LA ENFERMEDAD Y LA MEDICINA BUDISTA. FRAGMENTOS DEL CAPÍTULO 3 DE DEVELANDO LOS MISTERIOS DEL NACIMIENTO Y LA MUERTE. POR DAISAKU IKEDA.
En los sutras, suele mencionarse
a Shakyamuni como el Gran Sanador, porque sus enseñanzas ayudaron a las
personas a revertir los sufrimientos del nacimiento, la vejez, la enfermedad y
la muerte. A través de su contemplación, Shakyamuni concluyó que el mejor
remedio era la fuerza fundamental que cada ser poseía intrínsecamente en su interior,
dado que ésta permitía al hombre tomar contacto con la sabiduría y la energía
necesarias para curar los males físicos y mentales.
El propósito esencial de
la medicina budista yace en cultivar la fuerza vital del individuo mediante la
práctica del budismo, para ayudar a cada persona a desarrollar su propia
capacidad de curación y regeneración. Aunque cabe ver el budismo como una
medicina orientada a sanar el espíritu humano, su práctica y enfoque son muy
compatibles con la moderna medicina occidental; después de todo, ambas
disciplinas se ocupan de aliviar el sufrimiento humano.
Asegura un proverbio que
la salud vale más que el dinero. Nichiren Dashonin amplió este concepto en uno
de sus escritos: Más valiosos que los tesoros de los cofres son los del cuerpo.
Pero ninguno es tan preciado como los tesoros del corazón. En general, uno
realmente empieza a valorar la salud cuando la pierde. Aun las personas que
gozan de excelente salud cada tanto sufren de alguna dolencia física. La
enfermedad, como la vejez, es un aspecto inseparable de la vida humana. En
nuestro cuerpo conviven la salud y la enfermedad, a cada instante. De
acuerdo con la medicina occidental, por ejemplo, nuestro cuerpo produce y
elimina células cancerosas, cuando nuestro sistema inmune funciona eficazmente.
El antiguo texto indio
Charaka Samhita proclama que la liberación de la enfermedad es un elemento
esencial de la felicidad humana y que es la base de las buenas obras, el éxito,
el deseo sexual y la emancipación de los lazos de la ilusión y el sufrimiento.
En este contexto, la liberación de la enfermedad significa más que la ausencia
de patologías. La buena salud no sólo se juzga a partir de diagnósticos
clínicos, sino en torno a una visión holística de la vida, que incluye, también,
los componentes espirituales. Como afirma la constitución de la Organización
Mundial de la Salud, la salud es un estado de completo bienestar físico, mental
y social, y no sólo la ausencia de dolencias o enfermedades.
Mi mentor, Josei Toda,
solía decir: Una persona es sana en la medida en que pueda alimentarse y dormir
adecuadamente. Quería indicar que mientras uno comiese y descansase de manera
correcta, no debía preocuparse indebidamente por su salud y que, en cambio,
debía centrar sus inquietudes en otras cuestiones. Alguien podrá pensar que las
reflexiones de Toda eran excesivamente simplistas, pero creo que hoy adquieren
especial relevancia, cuando hay tantas personas que viven obsesionadas o
patológicamente atemorizadas por la enfermedad.
Desde la perspectiva del
budismo Mahayana, promover la buena salud es parte de la función de los
bodhisattvas, quienes, por su amor compasivo hacia los semejantes, llevan a
cabo actos altruistas y solidarios en beneficio de la humanidad.
Según el budismo, la salud no es un estado
en el cual uno evita una condición adversa, sino un estado activo donde uno se
hace responsable de tales influencias e intenta resolver los problemas no sólo
los propios, sino también los de los demás.
La palabra malestar implica una condición
negativa, mientras que, a la inversa, el bienestar de la salud implica un
estado placentero. Sin embargo, desde el enfoque budista, el bienestar no yace
en vernos libres de dificultades, sino, en disponer de abundante fortaleza para
enfrentar y superar cualquier tipo de obstáculos.
Con los años, Nichiren
sufrió muchas persecuciones. Pasó los últimos años de su vida en el monte
Minobu, donde la crudeza del frío invierno le ocasionó muchas dificultades. En
una carta escrita desde este paraje, escribió: “Durante los últimos ocho
años, me he ido debilitando más y más, a causa de la enfermedad y de la
vejezâ€. Sin embargo, fue en Minobu donde cumplió el propósito de toda su labor
e inscribió la Ley Mística en forma de un mandala llamado Gohonzon, del cual
diremos más a lo largo de los siguientes capítulos.
Dengyo, un gran maestro budista que vivió en el Japón a fines del
siglo viii y comienzos del siglo IX, escribió: Shakyamuni enseñó que lo
superficial es fácil de abrazar, pero lo profundo es difícil. Descartar lo
superficial y buscar lo profundo es el camino de un hombre de coraje. En este
párrafo, hombre de coraje se refiere esencialmente al Buda, quien busca la
profunda verdad. Lo superficial se refiere a todas las enseñanzas budistas que
no son el Sutra del loto, o, en última instancia, que no son la Ley Mística,
esencia de dimos buscar la forma más honda de vivir, para lograr algo no menos
profundo en nuestra vida. Así, tendremos la fortaleza necesaria para superar
cualquier dificultad, y adquirir un estado de vida robusto y saludable.
Los científicos modernos
han arribado a una visión similar sobre la naturaleza de la salud. René Dubos
escribió en su obra Mirage of Health (La ilusión de la salud): “Aunque es
gratificante imaginar una vida libre de tensiones y de estrés en un mundo
despreocupado, esto será siempre una ilusión estéril. …El ser humano ha elegido
luchar, no necesariamente por sí mismo, sino por un proceso de crecimiento
emocional, intelectual y ético que se extiende eternamente. Crecer en medio de
peligros es el destino del género humano, porque es la ley del espíritu.
El biólogo
austríaco-canadiense Ludwig von Bertalanffy expresó en su Teoría general de los
sistemas “La vida no es un cómodo encastre en los canales y ranuras
prefabricados que trae la condición humana; en todo caso, es vital e
inexorablemente impulsado hacia una forma superior de la existencia. Admitamos
que en esta definición hay mucho de metafísico y de analogía poética, pero,
después de todo, también lo hay en cualquier imagen que intentemos trazarnos de
las fuerzas que mueven el universo.
Con respecto al
propósito de la enfermedad, en el impulso hacia la perfección, el filósofo
suizo Carl Hilty dijo: “Así como el desborde de un río erosiona el suelo y
nutre los campos, las enfermedades sirven para nutrir nuestro corazón. La
persona que comprende correctamente su afección y persevera a lo largo de ella
podrá vivir de manera mucho más profunda, potente y grandiosa”.
El budismo considera la enfermedad como una
oportunidad de acceder a un estado de vida más elevado y más noble. Enseña que,
en lugar de lamentarnos ante una grave dolencia, o desesperar pensando si
alguna vez podremos superarla, debemos utilizarla como medio para construir una
identidad fuerte y compasiva, lo cual a su vez nos permitirá triunfar como
seres humanos. Es lo que Nichiren quiso decir cuando señaló: La enfermedad da
origen a la determinación de entrar en el Camino.