¿QUÉ SON LOS DIEZ MUNDOS?
Al examinar los «Diez
Mundos», clasificación de los distintos diez estados de la vida, podemos tener
una clara comprensión de la filosofía del budismo sobre la dinámica de la
condición humana y obtener una profunda percepción sobre la manera de
mejorarla.
¿Qué significa
esto para nosotros los budistas? Desde nuestra perspectiva, aunque en un
momento dado estemos experimentando la infelicidad característica del mundo de
infierno, en ese mismo momento, a través de la práctica del budismo, podemos
comenzar a transformar nuestras vidas para saborear la dicha profunda e
inextinguible del mundo o estado de Buda.
Los Diez Mundos son:
1. El mundo de infierno.
2. El mundo de los espíritus hambrientos (o Hambre).
3. El mundo de los animales (o Animalidad).
4. El mundo de los asuras (o Ira).
5. El mundo de los seres humanos (o Humanidad o Tranquilidad).
6. El mundo de los seres celestiales (o Cielo o éxtasis).
7. El mundo de los que escuchan la voz (o Aprendizaje).
8. El mundo de los que están despiertos a las causas (o Comprensión
o Absorción).
9. El mundo de los Bodhisattvas.
10. El mundo del Buda.
Los mundos de infierno,
hambre, animalidad, ira, humanidad y cielo se conocen colectivamente como los
«seis mundos inferiores» o «los seis senderos del mal»
(o caminos). Los mundos de aprendizaje, absorción, bodhisattvas y
Buda se conocen como «los cuatro mundos nobles».
El concepto de los seis
senderos se origina en la antigua visión hindú, «védica» que cree en seis
reinos amplios dentro de cuales transmigran todos los seres vivos, a través del
repetido ciclo de nacer y morir. El budismo adoptó esta concepción. Los cuatro mundos
nobles indican niveles o estados que están fuera o más allá de los seis
senderos y que se logran mediante la práctica del budismo.
A menudo, los Sutras
distintos al Sutra del Loto definen a estos mundos como lugares habitados por
cierta clase de seres, o en el caso de los cuatro mundos nobles, por los
practicantes del budismo. Por ejemplo, se considera que el infierno es un lugar
de tormentos que está bajo tierra, mientras que los Budas y bodhisattvas
estarían en tierras puras, separadas y distantes del ámbito normal de los seres
humanos.
Pero el Sutra del Loto
depone estas concepciones cuando enseña «la Posesión
Mutua de los Diez Mundos». En vez de reinos o lugares separados,
los Diez Mundos son condiciones o estados de la vida que todas las personas
tienen el potencial de experimentar en cualquier momento.
Nichiren escribió: «Ni
la tierra pura ni el infierno existen fuera de nosotros mismo, ambos se
encuentran en nuestro corazón.
Cuando uno toma
conciencia de esto, pasa a llamarse buda; mientras lo ignora, sigue siendo una
persona común. El Sutra del loto revela esta verdad, y quien abrace el Sutra del
loto comprenderá que el infierno es en sí mismo, la Tierra de la Luz Tranquila»
Los escritos de Nichiren Daishonin [END], pág. 478-479).
¿Qué significa esto para
nosotros? Desde una perspectiva, aunque en un momento dado estemos experimentando
la infelicidad característica del mundo de infierno, en ese mismo momento, a
través de la práctica del budismo, podemos comenzar a transformar nuestras
vidas para saborear la dicha profunda e inextinguible del mundo o estado de
Buda.
1. El mundo de Infierno.
La palabra japonesa
jigoku (naraka, en sánscrito) que significa infierno, indica «una prisión bajo
tierra». Los textos budistas indican diversos infiernos que incluyen infiernos
calientes y otros fríos. El «infierno» representa la condición de vida inferior
en la que uno está confinado en la agonía, totalmente carente de libertad.
Nichiren Daishonin
escribe: «El infierno es una temible morada de fuego (END, pág.
1071). Si consideramos el infierno como un estado potencial de la
vida, su descripción es la de estar tan agobiado que nuestros sufrimientos
parecen tenernos atrapados completamente, como en medio del rugir de las
llamas.
Nichiren también dijo
que «el odio corresponde al estado de infierno» (END, pág.
358). Aquí «el odio» significa la desesperación y resentimiento
de no poder vencer el dolor, de no tener la esperanza de aliviarse, ni por
corto tiempo, del tormento. Podemos decir que en el estado de infierno estamos
controlados por los impulsos destructivos.
La guerra, que
materializa los extremos de la miseria humana, se puede considerar como
expresión del mundo de infierno.
2. El mundo de hambre.
El mundo de hambre, o de los espíritus hambrientos, se
caracteriza por los deseos irresistibles y por el sufrimiento que resulta de no
satisfacer a cualquiera de ellos.
El término japonés gaki
(preta, en sánscrito) se traduce como «espíritu hambriento» o «fantasma
hambriento» y se refería originalmente a los difuntos porque se creía que
estaban constantemente hambrientos.
El mundo de hambre es un
estado en el que nuestro cuerpo y mente arden continuamente en ansias o anhelos
intensos. «El reino de las entidades hambrientas es un lastimoso lugar, donde
estas, impulsadas por el hambre extremo y la sed devoran a sus propios hijos»
(“Carta a Niike”, END, 1071).
También dice: «La
Codicia [el mundo] de las entidades hambrientas» (“Objeto de devoción para
observar la vida…”, END, pág. 377). Estar tan hambriento como para llegar a
devorarse a los propios hijos es estar gobernado por la miseria de anhelos que
no conocen limitaciones.
En sí mismos, los deseos
no son ni buenos ni malos. Si no sintiésemos deseos de comer cuando nuestro
cuerpo necesita alimentos, moriríamos de hambre. Los deseos y necesidades nos
pueden dar el ímpetu para mejorarnos a nosotros mismos, y para el progreso del
ser humano. Sin embargo, en el mundo de hambre somos incapaces de utilizar
creativamente a los deseos; nos convertimos en sus esclavos y como resultado de
ello sufrimos.
3. El mundo de los
animales.
Este mundo, o
“animalidad”, se caracteriza por las motivaciones basadas en la obtención de
ganancias o pérdidas inmediatas, irracionalmente, en vez de basarse en la razón
o en la lógica.
Nichiren Daishonin dice:
«La Estupidez es [el mundo de] los animales» (“Objeto de devoción para observar
la vida…”, END, pág. 377). Cuando estamos en estado de animalidad actuamos
basados en los instintos o impulsos, incapaces de distinguir entre lo correcto
e incorrecto, entre el bien y el mal.
Nichiren también
escribe: «Es propio de las bestias amenazar a los débiles y temer a los poderosos»
(“Carta desde Sado”, END, pág. 320) y el ámbito de los animales se caracteriza por
la necesidad extrema de «dejarse matar o morir» (“Carta a Niike”, END-1, 1026).
En el mundo de animalidad olvidamos razonar y a la consciencia, viendo a la vida
como una lucha para sobrevivir, en la que estamos dispuestos a dañar a los
demás para protegernos. No podemos hacer planes para el futuro, incapaces de
ver más allá de lo inmediato. Semejante estado de ignorancia conduce a la larga
hacia la propia destrucción y sufrimientos.
Aunque el budismo toma
de la antigua tradición hindú la asociación de este mundo o estado de vida con
los animales, en realidad, los animales pueden exhibir cualidades como la
lealtad y generosidad que a los humanos les haría bien aprender de ellos.
Además, de maneras
diversas, los animales desempeñan el papel irremplazable de apoyar y sustentar
la vida de los seres humanos quienes pueden ser capaces de crueldades y bajezas,
como por ejemplo durante las guerras, mucho más atroces que cualquier cosa vista
en el mundo animal.
Como los mundos de
infierno, hambre y animalidad representan condiciones de sufrimientos, se les
llama colectivamente «los tres senderos del mal».
4. El mundo de los
Asuras.
Un «asura» es un demonio
o un dios belicoso de la mitología hindú. Una de las características de quienes
están en el estado de vida de los «asuras» es la fuerte tendencia a compararse
a sí mismos con los demás y su preocupación por superarles. Cuando se consideran a sí mismas superiores a
los demás, estas personas se consumen en la arrogancia y el desdén.
Si, por otro lado,
encuentra a una persona claramente superior a ellas, se tornan aduladoras y obsequiosas.
Las personas que están
en el mundo de los «asuras» se dan aires de superioridad para impresionar a los
demás con la grandeza que piensan poseer.
Superficialmente, pueden
aparecer bien intencionados, educados, corteses y hasta humildes o modestos,
pero en su interior albergan envidia o resentimientos hacia los que piensan que
son mejor que ellos.
Este conflicto entre lo
que aparentan ser y sus sentimientos y disposición interior hace que los que
están en el mundo de los “asuras” sean propensos a ser hipócritas y traidores.
Por esto es que
Nichiren Daishonin escribe que «la perversidad es [el mundo] de los asuras»
(“Objeto de devoción para observar la vida…”, END, pág. 377). La palabra
japonesa tenkoku que aquí fue traducida como «perversidad» se compone de dos
caracteres: uno significa «someterse sin revelar la verdadera intención de uno»
y el otro significa «doblado» o «torcido».
A diferencia de los tres
senderos del mal (los mundos de infierno, hambre y animalidad) en los que uno está
controlado por los tres venenos (la ilusión o ilusiones fundamentales de la
avaricia o voracidad, ira y estupidez o ignorancia) los que están en el mundo
de los «asuras» despliegan un grado mayor de consciencia y dominio de sí mismo.
Desde este punto de vista se le puede considerar como un estado más alto que
los tres senderos del mal. Sin embargo, el permanecer en el estado de los
«asuras» a la larga da lugar a sufrimientos y por ello se le clasifica, junto
con los mundos de infierno, hambre y animalidad, como uno de los «cuatro
senderos del mal».
Aunque con frecuencia se
denomina «mundo de ira» al mundo de los «asuras» esto no significa que se
caracterice por la rabia o enojo, ni por la tendencia a perder los
estribos. Más bien, se refiere a una tendencia
permanente a contender, a una predisposición hacia los conflictos que surge de
una ambición egocéntrica.
5. El mundo de los seres
humanos.
Este es un estado de
tranquilidad y de compostura, por lo que Nichiren Daishonin dice: «La Calma es
[el mundo] de los seres humanos» (“Objeto de devoción para observar la vida…”,
END, pág. 377).
Un aspecto del mundo de
humanidad es la calidad del razonamiento que nos permite distinguir lo correcto
de lo incorrecto y de hacer juicios en base a ello.
En este estado, también
tenemos un alto grado de dominio propio. Nichiren escribe que «A los sabios
puede llamárseles humanos, pero los desconsiderados no son más que animales
(“Las tres clases de tesoros”, END, pág. 893).
Sin embargo, para
permanecer en este estado de humanidad se requiere de esfuerzo.
En un mundo donde
abundan las influencias negativas, no es fácil seguir viviendo de modo
realmente humano. En realidad, es imposible, a menos que se hagan esfuerzos constantes
para mejorarse a uno mismo. De los Diez Mundos, el mundo de humanidad es el
primero en que podemos acercarnos a vencer nuestras debilidades.
Es más, los que están en
el mundo de humanidad, aunque son vulnerables a las influencias negativas, son
capaces de esforzarse en la práctica del budismo y por ende, de avanzar a los
cuatros mundos nobles.
6. El mundo de los
seres celestiales.
El nombre de este mundo
proviene de la palabra hindú deva-loka que significa el lugar donde
habitan los dioses y seres sobre-humano semejante a dioses.
En la filosofía budista,
el cielo se refiere a un estado de vida en que experimentamos la dicha de haber
cumplido nuestros deseos. De ahí que Nichiren diga: «La alegría es [el mundo]
de los seres celestiales» (“Objeto de devoción para observar la vida…” END,
377).
Los seres humanos
sienten muchas clases de deseos. Hay deseos básicos o instintivos como comer y
dormir, los hay de cosas materiales, sociales, intelectuales y espirituales.
En general, podemos
pensar que el mundo de cielo es el estado de alegría que invade nuestra vida
cuando se realiza alguno de esos deseos.
Pero la alegría del
mundo de cielo no es perdurable, a la larga se debilita y desaparece.
Por lo tanto, este mundo
no puede ser representativo del estado de felicidad genuina que el budismo
permite que logre la gente.
De los seis senderos a
los “cuatro mundos nobles”.
Los seis mundos de los
cuales ya hemos hablado y que juntos, constituyen los seis senderos, son
estados de vida fácilmente influenciados por las circunstancias externas. Quienes permanecen en ellos no pueden
disfrutar la verdadera libertad o independencia.
La práctica del budismo
aspira a transcender estos seis senderos y a construir una felicidad que sólo
depende de uno mismo, no controlada por las circunstancias externas.
Los estados de vida que
una persona cultiva con la práctica budista se conocen como los cuatro mundos
nobles: el de los que escuchan la voz (aprendizaje), el de los despiertos a la
causa (comprensión o absorción), el de los Bodhisattvas y el del Buda o Budas.
7/8. Los mundos de «Los
que escuchan la voz» y de «Los despiertos a la causa».
En enseñazas anteriores
al Sutra del Loto, estos dos mundos representaban los dos estados más altos que
podían lograr los practicantes del budismo. Juntos, se les denomina «los dos
vehículos».
Originalmente, «Los que
escuchan la voz» designaba a los que había logrado un despertar parcial por
escuchar una enseñanza del Buda. Pero «los despiertos a la causa» eran los que
habían logrado un despertar por su propia cuenta, a través de su conexión u observación
de varios fenómenos.
La iluminación parcial
que caracteriza a ambos mundos o estados, a estos dos vehículos, consiste en un
despertar a la transitoriedad o no permanencia de todas las cosas. La no
permanencia indica la realidad de que todos los fenómenos cambian con el paso
del tiempo y que finalmente dejan de existir, mueren. Quienes están en la
condición de vida de los dos vehículos, al haber superado la tendencia a apegarse
a las cosas no permanentes, pueden verse a sí mismos y al mundo objetivamente,
despiertos a la verdad de que todo en este mundo real cambia y perece con paso
del tiempo.
Nichiren Daishonin dice:
«El hecho de que todo en este mundo sea transitorio nos resulta muy claro. ¿No
es porque los estados de los dos vehículos están presentes en el mundo humano?
(“Objeto de devoción para observar la vida…”, END, 377). Está diciendo que
dentro del mundo de humanidad existe el potencial de los estados de vida de los
dos vehículos.
Al considerar a los Diez
Mundos como estados potenciales en la vida humana, podemos decir que los mundos
de aprendizaje y absorción representan estados de despertar y de
autodeterminación que trascienden a los mundos que constituyen los seis
senderos.
Los que están en los dos
vehículos pueden ser inquisitivos, intelectuales y creativos, pero las
limitaciones que enfrentan son las propias de la auto complacencia, de pensar que
han llegado al pináculo de su desarrollo, y de sólo preocuparse y esforzarse
por su bien y su realización
personal, sin hacerlo por los demás. Fue por esta tendencia al egocentrismo y
egoísmo que en escrituras budistas anteriores al Sutra del Loto se les negó a
las personas de los dos vehículos la posibilidad de lograr la iluminación.
9. El mundo de los Bodhisattvas.
Los Bodhisattvas son
seres que se esfuerzan incesantemente
en lograr la iluminación de un Buda. Las personas de los dos vehículos, aunque
consideran que su maestro es el Buda, no se creen capaces de lograr el mismo
estado de iluminación que el del Buda, pero los Bodhisattvas, no sólo consideran que el Buda es su maestro,
sino que también aspiran a lograr la misma iluminación suprema que la del Buda.
Además, los Bodhisattvas trabajan
para propagar ampliamente las enseñanzas del Buda para liberar a las personas
de sus sufrimientos y conducirlas a la felicidad.
Lo
que distingue a los Bodhisattvas es su
firme intención de buscar el mundo de Buda, estado éste más alto que un ser
humano puede manifestar, y también sus esfuerzos para compartir con los demás
los beneficios que han obtenido a través de su práctica del budismo. Antes que
nada, lo que más les preocupa es su fuerte deseo por la felicidad de las
personas.
El
mundo de los Bodhisattvas es
un estado de vida en el que se actúa con un sentido de misión por el bien de la
gente y por el de la Ley. La misericordia es fundamental en dicho mundo. La
palabra sánscrita karuna (jihi, en japonés) que significa compasión, a veces se
traduce como «amor compasivo» o «misericordia». En relación a ello, Nichiren
Daishonin dice: «Hasta un villano desalmado ama a su esposa y a sus hijos. Él
también, posee dentro de sí una parte del estado de Bodhisattvas» (“Objeto de
devoción para observar la vida…”, END PAG 377). Aquí, Nichiren nos recuerda que
todas las personas, hasta la corruptas y crueles, poseen el potencial de la misericordia.
El basar sus vidas y acciones en el amor compasivo
por todas las personas es la naturaleza de los que manifiestan el mundo de los Bodhisattvas.
10. El mundo de los Budas.
El mundo de los Budas es el estado de vida
supremamente noble y virtuosa.
En sánscrito, la palabra «buda» significa «el
que ha despertado». Un Buda es el que está iluminado a la Ley Mística, la Ley
maravillosa o principio, base de toda vida y de todo fenómeno en el universo.
Específicamente, «el Buda», se refiere a Shakyamuni,
también conocido como Gautama
o
Siddhartha, quién vivió y enseñó en la India hace unos dos mil quinientos años.
Los Sutras budistas describen a otros budas
tales como Amida y Mahavairochana, pero estos son figuras míticas y la
intención es representar la maravilla y grandeza de alguna cualidad o virtud en
particular del estado de vida del Buda.
Nichiren Daishonin apareció en el Último Día
de la Ley, época en la que se predijo que las enseñazas de Shakyamuni habrían decaído
y tornado ineficaces para conducir a las personas a la iluminación. Para salvar
a toda la gente de sus sufrimientos, Nichiren manifestó el mundo de Buda en su
propia vida como demostración de que también lo puede lograr cualquier ser
humano común. Como él estableció el camino por el que todas las personas pueden
lograr la Budeidad, se le respeta como el Buda del Último Día de la Ley.
El mundo de los Budas es una condición de
vida, rica en virtudes nobles y en buena fortuna que emerge cuando una persona despierta
a la realidad de que la fuente y base de su propia vida es la Ley Mística. Un
Buda es quién abre este estado de vida interior y por ende, corporiza
insuperables sabiduría y misericordia ilimitadas y, alimentado por ellas,
trabaja constantemente para que todas las personas manifiesten el mismo estado
de Buda.
Todos tenemos el mundo de la Budeidad inherente,
pero hacerlo emerger en medio de la realidad de nuestra vida no es cosa fácil.
Por ello, el Daishonin estableció el Gohonzon, el objeto de devoción, como corporización
del mundo de Buda que él manifestó. Lo hizo para proporcionarnos el medio para
que todos manifestemos la Budeidad que está en nuestras propias vidas.
En relación a esto escribió: ”Yo, Nichiren, he
inscrito mi vida en tinta sumi”; por eso, crea en el Gohonzon con todo su
corazón.
La voluntad del Buda es el Sutra del Loto,
pero el alma de Nichiren no es otra cosa que
Nam-myoho-renge-kyo” (“Respuesta a Kyo’o”, END, pág. 433).
El mundo de la Budeidad, estado que Nichiren
manifestó en su esencia, es la Ley de
Nam-myoho-renge-kyo. Cuando creemos en el Gohonzon y nos esforzamos en
invocar a esta Ley, tanto para nuestra propia felicidad, como para la de los
demás, contactamos al mundo de Buda inherente en nosotros y lo corporizamos en
nuestras vidas.
En “El Objeto de devoción para observar la
vida”, Nichiren se refiere a la profunda conexión que hay entre la fe y nuestra
Budeidad innata. El dice : «Si las personas comunes nacidas en la última época
pueden creer en el Sutra del Loto es porque, en el estado de humanidad existe
el estado de Budeidad» (END, pág. 378).
El Sutra del Loto revela que todas las
personas son Budas innatos y nosotros, los seres humanos, podemos creer en esa
enseñanza precisamente porque nuestras vidas poseen fundamentalmente al mundo
de la Budeidad.
Nichikan, el gran erudito del budismo,
escribió basado en la cita anterior de Nichiren lo siguiente: «Un corazón que
cree firmemente en el Sutra del Loto [otro] nombre para el mundo de la
Budeidad». Aquí, Sutra del Loto se refiere al Gohonzon y el mundo de la
Budeidad no es otro que la fe inquebrantable de vivir basado en invocar
Nam-myoho-renge-kyo al Gohonzon ante todo tipo de circunstancias.
Los textos budistas, incluidos los escritos
de Nichiren, comparan con frecuencia al mundo de la Budeidad con el rey león.
Así como el rey león, los que han activado
su Budeidad no le temen ni se dejan amedrentar por nada ni por nadie. Es un
estado de paz genuina, de felicidad absoluta y de iluminación.