29. LA HERENCIA DE LA LEY SUPREMA DE LA VIDA. ESCRITO POR NICHIREN. Respuesta a Sairen-bo. (Los escritos de Nichiren Daishonin, Soka Gakkai, Páginas 226/230).
Acabo
de leer cuidadosamente su carta. Para responderle, la Ley suprema de la vida y
la muerte, tal como se transmite del Buda a todos los seres vivos, es Myoho-renge-kyo. Los cinco ideogramas de
Myoho-renge-kyo fueron transmitidos por Shakyamuni y Muchos Tesoros —los dos
budas que se hallaban dentro de la Torre de los Tesoros- al bodhisattva Prácticas
Superiores, dando inicio a una herencia ininterrumpida desde el infinito
pasado. Myo representa la muerte, y ho, la vida. Los seres vivos que
experimentan las dos fases de vida y muerte son entidades de los diez estados,
o entidades de Myoho-renge-kyo.
Según
dice T’ien-t’ai, uno debe entender que los seres vivos y su entorno, y las
causas y efectos que operan en ellos, son, en su totalidad, la Ley de renge (el
loto).(1) Aquí, «los seres vivos y su entorno» se refiere a los fenómenos de la
vida y la muerte. Así, pues, es claro que donde hay vida y muerte está operando
la ley de causa y efecto, la Ley del loto.
El
gran maestro Dengyo señala: «Las dos fases de la vida y la muerte son las
funciones prodigiosas de la vida esencial. Las dos fases de existencia y no
existencia son las verdaderas funciones de una vida inherentemente iluminada».(2)
Ningún fenómeno está exento de estas dos fases que son la vida y la muerte: ni
el cielo ni la tierra; ni el yin ni el yang;(3) ni el Sol ni la Luna, ni los cinco
planetas,(4) ni ninguno de los estados desde el infierno hasta la Budeidad. La
vida y la muerte son, sencillamente, las dos funciones de Myoho-renge-kyo. En
Gran concentración e introspección, T’ien-t’ai dice: «El surgimiento es el
surgimiento de la naturaleza esencial de la Ley, y la extinción es la extinción
de dicha naturaleza». Shakyamuni y Muchos Tesoros, los dos budas, también son
las dos fases de vida y muerte.
No
hay ninguna diferencia o separación entre el buda Shakyamuni —quien obtuvo la
iluminación hace incontables kalpas—, el Sutra del loto -que conduce a todas
las personas a la Budeidad- y nosotros, las personas comunes. Entonar
Nam-myoho-renge-kyo con esta conciencia es heredar la Ley suprema de la vida y
la muerte. Esta es una cuestión de importancia primordial para los discípulos y
seguidores laicos de Nichiren, y es lo que significa abrazar el Sutra del loto.
Con
respecto a aquel que se arma de fe y entona Nam-myoho-renge-kyo con la profunda
conciencia de que ese es el último momento de su vida, el sutra proclama:
«Cuando la vida de estas personas concluya, un millar de budas extenderán sus
manos para recibirlos, librarlos de todo temor e impedir que caigan en los
malos caminos de la existencia».(5) ¡Cómo contener las lágrimas ante la dicha
indescriptible de saber que no sólo uno o dos, no sólo cien o doscientos, sino
nada menos que mil budas nos darán la bienvenida con los brazos abiertos!
En
cuanto a aquel que no cree en el Sutra del loto, los guardianes del infierno
vendrán a buscarlo sin falta y se lo llevarán aferrado de las manos, porque el Sutra
señala: «Cuando su vida concluya, entrará en el infierno Avichi».(6) ¡Qué
lamentable! Entonces, los diez reyes (7) del mundo de los muertos lo someterán
ajuicio, y los mensajeros celestiales (8) que lo han acompañado desde su
nacimiento lo reprenderán por sus malas acciones.
Piense
que esos mil budas que tienden sus manos a todos los discípulos y seguidores
laicos de Nichiren que entonan Nam-myoho-renge-kyo son como melones o campanillas
que extienden sus delicados zarcillos. Mis seguidores hoy pueden aceptar y
mantener el Sutra del loto debido a los firmes lazos que han creado con esta
enseñanza en sus existencias pasadas. Con toda certeza, obtendrán el fruto de
la Budeidad en el futuro. La herencia del Sutra del loto fluye en la vida de
aquellos que jamás lo abandonan en ninguna existencia, ni en el pasado, ni el
presente ni en el futuro. Pero aquellos que no creen en el Sutra del loto y
actúan contra él inmediatamente «destruirán todas las semillas que les
permitirán ser un buda en este mundo».(9) Como ellos mismos cercenan su propio
potencial para manifestar la iluminación, no comparten la herencia de la Ley
suprema de la vida y la muerte.
Todos
los discípulos y seguidores laicos de Nichiren deben entonar
Nam-myoho-renge-kyo con la actitud de ser distintas personas pero centradas en
un mismo propósito, trascendiendo todas las diferencias que pueda haber entre
ellas (10) hasta volverse inseparables como los peces y el agua en que nadan.
Este lazo espiritual es la base para la transmisión universal de la Ley suprema
de la vida y la muerte. Aquí yace el verdadero objetivo de la propagación de
Nichiren. Cuando estén unidos así, hasta el gran deseo de la propagación
universal podrá concretarse. Pero si alguno de los discípulos de Nichiren rompe
la unión de distintas personas con un mismo propósito, será como un guerrero
que destruye su propio castillo desde adentro.
Nichiren
ha estado tratando de hacer que todo el pueblo del Japón despierte a la fe en
el Sutra del loto, para que ellos también puedan compartir la herencia y
manifestar la Budeidad. Pero, en cambio, me han perseguido de muchas maneras y,
por fin, han hecho que me desterraran a esta isla. Sin embargo, usted ha
seguido a Nichiren, aun cuando ello le trajo aparejados sufrimientos. Me aflige
profundamente pensar en su angustia. El oro no puede ser quemado por el fuego
ni corroído o arrastrado por las aguas, pero el hierro es vulnerable a ambos.
El sabio es como el oro; el necio, como el hierro. Usted es como el oro puro,
porque cree en el «oro» del Sutra del loto. El Sutra afirma: «Así como el monte
Sumeru es la más elevada de todas las montañas, lo mismo sucede con este Sutra
del loto». (11) También afirma: «La buena fortuna que uno obtiene de esa manera
[...] no puede ser quemada por el fuego ni arrastrada por las aguas».(12)
Han
de ser lazos kármicos del distante pasado los que lo destinaron a convertirse
en mi discípulo en un momento como este. Shakyamuni y Muchos Tesoros sin duda
comprendieron esta verdad. No hay forma de que el Sutra esté diciendo
falsedades cuando expresa: «Las personas que habían conocido la Ley vivieron en
distintas tierras de Buda, aquí y allá, y renacieron constantemente en compañía
de sus maestros».(13)
¡Es
admirable que usted haya preguntado sobre la transmisión de la Ley suprema de
la vida y la muerte! Nunca he sabido de nadie que se interesara en el tema. En
esta carta le he respondido de manera detallada, así que, por favor, grábela en
lo profundo de su corazón. Lo importante es que lleve a cabo su práctica con la
convicción de que sólo Nam-myoho-renge-kyo es la herencia transmitida de
Shakyamuni y Muchos Tesoros al bodhisattva Prácticas Superiores.
La
función del fuego es arder y dar luz. La función del agua es limpiar la
suciedad. El viento barre el polvo e infunde vida a las plantas, los animales y
los seres humanos. La tierra hace crecer los árboles y la hierba, y el cielo
proporciona la humedad vital. Los cinco ideogramas de Nam-myoho-renge-kyo
también son así. Son el cúmulo de beneficios que trajeron consigo los
Bodhisattvas de la Tierra, discípulos de la verdadera identidad del Buda. El
Sutra del loto dice que el bodhisattva Prácticas Superiores aparecerá ahora, en
el Ultimo Día de la Ley, para propagar esta enseñanza, pero ¿ha sucedido esto?
Haya o no aparecido el bodhisattva Prácticas Superiores en este mundo, Nichiren
ya ha dado el primer paso en la propagación de esta enseñanza.
Decídase
a extraer el inmenso poder de la fe, y entone Nam-myoho-renge-kyo con la
oración de que su fe sea correcta y firme en el momento de la muerte. Jamás
busque otra manera de heredar la Ley suprema de la vida y la muerte, y
manifiéstela en su vida. Sólo entonces comprenderá que los deseos mundanos son
la iluminación y que los sufrimientos del nacimiento y la muerte son el
nirvana. Aun el hecho de abrazar el Sutra del loto resultaría inútil sin la
herencia de la fe.
En otra oportunidad le daré más detalles.
Con mi profundo respeto,
Nichiren, el shramana del Japón.
En el undécimo día del segundo mes,
noveno año de Bun’ei (1272), signo cíclico mizunoe-saru.
Respuesta al honorable Sairen-bo
ANTECEDENTES
Esta
carta, fechada el undécimo día del segundo mes de 1272, fue enviada por
Nichiren Daishonin a Sairen-bo Nichijo, un creyente que había sido sacerdote de
la escuela Tendai y que, por razones que se ignoran, también se encontraba
exiliado en la isla de Sado. Se conocen pocos detalles de Sairen-bo, aunque se
sabe que era oriundo de Kioto y que había estudiado en el monte Hiei, sede de
la escuela Tendai, antes de ser desterrado. También estuvo presente en el
debate de Tsukahara, que se llevó a cabo los días decimosexto y decimoséptimo
del primer mes de 1272, frente al Sammaido, la morada donde vivía el Daishonin
en Tsukahara. En esa confrontación, el Daishonin venció incuestionablemente a
las escuelas Tierra Pura y Palabra Verdadera, como así también a otros
sacerdotes de Sado y de varias provincias septentrionales. A raíz de ese
debate, muchas personas —entre ellas, Sairen-bo— se convirtieron a la enseñanza
del Daishonin.
Sairen-bo
fue un sacerdote de elevado nivel de instrucción, a quien el Daishonin envió
varios ensayos importantes, como El verdadero aspecto de todos los fenómenos y
La herencia de la Ley suprema de la vida. Había muchas cuestiones doctrinales
del budismo que Sairen-bo deseaba resolver; por eso, formuló sus preguntas al
Daishonin, una por una. Y este, a su vez, decidió responderlas en forma
escrita. El Daishonin lo elogió de esta manera: «¡Es admirable que usted haya
preguntado sobre la transmisión de la Ley suprema de la vida y la muerte!». En su respuesta, el Daishonin explora el
prodigio de la propia iluminación del Buda, y los medios prácticos para que la
gente común pueda desarrollar este mismo estado.
En
el primer párrafo, señala que Nam-myoho-renge-kyo es la herencia de la Ley
suprema de la vida, y que dicha Ley se transmite del Buda a todos los seres
vivos. Después, analiza de qué manera podemos heredar la Ley suprema de la vida
y manifestarla en nosotros mismos.
Esta
Ley fluye en lo profundo de la vida de aquellos que creen en las enseñanzas del
Sutra del loto, practican exactamente de acuerdo con ellas y entonan el
daimoku. El Daishonin afirma que no existe ninguna distinción entre el buda
Shakyamuni, el Sutra del loto y nosotros, los hombres y mujeres comunes.
Desde
el punto de vista del budismo del Daishonin, esta declaración significa que no
hay ninguna diferencia o separación entre Nichiren Daishonin -Buda del Último
Día de la Ley—, la Ley de Nam-myoho-renge-kyo —o el Gohonzon que encarna dicha
Ley— y nosotros mismos, los que entonamos Nam-myoho-renge-kyo.
Desde
el punto de vista del tiempo, la herencia —la relación mística entre la Ley y
la vida de las personas— fluye eternamente a través del pasado, presente y
futuro, sin que se interrumpa en ninguna existencia. En cuanto al espacio, el
Daishonin proclama que la herencia de la Ley suprema circula en la vida de sus
discípulos y seguidores laicos que trabajan en perfecta unión para hacer
realidad un mundo pacífico y feliz en bien de todos los hombres.
Después
de expresar que la Ley suprema existe en el interior de los seres humanos,
Nichiren Daishonin explica cómo heredar dicha Ley. Recalca cuán importante es
la postura de practicar como si «este instante fuese el último», para
manifestar la Budeidad innata, un estado que trasciende la vida y la muerte.
Cuando
habla de los mil budas y de los diez reyes del infierno, revela la continuidad
de causa y efecto que atraviesa el pasado, presente y futuro. El estado de vida
que predomine mientras uno esté vivo es el que subsistirá en la próxima
existencia. Que uno pueda recibir la herencia de la Ley depende íntegramente de
su fe. Por eso, advierte con severidad en la conclusión: «Aun el hecho de
abrazar el Sutra del loto resultaría inútil sin la herencia de la fe».
NOTAS
1. Profundo significado del «Sutra del
loto».
2. Doctrinas esenciales transmitidas en
la escuela Tendai del Loto.
3. El ying y el yang son dos principios universales de la antigua
filosofía china. El yin es el principio femenino, negativo, oscuro; el yang es
el principio masculino, positivo, luminoso. Se creía que su interacción
determinaba el destino de todas las cosas.
4. Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y
Saturno. En el siglo XIII, todavía no se conocían los cuerpos celestes más
remotos, y tampoco se contaba la Tierra entre los planetas.
5. Sutra del loto, cap. 28.
6. Ib., cap. 3.
7. Figuras simbólicas de la tradición
religiosa popular. Una tradición china consideraba el infierno como un tribunal
demoníaco donde se juzgaba a los difuntos por sus malas acciones.
8. Deidades que, según se creía,
habitaban en los hombros del ser humano desde el momento del nacimiento para
registrar cada uno de sus actos. Representan la ley de causa y efecto que rige
la vida humana.
9. Sutra del Loto, cap. 3. La conjugación
se ha adecuado al contexto de la frase.
10. La frase ”trascender todas las
diferencias pueda haber entre ellos” podría traducirse, literalmente, como “sin
pensar en el yo y en los otros, en esto y en aquello”. Esto no debe verse como
una negación de la individualidad, sino como una exhortación a superar las brechas que
dividen a las personas, originadas en el egocentrismo.
11. Sutra del loto, cap. 23.
12. Ib.
13. Ib., cap. 7.