivencia humana, había traído
como consecuencia un aumento en la intensidad, brutalidad y magnitud de la
competencia militar. Makiguchi sostenía que la guerra, inseparable de las
políticas internacionales, no podía ser totalmente resuelta por el enorme poder
militar del agresor. Las ganancias reportadas por el triunfo armado eran
extremadamente limitadas mientras que las pérdidas eran mucho mayores.
Con el cambio de los tiempos, las
naciones del mundo ya no dejarán los ajustes finales de las guerras a los
beligerantes, tampoco tolerarán las interminables demandas de un vencedor sobre
una nación vencida. Si una de las partes en conflicto alcanza la victoria total
en una guerra, al final, sus ganancias jamás podrán compensar sus
pérdidas.
(La geografía, 5: 178).
Es muy posible que Makiguchi haya tenido
en mente la intervención tripartita de Rusia, Alemania y Francia que presionó a
Japón a que renunciara a la Península de Liaodong de la cual había despojado a
China en 1895 tras la Guerra Chino-japonesa. A causa de la presión política
internacional, Japón perdió un territorio que había obtenido por la fuerza
militar.
Debido a que los agresores en guerra
habían desarrollado armas más novedosas y más efectivas, alcanzar una victoria
final por la fuerza había pasado a ser cada vez más difícil:
Una guerra prolongada afecta a un país
en todos sus ámbitos. La fortaleza de una nación, inevitablemente, se debilita
al final. Con el tiempo, el público reconoce que lo que se pierde en la guerra
no puede ser recompensado fácilmente por lo que se gana con la guerra. (La geografía, 5: 178)
La observación anterior predijo el
verdadero resultado de la Guerra Ruso-japonesa. Makiguchi recalcó que la acción
militar tendría como resultado grandes pérdidas para el Estado y para su pueblo
desde el punto de vista económico.
Makiguchi señaló una y otra vez que
mientras más se percata el público de las pérdidas económicas que sufre como
consecuencia de la guerra, más se niega la nación a usar la fuerza como medio
para obtener la victoria en una competencia.
Las naciones ahora evitan y se abstienen
de movilizar de inmediato sus tropas. Buscan ganar mediante vías pacíficas
antes de intentar derrotar a sus enemigos por la fuerza de las armas. Así, el
triunfador en una guerra es determinado hoy en día por el grado de armamentos
más que por el resultado del combate en sí mismo. (La geografía, 5: 179).
B) EL MODO DE LA COMPETENCIA POLÍTICA.
La acción militar ya no sería efectiva
para el logro de un objetivo nacional. Con esta captación, los estados modernos
lograrían sus intereses haciendo uso de la diplomacia en la arena de la
política internacional.
En esta era, un Estado buscará la
victoria colocando astutos diplomáticos en puntos estratégicos a la espera, por
una parte, de que la otra nación cometa hasta los más pequeños errores, para
tomar ventaja de ellos e intimidarla, y por otra, seducirla con adulaciones y
dinero; sobornando a los oficiales cercanos al soberano, tentando a las
personas con pequeños beneficios inmediatos para que desvíen al soberano,
firmando tratados clandestinos para evitar la interferencia de otros estados,
utilizando lo que luce ser una firma privada para molestar los asuntos
domésticos del otro estado, expandiendo el territorio al establecer los
términos de la rendición de la otra nación, etc. Fue gracias a este modo
particular de competencia que Gran Bretaña aumentó su territorio en ultramar; y
otras naciones europeas, en el este y en el sur de Asia. (La geografía, 5: 180)
Los poderes occidentales fueron
efectivos en la manipulación de las relaciones diplomáticas destinadas a la
expansión de sus colonias. Luego de la Guerra Chino-japonesa, Rusia, haciendo
poco uso de la fuerza militar “arrendó” la Península de Liadong, que China
había recuperado de Japón gracias a la intervención tripartita. En el mismo
momento, Alemania le “dio en arriendo” a Japón el lado opuesto de la Bahía de
Thao Zhou. Éste es un ejemplo de los resultados que tuvieron como base la
diplomacia respaldada por la fuerza militar.
C) EL MODO DE LA COMPETENCIA ECONÓMICA.
Cuando
la expansión territorial obtenida mediante las negociaciones políticas ya no
representaban una ventaja económica, señaló Makiguchi, la competencia política
se transformó en competencia económica.
Con el tiempo, las naciones se darán
cuenta de que, a fin de cuentas, la expansión del territorio no vale la pena
porque dejará de ser crucial para su supervivencia a menos que esté acompañada
de beneficios reales. Además, el hacerse cargo de los pueblos de los
territorios que se van adquiriendo demanda enormes recursos. Conscientes de que
[las políticas expansionistas] no sólo atraen la desconfianza y las críticas de
las demás naciones sino también de que el provecho obtenido es pequeño,
buscarán ganancias tangibles en lugar de luchar por el prestigio y arriesgar su
supervivencia. (La geografía, 5: 180)
Poseer colonias representaba una enorme
carga económica para el país dominante, amén del costo del mantenimiento de las
fuerzas armadas para suprimir la rebelión y la extensión de las funciones del
gobierno. La competencia por las colonias como medio para la adquisición de
recursos y mercados estaba perdiendo su atractivo.
Los métodos políticos creaban una
competencia pacífica de armamentos y la competencia económica creaba una guerra
no violenta por el poder comercial e industrial. Según Makiguchi, una guerra
militar difería de una guerra económica en que el alcance de su actividad tenía
definido el momento de su inicio y el momento de su final. Una guerra
económica, en cambio, era perpetua, y su integración a la vida diaria,
totalmente articulada. Las miserias de una guerra militar eran perceptibles a
simple vista, mientras que las consecuencias de una guerra económica resultaban
sombríamente trágicas.
Makiguchi llamó la atención al hecho de
que en ausencia de un sistema internacional que arbitrara la competencia
económica, las naciones eran vulnerables a la selección natural.
La competencia económica es, a fin de
cuentas, tremendamente atroz. En la guerra militar, la paz puede ser restaurada
por la negociación de los límites de duración de la guerra. Pero la guerra
económica no puede ser llevada a un final tan fácilmente. Aunque la mediación
de un tercero es una opción en la guerra militar, a la guerra económica se le
permite totalmente que siga su propio curso. (La geografía, 5: 181)
La lucha económica regulada
exclusivamente por el principio de la competencia tendía a ampliar las
diferencias entre ricos y pobres, creando problemas más serios que la guerra.
En cierto modo, Makiguchi previó el problema Norte-Sur que la economía mundial
sigue enfrentando en nuestros días. Las exportaciones de los países en
desarrollo que se estaban integrando al mercado internacional eran los bienes
de producción, principalmente productos agrícolas, materia prima industrial y
fuentes de energía, y esto los colocaba en desventaja ante los países
industrializados. La industrialización en los países en desarrollo fue buscada
mediante préstamos extranjeros. La sofisticación de la tecnología de producción
fue otra desventaja de los países en desarrollo pues sólo les dejaban deudas.
Tal como lo señalan muchos economistas, es difícil para los países en
desarrollo sobrepasar las cargas de estas desventajas sin la ayuda
internacional. Esto evidencia las profundas razones del llamado de alerta que
hizo Makiguchi en cuanto a que la competencia económica en algunos casos podía
llevar a los pueblos sufrimientos a más largo plazo que la competencia militar.
Con
respecto al cambio, según el cual el objetivo nacional dejó de ser la victoria
militar para pasar a ser la victoria económica, Makiguchi declaró:
En
el pasado, el poder económico fue desarrollado con el objeto de obtener el
triunfo en la competencia militar. Hoy los armamentos son sólo uno de los
elementos que sirven para asegurar la victoria en la competencia económica. Las
armas eran el objetivo y la economía era el medio para lograrlo. Ahora los
armamentos son el medio para el poder económico. El resultado final antes era
determinado por la competencia militar. En el presente, el poderío económico
decide quien gana la batalla. (La geografía, 5:
181)
D) EL MODO DE LA COMPETENCIA HUMANITARIA.
Makiguchi aseguraba que la competencia
internacional por los objetivos humanitarios sería posible si el modo final de
la lucha entre los individuos fuese la competencia humanitaria.
El modo humanitario de la competencia no
puede ser encontrado en el mundo de hoy. Pero hasta nuestros contemporáneos de
ideas avanzadas y más elevadas están conscientes de que el vencedor económico
no necesariamente es el máximo vencedor en la lucha por la supervivencia. Es,
por lo tanto, fácil de imaginar que una era de competencia humanitaria seguirá
a la de la competencia económica. (La geografía, 5: 182).
La competencia humanitaria, explicó
Makiguchi, sería por la expansión de la influencia espiritual, mediante las
“fuerzas” de la cultura y la moralidad:
La competencia humanitaria tiene como
objeto inspirar a los demás, de un modo natural, mediante el uso de una fuerza
invisible, a diferencia de la expansión convencional militar o política del
territorio que tiene como objeto dominar al mayor número posible de personas, o
de la expansión económica destinada a alcanzar los efectos del poder militar y
político. En la competencia humanitaria, se hace uso de una fuerza invisible
que, de un modo natural, ejerce su influencia, e inspira el respeto de los
demás, en lugar de acudir al sometimiento por vía de la autoridad. Éste es un
método de compasión y razón que persuade y atrae a los demás gracias al poder
de la virtud, y que contrasta con la expansión egoísta y la conquista de
territorios. Esto concuerda con el espíritu de la acción humanitaria. (La geografía, 5: 183)
Por
extensión, los demás modos de competencia serían influenciados por éste. Según
el punto de vista de Makiguchi, los marginados sociales habrían de ser
protegidos y beneficiados por la acción de frenar la competencia inhumana. La
competencia humanitaria podría hacer efectiva la transición de un ethos
orientado a la competencia a un ethos orientado a la cooperación y la
coexistencia.
No existen métodos humanitarios simples.
Estos incluyen cualquier actividad dentro del marco de la acción realizada por
el bien de los demás, bien sea en lo político, en lo militar o en lo económico.
Esencialmente, el objetivo debe ser salvaguardar y mejorar no sólo nuestra vida
sino también la de los demás, en lugar de la sola búsqueda por el alcance de
los intereses propios. En otras palabras, los métodos humanitarios no sólo
producen nuestro propio beneficio sino también el de las demás personas, e
inspiran la conciencia hacia la escogencia de una vida cooperativa. (La geografía, 5: 183)
LA REALIDAD: UN MUNDO CENTRADO EN LA
GUERRA ECONÓMICA.
Makiguchi se percató de que, en el
presente, la competencia económica era el modo primario de interacción entre
las naciones y que todos los otros modos de competencia sólo se encontraban
presentes en un grado muy inferior.
Desde mi punto de vista de la naturaleza
de la competencia que está ocurriendo internacionalmente en estos tiempos, las
naciones parecen adoptar diferentes modos según la situación, es decir, el
alcance de su capacidad para sobrevivir. Rusia aún busca expandir su territorio
por las viejas vías del poder político. Otros países occidentales están
buscando el verdadero beneficio mediante vías económicas. Y ya hay signos de
que el método humanitario está siendo empleado por los Estados Unidos. En
esencia, esta es una era de competencia económica. Por ello, todo el poder que
está a la disposición de las naciones se encuentra concentrado en el
crecimiento económico, sin dejar lugar para otros métodos. Es el propio interés
de las naciones lo que determina las alianzas internacionales y las fisuras. (La geografía, 5: 184).
Por otra parte, la concentración de las
actividades de una nación en áreas específicas de competencia económica,
incluyendo la exportación de mano de obra y de bienes manufacturados y las
inversiones de capital extranjero, dependían del nivel de su estabilidad y de
su riqueza local.
Algunas naciones participan en la
competencia económica principalmente enfocadas en la mano de obra, una clase
primitiva de poder económico, debido al nivel de su desarrollo nacional. El
Japón y China, por ejemplo, envían trabajadores a otros países donde obtienen
salarios de obreros. Gran Bretaña y los Estados Unidos incrementan su riqueza
exportando bienes, tomando ventaja de sus recursos naturales, principalmente
hierro y combustible, y su ventaja competitiva en la industria. Alemania y
Francia escogen invertir capital en países extranjeros; aunque la exportación
de bienes sería más provechosa en cuanto a la competitividad, sus
circunstancias no se lo permiten.
(La geografía, 5: 185)
El predominio de la competencia
económica desplazó a los intentos militares por la expansión territorial, y
quizá hasta rivalizó con ellos. Makiguchi mantuvo que la continua política de
expansión de Rusia por tomar el control de los puertos comerciales asiáticos,
lo cual tenía un valor intrínseco en la lucha por las ventajas económicas, pudo
desestabilizar la paz tentativa que existió hacia fines de la década de 1890.
Aunque Makiguchi vislumbró la posibilidad de que la competencia humanitaria
surgiera en una era posterior al sistema imperial, él no descartó que se
mantuviera la fuerza de la competencia económica de la era imperialista. Con
las actuales tendencias, predijo que sería inevitable un conflicto armado entre
Japón y Rusia y dirigió su atención hacia una definición del papel del Estado.
LA COMUNIDAD, LA NACIÓN Y EL MUNDO.
El papel del Estado comienza a tomar
forma en el bosquejo que hace Makiguchi con respecto a la identidad que tiene
el individuo dentro de ese Estado. Para él era un hecho claro que los seres
humanos no pueden existir apartados de la realidad social. Las interacciones
dentro de la realidad social ocurren en tres esferas de la existencia de un
individuo: la comunidad, la nación y el mundo.
Nos damos cuenta de que somos parte de
unos cuantos centenares a varios miles de miembros de nuestras comunidades
locales, de cincuenta millones de ciudadanos de nuestra nación, y de mil
quinientos millones de personas en el mundo. Crecemos acunados por nuestras
comunidades y vivimos en el Imperio Japonés, lugar que consideramos nuestro
hogar, y desde el que nos asociamos, competimos, hacemos las paces y entramos
en conflicto con las naciones vecinas como con nuestros vecinos de la casa de
al lado. Con esta conciencia podemos afincar nuestras bases de un modo genuino
y sólido y confirmar cuáles son nuestras verdaderas obligaciones. (La geografía, 1: 28)
Entre las tres áreas sociales de
identidad individual, es decir, como miembro de una comunidad, de una nación y
del mundo, Makiguchi daba máxima importancia a su carácter de miembro de la
nación, ubicando como “hogar” de una persona la nación japonesa, con ello
diferenciando los hogares de las naciones vecinas. Su énfasis en el ciudadano
que se encuentra dentro de un Estado y en el papel de ese Estado estaba muy
conectado con lo que él percibía como la situación del desarrollo en la vida
social de la humanidad. Su énfasis también reflejaba su preocupación existente
en ese momento respecto al sistema imperial. A continuación, veamos cómo veía
Makiguchi el Estado.
LOS CUATRO DEBERES DEL ESTADO.
Makiguchi consideraba que las actividades
del Estado correspondían a cuatro categorías:
1) Actividades de salvaguarda contra los
problemas domésticos, tales como la prevención de una guerra civil.
2) Actividades para salvaguarda de
problemas externos, tales como los conflictos armados y diplomáticos, para
mantener la independencia nacional.
3) Actividades relativas a los derechos
y libertades de los ciudadanos, tales como prevención del delito.
4) Actividades para promover el
bienestar de la nación, como en el caso del establecimiento de un sistema
económico estable.
El nivel de civilización estaba indicado
por cuál de estas categorías fuese la preponderante. Después de la Guerra de
Seinan (la rebelión de Satsuma) de 1877, la primera categoría pasó a ser casi
irrelevante en Japón. Pero en una era imperial, la segunda categoría era de
máxima importancia.
Hemos entrado en una era de agresivo
imperialismo donde, por propia voluntad, las naciones dedican toda su energía
ante cualquier oportunidad que tengan para someter y dominar a otras con el fin
de alcanzar una independencia genuina. En tales momentos, la obligación primera
y primordial del Estado está en solidificar su estatus con sus vecinos. Para
ello, resultan esenciales tanto el poder militar como el de las maniobras
diplomáticas. Debido que no ha sido establecida internacionalmente una
autoridad mediadora, no existe otra opción que una mediación militar para que
cada quien proteja sus propios territorios… La mayor parte de los ingresos por
concepto de impuestos se gasta en este objetivo. Esto no puede ser evitado en
lo más mínimo cuando la existencia y la prosperidad del Estado están en riesgo.
Estas actividades para mantener alejados los ataques externos son una condición
absoluta para que el Estado cumpla otras obligaciones. (La geografía, 5: 15)
Éste fue el sentido de crisis que
Makiguchi percibió en la era imperialista. Asegurar la preservación del Estado
servía como base a partir de la cual la tercera y cuarta categorías de
actividades podía avanzar, la segunda categoría era por lo tanto la más crucial
para el momento en que él expresó su punto de vista.
Existían dos clases de funciones que los
estados modernos habían iniciado para asegurar los derechos y libertades de sus
ciudadanos: la protección de los derechos y libertades del individuo contra la
violaciones de estos derechos (o las intrusiones) por parte de otros
individuos, como en el caso de la prevención del delito; la protección de los
derechos y la inviolabilidad del individuo contra la interferencia por parte del
gobierno, como en el caso de la libertad de religión, y la garantía de sus
derechos políticos, como en el caso del derecho al voto. Esa última es de
particular importancia para Makiguchi, quien consideraba que la Constitución
Meiji de 1889 ofrecía tales garantías:
La última [la garantía de los derechos
políticos], finalmente establecida por la reciente promulgación de la
Constitución, está constituida principalmente por el reconocimiento de la
libertad de conciencia, pensamiento, palabra, religión y asociación privada con
objetivos políticos, religiosos o educativos. (La geografía, 5: 15)
Si se compara con la actual Constitución
de Japón, la Constitución Meiji no ofrecía suficiente protección a los derechos
de los ciudadanos. Es significativo, sin embargo, que Makiguchi haya aseverado
que esas libertades no habían sido otorgadas hasta la Constitución Meiji: no
existía libertad de ocupación, residencia o religión bajo el régimen de
Tokugawa.
Las actividades clasificadas dentro de
la cuarta categoría, para promover la estabilidad de la infraestructura
nacional, habían sido adoptadas recientemente por las naciones europeas. Según
Makiguchi, mientras más avanzada es una nación mayor énfasis coloca en estas
actividades. El objetivo esencial son las mejoras en los niveles de vida como
parte integral para la que el Estado siga adelante y prospere. Ante los rápidos
cambios de los modos de competencia, la existencia del Estado no podía
asegurarse sólo mediante la fuerza armada. Sin un desarrollo bien redondeado y
bien coordinado en todas las actividades sociales, no se podrían alcanzar la
prosperidad y el bienestar de la sociedad. El Estado japonés, por lo tanto,
buscó intervenir, y hasta contravenir, en un intento por regular y por ello
promover el desarrollo social.
El
progreso de la civilización podría ser medido por el nivel de conciencia de que
una sociedad próspera y feliz era de mayor importancia para la supervivencia
del Estado que el poder militar. Makiguchi otorgaba un alto valor a las
demostraciones del Estado en su compromiso con estas cuatro categorías de
actividades. Posteriormente las clasificó en cinco áreas de intervención:
1. Actividades económicas para establecer una
infraestructura económica, desarrollar los sistemas de transporte y comunicación,
llevar a cabo empresas públicas y asegurar el bienestar de los trabajadores.
2. Actividades educativas para desarrollar y
mejorar la educación pública.
3. Actividades morales para mantener la
conducta cívica y controlar los juegos de azar.
4. Actividades de entretenimiento para detener
la indecencia.
5. Actividades religiosas para restringir
cualquier religión que “cause daño mental y físico substancial al público por
tomar ventaja de la ignorancia y la superstición y por emplear varios medios
materiales”. (La geografía, 5: 19)
Es evidente que Makiguchi enfocó el
papel del Estado de compromiso y servicio a la seguridad, libertad y felicidad
de sus ciudadanos.
De igual modo, es evidente que La
geografía de la vida humana reflejaba las preocupaciones del gobierno imperial
con respecto a la nación y su preocupación por el inminente conflicto con
Rusia. Por esta razón, Makiguchi hacía énfasis en el papel del Estado de
mantener a distancia las amenazas externas como primera prioridad para garantizar
la seguridad de su pueblo.
Debe tomarse en cuenta aquí que
Makiguchi también estaba en desacuerdo con que se diera prioridad, entre los
deberes del Estado, a actividades que según él cambiaba según los tiempos y las
circunstancias. Este planteamiento representa el telón de fondo necesario para
su perspectiva sobre la relación entre el Estado y su pueblo.
LA EVOLUCIÓN DEL OBJETIVO DEL ESTADO: DE
CIUDADANOS NACIONALES A CIUDADANOS GLOBALES.
A) TRES ETAPAS PROGRESIVAS
Makiguchi examinó el modo en que el
Estado evolucionó con respecto al reconocimiento de sus deberes y descubrió
tres etapas mediante las cuales el Estado llegaba a sus objetivos y planes
nacionales.
En la primera etapa, el Estado se vería
a sí mismo en el proceso de construir su identidad mediante la unificación
interna y la fortificación externa. El objetivo del Estado sería establecer la
autoridad nacional, y sus actividades correspondían al primer y segundo modo
enumerado anteriormente.
La segunda etapa representaba el proceso
por el cual el Estado pasaría a ser políticamente estable, ya habiendo
adquirido un grado de reconocida autoridad dentro de sus fronteras y autonomía
fuera de ellas. En esta coyuntura, la nación se habría acostumbrado al orden
público.
El Estado comenzaría a permitirle a sus
ciudadanos que hicieran ejercicio de su libertad, ofreciéndoles protección
individual con relación a las disputas civiles y, hasta cierto punto, con
relación a las fallas del Estado. Las actividades del Estado corresponderían al
tercer modo enumerado en la sección anterior. Sobre la libertad individual,
Makiguchi comentó:
[El Estado] entonces no sólo
salvaguardará la libertad de los individuos contra infracciones cometidas por
otros individuos sino que también considerará, hasta cierto punto, que el
individuo es sagrado e inviolable contra faltas cometidas por del Estado mismo,
y esto es considerado objetivo del Estado en este período. (La geografía, 5:
26)
El haber declarado que todo individuo es
“sagrado e inviolable” en la era gobernada bajo la Constitución Meiji, cuando
estas características sólo se le podían atribuir al emperador, sugiere la
empatía de Makiguchi con la democracia. Makiguchi escribió en el tercer volumen
de su Sistema pedagógico para la creación de valor que cuando había escrito La
geografía de la vida humana, él estaba asociado a Heimin-sha (La asociación de
la gente común), una organización de socialistas que respaldaba la democracia,
el socialismo y el pacifismo. Makiguchi decía que él se esforzaba igualmente
por el movimiento universal en favor del sufragio. (Sistema Pedagógico, 3: 30).
Esta tercera etapa sería el resultado de
una era de riqueza y comercio internacional. El Estado tendría entonces un
interés perentorio por asegurar su nivel de prosperidad con el fin de expandir
su esfera de influencia económica al resto del mundo. Para hacerlo, buscaría
más activamente ejercer su autoridad nacional en casa también. Las políticas
domésticas tanto para regular y animar el desarrollo de la infraestructura
social eran vistas por el Estado como la base para fortalecer su autoridad y
así su bienestar. Esto se correspondía con el cuarto modo de las actividades
del Estado enumeradas anteriormente.
La capacidad económica de Japón en la
arena internacional tenía directa relación con su capacidad para regular todas
las actividades comerciales que cruzaban sus fronteras. Para alcanzar un margen
competitivo, el Estado protegía los negocios internos cargando impuestos sobre
los bienes importados, creando burocracia en la administración de las aduanas,
y otorgando tratamiento preferencial a los negocios internos por encima de los
negocios internacionales. Hacia finales de la era Meiji, Japón aún no había
adquirido una total autonomía para regular sus propias aduanas, y su progreso económico
aún se arrastraba muy por detrás de otros estados modernos.
Makiguchi
sostenía que existía un paralelo entre el desarrollo del Estado y la evolución
de lo que las personas querían. El Estado no podía existir separado de la
nación, y por ello el Estado tenía la obligación de trabajar por la concreción
del bienestar del individuo. El desarrollo espiritual de la nación, por lo
tanto, se reflejaba en el progreso del Estado y sus objetivos.
B) EXPLORANDO UN CAMBIO EN EL OBJETIVO
DEL ESTADO: DEL IMPERIALISMO AL HUMANITARIANISMO.
Makiguchi creía que Japón estaba en la
tercera etapa del desarrollo, la cual tenía como característica la búsqueda del
capital y de los beneficios comerciales. Era una época imperialista, tipificada
por el objetivo del Estado de dar forma y solidificar su identidad nacional y
su carácter.
A este respecto planteó la siguiente
pregunta: ¿Es el imperialismo, realmente, el máximo objetivo del Estado?
Según sus hallazgos, el imperialismo era
mero egoísmo manifestado en un ámbito nacional, un equivalente a la etapa de
desarrollo psicológico en la que el individuo está centrado en sí mismo. Sobre
esto escribió: “Este [el imperialismo] no puede llenar los ideales de quienes
son genuinamente avanzados y se han percatado del verdadero significado de la
vida” (La geografía, 5: 28). El egoísmo jamás podría servir como máximo ideal
de quien ha evolucionado espiritualmente.
Los expertos temían que el cada vez más
acentuado enfoque de los poderes occidentales en la victoria sobre los
objetivos económicos y militares podía conducir a consecuencias trágicas y de
largo alcance. Viendo que ésta es una preocupación cada vez mayor de la
humanidad, Makiguchi buscó alternativas para que el imperialismo dejase de ser
el objetivo del Estado.
Él tomó en cuenta la concepción del
filósofo alemán G. W. F. Hegel: “El objetivo del Estado está en la moralidad.”
y la del filósofo inglés Bernard Bosanquet: “El máximo objetivo de la sociedad
y el Estado es idéntico al del individuo; es decir, concretar una vida de
supremo valor” (La teoría filosófica del Estado). Refiriéndose también a los
escritos del educador y científico político estadounidense John William Burgess
(1844-1931), Makiguchi sostenía que el máximo objetivo del Estado era la
concrecion del humanismo.
Burgess afirmaba que la meta del Estado
no sólo era hacer avanzar la civilización de su pueblo sino también mejorar la
civilización mundial y los ideales de la humanidad. Makiguchi estaba de acuerdo
con la afirmación, en que esto se correspondía con su creencia de que el
ciudadano mundial debería ser el destino final en el desarrollo del Estado.
EL SENTIDO COMUNITARIO EN EL SISTEMA
PEDAGÓGICO PARA LA CREACIÓN DE VALOR.
La obra Sistema pedagógico para la
creación de valor fue publicada en 1930, casi 30 años después de La geografía
de la vida humana. Aunque él no mencionó el papel del Estado en la última de
estas dos obras, sus ideas guardaban consistencia con las de la primera.
Makiguchi concluyó en La geografía de la vida humana que el imperialismo ejemplificaba
el egoísmo del Estado en sus relaciones con otros estados, y luchó por una
conversión a un marco de trabajo cooperativo. En el Sistema pedagógico para la
creación de valor, Makiguchi planteó que un sistema cooperativo de actividad
social mejoraba la sociedad y el individuo, y que el cultivo de esta conciencia
social crearía un sentido comunitario que tendría como efecto la moralidad.
La lucha por la existencia es un aspecto
de la vida; la vida comunitaria, el otro. La misma persona, por una parte, se
comporta brutalmente en una vida de atroz competitividad y, por otra,
manifiesta la compasión en la vida comunitaria. Resulta muy confuso que ambos
aspectos ocurran simultáneamente tanto en la vida de los individuos como en la
de la sociedad. No obstante la vida competitiva surge solamente de la
conciencia individual, mientras que la vida comunitaria tiene su origen en la
conciencia social. Es inútil incentivar la vida moral en un individuo cuya
mentalidad está preocupada por su propia existencia. Es esencial forjar la
conciencia social para promover la vida moral fundamentada en el sentido de
cooperación y armonía.
(Sistema pedagógico 1: 216)
Si
la mayoría de los ciudadanos del Estado estaba interesada solamente en la vida
competitiva, tanto la estabilidad del orden social como las relaciones
cooperativas con otros estados sería difícil de alcanzar. Makiguchi hizo un
llamado por la educación moral enraizada en la conciencia social.
La
educación moral apuntala a guiar a quienes están viviendo estilos de vida
inferiores, es decir, concientes sólo de la competencia por la supervivencia,
hacia una existencia más elevada, es decir, consciente de la vida comunitaria.
Esto demanda el desarrollo de la conciencia social, la instrucción y la
disciplina que los capacite para examinar y comparar varias formas de vida. La
vida social en las escuelas proporciona un excelente entorno para esto. (Sistema pedagógico 1: 217)
El involucrarse en la vida comunitaria
requería del desarrollo de la conciencia social y del comportamiento racional:
Los japoneses parecen emocionales,
altamente inclinados a evitar el pensamiento lógico. Se trata de un punto débil
que la nación entera tiene que rectificar si desea conducir una vida social
completa, y particularmente si desea estar en armonía con las naciones del
mundo. Pero esta debilidad es perpetuada por el hecho de que ellos lo
consideran una fortaleza. Desde un punto de vista objetivo, es lamentable que
esta tendencia cause un conflicto emocional innecesario en un ambiente
pacífico, cooperativo, haciendo que la vida comunitaria sea inquietante,
incómoda y miserable, un freno a la productividad de cada uno. (Sistema pedagógico 1: 201-02)
El énfasis de Makiguchi en la vida
comunitaria fundamentada en la conciencia social no puede ser interpretado como
indicativo de una negación o un sacrificio de la vida privada. Muy por el
contrario, cuando un Japón deprimido económicamente entró en la era Showa en
1926, y los militares tomaron gradualmente el control del gobierno, mediante
una serie de medidas que fueron institucionalizadas, forzaron en el pueblo una
devoción sin restricciones por la nación; Makiguchi entonces denunció
firmemente este sacrificio de la vida privada que fue llevado a cabo por la
política, y lo calificó de insensato e hipócrita.
Los valores que olvidan las pérdidas y
las ganancias carecen de significado. Son teóricos y no pueden ser puestos en
práctica. Los valores cuyo diseño carece de practicidad o que son ajenos a las
realidades de la vida, no pasan de ser conceptos vacíos. Uno puede concretar el
ideal de la devoción por la nación sin egoísmos sólo una vez en la vida. No
tiene sentido imponer este principio moral de naturaleza extraordinaria dentro
de los hogares. (El criterio de los valores).
Aquí Makiguchi hizo énfasis en que las
personas que se esfuerzan por la supervivencia y por la crianza de sus
descendientes no podían sacrificar sus vidas por la nación. Por lo tanto,
concluyó que solicitar una devoción sin egoísmos a la nación era imposible, insensato
e hipócrita.
Este tipo de críticas abiertas
enfurecían a la policía de seguridad, y la publicación de la Soka Kyoiku Gakkai
Kachi Sozo fue clausurada por incluir este tipo de opinión. Las medidas de la
policía para suprimir el derecho a expresarse y a publicar no impidieron que
Makiguchi criticara al Estado promotor de la guerra que, en pro de la guerra,
se apropió de toda forma de vida privada y pública.
Makiguchi clasificó el bien en bien
menor, bien mediano y gran bien. Habla de un primer estilo de vida egoísta de
bien menor y mal menor que tiene como base una visión del mundo a corto plazo.
El segundo es una vida de bien mediano y gran mal, que se fundamenta en una
visión de largo alcance sobre el mundo. El tercero es una vida de gran bien y ningún
mal, que tiene como base una visión del mundo en la cual todas las cosas son
percibidas como son. (Obras completas 10: 135 )
Makiguchi denunciaba a los líderes
militares como conductores de vidas de mediano bien y gran mal, y criticaba una
vida que buscara el bien mediano y el gran mal:
Luchar por el bien menor es inaceptable
para los valientes de corazón que no se conforman con el bien menor y el mal
menor. Existen líderes en la actualidad que son respetados por el público, pero
haciendo un examen minucioso, la falta de nobleza en su naturaleza resulta
evidente a pesar de su magnífica apariencia externa. Por esta razón la nueva
administración Konoe no logra vivir totalmente a la altura de sus ideales. No
puede trascender su tendencia a sólo servir a su propio individualismo bajo la
apariencia de que están procurando un bien mayor. Quienes están involucrados
activamente en programas públicos hoy en día, incluyendo los partidos y los
grupos políticos, los círculos educativos, las organizaciones económicas, y las
organizaciones de ayuda humanitaria, quienes profesan servir los intereses del
público, en realidad, muestran una conducta indescriptiblemente corrupta a
puertas cerradas …. Hasta los educadores y los religiosos desconocen su propia
hipocresía y su propio egoísmo pues confinan sus intereses estrechamente a sus
propias escuelas, templos o círculos. Son objeto de gran respeto por parte del
público por defender la devoción altruista por el gran bien, pero están
envenenando la sociedad con lo que, después de todo, es el gran mal. (“La
importancia y las posibilidades del ideal de la nueva administración, la vida
en búsqueda del gran bien”)
Makiguchi no sólo criticaba al gobierno
militarista sino también la Guerra Chino-japonesa y la Guerra del Pacífico. Sus
puntos de vista están claramente documentados en los interrogatorios que le
hizo la Alta Policía Especial tras su arresto, en 1925, fundamentado en la Ley
de Preservación de la Seguridad Pública, por blasfemia al emperador y al Gran
Trono de Ise. Sobre la base de sus creencias religiosas, Makiguchi condenó
categóricamente la glorificación a la guerra hecha por el Estado, calificándola
de batalla sagrada para la creación de una esfera de prosperidad de la Gran
Asia Oriental. Sus palabras son citadas en el documento como sigue: “Creo que
el Incidente de China y que la Guerra Mayor de Asia Oriental fue causado por
las causas negativas de Japón contra la Ley Verdadera” (201). Él consideraba
estas crisis tan desastrosas para el público como las hambrunas y las
enfermedades epidémicas.
Makiguchi aceptaba la inevitabilidad de
los estados en guerra bajo la premisa de la supervivencia de una era
imperialista, donde la independencia del Estado y la seguridad, libertad y
bienestar de sus ciudadanos estaban en peligro. No obstante, él creía
firmemente, que la guerra podría ser evitada, dada una conversión de un marco
competitivo de relaciones a un sentido cooperativo de comunidad. Para él, la
lucha armada era apenas una extensión de la lucha económica. Por eso él
encontraba inaceptable que el Estado entrara en guerra y devastara la vida
económica de la nación.
TRABAJOS CONSULTADOS:
* Japón. Ministerio de Relaciones
Interiores, Oficina de Policía y Paz Pública. Registros extraídos de los
interrogatorios al presidente de la Soka Kyoiku Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi.
Informes mensuales de la Alta Policía Especial. Agosto de 1943, en japonés.
* Makiguchi, Tsunesaburo. “La Geografía
de la vida humana”, 5 vols. Tokio: Edición de bolsillo del Seikyo Press,
1971-80. En japonés.
* Makiguchi, Tsunesaburo. “Sistema
pedagógico para la creación de valor”, 4 vols. Tokio: Edición de bolsillo del
Seikyo Press, 1972-80. En japonés.
* Makiguchi, Tsunesaburo. “El criterio
de los valores.” Creación de valor, número 7. Vol. 10 de Obras completas de
Tsunesaburo Makiguchi. Tokio: Daisan Bunmeisha, 1987, 34. En japonés.
* Makiguchi, Tsunesaburo. “La
importancia y las posibilidades del ideal de la nueva administración”, la vida
del bien mayor.” Recopilaciones de testimonios de la vidas que persiguen el
gran bien. Vol. 10 de Obras completas de Tsunesaburo Makiguchi. Tokio: Daisan
Bunmeisha, 1987, 136. En japonés.