que están sufriendo, convirtiéndonos en su mejor aliado; continuar apoyándolos yalentándolos hasta que sean de veras felices, el Budismo del Daishonin vive y respira en esos actos de humanismo» (Traduccción tentativa de "Mis queridos amigos de América", págs. 198–99).
MISERICORDIA BUDISTA. CONCEPTOS BUDISTAS.
La mayor parte de nosotros puede aceptar que somos un poco egocéntricos,
primero pensamos en nosotros mismos y después en los demás. La preocupación por
nosotros mismos es, una parte importante de vivir, tenemos que alimentarnos, vestirnos y abrigarnos, preocuparnos
por nuestro bienestar a corto y largo plazo. Pero cuando la preocupación por
nosotros mismos se convierte en la fuerza dominante en nuestra vida, hace que
actuemos en forma insensible y hasta perjudicando a los demás. El budismo
en particular destaca la conexión intrínseca que existe entre nuestro propio
bienestar y el de los demás.
Muchos de nosotros ha tenido una sensación de
satisfacción al desvivirnos por
ayudar a otra
persona. Hacerlo nos lleva un paso más allá de lo que sería nuestro
egocentrismo habitual y esto, hace que surjan de nosotros cualidades y sentimientos
positivos. Es por eso que
los actos misericordiosos constituyen un componente esencial de la práctica
budista.
En los textos budistas chinos y japoneses, incluidos
los escritos de Nichiren Daishonin, la palabra utilizada para designar
misericordia está compuesta de dos caracteres chinos que, en japonés, se
pronuncia jihi.
El primer carácter, ji, corresponde a la
palabra sánscrita maitri, que significa «dar felicidad».
El segundo, hi, corresponde a karuna en sánscrito, y significa «quitar el
sufrimiento». Juntos, ambos
caracteres describen la funciona de aliviar el sufrimiento de los seres
viviente y darles felicidad.
En el
Budismo de Nichiren practicamos para nuestra propia felicidad y la felicidad de
los demás, y en el proceso, cultivamos la fe en nuestro propio potencial para
lograr la iluminación y la de los demás.
Nuestros actos para ayudar a los demás
a ver este potencial constituyen la verdadera misericordia budista.
La práctica del budismo nos permite ir más
allá de meramente observar el sufrimiento de los demás y sentirnos mal por ellos.
La misericordia no es simplemente ofrecer compasión y una mano. Desde el punto de vista del
Budismo de Nichiren, la verdadera misericordia tiene la fuerza para arrancar la
causa del sufrimiento en la vida de las personas y llevarlas hacia la causa de su
felicidad. Este tipo de misericordia, por su naturaleza misma exige valor y
fortaleza.
Prácticamente cualquiera puede sentir amabilidad
hacia una persona que se ha mostrado
amable con nosotros. Sin embargo, en cartas que escribió, Nichiren Daishonin
insta a sus discípulos a abrazar con misericordia a todas las personas como a
sus propios hijos y a cultivar un estado de vida que los ayude a hacerlo.
Pero ¿cómo podemos armarnos de amor compasivo, especialmente cuando no
lo sentimos? Las oraciones y los actos que realizamos en el transcurso de
nuestra práctica budista, en nuestras actividades como miembros de SGI,
despiertan la verdadera misericordia dentro de nosotros. Con frecuencia, actuar
de este modo requiere valor.
El segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei
Toda, una vez dijo: «La esencia del budismo es la misericordia. Nosotros
también debemos tener misericordia, pero, como mortales comunes, la realidad es
que nos cuesta mucho. La valentía sustituye la misericordia. Estoy hablando del
valor para salvar a los demás del sufrimiento. Practicar el budismo con coraje
se traduce en misericordia» (Buddhism Day by Day, pág. 57).
Es por eso que hablar a otros del budismo puede
considerarse el medio práctico principal
para despertar y dar expresión a la verdadera misericordia. Como hace posible que
la gente logre manifestar un estado de felicidad indestructible, es, en sí
mismo, un acto que encarna una gran misericordia.
Cuando asumimos un papel activo en las
actividades de la SGI, alentando a otros al contar
nuestras propias experiencias de como superamos nuestros problemas, visitar a
otros miembros, invocar y estudiar juntos, y brindar sincero apoyo, estamos expresando la misericordia budista
mediante la acción valiente.
Nos encontramos a nosotros mismos atravesando
la barrera de nuestro pequeño y egocéntrico yo y desarrollando un estado de vida
vasto y un corazón generoso.
Trabajamos naturalmente por la felicidad de
los demás, por el mejoramiento
de la
sociedad, y para proteger y propagar la Ley Mística.
Favorecer a unas personas respecto de las
demás es parte de la tendencia natural de los seres humanos, y la misericordia
no exige que nos caigan todos igual de bien.
No obstante, un buda no tiene preferencias a la hora de salvar a otros.
Como la misericordia surge de nuestra naturaleza inherente
de buda, es imparcial. Mediantela invocación de Nam-myoho-renge-kyo al Gohonzon
podemos encontrar la sabiduría para reconocer las cualidades positivas de los
demás, aún en aquellos que pueden no gustarnos.
Si bien es fácil identificar las debilidades
de los demás, es más difícil ver y valorar sus puntos fuertes. Pero si nos
concentramos en los puntos fuertes, llegaremos naturalmente a valorar,
sentirnos más cerca y respetar a los demás.
La misericordia incluye la capacidad para
reconocer en los demás capacidades y fortalezas de las que nosotros mismos
podemos carecer, así como también nuestro deseo de aprender de ellas. Como
resultado, podemos encontrarnos pensando en otros con más frecuencia y
preocupándonos por su bienestar.
El Presidente Ikeda, no dice: «la misericordia es el alma
misma del budismo.
Orar por los demás, hacer nuestros sus problemas y
angustias, abrazar a losque están sufriendo, convirtiéndonos en su mejor aliado; continuar apoyándolos yalentándolos hasta que sean de veras felices, el Budismo del Daishonin vive y respira en esos actos de humanismo» (Traduccción tentativa de "Mis queridos amigos de América", págs. 198–99).
Practicamos el budismo para nuestra propia
felicidad y la de los demás. Estos dos objetivos de
la fe no se pueden separar. Cuando nuestros pensamientos en cuanto al bienestar
de los demás llegan a formar parte de nuestras oraciones diarias, trascendemos el
impulso innato del egocentrismo y por medio de ellas iluminamos nuestra
Budeidad inherente. (Publicado en la edición de julio de 2012 de Living
Buddhism, págs.14–15).