¿QUÉ ES LA FE? LA FE ABARCA LA VERDAD, EL CORAJE, LA SABIDURÍA Y LA BUENA FORTUNA. INCLUYE LA COMPASIÓN Y LA HUMANIDAD, ASÍ COMO LA PAZ, LA CULTURA Y LA FELICIDAD. LA FE ES ESPERANZA ETERNA; ES EL SECRETO PARA EL AUTO-DESARROLLO SIN LÍMITES. LA FE ES EL PRINCIPIO BÁSICO DE CRECIMIENTO. (LAS DISCUSIONES SOBRE LA JUVENTUD, VOLUMEN 2, PÁGINAS 163/64).

¿QUÉ ES EL BUDISMO? ES EL NOMBRE DADO A LAS ENSEÑANZAS DE UN BUDA. "BUDA" SIGNIFICA "EL ILUMINADO”; ALGUIEN QUE PERCIBE LA ESENCIA O REALIDAD DE LA VIDA EN SU INTERIOR, ES UN SER ILUMINADO A LA VERDAD DE LA VIDA Y DEL UNIVERSO. A DIFERENCIA DE OTRAS RELIGIONES, EL BUDISMO NO ALEGA UNA REVELACIÓN DIVINA. COMIENZA CON UN HOMBRE, QUE A TRAVÉS DE SUS PROPIOS ESFUERZOS Y PERSEVERANCIA, DESCUBRIÓ LA REALIDAD DENTRO DE SÍ Y ENSEÑÓ QUE TODOS PODÍAN HACER LO MISMO. EL BUDA NO PUEDE SER DEFINIDO, COMO UN SER TRASCENDENTAL O SUPREMO. EN ESTE SENTIDO, EL BUDISMO, NO SOLO ES LA ENSEÑANZA DE UN BUDA, SINO LA ENSEÑANZA QUE POSIBILITA A TODAS LAS PERSONAS REVELAR SU NATURALEZA DE BUDA. EL BUDISMO ES UN SISTEMA PRÁCTICO DE ENSEÑANZA QUE NOS PERMITE CONCRETAR EL ESTADO IDEAL DE LA BUDEIDAD… LA PROPIA PERFECCIÓN.

¿QUE ES EL KOSEN-RUFU? “ES LA LUCHA PARA TRANSFORMAR LA VIDA DE LOS SERES HUMANOS, REVIRTIENDO LA OSCURIDAD QUE RESIDE EN EL INTERIOR DE SU VIDA, HACIENDOLO TOMAR CONCIENCIA DE SU NATURALEZA DE BUDA INHERENTE". LA ESENCIA DE “ESTABLECER LA ENSEÑANZA CORRECTA PARA ASEGURAR LA PAZ EN LA TIERRA” ESCRITO POR NICHIREN DAISHONIN, RADICA EN CONSTRUIR UNA RED DE PERSONAS DEDICADAS AL BIEN. PERO COMO ESTA CONTIENDA IMPLICA TRANSFORMAR DE RAÍZ LA VIDA DE LAS PERSONAS PROVOCARA RESISTENCIA EN CIERTOS SECTORES… ESTA GRAN BATALLA ES LA CLAVE PARA CREAR UN MUNDO DE PAZ Y DE FELICIDAD VERDADERAS, UNA TIERRA DE BUDAS.

YIGUIO Y KETA. PRÁCTICA PARA UNO MISMO Y PRÁCTICA PARA LOS DEMÁS. ESTOS ASPECTOS DEL BUDISMO VERDADERO SON: YIGUIO (PRÁCTICA PARA UNO MISMO) Y KETA (PRÁCTICA POR EL BIEN DE OTROS). AMBOS CONSTITUYEN UNA PRÁCTICA COMPLETA. SON COMO DOS RUEDAS QUE FUNCIONAN AL UNÍSONO PARA ADELANTAR NUESTRAS VIDAS, PARA MANIFESTAR NUESTRA ILUMINACIÓN INHERENTE.

¿QUE ES LA SOKA GAKKAI INTERNACIONAL (SGI)?...ES UNA ORGANIZACIÓN BASADA EN EL BUDISMO DE NICHIREN DAISHONIN, INSPIRADA EN EL RESPETO A LA VIDA, LA CONCIENCIA DE LOS DERECHOS HUMANOS, BUSCANDO DESPERTAR EN LAS PERSONAS EL ESPÍRITU DE RECONOCER, RESPETAR Y APRECIAR LAS SEMEJANZAS Y LAS DIFERENCIAS, PERMITIENDOLES FORTALECERSE Y TRANSFORMAR SU INTERIOR PARA DESARROLLAR SU MÁXIMO POTENCIAL, ASUMIENDO LA RESPONSABILIDAD DE SU PROPIA VIDA Y COMPROMETIENDOSE CON LA SOCIEDAD, EMPRENDER ACTIVIDADES EN SU VIDA COTIDIANA, PARA DESPLEGAR LA CAPACIDAD DE VIVIR CON CONFIANZA, CREANDO VALOR EN CUALQUIER CIRCUNSTANCIA Y CONTRIBUYENDO AL BIENESTAR DE AMIGOS, FAMILIARES Y SU COMUNIDAD…

…UNA DE LAS DIFICULTADES QUE LOS LATINOS TIENEN PARA COMPRENDER EL BUDISMO, radica en lo que el término "religión" significa en su ámbito social… Las religiones occidentales tienen sistemas jerárquicos en los que las reglas y los dogmas se establecen desde arriba hacia abajo… Ellas están basadas en la creencia de una deidad sobrenatural… La relación entre el maestro y el discípulo es interpretada como la de una persona que ciegamente, sigue a otra… VER MAS…

EL ESFUERZO DE NO RENDIRSE JAMAS. Vivimos una vida fragmentada y llena de conflictos. Estamos divididos en centenas de grupos de seres humanos, limitados por el miedo, la vergüenza, la culpa, la ira, las obsesiones y las emociones… esta lucha interna hace que no nos podamos entender… ¿Por que pasa esto...? VER MAS…

LA RECITACION DE LOS CAPITULOS “MEDIOS HABILES” Y “DURACION DE LA VIDA”. Carta a la esposa de Hiki Daigaku Saburo Yoshimoto. Este Ghoso, nos acerca a un precepto conocido como “seguir las costumbres de la región”. El significa que, mientras no esté en juego ninguna trasgresión grave, no se debe ir contra las tradiciones y costumbres de un país, región o comunidad, aunque debamos apartarnos ligeramente de las enseñanzas. Este criterio fue establecido por el Buda... VER MAS…

LAS REUNIONES DE DIALOGO O ZADANKAI, SON UN OASIS…En la actualidad, el egoísmo desmedido, provoca profundos trastornos en el corazón humano y estamos perdiendo la coexistencia con la naturaleza; por ello estos mini cónclaves de miembros de todas las edades, razas, intereses y antecedentes, son un foro de intercambio rico y refrescante. En un mundo afectado por la "DESERTIFICACION SOCIAL", estas reuniones son un oasis, en el que los seres humanos en forma individual, se esfuerzan en concretar la paz mundial y la prosperidad de la sociedad humana. ...Como budistas, al establecer una condición de paz interior en la vida cotidiana, contribuimos con la paz del mundo, posibilitando a cada uno, desarrollar su potencial inherente... VER MAS…

...DE LAS DISERTACIONES SOBRE EL HOBEN Y JURYO DEL SUTRA DEL LOTO DE DAISAKU IKEDA.

Contemple el sol de la Budeidad que existe en su corazón.

Practicar el Sutra del Loto hace que el sol se eleve en nuestro corazón.

Por tempestuosas que sean las circunstancias, cuando el sol resplandece en lo profundo de nuestro ser, en el corazón se descorren los velos y aparece un cielo límpido y azul, como el firmamento luminoso de mayo.

Y cuando en nuestro corazón se establecen las cuatro virtudes de la eternidad, la felicidad, el verdadero yo y la pureza, nuestra tierra, el sitio donde vivimos, brilla como la Tierra de la Eterna Tranquilidad.

Es cierto que todos poseemos un sol en el centro de nuestra vida, pero pocos toman conciencia de ello.

El Sutra del Loto es la escritura que revela el restallante sol de la Budeidad que existe en nuestro ser en forma inherente.

LA SOLIDARIDAD O EMPATIA BENEVOLENTE. "JIHI"

Jihi significa solidaridad o empatía benevolentes, la acción del Buda de salvar a las personas del sufrimiento y conducirlas a la felicidad. Literalmente, "ji" significa "confortar", mientras que "hi" es "erradicar la miseria o el sufrimiento".

La esencia del jihi según el budismo es conducir a los demás al establecimiento de la condición de iluminación dentro de sus vidas, de manera tal que puedan desarrollar su poder inherente para vivir una vida plena. La solución fundamental del sufrimiento proviene del conocimiento de "cómo vivir" con sabiduría, convicción y coraje.

Las personas enfrentan obstáculos cuando trabajan por un objetivo de elevado propósito, pero la constante lucha contra estos obstáculos desarrolla en nosotros una tremenda vitalidad. Alentar a una persona a triunfar constituye un acto de jihi. En última instancia, las acciones de Nichiren Daishonin, que poseía las tres virtudes de soberano, maestro y padre, representan el más alto grado de jihi.

Una vez, el Pte. Ikeda enumeró los requisitos esenciales del jihi:
Tener buena salud
Permanecer joven de espíritu a lo largo de toda la vida
Poseer dignidad y buena fortuna, las cuales son desarrolladas por el daimoku
Utilizar la sabiduría
Tener pasión
Aumentar la autoconfianza a través de tomar consciencia de la propia misión
Vencer. Si no logramos vencer no podemos ayudar a otros a hacerlo

Todos estos aspectos configuran la naturaleza del hombre, cuya esencia es el jihi. Más aún, el jihi es el verdadero significado de Nam-myoho-renge-kyo, la Ley del Universo.

El jihi difiere del concepto cristiano del amor o la compasión. El amor se manifiesta como un acto de simpatía o gentileza, pero en el fondo representa una condición relativa basada en la emotividad humana, que es inestable y, por tanto, débil. El amor romántico, que fácilmente se puede transformar en odio o celos, es un buen ejemplo de la inconstancia de este sentimiento. El amor a la patria puede volverse odio hacia otras naciones. Hasta el amor de una madre por sus hijos es egoísta cuando se lo compara con el jihi, ya que a veces es fuente de competencia o comparación con niños de otras familias y sus padres.

Los sentimientos de simpatía o amor sólo pueden llegar al sufrimiento de la vida de otra persona cuando son respaldados por una fuerte decisión de cambiar la causa de sufrimiento: el karma individual. La fuente de renovación de esta determinación se encuentra en la práctica del Budismo. Con el objetivo de hacer lo mejor con nuestras vidas, generamos causas que perfeccionan y templan nuestro carácter. Ésta es la Revolución Humana o establecimiento de la felicidad absoluta.

Para vencer al sufrimiento, uno debe ser fuerte, por lo que el acto de jihi es, frecuentemente severo y a veces hasta doloroso. La vigorosa acción del shakubuku hace emerger la vitalidad necesaria para vencer cualquier dificultad personal. Alentamos a otros a que comiencen a practicar el Budismo por su propio beneficio, pero en realidad el hecho de asumir la responsabilidad por la vida de otros constituye el supremo beneficio en sí mismo de nuestra Revolución Humana.

Es sumamente difícil ejercer el jihi, pero aún en los comienzos de la práctica de cada uno, el coraje funciona como sustituto del jihi. El coraje de introducir a otros en la práctica del Budismo es el camino fundamental hacia el logro de su felicidad y de nuestra propia revolución humana.

¿Cuál es la diferencia entre la mera simpatía y el jihi? Las cualidades de la Budeidad que fortalecemos día a día a través de la invocación de Nam-myoho-renge-kyo son sabiduría, coraje y fuerza vital. De las tres, el jihi es la más frecuentemente malinterpretada.

Según la "definición de diccionario", la misericordia significa "virtud que nos hace sentir pena por los males ajenos". Como Richard Causton explica en su libro "El Buda en la vida cotidiana", el concepto de jihi conlleva implícito la idea de un énfasis en la acción. El jihi no equivale a piedad, lástima o simpatía. No es que esté mal que experimentemos tales emociones, pero no son un requisito para ejercer nuestro jihi como budistas. Lo que cuenta es que removamos el sufrimiento y lo reemplacemos por felicidad, no importa cuáles sean nuestros sentimientos personales. Es aquí dónde yace la potencia del concepto.

La misericordia que revela el Budismo es completamente imparcial: se ejerce con absolutamente cualquier persona, incluso aquéllas que no nos gustan o que nos han hecho algún daño. Esto es más fácil de decir que de llevar a la práctica. A veces tenemos que tener coraje para decirle a otro algo que no quiere escuchar (por esto necesitamos fuerza vital y coraje). Debemos encontrar las palabras precisas, el tono de voz o, de lo contrario, sólo lograremos lastimarlo sin lograr nada (necesitamos tener sabiduría de Buda). Debemos también poseer la energía de continuar nuestra acción y de estar completamente seguros de que estamos motivados por el jihi y no por la ira, el resentimiento o la venganza o nuestro propio ego (nuestro verdadero corazón se manifestará, no importa cómo lo disfracemos). En otras palabras, necesitamos echar mano de cada precioso elemento de nuestro Verdadero Yo que está contenido en la Budeidad.

La prueba del éxito de nuestra acción es preguntarnos: "¿He logrado remover el sufrimiento de esta persona y preparado el camino de su felicidad fundamental?". Si la respuesta es afirmativa, he actuado con jihi. No importa cuan loables sean nuestras intenciones, lo que cuenta es el resultado. A veces se dice que "uno debe tratarse con misericordia a sí mismo antes que todo" como un paso previo hacia sentir verdadera misericordia hacia los demás. Frecuentemente somos muy duros con nosotros mismos y es necesario que comprendamos que esto nos condiciona bastante.

Pero, así como puede ser un acto de jihi decirle a otro algo que no le gusta enfrentar, ser misericordioso con nosotros mismos también puede implicar elevar nuestros propias aspiraciones y metas y tomar la determinación de cambiar aquello que ha generado y genera sufrimiento en nuestras propias vidas.

Nichiren Daishonin enseñó que Nam-myoho-renge-kyo es la clave fundamental para el logro de una felicidad indestructible. A través de la práctica del Budismo que él enseñó, desarrollamos la capacidad de tomar cualquier cosa que nos suceda en la vida, sea bueno o malo, como la base de nuestra propia felicidad. Ésta es la razón por la cual el más elevado acto de misericordia budista es dar a las personas las herramientas para que puedan hacer lo mismo: es decir, hacerles conocer las enseñanzas de Nichiren Daishonin de manera que puedan manifestar su propia Budeidad y felicidad absoluta.

En el gongyo de la mañana y de la noche, recitamos "Mai ji sa ze nen. I ga ryo shujo. Toku nyu mujo do. Soku joju busshin." ("En todo momento estoy pensando en cómo puedo hacer para que los seres vivientes ingresen en el camino supremo y adquieran rápidamente el cuerpo de un Buda"). Estas palabras expresan el profundo deseo que habita en el mismísimo corazón de todos los Budas. Cada vez que las repetimos, las grabamos en nuestros propios corazones y mentes. Ésta es nuestra promesa: manifestar misericordia, una promesa que nos hacemos tanto a nosotros mismos como a los demás. Nuestro desafío consiste en encontrar nuestra manera única y personal de llevaría a cabo.

La relación que existe en nuestra felicidad y la felicidad de los demás es un tema central de las enseñanzas de Nichiren Daishonin. De hecho, el poder manifestar el máximo potencial de nuestra práctica en nuestra vida cotidiana, es vital para lograr un balance entre las dos.

"Al invocar daimoku, nuestra voz penetra el universo entero; no existe mundo en las diez direcciones al que no pueda llegar". (Gosho Zenshu p 808). "El daimoku que invocamos es el sonido de la esperanza y la fortaleza que resuena a través de todo el cosmos. Es también una expresión de sabiduría, porque eleva el corazón de las personas y lo llena de alegría" (SGI Newsletter no 152, p 226)

Sin embargo, para que nuestro daimoku contenga tal poder que pueda penetrar el universo entero, debemos desarrollar un fuerte sentido de jihi. La verdadera misericordia amplía nuestra perspectiva de la vida, hace emerger la sabiduría y el coraje, y nos posibilita manifestar nuestra Budeidad.

Comúnmente se cree que el amor es la más fuerte y positiva de las emociones humanas. Más aún, muchos lo consideran como el fin último de la vida, la fuerza a través de la cual podemos convertir nuestra felicidad y la de otros en fuente de alegría.

Sin embargo, también es evidente que, en la sociedad moderna, el amor se ha convertido en algo cada vez más abstracto y conceptualizado. Para algunos, el amor es un deseo de dar y ayudar, mientras que para otros implica el deseo de tomar y explotar. Cuando el amor que se da no es retribuido, podemos experimentar una perturbadora amargura y celos. De esta manera, emociones que originalmente estaban fundadas en el amor, se convierten en odio.

"En nuestro mundo actual, no es poco frecuente encontrar que ya sea amor, ya sea egoísmo, ambos se esconden detrás de una máscara de amor. Tal vez, hoy en día, el dar amor como producto del sentimiento humano, está perdiéndose o siendo relegado a las actividades de beneficencia y caridad. Por supuesto, este no es un amor basado en emociones humanas sino "institucionalizado". (Daisaku Ikeda, Choose Life, p 356)

Desde la perspectiva del budismo, el universo es una entidad viviente cuyas partes componentes son interdependientes. Por lo tanto, para nosotros, seres vivientes, es imposible experimentar alegría independientemente de nuestro medio ambiente, es decir, no podemos ser verdaderamente felices mientras otras personas sufren.

Cuanto más nos esforzamos porque otros sean felices, basados en el espíritu del jihi- más felices nos volvemos.

El jihi de quienes han tomado el profundo compromiso de llevar a cabo su propia misión, y de quienes su fe proviene del sincero daimoku, se ve siempre renovado.

Éste es uno de los significados de la palabra myo: revitalizar. Invocar daimoku nos permite revitalizar nuestra fuerza vital y nuestra sabiduría, y renovar nuestro compromiso respecto de nuestra felicidad y la de los demás.

En sus disertaciones acerca de los Capítulos Hoben y Juryo del Sutra del Loto, Daisaku Ikeda cita al segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda: "Sólo a través de creer sinceramente en el gran espíritu del jihi y el gran poder de la sabiduría del Buda Verdadero, es que nosotros -personas comunes seguidoras del Buda Original- podemos alcanzar la iluminación y convertirnos en Budas bajo nuestra forma actual. Definitivamente no existen otros Budas que éstos". (SGI Newsletter No 152, p. 92).

Cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de nuestro propio karma, y por cierto que éste no puede ser modificado por el poder, el status o la riqueza. Nuestras vidas se hallan inextricablemente interconectadas y, debido a ello, nuestra Revolución Humana tendrá un profundo efecto en quienes nos rodean.




LA VIDA DE JOSEI TODA

Nació el 11 de Febrero de 1900, en Kaya, provincia de Ishikawa, su padre, se llamaba Jinshichi, y su madre Sue. Fue el menor de varios hermanos, cuando niño se lo llamaba Jin’ichi, con el tiempo cambio su nombre por el de Jogai, y más tarde por el de Josei.

Su padre tenía un negocio naviero y un importante trabajo en el puerto de la localidad de Shioya, la modernización del sistema de navegación y la llegada del ferrocarril, obligaron a abandonar su negocio y trasladarse a buscar nuevas perspectivas, a la aldea pesquera de Atsuta, en la isla de Hokkaido, situada en la costa norteña del mar de Japón.

Cuando tenía 8 años, falleció su hermano mayor, y esta perdida fue un duro golpe, a través de toda su vida, sufrió por el gran enigma de la vida y la muerte.
Sentía una gran pasión por aprender, era sobresaliente en álgebra; no muy fuerte físicamente, y desde niño, inteligente y muy sensible.

En 1914, se graduó con honores en la Escuela Primaria de Atsuta, y a pesar de toda la ayuda que le ofrecían sus amigos, el Director de la Escuela y los maestros, no pudo continuar sus estudios, por tener que trabajar para ayudar a la familia.

En 1915, se empleó en la compañía Karoko de Sapporo, que vendía ropas, papelería y artículos varios; los dueños lo hacían trabajar desde el amanecer hasta altas horas de la noche, y a pesar de lo agotador de su trabajo, conseguía tiempo para leer y estudiar, y dos años después, aprobó con notas sobresalientes, el examen que le permitía ejercer como maestro auxiliar de Escuelas Primarias.

En 1918, daba clases en el sexto grado de la Escuela Primaria de Mayachi, en la región minera de Yubari; a pesar de su juventud, además de buen maestro era muy estricto, sus alumnos le tenían profundo cariño y respeto, e iban a su cuarto después de clase para estudiar, dialogar con él y practicar algún juego. Estuvo en el lugar corto tiempo, y mientras ejercía como maestro continuaba avanzando en su propia formación docente, en los dos años siguientes aprobó los exámenes que lo habilitaron para enseñar: Física, Química, Geometría, Álgebra, y las materias comunes de la escuela primaria.

En Marzo de 1920, dejó la región de Yurbari, y partió rumbo a Tokio.
Los primeros meses en Tokio, fueron muy duros, tuvo que realizar trabajos de mensajero y otros empleos menores para poder sobrevivir; En ese entonces se hacía llamar Jogai, que significa “fuera del castillo”; y a mediados de Agosto de ese año, buscando trabajo como maestro, se encontró con el Sr. Makiguchi, que era Director de la Escuela Primaria de Nishimachi. En forma resuelta y seguro de sus aptitudes, Toda solicitó al Sr. Makiguchi un puesto de maestro en su escuela, con una firme promesa: “Conseguiré que sean sobresalientes, aun los alumnos más rezagados”, y fue nombrado como maestro suplente.

Así es, como se unieron dos grandes hombres, para iniciar el camino más importante de la época, y con el principio de la educación, comenzaba la relación Maestro y Discípulo.

Toda, tenía 19 años, y el Sr. Makiguchi, 48 años; a partir de ese día emprendieron juntos cada empresa, no se separaron jamás; compartiendo triunfos y tristezas durante 24 años, hasta que el Sr.Makiguchi murió en la prisión, donde inclusive estaban juntos.

En 1922, se casó por primera vez, y tuvo una niña que murió poco de nacer, y meses después, también moría su esposa de tuberculosis.
La pérdida de su esposa y su hijita, lo sumaron en profundas cavilaciones, sobre el significado de la vida y la muerte, que tantas angustias le causaron cuando tenía apenas ocho años de edad.

Cuando el Sr. Makiguchi debió abandonar la Escuela Primaria de Mikasa, Toda renunció a su puesto y lo siguió, de igual forma, cuando el Sr. Makiguchi fue trasladado a la Escuela Primaria de Shirokane, Toda renunció, y decidió abrir su propia escuela privada nocturna, a los 24 años pudo así realizar el plan que desde siempre quería: ‘ poner en práctica sus teorías sobre la educación ’. Esta situación, pronto fue difundida y numerosos alumnos podían aprender mucho más rápido con los cursos nocturnos que dictaba Toda, en la cual podía ejercer su creatividad y demostrar la validez de sus teorías.

En el año 1928, sucedió un hecho que alteraría completamente su vida y la su maestro. El Sr. Makiguchi, conoció el Budismo verdadero de Nichiren Daishonin; y a partir de allí juntos se convirtieron a la nueva doctrina y comenzaron a practicar y a estudiar. Toda halló un nuevo camino, y respuestas a preguntas que desde hacía mucho tiempo no podía encontrar.

El día 18 de Noviembre de 1930, se publicó el libro “Sistema Pedagógico de la Creación de Valor” del Sr. Makiguchi; la edición estuvo a cargo de la Soka Kyoiku Gakkai, organización que habían creado juntos. En la parte final del libro aparece por primera vez el nombre de la organización, de la cual el Sr. Makiguchi era el Presidente y el Sr.Toda, su Director General.

El propósito original de este grupo creado por educadores, era la reforma educativa; pero a medida que pasaron los años, los distintos acontecimientos de la época, y la profundización de la fe, en el Budismo Verdadero; la pasión y el ardor, tanto del Maestro como la del Discípulo, se volcaron en gran medida hacia el estudio y la propagación de las enseñanzas de Nichiren Daishonin.

Comenzaron las reuniones de diálogo, para difundir la práctica entre las personas. La teoría del Sr. Makiguchi, sobre los “valores”, resultaba un implemento valioso, para explicar y ampliar la filosofía budista.

En 1939, el Japón estaba en guerra; y como medio de unir al pueblo, para que apoye la política militarista y bélica, el gobierno promulgó la Ley de las Asociaciones Religiosas.

En 1940, bajo la ley mencionada, se intentó fusionar a las numerosas escuelas budistas, para que el gobierno tenga un mejor control sobre ellas. Con ese fin se le ordenó a la Nichiren Shoshu fusionarse con la escuela Minobu, una línea desviada del Budismo de Nichiren Daishonin.

El Sr. Makiguchi, y el Sr. Toda tenían la esperanza de realizar una propuesta conjunta del clero y los laicos de la Nichiren Shoshu para protestar al gobierno por la supresión de la libertad de credos, como lo estipula la Constitución ; pero la orden de fusión con otra escuela, planteó otras necesidades y situaciones. El sacerdocio aceptó el pedido del gobierno por temor, mientras que la Soka Kyoiku Gakkai se mantuvo en su postura anti-militarista y de mantener la libertad de cultos.

En el mes de mayo de 1942, se prohibió la publicación del Kachi-Sozo (Creación de Valores), un periódico de la organización; la policía secreta, comenzó a infiltrarse en las reuniones de diálogo, y las agresiones y presiones fueron crueles e intensas.

En 1943, los miembros de la Organización habían aumentado considerablemente, contándose con tres mil familias; Toda, con las ganancias de un libro que escribió y el éxito de otras empresas que fundó (diecisiete en total) le otorgó a la organización una base financiera sólida, con la idea de una expansión futura.

En el mes de Junio, los monjes con mayor autoridad, del Templo Principal, los invitan a una reunión al Sr. Makiguchi y a él, proponiéndoles ceder en forma momentánea a los requerimientos del gobierno. Lo que provoca una violenta reacción y el retiro de la reunión.

El día 6 de Junio de ese mismo año, fueron detenidos el Sr. Makiguchi y el Sr. Toda y posteriormente veintiún responsables de la organización también.

En la cárcel de Sugamo, el Sr. Makiguchi y Toda fueron brutalmente interrogados, y a raíz de estos acontecimientos, prácticamente todos los miembros de la organización la abandonaron, renunciando a su fe por temor a las represalias del gobierno.
La escasez de alimentos, debido a la guerra se hizo sentir en todo el país, y donde más repercutió y los que más sufrieron fueron los prisioneros, además la falta de medicamentos, esto afectó profundamente a ambos y el Sr. Makiguchi, que ya tenía 73 años, desmejoró y se debilitó rápidamente y falleció estando en prisión.

Toda, en la celda, consiguió un ejemplar del Sutra del Loto, y se planteo como objetivo, a partir del día 1 de Enero de 1944, leer repetidamente el sutra e invocar diez mil daimoku por día, mientras en sus manos tenía un juzu, que había confeccionado con las tapas de las botellas de leche que recibía.

A principios del mes de Marzo, ya había leído el sutra, tres veces. A pesar de varias situaciones y confusiones, respecto a un pasaje del sutra, que explica la Entidad del Buda a través de treinta y cuatro negaciones; lo entendía intelectualmente, pero no lograba hacerlo concretamente, a partir del significado de “Entidad”. Finalmente y con la invocación del daimoku; llegó al profundo entendimiento, de que el Buda, es la expresión fundamental de la vida. Resuelta ésta situación, le quedaba por develar

¿Qué enseña el Sutra del Loto?; según sus propias palabras, en su novela La Revolución Humana , dice: “No fue un sueño, y sin embargo, tampoco fue algo de este mundo. ¿Cuánto tiempo habrá durado? Tal vez, unos segundos, unos minutos, o varias horas. No hay forma de saberlo. Se hallaba junto a una multitud de personas, todas suspendidas en el aire, de cara al Dai-Gohonzon, con las palmas de las manos unidas sobre su pecho, en un gesto de profunda oración...”. Esta situación vivida, lo llevó a comprender su verdadera misión en la vida: propagar el Budismo verdadero.
A pesar de las torturas, los violentos interrogatorios, del hambre y del frío de la prisión, Toda no abandonó, sus convicciones ni su intensa lucha espiritual. En ese mismo año 1944, cuando completaba su segundo millón de daimoku, el día 18 de Noviembre, fallecía el Sr. Makiguchi.

Toda fue liberado el día 3 de Julio de 1945, un mes después de haber finalizado la lucha; todo el país estaba en ruinas, además se había perdido la guerra, y los miembros de la Soka Kyoiku Gakkai, se habían dispersado abandonando la organización.

En ese momento, no tuvo ninguna vacilación: debía reconstruir todo, su tarea de por sí difícil, debía emprenderla solo; por eso cambió su nombre por el de Josei, que quiere decir “Sabio del castillo”; se necesitaba mucha sabiduría y coraje, para la tarea que debía comenzar, y así lo comprendió.

Su tarea inmediata era establecer una base sólida, y reconstruir la organización tal como lo tenía previsto, antes de la guerra. Nada quedaba de sus diecisiete empresas, es más, las deudas que había acumulado, sumaban dos millones y medio de yenes; no obstante esto, consiguió un préstamo sobre unas pólizas de seguro, y cinco días después de recobrar la libertad, alquiló una oficina e inauguró una escuela por correspondencia.

Con el tiempo, y por el éxito logrado, pudo ampliar esta empresa y comenzar la publicación de diversos libros y una revista.

Él sabía, que muchas personas habían abandonado la fe por la presión de la policía, ya que no habían comprendido lo que era el Budismo. Comenzó su tarea de encontrar a los antiguos miembros, y preparó una serie de conferencias semanales sobre el Sutra del Loto; su primera disertación fue el primer día del año 1946, en el Templo Principal y ante cuatro personas. Cambió el nombre de Soka Kyoiku Gakkai (Sociedad Pedagógica para la Creación de Valor); por el de Soka Gakkai (Sociedad para la Creación de Valores), dándole un sentido más amplio en su contexto: trascender las metas educativas y llevar las enseñanzas de Nichiren Daishonin a todos los campos de la vida cotidiana.

La nueva Soka Gakkai, se estableció como organización independiente, con el objeto de nuclear a los creyentes laicos de la Nichiren Shoshu , y con el propósito de ampliar las tareas de propagación. En forma gradual, se fue recomponiendo la organización y ya en el año 1948, había conseguido el número de miembros que tenía antes de la guerra.

Toda mantenía el cargo de Director General, porque no quería aceptar la Presidencia de la Organización

El día 14 de Agosto de 1947, se dio un acontecimiento muy importante, a una reunión de diálogo, asistió en calidad de invitado Daisaku Ikeda, éste se sintió impresionado por al personalidad de Toda, Ikeda decidió ingresar a la Organización ; y como 27 años antes, místicamente se reanudaba la relación Maestro-Discípulo.
Daisaku Ikeda, acompañó al Sr. Toda por el resto de su vida. En el año 1948, Ikeda ingresó a trabajar en la empresa editora de Toda, la Nihon Shogakkan.

La inflación de la pos-guerra, elevó los costos de producción, agravados por la escasez de papel, forzó a numerosas empresas a cerrar sus puertas, así sucedió con la suya.

En el mes de Diciembre de 1949, Toda fundó una compañía de crédito para la construcción, donde también sufrió los problemas de la inflación; y en el mes de

Agosto de 1950, el gobierno ordenó el cese de las operaciones de todas las cooperativas de crédito, esta medida, llevó a las empresas de Toda a la quiebra, no tenía dinero para pagar a sus empleados, y casi todos ellos tuvieron que renunciar, Ikeda permaneció a su lado, primero para liquidar la cooperativa, y segundo para tratar de reestablecer un respaldo económico.

Toda renunció a su cargo como Director General, para evitar que la Soka Gakkai , se viera afectada por problemas legales, y también para que los miembros no asociaran el fracaso de sus negocios, con la práctica como budista, dudando del Gohonzon.

Toda no culpaba de su fracaso económico a la situación generada por la pos-guerra, y buscó la causa dentro de su propio accionar; tras un intenso examen interior, llegó a la conclusión de que a pesar de sus muy buenas intenciones, había enfocado mal, su misión en la propagación del Budismo.

Según su teoría, el Sr. Makiguchi, había de conducir a la gente hacia el Budismo, mediante la “Filosofía del Valor”, que proporcionaba un marco muy limitado para comprender las enseñanzas.

Y, él (Toda), lo intentó mediante conferencias sobre el Sutra del Loto, desde el punto de vista de las enseñanzas orales de Nichiren Daishonin; y como sus oyentes tenían una capacidad muy limitada para comprender el Budismo, se valió, en gran parte de los análisis de T’ien-t’ai, sobre el sutra; pero los tratados de T’ien-t’ai, no tenían las conclusiones prácticas, a las que habían llegado las enseñanzas de Nichiren Daishonin; así como fue que sus oyentes, inmaduros en la fe, no asimilaron la esencia del Budismo de Nichiren Daishonin.

Además entendió también, que no aceptar la Presidencia , lo único que hacía era evadir su responsabilidad primordial. Ya que por ser un hombre de negocios, estaba viendo la concreción del kosen rufu, desde el punto de vista económico, pensaba que todo lo que la Organización necesitaba para progresar, era contar con la estabilidad económica, que él pudiera proporcionarle. Había permitido, en su mente, que el logró económico, fuese más importante que la “Revolución Religiosa”.

Luego de profundas reflexiones y arrepentimiento, ante el Dai-Gohonzon, entregó la marcha y el manejo de sus negocios, a sus subalternos, y se dedicó única y totalmente a promover el kosen rufu.

Poco tiempo después, fue legalmente sobreseído de toda responsabilidad, en el fracaso de la cooperativa de crédito.

Toda asumió como Segundo Presidente de la Soka Gakkai , el 3 de Mayo de 1951, en una ceremonia realizada en el Templo Josen-ji, de la localidad de Mukojima, Tokio, donde asistieron mil quinientos miembros. En esa ocasión anunció su campaña para hacer que se sumaran setecientas cincuenta mil familias a la organización; la cifra mencionada, alarmó a sus oyentes, aunque él tenía la firme convicción de poder lograrlo.

Consideró, que si no establecía esa meta, durante su existencia, luego sería mucho más difícil desarrollar la propagación. Sus deseos apuntaban en una sola dirección y ésta era que cada ser humano pudiese construir, por sí mismo, un palacio de dignidad y felicidad absoluta dentro de su propia vida. Y en la concreción de sus objetivos, siempre tuvo una guía clara: si uno invoca sinceramente Nam myoho rengue kyo, sin dejarse influir por las circunstancias externas, podrá transformar cualquier cosa.

Las actividades fundamentales para este logro, serían las reuniones de diálogo, enseñaba, a la gente, que el Budismo existía en cada persona y que se manifestaba en su vida cotidiana.

Para asegurar un desarrollo sin tropiezos, organizó la División Juvenil Femenina y Masculina y la de Señoras para hacer uso pleno de la fuerza particular que cada uno tenía. Además organizó el departamento de estudio y las publicaciones Seikyo Shimbun y Daibyakurenge. Paralelamente a su labor para expandir a la organización, Toda continuó dando todo su apoyo el templo Principal, al cual solicitó permiso para construir el Gran Salón de Conferencias y el Hoanden, para entronizar el Dai Gohonzon.

En 1957, se logró la meta de setecientas sesenta y cinco mil familias, superando la meta propuesta. Toda, no pudo recuperarse nunca de los problemas físicos que le causaron los tiempos en la cárcel, y a los años de duras luchas; estaba debilitándose progresivamente.

En 1958, después de dirigir las ceremonias de inauguración del “Gran Salón de Conferencias” del Templo Principal Taiseki-ji; regresó a Tokio el día 1º de Abril y murió al día siguiente, mientras los cerezos estaban en flor.

Su lucha apasionada y su decisión de erradicar de la faz de la tierra la palabra miseria y sufrimiento mediante la propagación, le fue transmitida intacta a sus sucesores. Toda no vivió para ver su magnífica obra, pero en cada acto y en cada logro en el avance de la Soka Gakkai, está su presencia. Dejó ejemplos imborrables, y sobre la base de la propagación por él cimentadas, el Budismo verdadero de Nichiren Daishonin se expande por todo el mundo, para asumir un liderazgo como Religión Mundial.

La fama, la riqueza o el prestigio social no nos garantizan, por sí solos, la felicidad.
Hay muchos millonarios que, detrás de las paredes de sus mansiones, viven un sufrimiento indescriptible.

Algunos están tan pendientes de su vanidad que no encuentran un segundo de paz interior.

Entre los famosos, muchos caen en un infierno de angustia cuando pierden la celebridad y dejan de estar expuestos al público.

Puede haber dos personas que, dentro de una misma empresa, hagan el mismo trabajo y tengan la misma situación económica y social.

Pero una se siente feliz, y la otra vive desesperada.

No es raro encontrar esta clase de disparidades entre individuos que, en los demás aspectos, tienen vidas muy parecidas.

Y esta divergencia se relaciona con el estado de vida interior, con el corazón de cada uno.

Tampoco puede decirse que el avance de la ciencia o el desarrollo económico necesariamente produzcan la felicidad.

En cualquier caso, el hecho de que uno se sienta feliz o desdichado sólo depende de uno mismo.

Sin cambiar nuestro propio estado de vida, no hallaremos una felicidad que nos resulte verdadera.

Pero cuando modificamos nuestra posición interior, todo el mundo se transforma para nosotros.

Se dice que el hombre sabio no se deja abatir por los infortunios ni se deja elevar por sus logros; él sabe que la verdadera felicidad nace desde el interior y es plena sólo cuando también contagia a los demás ...


LA CREACION DE VALOR

El concepto de creación de valor fue un elemento fundamental de la filosofía de Tsunesaburo Makiguchi (1871-1944), presidente fundador de la Soka Gakkai; el nombre de esta organización, de hecho, significa "sociedad para la creación de valor". La visión profundamente humanística de Makiguchi, centrada en la felicidad, la responsabilidad y el protagonismo del ser humano, pervive en el humanismo budista de la SGI de hoy.

Los términos "valor" y "creación de valor" pueden llegar a generar cierta confusión, sobre todo si se los entiende como pautas morales. El valor implica aquello que es importante para las personas, todo lo que enaltece la existencia. El término, tal como se lo concibe dentro de la SGI, denota los aspectos positivos de la realidad que se manifiestan o se generan cuando hacemos frente de manera creativa a las cuestiones y problemas que forman parte de la vida diaria.

El valor no es algo que existe por sí mismo y que es necesario descubrir; mucho menos es un conjunto de formas preexistentes a partir de las cuales se juzga el comportamiento de las personas. Los seres humanos podemos crear valor a cada momento, mediante nuestra interacción con el entorno. Según sea nuestra determinación y el rumbo que imprimimos a nuestras acciones, podemos crear, a partir de cualquier situación, valores positivos o negativos, ínfimos o de grandeza inmensurable.

Todo, incluso lo que se nos presenta en un comienzo como una situación insalvable –relaciones conflictivas, apuros económicos o problemas de salud— se puede convertir en una oportunidad para crear valor positivo. La decisión de dedicar la vida a la causa de la justicia, por ejemplo, bien puede surgir a partir de la experiencia de haber recibido un trato injusto.

La práctica budista incrementa nuestra capacidad inherente de reconocer ese potencial y nos otorga, asimismo, la vitalidad, la sabiduría y la perseverancia para desarrollarlo. Debido a la estrecha relación de interdependencia que une nuestra vida con la vida de todos los demás, los valores positivos que creamos tienen la capacidad de beneficiar a otros, que pueden, a su vez, compartirlos y disfrutarlos.


Así, lo que comienza con la decisión de un solo individuo de transformar sus propias circunstancias adquiere la dimensión de un valor perdurable que sirve de aliento y de inspiración a todo el conjunto de la sociedad.

La misma progresión, es decir, la que se genera en el interior de una persona y se expande hacia la comunidad, fue la que Makiguchi consideró para establecer las categorías esenciales del valor: la belleza, el beneficio y la bondad. La belleza indica el valor estético, la respuesta sensorial positiva ante lo que reconocemos como "bello". El beneficio es todo aquello que consideramos gratificante o satisfactorio en el sentido más amplio del término; incluye, aunque no se limita a ese solo aspecto, los bienes materiales que hacen la vida más confortable y llevadera. La bondad es el factor que eleva y expande el bienestar de toda la comunidad humana y hace de su entorno un ámbito justo y apropiado para desarrollar la existencia.

Establecer la felicidad

Aun antes de abrazar el budismo de Nichiren, en 1928, Makiguchi ya tenía la convicción de que el auténtico propósito de la vida era lograr la felicidad. A medida que fue profundizando la práctica y el estudio del budismo, Makiguchi comenzó a utilizar la expresión "una vida de gran bien", para definir una existencia consagrada al valor supremo: el bienestar de todo el género humano. Se puede considerar que dicho concepto representa una actualización, en el siglo XX, del antiguo ideal budista del camino misericordioso del bodhisattva.

Es importante destacar que Makiguchi, al contrario de muchos de sus contemporáneos, se oponía a la idea de que "lo sagrado" fuera un valor en sí mismo; en lugar de ello, sostenía que el logro de la felicidad era la auténtica medida de una religión. Al respecto, él escribió: "Aparte de liberar a las personas y al mundo del sufrimiento, ¿qué sentido puede tener la existencia de la religión en la sociedad? Librar a los individuos del sufrimiento, ¿no implica acaso el valor del beneficio? Y erradicar el dolor del mundo entero, ¿qué otra cosa es sino el valor de la bondad?".

La filosofía de la creación de valor es, por lo tanto, un incentivo para ponernos en acción, tal como somos, dondequiera que estemos, por la causa de la felicidad. Solo mediante el esfuerzo de dirigir nuestro corazón hacia un objetivo sublime, adquirimos la sabiduría y la fuerza para influir a cada momento en nuestro medio social, de un modo que siempre genere profundo valor. El presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, sostiene: "La clave para vivir con plenitud, sin ningún arrepentimiento, es dedicarnos a una causa u objetivo que nos trascienda en su grandeza".

[Compendiado del artículo publicado en la edición de octubre de 2006 de la revista SGI Quarterly.


http://www.sgispanish.org/budismo/diaria/creacionvalor.html

LA CONQUISTA INTERNA DE LAS DIFERENCIAS.

Compendiado de la propuesta de paz presentada por Daisaku Ikeda el 26 de enero del 2000 "La paz por medio del diálogo: Es tiempo de conversar Reflexiones sobre una cultura de paz"

Jamás perdamos de vista la importancia que tiene y seguirá teniendo el ser humano, por mucho que avancen la tecnología y las comunicaciones. El factor decisivo y protagónico en la creación de la cultura es el individuo, la personalidad de cada hombre y mujer.

De varios factores depende que los movimientos populares que hoy están surgiendo triunfen a la hora de crear una cultura de paz. Lo primero es trascender el apego excesivo a las diferencias, conducta que se halla profundamente arraigada en la psicología individual.

También hay que comenzar a dialogar sobre la base de nuestra pertenencia común al género humano. Creo que sólo será posible transformarnos a nosotros mismos y transformar nuestra sociedad cuando confrontemos este complejo e intenso desafío.

Una mirada retrospectiva nos dirá que el siglo XX fue una era signada por la pugna entre sistemas de pensamiento diferentes y entre distintos conceptos sobre la justicia. En especial, fuimos testigos de ideologías trazadas a partir de diferencias y distinciones externas, como las de raza, clase, nacionalidad, costumbres o usos culturales. Dichas ideologías sostenían que esta clase de factores eran los determinantes de la felicidad humana, y que la forma más certera de erradicar los males y resolver las contradicciones sociales era eliminar todo aquello que fuese diferente.

La historia del siglo XX fue escrita con la sangre de las víctimas que cobró esta forma errada e ilusoria de pensar.

En junio de 1945, inmediatamente después de la derrota que las fuerzas aliadas impusieron a la Alemania nazi, Carl G. Jung se dirigió así a “los sectores del pueblo germano que aún conservan la cordura”:

Allí donde el pecado es grande, puede surgir mucho más la virtud. Una experiencia así de profunda produce una transformación interior, y esto es infinitamente más importante que las reformas políticas y sociales, que ningún valor si son instrumentadas por un pueblo que no está en paz consigo mismo. Ésta es una verdad de la que nos estamos olvidando…

En su momento, la observación de Jung produjo escasa repercusión. Pero si la analizamos desde la perspectiva actual, es imposible no sorprendernos ante la profundidad y la precisión histórica con que este hombre sagaz supo disecar la patología de nuestra época.

Alguien dirá que Jung peca de extremista, al sostener que las reformas políticas y sociales no tienen “ningún valor”. Con todo, sólo debemos recordar el sufrimiento atroz que han provocado los poderosos, cada vez que instrumentaron “reformas” sociales y políticas sin advertir la necesidad de su propia transformación interior ni la condición humana de sus víctimas.

Pensemos en Stalin, por ejemplo. En cambio, cuando los líderes son individuos capaces de examinarse estrictamente a sí mismos --como Chou Enlai, en la China , o José Martí, en Cuba--, hasta el horror de la sangre derramada o la violencia de la revolución parecen en cierta forma mitigarse, y el proceso de la revolución social, a largo plazo, consigue despertar la adhesión espontánea de la ciudadanía.

Por citar un ejemplo, casi todos los aspectos positivos de la revolución china pueden relacionarse con la personalidad superlativa de Chou Enlai. Del mismo modo, gracias al diálogo que mantuve con el académico cubano Cintio Vitier, a quien ya mencioné antes, me fue posible revalorizar el papel que desempeñaron Martí y su legado, como fuente e impronta espiritual de la revolución en Cuba.

Al examinar retrospectivamente el siglo XX, es fácil que nuestra mirada repare sólo en los aspectos negativos de la centuria. Pero también hay que reconocer ciertos logros fundamentales, orientados a la resolución de los males sociales. Uno que resalta con brillo genuino, en los Estados Unidos, es el movimiento civil por los derechos humanos, que se tradujo en reformas decisivas, como la Ley de Derechos Civiles de 1964, y en una serie de acciones afirmativas determinada a favorecer a las minorías.

Para que las reformas estructurales y legales sean realmente eficaces, deben verse respaldadas por una revolución paralela en la conciencia; por el desarrollo de un humanismo universal capaz de trascender las diferencias en el fuero íntimo del hombre.

El sueño de la igualdad genuina sólo podrá concretarse cuando en los integrantes de toda la sociedad eche raíz una nueva conciencia, que nos permita reconocer nuestra pertenencia común al género humano.

En otras palabras, debe existir una sinergía creativa entre las reformas internas e individuales --de índole introspectiva y espiritual-- y las reformas externas y sociales --de índole legal e institucional. En mi opinión, ésta es una de las lecciones más importantes que nos ha dado esta época de cambios drásticos y de posteriores frustraciones ante la falta de avances visibles.

Tal vez el mejor ejemplo de “humanismo universal” que podamos citar esté en las palabras pronunciadas por Martin Luther King (h), un año antes de que se promulgara la legislación sobre derechos civiles: “Tengo un sueño, y es que, algún día, mis cuatro hijos puedan vivir en una nación donde no se los juzgue por el color de su piel sino por el calibre de su personalidad”.

Estas palabras conmovedoras expresan una profunda fe en la fuerza de la personalidad. En tal sentido, resuenan con las enseñanzas del buda Shakyamuni, quien afirmó que uno no es noble por su estirpe o linaje, sino por sus actos y comportamiento.

José Martí, durante las luchas por la emancipación de su Cuba natal, declaró: “Patria es humanidad”. También afirmó que el odio entre razas no tiene razón de ser, ya que las razas no existen, es decir, son un concepto artificialmente creado.

En última instancia, las leyes e instituciones son creadas por el hombre; son los seres humanos quienes las ponen en vigencia y ejecutan. Ni siquiera el sistema mejor concebido podrá funcionar correctamente, si se desdeña el esfuerzo por profundizar y desarrollar la personalidad individual de cada ser humano.

Creo firmemente que la clave para resolver todas las confrontaciones entre grupos étnicos yace en descubrir y revelar esta clase de humanismo universal que tan bien corporificaron Martin L. King (h), símbolo de la conciencia estadounidense, y José Martí, emblema de la conciencia cubana.


Todo lo que se pretenda hacer para resolver los problemas descritos, sin transitar por este camino, sólo conseguirá perpetuar los conflictos en el tiempo.

En 1993, cuando tuve oportunidad de disertar en la Universidad de Harvard, mencioné una historia referida al buda Shakyamuni, en la cual éste dice percibir una flecha invisible incrustada en el corazón del ser humano. En mi conferencia, proponía que esa saeta era el apego excesivo a las diferencias, y que trascender dicha clase de apegos sería una tarea indispensable para la creación de la paz. Mientras exponía estas reflexiones, pensaba en las especiales dificultades que complican la resolución de los conflictos étnicos y comunales.


Al término de la conferencia, me sorprendí gratamente al ver la sincera adhesión que habían generado estas observaciones.

Pero volvamos a Jung. Como escribió en El yo sin revelar: “Si en todas partes del mundo surgiera la conciencia de que todas las divisiones y antagonismos se deben a la escisión psíquica de los opuestos, uno realmente sabría por dónde atacar”.

Lo que Jung recalca es la importancia de no centrarnos sólo en lo externo a nuestra vida. Debemos evitar la tentación de poner el bien exclusivamente en un lado, y el mal en el otro.

A decir verdad, lo que hace falta es redefinir el significado del bien y del mal. Las manifestaciones externas del bien y el mal son relativas y transmutables.

Sólo parecen absolutas e inmutables cuando el corazón humano se vuelve esclavo de las palabras y de los conceptos abstractos.

En la medida en que uno se libera de este influjo, comienza a darse cuenta de que el bien contiene al mal dentro de sí, y de que éste contiene al bien en forma implícita.

Por dicha razón, aun aquello que percibimos como mal puede ser convertido en bien a través de nuestra propia reacción y respuesta.

Incluso es posible comprender la oposición entre el bien y el mal como parte de la red semántica del corazón humano, que, mediada por el lenguaje y lo simbólico, abarca el cosmos entero. Desde esta perspectiva, hasta la división y la confrontación se pueden valorar, en la medida en que ponen de manifiesto nuestros vínculos recíprocos con los demás individuos y nuestros lazos con el universo. Pero no hay que dejarse capturar por l

as diferencias visibles. Debemos adquirir el dominio del lenguaje y asegurarnos de que éste siempre esté al servicio de la humanidad. Si nos obligamos a repasar las pesadillas de este siglo --las purgas raciales, el Holocausto, la depuración étnica-- veremos que todas ellas han proliferado en un ambiente de manipulación lingüística, tendiente a lograr que el pueblo se fijara sólo en las diferencias. Cuando se llega a convencer a la ciudadanía de que esas diferencias son absolutas e inmutables, se arroja un cono de sombras sobre la humanidad de los otros y se legitima el empleo de violencia en contra de lo diferente.

En tal sentido, quisiera citar palabras de Chingiz Aitmátov, el talentoso escritor de Kirguizistán. En el prefacio del diálogo que publicamos juntos, manifestó una comprensión notablemente profunda sobre la naturaleza del lenguaje, y sobre la relación entre los seres humanos y las palabras:
No hay palabras sin hogar o sin dueños. L
os seres humanos somos los dueños de las palabras, sus amos soberanos. Aun cuando los hombres nos dirijamos a Dios con el secreto deseo de escuchar la voz divina, es a nosotros a quien escuchamos en nuestras propias palabras. Las palabras viven en nosotros. Se alejan y regresan. Nos sirven con devoción, desde el momento en que nacemos hasta que nos llega la muerte. Las palabras cargan consigo el mundo anímico y la vastedad del cosmos.

Comprendo bien los motivos que llevaron a Aitmátov a examinar con tanta profundidad y precisión la función del lenguaje. Vivió la mayor parte de su vida bajo el régimen soviético, en una época en que los seres humanos no podían ser amos soberanos de la palabra.


Para los de su generación, los amos soberanos eran los conceptos incorpóreos y las palabras. Y los seres humanos, desde la cuna a la sepultura, eran quienes debían servirles con devoción.

El desafío de examinar esta subversión no fue terreno exclusivo de los literatos; constituyó una preocupación constante para cada hombre de conciencia que haya vivido durante ese período. Evidentemente, el comunismo fue un sistema obsesionado y fascinado con el concepto de la “sociedad sin clases”, que buscó superar las diferencias y distinciones a través de medios puramente externos y “objetivos”. El influjo destructivo del lenguaje --su dominio sobre las realidades humanas-- distorsiona los procesos de la vida subjetiva y hace que los seres humanos releguen a un lugar secundario las transformaciones surgidas de la motivación interna.

Las personas, de esta forma, se van tornando vulnerables a la atracción que ejerce el uso de la fuerza externa y la violencia.

Aitmátov sobrevivió a una experiencia profunda y amarga como lo fue integrar una cultura lingüística dominada por la ideología, que aceptó e incluso fomentó la violencia. Por esta razón, creo yo, se ha sentido interesado en la perspectiva del Budismo, que rechaza la violencia en todas sus formas y mantiene un compromiso inclaudicable con el diálogo y con la precedencia de las realidades humanas.

Desde el punto de vista del Budismo, el verdadero aspecto de la vida se encuentra en su fluir incesante, en la forma en que las tendencias internas y las circunstancias externas, en su interacción, dan lugar a las experiencias vitales. En otras palabras, lo que experimentamos como bien o mal no es algo fijo, sino sujeto a nuestras actitudes y respuestas.


El bien y el mal no son entidades inmutables. Para dar un solo ejemplo, la ira puede ser una función del bien, cuando se la dirige contra aquello que lesiona la dignidad humana; en cambio, bajo el influjo del egoísmo codicioso, resulta una función del mal. Así pues, la ira, que suele ser vista como algo típicamente malo, esencialmente es de naturaleza neutral.

El pensador budista Nichiren, que vivió en el Japón del siglo XIII y cuyas enseñanzas inspiran las actividades de la SGI , describió así este aspecto: “Apartarse del mal es el bien; apartarse del bien es el mal. El bien y el mal no se encuentran fuera de nuestra mente y de nuestro corazón. La neutralidad intrínseca de la vida se halla en su desapego del bien y del mal.


Nuestra vida sólo existe en estas tres propiedades: el bien (zen), el mal (aku) y la neutralidad subyacente con respecto al bien y al mal (muki). Fuera de nuestro corazón, no existe realidad alguna”.

Este enfoque, que expone la relatividad del bien y del mal, puede ayudarnos a despertar de la ilusión de que el bien y el mal son entidades fijas y externas, con la consabida tendencia a endilgar el mal a los demás.

Sin embargo, neutral no significa vacío ni hueco. Lejos de ser hueca o vacía, nuestra vida individual es manifestación de la vida cósmica, eterna y colmada con la vibrante energía de la creación.

Nichiren dice que el verdadero aspecto de la vida “no puede ser consumido por los incendios que se producen al término de cada kalpa ni arrastrado por las aguas, ni cercenado por las espadas o perforado por las flechas. Cabe en una semilla de mostaza, y aun cuando ésta no puede expandirse, la vida no tiene necesidad de encogerse. Puede colmar el universo entero. El cosmos no es demasiado vasto, ni la vida es demasiado pequeña para colmarlo”.

Lo que describen estas palabras es un estado de vida indestructible como el diamante, perfectamente diáfano y cristalino.

La comprensión budista de la vida puede ayudarnos a aplicar esta trascendencia ideal de las diferencias, en la realidad de la vida cotidiana. En otras palabras, cada persona puede adquirir un estado de vida que le permita eludir las trampas de la conciencia discriminatoria.

En tal sentido, me siento impulsado a recordar los conceptos que vertió mi mentor Josei Toda, segundo presidente de la Soka Gakkai , en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, para describir el proceso mediante el cual un individuo puede transformar hasta el karma o las tendencias más profundamente arraigadas. De acuerdo con el Budismo, cada aspecto de lo que somos --nuestra nacionalidad, color de piel, familia de origen, personalidad o género-- es el resultado actual de causas que hemos hecho en el pasado. La ley de causa y efecto que gobierna la generación de tales distinciones y diferencias opera sistemáticamente a través del pasado, presente y futuro.

Josei Toda decía que la práctica del Budismo era “el medio por el cual podemos transformar nuestro karma. Cuando lo hacemos, todas las causas y efectos intermediarios desaparecen, y podemos revelar nuestra identidad profunda como seres humanos iluminados desde el tiempo sin comienzo”.

Toda emplea el término “intermediarias” para referirse a las causas creadas por nosotros que generan aspectos de diversidad en el nivel fenoménico: diferencias en la capacidad, diferencias físicas, mentales o espirituales, o diferencias en las circunstancias, como la ocupación o el nivel educativo. Estas, juntas, son las distinciones que hacen de nosotros seres singulares e irrepetibles.

Cuando Toda dice que dichas causas “desaparecen”, no quiere decir que las diferencias entre los seres humanos se anulan o que todos caemos en una suerte de uniformidad general. Desde luego, esto sería imposible. Así como dos personas nunca pueden tener exactamente el mismo rostro, las diferencias son parte integral, natural y necesaria de la sociedad humana.

Para Toda, lo que “desaparece” es nuestro apego a las diferencias, nuestras reacciones limitantes y negativas frente a lo diverso. Esto ejemplifica la manera en que una práctica de fe puede permitir al ser humano trascender profundamente las diferencias.

El objetivo de adoptar la práctica budista es experimentar dentro de nuestra vida el estado que Toda llamó “nuestra identidad profunda como seres humanos, iluminados desde el tiempo sin comienzo” (kuon no bompu). En sus propios escritos, Nichiren esclareció el concepto de kuon (“tiempo sin comienzo”), como sinónimo de nuestro estado primigenio, original, libre de artificios o de adornos. Así pues, cuando renunciamos a todo lo accesorio y dejamos aflorar nuestro esplendor natural, inherente a nuestro propio ser, podemos elevarnos por sobre nuestras diferencias y verlas desde otra dimensión, superando el apego excesivo a lo que nos diferencia.

Metafóricamente hablando, puede pensarse que las causas y los efectos intermediarios son como las estrellas y la Luna que brillan en el cielo nocturno, y que el ser humano iluminado desde el tiempo sin comienzo es como el Sol. Cuando el Astro Rey asoma sobre el horizonte, a la hora del amanecer, los cuerpos celestes que hasta ese momento habían sido presencias luminosas en el firmamento se desvanecen como si se hubieran vuelto invisibles o como si dejaran de existir.

Desde luego, siguen existiendo, sólo que los eclipsa la potente luz del Sol, símbolo de nuestra vitalidad y de nuestra sabiduría innatas. Esta, creo yo, es la función de la fe y de la práctica religiosa. Cuando antes me referí a un “estado de vida indestructible como el diamante, claro y cristalino” y hablé de nuestra vida como una “manifestación de la vida cósmica, eterna y colmada con la vibrante energía de la creación”, tenía en mente estos conceptos de mi maestro Toda.

La Ley budista de causalidad --según la cual cada aspecto de nosotros es el resultado de causas hechas por nosotros mismos-- y el énfasis en la trascendencia interior de las diferencias no significan, de ningún modo, que debamos aceptar pasivamente las conductas discriminatorias.


Sería lamentable que ideas budistas como la causalidad interior o la responsabilidad del sujeto quedaran reducidas a un errado fatalismo, en virtud del cual las personas negaran los males sociales de la realidad. Nuestro desafío natural es cuestionar dichas prácticas y prejuicios, como así también las estructuras sociales que les dan origen.

Cualquier religión es un “opio” o al menos se hace acreedora a este deshonroso calificativo, cuando fomenta la pasividad y la impotencia del ser humano.

En el nivel humano más fundamental, aun cuando se lograse el ideal de una sociedad completamente libre de discriminación, las diferencias humanas persistirían igual.


Todos los términos budistas que describen el mundo en que vivimos son palabras referidas a la diversidad, la distinción y la distancia, en la medida en que, para el Budismo, dichos elementos componen la realidad experimental del ser humano.




¿PORQUE NO PODEMOS VERNOS EN EL ESPEJO DEL GOHONZON?

Por Miriam Pinilla.














SOKA SPIRIT.

MUJERES EN EL TRABAJO. Por Daisaku Ikeda

A pesar de las desfavorables condiciones reinantes, cada mujer debe desarrollar sus habilidades al máximo. Estos firmes esfuerzos serán lo que le harán ganar, con el tiempo, el reconocimiento y el respeto de la sociedad.
Hace algunos años, una mujer cuyo marido se había muerto de cáncer me relató el modo en el que logró levantarse de nuevo. Tenía tres hijos y cuando su marido falleció, me explicó, se sentía totalmente perdida en cuanto a qué hacer.


El impacto debe haber sido como si, de repente, la tierra hubiese dejado de girar. La profundidad del amor que sentía por sus niños fue lo que le permitió seguir adelante: “yo no puedo permitir que mis hijos pierdan las esperanzas,” se prometió a sí misma.

Aunque la familia no se encontraba tan mal desde el punto de vista financiero, ella comenzó a trabajar para una compañía constructora. Se mantuvo al frente del cuidado de su familia y se puso el desafío de dominar su nuevo trabajo.


Mediante su trabajo se propuso demostrar, no sólo a sus hijos sino al resto del mundo, que su familia, de ninguna manera, sería derrotada por la tragedia.

La mayoría de las mujeres, por supuesto, trabajan porque tienen que hacerlo. Dados los difíciles momentos económicos que se están viviendo en el mundo entero, ha habido un aumento en el número de hogares en los cuales ellas tienen que salir a trabajar.

Nunca debemos olvidar que el trabajo es una actividad humana natural.


Mientras trabajamos, el hecho de que nuestra mente se concentre, que nuestros nervios se fortalezcan y que nuestra voluntad se vea comprometida en las actividades que estamos llevando a cabo, puede ser realmente nuestra mayor protección contra el deterioro mental y físico producto del envejecimiento.

Nos llenamos de más energía cuando ponemos la mirada en el dinamismo y en la vibración que forman parte de nuestra vida.

Pensar en el trabajo sólo como una manera para complementar el ingreso familiar puede causar resentimiento interno e infelicidad y también puede conducirnos a un callejón sin salida.


Yo espero que usted pueda ver el trabajo como un medio para mejorar y como una manera de contribuir con el mundo. El trabajo debe considerarse una gran oportunidad para el crecimiento, no una carga.

Si una mujer se convence de que su trabajo está reforzando el bienestar de la sociedad, yo estoy seguro que encontrará la verdadera liberación, es decir, su propia liberación como ser humano.

Cuando una mujer comprende su propio valor y expande sus horizontes, puede servir de ejemplo de lo que es un nivel más alto de desarrollo, no sólo para las demás mujeres, sino para la sociedad en su conjunto.

Lamentablemente, pocos ajustes se hacen para cubrir las necesidades de las mujeres que trabajan fuera de sus hogares. Con frecuencia las oportunidades de trabajo que tiene una mujer la hacen sentir que está siendo discriminada pues se le asignan tareas menos importantes que a sus colegas masculinos.


Si las mujeres se mantienen ignorantes de esta situación, o si se resignan a ella, los aspectos negativos de nuestro mundo dominado por los hombres seguirán inalterados.

A pesar de las desfavorables condiciones reinantes, cada mujer debe desarrollar sus habilidades al máximo.

Estos firmes esfuerzos serán lo que le harán ganar, con el tiempo, el reconocimiento y el respeto de la sociedad. Sólo entonces llegarán las mujeres a cambiar la sociedad.

Y resulta indudable que el toque y el poder femenino son necesarios para convertir el áspero mundo de los hombres en uno más humano. Ni la mejor computadora puede reemplazar la apacible creatividad, el calor moderado o la bondad de una persona.

Cuando yo era joven aprendí que la palabra japonesa que significa trabajo quiere decir, literalmente, proporcionar comodidad y confort a los demás, y a juzgar por la experiencia que he vivido en mis encuentros con muchas personas, todo parece indicarme que los seres humanos más felices son los que hacen felices a los demás.


Así lo enseñan los sutras budistas, cuando usted encienda una lámpara para otras personas, su propio camino también se encenderá.

Poner en funcionamiento una casa y levantar a una familia requiere de enormes exigencias. Si a esto agregamos el trabajo fuera de la casa, nos encontramos con que cada uno de los días se vuelve un forcejeo titánico contra el tiempo. Después del agotamiento del trabajo, muchas mujeres tienen que apresurarse a llegar casa para satisfacer las necesidades de sus niños, prepararles la comida y llevar a cabo sus demás quehaceres domésticos.


Con todas las responsabilidades que tienen las mujeres que trabajan fuera del hogar apenas puedo creer que alguna vez realmente puedan descansar, incluso mientras duermen.

Sin embargo, en mi opinión, cuando uno está ocupado, nuestra mente y nuestro cuerpo se mantienen en forma, y si una persona es dos veces más activa de lo normal, puede también sentirse doblemente satisfecha y lograr el doble en la vida.

En contraste, existe a veces el riesgo de que las mujeres que se pasan todo su tiempo en la casa, terminen angustiándose por asuntos triviales y hasta puede que nunca lleguen a sentir la satisfacción de haber ensanchado sus horizontes.

Podríamos comparar la vida de una madre que trabaja fuera de la casa con una bicicleta, en la que el trabajo y la familia son sus dos ruedas: el ciclista debe mantener ambas ruedas en equilibrio para atravesar un camino lleno de numerosos obstáculos. Para evitarlos, es preciso sostener firmemente el manubrio.


En otras palabras, necesita una clara comprensión sobre la razón por la cual está trabajando.

Ella sólo podrá aprender a dominar el ciclismo por ensayo y error: en momentos, pondrá demasiado peso en el trabajo, o demasiado poco, y hasta puede que, a veces, pierda el equilibrio. Pero aun así, tiene que mantenerse intentándolo y seguir adelante.

Los pequeños esfuerzos pueden ayudarnos a mantener este equilibrio. Una nota para los miembros de su familia en la cual les informa la hora en que usted llegará a casa o en la que les dice lo que tienen que hacer, vale tanto como mil palabras.


Otras claves que yo he obtenido de mis conversaciones con muchas mujeres que trabajan fuera de la casa son: nunca mezclar los asuntos de trabajo con los asuntos de la familia, completar día a día, siempre que sea posible, las tareas que se tienen entre manos, ser una buena oyente, y ponerse metas específicas en cuanto a la carrera profesional.
Muchas de las madres que trabajan fuera del hogar se preocupan por el impacto que ejerce su profesión sobre sus niños. No obstante, según los estudios, el lapso de tiempo que una madre pasa con sus hijos no es tan importante como la profundidad de su amor y de la franca comunicación que existe entre ellos cuando están juntos.


Un factor muy importante es que las mujeres tengan confianza plena en su manera de vivir.

Los niños respetarán y confiarán en sus madres, de un modo natural, si ellas logran darles amor aunque estén muy ocupadas. De hecho, parece ser que la imagen de una madre que se esfuerza por cumplir las necesidades de su trabajo y las de su familia da origen a una actitud muy equilibrada en sus niños.

En este mundo fundamentalmente dominado por los hombres, se requiere de un mayor esfuerzo por parte de las mujeres del que se requiere por parte de los hombres.


El papel de la mujer es en verdad exigente.

Por una parte, los hombres necesitan de ellas por la calidez que para ellos es todavía tan incómodo expresar y, por la otra, la sociedad necesita su magnanimidad, sabiduría y sentido práctico de las cosas.

Si las mujeres logran abrir sus vidas a una participación activa en la sociedad, el valor para ellas mismas y para toda la humanidad será inmensurable.

NO DEJES QUE LOS PROBLEMAS NOS VENZAN. POR DAISAKU IKEDA

Fragmento del discurso del presidente Ikeda, en la 29 reunión nacional de dirigentes. disertado en el auditorio Soka de la Amistad Internacional, en Sendagaya, Tokio, el 27 de Mayo.
Cierta vez, el señor TODA dijo a un grupo formado por integrantes de la División de Damas de Tokio: “los miembros de la Soka Gakkai, como bodhisattvas de la Tierra, nacieron por su propio deseo en este mundo corrupto.


Ellos nacieron aquí para realizar el Kosen Rufu conduciendo todas las personas a la iluminación y, venciendo los desafíos de la vida, para mostrar los ilimitados beneficios del GOHONZON.” Todos tienen problemas y eso es todavía más verdadero en medio de los tiempos difíciles de los días de hoy.

Pero, no importa cuánto la época sea problemática o turbulenta, no debemos tener ni un mínimo de vacilación en la fe.

El budismo de Daishonin enseña que nosotros escogemos sufrir por voluntad propia para mostrar el inmenso poder benéfico del GOHONZON.

Siendo así, no hay ningún problema que no consigamos superar.

Al final de cuentas, nuestra victoria está garantizada.
De esa perspectiva, sería una idiotez dejar que nuestros problemas nos derroten, o lamentar o estar preocupado sin necesidad por esa causa.

La clave es orar con toda sinceridad al GOHONZON y avanzar con convicción y serena autoconfianza.
El señor TODA dijo cierta vez a un integrante de la División de Caballeros que estaba enfrentando dificultades financiera : “aunque parezca que hayas sufrido una pérdida ahora, si persevera con firme fe, conseguirá definitivamente recuperarla en diez o veinte veces más.

Ese es el principio budista de “transformar el veneno en medicina.”

Es esencial permanecer firme en la fe. El señor TODA también declaró con toda convicción: “las personas comunes consiguen ver solamente el pasado, pero la sabiduría del Buda ve el futuro".

Por lo tanto, suceda lo que suceda, simplemente crea firmemente en la LEY MÍSTICA y dedíquese al máximo.

BRASIL SEIKYO,agosto 2009

SOBRE EL LOGRO DE LA BUDEIDAD EN ESTA EXISTENCIA

(Para ampliar la imagen haga clic sobre ella)
La situación de Nichiren
Unos años después de la primera invocación a los 32 años en 1253, Nichiren Daishonin se trasladó a Kamakura.

En esa ciudad se encontraba la sede del gobierno (“sogunato”), y esta carta fue dirigida a un oficial que servía en el tribunal militar.

Para ese entonces, muchos creyentes ya habían abrazado la fe en la enseñanza de Nichiren, incluyendo a Shijo Kingo, los hermanos Ikegami, Kudo Yoshitaka, entre otros.
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Toki Jonin
En cuanto a Toki Jonin, abrazó la fe alrededor de 1254 y fue un firme seguidor del Daishonin durante toda su vida.

Tanto él como su esposa recibieron unas treinta cartas; entre otras, “Sobre el logro de la Budeidad en esta existencia”, “Carta desde Sado” y “El verdadero objeto de veneración”.
Se presume que Nichiren Daishonin escribió esta carta en el año de 1255 cuando tenía 34 años.
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Puntos Clave
1)Superando los sufrimientos de la vida y la muerte
“Si desea liberarse de los sufrimientos del nacimiento y de la muerte que ha venido soportando a lo largo de la eternidad y lograr la iluminación suprema en esta existencia, debe percibir la verdad mística que siempre ha existido dentro de su vida".

Esta verdad es Myoho-renge-kyo. Por ende, invocar Myoho-renge-kyo, le permitirá captar la verdad mística en su interior” […]

“Nacer y morir que ha padecido desde el tiempo sin comienzo” significa la repetición eterna de la vida y la muerte. Este proceso de dejar de existir y de volver a existir o reencarnación, no tiene ni principio ni fin, es interminable.

En la tradición budista “nacer y morir” o “la vida y la muerte” son sinónimos del sufrimiento.

En la repetición interminable de nacer y morir, uno nació en esta existencia como un ser humano y si uno quiere tomar esta gran oportunidad para detener el ciclo interminable de sufrir y lograr la misma suprema Iluminación del buda, entonces, dice el Daishonin, uno debe percibir “la verdad mística que es originalmente inherente en todos los seres vivientes“ y que para ello debe invocar Myoho-rengue-kyo.
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La verdad mística, originalmente inherente en todos los seres vivientes, significa la verdad maravillosa que existe en toda vida.
Esta verdad mística es la Ley esencial del Universo que sustenta a todas las cosas.

Un buda es una persona que ha logrado la Iluminación por darse cuenta que en la raíz de su vida existe esta Ley.

En otras palabras, lo que da surgimiento a un buda—es decir, la semilla de la Budeidad— es esta verdad mística.
En muchas de las religiones del mundo, la mayoría de las personas tienden a pensar: “Shakyamuni, o Nichiren o Jesucristo podían percibir la Ley Mística o a Dios porque ellos eran seres especiales”.

Sin embargo, en este pasaje, el Daishonin dice algo extraordinario: “en esta existencia presente, como ser humano común, cualquier persona puede percibir la verdad mística inherente en todas las personas, dentro de sus propias vidas, liberándonos así, nosotros mismos, de los sufrimientos de la vida y de la muerte.

Esta aseveración es asombrosa. Lo que en la mayoría de las religiones está reservado solo para personas especiales es lo que cada uno de nosotros puede tener en esta existencia presente.
A partir de este primer pasaje, el Daishonin está declarando una gran enseñanza religiosa.
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El significado de Myoho-renge-kyo
El Daishonin identifica a esta verdad mística, inherente en todos los seres vivientes, como Myoho-renge-kyo y que cuando uno invoca su nombre, es lo mismo que percibir esa verdad mística inherente en toda vida.

Shakyamuni percibió la Ley Mística mediante su sabiduría y trató de enseñarles a sus discípulos la práctica para lograr dicha sabiduría.
Por el contrario, el Daishonin nos enseña a invocar Nam-myoho-renge-kyo con la confianza de que esta Ley existe dentro de nosotros.
La grandeza del Budismo de Nichiren yace en el descubrimiento de esta vía a la Máxima Realidad.

Cuando esta verdad mística se activa en la vida humana se convierte en la existencia de la Budeidad.

El poder ilimitado de la Ley Mística comienza a funcionar, sin obstrucciones e irrestrictamente, manifestándose a sí misma como las diversas cualidades o puntos fuertes de un ser humano.

Ciertamente, Nam-myoho-renge-kyo es el maravilloso nombre de la Ley Mística. Es el sonido o palabra que puede, libremente, hacer surgir el poder de la Ley Mística.

Sin embargo, hay que resaltar que lo que detiene usualmente la manifestación del poder de la Ley Mística es nuestra propia ilusión o ignorancia, es decir, la Oscuridad Fundamental.

La Oscuridad Fundamental es la ignorancia primordial de la Ley Mística.

Debido a esta ignorancia la vida cae en estado de confusión, bajo la influencia de sus impulsos oscuros, conduciéndonos así hacia la infelicidad. En otras palabras, en la raíz de todo sufrimiento y dolor yace la Oscuridad Fundamental.

Por esta razón, cuando despertamos a la Ley Mística se despeja esta Oscuridad Fundamental.

Aunque todas las personas son entidades de la Ley Mística y están dotadas originalmente de la Budeidad, a menos que luchen contra las oscuras nubes de la ignorancia, su Budeidad no se manifestará.

Invocar simplemente Nam-myoho-renge-kyo, como si se tratase de un encantamiento mágico, no nos permitirá manifestar nuestra Budeidad innata. Debe haber un elemento de espíritu de lucha en nuestra práctica.

Myoho-renge-kyo expresa la Ley fundamental del Universo. La grandeza del Budismo de Nichiren yace en crear esta vía: invocar su nombre.

Sin embargo, el practicante que invoca ha de ganar la lucha interior contra la Oscuridad Fundamental, su propia confusión interior, y ha de tener lugar dentro de su corazón. La descripción de esta lucha interior es fe.

Si perdemos fe o confianza, nuestra convicción en nuestra felicidad, en nuestra Budeidad, en lograr el kosen-rufu, sucumbiremos ante los obstáculos que se nos presenten en nuestra vida. Si nos retiramos antes de enfrentarlos, entonces esto ya es una señal de derrota.

En otras palabras, la base de invocar Nam-myoho-renge-kyo es la confianza.

Hay dos aspectos en cuanto a invocar Nam-myoho-renge-kyo: la fe y la práctica.

Al invocar Nam-myoho-renge-kyo, la fe es un factor crucial.

Y físicamente invocar Nam-myoho-renge-kyo al Gohonzon es el aspecto “práctico” de invocar.
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2) Mi vida es un entidad de la Ley Mística
“Sin embargo, aun cuando usted invoque Myoho-renge-kyo y crea en él, si piensa que la Ley se encuentra fuera de usted mismo, no está abrazando la Ley Mística, sino cualquier otra enseñanza inferior.
Enseñanza se refiere a todas las que no son este sutra, que constituyen doctrinas provisionales y transitorias.
No hay ninguna enseñanza inferior que conduzca directamente a la iluminación, y, sin un camino directo hacia la iluminación, usted no podrá lograr la Budeidad, aunque practique existencia tras existencia, a lo largo de innumerables eones.
De tal modo lograr la Budeidad en esta existencia resulta imposible. Entonces, cuando invoque le Ley Mística y recite el Sutra del Loto, tiene que llegar a sentir la profunda convicción de que Myoho-renge-kyo es su propia vida”.

El Presidente Ikeda comenta lo siguiente: ND nos está urgiendo a decidir y creer en que nosotros mismos somos entidades de Myoho-renge-kyo.
La Ley Mística es la gran medicina benéfica para aliviar los sufrimientos de todas las personas y el maravilloso tesoro a ser descubierto para lograr la felicidad humana. Necesitamos vivir nuestras vidas basados en la Ley Mística y dedicados a ella.

“Yo soy Myoho-rengue-kyo”, así ha de decidirlo cada quién.

El Presidente Ikeda dice aquí: depende de usted, quién hace que su vida sea una sola con la Ley Mística.

Era esto lo que estaba en el corazón del Daishonin cuando enseñó Myoho-renge-kyo. Esto es el Budismo de Nichiren La base de todo esto es Myoho-renge-kyo (El Mundo de Nichiren Daishonin, Living Buddhism, septiembre de 2002, Pág. 11).

3) La naturaleza de nuestra vida
“Usted nunca debe pensar que alguna de las Ochenta Mil Enseñanzas sagradas expuestas por el buda Shakyamuni durante su existencia, ni que alguno de los budas y bodhisattvas de las Diez Direcciones y de las Tres Existencias está fuera de usted mismo.
Su práctica de las enseñanzas budistas no le aliviará en lo más mínimo de los sufrimientos de nacer y morir, a menos que usted perciba la verdadera naturaleza de su propia vida. Si busca la Iluminación fuera de usted mismo, entonces, es en vano el que lleve a cabo diez mil prácticas y diez mil actos virtuosos.
Será como el caso del hombre pobre, que se pasa los días y las noches contando la riqueza de su vecino, pero que no obtiene por ello ni un solo centavo.
Es por esto que la escuela de T’ien-t’ai hace el siguiente comentario: “A menos que uno perciba la naturaleza de su propia vida, uno no podrá erradicar sus graves ofensas “.
Este pasaje implica que, a menos que uno perciba la naturaleza de su propia vida, su práctica se tornará en una austeridad dolorosa e interminable.
Por lo tanto, tal tipo de aprendices del Budismo son condenados como no budistas. La Gran Concentración y Percepción afirma que: “Aunque estudian el Budismo, su concepción no difiere de la de los no budistas.”

Una de las siete parábolas del Sutra del Loto es la de la joya en la túnica: un hombre pobre visita la casa de su amigo, se emborracha con vino y se queda dormido.

Su amigo debe irse en un viaje de negocios. Preocupado por el hombre pobre, antes de partir, le cose una joya preciosa en el forro de la túnica.

El hombre pobre finalmente se va, viaja por muchos territorios, sufriendo gran pobreza, inconsciente del gesto generoso de su amigo. (Véase The Lotus Sutra, págs. 150-151.)

Muchas personas van por la vida sin dirección, y sin saber de la existencia de la ilimitada fuente de tesoros que existe en su interior.

Las personas buscan la Ley en todos lados menos en donde realmente existe —dentro de su propia vida— es por eso que sufren.

El tratado de T’ien-t’ai “La Gran Concentración y Percepción” explica que: “Aunque estudian el Budismo, su concepción no difiere de la de los no budistas” (“WND”, Pág. 4).
Aquí, “no budistas” se refiere a quienes aparentan creer en el Budismo pero caen en concepciones no budistas.
Nichiren nos advierte repetidamente que no busquemos la ley fuera de nosotros mismos.
Si esperamos un tipo de salvación externa, entonces nuestra práctica no se diferencia en nada cuando se compara con la de un no budista.

Además, a menudo las personas invocan Nam myoho-renge-kyo como si se estuvieran quejando.

Pero si invocamos daimoku llenos de quejas, el beneficio será mínimo.

Invoquemos siempre con gran convicción de que definitivamente vamos a concretar beneficios y de que alcanzaremos la victoria sin falta. Invocar de ese modo es invocar el “daimoku de lucha” que Nichiren nos enseñó.