DE LA PAZ INTERIOR A LA PAZ MUNDIAL. Por Yoichi Kawada, director del Instituto de Filosofía Oriental, de la SGI.
Temas desarrollados: LAS
LLAMAS DE LA ILUSIÓN. UN CORAZÓN TRANQUILO. LAS "CINCO IMPUREZAS". EL
CAMINO DEL BODHISATTVA EN EL MUNDO MODERNO.
LAS LLAMAS DE LA ILUSIÓN.
Las tres perspectivas
budistas para el logro de la paz son:
1)
Obtener la paz interior en cada ser humano.
2)
Lograr la paz en la comunidad mundial.
3)
Convivir con la paz ecológica o la paz con la Tierra.
Pero, primero debemos entender
cuáles son las causas fundamentales de la ausencia
o presencia de la paz.
En un sermón pronunciado
por Shakyamuni, el fundador del Budismo, transmitió su visión esencial sobre la
naturaleza y la causa de los sufrimientos. En esa ocasión, Shakyamuni ascendió
a la cima de una montaña junto con sus discípulos recientemente convertidos.
Mirando el panorama que tenía por debajo, Shakyamuni comenzó a exponer: "En
verdad, este mundo está ardiendo con muchos y muy diversos fuegos. Hay fuegos de
avaricia, fuegos de odio, fuegos de estupidez, fuegos de terquedad y egoísmo,
fuegos de decrepitud, fuegos de pena y lamentación, fuegos de sufrimiento y
dolor, y enfermedad y muerte".
Lo que Shakyamuni estaba
tratando de transmitir era su comprensión de que el mundo fenoménico que
habitamos estaba envuelto en los "fuegos" de los sufrimientos que se
originan en los impulsos ilusorios. Estos fuegos de la avaricia, el odio y la
ignorancia, ardiendo violentamente en los corazones de los seres humanos, representan
la causa básica de los padecimientos de la existencia humana. Por consiguiente,
Shakyamuni nos insta, a alcanzar un claro entendimiento de la causa fundamental
de los sufrimientos.
El impulso ilusorio de
la "avaricia" indica el descontrolado deseo y apego por las
comodidades materiales, por la riqueza, el poder o la fama. Los deseos de este
tipo crecen y se multiplican sin cesar, y dado que su satisfacción no origina
una felicidad verdadera y perdurable, una persona atrapada en sus garras está condenada
a un interminable tormento y frustración.
El "odio"
describe emociones tales como el resentimiento, la ira y la envidia, que son
provocadas cuando nuestros deseos egoístas no se realizan. A menos que sean
controlados, estos deseos se intensifican en diversas formas de destrucción y
violencia. En otras palabras, el impulso ilusorio del odio es la violencia que
surge de una visión egocéntrica de la vida.
La
"ignorancia" nos describe un obstinado desconocimiento de la
realidad, o de la verdadera naturaleza de la vida y el cosmos. De esta manera,
es este impulso ilusorio el que genera la discordia y la rebelión contra los
principios que gobiernan el funcionamiento del cosmos. La sabiduría que ilumina
y revela la verdadera naturaleza del cosmos es conocida como
"iluminación", mientras que esta clase de ignorancia obstinada es
conocida como "oscuridad fundamental" porque nubla y oscurece la luz
con la que podemos ver las cosas en su verdadera naturaleza. De todos los
impulsos ilusorios, el Budismo considera la ignorancia como el fundamental.
El Budismo aprecia estos
impulsos (avaricia, odio e ignorancia) como venenos inherentes a la vida;
juntos, son llamados los "tres venenos". Lo que Shakyamuni buscaba transmitirles
a sus discípulos en su sermón, es que las llamas de los tres venenos y de todos
los impulsos ilusorios se originan en la vida interior de las personas y son
lanzadas para envolver a las familias, los grupos étnicos, las naciones y
finalmente a toda la humanidad.
Esto lo podemos apreciar
en el mundo actual, donde el impacto de la avaricia descontrolada va más allá
del nivel individual; crea desigualdades económicas entre los grupos raciales y
étnicos, y entre los países en una escala global. La avaricia de las naciones
industrializadas ha privado a los pueblos de los países en vías de desarrollo
de las condiciones por las cuales se puedan satisfacer sus necesidades básicas.
Y la avaricia de la raza humana está socavando el derecho a la existencia que
tienen otros seres vivientes.
Es común encontrar
violencia dentro de las familias, en las escuelas y en las comunidades locales.
Profundos odios que se remontan a distantes eventos históricos dan lugar a
conflictos étnicos y raciales insolubles. En algunos casos, esos odios
históricos están estrechamente vinculados con causas o identidades religiosas,
y encuentran expresión en el terror y la matanza al azar.
La ignorancia obstinada
de la verdadera naturaleza de la existencia significa un estado de rebelión
contra los principios básicos de la vida y el cosmos, y una negación de ellos.
Como tal, distorsiona todos los aspectos de la vida, desde los estilos de vida
hasta los valores familiares, éticos y nacionales. En otras palabras, esta
clase de ignorancia obstinada puede ser encontrada en todos los sistemas de
valores, formas de vida, y visiones de la naturaleza que nos ponen en
incontrolable conflicto con los principios mismos que apoyan la propia
existencia, los principios que, fundamentalmente, gobiernan el funcionamiento
del universo viviente.
Compartiendo su
iluminada comprensión con los demás, Shakyamuni buscaba ayudar a las personas a
minimizar los efectos destructivos de estos impulsos ilusorios y, en realidad,
a transformarlos por un impulso hacia la felicidad.
UN CORAZÓN TRANQUILO.
En la India, el
equivalente de "paz" es "shanti", que significa el estado
de tranquilidad interior. También alude a la iluminada condición que alcanzó
Shakyamuni, y que a también es referido como "nirvana".
Con respecto al estado
de paz interior, un texto budista lo describe como sigue: "La tranquilidad mental proviene de haber
trascendido exitosamente la avaricia, el odio y la ignorancia".
Como lo aclara este pasaje, el enfoque
budista de la paz comienza del acto fundamental de superar estos impulsos
ilusorios o venenos interiores. El estado de haber puesto bajo control estos
impulsos, sin embargo, no es una paz interior estática y privada. Más bien, es
ilimitadamente dinámica, expansiva y evolutiva en su naturaleza.
El budista japonés del
siglo XIII, Nichiren Daishonin (El Buda del último día de la Ley), expresó esto
con la siguiente imagen: "Quemando la leña de los impulsos ilusorios, contemplamos la llama
de la sabiduría iluminada". El expresaba que, mediante la práctica espiritual, la
energía inherente a nuestros impulsos ilusorios puede ser transformada en su
totalidad por una "llama" esclarecedora de sabiduría iluminada. De
este modo, los tres venenos pueden ser subyugados de modo que ya no produzcan
confusión y trastorno; ellos ya no pueden conducirnos a actuar de una manera
estrafalaria y destructiva.
En el estado de
tranquilidad, la luz de la sabiduría iluminada brilla esplendorosamente, libre
y sin ser obstaculizada por las nubes de los impulsos ilusorios. Si uno estudia
las enseñanzas del Buda, desde las primeras escrituras hasta la tradición
Mahayana posterior, puede ver que la esencia de la iluminación de Shakyamuni
fue su despertar a la "ley
del origen dependiente". Este concepto ha sido expresado de
diversas maneras y fue desarrollado en gran profundidad y detalle en el Budismo
Mahayana; su esencia es la interdependencia de todos los seres vivientes y de
todos los fenómenos. El
origen dependiente nos enseña que todas las cosas ocurren y existen sólo a
través de su interrelación con todos los demás fenómenos y que esta estructura
de relaciones es de un alcance infinito tanto temporal como espacialmente.
Esta es la base para el principio de la coexistencia de apoyo mutuo de todos
los seres que es fundamental en el pensamiento budista.
Cada ser humano existe
dentro del contexto de las interrelaciones que incluyen a otros seres humanos,
todos los seres vivientes y el mundo natural. En otras palabras, cada persona
es apoyada por la red interdependiente de la vida. Despertando a este principio
podemos expandir el instintivo amor a sí mismo a un altruista amor por los
demás; podemos alimentar el espíritu de tolerancia y la empatía por otros.
La doctrina del origen dependiente también
brinda una base teórica para la paz. En los términos de la acción concreta, se
manifiesta como la práctica de la misericordia. En el Budismo, la misericordia
indica la práctica ética de mantener siempre un compromiso empático con los
demás. Significa compartir sus sufrimientos e infelicidades, esforzándose a su
lado para superar los impulsos ilusorios que son su causa principal,
transformándolos en felicidad, beneficio y alegría.
La ignorancia es fundamental entre estos
impulsos ilusorios, porque ciega a las personas a la realidad del origen dependiente,
la inevitable y abarcadora interrelación dentro de la que vivimos.
Esta ignorancia da lugar
a la avaricia que conduce a las personas a buscar la realización de sus deseos
aun a costa del sufrimiento de los demás. También conduce a la clase de ira
incontrolada que busca la destrucción de una situación en la que los deseos se
ven frustrados. Es por esta razón que el impulso ilusorio de la ignorancia es
considerado como equivalente a un egocentrismo fundamental. Es un egocentrismo
ciego y finalmente autodestructivo porque corta violentamente las hebras de la
red de la vida que apoya nuestra propia existencia.
El estado mental de
aquel que se esfuerza incesantemente por trascender este egocentrismo
fundamental es el de una paz interior y tranquilidad. El corazón de esa persona
se ilumina con la sabiduría del origen dependiente, y rebosa de espíritu de
misericordia.
LAS "CINCO IMPUREZAS".
La contribución esencial
del Budismo al tema de la paz se encuentra en la lucha contra los impulsos
ilusorios que, enraizados en las profundidades de la vida interior de la
persona, causan tanto sufrimiento y destrucción en la sociedad humana en
general. En el Sutra del Loto de Shakyamuni, los efectos destructivos
originados por los impulsos ilusorios son descritos como "impurezas",
y clasificados en cinco etapas, desde la más interior y más personal hasta la
que contamina toda una época o era. Estas son: las impurezas del deseo, del
pensamiento, del pueblo, de la vida misma y de la época.
T'ien-t'ai, un filósofo
budista activo en la China en el siglo VI, describió las cinco impurezas de la
siguiente manera: "Las
más fundamentales de estas cinco son las impurezas del pensamiento y del deseo,
que resultan en las impurezas del pueblo y de la vida. Estos, a su vez, dan
lugar a la impureza de la época". La "impureza del deseo"
señala los impulsos ilusorios tales como los tres venenos. La "impureza
del pensamiento" se refiere a un apego excesivo e irracional a ideas o
ideologías específicas. Según T'ien-t'ai,
las impurezas del pensamiento y del deseo son las fundamentales y, a través de su impacto en
las personas, originan el caos y trastornos en las familias, naciones y
estados. Transmitidas de una generación a otra, estas impurezas ocasionan la
"impureza de la vida", infundiendo el odio y la violencia histórica
entre diferentes pueblos, grupos étnicos y naciones. Estas impurezas,
finalmente, influyen en todas las personas que viven en esa era, resultando en
la "impureza de la época".
La civilización moderna
exhibe cada vez más los aspectos de lo que el Budismo llama la "impureza
de la época". Las señales de esto incluyen el materialismo galopante, la
implacable dominación y explotación de la naturaleza y el consumismo
desenfrenado.
Desde el fin de la
Guerra Fría, en nuestro mundo se han producido muchos brotes de conflictos que
emanan del apego a la ideología, es decir, la impureza del pensamiento. No
obstante, las clases de conflictos que van empeorando están enraizadas en las
pasiones irracionales, tales como el nacionalismo extremo, que el Budismo
clasificaría como una "impureza del deseo" y que estas están más
profundamente enraizadas en la vida de las personas y, por consiguiente, son muy
difíciles de controlar.
En un mundo en el que
los impulsos ilusorios lanzan la cortina de sus efectos negativos en la forma
de las cinco impurezas antes descritas, los budistas tienen, una misión
particular para contribuir en la realización de la paz en todos los planos.
En otras palabras, no
debemos contentarnos con nuestra paz mental interior sino que tenemos que
ampliar nuestros horizontes y extender nuestros esfuerzos para incluir la
abolición de la guerra (es decir, la paz de la comunidad humana global) así
como la paz con el mundo natural, a través de un desarrollo verdaderamente
sostenible y una coexistencia armoniosa con el ecosistema global.
EL CAMINO DEL BODHISATTVA EN EL MUNDO
MODERNO.
La práctica del bodhisattva, acción
misericordiosa basada en la comprensión budista de la vida, puede contribuir con
la realización de la paz en sus tres dimensiones (paz interior, comunitaria y
ecológica).
Primero, consideremos la paz interior, o la
tranquilidad espiritual y mental. En el Budismo, un bodhisattva es quien lleva
a cabo acciones altruistas y busca contribuir con la sociedad humana
manifestando plenamente las cualidades de la sabiduría y la misericordia. Un
bodhisattva se esfuerza primero por transformar su propia vida; el escenario de
este esfuerzo está en las realidades de la existencia humana y en el apoyo
sostenido para aliviar los sufrimientos de las personas. De esta manera el
bodhisattva se esmera por generar felicidad tanto para sí mismo como para los
demás.
La práctica del
bodhisattva es en términos contemporáneos la llamada "revolución humana".
El estado interior de quien lucha por la realización de la misma, es de tranquilidad espiritual; el estado de paz interior expuesto en el Budismo es una condición
dinámica rebosante de sabiduría y misericordia.
La Soka Gakkai
Internacional (SGI), organización budista laica, existe para ayudar a la gente
en la práctica de la misericordia en la vida cotidiana, brindándole un entorno
de cooperación, sustento espiritual y apoyo. De forma, los budistas de la SGI,
buscan llevar la práctica del bodhisattva al mundo contemporáneo.
Como budistas,
procuramos establecer una condición de paz interior en la vida cotidiana y, al
mismo tiempo, por contribuir con la realización de la paz del mundo que nos
rodea, posibilitándole a cada uno desarrollar al máximo sus cualidades
peculiares.
En segundo término, con
respecto a la dimensión de la paz social, o la paz en la comunidad de la
humanidad, en su relación con las cuestiones de la seguridad y el desarrollo,
el Budismo sostiene el principio de la no violencia y exige el cambio
fundamental en nuestra forma de vida. En el nivel individual, esto significa
una transformación de un modo de vida dominado por el apego a deseos materiales
a uno centrado en valores espirituales y existenciales.
Al mismo tiempo, también
se refiere a un modo de vida misericordioso, de estar preparados para hacer los
esfuerzos que se requieren para asegurar que los ciudadanos de los países en
vías de desarrollo puedan satisfacer sus necesidades básicas. Con respecto a
los derechos humanos, reconocemos la existencia de la condición de vida suprema
(la de la Budeidad) en todas las personas y, por lo tanto, insistimos en que
todos los miembros de la familia humana, sin distinción, son capaces de
manifestar ese estado de ilimitada sabiduría y misericordia.
La contribución peculiar
del Budismo a la solución de los conflictos basados en la cultura está
relacionada con la enseñanza del "origen dependiente" citado antes, y
con la empatía y la tolerancia que derivan de esa cosmología.
Como se mencionó antes,
la ley del origen dependiente describe la idea de que todas las cosas y
fenómenos son interdependientes y todos manifiestan el principio ordenador del
cosmos, cada uno en su peculiar manera. Dado que el Budismo considera los
impulsos ilusorios como los que impiden que las personas vean claramente esta
realidad, nosotros sentimos que la humanidad será mejor servida cuando la
tradición religiosa se comprometa en su lucha característica contra los “tres
venenos” (odio, avaricia e ignorancia) en tanto coopera hacia la solución de
temas globales. Así es como ve el Budismo los conceptos clave del pluralismo
cultural y la tolerancia religiosa.
Llegando a la tercera
dimensión, "la paz con el ecosistema", la perspectiva budista sobre
la naturaleza ha enfatizado siempre la coexistencia creativa con ella. La
misericordia de Shakyamuni no se limitaba a la humanidad, sino que se extendía
a todas las cosas vivientes. La base filosófica para el desarrollo sostenible
se puede encontrar en esta clase de simbiosis creativa con el resto del mundo
natural. Esa perspectiva filosófica apoyará la clase de estilo de vida que esté
verdaderamente en armonía con el ecosistema.
En la solución de los desafíos globales que confronta la
humanidad, se debe buscar medidas políticas, económicas y científicas junto con
la transformación de la conciencia humana. Debemos establecer un estilo de vida
de conservación de la energía, el reciclaje de los recursos y la búsqueda de
valores espirituales. Nuestra meta superior debe ser cultivar una conciencia
compartida de nuestra común humanidad y de solidaridad con el organismo
viviente que es la Tierra. Conforme avanzamos hacia esa conciencia, debemos
desarrollar la sabiduría para dirigirnos apropiadamente hacia los fines benéficos
de las ciencias de la vida, incluyendo el floreciente campo de la ingeniería
genética. En esto, considero que la perspectiva de las tradiciones religiosas y
éticas del mundo pueden y deben hacer una importante contribución.
Un enfoque budista para la paz, nos ofrece
un importante terreno común con otras tradiciones. La causa de una paz
verdaderamente global y duradera se puede profundizar más efectivamente
expandiendo incesantemente los círculos de amistad y entendimiento a través del
diálogo, el intercambio y la cooperación.
Publicado en World Order for a New
Millennium por St. Martin Press, Nueva York.